XXVII
¿Quién diría que en la habitación de un motel barato se hospedarían el verdadero rey del inframundo y un adolescente sin alma? Yoongi estaba consiguiendo todo lo que JiMin necesitaba. Debido a que éste no tenía alma, le era difícil comentar el hambre, sueño, cansancio o malestar.
Simplemente conducía hacia un rumbo desconocido. Habían pasado tres días, y fue finalmente cuando el rizado llegó a Seúl que condujo hasta un motel, obligado por su esposo, el cual le consiguió un cuarto en aquel lugar con tan sólo ver a los ojos a la encargada, pronunciando claramente "dale todo lo que necesite." La habitación era mediana, acogedora y fría.
Tenía una cama, un mueble con un espejo, dos cuadros de pinturas baratas y un baño extremadamente pequeño. Luego de acomodarse, ya llevaban más de dos horas allí. JiMin estaba en la cama, descalzo y con sus manos sobre su estómago, observando el techo fijamente.
El diablo se mantenía en un rincón con el anotador de JiMin entre sus manos repletas de anillos, leyendo el exorcismo que éste había anotado y, entre páginas, encontrando cosas adorables:
"Yoongi + JiMin" "13/11/67" y frases de canciones de los cantantes favoritos de su niño. A pesar de los fuertes latidos en su pecho, el diablo también sentía rabia. ¿Cómo había sido tan estúpido para descuidarse?
La realidad era que él no podría haber sabido que aquel niño que mantuvo vigilado desde pequeño podría llegar a ser algo importante para él. No sabía que iba a querer protegerlo de tal manera en la que arriesgaría todo, no sabía que iba a... —Bien. —el rizado interrumpió sus pensamientos, llevando su mirada hacia Yoongi mientras se sentaba bruscamente en su cama.
—Si nadie del bando de Dios y de tu bando la tiene, ¿quién queda?
El rey del inframundo alzó la mirada para verlo de mala manera, volviendo a la realidad. Tres días atrás, en la noche, lo había tenido sobre sus brazos, e incluso se habían besado, pero hizo mal. Ése JiMin no era su JiMin, no debía confundirse. Suspiró mientras cerraba el anotador, dejándolo sobre el único mueble de la habitación.
—Ése es el problema. No encuentro una manera de saber si alguien de cualquier bando la tiene.
—De todas formas, ¿por qué alguien la querría? ¿Qué es esa cosa tan importante que tiene como para robarla? —Yoongi volvió a alzar la mirada, observándolo.
No había pensado en una posibilidad así. ¿El alma de JiMin tendría un precio? —¿O es sólo alguien que quiere molestarte?
Yoongi tenía bastantes enemigos, si. Ser el diablo significaba ser mal visto o llevarse mal con cualquiera que tuviese relación con el de arriba, así que habían grandes posibilidades de que fuese alguien que quisiera molestarlo, porque sabían que JiMin era lo único por lo cual Yoongi se preocupaba.
—Lo sabré dentro de poco. —dijo, y se acercó a la mochila del rizado, tomando de ésta una bolsa de frituras y dejándola sobre la cama, cerca de su esposo.
—Come.
—¿Quién, además del demonio que mató a Jimin, querría hacernos daño? —JiMin lo ignoró, continuando con el mismo tema.
—Muchas personas, pero nadie se atrevería. Saber lo poderoso que soy, y es por eso que aún no comprendo bien quién podría ser. Ahora calla, y come algo.
El rizado suspiró antes de tomar la bolsa de frituras, cruzándose de piernas y masticando sin ganas aquella comida chatarra. Estaba pálido, había adelgazado un par de kilos y tenía notables bolsas oscuras bajo los ojos. Se veía como cuando solía pasar mucho tiempo al lado de su esposo, a excepción que ahora no lucía frágil... ahora lucía como que no le importaba.
Paró de masticar cuando una idea se hizo presente en su mente, y dejó la bolsa de frituras a un lado, poniéndose de pie. Yoongi gruñó ante eso, a punto de exigirle nuevamente que se alimente. —Una vez me dijiste que mi alma estaba destinada a estar con la tuya.
Yoongi lo observó fijamente, sin saber a dónde podría llegar aquella conversación. —Así es. —afirmó en un tono seco, apoyándose nuevamente contra la pared.
—¿Cómo?
—Pude sentir el momento en que tu alma fue creada. Lo sentí dentro, sentó lo nuevo, y puro.
—¿Y cómo la encontraste? ¿Cómo me encontraste?
—Me... concentré. —dijo, deteniéndose en medio de la oración al saber la teoría de su niño. Era listo incluso sin alma. —Y lo hice. —frunció un poco su ceño, comenzando a concentrarse sin siquiera avisar. Podía sentir algo, apenas...
—Ahí lo tienes. Mientras... —JiMin se giró, caminando hacia el mueble en la otra punta de la habitación. —... yo voy a.
Yoongi detuvo su concentración al oír un repentino golpe contra el suelo. Llevó su mirada hacia allí, y se encontró con el rizado de rodillas, de espaldas hacia él. Se acercó de inmediato, notando las manos de su esposo temblando, con el rostro alzado y sus ojos fuertemente cerrados, moviéndose.
Oscuridad, cosquillas en el pecho, manos con venas volviéndose negras, y un inevitable dolor en su brazo. —Hey. —el diablo se arrodilló frente al menor, y lo tomó del rostro.
—Minnie, niño. Maldición, despierta. —lo movió un poco cuando notó que la respiración de éste se había cortado, y estuvo a punto de volver a hacerlo si no fuese por la repentina y brusca inhalación del rizado, el cual ya tenía sus ojos abiertos y respiraba bastante profundo.
—Tranquilo, respira. —ni siquiera estaba siendo consciente de que le estaba acariciando el rostro. ¿Se había vuelto un instinto proteger al niño? ¿Acaso siempre lo había sido? Bajó las manos a los hombros, notando la delgadez.
—¿Qué sucedió? ¿No te has alimentado adecuadamente? —casi gruñó, intentando mantener la calma.
JiMin negó luego de unos segundos, parpadeando entre confusión y agobio. —... Estoy bien.
—Tienes que comer, y ahora mismo.
—No es eso. —rápidamente respondió el humano. —Vi algo.
El arcángel permaneció con sus ojos fijos en el inexpresivo rostro de su esposo. —¿Qué viste?
Lo notó tragar saliva antes de comenzar a levantarse. Yoongi lo ayudó a mantenerse de pie hasta dejarlo sobre la cama nuevamente. —No creo poder explicarlo...
—Inténtalo. Puede que signifique algo. —se posicionó de cuclillas frente a JiMin, el cual negaba, restándole importancia.
—No creo que lo haga, ésto ya ha sucedido antes. Puede que haya sido más fuerte, sólo por el hecho de no tener alma. Puede que tenga algo...
Fue quedándose callado de a poco al notar los cuadros baratos de aquella habitación temblando. Regresó su mirada del rey del inframundo, el cual tenía los ojos color sangre y la mandíbula más marcada que de costumbre. —... ¿Cómo dijiste?
El niño parpadeó lentamente. No le afectaba en lo más mínimo, como era de esperarse. —He tenido ése tipo de imágenes incluso cuando tenía alma. —comentó.
Uno de los cuadros cayó al suelo, pero ninguno se sobresaltó. —Creo que deberías de calmarte.
Eso enfureció más al diablo, el cual se puso de pie de inmediato. —¿Cómo pudiste ocultarme algo tan importante? —preguntó en un tono bajo de voz.
JiMin se encogió de hombros mientras presionaba su brazo contra su pecho. —No lo sé. Supongo que en aquel entonces sentía que no era realmente importante. —se excusó, volviendo a subir los pies a su cama y sentándose más hacia atrás, apoyando su espalda contra la pared.
—He soñado con el futuro. —comenzó. Hubo un corto silencio. —O eso creo. Así se ve. Antes de mi cumpleaños vi un bosque, y manos con sangre. Probablemente fue una premonición, porque fue el mismo escenario en donde Jimin murió, y mis manos estaban ensangrentadas por la puñalada que Somin me hizo en la costilla. Todo era igual, pero desde otro ángulo. No era yo quien veía, y era un poco borroso.
Alzó la mirada cuando sintió al diablo nuevamente frente a él, de cuclillas y tomándole con cuidado una de sus manos, la del brazo adolorido. Posicionó la palma fría del menos sobre la suya, la cual estaba cálida, y con su mano libre la apoyó sobre el dorso de ésta, buscando darle calor.
JiMin no sentía una temperatura que no fuese más allá de lo normal. Yoongi movió tres de sus anillados dedos para remover la manga de la camisa blanca del rizado hasta pasar el antebrazo, dejándolo libre. Observó aquella marca en el brazo de su esposo, la cual continuaba igual de transparente, pero el área estaba al rojo vivo.
El ceño de ambos se frunció a la par antes de que el diablo alzara la mirada a los ojos vacíos del niño. —Dime más de tus visiones. ¿Las tenías regularmente? ¿Qué has visto hace unos minutos?
—He visto dos manos, y las venas de éstas eran de color negro. — respondió la verdad.
¿Para qué mentiría? La mirada del arcángel volvió a la marca, y suspiró con fuerza. Tenía sus dudas, sus teorías... y ninguna de ellas tenían sentido, y pocas que probablemente acertarían... simplemente no las quería para su esposo. Intentó tener paciencia, realmente lo estaba intentando.
—Tienes que decirme cuando ésto suceda.
Y JiMin asintió, pero se le notaba perdido en sus pensamientos, con la mirada en un punto fijo del cuarto. Parpadeó rápidamente cuando un pensamiento pasó por su cabeza. —Puede ser...
El rey del inframundo regresó a verlo a los ojos. —Dilo.
El rizado también le devolvió la mirada. —Creo que sé quién más tiene mi alma. —dijo. —Más bien, quienes.
Si no fuese porque el camino hasta allí no era más que un segundo en donde Yoongi le hacía cerrar los ojos a su esposo y le tocaba una parte del cuerpo, hubiesen permanecido discutiendo todo el viaje.
"—No. —Llévame contigo. —Te quedas aquí, sin salir. Te dije que es peligroso.
JiMin negó rápidamente, sin importarle, y comenzó a ponerse los zapatos. —No voy a quedarme aquí, quiero estar al tanto. —Dije no.
—Te he dicho que te apresures a buscarla antes de que mi opinión cambie, pero eso no significa dejarme fuera de las cosas. Si tú te vas y no me llevas contigo, voy a conducir hasta allí, no importa si ya te has ido. Voy a irme, y voy a asegurarme de que no me encuentres.
La mirada del diablo se mantuvo fija en los ojos del rizado. Ya sabía que éste no tenía alma pero, por algún motivo, muchas veces solía buscar aquel brillo puro e inigualable que tanto le gustaba. Se acercó, y llevó ambas manos a los hombros del más bajo. —Cierra los ojos. —le ordenó."
Podía sentir la oscuridad en JiMin comenzar a crearse. Era rápida, y desprevenida. Sabía que llevarlo consigo serían problemas, pero también sabía que dejarlo solo podría ser incluso peor. —Ábrelos.
Los ojos verdes del menor se abrieron, parpadeando lentamente para aclarar su vista y dejar atrás el mareo, viendo a su alrededor. Reconoció la casa de sus tíos, aquel lugar donde había vivido los peores momentos de su infancia: la primera vez que vió a su padre levantarle la mano a su madre en uno de los cuartos del fondo del único pasillo del lugar, o cuando era el cumpleaños de Bonhwa y éste junto a sus amigos esparcieron el rumor de que JiMin era homosexual y besaba a todos los chicos que veía.
