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XVIII


La familia Park partió a la cabaña al día siguiente. JiMin había salido unas horas después desde que había despertado, pero decidieron esperar un poco, dejarlo descansar en su propia casa, en su cuarto, donde el rizado menos quería estar. Podía sentir el malestar –el normal– irse lentamente de su cuerpo, dejándole un leve vacío en el pecho que, poco a poco y sin darse cuenta, iba volviéndose más grande.

El estar solo, en silencio y acurrucado en la cama de su habitación le hacía recordar cuánto extrañaba a Yoongi, y lo mucho que, a veces, odiaba que fuese el diablo. Tenerlo lejos de él era una lenta tortura, y prefería pasar por cualquier otra que le trajera dolor físico a pasar por uno que solo le hacía doler el corazón y no parar de pensar ni por un segundo. Habrá quedado clarísimo que no había descansado ni un poco aquella noche, porque todo el cuerpo le dolía, y porque no podía dormir sin hablar con Yoongi antes.

Además de sus hematomas y notables ojeras oscuras bajo sus ojos, cargaba con un tremendo mal humor que apenas lo estaba dejando respirar. Su familia, la cual jamás lo había visto de aquel modo, tan gruñón y maleducado, decidieron ignorarlo y tratarlo como siempre antes de irse en el auto. Eunji y Seung conversaban en los asientos de adelante, Hyunah escribía en su diario y JiMin veía por la ventana en el asiento de atrás.

—Será un precioso viaje, ¿verdad?

—Si, cariño. —le respondió Seung a su esposa, suspirando y mirando por el espejo retrovisor a su hijo.

—¿JiMin? ¿Todo en orden?

El niño miró los ojos de su padre fijamente por el espejo, de mala manera. Si no fuese tan adorable, probablemente daría miedo. Hyunah silbó al notar que no hubo respuesta de su parte.

—¿Estamos de mal humor? —bromeó con ánimos, aún escribiendo en su cuaderno.

JiMin regresó la mirada a la ventana. —Si, le sucede a la gente que se cae por una escalera y se lastima. — respondió, sarcástico.

Su hermana se encogió de hombros. —Cada uno sabe en lo que se mete, ¿verdad?

Y JiMin no entendía, realmente no entendía qué era lo que sucedía: tal vez extrañaba mucho a Yoongi, tal vez necesitaba su presencia, tal vez no. Tal vez estaba harto de lo que le sucedía, de la farsa de familia que llevaba consigo y el cómo ninguno quería admitirlo, o como su padre intentaba brindarle su confianza cuando había sido una porquería por largos años. No sabía qué era, realmente no, pero aquella ira enjaulada en su pecho lo hizo girarse lentamente hacia su hermana y dedicarle una mirada desquiciada.

—Estás muerta. —simplemente le dijo, algo ronco debido al enojo que cargaba encima.

La adolescente se lo quedó viendo a la vez que JiMin se giraba, indignada al haber oído a su hijo. —¡Park JiMin! ¿Qué rayos sucede contigo? —JiMin la observó de reojo, pero no le quitaba la vista de encima a su hermana.

—¡Mírame cuando te hablo! —finalmente lo hizo.

Madre e hijo intercambiaron miradas. —No sé qué te sucede, pero no quiero que vuelvas a decirle cosas así a tu hermana, y menos de aquella manera. ¿Me oíste?

JiMin parpadeó rápidamente por unos segundos, nuevamente viendo a Hyunah, la cual se veía incómoda y asustada mientras se alejaba un poco de su hermano menor. Éste último comenzó a sentir un fuerte nudo en su garganta, porque se había dado cuenta de que había asustado a su hermana, pero ya estaba cansado de pedir disculpas sin obtener nada a cambio.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y asintió lentamente ante la última pregunta de su madre, girándose nuevamente hacia la ventana y acurrucándose, observando el paisaje y al cuervo que le seguía. —Ya, ya. No le grites, Eunji. —su padre intervino.

—Y Hyunah, no hagas bromas. Le duele el cuerpo, no ha descansado bien. No quiero que le dirijan la palabra. ¿Me oyeron?

La mujer pareció darse cuenta de lo ruda que había sido en una situación donde claramente no debía y se giró nuevamente para ver a su hijo, arrepentida. —Lo siento, bebé. —dijo.

JiMin no respondió, tan solo dejaba caer sus lágrimas y observaba fijo por la ventana. Eunji se giró tan solo unos segundos, tomando una manta que tenía por allí antes de volver a ver a su hijo y acomodársela encima con cuidado. —Intenta descansar, ¿si? —fue lo último que dijo antes de volver a girarse. El auto quedó en silencio, y JiMin finalmente se durmió.

—¿JiMinnie? JiMin, llegamos.

Los ojos del adolescente se abrieron lentamente, notando que era de noche. El cielo estaba nublado y hacia tanto, tanto, tanto frío. Su padre, quien lo había despertado desde fuera de la puerta del asiento trasero, lo ayudó a bajar con mucho cuidado, aún manteniéndolo envuelto en la manta, y lo ayudó a entrar a la cabaña.

