XXII
Calor, sudor, pasión y aroma a sexo había en el despacho del diablo, en el subsuelo del enorme e interminable infierno. Si, Yoongi lo había estado deseando hace rato: tener a su niño desnudo sobre sí, saltando sobre su erección, besándole todo el cuerpo y que sus gemidos hicieran eco en su despacho. Todo ésto estando sentado sobre su trono, sintiéndose un verdadero rey. Le acarició los glúteos mientras lo hacía detener los saltos al estar muy cerca.
Quería disfrutar más de aquellas sensaciones, de tener el pequeño cuerpo, desnudo y sudoroso sobre el propio, el cual estaba cubierto con su ropa, pero con sus pantalones bajos, por supuesto. Tomó los ricitos en un puño, tirando hacia atrás para alzarle el rostro y atacar directo a aquellos labios rojizos y levemente hinchados. JiMin gimió, respondiendo como podía. Se sentía sin aire, con mucho calor y placer.
Las manos del diablo estaban por todas partes, sus besos lo hacían estar más cerca del límite, y las palabras sucias que le susurraba al oído lo hacían sentir un niño muy, muy malo. Lo amaba tanto. Yoongi ordenó entre un beso los movimientos de JiMin, y éste nuevamente reinició los movimientos de sus caderas, los saltitos sobre la erección de su príncipe, su esposo, su rey. Su todo. El joven rodeó el cuello del diablo con sus brazos, aferrándose y mordiendo su labio inferior, con sus ojitos cerrados y ceño levemente fruncido.
El diablo llevó sus manos a la cintura de JiMin, presionándola para ayudarlo a subir y bajar más deprisa. En aquella sala reinaron nuevamente los gemidos, los jadeos y chasquidos de los besos. Todo era simplemente demasiado, y ninguno pudo soportarlo por mucho tiempo. Llegaron al clímax casi al mismo tiempo, con sus cuerpos temblando ante las descargas de placer mezclado con alivio.
JiMin manchó la vestimenta del ente con su esencia, y lo notó casi de inmediato. Se quedó abrazado al cuerpo de su esposo, el cual le besaba húmedamente el cuello. —Lo siento... —se disculpó entre respiraciones agitadas.
Yoongi le mordió juguetonamente el cuello en aquella área donde el niño tenía cosquillas, haciéndolo reír adorablemente y retorcerse un poco en sus brazos, los cuales se estrecharon de manera más firme. —Deberías de tener una cama aquí...
—Deberíamos. —corrige el diablo. —Esto es tuyo, también. —un cosquilleo se hizo presente en la pancita de JiMin a la vez que recibía un beso en su oreja. —Aunque me gusta hacerte mío en mi trono. —dice bajo, y le aprieta las nalgas, provocando que gimiera apenitas audible. El diablo se aparta tan sólo para alzarle el mentón y besarlo en los labios.
Las lenguas de ambos se encuentran de inmediato, frotándose entre sí, formando húmedos sonidos y más calor en el pecho de ambos. Yoongi se aparte con una suave mordida en el labio inferior del niño, y entonces abre los ojos para verlo. Rizos despeinados, mejillas sonrojadas, labios rojos y ojos brillosos, dilatados. La mirada del niño pasa de estar embobado a estar entre confundido y avergonzado.
—¿Qué sucede? —pregunta ladeando levemente su cabeza, con su ceño frunciéndose apenitas.
—Te ves condenadamente bien. —halaga el diablo, provocando que su niño se sonroje y no evite reír silenciosamente en una exhalación, bajando la mirada y negando lentamente. Las cejas del rey se alzan por unos segundos.
—Oh, vamos. Dime que el niño favorito no sabe que es precioso.
Una vez más, el pequeño niega, sin alzar la mirada. —No...
—¿Me estás contradiciendo? —la boca de Yoongi vuelve a acercarse a la oreja del pequeño.
—Porque, verás, yo soy mentiroso... pero no necesito serlo con mi esposo. —lamió el lóbulo de su oreja antes de sostenerlo mejor contra su pecho y observarlo.
—Deberíamos de volver. En tu casa no tardan en despertar, y sería extraño si te ven en la escalera con los ojos vendados por uno de tus calcetines.
JiMin no evita reír y alzar el rostro, pidiendo un beso, obteniéndolo con gusto. Suspira por la nariz profundo, con su pecho llenándose de amor. —Te amo. —lo dijo porque lo sentía, y porque creyó que tal vez podría tener una oportunidad, aquella oportunidad de oír a su esposo responder, ser correspondido.
A él jamás le gustaba presionar a las personas, e iba más allá de lo que a él le gustara o no que le hicieran, ya que siempre pensaba primero en los demás antes que en él, lo cual era malo, pero también era algo que no podía evitar.
Siempre pensaba en Yoongi primero. Y aunque éste último fuese el diablo, una persona que tenía un trono, que dirigía el infierno, de poco tacto y cero tolerancia al perdón, JiMin lo trataba como cualquier ser humano se merecía ser tratado: le daba tiempo, le daba espacio y le daba amor. Y no.
No se estaba hartando de no ser correspondido. Se estaba hartando de jamás ser amado. Porque eso fue lo que pidió en primer lugar, sentirse amado, y el que ni siquiera el diablo pudiese cumplir eso... era malo. Muy. Le rodeó el cuello con los brazos para tenerlo más cerca, y el diablo apretó levemente sus caderas.
—Pero demasiado... te amo demasiado.
No hubo ninguna respuesta. Y de pronto, se sintió avergonzado. Se sintió apenado de estar frente al diablo, aún con éste en su interior, desnudo sobre su regazo y confesando su amor no correspondido. Suspiró y, luego de unos segundos, no tuvo más remedio que apartarse y levantarse con cuidado, buscando su ropa y comenzando a vestirse. No iba a llorar. Se puso su ropa interior, pantalones tiro alto, borcegos y camisa. Se estaba abotonando los últimos botones de ésta cuando oyó la voz de Yoongi.
—Sé lo que quieres oír.
JiMin negó lentamente mientras se metía la camisa dentro del pantalón y acomodaba sus ricitos. —No lo creo. —respondió como pudo ante el nudo en su garganta, aún sin girarse debido a que sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
Limpió cualquier rastro de éstas. Pudo sentir a Yoongi acercarse con lentitud. —Sé que buscas una respuesta siempre que lo dices.
—Y yo puedo entender que no puedas dármela. —dice amablemente, intentando ser comprensivo, pero, a pesar de ésto, demasiado dolido.
Comienza a caminar hacia la enorme puerta dorada de salida, puede sentir a su esposo caminar más lento. Se detiene. —Sólo quiero que seas honesto conmigo. Si dices que no necesitas mentirme, entonces no lo harás.
No está preparado para girarse, para enfrentar ésta charla, la cual presiente que lo va a dejar hecho pedazos, pero lo hace de todas formas. El verde esmeralda se encuentra con aquel profundo y frío azul y un tono sangre tan sólo a un costado. —¿Hay algo que te impide corresponder?
Silencio. —No.
Una puntada atraviesa el pecho del más bajo y traga saliva con fuerza, alzando un poco una ceja. —¿Nada? ¿Sólo eres tú?
—Si. —y vé, por primera vez, dolor en la mirada del rey del inframundo.
Si, ya no puede soportarlo. Las primeras lágrimas escapan de los ojos del rizado y no puede evitar hipar. Yoongi se acerca tan sólo un poco, como si no le gustara aquella situación. —¿Me estás mintiendo porque es necesario o me estás diciendo la verdad? —continúa, pero se da cuenta de que está siendo un niñito.
Un niñito lleno de esperanzas rotas e inalcanzables. Yoongi se acerca más, sus ojos volviéndose rojos. —... ¿No me amas? —su voz tiembla aún más, y tiene que apretar los labios para no sollozar.
—JiMin... —es la primera vez que oye la voz del diablo temblar, pero es como si aquello lo hubiese despertado, y rápidamente vuelve a tener aquella neutralidad en sus facciones, inexpresivo.
—... soy el diablo.
Por algún motivo, para el arcángel decir aquello es como si lo hubiese dicho todo, pero a JiMin aún le cuesta entender. Sin embargo, sigue siendo dulce. No tiene la necesidad de tratar mal a Yoongi por ésto, porque no podía culpar a la gente por no amarlo de vuelta. —¿Y por qué nos comprometimos? —solloza, y la mano del mayor va a una de sus mejillas.
JiMin inclina su rostro inconscientemente, disfrutando de aquel toque. —¿Por qué estás buscando cosas para volverme inmortal y pasar mi vida a tu lado si no lo haces? ¿Cuál es el sentido de todo ésto, Yoon? —y el diablo no responde. Luce perdido.
Así que JiMin toma una decisión. Lleva su manito a la de su esposo, y la baja lentamente, dejándola con la palma hacia arriba. Acaricia aquellos anillos en los dedos del amor de su vida, y la suelta, comenzando a quitarse el anillo. Yoongi aleja la mano como si ver aquello lo hubiese quemado, sus ojos se vuelven levemente más grandes y el bordó consume el azul. Sangre tiñendo un mar. JiMin se lo queda viendo.
—Extiende tu mano.
—No... JiMin no hacía ésto para recibir respuesta, no hacía ésto para forzar... hacía ésto por su bien.
Porque no podía pensar que se repetiría una historia, que su matrimonio sería como el de sus padres: "Nos une un anillo pero no nos amamos." Sin apartar la mirada de los ojos del arcángel, volvió a tomar la mano y le dejó el anillo sobre la palma. Podía jurar oír a su corazón rompiéndose, haciendo eco en el infierno.
—Conozco la salida, no tienes que acompañarme.
—¿Qué cambió?
Ambos se ven fijamente antes de JiMin vuelva a hablar. —Nada ha cambiado. Yo sigo amándote, y tú no. —lo observa con dolor antes de girar sobre sus talones y abrir la pesada puerta, saliendo del despacho del diablo y dejando a éste allí, completamente sólo.
Desató el calcetín que cubría sus ojos cuando estuvo en el último escalón de la escalera de su casa. Todo estaba a oscuras, era de madrugada. La presencia de Yoongi no estaba, y ya había sentido aquello varias veces, pero ésta vez era diferente... porque era la última.
Tragó saliva con fuerza antes de comenzar a llorar silenciosamente y bajar los escalones, caminando hasta estar sentado en el sofá. No quería ir a su cuarto, porque ya no se sentía protegido. Ahora toda valía, todo contaba. Era la oportunidad para cualquier cosa que haya estado persiguiendo a JiMin hace más de un año. Tenía que ser listo. Se puso de pie y rápidamente se dirigió a los cajones del mueble que cargaba con el tocadiscos, buscando entre las estampillas de vírgenes. Vislumbró algo plateado que brillaba con la luz que llegaba de la ventana. Un crucifijo.
Lo tomó de inmediato y prendió la luz de la sala antes de volver al sofá. No hacía falta bendecirlo debido a que todo crucifijo o rosario lo estaba gracias a su madre. Lo colgó en su cuello y, por unos segundos se sintió a salvo. Pero, ¿acaso Dios iba a protegerlo luego de haber estado con el diablo? Suspiró y prendió la televisión, bajándole todo el volumen. Se recostó en el sofá e intentó pensar en que todo estaba bien, y que podía con ésto.
El día se estaba haciendo largo, y JungKook se limitaba a observar a su mejor amigo el cual estaba sentado a su lado, pálido y con bolsas violetas bajo los ojos. Se veía extremadamente cansado y roto, pero no podía preguntarle ahora debido a que estaban en medio de una clase y el profesor suplente era extremadamente jodido.
Minutos después el timbre sonó y todos comenzaron a guardar sus cosas. Ahora tan sólo quedaba ir por última vez a la cafetería, y al fin se irían de aquel lugar. —¿Qué te sucede? —JiMin lo observa ante aquella pregunta de manera inexpresiva al principio, luego frunciendo un poquito su ceño.
—Nada.
—¿Estás enojado conmigo? —el rizado nuevamente niega y ambos se apresuran a salir del salón con los demás debido a que ya no permiten a nadie caminar libremente por los pasillos gracias al asesinato de un alumno. Una vez comienzan a caminar, JungKook suspira.
—Lo estás.
JiMin no evita soltar una risita, una con muy pocas ganas. —Kook, no estoy enojado contigo. Realmente no lo estoy, sólo... no pude dormir. —no mentía.
—¿Algo sucedió como para que no pudieses dormir?
JiMin hizo silencio por unos segundos antes de tragar saliva para responder. —No, sólo no pude.
Necesitaba aprender a mentir mejor, llevaba un tiempo haciéndolo y era lamentable que aún no se oyera honesto. Finalmente llegaron a la cafetería y fue como si Namjoon lo supiese, porque de inmediato se acercó. —JiMin, te ves pálido. —fue lo primero que dijo, con su ceño levemente fruncido.
Se disculpó con la mirada al ver la manera en la que JungKook lo veía. Éste último suspiró y pasó su brazo por los hombros de su mejor amigo. —Te diré qué. —comenzó a caminar provocando que sus otros dos amigos también lo hicieran.
—Nam, tú y yo comeremos algo, y luego iremos a mi casa a pasar el día. —Me dormiré en el camino. —bromeó con una sonrisita mientras sus ojos se volvían levemente llorosos, pero respiró profundo para que pasara.
—Nosotros te cargaremos. —dijo Namjoon.
Éste último y el rizado van a sentarse a una mesa mientras JungKook se dirige a la fila. Una vez formado en ésta, Naeun aparece y le toca el hombro, sorprendiendo a su mejor amigo con un beso cuando éste giró su rostro para verla, uno corto ya que habían profesores allí. Extrañaba los labios de Yoongi: tibios, expertos y suyos.
—Luce como si fuesen en serio.
El de rizos asiente lentamente y voltea su mirada, frunciendo el ceño al notar a dos policías en cada punta del lugar. —¿Por qué tanta protección? ¿Creen que pudo ser un grupo de asesinos?
—Eso parece. —oye un suspiro y su mirada va a su amigo.
—Nunca había sucedido algo así.
—No tienes que asustarte, Nam.
—No lo estoy, pero me pone nervioso el que nuestro pueblo sea chico. — explica mientras se acomoda el cabello. —Todos conocemos a todos, y eso significa que podría ser cualquiera.
El niño traga saliva, ahora un poco nervioso. Eso era cierto. No había nadie en aquel pueblo que no se conociera al menos de vista. Todo se había vuelto un desastre, y a pesar de le había dicho a su amigo que no lo tuviese, sentía miedo. Si algo le llegaba a pasar a Namjoon, o a JungKook... por suerte sus amigos eran listos, y no querían intentar ser rebeldes.
—JiMin... ¿Realmente sólo no has podido dormir? —JiMin lo observa de inmediato.
—Está bien si no quieres decírmelo, sólo quiero asegurarme de que todo esté bien.
¿Debería? Se acomoda en su asiento antes de suspirar, cabizbajo. —... ¿Alguna vez amaste a alguien que no te ama de vuelta? —ruega que Namjoon no preguntara tanto, porque realmente se quedaría sin palabras.
Namjoon hace una mueca, reincorporándose. No se esperaba aquello. —Creo que todos lo hemos hecho. —responde luego de pensarlo por unos pequeños segundos.
—Si, pero no me refiero a amar a alguien que no te nota, hablo de amar a alguien que luce como si te amara, y hace cosas que te aseguran que lo hace... pero no lo dice, o lo niega.
Nuevamente hay un silencio. JiMin sabe que recibirá una buena respuesta de Namjoon, porque era de dar buenos consejos. El rizado había tenido bastante suerte en tener personas como JungKook y Namjoon, no sólo por lo leales que eran, sino porque sabían respetar opiniones, y cuando uno no quería contar más de lo debido al otro. Sabían no entrometerse.
—Eso depende. A veces no todo se basa en decirlo, aunque nos hace sentir bien oírlo. Hay mejores maneras de demostrar el amor.
El ceño del niño se frunce. —¿Cómo cuáles?
—Proteger, dar espacio, cuidar. Hay muchas más pero, personalmente, creo que esas son las más destacables. —se permitió opinar el castaño, observando a JungKook en la fila y notando que a éste lo estaban atendiendo.
—¿Y qué si hace todo eso, pero lo niega?
Namjoon nuevamente lo vé, sólo que ahora fijamente. —Está mintiendo. —responde, dejando a su amigo aún más confundido.
— No todos, pero al menos ésta persona que tú me dices, sí.
—... ¿Cómo lo sabes?
—Me has dicho que, por las cosas que hace, luce como si te amara. — responde Namjoon, esperando que sea obvio y un poco indignado al notar que JiMin no lo comprende. —Eres una persona extremadamente insegura, y si dices eso es porque realmente lo conoces, y puedes notar su amor. —ambos notan a JungKook despidiéndose de Naeun.
—Sólo que eres lo suficientemente inseguro para creerlo.
JiMin arruga un poco su nariz, de pronto, sintiéndose culpable. —¿Es... mi culpa?
—No, él es un idiota. —rápidamente dice Namjoon, y JiMin inconscientemente niega.
—Pero tendrá sus razones.
"Soy el diablo." ¿Será que Yoongi creía que era su deber el no amar o aceptar hacerlo? ¿Tomaba el ser el diablo como un trabajo que le costaría más que horas laborables? Bueno, claro que sí, pero aún así era algo terrible. ¿Acaso el diablo era igual de inseguro que JiMin lo era con sí mismo? ¿Qué tal si Yoongi lo amaba y lo había tirado todo por estas encaprichado con oír una respuesta? ¿O qué tal si no y tan sólo no lo amaba? Honestamente, JiMin creía que lo primero encajaba muchísimo más, pero su inseguridad no se lo permitía.
—¿De qué tanto hablan? —preguntó JungKook al llegar a la mesa, dejando la bandeja con los sándwiches y cajas de jugo en la mesa antes de sentarse. JiMin despertó de su trance ante la mirada de Namjoon sobre sí.
—De que Naeun y tú se ven muy bien. —rápidamente respondió JiMin.
No mentía, habían comentado aquello y era la verdad; hacían muy bonita pareja. Tomó un sándwich de la bandeja, agradeciéndole a su amigo y dándole un mordisco a la comida. No tenía tanta hambre, pero tenía que aparentar. JungKook alzó ambas cejas. —Por supuesto que nos vemos bien, ambos estamos buenísimos. — comentó, haciendo reír a Namjoon.
Nuevamente observó a su mejor amigo, un poco más tranquilo al verlo comer. —¿Seguro que todo está bien?
JiMin lo observó, masticando y asintiendo rápidamente antes de tragar. —Si, seguro. Sólo estoy cansado.
Y pensó en distraerse, pensó en las cosas que estaban diciendo sus amigos, en no callarse y responder, unirse y no estar tan aislado en sus pensamientos. Al principio no podía lograrlo, porque estaba seguro de que nadie podría ni querría quitar a Yoongi de su cabeza, pero finalmente lo logró, justo en el momento en que sentía una mirada en su nuca, un frío en su espalda. Algo o alguien estaba muy cerca de él, y sabía quién era. Dejó de comer, con su sándwich casi terminado en su mano.
Se quedó observando fijamente a la mesa e intentó mantener la calma. La Muerte debía de estar comprobando si el diablo realmente no aparecería. ¿Cómo lo había sabido? Bueno, JiMin había salido llorando del infierno. Tal vez se corrió la voz o... no lo sabía. Sólo sabía que la tenía justo detrás, y que era perturbador: su presencia no era nada agradable. Fue como cuando la tuvo de frente, inexpresiva y tranquila.
—Alguien más ha muerto. —susurra.
