XXIV
JiMin estaba vivo. Apenas. Pocas veces los ángeles tenían el permiso de la otra persona para poseerla, pero a Yoongi todo le daba igual. Yoongi no podía dejar morir a JiMin, simplemente no era lo correcto, éste no era el destino del niño y, honestamente, poco le importaba si lo era.
Iba a salvarlo por las buenas o por las malas. Los arcángeles eran fuertes, JiMin se curaría de inmediato si el diablo quería. Estaba maldito, pero aún podía sanar humanos, aunque jamás lo había hecho antes. El niño había sido el primero. Suspiró. Era extraño ser más bajo, era extraño ser su esposo. Bajó los escalones que lo habían llevado a la azotea, y nadie estaba en el segundo piso.
Todos se encontraban abajo, en donde habían estado al principio. Se oía un llanto, el cual seguramente era de su suegra, y las personas se comunicaban de manera rápida, nerviosa. Yoongi llegó hasta la escalera, pero se quedó de pie allí, sin bajar y observando fijamente a las personas mientras llevaba una de las pequeñas manos de su esposo al bolsillo delantero de su pantalón, con la otra apoyándose en la baranda, alzando un poco más el rostro, mostrando superioridad ante todos los asquerosos seres humanos en aquella casa. Cada uno de ellos era peor.
Solamente estaban Eunji, Hyunah, Seung y el padre William, el cual sostenía su cabeza ante la sangre que emanaba de un corte que a simple vista parecía leve pero era algo profundo. Nada para morirse. Eunji dió un paso antes de que Seung la tomara del brazo, pero ésta jamás quitó su mirada del cuerpo de su hijo, el cual justo ahora no lo estaba siendo.
—¿JiMin? ¿Bebé? —le tembló la voz.
Las cejas del mencionado se alzaron, y su cabeza se fue ladeando lentamente con una cínica y ladina sonrisita en sus labios mientras observaba a la mujer caer de rodillas, sollozando. —PPor favor, devuélvemelo. Por favor.
—Eunji... —Por favor...
—Si, Eunji. —habló Yoongi, con la voz de su niño sonando tranquila y seca, tan fría como su cuerpo.
—Paciencia. No mataré a JiMin, todos ustedes podrán seguir maltratándolo como siempre. —finalizó, comenzando a bajar las escaleras con paciencia.
El padre William llevó su mano hacia el diablo en el cuerpo del niño, pero éste último fue más rápido, y antes de que el mundano pudiese siquiera recitar algo, lo hizo volar hasta pegarlo contra la pared de manera brusca y dolorosa.
—No me digas qué hacer, viejo estúpido. —a pesar del insulto, continuaba sonando tranquilo.
—Tú, tu iglesia y tu Dios pueden besarme el culo. No éste, por supuesto. —aclara. —Éste sólo lo beso yo. —asiente lentamente antes de girarse a la familia Park, observando a su suegra arrodillarse ante sus pies, aún sollozando con fuerza.
—Por favor, déjalo ir. —ruega. —Déjalo ir...
—¡Está bien! —exclama, fingiendo animarse. —Pero dime "por favor" de nuevo. —claramente molestando.
Sonríe un poco al ver el enfado mezclado con miedo en la mirada de todos. —P-Por favor... te lo ruego Vale.
No es como si a Yoongi le agradase del todo, pero era la madre de su niño. A pesar de sus absurdas creencias, ésta le preparaba la mejor merienda cuando JiMin se sentía mal, lo llevaba a la cama, se acostaba con él cuando tenía pesadillas, le hacía fiestas sorpresa, lo iba a buscar a la escuela y siempre intentaba tratarlo con la mayor amabilidad.
Inhaló, mirando arriba unos segundos, pensando antes de exhalar profundamente y ponerse de cuclillas frente a la mujer. Llevó una mano al mentón de ésta, la cual alzó la mirada con terror y tristeza, y la vió fijamente por unos segundos. —Sólo haz lo que te digo, y todo irá bien. —dijo, y la mujer, aún sollozando, asintió.
Yoongi se paró nuevamente. —Pónte de pie. —le ordenó.
La mujer lo hizo de inmediato y Yoongi dió unos pasos atrás, girándose y pasando una mano por la barbilla de su esposo. Oh, JiMin. Debía de curarse rápido, porque su paciencia se debilitaba con el paso de los segundos, y las ansias de hacerlos pagar a cada uno crecía en su pecho. Se giró.
—Yo les explico, tomen asiento. —disimuló un tono amable antes de mover su mano.
Los sillones del lugar se movieron bruscamente hacia donde estaban los mundanos, y éstos fueron sentados a la fuerza a excepción del padre William, el cual continuaba pegado a la pared. Yoongi comienza a caminar lentamente por la sala.
—Por mucho que me guste estar dentro de su hijo, llegará un punto en el que tendré que salir, como siempre. Pero quiero que sepan algo... —se detuvo y observó a todos seriamente.
Intentaba contenerse, realmente lo hacía. —... Ví y veré cada cosa que ustedes hagan con mi niño favorito.
Eunji negó. —No es tuyo. ¡No lo es! ¡Déjalo ir! Maldición.
¿Es que acaso los humanos eran así de estúpidos? Si bien Yoongi era el diablo, y cuando JiMin y él habían hecho el trato, el niño era suyo, luego de aquello simplemente era una persona. Claro, Yoongi solía decirle a JiMin que éste era suyo, que le pertenecía, porque al rizado le gustaba oírlo, pero sabía perfectamente que no era literal.
JiMin no era de su propiedad, no era su esclava o su juguete, era una persona. Era su esposo, su debilidad humana, su alma gemela y aún así, no le pertenecía. Y realmente no iba a responder a esa estupidez, pero entonces el anciano de la iglesia nuevamente habló. Yoongi poco a poco dejaba ir aquella paciencia que contenía hasta que su niño se curara.
Era como cuidar de animales descontrolados, aunque éstos probablemente se comportarían mejor. —Es nuestro. —dice aquel hombre, y se oye tan asqueroso saliendo de su boca.
Es decir, era normal que su madre lo dijera pero, ¿quién se creía? Lentamente, Yoongi fue girándose, con los hermosos ojitos de su niño poniéndose aún más rojos de lo que ya estaban. —Es de nuestra gente. Tiene la protección de Dios.
Yoongi sonrió de lado. —Señor cura depravado, me están empezando a tocar las pelotas sus comentarios.
—Dios es misericordioso y-
—A Dios le importas una mierda. —se mete ambas manos en los bolsillos del pantalón, girándose para ver a los Park. —A Dios le importan una mierda, y por eso estoy aquí.
El padre William había comenzado a rezar, y junto a éste Eunji y Hyunah, tomándose de las manos. Se notaba que lo hacían con esperanza, intensidad. Se maldijo al sentir los músculos del cuerpo de su niño tensarse un poco y rió con falsedad mientras pasaba la mano de su niño por sus ricitos.
—Oigan, es de mala educación interrumpir a alguien. —advirtió, y llevó su mirada fijamente a los ojos de Park Seung, el cual era el único que se mantenía callado. JiMin, lo siento.
—De acuerdo, ¿saben qué? —sacó una mano del bolsillo delantero del pantalón y chasqueó los dedos.
Fue algo tan simple como aquello que hizo explotar la cabeza del padre William, salpicando sangre y trozos a su alrededor, manchando la camisa y el rostro de JiMin. Eunji y Hyunah se quedaron calladas de inmediato, con la respiración agitada por el miedo a ser las siguientes, afectadas por el impacto.
Yoongi se encogió de hombros desinteresadamente, alzando un poco sus brazos. —Yo se los advertí. Le advertí que me estaba tocando las pelotas, y siguió.
—JiMin, sé que estás allí...
Yoongi suspiró antes de ponerse de espaldas a la familia. —Seung, controla a tu esposa antes de que comience a tocarme las pelotas, también.
—Eunji, cállate. —ordenó el hombre, notablemente nervioso.
—Ji-JiMin...
—¡Eunji, cierra la boca! —exclamó, alzando la voz.
La mujer de inmediato se quedó callada, sollozando entre aceleradas respiraciones. Seung la observó con dolor. Él tampoco quería eso, no quería eso para su hijo, pero no necesitaba a más de una persona muerta. —Tranquila, ya pasará. Respira profundo, sólo hay que esperar. —la mujer parpadeó, soltando un par de lágrimas antes de asentir lentamente, respirando profundamente.
Yoongi se giró, sonriendo de lado. —Irónico que te tranquilice la persona que más daño te hizo. —murmuró, dando unos pasos al frente, hacia la mujer.
Seung le tomó la mano a ésta para mantenerla cerca. —Eres la única decente en ésta casa, que jamás ha maltratado a mi esposo. Debo decir... tú y yo deberíamos llevarnos bien, prácticamente somos familia. —claramente no era en serio.
Yoongi estaba disfrutando del daño psicológico que les provocaba a los Park, porque llevaba soportándolo demasiado tiempo. La mujer frunció su ceño con confusión mientras le temblaba el labio. Era realmente muy parecido a JiMin, pero no. Ni era JiMin.
Nadie era como JiMin.
—¿E-Esposo?
Yoongi se quedó en silencio mientras tomaba asiento frente a la mujer con lentitud, con sus piernas levemente separadas y sus manos juntas, dedos entrelazados y cabeza ladeada. Eunji aún no podía creer lo que estaba sucediendo, porque ése no era JiMin. No era su bebé. El color de sus ojos no era aquel precioso verde, y sus movimientos eran fluidos, confiados.
El diablo siempre había sido ése miedo que está alrededor, pero te dices a ti mismo que no existe, y lo imaginas como un hombre de risa histérica, trino en mano y muertes por doquier. Sin embargo, aquí estaba: sentado frente a ella, calmado, sabiendo qué hacer, qué decir, formando caos con una perturbadora tranquilidad y usando de traje a su hijo.
A su bebé. Éste la veía fijamente, y allí fue cuando Eunji entendió que JiMin no estaba allí. —¿No te lo dijo? —hablaba tranquilo, fingiendo indignación y alzando ambas cejas.
—Tranquila, debe de ser la poca confianza que ustedes le brindan. No lo culpo, ése fue el motivo por el cual estoy aquí. —comentó mientras los sollozos de la mujer eran más audibles que antes, dolorosos para todos excepto para Yoongi.
—Mamá... —susurró Hyunah, asustada y también comenzando a llorar, aún viendo fijamente el cuerpo del padre William, sin cabeza.
—¿Puedes darte una idea de todos los problemas que ha atravesado tu hijo? —continuó el diablo, sin apartar su mirada de los ojos de su suegra.
— Nunca lo supiste, porque no lo conoces lo suficientemente bien para saber que está mintiendo. ¿Adivina quién fue el único que estuvo para él? — sonrió de lado, esperando no tener que responderlo.
—Basta. Ya basta. —ésta vez fue Seung el que alzó la voz, temblando levemente mientras negaba rápidamente.
Yoongi lo observó casi de inmediato, de manera escalofriante. —Sólo vete. Déjalo en paz.
Eunji notó que el diablo dentro del cuerpo de su hijo veía fijamente a su esposo. Aquello significaba caos silencioso, de nuevo. —Somos su familia, nos corresponde estar para él. Sé que no... sé que no siempre ha sido así, pero lo será. —intentó tranquilizar a aquella cosa que manejaba el cuerpo de su hijo.
Yoongi se puso lentamente de pie, dando dos pasos hasta estar frente al padre de su niño. Se inclinó, apoyando sus manos en los apoya brazos del sofá individual en donde el mundano se encontraba sentado, y quedó con el rostro de JiMin a centímetros del de Seung, viéndolo fijamente a los ojos. Los del rizado estaban bordó, oscuros y con las pupilas muy dilatadas.
La sonrisita que llevaba en su rostro se fue borrando mientras los cuadros y crucifijos de la casa, los cuales ya se encontraban al revés, temblaban de manera brusca. —... ¿Y tú quién mierda te crees para decirme lo que tengo que hacer? ¿Quién mierda te hizo creer que eres un buen padre ahora, jodida basura? —rápidamente se endereza y agita su mano con brusquedad, provocando que el sofá cayera hacia atrás, y con éste Seung.
Eunji jadeó, asustada al ver tal escena mientras Hyunah sollozaba. —Aún tiene cicatrices en su espalda, producto de tu estupidez. —escupe, moviendo su mano.
Ésta vez Seung sale expulsado hacia el otro lado de la habitación, chocando contra la pared y golpeando una mesa, provocando que las cosas en ésta cayeran. —¡Seung, no!
—¡Papá!
El nombrado se quejó audiblemente, intentando ponerse de pie, sosteniéndose de la mesa. La mano de su hijo se agitó y quedó pegado contra la pared. —No viste el dolor en sus ojos cuando intentaste exorcizarlo aquella vez, y lo peor de todo fue que le dolía menor el ardor de lo que le dolió que su propio padre intentara hacerle daño. —gruñó, y lleno de furia volvió a agitar su mano, enviándolo al otro lado de la habitación con más fuerza que antes. Se giró para poder verlo mientras las cosas colgadas en la pared continuaban cayendo.
—Si fuese por mí, hubieses pasado toda tu eternidad en el infierno, pero tu hijo te salvó, y así se lo pagaste: no estando para él.
Unas llamas de fuego se elevaron de la nada sobre el cuerpo del padre William. Hyunah gritó mientras Eunji comenzaba a llamar a su esposo y éste, ya sollozando, hacia un gran esfuerzo intentando levantarse. ¿Qué esperaban? ¿Qué éste se fuera dejando a un hombre sin cabeza en la sala? Por supuesto que no, él debía limpiar sus desastres, y no quería problemas para JiMin cuando éste despertara.
El olor a piel quemada comenzó a sentirse mientras el fuego cesaba lentamente con un suave movimiento de dedos del diablo. Era hora, podía sentirlo. —Cuiden de él. —dijo.
—Y teman de mí, porque los estaré observando, y no dudaré en hacer arder ésta casa hasta... hasta que... —su voz le temblaba al igual que sus rodillas, y podía sentir la sangre fluyendo por su nariz.
Despierto. Estaba despierto. No lo resistiría demasiado. —... hasta que sientan el aroma... de sus cuerpos arder.
Tal vez sólo para una despedida. Sin más, cayó al suelo y, lentamente, fue quedando inconsciente, sintiendo el cuerpo de su niño temblar descontroladamente y oyendo los gritos de la familia Park. Todo era bonito en aquel lugar. El sol pegando en algunas partes, la brisa primaveral que no daba frío, tan sólo refrescaba.
Todo olía a flores, y su humor mejoraba debido a las risas de los niños a lo lejos, jugando en los columpios. Él se encontraba bajo un gran árbol. Había estado allí muchas veces en su vida, años atrás, y siempre iba al mismo lugar. Oyó unos pasos acercarse lentamente, a alguien sentarse a su lado, y pudo reconocerlo incluso sin la necesidad de girarse. Una dulce sonrisita cuadrada se hace presente en sus labios antes de girar su rostro y observar a su esposo, el cual se sentó a un lado suyo y lo observó fijamente.
—Yoon...
Yoongi no evita sonreír de lado. Luce tan bonito, tan calmado. Tiene pequeños pétalos de flores entre sus ricitos, los cuales se ven más claros en la luz, al igual que sus ojos. No puede evitar tomar su pequeña mano y, lentamente, comenzar a besarlo los nudillos, sin dejar de mirarlo. JiMin siente cosquillas en su estómago, y suspira, embobado. Quiere quedarse así por siempre. Finalmente, Yoongi aleja la mano de su esposo de su boca, pero no la suelta.
—¿Te gusta éste sitio?
JiMin vé alrededor antes de asentir. —Es el parque central del pueblo, queda cerca de la escuela. Es donde me pediste comprometernos, sólo que en invierno no hay tanta gente, pero cuando es primavera... se vé hermoso. Solíamos venir con mi familia cuando era pequeño y pasábamos la tarde juntos.
El semblante de Yoongi cambia, notablemente serio. Hasta luce frustrado. —Me lo hubieses dicho antes. —susurra, negando lentamente.
—Lo hubiese pensado antes.