Aquella cabaña que le traía miles de recuerdos y sensaciones, buenas y malas. Su madre lo ayudó a caminar desde la puerta principal debido a que Seung volvía al auto junto a Hyunah en busca de los bolsos de todos, que se encontraban en el baúl. Su tía Jacky lo recibió entre sus brazos, intentando aparentar una de sus mejores sonrisas.

A JiMin le dolió tanto que apenas pudo devolver aquel dulce y cálido abrazo de parte de una de las mujeres más gentiles. —Mira que hermoso estás, JiMin. —dijo, alejándolo de su cuerpo y dejando un beso en la frente del de ricitos, el cual cerró sus ojitos tan solo por unos segunditos.

—Estoy muy golpeado. —Eso no evita que seas hermoso. —respondió la mujer, y luego saludó a Eunji.

JiMin observó a JongSu, su tío, el cual le dedicó una ligera sonrisa y también lo envolvió en un abrazo, diciéndole cuánto le agradaba verlo. Se veía decaído, ojeroso e incluso había bajado de peso. Tuvieron una pequeña conversación donde ambos se preguntaban cómo estaban, y donde ambos mentían terriblemente.

Sus primos se encontraban en una punta de la habitación, ambos sentados en el sofá y evadiendo la mirada de JiMin, completamente serios. Éste último decidió no saludarlos, por su bien y el de ellos. Luego de que Seung y Hyunah adentraran los bolsos comenzaron a decidir los cuartos en los que los niños iban a dormir.

Eran cinco, y con dos ya ocupados, JongSu sugirió que sus hijos durmieran en la misma habitación, y que Hyunah y JiMin se quedaran con las otras dos. Jacky anunció la hora de la cena y todos fueron a sus respectivos asientos, sirviéndose un calentito plato de fideos con salsa. Llegaba la hora de rezar, JongSu y Jacky se tomaron de las manos, intentando, de alguna forma, demostrarse apoyo. El mayor de los hermanos Park observó al menor.

—¿Seung? ¿No vas a comer tú?

Seung suspiró y negó, sonriendo sin ganas. —... Ya no. Que alguien comience por mí. —honestamente, se veía desinteresado en el tema.

Luego de un incómodo silencio todos cerraron sus ojos y Jacky comenzó a rezar, pidiendo por el bienestar de su familia, por estar yendo por el buen camino, disculpándose por lo que sea que hizo que su hijo muriera mientras su voz se le quebraba levemente. JiMin abrió sus ojos y se mordió el labio inferior, entre culpable e incómodo mientras observaba de reojo a su tía.

No soportaba aquello que ardía en su pecho, que no lo dejaba disfrutar de una simple cena. Ni siquiera tenía hambre. Llevó su mirada al resto de la familia, y no se sorprendió tanto al notar que su padre se encontraba observándolo fijamente. Intercambiaron miradas hasta que Jacky finalizó de rezar, y luego observaron sus platos, comenzando a cenar.

Todos charlaban entre sí, y los únicos que no hablaban eran JiMin y Seung. El rizado entendía el porqué. Sabía que su padre notó lo incómodo que éste se veía ante la mención de su primo, y probablemente lo sospechaba. Finalmente terminaron, y todos decidieron irse a sus respectivas habitaciones debido al cansancio del viaje y bajos ánimos.

Minutos después la cabaña estaba en completo silencio, lo único que se oía era el viento fuera. Hacía un frío infernal. JiMin se encontraba buscando en su bolso lleno de ropa su camisa blanca de mangas largas y pantalones holgados. A pesar de llevar puesta su camisa blanca, suéter bordó, pantalones negros y kickers, tenía demasiado frío.

Honestamente, no podía esperar a vestirse y meterse bajo las cobijas, calentito. Bostezó y se dirigió hasta el sofá individual de la esquina de la habitación, intentando no tropezar debido a que la luz estaba apagada. De todas formas iba a dormir ya. Dejó el bolso sobre el sofá y se inclinó a cerrarlo.

Un reconocible malestar comenzó a formarse en su estómago y se quedó congelado por unos segundos, intentando descifrar si era real. Lentamente comenzó a enderezarse y respiró profundamente antes de comenzar a girarse. Una silueta oscura y más alta que él apareció justo en frente, y pudo apreciar aquellos ojos celestes con un cuarto de rojo, los cuales le veían fijamente. Era el diablo.

Venía y no a por él, más bien, solo por él. Intercambiaron significativas miradas antes de que JiMin intentara tragar el nudo en su garganta. El rey del inframundo dió otro paso adelante, y tan solo los separa una pequeña corriente de aire.

—Yoo... —JiMin pudo soltar, aguantando el llanto, tan solo admirando la pieza de arte que había frente a él. Yoongi llevó su mano repleta de anillos a la mejilla del rizado y acarició con lentitud el hematoma que había en ésta, borrando el dolor pero sin poder borrar la marca.