Lamentablemente, recordar cosas así no era como hace unos días. Era extraño. No sentía afecto, nostalgia, ni ninguna emoción por todos aquellos malos recuerdos, pero tenía un leve cosquilleo en el pecho, como si fuese éste reloj que sonaba con el paso de la aguja de los segundos, moviéndose lentamente, y algo sucedería al llegar arriba junto a la otra aguja.
Unos pasos cerca lo hicieron alzar la mirada, y sintió la aguja imaginaria acelerarse al ver a su primo, Bae, caminando mientras silbaba, con una taza de té caliente entre sus manos. Se veía relajado, con ropa cómoda y despeinado. Probablemente había estado durmiendo. ¿Cómo era posible que pudiese dormir tranquilo luego de haber provocado un asesinato?
Bae alzó la mirada y se congeló en su lugar, soltando un jadeo entrecortado y con la taza resbalando de sus manos hasta caer en el suelo, salpicando el líquido caliente y con los vidrios esparciéndose a sus pies. —... Dios, no. —susurró.
Es entonces que parpadea, y detrás de su primo se hace presente esta figura alta, vestida de negro, que anteriormente creyó ver. Le cuesta respirar, sabe quién es. —¡Beongyu! ¡Beongyu!
Unos pasos se hicieron presentes, y el segundo hermano apareció, observando la escena mientras sus ojos se abrían de par en par. La fría y falsa sonrisa de Yoongi se hizo visible. Aquella sonrisita de lado que provocaba todo menos algo bueno.
—Mira qué tenemos aquí. —dice.
El niño frente a él no habla, porque aquella oscuridad que le envuelve los sentidos no se lo permite, y la repentina sed de venganza mantiene su boca incluso más cerrada. Yoongi asiente hacia el suelo, donde están los restos de la taza de té.
—Hasta te habías preparado un té, simulando que todo estaba en paz y solucionado... que no vendría por los estúpidos que comenzaron con todo ésto.
—Minnie. Minnie, te lo pido, por Dios... Ten piedad. —Beongyu comienza, alzando sus brazos en modo de defensa y retrocediendo hasta chocar con una pared.
Un movimiento de uno de los dedos del arcángel provoca que ambos mundanos sean expulsados hasta el otro lado de la habitación, contra una pared. Éstos gimen, adoloridos y con la respiración agitada por el susto. Las pupilas del rizado están más que dilatadas mientras oye en sus propios oídos su corazón latiendo con fuerza, pero manteniéndose lento.
Sus manos pican por las irremediables ganas de aplastar las cabezas de sus primos. Si, debería... Respiró profundo para controlarse. Yoongi no parece notar aquello, y da un paso al frente. —Comiencen a confesar, y tendrán una muerte rápida. —dice con firmeza.
—Devuelvanme su alma.
La sala queda en silencio mientras los hermanos se observan entre confusión y terror antes de volver a ver al diablo. —¿Q-Qué?
La sonrisita de Yoongi se esfuma mientras sus ojos comienzan a tornarse bordó. —¿Realmente me estás pidiendo que lo repita? —mueve nuevamente su dedo, tan sólo un poco para hacer que los mundanos se golpeen contra la pared.
—Tengo poca paciencia para éstas cosas.
—¡No sabemos qué quieres! —exclama Bae, desesperado mientras oye a su hermano sollozar en silencio.
—S-Sólo no entendemos a lo que te refieres. Por favor, te lo suplico.
Yoongi nuevamente se concentró, como cuando estaba en el motel antes de que JiMin tuviera las extrañas visiones. No la sentía cerca, la sentía bastante lejos. Gruñó, harto y dió un par de zancadas hacia el frente, deteniéndose y tomando de la camisa a Beongyu, acercándolo a su rostro.
—Dime dónde está su alma, quién la tiene, o voy a partir cada hueso de tu cuerpo.
—N-No lo... no lo sé. Por favor, realmente no s- ¡Ahhhh!
