Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 4. Magia.


La ciudad de las hadas era realmente la ciudad de las hadas. No podía dejar de mirar hacia todas partes con la boca abierta. A medida que nos acercábamos a la cima un sinfín de casas se hacían más nítidas, construidas en los aires, que se mantenían mágicamente sobre el cielo. Pero, estaba tan exhausta que sentía que iba a desmayarme.

—¿Os encontráis bien? — preguntó Daniel, haciendo que pegase un respingón. Lo cierto es que aún se me hacía raro hablar con alguien que tenía el mismo aspecto que mi hermanastro. De todos los rostros del mundo... ¿por qué el suyo? — Siento haberos asustado.

—Si estáis cansada puedo llevaros volando a la cima — sugirió Nessa. Se señaló a las alas que en aquel momento salían de su espalda y la miré con ojos como platos. — Tu también tendrás unas cuando empieces a aceptar quién eres.

—Yo no soy un hada — me quejé. — Y mucho menos una princesa. Os habéis confundido de chica.

—Eres tú, aunque no te resistas a creerlo — sacó del bolsillo de su vestido una pequeña botellita que contenía un extraño líquido de color rosa que casualmente brillaba mucho. — ¿Lo ves? Tus lágrimas saben que estás aquí.

—¿Mis lágrimas? — negué con la cabeza sin poder entender aquel estúpido sueño, tan sólo quería despertar de una vez de aquel sueño tan tonto. Pero ella dejó la botellita a mi alcance y en seguida me sentí distinta, mientras escuchaba en algún lugar de mi mente las risas de una niña que no podía reconocer.

Di vuelvas a la botellita mientras ese líquido se iluminaba cada vez más.

—Ahora, dime, hermana... ¿necesitas que te suba hasta arriba?

—¿Hermana?

—Ahora no te acuerdas. Pero... hace mucho tiempo éramos hermanas. Las mejores amigas que puedas imaginar.

Recordé uno de los sueños que tuve, a esa niña gordita que tenía el cabello anaranjado y un pomposo vestido de color verde, y sin saber bien cómo... la reconocí en el acto. Ella era la misma de mi sueño, aunque con la edad mucho más avanzada.

¿Qué significaba aquello? ¿acaso estaba atrapada en un nuevo sueño?

—Si tenéis miedo a volar, puedo acelerar nuestra llegada — dijo el falso Nando a mi lado. Le miré, sin comprender, mientras él se agachaba frente a mí. Cerró los ojos y depositó la mano sobre las escaleras.

Durante unos segundos nada ocurrió, hasta que... de pronto, las escaleras se movieron hacia arriba, como si se tratasen de escaleras mecánicas.

Él abrió los ojos y sonrió aún desde el suelo. No sabía por qué, pero había algo en su sonrisa que me hacía sentir muy bien, y no tenía nada que ver con mi hermanastro Nando.

Observé maravillada la rapidez con la que pasábamos, dejando lo que nos rodeaba atrás, hasta que nos detuvimos junto a unas grandes puertas doradas junto a la que había una portera. La mujer, de avanzada edad, llevaba un pañuelo en la cabeza y era más bajita de lo normal.

Sus saltones ojitos marrones que ocultaba tras unas gafas de media luna se fijaron en Nessa, luego en mí, en Rómulo y por último en Daniel. No pareció muy contenta después de ver al último.

—¿Cómo te atreves a poner tus sucios pies en la ciudad de las hadas, asqueroso engendro? — A medida que hablaba blandía su varita en el aire y lanzaba mentalmente el hechizo que haría al duende caer de rodillas en el suelo, lanzando un desgarrador grito de dolor.

—¿Qué...? — mis ojos no daban crédito. No podía concebir que aquella mujer estuviese causando dolor a un hombre inocente.

—Asquerosa alimaña roñosa... — rugió la anciana mientras Rómulo apretaba los puños sabiendo que no podría hacer nada por detener lo que estaba por venir. Daniel levantó la mirada, suplicante y la mujer no tuvo más remedio que volver a castigarle. — ¿Cómo te atreves a mirarme si quiera con esos asquerosos ojos?

Daniel se retorció en el suelo mientras las raíces salían del suelo y se enredaban alrededor de sus muñecas. Pero... no eran ellas las que le estaban causando daño, si no lo que esa mujer estaba haciéndole. Algo arañó su piel desde dentro, arañándole, creándole incluso ensangrentadas rajas mientras él gritaba de dolor.

—¡Basta! — grité, dando un paso al frente, sin poder seguir presenciando aquella barbarie por más tiempo. Todos pusieron sus ojos sobre mí, en especial aquella mujer que no me conocía de nada.

Me coloqué entre la mujer y Daniel, tratando de protegerlo. El dolor cesó y el muchacho respiró aliviado, sin poder ver nada más que mi espalda y mis dorados cabellos enredados.

Su mente no lograba comprender como una mujer como yo podía dar la cara por alguien tan insignificante como él, cuando lo habían educado desde que era un niño, inculcándole que las hadas podían hacer con su especie lo que creyese oportuno.

La mujer me escudriñó con la mirada, tratando de averiguar lo que era. Se fijó en lo redondas que eran mis orejas y en las alas de las que carecía.

—¿Y quién eres tú para cuestionar mi autoridad? Ni siquiera eres un hada.

—Lo es — habló en aquella ocasión Nessa.

