XXX parte II
Se levantó lentamente del suelo. No sentía ningún tipo de dolor, tan sólo leves escalofríos al haber sentido la fría cerámica del suelo contra su espalda desnuda después de tan acalorada situación. Observó alrededor, con más inseguridad que antes.
Por suerte, la puerta estaba cerrada, y parecía ser de noche en donde quiera que esté, así que no había mucha gente deambulando por el hospital. Y, por supuesto, la... bueno, su guadaña yacía en el suelo.
¿Acaso ésta lo seguiría a donde sea que vaya? Sintió un corriente detrás suyo, la presencia reconocible, y rápidamente se giró, observando la expresión burlona de su esposo, el cual estaba perfectamente vestido mientras él intentaba cubrir hasta el más mínimo rastro de piel, sin éxito.
Sintió como sus mejillas comenzaban a arder, y tan sólo se observaron por unos pequeños segundos. —No sé cómo llegué aquí.
—Te ha llamado el deber por sí mismo, y ahora debes cumplir con ello. — respondió, y alzó un poco más su mano, donde sostenía la camiseta de su niño favorito. Éste la tomó rápidamente, poniéndosela. Honestamente, necesitaba un cambio de ropa urgente.
—Una vez hayas dominado tus poderes ya no sucederá.
El rizado bufó, aún más sonrojado. Realmente no quería estar en una situación mucho más comprometedora y transportarse. Ya habiéndose puesto la camiseta, observó mejor a su alrededor, y su mirada se posó en la camilla que había frente a él, dejándolo atónito.
—Yo... —frunció levemente su ceño mientras los recuerdos llegaban a su mente.
Era la misma niña, y estaba de la misma forma: sus ojos cerrados, pálida, delgada y conectada a una máquina para poder respirar. A su lado descansaba un pequeño peluche de un conejo al cual le faltaba una oreja y lucía algo sucio.
—... ésto... he visto ésto antes. He estado aquí. —afirma lentamente, finalizando con seguridad. Definitivamente era lo mismo.
—Cuando estuviste sin alma mencionaste haber soñado con ésto. Puede que haya sido una predicción.
Y JiMin podía oírlo, definitivamente, pero había algo que no lo dejaba apartar la mirada de aquella niña. Había algo que lo llamaba a estar allí, a su lado, y cuando su vista se desenfocaba levemente por la concentración, podía darse el gusto de observar algo blanco, levemente transparente flotar alrededor del cuerpo de ésta.
Era como una vibra, y podía sentirla extremadamente débil, a punto de desaparecer. La necesitaba. El notar sus propios pensamientos lo hizo sentir un leve dolor en el pecho, y por inercia retrocedió. Se estaba asustando, y cuando el diablo fue capaz de sentir aquello, de inmediato llevó su mano a la espalda baja de su esposo, sosteniéndolo y observándolo fijamente a los ojos.
—Ahora que eres Muerte puedo sentir tus emociones, incluso más fuerte que antes. Lamentablemente para ti, la niña también puede. —tenía que ser sincero, no podía mentirle a su niño, ya bastante estaba intentando retener el asunto del haber estado sin alma.
—P-Pero yo... —JiMin comenzaba a desesperarse, y su mente lo obligaba a mantenerse en calma. Debía ser inteligente, debía obedecer lo que su esposo le pedía indirectamente. Sin embargo, cuando bajó la mirada a sus propias manos, éstas temblaban.
—... no sé si pueda, Yoon.
—Si, puedes. —afirmó Yoongi, casi gruñendo y acercándose un poco más.
JiMin llevó la mirada a la niña al oír un jadeo adolorido de su parte, y sintió más pánico en su pecho, pero su esposo lo tomó del rostro para que sus miradas se encontraran. —Eres el responsable de llevarla al otro lado, necesitas brindarle bienestar y paz para que no tenga miedo. —limpió con su pulgar la humedad que se estaba formando bajo los preciosos ojos de su niño favorito.
—No tienes que estar triste, morir es un proceso tranquilo y para nada doloroso. —a pesar de que no era realmente paciente, sabía que debía de serlo con su esposo, o éste se acobardaría, y todo se iría al mismísimo infierno... literalmente.