El ceño de JiMin se frunce mientras se acerca más al diablo, apoyando su mejilla en el hombro contrario. —¿Cómo?
—Cuando cumplimos el año de comprometidos no hice nada más que pasarlo contigo en tu habitación. Tuvimos sexo, charlamos, y jamás pensé en traerte aquí.
—Hey... —JiMin estaba tan de buen humor que hasta bromeaba con ofenderse, alzando el rostro y entrecerrando tan sólo un ojo debido a la fuerte luz del sol.
—A mí me gustó el cómo pasamos nuestro aniversario.
—Merecías algo mejor. —aclara el diablo, tragando saliva.
Un pequeño silencio se hace presente antes de que bajara la mirada, encontrándose con los hermosos ojos de su niño. —Con ésto me refería a ser el diablo. Todo es mucho más difícil a mi lado, porque no estoy hecho para amar. Te deterioro, y no puedo ni siquiera llevarte a cenar a un lugar que te guste en nuestro jodido aniversario. —está notablemente molesto consigo mismo.
—Yoon, no me hubiese podido llevar a cenar ni siquiera siendo humano. Ya nos estarían dejando en la calle por ser dos hombres.
—No estoy hecho para merecerte.
JiMin frunce su ceño, sintiendo preocupación en su pecho. Nunca había visto a Yoongi liberando sus pensamientos de aquella forma, porque el diablo siempre había sido coqueto, y demostraba superioridad ante cualquiera, y pocas veces revelaba sus pensamientos, pero éstos... eran pensamientos realmente oscuros. Yoongi no se amaba. No realmente.
—Yoon, tú... tú no debes de decir eso. Tú no eres malo. —abre su boca una y otra vez, pero nada sale.
Está desesperado, porque no sabe cómo hacerlo sentir mejor. —Yo sé... que no has recibido amor en mucho tiempo, probablemente toda tu existencia, pero te aseguro que ahora sí. Eres amado, yo te amo más de lo que alguna vez alguien amaría. —traga saliva con fuerza. —Y eso es todo lo que importa.
Yoongi lo observa fijamente por largos segundos. —JiMin, sabes que realmente no estás aquí, ¿verdad? —el niño tan sólo le observa confundido.
—Probablemente estés en el hospital ahora mismo, has sufrido una convulsión. Ya estás curado, y tu cuerpo no es lo suficientemente fuerte para sostenerme.
El niño baja la mirada, y de pronto miles de imágenes recorren su cabeza: su mano sin anillo, llanto, cumpleaños, entradas a una presentación de Frank Sinatra, bosque, Naeun, Somin, Namjoon, demonio, JungKook, fiesta sorpresa, Yoongi, azotea, muerte, sangre...
—Ay... no. —lleva rápidamente sus manos a sus ojitos, cubriéndolos.
No quiere ver más, no quiere recordar eso. No puede ser. ¿Todo había sido real? —JiMin...
El día parece nublarse notablemente, la brisa se vuelve fría, las risas de los niños inaudibles. Es invierno, pero no uno bonito, sino uno frío, donde no hay un lugar cálido para relajarse. El rizado niega lentamente mientras las lágrimas no tardan en caer por sus mejillas.
Destapa su rostro luego de limpiar sus mejillas. Devastado, esa era la palabra, o tal vez una peor. Nada de lo que anteriormente le había sucedido se comparaba con ésto.
—Yo... estar aquí me hizo olvidar. Parecía una nueva vida, quiero decir... quería que lo fuera. —su voz se corta un poco y toma una profunda respiración para controlar el llanto.
—Realmente quería que ésto fuese real.
—Lo sé, amor. —si JiMin no estuviese tan arruinado, si JiMin se hubiese conservado como hace minutos atrás, ahora estaría brincando por aquel apodo. Negó.
—¿Tú dices no merecerme a mí? Al menos eres el diablo, fuiste forzado a ser así. Yo soy humano, y me convertí en un monstruo. —su voz tiembla, su mirada está perdida mientras deja caer nuevas lágrimas por sus mejillas. Yoongi gruñe. No, no puede permitir ésto.
—No es así. —dice, acercándose y tomándolo de las mejillas.
—Mírame. JiMin, mírame. —el rizado lleva su mirada a la del amor de su vida. Éste ahora tiene los ojos rojos, llevándose el celeste.
—No es así...
—Yoon, he matado a JungKook. —dice.
Ni él mismo puede creer cómo pudo decirlo en voz alta, con tanta normalidad, cuando se está muriendo por dentro. Un silencio se hace presente mientras Yoongi lo sostiene, negando. —Yo lo hice. Esa cosa vino por mí, y lo encontró. La descuartizó vivo, metió su cuerpo en una bolsa... y aún sigue allí. —no entiende cómo, pero, por alguien motivo, no parece enloquecer.
Parece asimilarlo, aunque realmente no es así porque su voz tiembla, y las lágrimas continúan cayendo por su rostro. —Su padre está solo, todo lo que tenía era a su hijo y yo se lo he quitado. —traga saliva antes de llevar su mirada a un punto perdido.
Apenas puede respirar del dolor. —He matado a mi mejor amigo.
Yoongi no puede hacer otra cosa más que estrujarlo contra su pecho. Puede sentir el dolor de su niño como si fuese propio, y era debido a la gran conexión entre ambos. Era una de esas pocas veces en las que el arcángel se quedaba mudo, pero ésta vez fue diferente: no se quedó sin palabras, pero supo que no había nada que sanara aquella herida, y quería protegerlo. Quería protegerlo de cualquier cosa. Debió haberlo protegido, debió haberlo cuidado más.
—JiMin, no hay nada que yo diga que pueda arreglar éste daño. —llevó una mano a los ricitos de su esposo, acariciándolo con cuidado, como si fuese tan frágil como para quebrarse con el más mínimo toque. Debía de ser cuidadoso, como nunca había sido.
—Pero te diré la verdad, incluso si ésta muchas veces no arregla nada: no fue tu culpa. Nada de todo lo que te ha sucedido es tu culpa.
Finalmente, JiMin solloza silenciosamente, temblando en los brazos del amor de su vida. No, definitivamente no había logrado asumir nada, y desafortunadamente aún tenía sentimientos. Lloró con fuerza, pero silenciosamente en el pecho del diablo, el cual le acariciaba la espalda, los rizos y le besaba la frente.
—Shh, tranquilo. Estoy aquí contigo...
—T-Tuviste que haberme dejado morir.
—¿Cómo podría? —responde de inmediato Yoongi, riendo secamente en medio de la frase, con sus labios pegados en los rizos de su niño.
—¿Cómo podría haberte dejado morir, sabiendo la persona que eres? ¿Cómo podría abandonarte, cuando eres el único para mí? —cierra sus ojos con algo de fuerza. —¿Cómo podría haberte dejado morir sin hacerte saber que llegado a amarte incluso más de lo que tú podrías amar?
JiMin se derrumba, sollozando fuerte y envolviendo sus brazos alrededor del torso del mayor, ocultándose en él. Es una mezcla de alivio, tristeza y paz. Es una mezcla de sentimientos que no paran de pasarle por el pecho, dejándolo anonadado. Intentó detener su llanto, dejar de mojar la camisa negra de su esposo.
—Te... Te amo.
Yoongi le alzó el rostro, sosteniéndolo de las mejillas, ambos cerraron sus ojos con fuerza antes de plantar sus labios en los del otro, moviendo los con pasión, profundidad, sintiendo cada parte de sus bocas, disfrutando cada sensación, cada pequeño segundo.
Una de las manos repletas de hermosos anillos de Yoongi fue a la nuca de su niño favorito, sosteniéndolo de los ricitos para mantenerlo cerca, deteniendo el profundo beso cuando pequeños sollozos se le escapaban e intentando consolarlo con caricias y suaves pero cortos besitos sobre su boca.
Para JiMin, Yoongi era el amor de su vida, y Yoongi, JiMin era el amor de su existencia. Su alma gemela. Lo había sentido siendo tan sólo un alma, el momento en que fue creado. Lo sintió en su pecho, y éste sentimiento lo llevó a él.