—Nessa la revoltosa — la llamó haciendo que la joven bajase la mirada, avergonzada. — ¿Qué es lo que estás tramando esta vez? Avisaré a la reina Guilda de inmediato. No me haréis quedar como una estúpida. Esta... — señaló hacia mí, mirándome con repulsión. — No tiene alas, querida.

—Es la princesa Ella — aseguró Nessa haciendo que la mujer estallase a carcajadas, haciendo la escena incluso más irreal. — Es la princesa perdida.

—Ni siquiera es un hada, ¿cómo va a ser la princesa Ella?

—¡Es ella! — insistió Nessa. — Es sólo que su paso por el mundo de los humanos, moviéndose entre esos descerebrados sin magia, han hecho que olvide el lugar del que proviene.

Me volví hacia ella al escuchar su teoría. Era tan increíble que era imposible de creer. ¿Cómo iba yo a descender de las hadas? Era del todo un despropósito.

—¿Qué es todo este escándalo? — preguntó una joven hada de cabellos azules con un vestido del mismo color que su pelo y ojos. Los presentes se postraron ante ella como si fuese alguien importante. Y lo era, sólo que yo no sabía que estaba en presencia de una reina. — Exijo una explicación, Módena...

—Sólo es Nessa haciendo de las suyas, mi señora.

La reina se fijó en la princesa de la envidia, con la intención de regañarla, pero se olvidó de ello en cuanto sus ojos se pusieron sobre mí. No necesitó más que eso para reconocerme de una forma que yo no lograba entender.

¿Por qué parecía que todo el mundo me reconocía? Yo no era un hada y mucho menos una princesa. Tan sólo era una humana que no sabía lo que quería.

—Al fin has regresado, Ella.

Sus labios se curvaron mostrando una sonrisa de paz, como si hubiese esperado por mucho tiempo a que esa princesa volviese a su verdadero hogar. Y yo quería sacarla de su error, quería confesarle que yo no era la princesa a la que todo el mundo buscaba, pero olvidé lo que tenía que decir tan pronto como la reina desvió la vista hacia Daniel.

—¡Tú! — su rostro se desencajó. — ¿Cómo te atreves a mostrarte ante mí, asqueroso mestizo? — La reina blandió su varita mágica y Daniel empezó a ahogarse. Se tocaba el cuello y trataba de respirar, pero no estaba consiguiendo nada y estaba empezando a ponerse morado. — Te dije que estrujaría vuestro corazón yo misma si osabais deteneros frente a mí para respirar el mismo aire que...

—¡Basta! — volví a gritar, deteniéndome entre ellos, haciendo que los ojos de la reina se posasen sobre los míos, aún sin dejar de ahogar al esclavo. — ¡Lo vais a matar! ¿Es que no lo véis?

La reina se detuvo y Daniel volvió a respirar, tosiendo sofocado, dando grandes bocanadas de aire. Pero Guilda no le prestó atención, estaba más ocupada mirándome, decidiendo si era o no era la princesa Ella. Yo estaba dispuesta a admitir que lo era sólo si con eso podía salvar a un hombre inocente.

—Su único crimen ha sido traerme sana y salva a la ciudad de las hadas, el lugar al que pertenezco.

Me había decidido a interpretar aquel papel, pues... aquella vez no podría esconderme tras una máscara para ocultarme del mundo, lo haría para proteger a un inocente.

—Yo soy la princesa Ella.

Tan pronto como mis palabras fueron pronunciadas algo extraño sucedió. De mi espalda brotaron hermosas alitas con cierto destello rosado, mis orejas se alargaron hasta ser del mismo tamaño que el de ellas, una varita mágica de color plateado apareció en mi mano, mientras mi vestido se convertía en uno pomposo de color rosa.

Los presentes se arrodillaron ante mí, incluso la reina lo hizo, pues sentía que estaba frente a un milagro.

—Ya era hora de que regresaseis a vuestro hogar, princesa Ella — dijo su majestad antes de cederme la mano para que la agarrase. Y lo hice, pues tenía que seguir interpretando bien mi papel. — Dejad que os acompañe a vuestra habitación, princesa. — Asentí, en señal de que estaba de acuerdo. Pero... antes de habernos marchado, la reina depositó su mirada sobre otra de sus hijas. — En cuanto a ti... no creas que me olvido de que vuelves a aparecer en el lugar de los hechos. No querrás hacerme creer otra vez, que el regreso de Ella, al igual que su desaparición, no tienen nada que ver contigo. Sea como sea... hablaremos en otro momento. — Nessa asintió, con la cara larga, hasta el suelo. — Vamos, querida. Te enseñaré esto.

—Majestad — la llamó la anciana. — ¿Qué hago con los esclavos?

—Uno es el protegido de Nessa, dejad que ella se ocupe de su castigo. El otro... — miró con repulsión hacia Daniel antes de sentenciarlo. — Preparadlo para la arena. Servirá para dar un gran espectáculo en los juegos. Su sufrimiento y muerte dará un gran espectáculo a la corte.

Ladeé la cabeza, preocupada por la suerte que correría Daniel. Aún no entendía qué estaba sucediendo. ¿Realmente era un hada? Sólo eso explicaría mi extraño atuendo, las alas, las orejas e incluso la varita mágica, pero... eso echaba por tierra todo en lo que creía.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro