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Capítulo 8.La Fiesta de Selección.


No pude dormir nada en toda la noche. Estaba demasiado excitada por los acontecimientos que sucederían al día siguiente, por no hablar que Nessa me hizo una visita cuando todas dormían, colándose por la ventana de mi habitación y fue como hacer una fiesta pijama con una hermana. Reímos mucho hablando sobre tonterías y me dio algunas pautas para comportarme en mi baile de selección.

Apenas tenía apetito en la mañana, pero me obligué a comer, pues tenía un largo día por delante. Empecé el día con Nessa que me dio clases de vuelo, no terminaba de dominarlo. Se suponía que las alas se movían a placer, pero yo no sabía cómo usarlas apropiadamente. Pasamos juntas, bordeando los jardines a una distancia segura del suelo, toda la mañana, hasta que llegó la hora del almuerzo.

No sabía si era porque tenía hambre o qué, pero la comida estaba especialmente deliciosa aquel día.

—Ella — me llamó la reina, haciendo que dejase el tenedor de plata con aquella forma tan extraña, era más un tritón de dos puntas que un tenedor). — Empezarás tus clases para instruirte esta misma tarde. Fedra te ayudará a dominar el arte de la danza.

—No será necesario. Ya tomé clases hace unos años, cuando tuve que asistir a la boda de mi madre. — Hablé sin pensar, haciendo que un murmullo general se extendiese por la sala. — Quiero decir...

—Bien, en ese caso, te dará clases de Historia. Supongo que no recuerdas nada acerca de este mundo, ¿no es así?

—Así es.

Las clases fueron aburridas. No me interesaba nada la dinastía de las hadas. Eran un montón de nombres difíciles, fechas importantes y aptitudes. Así que... terminé distrayéndome mirando a través de la ventana, observando allí abajo a Nessa que paseaba por los jardines junto a su pareja. Sonreí al verla. Esa chica me hacía sentir muy bien y pese a lo poco que sabía sobre ella y ese chico... me gustaba mucho verlos juntos. No había que ser muy listo para ver lo mucho que él sentía por ella.

—Veo que te aburre la historia contemporánea de palacio — se percató Fedra.

—¡Oh...! Yo... — Estaba avergonzada de que me hubiese pillado con las manos en la masa.

—Pareces más ocupada por el tipo de relación que existe entre un siervo y su princesa. Bien, quizás pueda darte una clase teórica sobre ello, ¿no te parece? Al fin y al cabo, esta noche asistirás a tu primer baile de Selección.

—¿Qué es lo que tendré que hacer exactamente?

—Deberás elegir a uno de entre los cuatro pretendientes que han sido seleccionados para ti.

—Ya veo. ¿Y qué pasará luego?

—Luego... te acompañará a tu alcoba donde ambos perderéis la inocencia.

Me llevé las manos a la boca, avergonzada. ¡Cielo Santo! Aquella mujer estaba hablando en serio sobre lo de mantener sexo con su siervo.

—Cada princesa podrá elegir a cuatro siervos por ciclo, pero no podréis tenerlos a los cuatro a la vez.

—¿Qué pasará con Daniel si no resulta elegido esta noche? — me aventuré.

—¿Con quién?

—Daniel, el elfo que me trajo a palacio junto a mi hermana Nessa y su siervo.

—Ah, el mestizo — dijo en tono despectivo. — La reina Guilda lo ejecutará.

—¿Qué? ¿por qué?

—Para ella es como si la hubiese ofendido. Con su sola presencia aquí lo ha hecho. Sólo está siendo indulgente porque te ha devuelto a palacio. Lo habría ofrecido en sacrificio a las águilas si no fuese así.

El día fue productivo y al llegar la noche, fui aseada, vestida y preparada para mi gran noche. Yo estaba histérica, porque sabía que debía elegir a Daniel como mi siervo si quería salvarlo de su destino. Me sentía responsable de lo que le había sucedido, de alguna forma. Si yo no hubiese aparecido en aquel bosque, el jamás habría tenido que presentarse en la ciudad de las hadas... ¿por qué lo hizo? No tenía ninguna razón. Rómulo ya iba a encargarse personalmente, entonces... ¿por qué?