—Vendré a penas termines. Nómbrame, y vendré.
—¿Qué? No. —el niño rápidamente lo tomó del brazo, abriendo sus ojitos de más y negando con rapidez. —Yoon, no creo poder hacer ésto sin ti. — susurró, sintiendo un nudo en la garganta.
—Si me quedo aquí, la niña sufrirá debido a mi presencia, y sé que eso te importa. —comentó.
Y era cierto, debido a que desde que Yoongi había pisado aquella habitación, la pequeña no dejaba de quejarse. El diablo lo tomó de la mano y dejó un suave beso en el dorso antes de soltarla con lentitud y dar un paso atrás, desapareciendo en un parpadeo. Echó un vistazo alrededor antes de volver la vista a la camilla, y respiró profundamente.
Inhaló, contuvo la respiración por unos segundos, y la soltó lentamente. Sus manos, poco a poco, dejaban de temblar, y sus pensamientos se acomodaban de a poco. Debía de tomarse aquello como algo completamente normal, porque el destino se había encargado de elegirlo para un trabajo tan pesado como éste, y no sería por cualquier cosa si no fuese en serio. Se inclinó en el suelo y tomó la guadaña.
La marca en su brazo ardió levemente, y lo sintió mucho más firme. Se sentía... realmente poderoso. Lentamente, comenzó a dar pasos hasta ubicarse a un lado de ésta, y se arrodilló en el suelo para estar a la altura. Intentando estar calmado, se mantuvo observándola.
Llevó su mirada a los pequeños detalles del rostro de aquella niña. Era más hermosa que en sus sueños: tenía lunares, pequeñas pecas en sus pómulos y nariz, y su cabello era realmente largo, pelirrojo. Ya no se veía mal, más bien, se veía relajada.
JiMin parpadeó rápidamente, y se sorprendió al notar su propia mano en la fría mejilla de la mundana. Ésta, lentamente, se encontró abriendo sus ojos ante el tacto. Eran oscuros, y su mirada atraía demasiado a quien sea que le viese, ya que tenía un brillo especial y único.
El rizado no sabía exactamente porqué se encontraba notando aquellas cosas. ¿Acaso era parte de ser Muerte? La respiración de la joven aumentó, y JiMin de inmediato negó. —Está bien, está bien. No hay... no tienes que tener miedo. —le sonríe tímidamente de lado, y está haciendo su mejor esfuerzo para no llorar.
Lentamente, y con mucho cuidado, lleva su mano a la pequeña mano contraria, cubriéndola antes de dar un suave apretón. Debía de hacerlo bien, ésto no era cualquier cosa. —Yo cuido de ti. Puedes dormir.
La pequeña abre su boca e intenta decir algo, pero parece quedarse sin aire muy fácilmente. —No hables, todo está bien. —alza ambas cejas, y baja la mirada a los labios de aquella niña cuando nota que está articulando una palabra, una y otra vez.
Su corazón da un vuelco, y ésta vez sonríe dulcemente, sintiendo sus mejillas sonrojadas. —Sí... Sí, soy un ángel.
De la muerte. La niña comienza a cerrar lentamente sus ojos, y JiMin siente un impulso, el cual permite de inmediato. Sabe que es parte de ello, sabe que, si no lo hace, nada pasará. Se levanta del suelo con lentitud, sin soltar la pequeña mano de la joven y se inclina hacia ésta, dejando un pequeño beso en su frente.
Algo revolotea en su pecho, y aquella vibra levemente visible alrededor de la camilla desaparece. Había muerto. JiMin se mantiene viéndola con un nudo en la garganta, y suelta delicadamente su mano, acomodándola en su camilla. Observa la máquina comenzar a soltar aquel pitido, el cual indicaba que su corazón ya no se encontraba latiendo.
Se volteó hacia la punta de la camilla, a punto de llamar a Yoongi, pero se detuvo al notar a una mujer de pie... junto a la misma niña que hace unos segundos había fallecido. La mujer llevaba ropa gris oscura, y su vista estaba en el suelo, jamás observaba a JiMin. En cambio, la niña lo saludaba con la mano, despidiéndose.