Los policías del pasillo entran a la cafetería y cruzan el lugar hasta llegar a los profesores. El timbre suena luego de unos segundos, y todos se ponen de pie. JiMin continúa congelado en su lugar, y JungKook se extraña por eso.
—JiMin. —llama, y el nombrado alza lentamente la mirada, con sus ojos llorosos y llenos de terror.
—¿Qué tienes?
—¿JiMin? —Namjoon se incorpora.
Están a punto de seguir interrogando, pero uno de los profesores del último curso hace callar a todos antes de hablar. —¡Necesito que todos hagan una fila! Los llevaremos a la oficina del director, y allí llamarán a sus familiares para que vengan por ustedes. ¡Todos en orden y con calma!
JiMin se para abruptamente, intentando no temblar mientras se aleja con sus amigos sin mirar atrás. JungKook cree que éste está asustado por los asesinatos, y lo mantiene cerca todo el tiempo, intentando tranquilizarlo mientras le decía que podía irse a su casa y Namjoon y él esperarían a que Eunji pasara por él.
Ninguno dijo ninguna palabra, y cuando la señora Park llegó, se despidieron y lo acompañaron hasta que éste estuvo sentado en el asiento copiloto. —Chicos. —llamó Eunji a los dos amigos de su hijo.
—¿Quieren que los lleve a casa?
—Oh, no. Está bien, Eunji. No queremos molestar. —JungKook habló.
—No es molestia. ¿Ya notificaron su retirada en las oficinas?
—Sí, hace unos minutos. —dijo Namjoon, y pidiendo permiso se subió a la parte trasera, seguida de JungKook.
El viaje estuvo silencioso a excepción de las preguntas que Eunji le hacía a JiMin, y éste respondiendo de manera cortante, neutra mientras se encogía en su asiento y sostenía con una mano el crucifijo en su cuello. Finalmente, JungKook y Namjoon se bajaron en la casa del primer nombrado, ambos agradecieron y se despidieron de su amigo y su madre. Cuando ésto sucedió, Eunji nuevamente miró a su hijo.
—Mi amor. ¿Estás bien? —a JiMin le tiembla el labio antes de bajar la mirada. Necesita a su mamá. —¿Qué sucede, Minnie? ¿Te asustaste? —el rizado asiente lentamente antes de cerrar sus ojos, con sus primeras lágrimas saliendo y comenzando a sollozar silenciosamente.
Estaba muy asustado. —Oh, mi bebé. —de inmediato le quitó el cinturón de seguridad y lo atrajo a sus brazos, acunándolo en su pecho. —Mami está aquí contigo y no va a dejar que nada te pase, ¿si? —JiMin asiente aún sollozando.
Se mantienen así unos segundos, realmente desahogándose, aunque cuando finaliza sigue doliéndole el pecho. Dejar a Yoongi había sido lo más doloroso que le había sucedido, no entendía siquiera cómo se le cruzó por la cabeza, y éste último seguramente le odiaba. Su madre lo apartó un poco y le limpió las mejillas.
—Luces cansado... Minnie, he encontrado una manta en el sofá. ¿No estás durmiendo en tu cuarto?
—No puedo... —¿Y si duermo contigo? Yo te protejo, cielo. No hay de qué temer. —dijo su madre, y deseó con todas sus fuerzas que sea cierto.
—Vamos a pasar toda la tarde juntos, no estás solo.
JiMin nuevamente solloza. Se sentía más solo que nunca. —Mami, te amo.
—Yo te amo muchísimo más, mi amor. —le da un beso en la frente y lo acomoda en su asiento, poniéndole nuevamente el cinturón de seguridad antes de, nuevamente, conducir.
—Vale, a olvidarse de éste momento feo. Vamos a comprar algo rico para almorzar, ¿quieres? Puedo prepararte lo que sea que quieras.
JiMin sorbió su nariz y asintió lentamente. —Está bien. —respondió con su voz entrecortada, y se giró hacia el lado de la ventana.
