XXIII
Un suspiro. Un largo, profundo y entrecortado suspiro. No, no. Simplemente no podía. Su mente no regresaba, ni avanzaba. Se necesitaba más que un suspiro para afrontar lo que había sucedido, y ganas de vivir para afrontar lo que continuaría. Observó con su vista nublada –podrían ser sus lágrimas– sus manos ensangrentadas, temblorosas y lastimadas.
Alzó la vista y observó a unos metros aquella bolsa, nuevamente regresando la vista al frente. Se necesitaba querer estar bien para querer morir. Definitivamente no quería estar estar bien, porque no lo merecía. Merecía sufrir. Se puso de pie como si nada, sin sentir ningún tipo de dolor, sólo hormigueo y un vacío en su pecho, y se dió la vuelta, intentando no tropezar, cojeando y con su mano presionada en su costilla a pesar de que no sentía verdadero dolor.
El verdadero dolor ahora estaba en su alma. Y esperaba, realmente lo hacía, no estar vivo pasada la medianoche.
|| 12 horas antes de lo ocurrido. ||
El niño abrió sus ojos debido a su hermana sobre él, despertándolo sin ningún signo de gentileza, tan sólo un canto desafinado y molesto, pero lo hizo sonreír. —¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños olo-rooosooo, feliz cumpleaños a ti! —recibió un beso en su mejilla que lo hizo reír silenciosamente y ocultar su rostro en la almohada, fingiendo seguir dormido aunque claramente no era así.
—Oh, vamos. Debes despertar, tienes dieciocho. ¡Dieciocho! —le sacudió el hombro al gritar eso, provocando que riera.
—Mamá quiere que te levantes, no te salvarás de ir a la escuela sólo porque es tu cumpleaños.
JiMin asintió y esperó a que su hermana saliera de la habitación antes de suspirar, refregando sus ojitos con sus puños antes de sentarse lentamente, medio dormido. Parpadeó un par de veces y observó a su alrededor, buscando algo que claramente no habría. Yoongi. Un poco más angustiado, se quitó el rosario del cuello, con los nervios en su pancita.
Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando hasta diez para luego abrirlos. No, no era el rosario. Yoongi se había ido, y aunque era tiempo de aceptar que ya no volvería, dolía. Dolía porque él creía sus razones válidas, el sentía que lo que hizo fue por el bien de ambos. Tal vez alguien más podría haberlo hecho, pero dolía vivir con el miedo de no ser amado, y Yoongi prácticamente lo había rechazado cuando hablaban del tema.
"Soy el diablo". ¿Qué podría haber hecho luego de aquello? ¿Rodear su cuello, decirle que no importaba y nuevamente hacer el amor? JiMin sabía y estaba consciente de haber dicho innumerables veces que Yoongi podía hacer lo que quisiese con él, pero ya había pasado más de un año con él, ya no había contrato por su alma, era más serio que al principio. Aunque, aparentemente, nunca fue serio.
Tragó con fuerza el nudo de su garganta y decidió negar con la cabeza, dejando que todos aquellos pensamientos se evaporaran mientras se levantaba y caminaba en pijama hacia el baño. Sí, tomaría un baño, una ducha bien calentita. No había de qué preocuparse, estaría bien. Estaba arruinado.
¿Por qué todo le recordaba a él? Bañarse le recordaba a él, principalmente a aquella vez en donde entró en pánico cuando iba a irse, y el diablo lo llevó a la bañera y lo abrazó contra su pecho.
Cuando se vistió frente al espejo, pudo visualizarse a sí mismo un año atrás, con los tirantes en sus shorts altos, medias por las rodillas y kickers, con su esposo detrás, diciéndole cuán bonito se veía, y la pureza que llevaba consigo. Nadie jamás iba a decirle algo tan bonito en su vida, y si así era, no quería que haya nadie más. No pudo evitar tapar su rostro y llorar silenciosamente.
¿Cómo haría para vivir sin Yoongi?
Éste era su ancla, lo mantenía firme, en pie luego de todas las cosas malas que hizo. Lo mantenía cuerdo, acompañado y feliz. Ahora estaba solo. Limpió su rostro, y nuevamente lavó su rostro antes de finalizar de vestirse, poniéndose un suéter gris sobre la camisa blanca y tomando su mochila antes de salir de su cuarto. Apenas subió las escaleras y abrió la puerta que lo llevaba a su sala de estar, su madre lo recibió con un abrazo cariñoso.
—Feliz cumpleaños al amor de mi vida. —le dijo, haciéndolo sentir realmente mimado y aguantando el llanto.
Lo tomó del rostro y repartió besos por todo éste. —No importa cuántos años tengas, siempre serás mi bebé.
JiMin rió tímidamente y recibió el abrazo de su padre, el cual se había acercado mientras su mamá le daba besitos. —Feliz cumpleaños, Minnie. —le dió un beso en la frente y acomodó sus ricitos húmedos hacia un lado.
—No salgas con el cabello mojado, hace frío y no quieres enfermarte en tu cumpleaños, ¿verdad? Yo te llevaré a la escuela.
JiMin asintió. Se sentía más reconfortado. —Está bien, gracias. —respondió.
Permitió que su mamá lo guiara hasta la cocina, quitándole la mochila y dejándola en el respaldo del asiento donde estaría su hijo. Se dirigió hacia una encimera y le sirvió una taza de chocolate caliente junto a un pequeño plato de galletitas con chispitas de chocolate. —Oh. Gracias, mami. —dijo y tomó una galleta, mojándola en la leche antes de comenzar a comer.