El rizado no tuvo tiempo de devolver aquel saludo porque, en un parpadeo, ya había desaparecido. Y él continuaba igual de estupefacto, tan sólo parpadeando y viendo un punto fijo. La puerta es azotada con fuerza, y más de dos doctores entran a la habitación. JiMin se da cuenta de que lo ha arruinado cuando la mirada de éstos se dirigen hacia él.
Por supuesto, si aún no había aprendido a no hacerse visible, ni otra cosa más que hacer explotar luces por besar a su esposo. —¿Qué está haciendo usted aquí? ¿Quién lo ha dejado entrar?
Y JiMin no tiene ni tiempo a responder –aunque, honestamente, no sabía qué podría decir– cuando, en un parpadeo, es llevado nuevamente al hotel. Los brazos del diablo lo envuelven, y él tan sólo recarga su mejilla en el cálido pecho de su esposo, respirando muy audiblemente mientras se mantiene viendo un punto fijo. Sus manos tiemblan, y sus piernas también.
Todos los nervios que estuvo tragando para mantener tranquila a aquella adorable niña estaban surgiendo efecto ahora mismo. Respiró entrecortadamente y buscó el aferrarse a Yoongi, cerrando sus ojitos.
—L-Lo... Lo hice bien. —tartamudeó, y soltó la guadaña, la cual había tomado firmemente con su mano.
Ésta cayó al suelo, y el diablo tomó aquella oportunidad para tomar en brazos a su niño favorito al notar sus piernas temblar. —Lo hiciste brillante.
Ambos se encuentran recostados en la cama de aquel hotel. JiMin viendo hacia la pared, y Yoongi le rodeaba desde atrás con uno de sus brazos, manteniéndolo cerca de su pecho. El rizado no había dicho ni una palabra por largas horas que llevaban allí, tan sólo se mantenía respirando tranquilo, jugando con los anillos de la mano de su esposo y observando el suyo de compromiso.
—Yoon... —finalmente habló, y carraspeó su garganta al tener la voz levemente ronca. —... estoy mejor. —al no obtener respuesta, se giró.
Notó la mirada del diablo sobre él, y se observaron por unos leves segundos antes de que JiMin volviese a hablar. —Necesitaba tiempo para acomodar mis pensamientos.
—¿Qué fue lo que pudiste acomodar?
—La niña está bien. Me sonrió antes de irse con la parca.
El ceño del diablo se frunció un poco. —Te dije que eso pasaría.
—Si, lo sé. Aparentemente tenía que verlo para creerlo. —bajó la mirada y arrugó un poco su nariz, pensando.
—¿No te asusta? Tener un trabajo realmente superior.
—No. —respondió.
—Pero puedo llegar a comprender el que a ti te asuste, ya que has pasado de tener una vida completamente mundana a ser la última Muerte. Son cosas completamente opuestas. —JiMin alza nuevamente la mirada, y también un poquito su rostro.
Yoongi sabe que cuando su niño hacía aquello era debido a que necesitaba afecto. Inclinó un poco su rostro, y las narices de ambos se rozaron. —No tienes nada que temer.
La cabeza del rizado se ladeó un poco, y sus ojitos se cerraron a la par que exhalaba profundamente por la nariz. —¿Tú... Tú podrías...? —se detuvo unos segundos, pero el diablo permaneció en silencio, esperando.
—¿Tú podrías... cuidar de mí, incluso siendo yo poderoso?
Joder. Yoongi se encontraba casi gruñendo de gusto, y rodeó mejor el cuerpo de su esposo, atrayéndolo más cerca. —Eres mi esposo, siempre voy a cuidar de ti. —rozó sus labios con los del contrario. —No sé qué me hiciste, niño.
Ambos comparten un dulce y lento beso. Cálido, pero tranquilo. No tienen intención de llevarlo más allá, tan sólo pretenden sentirse cerca. —Te amo, Yoon. —recibió otro beso, y una leve y suave mordida en su labio inferior, la cual lo hizo sonrojarse.