A medida que avanzaba por el pasillo hacia el gran salón me iba sintiendo cada vez más como un flan. Las puertas de metal se abrieron y la sala entera se puso en pie para recibirme. Hice una reverencia a la reina y luego esperé a que hablase.

—Bienvenida a tu ceremonia de selección, princesa Ella. Esta noche elegiréis a un siervo con el que perder la inocencia. — Asentí mientras las doncellas me colocaban una gran corona plateada con dos pequeñas mariposas de color rosa a cada lado. Estaba más que lista para emprender mi camino y así lo hice. — Ahora escoge, hija mía.

Me detuve en el centro de la estancia, observando a los pretendientes. Todos eran iguales, pelirrojos, tan sólo uno era distinto y ese sería el que elegiría. Pese a eso, me hice de rogar, me centré en apreciarlos a todos con exactitud. Todos vestían trajes grises con enormes sombreros de cola.

Mi mirada en seguida conectó con la suya, haciendo que una corriente eléctrica que conocía bien me recorriese entera. Era la misma que sentía cuando Nando me miraba, pero... él no era Nando. No había más que verle para darse cuenta de que eran personas distintas.

Finalmente, me detuve frente a él.

—¿Cómo te llamas? — pregunté, como si no lo supiese.

—Daniel.

—Yo soy...

—Sé quién sois. — Tragó saliva, parecía estar histérico. — ¿Es a mí a quién elegiréis, princesa? — preguntó con interés. Bajé la mirada, avergonzada.

—Me gustaría haceros una pregunta más, señor Daniel.

—¿Señor? No creo que me merezca el título — bromeó.

—Me preguntaba sí... alguna vez visitasteis el mundo de los humanos.

—¿El mundo de los humanos? — parecía extrañado. — ¿Por qué lo preguntáis?

—¿Y bien, Ella? — quiso saber la reina. Me giré hacia ella antes de declarar a la corte cuál había sido mi decisión.

—Lo elijo a él — señalé hacia Nando, haciendo que toda la sala quedase en silencio. No habían esperado aquella respuesta por mi parte.

—Bien. Las tradiciones son las tradiciones. Respetaré tu elección, querida. Llevaos al esclavo para que lo preparen — pidió hacia sus doncellas. — Ahora, que comience la fiesta.

La comida apareció mágicamente por el lugar y por un momento todo fue un revuelo de hadas corriendo de aquí y allá para servirse en sus platos. Pero no volvían a sus asientos, se lo comían todo de pie.

—Así que Daniel, ¿eh? — me volteé para mirar a una pícara Nessa que me sonreía de forma especial mientras su compañero la observaba a una distancia más que prudencial. — ¿Puedo preguntar el motivo?

—Quería evitar su muerte.

—Oh — parecía que no era eso lo que había esperado que contestase.

—Parece que es una buena persona y no se merece quedar envuelto en...

—Sí. Es una buena persona. Se encarga de la instrucción de los elfos más jóvenes, de construir casas para las nuevas familias y... además, es uno de los mejores sastres de la ciudad. ¿Te gusta? — se refería a su vestido. — Fue Daniel el que lo diseñó y confeccionó.

—¿En serio?

—Es un elfo trabajador que cree fielmente en las normas. Jamás se pasará de la raya y te complacerá en cualquier cosa que desees. De eso no me cabe ninguna duda.

—No quiero usarlo para eso que imaginas — ella se sorprendió por la palabra que yo había usado para referirme a ello y entonces sonrió.

—Parece que nos parecemos más de lo que recordaba — la observé, sin comprender. — Yo tampoco quería hacer eso con Rómulo al principio. Sentía que lo usaba y... no quería usar a mi mejor amigo.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Tú dirás.

—¿Sabes si Daniel ha estado antes en el mundo humano? — que desviase la mirada fue una clara señal de que ella sabía algo.

—¿Por qué lo preguntas?

—Conocí a alguien allí que era idéntico a él.

—¿Ah sí?

—Si sabes algo, deberías decírmelo.

—No sé nada al respecto. Probablemente te confundirías porque Daniel no ha salido ni saldrá jamás del mundo de las hadas, Ella.

Que se mostrase tan tajante me preocupó. ¿Y si se había enfadado?



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