—No hay de qué, corazón. —respondió Eunji cariñosamente, acariciándole los ricitos a su bebé y sonriéndole a Hyunah antes de ver nuevamente a su hijo.
—¿Estás mejor? —JiMin, el cual se encontraba bebiendo de la taza, asintió.
—Tus amigos me comentaron de una sorpresa que te tienen en la noche. Irás, ¿verdad?
—Oh, si. —relamió sus labios, aunque sobre los superiores quedó un poco de chocolate caliente.
—Jungkook me quiere allí, ayer no paraba de hablar de ello y que tenía que ser puntual.
—¿Dónde será?
JiMin alzó la vista para verla. —No lo sé, es sorpresa.
—Vale, pero ten cuidado. —llevó su mirada hacia su hija, la cual bebía tranquilamente de su taza.
—Hyunah, ¿y Hyojong?
La cara de la nombrada cambia repentinamente a estar más seria. —Rompimos. Ya no hablamos.
Eunji una a comenzar a interrogar, pero cuando su hija negó con la cabeza y Seung entró a la cocina sosteniendo un diario y tarareando, se enfocó en éste último para comenzar una charla. —Cariño, ¿JongSu y Jacky?
JiMin no se permitió oír más y observó a su hermana, la cual revolvía el té en su taza y suspiraba, con la mirada perdida. Ambos hermanos estaban pasando por lo mismo, a excepción de que JiMin había estado más tiempo en pareja, y más acostumbrado a la presencia de Yoongi.
—¿Por qué cortaron?
Hyunah alzó la mirada unos segundos antes de regresar a ver su taza y encogerse inocentemente de hombros. —Es... complicado.
Él probablemente hubiese respondido lo mismo. Minutos después se encontraba despidiéndose de su hermana y madre mientras caminaba hacia el auto de su padre, el cual ahora tenía un impala del 67. A JiMin le agradaba aquel auto.
Se subió en el asiento copiloto y dejó la mochila a sus pies antes de ponerse el cinturón de seguridad y suspirar, con su padre subiéndose a su lado. Suspiró. Se sentía mucho mejor ahora que había desayunado y su familia le daba mucho amor y cariño. Era un niño mimado, otra vez. Pero sin el amor de su vida.
—JiMin. —observó a su padre, el cual giraba la llave para encender el auto.
—Ahora que eres mayor de edad, si quieres puedo enseñarte a conducir. Es fácil y te servirá.
El niño hizo una mueca de inseguridad. —Uhm... no me gusta conducir, soy muy miedoso. Prefiero caminar.
—Oh, vamos. —lo alentó Seung. —No necesariamente tienes que aprender para usarlo cotidianamente, también puedes simplemente saber por si alguna vez surge alguna emergencia.
Fue casi de inmediato que su padre comenzó a enseñarle todo tipo de cosas sobre el auto: el cómo hacerlo andar, los cambios, freno, velocidad, etc. JiMin prestaba suma atención, y pudo entenderlo pero, honestamente no creía conducir jamás. Una vez Seung estaciona frente a la escuela del rizado, éste último se desabrocha el cinturón y se pone la mochila.
—Tu madre me dijo que hace unos días no estuviste bien. —JiMin lo observa de reojo, dudoso antes de asentir rápidamente. —JiMin, si tienes miedo, puedes llamarme. No lo contengas, yo vendré de inmediato y lo sabes.
Era increíble lo mucho que había cambiado Park Seung. Había pasado de ser un religioso, homofóbico, abusador a todo lo contrario. Por supuesto que JiMin no defendía aquello, e incluso le dolía decirlo, pero estaba de acuerdo con el castigo que Yoongi le había dado, porque lo cambió. Lo hizo ver lo que verdaderamente hay que tener, y a lo que lleva juzgar sin saber.
—Está bien... Gracias, papá. —se inclinó y le dió un besito en la mejilla antes de bajarse del auto, cerrando la puerta. Se inclinó un poco para estar a la par de la ventana.
—Tengo una pregunta. ¿Mamá no quiere que esté en casa por la fiesta sorpresa?
Seung lo observó por un momento, hasta parece que había dejado de respirar. —¿Qué fiesta sorpresa? —JiMin alzó ambas cejas, esperando. — ¿Cómo lo supiste?
—La hace todos los años. —Vale, sí. Pero ésta vez será diferente. Vendrá más gente del pueblo. — comentó, y nuevamente encendió el auto. —Creo que no deberías de decirle a tu madre.
—No lo haré. Hasta la noche, papá.
JiMin pasó frente al auto, cruzando la calle con cuidado y caminando en la acera antes de adentrarse a la escuela. Había un policía allí que guiaría a un grupo de alumnos hacia la cafetería, y JiMin se reportó con otro policía antes de ir con los demás.
La seguridad era extremadamente alta en la escuela, y cualquier persona tenía el derecho de faltar si podía. Honestamente, JiMin creía que los padres de sus compañeros eran lo suficientemente religiosos para creer que Dios los protegería.
Una vez se adentraron a la cafetería, fue casi instantáneo recibir un fuerte abrazo de su mejor amigo, el cual fingía un llanto a un lado de su oreja, haciéndolo reír. —Jungkook, moriré. —dijo el rizado debido a que los brazos del otro chico lo presionaban con fuerza.