Cuando el diablo se apartó un poco, JiMin no pudo evitar bajar la mirada con timidez. —De acuerdo... ahora enséñame. ¿Cómo lo haces?
—¿Cómo hago, qué?
—Ser... invisible. —sonaba un poco torpe decirlo. Volvió a alzar la mirada, viendo fijamente al diablo. —¿Cómo haces todas esas cosas?
—Tan sólo pienso en que eso es lo que quiero, y sucede. ¿Lo has probado?
JiMin negó. —No exactamente.
—Bien. Te propongo algo. —en tan sólo segundos, el rey del inframundo se encontraba sobre el cuerpo de su esposo, sosteniéndolo de la cintura y llevando su rostro al cuello de éste, dejando suaves y húmedos besos sobre la piel.
JiMin de encontró rodeando el cuello de Yoongi con sus brazos. —¿Qué te parece si tú y yo nos vamos a donde sea que quieras ir? A algún lugar apartado... y te enseñaré todo lo que haga falta.
JiMin sonrió tímidamente. —¿En serio? —oyó un murmullo de afirmación de parte del diablo, y ladeó un poquito más la cabeza ante los besos de éste en su pecho. —Si, por supuesto. ¿A dónde iríamos?
—A donde tú quieras.
—Yo... no lo sé. —y Yoongi se sorprendió al oír una risita pequeña, pero llena de felicidad de parte del rizado.
Se separó tan sólo un poco, y lo observó fijamente, oyéndolo hablar acerca de algunos países los cuales siempre le había interesado visitar, pero jamás consideró la oportunidad. Entonces el diablo realmente comenzó a pensar si era necesario decirlo todo lo que había sucedido cuando no tuvo alma.
¿Lo era? ¿Qué cambiaría al decirle lo que había sucedido? No podía regresarlos de la muerte, ni tampoco matarlos. Él mismo se había encargado en su poco tiempo libre lejos de su niño de guiar las dos almas a un rincón en el infierno. ¿Cambiaría algo? ¿Realmente iba a arruinar ésta felicidad y calma que su niño, finalmente, estaba sintiendo?
¿Iba a ponerlo triste por dos escorias que no merecían ser recordados? Jamás le mentiría... a menos que sea para protegerle. De todas formas, realmente no le mentiría. JiMin eventualmente recordaría, y se lo diría en aquel momento. Mientras, lo evitaría, y recordaría cosas más importantes.
—... ¿Yoon? —el diablo alzó ambas cejas en respuesta. —Entonces, ¿qué dices? ¿Rusia estaría bien?
Yoongi asintió. —Todo lo que mi niño favorito desee. —dejó un lento beso en los labios contrarios, el cual se iba prolongando, volviéndose más profundo y húmedo.
Sus lenguas se encontraron con caricias suaves y, nuevamente, Yoongi le quitó la camiseta, pasando sus cálidas manos por el torso desnudo de su niño. JiMin desabotonó la camisa oscura del diablo, y sus manos se deslizaron por el torso cubierto de tatuajes con símbolos desconocidos y frases inentendibles.
Admiró la belleza la cual todos rechazaban, y se dijo a sí mismo que haría a un lado la timidez, lo más que pudiese. Necesitaba hacer el amor con su esposo, lento y apasionadamente, sin nada que lo cohibiera. Lo había echado de menos, y lo necesitaba más que nunca. Los besos en su cuello volvieron con leves succiones y lamidas, provocando que su respiración se entrecortara mientras llevaba sus manos a la espalda del diablo, acariciando lentamente.
¿Cómo podía ser capaz de no cohibirse, si Yoongi era un maestro con su boca? Lo hacía todo perfectamente, enviándole escalofríos por su columna vertebral y tirones en su vientre. Alzó sus caderas cuando sintió que le desprendía los pantalones y se los bajaba, acariciándole los muslos en el trayecto y dejándolo tan sólo en ropa interior.
Los besos fueron desde su cuello a su mandíbula, finalmente terminando en sus labios. Abrió su boca para recibir, nuevamente, aquella cálida lengua, y ladeó levemente su cabeza mientras sus manos bajaban por el torso de su esposo hasta sus pantalones, desabrochando y bajándolos por completo. El diablo estaba completamente desnudo bajo aquella prenda, como de costumbre.