Fue como un llamado del destino, algo a lo que no podía ni quería negarse. Largos minutos después, se aparta y le limpia mejor las lágrimas a JiMin. Ahora se encuentra serio, viendo fijo al rizado, y éste sabía que cuando Yoongi tenía aquella mirada era porque diría algo que no quería ni podía repetir dos veces.
—Escúchame con atención. —dice. JiMin asiente, sorbiendo su naricita. —El demonio que ha matado a JungKook está en el infierno. Yo voy a encargarme de éste, cobraré venganza por ti, me encargaré de hacerlo pagar cada segundo que sufriste. —JiMin asiente mientras aprieta sus labios, intentando no llorar desconsoladamente, de nuevo.
—Debo irme ahora, por un corto tiempo.
—¿Qué? No. No, no puede irte ahora. No p-
—JiMin. —lo interrumpe. —Tú sabes que a mí me importa una mierda tu familia, pero estarán vigilándote. Lo que te sucedió no es poca cosa, y querrán comprobar que no esté contigo. Van a dañarte, y no voy a tolerarlo. —explica, suspirando mientras continúa limpiando las lágrimas que fluyen por las mejillas del menor.
—Pero volveré.
—No lo harás. —solloza, adolorido y temblando aún más. —... s-sólo lo dice para que no me duela, para que resista. No volverás...
—No. Mírame. Mírame, JiMin. Lo haré. Prometo que lo haré. Voy a volver, debo volver... Debo regresarte.
El silencio se hace presente unos segundos. —¿R-Regresarme?
Yoongi lo vé fijamente. —Espérame, ¿de acuerdo? Debes esperarme.
—¿Yoon? —es casi instantáneo comenzar a sentir su cuerpo cansado, pesado, lo suficiente para acabar recargado en el pecho del diablo. Los ojos se le cierran.
—Y-Yoon...
Oye la voz de su esposo decirle algo, pero no pudo descifrar qué. Cayó dormido. Días después, finalmente sus ojos se abrieron. Parpadeó lentamente, observando a su alrededor. Habitación blanca, algo inyectado en su brazo, alguien con delantal acomodando cosas a su lado. Hospital. Estaba en un hospital. ... Oh.
—Hey, finalmente despiertas. —dice la mujer con ánimos, tomando una libreta y verificando lo que ésta decía.
—Park JiMin, soy la doctora Lee. ¿Recuerdas lo que te sucedió?
Claro que recordaba... ... pero por algún extraño motivo, no le afectaba. —Si. —responde. Hasta su voz suena extraña.
—¿Qué día es? —Han pasado cuatro días desde el incidente. —responde la mujer, anotando un par de cosas en su libreta.
—¿Te duele algo?
—No. —suspira, cansado antes de moverse un poco, intentando sentarse.
La enfermera rápidamente le ayuda, extrañada. Debería de dolerle, al menor, la cabeza. ¿Un milagro, tal vez? —Necesito revisarte para verificar que estés completamente bien, pero iré a avisarle a tu familia. Llevan mucho tiempo esperando fuera. Pediré que te traigan agua, y tal vez puedas comer una sopa, niñito.
JiMin tan sólo la observó irse, ya sentado, y se observó a sí mismo. Se observó las manos, y movió los deditos de sus pies, y tocó su rostro... ¿Qué había cambiado? Porque ya no había vacío. Claramente Yoongi se había ido, pero poco le afectaba. Poco le afectaba todo. Intentó recordar algo profundo, algo que sabía podría dolerle.
Visualizó la imagen de su mejor amigo descuartizado, muerto, con la mirada perdida. ... Nada. Y tal vez era una leve sospecha, tan vez JiMin sólo estaba cansado y necesitaba comer o beber pero... había una gran posibilidad... ... No.
No era hambre, no era sed. Era una probabilidad. El diablo había cumplido con su trato. Su alma ya no estaba. ¿Y le afectaba? Para nada. Era un nuevo comienzo, una diferente manera de ver las cosas... y la disfrutaría. Al máximo.
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Eu, yo la voy leyendo a la par de ustedes asi que también me dejo asi: :O
Anuma, el minnie ya no tiene alma... lol.
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gracias por seguirme y leerme!!
Nos seguiremos leyendo~
MinMin.
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