Namjoon venía riendo ante aquello con un pequeño plato en donde había la mitad de un pastel. —Mi hermanito ya no es hermanito. —le pasó la mano por los rizos, haciéndolos hacia atrás y provocando que JiMin abra sus ojos de más.
—Es mayor, es... mierda, no. Es hermanito. Sigues siendo menor que yo. — se alejó, fingiendo restarle importancia. JiMin acomodó sus ricitos nuevamente.
—Por meses. —dijo, y recibió encantado el abrazo de su otro amigo, Namjoon.
—Feliz cumpleaños, JiMin.
—Gracias, Nam. —se mantuvieron así por unos segunditos más antes de alejarse y sonreírse. Nuevamente la mirada del niño fue a su mejor amigo, el cual se encontraba viendo alrededor, concentrado.
—¿Kook?
Jungkook observó a JiMin y sacudió su cabeza. —Oh, sólo buscaba a Naeun. Ella va a ayudarnos con tu sorpresa. Vale, vamos a comer. —pasó un brazo por los hombros del más bajo y lo guió hacia la mesa.
Había un pastel muy bonito decorado en la mesa a donde se fueron a sentar, sólo le faltaba un trozo y Jungkook comentó molesto el cómo Namjoon no se aguantó y comenzó a comer antes de lo debido. El de ojos castaños parecía no darle importancia, y Jungkook continuaba discutiendo.
A JiMin le ponía tan feliz aquellas pequeñas charlas o anécdotas. Las clases pasaron más rápido de lo usual, y los tres chicos registraron su salida en la oficina del director antes de salir del instituto, caminando entre charlas y risas hacia la casa de Jungkook. El señor Park estaba allí, viendo la televisión.
Recibió a JiMin en un gran abrazo y lo felicitó antes de dejar a los chicos, yéndose a dormir unas horas ya que él sería el que llevara a JiMin en donde Jungkook y Namjoon le tenían la sorpresa. Los tres chicos se mantuvieron conversando, incluso hicieron los deberes de la escuela para tener el resto del día libre. Tenían padre exigentes, que les presionaban con los estudios y el futuro de cada uno.
Finalmente, Namjoon decidió que iría al cuarto de Jungkook a preparar las cosas que llevarían al lugar sorpresa. Una vez éste desaparece de la sala, el de ojos marrones se giró para tomar de su mochila un sobre y tendérselo a JiMin.
—Tengo éste regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. —JiMin lo toma, emocionado y dispuesto a abrirlo, pero Jungkook lo frena.
—No, no. No es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando... Oh, a la mierda. ¡Ábrelo, ábrelo!
JiMin comenzó a reír y antes de pensar en abrirlo lo agitó. —¿Es una guitarra? —bromeó, y ambos volvieron a reír antes de que el niño finalizara por abrir el sobre y sacar lo que hacía dentro. —... Oh. Oh, vaya. Wow. Wow. Wow. Wow. Wow.
Jungkook se removió en el sofá, ansioso y esperando una reacción. —¿Qué tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Seúl y llegar a tiempo para el show de Frank Sinatra?
JiMin estaba boquiabierto. Jungkook sabía cuánto le gustaba aquel artista, cuan bien lo hacía sentir por su vinilo al estar triste, y ahora... ahora tendría la posibilidad de verlo en vivo, y junto a su mejor amigo. En su mano se encontraban dos entradas, y dos boletos para un tren a Seúl en tres semanas. Era el mejor regalo del mundo.
—Tú, yo... ¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Oh, Dios! —rió alegremente antes de lanzarse a los brazos de su mejor amigo, ambos fundidos en un abrazo. — Gracias, gracias, gracias.
—Espero que sea mejor que una guitarra. —bromeó el de ojos marrones antes de que ambos se apartaran.
JiMin observó nuevamente los boletos y volvió a guardarlos en el sobre, con una sonrisita y ojos húmedos por la emoción. —Cuidaré ésto con todo mi ser. —lo guardó en su mochila.
—Creí que merecías una gran sorpresa por tus dieciocho luego de todo lo que has pasado. —JiMin hace una mueca, entre ésta se oculta una sonrisita.
—Y te he notado triste. Como tu mejor amigo, es mi deber verte mejor. —No es un deber, tú no tienes la obligación de hacerme feliz. —ya comenzaba a hacer un puchero.
—Es verdad, lo siento. Quiero verte mejor. —aclaró. Ambos se vieron fijamente, y con sonrisitas en sus labios. El amor y aprecio que se tenían era increíble. Siempre serían una familia.
—Jungkook, estás haciendo que me enamore de ti. —bromeó el de ricitos, intentando no reír cuando su mejor amigo llevó una mano a su pecho.
—Creí que ya lo estabas.
—Oh, no. ¿Crees que fui muy obvio?
—No tan obvio como para tomarlo a la ligera, pero lo suficiente como para no sorprenderme. —ambos ríen mientras JiMin niega lentamente. Aún quería llorar.
—Realmente quiero verte mejor.
—Lo haré, lo prometo.
Si, tal vez lo estaría. Namjoon salió de la habitación minutos después desde aquella charla, cargando una pila de cuatro cajas e intentando no tropezar. Jungkook se puso de pie de inmediato y le ayudó con dos. —¿De qué hablaban? —preguntó Namjoon, sonriéndole a Jungkook en modo de agradecimiento.
