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|11| Éxtasis [Satoru e Itadori]

Este es un plus, no es x lector/a
...

Ellos nunca pensaron que la tensión que los unía a ambos se resolviera en ese viaje. No sabían en qué momento habían llegado a tal extremo.

Él dio un paso torpe hacia delante, y luego otro, y otro hasta que estuvo apenas a unos pocos centímetros delante de él.
Gojo bajó la pierna que tenía cruzada y abrió las rodillas para dejar un espacio vacío entre ambos. El bulto que tenía entre las piernas y que le oprimía la cremallera de los vaqueros era bastante evidente. No obstante, alargó su mano
hacia él y lo animó a acercarse.

Itadori avanzó entre sus muslos y le cogió la mano, así que Gojo tiró de ella hacia delante y le hizo señas para que se subiera a su regazo. Él hincó las rodillas a ambos lados de su cuerpo encajándolas perfectamente entre él y los reposabrazos del sillón, se sentó sobre los talones y esperó.

Sentía que no podía respirar y que tenía todos los músculos tensos y agarrotados mientras intentaba anticipar cuál sería su siguiente movimiento.

No mucho más tarde, Gojo lo sujetó por la nuca, lo atrajo hacia él y le estampó la boca en suya. Itadori sentía cómo la ardiente y acelerada respiración masculina le acariciaba el rostro, y cómo su mano se enredaba en su cabello para tenerlo sujeto contra él con mucha más fuerza.

Entonces Gojo lo separó de él tan rápido como antes. La mano aún la seguía teniendo hundida en su cabello, el pecho le subía y le bajaba en un intento vano de recuperar el aliento y, además, los ojos le ardían y le brillaban llenos de lujuria. Esto último era más que suficiente como para hacer que Itadori temblara al sentir un calor primitivo emanando de él.

-Me pregunto si te haces una idea de lo mucho que te deseo ahora mismo -murmuró Gojo.

-Yo también te deseo -susurró Itadori.

-Me tendrás, Yuuji. De todas las maneras imaginables.
La promesa que denotaban sus palabras, roncas y tan pecaminosamente sugerentes, lo poseyó de forma sensual y seductora.

Gojo le soltó el pelo y posó las manos en su abdomen para poder acariciarle el cuerpo antes de llegar al pecho. Con los pectorales en las manos, se inclinó hacia delante y se metió un pezón en la boca.

Itadori gimió y se estremeció de placer bajo sus caricias. Se sujetó a los reposabrazos del sillón y echó la cabeza hacia atrás mientras Gojo le pasaba la lengua por la rugosa aureola.

Alternándose entre los dos montículos que tenía aún en las manos, Gojo lo provocó y jugueteó con él. Le chupó y le succionó los pezones a la vez que se los mordía con suavidad hasta conseguir que estuvieran completamente enhiestos
y pidiendo más de sus caricias.

Liberó uno de los que tenía agarrados y, pasándole las puntas de los dedos por las costillas, se desplazó hacia abajo hasta llegar finalmente a la zona entre sus piernas. Sus manos se movían con delicadeza mientras ahondaba entre los rizos de su entrepierna y llegaba a la sensible carne de su sexo. Le rozó el pene con uno de los dedos y el cuerpo entero de Itadori se tensó a modo de respuesta.

Jugueteó con la húmeda punta de su miembro con un dedo mientras le acariciaba con el pulgar todas las pequeñas terminaciones nerviosas concentradas en su tronco. Itadori se sentía desfallecer.

-Gojo -susurró. El nombre sonó más como un gemido.
Él bajó la cabeza lo suficiente para poder mirarlo con los ojos
entrecerrados. La imagen de su boca pegada a su pecho y succionándole el pezón era excitante y erótica a la vez, y solo consiguió alimentar su ya descontrolado deseo.

Él dedo se deslizó dentro de él e Itadori soltó otro gemido. Gojo presionó el pulgar con mucha más fuerza y a continuación, la mordió de nuevo en el pezón.

Itadori lanzó las manos hacia los hombros de Gojo y se agarró a él con mucha más firmeza a la vez que hincaba los dedos en su piel. No paraba de revolverse mientras el orgasmo comenzaba a formársele bajo la piel. Era imposible
quedarse quieta, el cuerpo entero lo sentía tenso y la presión se le estaba concentrando en el bajo vientre.

-Córrete para mí, Itadori -dijo Gojo-. Quiero sentir cómo te corres en mi mano. Deslizó la mano mucho más rápido en su pene. Itadori respiró entrecortadamente mientras Gojo seguía acariciándole el miembro y volvía a chuparle el pezón con la boca una vez más. Cerró los ojos y gritó su nombre cuando la primera oleada de placer lo atravesó de forma tumultuosa y
abrumadora.

-Eso es. Mi nombre, Yuuji. Dilo otra vez. Quiero escucharlo.
-Gojo -dijo en un suspiro.

Itadori se arqueó con frenesí mientras él le frotaba la polla sin descanso, llevándola mucho más al límite. Se revolvió entre sus brazos y un momento después se desplomó sobre sus hombros y, agarrándose con fuerza, intentó recuperar el aliento.

Lentamente Gojo retiró los dedos, lo atrajo hasta la calidez de su cuerpo y lo rodeó con los brazos. Él posó la frente en su hombro y cerró los ojos, agotado por la intensidad del orgasmo.

Él le pasó la mano suavemente por su espalda desnuda varias veces en un intento de tranquilizarlo y relajarlo. A continuación hundió la mano en su pelo y tiró de él lo suficiente como para que levantara la cabeza y sus ojos se
encontraran.

-Agárrate a mí -le dijo.

A Itadori apenas le había dado tiempo a rodearle el cuello con los brazos cuando Gojo se puso de pie y lo levantó en brazos.

-Rodéame la cintura con las piernas.

Él lo aupó con las manos bajo su trasero para sujetarlo mejor mientras Itadori clavaba los talones en su cintura y salió al pasillo para llegar por último hasta su dormitorio.

Se echó hacia delante y lo depositó suavemente en la cama antes de retroceder y quitarse la ropa con rapidez. Itadori se quedó allí tumbado, mareado de regocijo y con el cuerpo aún vibrándole como secuela de la liberación sexual que había experimentado momentos antes. Su sexo le dolía y le palpitaba. Quería más. Lo quería a él.

Levantó la cabeza mientras Gojo se desabrochaba los vaqueros y se los bajaba hasta las caderas. Estaba impresionante ahí de pie con su erección forcejeando por salir de su prisión y abrasándolo con la mirada. El deseo que
sentía por él se percibía claramente en cada centímetro de su firme y tenso cuerpo. Itadori podía quedárselo mirando durante horas. Era guapísimo y tenía un aire taciturno.

Cuando fue a por él con la actitud propia de un macho alfa, los músculos se le abultaron de la tensión que ambos estaban sintiendo.

Lo agarró de las piernas y tiró de él con brusquedad para traerlo hasta el borde de la cama. Entonces se las abrió y se posicionó entre ellas.

-No puedo ir más lento -le dijo con una voz forzada e inquieta-. Quiero estar en tu interior más de lo que necesito respirar ahora mismo. Tengo que poseerte.

-Me parece bien -pronunció en una exhalación. La voz le sonó como un susurro ronco mientras miraba fijamente a esos intensos ojos azules.

Gojo volvió a tirar de él para eliminar la distancia que quedaba entre ellos y entonces Itadori sintió cómo la punta de su pene se abría paso entre su carne hinchada. Se detuvo durante un breve instante antes de embestirlo y hundirse
dentro de su cuerpo por completo.

El grito ahogado que Itadori soltó se mezcló con el de él. La impresión de su invasión casi lo llevó al límite. ¿Cómo era posible que pudiera tener otro orgasmo tan rápido?

La sensación de tenerlo a él en su interior lo estaba abrumando. Se sentía completamente lleno, tan apretado a su alrededor que se preguntaba cómo podía siquiera moverse. O cómo se las había ingeniado para meterse tan adentro de su
ser.

Los dedos de Gojo se clavaron en sus caderas, pero un momento después sintió cómo su agarre se suavizaba, casi como si Satoru se estuviera recordando a sí mismo que tenía que tener cuidado. Lo tocó y lo acarició mientras llevaba las
manos desde su abdomen hasta su pecho, que palmeó con ambas manos. Luego le pellizcó los pezones.

-¿Te he hecho daño? -rugió.

Incluso tan descontrolado como parecía y tan desesperado como estaba por poseerlo, se podía notar preocupación en su voz. Itadori sabía sin ninguna duda que si él quisiera que parara, lo haría sin importar lo loco que estuviera por él en
ese momento.

Y dios, cómo le gustaba que estuviera así de loco. Por él. Por tenerlo. Itadori sacudió la cabeza.

-No. Para nada. Por favor, no pares. Sí, le estaba suplicando. Si Gojo paraba ahora, se moriría.

Llevó las manos hasta sus muñecas, donde Gojo tenía aprisionados sus pezones, y las deslizó por sus brazos mientras se deleitaba en toda esa fuerza que tenía.

Podría estar tocándolo toda la vida. Las manos de Gojo se posaron sobre las de él durante un breve instante, y,
a continuación, le colocó los brazos por encima de la cabeza.

Gojo abrió los ojos como platos al observar la fiereza que estaba dibujada en su rostro, al ver cómo los ojos se le entrecerraron cuando un gruñido le retumbó en la garganta.

Itadori pegó las manos contra el colchón mientras Gojo se inclinaba hacia delante con las palmas de las manos sujetando las de ella y la aprisionó contra su cuerpo para que no se pudiera mover. Para que no se pudiera resistir.

La posición le envió olas de emoción directas a su abdomen que luego se expandieron por todo su cuerpo casi como si una droga hubiera invadido todo su ser. Estaba colocado y él era la causa. El poder y el control que tenía sobre él.

Su dominancia. Esto era lo que Itadori deseaba. Tener a Gojo encima de él, hundido en lo más profundo de su cuerpo y teniendo poder absoluto sobre él. Gojo no podía siquiera
respirar, estaba mareado de la excitación.

Gojo se retiró y volvió a penetrarla de nuevo con tanta fuerza que le sacudió el cuerpo entero.

La mirada de Gojo se cruzó con la de él con tanta intensidad que hasta logró hacerlo estremecer. Su voz sonó tan gutural y tan terriblemente atractiva al pronunciar con ronquedad las siguientes palabras:

-Joder, no. No voy a parar. No cuando he esperado tanto para tenerte.

Tanto para tenerte. Dios, escuchar eso casi había hecho que se corriera en ese instante. La idea de que este hombre, lo
hubiera deseado siquiera era una locura. Nunca se podría haber imaginado que la fijación que tenía por él fuera correspondida.

Bueno, se estaba adelantando un poco. La palabra "fijación" era demasiado fuerte como para atribuírsela a Gojo. La verdad era que no tenía ni idea de cuáles eran sus sentimientos o su fijación con ella, solo sabía que él sí que se
había pasado muchísimo tiempo fantaseando con estar justo donde estaba ahora: inmóvil debajo de Satoru y con su miembro tan hundido en su cuerpo que no sabía
siquiera cómo apañárselas para acomodarlo bien en su interior.

Gojo le soltó las manos, pero cuando Itadori fue a moverlas, este le echó una mirada llena de fiereza, se las volvió a poner donde estaban y la soltó una vez más. Era una orden que no necesitaba palabras. Itadori obedeció y las dejó donde él
se las había colocado al mismo tiempo que lo miraba fijamente y esperaba sin aliento a su siguiente movimiento.