Las sábanas fueron removidas una vez la última prenda en el cuerpo de JiMin desapareció, y se cubrieron con éstas. Hacía frío fuera, y el rizado no estaba del todo recuperado. Había pasado de nada a la inmortalidad, pero su temperatura corporal se mantendría por un tiempo. Yoongi se recostó a un lado de su niño y lo atrajo mucho más cerca, sin apartarse de sus labios.
Llevó una mano a la pierna del rizado y llevó ésta por encima de su cadera, rodeándolo de la cintura con el otro brazo. Su mano repleta de anillos deambuló por el muslo de JiMin, acariciando de arriba a abajo, dando leves agarres a una de sus nalgas mientras lo presionaba más contra sí. El diablo rompió el beso, y llevó dos de sus dedos a la boca contraria, sintiendo la succión que ésta realizaba.
Ambos podían sentir la leve capa de sudor aparecer con el paso de los minutos. JiMin realizó pequeños pero lentos movimientos con sus caderas, rozando su miembro con el de su esposo, jadeando entrecortadamente. Había echado de menos aquella sensación.
—Yoon... —dijo cuando los dedos del diablo salieron de su boca, y su respiración se cortó al sentirlos en su entrada, acariciando.
Se retorció levemente, y empujó su trasero hacia atrás, en dirección a las caricias. Los dedos de la mano contraria de su esposo se presionaron más contra la piel de sus caderas, y no evitó soltar un sonido entrecortado cuando los dos dedos, húmedos por su saliva, se adentraron lentamente en su interior.
—UUhm...
Yoongi tan sólo aguardó unos segundos, los cuales dedicó para besar el rostro de su niño favorito, lamerle y morderle los labios antes de mover sus dedos en un vaivén, acariciando las paredes del interior de su esposo, el cual respondía a los besos en sus labios con la respiración entrecortada.
El diablo sostenía la pierna del rizado, acariciándole la lengua con la suya propia y moviendo sus dedos en un vaivén cada vez más rápido, adentrándolos más a fondo, buscando encontrar aquel punto que robaba el aliento de su pequeño y lo hacía jadear por aire. Fue cuando finalmente lo hizo, que tuvo que sostener a su esposo con más firmeza al notar como se retorcía, con sus labios entreabiertos, jadeante.
Yoongi gruñía bajo, resoplando por el placer que le daba ver a su niño de aquella manera, y por los movimientos de caderas que éste realizaba, formando una inevitable fricción entre ambos. Fue tan sólo unos minutos después cuando estuvo sobre el cuerpo de su esposo, atrapado en su interior, moviéndose lento pero profundo mientras lo sostenía en sus brazos, besándolo hasta el cansancio.
¿Cómo era que había terminado de aquella forma? Lo que sostenía en sus brazos, lo que reclamaba con sus besos... al que le hacía el amor con cuidado, era su más preciada cosa en el mundo. Siempre había sido un egoísta, porque la única cosa preciada que tenía era él, y su trabajo. Se sentía importante, lo era, y sobre todo esencial en el mundo de porquería.
Había lo que quería, cuando quería, como quería. Jugaba con las personas buenas, aunque principalmente con las malas. Mentía, y destruía con mucho placer, porque para eso estaba hecho.
Estaba hecho para hacer el mal, tanto en la tierra como en el infierno. Sin embargo, JiMin apareció. Éste chiquillo inocente y curioso, que creyó buscar una salida más fácil con magia negra, que creyó que todo sería más fácil, y menos doloroso. Yoongi también lo creyó.
—Yoon... —jadeó ahogadamente, moviendo sus caderas más rápido, contrayendo su interior y provocando que el rey del inframundo gruñera. — M-Más... por favor.
Las embestidas aumentaron, golpeando su glande una y otra vez contra el punto dulce en el interior de su esposo, sintiéndolo retorcerse, hasta temblar levemente. Lo sostuvo con más firmeza de las caderas, sintiendo al contrario sostenerse de sus brazos con sus preciosas manitos. JiMin era, simplemente, una pieza de arte de donde sea que se vea.