—JiMin estaba confesando su amor por mí. —y había sonado tan indiferente y realista, que Namjoon abrió sus ojos de más, observando a ambos de sus amigos.
—¿Era por él por quien estabas mal? —le preguntó al rizado.
Éste último abrió sus ojos de más, algo pasmado. —... Oh. Oh, mierda.
—¿Qué? ¿De qué hablan? —preguntó Jungkook, pero al ver a Namjoon tan serio su mirada fue rápidamente a la de JiMin, también abriendo sus ojos de más.
—¡Estás enamorado de alguien! ¡Es por eso que estabas triste! —de repente la expresión del adolescente cambió a una de pánico mientras reafirmaba el agarre en las cajas.
—Oh... Oh, no. Por favor, dime qué no estás enamorado de mí e hice una estúpida broma que te dañó.
JiMin no evitó reír, comenzando a negar. —No eres tú, tranquilo.
Jungkook pareció volver a respirar y observó a Namjoon antes de que ambos sonrieran con picardía, viendo al rizado de la misma manera. —Así que... ¿Quién es él?
Recordó haber dejado pasar el "él" de la pregunta de Namjoon hace días, pero ya eran muchas ocasiones en las que sus amigos se referían a alguien con JiMin podría estar como si fuese un chico. Era momento de aclarar, doliese o no. —¿Por qué asumen que es un chico? —pregunta tímidamente, comenzando a ponerse nervioso y con sus mejillas calientes.
—Porque no somos estúpidos. —respondió Namjoon, y ambos continuaron con aquella sonrisita pícara. JiMin bajó la mirada, juntando sus manos y entrelazando sus deditos.
—¿Ustedes... estás de acuerdo con ello?
Jungkook frunce su ceño, borrando su sonrisita. —¿Qué?
—¿No creen que yo esté enfermo?
—Enfermo es tener gripe, no que te gusten los chicos. Y jamás vuelvas a preguntarle a alguien si está de acuerdo con tu orientación sexual, el único que tiene que estar de acuerdo eres tú.
JiMin tragó saliva con fuerza y limpió una lagrimita que caía por su mejilla. —Gracias. —dijo.
—No agradezcas, JiMin. —dijo Jungkook, también sentimental.
Namjoon se quejó. —Quiero abrazarlo.
—Lo haremos apenas venga a ver la sorpresa. Siéntete como en tu casa, JiMin. —le sonrió en modo de aliento y se dirigió hacia la puerta.
—Nam, vamos.
Habían pasado aproximadamente dos horas, y JiMin se la había pasado viendo Tom y Jerry en la televisión, entretenido mientras comía pastel que había quedado y bebía jugo de naranja. Fue finalmente cuando el señor Park despertó de su siesta y le propuso ordenar un poco antes de salir que JiMin se levantó y se dirigió a la cocina, dispuesto a lavar su plato y vaso.
Nuevamente volvió al living, y acomodó la mochila en el sofá junto a las demás. Apagó la televisión cuando el señor Park había terminado de beber algo y salió junto a éste para dirigirse al auto.
En el camino se la pasaron hablando del regalo que Jungkook le había dado a JiMin, de la buena música. Comentaron cosas sobre Elvis Presley, Los Beatles, y los Rolling Stones. El rizado, de entre todos esos, prefería a Elvis, pero también amaba a los otros dos grupos.
Finalmente llegaron frente a la iglesia del pueblo, y JiMin no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Acaso habría una misa? Estaba a punto de comenzar a desilusionarse, pero el padre de su mejor amigo le tendió un papel, el cual era una especie de mapa.
—Sigue las instrucciones, y allí los encontrarás. —dijo.
—Oh. —el rizado desabrochó su cinturón antes de bajarse, y agradeció el "feliz cumpleaños" proveniente del hombre en el vehículo antes de acelerar y desaparecer por las calles desiertas.
JiMin se encaminó hacia la iglesia, pero no subió los escalones de ésta, más bien, la rodeó, justo como decía en el mapa. Podía oír música a lo lejos, y mientras más se adentraba al bosque, más audible y reconocible era. Se encontró moviendo la cabeza. Solía oír esa canción cuando le tocaba la limpieza en su cuarto, porque era muy animada, para oírla en los buenos días. Continuó avanzando, y el sonido se volvía aún más fuerte.
Entre los troncos y la oscuridad, visualizó un lugar exacto del bosque el cual parecía tener cosas allí. Se fue acercando con una sonrisita en sus labios: reconocía una mesa con comida y lo que parecía un gran pastel, un cartel que iba de un tronco a otro donde se leía "¡Feliz cumpleaños, JiMin!" y decoraciones rosadas y azules, sin olvidar el tocadiscos con el vinilo girando en éste. Finalmente llegó, y bajó la mirada para doblar el mapa.
¿Dónde estaban sus amigos? Nuevamente alzó la mirada, y su sonrisa se borró de inmediato al visualizar a Namjoon en el suelo, con un poco de sangre en su sien y desmayado... o eso esperaba. Todo su cuerpo se tensó, todo se volvió más frío mientras sentía a alguien de pie detrás suyo, a la expectativa de lo que haría. Sentía el malestar en su estómago, pero no, no era Yoongi.
Era aquel malestar que sintió aquella noche que durmió mientras creía que el diablo le acariciaba el cabello y no era así, o cuando intentaron quitarle la vida en la bañera. Tomó una respiración honda antes de girarse de golpe, y se encontró cara a cara con Naeun, la cual le sonrió de manera lenta y escalofriante.