Sin poder evitarlo, se durmió camino a casa, observando al cielo y con inseguridad de que, ésta vez, ningún cuervo lo seguía. La enorme puerta de oro se había cerrado, el diablo se mantuvo de pie allí, sin saber qué decir, sin saber qué pensar. Así que se puso a trabajar. Comprendía un poco a los humanos después de todo: él había observado como éstos solían trabajar o hacer cosas para olvidar desgracias, despejar sus cabezas.
Yoongi había archivado más de cincuenta contratos aquel día, liberó almas que ya habían cumplido sus años en el infierno e hizo más contratos para nuevas almas que buscaban negociar con demonios. Merodeó por los lugares, chequeando como todos hacían sus trabajos. Mantuvo su cabeza ocupada, bloqueó lo que no aceptaba. No le estaba prestando ni un poco de atención a Baphomet, un demonio que iba en busca de los contratos para repartirlos.
Éste comentaba sobre la cantidad de gente solicitando al infierno como si fuese el mejor regalo de su vida. Yoongi alzó la mirada desde su trono a un reloj que tenía en la pared: los números eran romanos, y era muy antiguo, de un barco hundido hace años. Andaba hacia atrás, pero funcionaba bien. Habían pasado días, y eso significaba que habían pasado más en la tierra.
Probablemente ya era el cumpleaños del rizado, y si no se equivocaba, estaba por terminar. —Envía un cuervo. —finalmente habló a regañadientes, interrumpiendo al otro demonio.
—¿D-Disculpe?
Entonces el diablo lo observó, con sus ojos bordó –habían estado así todo el día–, y se puso de pie lentamente. —¿Debo repetirlo?
—¡No! No. Por supuesto que no. Ya mismo enviaré un cuervo. —el demonio era listo.
Tomó el resto de los contratos y se fue corriendo de aquella habitación. Yoongi suspiró. ¿Cómo el diablo pudo haber sido tan torpe? ¿Acaso no le era suficiente? ¿No había aprendido y ésta era otra lección de su padre, o JiMin era muy real? No. JiMin no podía ser real, porque era el ser humano más amable, sensible y bondadoso. Siempre quería ayudar a todos, era muy extraño que juzgara a alguien y todo lo que hacía era por pura inocencia y curiosidad.
Jamás tenía malas intenciones, aún si elegía lo malo. ¿Cómo alguien así podía enamorarse de él? Se giró lentamente, y observó el pequeño trono al lado del suyo. Estaba dispuesto a darle todo, incluso la inmortalidad, porque eso era lo que él quería. Lo quería a su lado por voluntad propia, sin obligaciones. Parecía inalcanzable el hacer al niño feliz, pero a veces, cuando ambos terminaban de hacer el amor y Yoongi sostenía el pequeño cuerpo desnudo de su esposo en sus brazos, JiMin lucía como si no quisiera nada más. JiMin lucía pleno, alegre. Feliz. ¿Era muy tarde para decírselo?
Tal vez y hasta se haya conseguido otro novio, los humanos solían hacer eso, e incluso estaban con más de una persona a la vez, sin que entre éstas se supiera. Eso le hizo hervir la sangre, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando las puertas se abrieron abruptamente. Se giró, desconcertado. Nadie entraba sin tocar primero.
Baphomet lo observaba con pánico, como sabiendo lo que se aproximaba y cómo se pondría el diablo. —Señor, tiene que ir ahora mismo.
Y lo sintió en su pecho. Un vacío, un profundo e interminable vacío se formaba mientras todo él ardía, y los pensamientos en su cabeza eran más que negativos. Se dirigió fuera del infierno a zancadas, pensando: ¿Así se siente? Pero ahora no importaba, porque quién quiera que lo haya tocado, iba a cruzarse con el mismísimo diablo más que enfadado.
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Me puse las pilas y escribí todo el capítulo hace un rato y aquí está. Gracias por su paciencia, ¡preparen los pañuelitos! ¿? Jejejeje
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gracias por el apoyo a esta adaptación, nos seguiremos leyendo más adelante!!
si aun no me sigues, que esperas, andale rapido!!!
TQM.
MinMin.
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