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Capítulo 2.La desapariciónde la princesa Ella.


En los bellos bosques de Irlanda, oculto en la profundidad del bosque, entre árboles tan viejos como la tierra, había un centenario estanque abastecido por un manantial que afloraba entre las rocas y en el centro un montículo de tierra en el que florecía un árbol de menguada estatura que parecía casi tan antiguo como aquellos que lo protegían. Sobre sus hojas, una antigua cigarra festejaba la llegada de la primavera, emitiendo su particular sonido.

Algo extraño sucedió, algo que enturbió la calma del lugar. Los lirios se estremecieron, el agua se rizó y susurró al chocar contra las piedras. Entre los nenúfares apareció un pequeño ser de color verdoso que tan rápido como salió a la superficie, así volvió a sumergirse. La acción estaba ocurriendo en otro lugar, uno que no se ve a simple vista, pues aquellas mágicas aguas escondían una puerta hacia otro reino.

La turbia superficie brilló de una forma especial, mostrando un reflejo verdoso, algo que reflejaba la inequívoca conexión entre mundos opuestos. En el primero no existía la magia más que en los cuentos de hadas y en el segundo la magia estaba presente en cada criatura que lo habitaba.

Es de este mágico mundo del que vengo a hablaros, el reino de las estaciones, el lugar en el que viven las hadas. Estaba dividido en cuatro: El Reino del Norte que era el hogar del invierno y se hallaba en las frías montañas. El Reino del Este en el que moraba la primavera y se encontraba en los bosques de Nim. El Reino del Oeste en donde vivía el otoño junto a un lago misterioso. Y el Reino del Sur en el que reinaba el verano en una extensa playa.

Era en el reino del Este se hallaba el bonsái que conectaba el mundo mágico con el de aquellos que no poseían magia. Eran sus largas raíces las que daban el poder necesario al estanque para que actuase de portal. Y era sobre aquellas calmadas aguas del estanque del bosque de Nim donde aquella pequeña criatura protegía la puerta entre esos dos mundos. Su nombre era Trasgo y tenía la apariencia de un duende del bosque, el último de su especie.

Los duendes alados del bosque solían ser seres muy antiguos y vivían sobre árboles pensantes (los comúnmente llamados Ant). Existían muy pocos en el mundo, y uno de ellos, era el protector de Sai, el pequeño bonsái que había en el centro del estanque.

La apariencia de esta singular criatura era la de un duende con rostro aniñado, alargadas orejas muy tiesas, pequeñas antenitas que solían sobresalirle del gorro que no era más que el capullo de una flor al revés, ojos rasgados, traslúcidas alas de cinco puntas y extremidades formadas de hojas y ramas. Eso hacía que pudiese mimetizarse con los árboles con facilidad y evitar ser descubierto por otras criaturas. Su sabiduría no conocía límites y tenía multitud de misiones en el mundo, una de ellas era la de cuidar del bosque.

Trasgo se posó sobre la hoja de un nenúfar y retomó el aliento mientras escuchaba las risas de las dos princesas hadas con las que jugaba, las únicas que se atrevían a saltarse las normas del castillo de Guilda. La culpable era Nessa, el hada pelirroja que llevaba un vestido verde, pues era la que tenía las ideas más rebeldes e incluía a su hermana Ella en cada travesura. La segunda solía vestir de rosa y tenía los cabellos dorados.

–Ahí está – reconoció Nessa señalando con el dedo hacia los nenúfares que descansaban sobre el estanque. – Vamos.

Ambas salieron disparadas hacia su amigo el duende que al chasquear los dedos desapareció frente a sus ojos y apareció sobre la copa de un bonsái que era igual a su hermano, el que vivía en los bosques de Irlanda. Se quedó quieto y fingió ser una continuación del árbol para evitar ser encontrado, mientras aquellas dos princesas seguían buscándole.

–¿Le ves? – preguntaba Nessa hacia su hermana. Esta negó con la cabeza antes de girar la cabeza hacia el bonsái en el que Trasgo estaba oculto. Su respiración agitada provocó que moviese una antena, haciendo que la joven princesa le descubriese.

–Está allí. – Se lanzó en picado hacia el árbol, mientras Trasgo emprendía el vuelo para tratar de huir de su amiga, lo hizo con tan poco tiempo para moverse, que atravesó la superficie del estanque, saliendo al otro lado.

–¡Ella! – gritó una preocupada Nessa, pues las hadas no podían atravesar aquella puerta, aún no estaban preparadas para enfrentarse al mundo de los humanos.

–¡Te pillé! – Ella alargó la mano para agarrar a Trasgo, pero entonces este desapareció tras la superficie y el hada no tuvo tiempo de retroceder. – ¡Oh no...!

La princesa atravesó la superficie y salió al otro lado, sin control, gritando al no poder redirigir su camino, mientras Trasgo observaba su trayectoria, parecía que de un momento a otro caería sobre los lirios que había al otro lado del estanque.

El hada cayó sobre las flores, golpeándose con una tras otra, sin poder retomar el vuelo, tapándose la cara con las manos, hasta que se golpeó fuertemente con una de ellas y quedó inconsciente.

Trasgo la buscó por cada lugar que le fue posible, pero no conseguía hallarla. Necesitaba hacerlo antes de que un ser humano pudiese descubrirla. Entonces... se le ocurrió una idea justo a tiempo de evitar que una pareja de excursionistas humanos la descubriese.

–¿Has oído algo? – preguntó la mujer.

–¿El qué? Yo no he oído nada.

¿Quién sabía qué tipo de cosas podrían hacerle aquellos bárbaros a una inofensiva hada? Trasgo imaginó que la diseccionaban antes de lanzar el hechizo que la convirtió en humana.

–¡Oh, no! – se quejó Trasgo con su dulce vocecilla imperceptible para los humanos. – Iompaíonn an banphrionsa ina duine – susurró en la antigua lengua que usaban para conjurar (gaélico).

La magia de los bosques se deslizó a través de la tierra, impactando con la princesa Ella que aún estaba inconsciente y empezó a hacerla crecer. Sus orejas puntiagudas se redondearon y sus alas menguaron hasta desaparecer.

–Estoy segura de que he oído algo por aquí. – Se acercó hacia los árboles, empecinada en averiguar qué era lo que sucedía y entonces sus ojos encontraron la figura de la joven princesa en la hierba. – Cormac, ven a ver esto. Es una niña...

–¿Qué lleva puesto? – preguntó él mientras su novia se agachaba a inspeccionar a la niña. Había estudiado primeros auxilios cuando quiso ser bombera, pero terminó dejando los estudios después de conocer a su talentoso novio.

Nessa no podía creer lo que había sucedido, se negaba a aceptar las palabras de Trasgo sobre que su hermana estaba atrapada en el mundo de los humanos. No podía volver al palacio sin ella. ¿Qué diría la reina Guilda si se enteraba de que era la culpable de lo sucedido?

Fue Nessa la que propuso aquella loca idea de jugar con Trasgo y por su culpa su hermana estaba en apuros.

El silencio sería su decisión y la mentira la máscara que utilizaría para evitar pagar por sus actos. El reino entero buscaría a la princesa perdida, la favorita de la reina Guilda y ... durante años... no aparecería.

La vida en palacio se volvió insoportable para Nessa que ya no tenía el apoyo moral de su hermana. Estaba sola frente a unas hermanas que no hacían por entender sus razones. Tan sólo era un bicho raro.



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