—Feliz cumpleaños.
Sintió un golpe en la cabeza, su cuerpo caer al suelo, y se durmió. Sus ojos se abrieron lentamente, le pesaban un poco los párpados mientras una fuerte jaqueca lo hacía sisear. Tenía frío, hacía frío aquella noche, y la música había desaparecido. Respiró profundo, intentando dejar de ver borroso.
—Finalmente. —oye nuevamente aquella voz.
Era Naeun, la novia de su mejor amigo. Finalmente, su vista se aclaró, y la vió caminar lentamente hacia él. Se intentó hacer hacia atrás, pero parecía que algo lo mantenía en su lugar. La observó entre asustado y frustrado. La chica alzó ambas cejas.
—Oh, no me veas así. ¿Ahora vas a decirme que no lo sospechabas ni un poquito?
No podía ser el que todo lo bueno durara poco para él. Estaba tan enojado, y tan, tan, tan asustado. —¿Qué debería sospechar? —dijo, sin verla pero teniéndola bastante cerca.
Se armó de valentía. —¿Que eres una perra? —jamás había llamado a una mujer así, y no lo hacía.
Él no le hablaba a Naeun, le hablaba al demonio. Una fuerte patada en su estómago lo hizo jadear por aire. Se quejó debido al ardor pero aún así hizo todo lo posible para seguir firme. —¿Dónde está Jungkook?
—Eso es un "no". Vaya, JiMin, te creía menos imbécil. —proporcionó otra patada en el cuerpo del niño en el suelo, lo cual lo hizo doblarse y nuevamente jadear, pero el demonio se dirigió hacia la mesa donde estaba el pastel, tomando la gran cuchilla que había a un lado.
—¿No me reconoces en éste cuerpo? —cortó un trozo de pastel y lo sirvió en un platillo.
—Tal vez debería de verme más triste, más rota y rechazada. —fingió un tono triste antes de girarse aún con la cuchilla en su mano.
JiMin la observó fijamente, con una mano en su estómago y tragando el gusto metálico en su boca. Oh, realmente había sido un imbécil. Había sido obvio. —Somin.
Naeun se encogió de hombros inocentemente. —Si, bueno. Podría decirse que sí, así nos conocimos. —comienza a caminar hacia el cuerpo del niño, ignorando el de Namjoon al pasar, y poniéndose de cuclillas para estar a la altura del rizado.
—No importa eso, realmente. Lo único que importa aquí es que sepas que no soy el malo de la historia. —negó lentamente, viendo fijamente los ojos verdes del menor.
— Realmente, no lo soy. Tú sí lo eres.
JiMin intenta no verse muy obvio al notar que Namjoon comienza ponerse de pie silenciosamente, sosteniendo en una de sus manos una botella de whisky. —En primer lugar... —prosiguió el demonio, apuntando el pecho del rizado con la cuchilla, presionando levemente para herirlo.
—... tú fuiste quien corrió a los brazos del demonio cuando nuestro querido Bonhwa... —hizo una pausa y llevó su mano libre a su corazón, asintiendo, con una falsa expresión de lamento.
—... que en paz descanse, engañó a tu familia. Era un simple castigo, sólo unas quemaduras en la piel. Es una gran diferencia a morir desangrado porque te arrancaron el pene, ¿verdad?
Namjoon continúa acercándose muy lentamente, fijándose dónde pisaba para no ser ruidoso. Por suerte, en aquella área del bosque, era pura tierra. No habían tantas ramas ni césped. JiMin vió fijamente a Naeun y relamió sus labios antes de hablar, ya que debido a los nervios tenía la boca seca. —Así que mis primos te ordenaron matarme.
—Mira, yo lo intenté.
Realmente lo hice, pero siempre que lo intentaba... allí estaba él. Incluso con sus cuervos. Siempre vigilándote, y yo no podía arriesgarme tan rápido, sé reconocer que no tengo la misma cantidad de poder que él, pero soy muy bueno escondiéndome: primero en aquella dulce niña, luego en el idiota del novio de tu hermana, he estado en el padre de Jungkook, y oh, incluso he estado en Namjoon. —llevó la cuchilla al cuello del menor, y la piel de éste se erizó más de lo normal.
—Siempre he estado a tu alrededor, acechándote, y tú jamás te has dado cuenta. Pero ahora ya no está. Se ha ido, JiMin. —comenta refiriéndose a Yoongi. Su sonrisa se vuelve más grande y se acerca más al rostro del menor.
—¿No te pones a pensar en porqué todos te dejan? —suspira mientras JiMin comienza a lagrimear. Ésto era una pesadilla. —Creo que es hora de asimilar la verdad.
Detuvo sus palabras cuando la botella de whisky que anteriormente estaba en las manos de Namjoon estalló contra la cabeza de la chica, y lo escalofriante fue que la expresión de ésta era la misma: sonriente, aunque en su mirada algo cambiaba.
Extendió su mano, y Namjoon salió prácticamente volando por los aires, chocando contra un tronco y cayendo al suelo. La mente de JiMin viajó más rápido de lo normal, y en su cabeza imágenes de su libreta, las páginas corriendo hasta detenerse en una hoja exacta, aquella hoja la cual había memorizado por si acaso.