Lo descubrió específicamente el primer día, en la noche. Fue la primer persona en ser amable con él ya que, a pesar de estar muerto de miedo, le había ofrecido un lugar a su lado para dormir... a él, al mismísimo diablo. Y Yoongi tan sólo supo quedarse callado, oyendo los sollozos de fondo y sintiendo el terror que mundano sentía.
Porque no entendía qué era eso latiendo en su pecho, y si antes ya estaba, pero no lo había notado. No entendía qué era esa bilis subiendo por su garganta, y el quedar totalmente en blanco. Siempre había tenido algo que decir, porque todo era con fluida falsedad, aunque fríamente calculado. Su simpatía era de cartón, honestamente detestaba explicar cosas, y prefería mantenerse lejos de cualquier inservible humano.
Pero con su niño... simplemente era diferente. Él quería estar allí, halagarlo, hablarle de cualquier estupidez, incluso si quedaba mal. Al siguiente día, cuando lo vió despertar con los ricitos despeinados y ojos levemente hinchados, lo supo. Cuando lo vió bostezar, y atraer las mantas a su pecho... supo que quería verlo así todos los días de la tierra.
Bastó tan sólo una embestida para que su niño favorito se retorciera en sus brazos, cortando su respiración a la vez que arqueaba su espalda, derramando su esencia entre ambos torsos y doblando los pequeños deditos de sus pies. Sus labios estaban rojos al igual que sus mejillas, sus ricitos despeinados ante los movimientos, y su ceño levemente fruncido.
Se desparramó cómodamente en la cama cuando finalizó, y a Yoongi le bastaron un par de embestidas para llegar a saborear el éxtasis. "El cielo" había sido un lugar realmente agradable, aunque con mucha falsedad. Sin embargo, nunca había sentido que podía tocar algo más supremo, hasta ahora. Con un profundo suspiro y saliendo del interior del rizado, se posicionó a su lado y lo atrajo en un abrazo.
Ambos respetaban algo agitados, y JiMin no dudó en ocultar su rostro en el cuello del diablo, dejando un suave beso allí. —Yoon, te amo...
—Yo a ti. —no iba a admitir que aún le costaba decirlo, y que muchas veces temía no ser capaz de hacerlo, porque ese no era su supuesto trabajo, pero intentaba implementar su lema de hacer lo que se le antojaba, y si quería amar a JiMin, entonces lo haría.
Se besaron nuevamente, con más suavidad que anteriormente, y se sintieron plenos mientras retomaban la conversación anterior, planeando el largo futuro que tendrían por delante. —... y además en diciembre Rusia se vuelve realmente helado. Me gusta el frío, y habrá mucha nieve. Podemos, si tú quieres, por supuesto, buscar alguna cabaña bonita en donde vivir, lejana a alguna cuidad. —comentaba con algo de inseguridad, tímidamente mientras le observaba de reojo a los ojos.
El hecho de que alguien le preguntara su opinión lo hacía, inevitablemente, sonreír de lado. Nuevamente se acercó y dejó un beso en la punta de su nariz ante de atraerlo a su cálido pecho. —Todo lo que quieras, niño.
Y permanecieron de aquella forma, callados, tan sólo abrazados y pensativos sobre qué sucedería. ¿Desde cuándo pensaba en éstas cosas? ¿Qué tan bajo había caído? Finalmente, respondió a sus conclusiones: Él ya había caído una vez, hace siglos pero, aún así, estaba seguro de que jamás había caído como lo hizo al enamorarse de Park JiMin.
Fin.
....
Ay un ma, que bonis!! Estoy feliz wuw. No te olvides de dejarme tus votos y comentarios :3
Este es el fin de la historia principal, falta el epilogo que esta partido en 4, más 3 extras jejeje.
Gracias por el apoyo, por seguirme también. si aun no lo hacen, rapido, es gratis y vas a disfrutar de mas historias yoonmin!!
apoyen la nueva mini fic ym: erase una vez...
TQM.
Nos seguiremos leyendo.
MinMin.
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