Gojo bajó las manos hasta sus piernas y se las subió para colocárselas alrededor de su cintura. Entonces le dirigió otra vez esa mirada tan seductora y estremecedora que le indicaba que tenía que dejar las piernas justo donde él se las había puesto. Le deslizó las manos por debajo del trasero y empezó a penetrarlo con fuerza y a un ritmo firme que no hacía más que enviarle oleadas de placer a través de su cuerpo.

Le salía casi instintivamente llevarse las manos hacia sus hombros. Itadori necesitaba algo a lo que sujetarse mientras lo poseía, pero Gojo apretó la mandíbula y lo miró con fiereza una vez más. Él las volvió a dejar donde habían estado.

-Te las ataré la próxima vez -le dijo-. No me presiones. Yo estoy al mando. Te poseo. Eres mío.

-Sí -susurró con el cuerpo tan tenso y tan a punto de estallar que era lo único que podía decir para respirar siquiera.

El pulso se le disparó al verle aquella mirada tan fascinante de chico malo en el rostro. Los ojos estaban llenos de promesa, de todas las cosas que le haría. De todas las cosas que él le haría hacer, pero no podía apenas esperar.

Gojo se volvió a hundir en él con tanta fuerza que hizo que su cuerpo se sacudiera de nuevo. Itadori cerró los ojos y apretó los dientes para reprimir el grito que amenazaba con salir de su garganta.

-Los ojos -le dijo con brusquedad-, hacia mí. Siempre mirándome a mí. No te corras con los ojos cerrados. Quiero ver todo lo que tienes dentro. No me anules.

Itadori entonces abrió los ojos rápidamente y encontró los de Gojo casi al instante, la respiración le salía por la boca de forma violenta e irregular.

Gojo se salió de él y volvió a enterrarse en su interior con las manos agarrándose con más fuerza a sus caderas. Itadori estaba seguro de que se le quedaría la marca de sus dedos estampada en la piel. Él continuó moviéndose e introduciéndose dentro de él mientras lo sujetaba. Itadori no podría durar mucho más. De hecho no iba a durar mucho más. Era demasiado abrumador, demasiado todo.

-Di mi nombre, Yuuji. ¿Quién es tu dueño? ¿A quién perteneces?

-A ti -dijo ahogadamente-. Gojo. A ti. Solo a ti.
Sus ojos brillaron de satisfacción. La expresión en su rostro era posesiva y fiera, y la mandíbula la tenía claramente apretada.

-Eso es, cariño. Gojo. Di mi nombre cuando te corras.

Gojo deslizó una mano entre ambos para acariciar su pene mientras seguía penetrándolo.

-Córrete -le ordenó-. Uno más. Dámelo, Yuuji. Quiero sentir cómo te vuelves loco con mi polla en tu interior. Eres tan suave y sedoso... Tan ceñido a mí. Es el paraíso.

Itadori y Satoru dejaron salir todo lo que contenían dentro de sí. Ambos se abrazaron rozando piel contra piel y quedaron tendidos en la cama.

Itadori se durmió como un bellaco. Satoru lo arropó y se vistió rápidamente. Al parecer los otros habían llegado de la excursión. Se colocó su banda para cubrir sus ojos y salió hacia el pasillo.

-Vaya vaya, al parecer ya mis alumnos regresaron de excursión. ¿Encontraron algo interesante?

-Sí, muchos insectos y un sarpullido en mi cuello -Nobara expresó su descontento.

-Al parecer el objeto maldito no se encuentra por los alrededores -replicó Megumi-. Hablando de maldiciones ¿dónde está Itadori?

-Digamos que tuvo que hacer un trabajo muy duro y se quedó rendido en su dormitorio -concluyó Satoru con una sonrisa picaresca.

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