—Exorcizamus te, omnus immundus spiritu
No pudo seguir debido al fuerte puñetazo en su nariz, la cual comenzó a sangrar de inmediato. Sollozó secamente por el fuerte dolor pero apenas tuvo tiempo a lamentarse ya que fue tomado del mentón y dos golpes dejaron su rostro con sangre.
—Omnis... Onmis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversatil, omnis legio... —continuó Namjoon, levantándose lentamente.
Naeun comienza a temblar, retorciéndose. JiMin aprovecha para intentar moverse. —¡Nam, corre! Éste le hace caso, comenzando a correr hacia la salida del bosque, buscar ayuda, pero se gira debido al fuerte jadeo del rizado. El demonio había introducido la cuchilla debajo de una de las costillas del menor, el cual gruñó por el dolor, con lágrimas cayendo entre toda la sangre en su rostro.
—Omnis congregatio et secta diabolica. —continuó Namjoon mientras el demonio quería moverse, pero todo lo que hacía era temblar. Sus ojos pasaron de ser como los de un ser humano normal a volverse completamente negros.
—Ergo draco maledicte et omnis legio diabolica adjuramus te. —Namjoon retrocede un poco cuando el demonio se pone de pie entre temblequeos, queriendo caminar hacia él.
JiMin quita la cuchilla enterrada en su abdomen y lleva su mano allí, poniéndose de lado y respirando entre jadeos de dolor. —Nam...
—Cessa decipere humanas creaturas, eisque aeternae perdiotionis venenum propinare. —dice el chico, y toma otra botella, lanzándosela y fallando.
— Mierda, mierda, mierda.
—Vade, Satana, inventor et magister omnis fallacie, hostis humanae salutis. —continúa JiMin mientras hace lo posible por ponerse de pie, lográndolo y sintiendo la sangre en su abdomen, en su rostro. Está tan acabado.
—Humiliare sub potenti manu dei, contremisce et effuge invocato a nobis, quem inferi tremunt. —su voz se alza cada vez más. Naeun cae de rodillas y gruñe antes de gritar, con su voz gruesa, distorsionada. Medio ríe entre quejidos, fuerte, escalofriantemente.
—¡¿Por qué no abres tu regalo, ah?! —apunta hacia una dirección detrás de JiMin, pero su brazo se tuerce debido a que Namjoon continúa, dejándola temblando, con los ojos cerrados y gritando.
—Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine. Ut Ecclesiam tuam secura tibi facias libertate servire te rogamus, audi nos.
Medio inclinado por el dolor bajo su costilla y notando que Namjoon tenía el control de la situación, se gira hacia donde el demonio había apuntado. Siente un escalofrío atravesar su columna vertebral al ver una bolsa negra, la cual llevaba algo dentro. No. A tropezones, lentamente, se encaminó hacia la bolsa, y a medida que se fue acercando, pudo observar una mano fuera de ésta.
—Ut inimicos sancJiMin Ecclesiae humiliare digneris, te rogamus, audi nos.
No. No, no, no. No. No. Se balancea a centímetros de la bolsa. No puede ser. Le ha dejado de doler el cuerpo, ahora sólo algo arde profundamente en su pecho, algo de lo que no se recuperará jamás en su vida. Jamás, jamás Con temor, su mano temblando, ya sabiéndolo, abrió la bolsa del todo. Su aliento se cortó. Si, por supuesto. JiMin les había quitado a alguien, y era claro que harían lo mismo con él.
Era claro que el demonio buscaría a lo más cercano que JiMin tenía como familia ya que éste estaba siendo protegido por Yoongi. Y no entendía cómo de repente todo había dejado de doler, como si fuese que le quitó los sentimientos y el dolor físico. Shock, frío, pérdida de sangre, aunque probablemente sea el cuerpo sin vida de Jeon Jungkook, cortado, más manchado de sangre que él, con sus ojos abiertos y perdidos en un punto del bosque. Fue instantáneo el de dejar de temblar, y se giró lentamente viendo a su otro amigo.
—Terribilis Deus de sanctuario suo. Deus Israhel ipse truderit virtutem et fortitudinem plebi Suae. ¡Benedictus Dius! ¡Gloria Patri! —Namjoon finaliza aquel exorcismo, y un humo negro y largo sale de la boca de la adolescente, la cual tiembla y cae al suelo, inconciente.
El demonio golpea contra un punto del suelo y el malestar desaparece al igual que éste. Un silencio ensordecedor se hace presente en aquella área del bosque, sólo respiraciones agitadas y entrecortadas. Namjoon parece recordar que su amigo está apenas manteniéndose de pie, y camina rápidamente hacia éste, tomándolo del rostro al llegar. Lucía perdido, desorientado.
—Estás bien, estás bien. Tranquilo. Pero JiMin lo estaba.
—Estoy tranquilo. —dijo con calma, la voz apenas audible.
Namjoon frunció su ceño antes de ver detrás del rizado, y éste último pudo ver los ojos castaños del chico llenarse de lágrimas. Las manos de JiMin tomaron las muñecas de su amigo. —E-Escúchame. —Namjoon nuevamente lo observó, y sollozó, asintiendo y con lágrimas cayendo por su rostro.
—Tienes que irte, ahora. Nadie puede saber ésto.
—JiMin, es Jungkook...
—Nadie va a creernos. Nam, por favor. —ambos se observan fijamente.