Yoongi tan sólo presionó sobre la muñeca de Beongyu, la cual se quebró, y le siguió la otra. Para el diablo, el sonido del hueso rompiéndose era música para sus oídos. E iba a seguir disfrutando, realmente iba a hacerlo. Fue cuando sintió que el otro hermano se escapaba, luego de romperle una pierna al que sostenía, notó como la mirada de éste iba más allá de él, y gritaba fuerte a la par que un asqueroso sonido se hacía presente.
Yoongi se giró, y soltó al chico quebrado ante la escena frente a sus ojos. No sabía cómo reaccionar. JiMin sostenía con una mano uno de los hombros de Bae, y la otra estaba en un filoso cuchillo de cocina hundido en medio del rostro del chico, el cual tenía sus ojos bien abiertos e intentaba respirar mientras sus manos temblaban.
El rizado apartó el cuchillo con esfuerzo, e hizo una rápida y profunda línea en el cuello de su primo, salpicando sangre antes de soltarlo y verlo caer al suelo, muriendo. Era un alivio. Era como haber bebido luego de días sin tomar ni un poquito de agua. Era una sensación exquisita, y le cosquilleaban los dedos por volver a probarla, pero ya estaba lo suficientemente satisfecho.
Se giró en busca de la mirada del arcángel, con sus inexpresivo rostro lleno de sangre. Limpió el cuchillo en su camisa luego de un par de parpadeos, y lo guardó en su bolsillo. Entre los fuertes gritos de Beongyu hacia su hermano, el diablo salió de su trance y caminó rápidamente hacia su niño, tomándolo de los hombros, sin siquiera darle tiempo en cerrar los ojos para desaparecer de allí. L
a sala de sus primos se esfumó, y pronto la pareja re aparecía en la habitación del motel, a oscuras. Lo único que se oía eran sus respiraciones fuertes. Yoongi presionaba con fuerza –no la suficiente para herirlo– los hombros del menor, el cual aún parpadeaba lento, sin saber realmente qué sucedió, pero agradeciéndolo internamente.
—... Minnie.
Hubo un corto silencio. —Lo siento, Yoongi.
El diablo cerró sus ojos con fuerza. Su voz sonaba tan dulce, sonaba como el antiguo JiMin, pero no era él. Ya no, y debía de buscar una manera de volver a encontrarlo. Necesitaba a su esposo nuevamente.
—No, no le sientes.
—... No. —responde, de acuerdo. Alza lentamente la mirada, y los ojos de ambos se encuentran. —Tenía que hacerlo... Quería hacerlo.
Era demasiado extraño verlo así. JiMin... JiMin era la persona más dulce y frágil, y fuerte a la vez. Lloraba mucho, siempre recurría a él, pero había sido muy fuerte en muchas situaciones de toda su vida. Había aguantado golpes de su padre, insultos en su escuela, hipocresía en la iglesia. Había soportado la muerte de Park Jimin, y caminó hasta su casa habiendo sido apuñalado.
JiMin era fuerte, JiMin era una buena persona, y ésta versión de él era una verdadera pesadilla. Yoongi llevó sus manos al rostro del menor, limpiando los rastros de sangre. No se permitiría más que ése toque. —¿Tienes una idea de lo que te vas a odiar a ti mismo cuando tu alma regrese a tu cuerpo? —no podía ni siquiera pensarlo.
Deseaba cargar con toda esa culpa, realmente quería. El rizado simplemente permaneció viéndole por unos largos segundos antes de encogerse levemente de hombros. —Ojo por ojo, Yoongi. Mi alma... yo con mi alma, tendré que entenderlo. Una parte mía quería ésto el día de mi cumpleaños, y sé que va a agradecerlo.
.....
Ha donde sin dejarme sus hermosos pensamientos eh!!
Este jimin me pone jajajajaj.
No te olvides de regalarme tus votos y comentarios xfas!! uwu
Gracias por leer, comentar y seguirme!!
si aun no me sigues, corre es gratis uwu
Las quiero muito!!
MinMin.🐣
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