Sabían que ésta sería la última vez que se verían. —Adiós, JiMin. —se le entrecorta la voz antes de besarle la frente al menor y alejar las manos del rostro de éste, dando unos pasos hacia atrás y pasando por un lado del cuerpo de Naeun.
Namjoon nota que ésta respira. —Está viva.
—Llévatela.
Namjoon asiente y se inclina, pasando sus brazos por debajo del cuerpo de la adolescente, cargándola en sus brazos y caminando fuera de aquel lugar sin mirar atrás. La mirada del rizado permanece perdida antes de girarse nuevamente, en dirección a aquella bolsa. Observa el cuerpo de su mejor amigo, y a pesar de que no siente nada, las piernas le tiemblan y cae de rodillas al suelo, rendido.
La casa de los Park estaba repleta de gente del pueblo. La música era tranquila, todos estaban bebiendo y comiendo, charlando entre ellos. Hyunah conversaba con sus amigas en el sofá, Seung hablaba con JongSu y Jacky, y Eunji iba de un lado a otro, fijándose que todos tuviesen lo que deseaban, conversando con algunas mujeres de la iglesia. Un portazo provino de la puerta principal, junto a muchos jadeos de horror.
Seung alzó la mirada cuando oyó un vaso romperse en el suelo. —¡JiMin!
Allí estaba su hijo: con su rostro golpeado y repleto de sangre, pálido, con su ropa sucia por la tierra y una gran mancha de sangre en su camisa. Respiraba hondo, con sus ojos muy abiertos, pánico en su expresión. Seung dejó todo, acercándose.
—¡No! —exclamó el menor, extendiendo su mano y retrocediendo, intentando no caerse.
—No. N-No te acerques.
—¡JiMin, bebé! —Eunji igualmente quiso acercarse pero el nombrado no se lo permitió.
—¿Qué te sucedió? ¡Amor! Por favor.
—N-No... no me toquen. No me toquen.
Un hombre de entre todas las personas se acerca. —Tienen que llevarlo al hospital ya. Está desangrándose. —dice, acercándose.
Era George Griffin, un médico reconocido entre todos. — Vamos, JiMin. Necesitas ayuda. —se acerca de más y lo toma de la mano.
—¡No me toques!
Y, como por arte de magia, el hombre sale disparado por los aires, golpeando su cuerpo contra una pared antes de caer al suelo. Todos parecen sentir aquel malestar, que para ellos era lo peor, pero para JiMin... Oh, para JiMin era un alivio. Eunji dió un paso hacia atrás asustada.
La gente comenzó a desesperarse y encaminarse hacia la salida del patio trasero, escapando de aquella situación, todos menos el padre William y la familia Park. El niño no sabía si tal vez era el extrañarlo con toda su alma, pero incluso podía percibir dónde estaba el diablo. Con esperanza, se dirigió de manera apresurada, tambaleante hacia las escaleras, comenzando a subirla con cuidado.
El padre William extendió su mano, apuntando con ésta al rizado. No sabía que oír a alguien orar iba a lastimarlo como aquella vez en la que su padre lo hizo, y sintió éste fuego recorriendo el interior de su cuerpo. Gimió con dolor, a punto de caer de la escalera hacia adelante, pero sintió como algo, Yoongi, para ser específicos, lo atrapaba, y lo tomaba en brazos.
—¡Oh, por Dios! —jadeó Eunji, llorando y muy asustada.
Todos quedaron en silencio al ver a aquella figura alta, vestida de negro, con ojos color sangre, perfecto pero escalofriante. El diablo se hacía visible por primera vez frente a las demás personas, sosteniendo a su esposo, a su niño favorito, el cual habían lastimado, en brazos. La furia recorría por sus venas pero, sin embargo, alzó la mirada y sonrió lentamente de lado.
—Un gusto conocernos personalmente. —dice.
Alza su mano y mueve levemente sus dedos, provocando que todas las puertas se bloquearan. Ahora tan sólo tenían la sala, no había donde escapar. —Bueno, que comience el show.
Hizo falta un chasquido de sus dedos para que las cosas comenzaran a destrozarse y moverse bruscamente de lugar, dañando a todo el se interpusiera entre éstas. Los focos estallaron en pedazos y el diablo podría ver a través de la oscuridad. Se giró con elegancia y subió los escalones, sosteniendo a su niño en su pecho y oyendo los gritos de susto de los Park y las pocas personas que quedaron en la sala. JiMin se quejó en los brazos de éste, retorciéndose de dolor.
—Shh, shh. —el diablo lucía asustado por primera vez en su vida.
Se dirigió hacia las escaleras de la azotea, aquella azotea en la que habían bailado bajo la luna sangrienta. La puerta se abre sola de un golpe, y Yoongi se apresura a arrodillarse en el suelo, dejando a su niño en sus brazos, el cual lo observa entre dolor y sangre, débil y con lágrimas cayendo de sus ojos.
—Yoon...
Yoongi lo sostiene por la espalda con un brazo, y su mano libre va al rostro de éste, queriendo mantenerlo quieto para curarlo. JiMin lo nota y cierra sus ojos, negando. —No...
—Estás muy débil, no hables. —ordena.
—Abre los ojos.
—Yo... —solloza, adolorido. Todo era una pesadilla. —... lo maté. Yo lo maté.
—¿A quién? JiMin, lo que sea que haya pasado, no es tu culpa. —el rizado asiente.
Por supuesto que lo era. Nada de ésto hubiese pasado si no fuese por él. Yoongi acerca su rostro y las narices de ambos se rozan. —No lo es. —gruñe.
—Lo sé porque te conozco, y no eres capaz de algo así. — JiMin solloza más fuerte, retorciéndose.
El ardor lo está matando, pero debía soportarlo. —Mírame. JiMin. —llamó, y le tomó del mentón cuidadosamente.
El niño negaba, con sus ojos cerrados. Se negaba a ser curado. —¡JiMin!
—¡No!
—JiMin, mírame o voy a matar a tu jodida madre. —si JiMin moría, los mataría a todos.
El niño rápidamente abre sus ojos, creyendo en las palabras de su esposo y ambos se observan fijamente. Poco a poco el ardor comienza a desvanecerse, y ahora tan sólo hay un gusto metálico en su boca. Todavía siente la calidez de la sangre en su torso, y Yoongi parece no darse cuenta de aquel corte profundo bajo su costilla.
Se observan por un momento antes de que JiMin vea detrás del diablo y apriete su agarre en el brazo de éste, el cual gira su rostro para observar aquello que atemorizaba tanto a su niño favorito. Descubrió a La Muerte de pie, tan sólo observando. —No. —Yoongi sostuvo a su niño mejor, contra su pecho.
La Muerte soltó un leve chillido. —¡Dije que no! —gritó, y el chillido de Muerte fue más fuerte antes de desvanecerse, asustada.
Yoongi cubrió las orejas de JiMin ante aquel sonido que podría afectarle en su estado, y luego lo observó por completo, finalmente notando la camisa con una gran mancha de sangre. La levantó, y observó el corte y la sangre fluyendo de ésta.
— No. No. ¡Maldición!
—Yoongi...
—No, cállate. —interrumpió, y presionó con su mano repleta de anillos la herida viendo al niño, el cual luchaba por mantenerse cuerdo.
—No voy a dejarte morir, ¿me oyes? Soy el jodido diablo, y yo decido ésto. Yo decido si mueres o no, ¿entendido?
Claramente sabía que no era así, no tenía ningún control sobre las decisiones del niño y por ende no era quién para decidir si continuaría con vida. Pero es que él... él no... —JiMin, no soy nada sin ti.
El rizado sollozó, aliviado y extendiendo débilmente su mano para acercar a Yoongi. Ambos presionaron sus labios en un casto beso que duró unos segundos. —Me tienes que llevar a un hospital, y no puedes. —comenzó JiMin, ambos viéndose fijamente.
El transportarse podría hacerle más daño, no estaba en condiciones. Suspiró entrecortadamente y observó fijamente los labios del diablo antes de volver a aquellos ojos rojos que lo tenían embobado. —No siento las piernas, Yoon.
—Puedo curarte. —dijo, desesperado. —Por favor. Déjame curarte.
JiMin asintió. Jamás le diría que no. Jamás. La mano en el abdomen de JiMin comenzó a calentarse un poco, como si algún tipo de energía lo aliviara. Pudo sentir la sangre dejar de salir de la herida, y cuando estuvo a punto de sentir la herida completamente cerrada, la puerta de la azotea se abrió, y la voz del padre William se alzó en una oración en latín. JiMin gritó, retorciéndose, y a Yoongi le importó una mierda todo.
Agitó su mano y aquel hombre salió expulsado nuevamente por la puerta, cayendo por las escaleras. La mirada del diablo volvió al rostro de su pequeño y se congeló al verlo intentar respirar, escupiendo sangre por su boca y temblando, tan sólo observándolo. Yoongi exhaló. Sólo había una manera de salvarlo. Le acarició el rostro antes de posicionar su rostro frente al suyo.
—Lo siento por ésto, pequeño. —dijo, y ambos se ven fijamente. —Déjame salvarte.
JiMin intenta hablar, y no lo logra. Tan sólo asiente, dándole permiso. Siente el aire irse de su cuerpo, y cree que está por morir, pero su boca se abre involuntariamente y puede sentir ésta especie de polvo adentrarse, dándole picazón en su garganta. Sus ojos se cierran, y luego de unos segundos más toma una bocanada de aire.
—¡JiMin! —se oyen llamados y pisadas en los escalones, hasta que finalmente Seung y el padre William llegan nuevamente a la azotea, éste último con un poco de sangre en su frente. Eunji intenta subir detrás de su marido.
—¡Eunji, quédate ahí! ¡Saca a Hyunah de la casa!
Observa nuevamente al frente, y su hijo está de pie, de espaldas a ambos. —¿JiMin?
El niño parece suspirar profundamente antes de girarse. Su rostro inexpresivo, un poco engreído con el paso de los segundos y sus ojos completamente bordó. Una sonrisa ladina y coqueta se hace presente en el rostro del menor.
—Incorrecto. —dice, y agita su mano, ésta vez tirando a ambos hombres por las escaleras.
Si, así curaría a su niño pero, mientras... ... ésto iba a ser tan divertido.
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Estuve más de 2 horas escribiendo y me duele mi espalda. Tengo que decir que me dolió más escribir la muerte de Jungkook que leer la del personaje original, hasta lloré un poquito....
Ay, eso me pasa por tomar esta adaptación sin haber terminado de leer la novela originla....
No te olvides de dejarme tus votos y comentarios, seguirme también!!
gracias por seguirme uwu'~
TQM.
MinMin.
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