Finalizó por suspirar lentamente, sin dejar de ver fijamente a su pequeño. Éste último notó que, nuevamente, el pitido había desaparecido. —He comprobado una duda que habitaba en mí. —dijo.

JiMin creyó morir al oír su voz. Probablemente sonaría muy exagerado, pero dos días habían sido dos eternidades. No podía seguir adelante sin la única persona que lo hacía sentirse vivo, incluso cuando muchas veces era la razón por la que podría morir. —No puedo pasar mucho tiempo sin verte. —confesó, y al rizado comenzaron a caerle lágrimas por las mejillas mientras sonreía débilmente.

Segundos atrás, antes de sentir aquel malestar en su estómago, estaba teniendo los peores días de su vida, pero el toque, la presencia y las palabras de su esposo lo cambiaron todo. —¿Mi niño favorito me extrañó?

JiMin rió corta y silenciosamente. —Te eché de menos. —dijo con su voz completamente entrecortada, aún sonriendo mientras sus lágrimas no paraban de caer y su barbilla temblaba levemente; claras señales de que quería llorar con todas sus fuerzas. El diablo sonrió egocéntricamente, de lado.

—¿Demasiado? —Demasiado, con todo mi corazoncito.

Su esposo suelta un silbido antes de acercarse más, rodeando la cintura del más bajo con sus fuertes brazos envueltos en aquella camisa negra abotonada hasta el cuello que siempre llevaba. —Eso es mucho. —susurra, y roza sus labios con los de su niño.

—Te necesité tanto, niño. ¿Te mencioné que el tiempo en el infierno es diferente? Para mí, han pasado meses sin verte.

—Aquí han pasado dos días, pero se sintieron como años. —responde JiMin, y no entiende porqué, pero su cuerpo comienza a temblar incontrolablemente.

Yoongi nota aquello y guía a su niño a la cama. Sabe lo indefenso que éste se sintió, el miedo que tenía de ser lastimado nuevamente y la culpa que cargaba al tener que hablar con la familia del imbécil que mató. A pesar de todo, había sido muy valiente, pero se merecía un descanso, se merecía alguien que contuviera su llanto y lo llenara de besos.

El diablo creía que JiMin merecía todo. Una vez lo acostó, se sentó a un lado y observó su pequeño cuerpo antes de comenzar a desnudarlo. Cada prenda que quitaba iba al suelo, y sus manos recorrían la piel dañada de su niño, curando el dolor de cada golpe. Se encargó de besarle suavemente la pancita cuando le quitó el suéter y desabotonó la camisa, de curarle el dolor de costilla y la muñeca que había estado rota y estaba lentamente mejorando.

Finalizó por ponerse sobre él, tapándolo con su cuerpo y llevando sus suaves besos a su cuerpo. La fragilidad, dulzura de éstos, y el calor que emanaban los brazos del diablo envolviendo su cuerpo lo hicieron, inevitablemente, comenzar a llorar dolorosa y silenciosamente. Yoongi simplemente lo mantuvo cálido en sus brazos, callándolo con bajos "shh" cerca de su oreja, dejando unos cuantos besos en ésta, como si fuese un bebé.

Era su bebé. Apartó su rostro del cuello del menor y le dió un suave beso en sus labios antes de volver a sentarse, tan solo para tomar la ropa de dormir que estaba estirada en la punta de la cama y comenzar a vestirlo lentamente. Una vez finalizó se acostó a un lado de su esposo e hizo un movimiento con su mano, provocando que las cobijas llegaran hasta él, tapando los cuerpos de ambos. JiMin sorbió su pequeña nariz.

—Te extrañé tanto. —dijo.

—Lo sé. —respondió el diablo luego de atraerlo contra su cuerpo.

Llevó su dedo índice y pulgar al mentón del rizado, alzando su rostro y besando sus labios lenta y profundamente, con ansias de sentirlo más. El rostro del niño permanecía quieto debido al agarre de su quijada, pero movía sus labios, intentando seguir el compás del diablo, y la manera en que su lengua acariciaba la suya propia. Sentía los cosquilleos en su pancita, las mariposas revoloteando en éstas ante lo exquisito que estaba siendo el beso.

Era como probar la fruta prohibida. Amaba la manera en la que el ente tomaba iniciativa, posesión. Le daba lo que quería, lo que necesitaba. Pasan los minutos y sienten que es tiempo de despegarse un poco, incluso cuando no es lo que quieren. Ambos se observan fijamente luego de unos segundos.

—¿Qué hiciste el tiempo que no estuve aquí? ¿Fuiste un niño bueno? —lo último lo preguntó de manera burlona.

No le importaría si su niño de vez en cuando fuese malo, solo no quería verlo triste. JiMin suspira y baja la mirada, avergonzado y haciendo trompita con sus labios mientras comienzan a mirar los dedos de su mano, moviéndolos. Está avergonzado. —Estuve... de un humor terrible.

Yoongi nuevamente silba, satisfecho. Le hubiese encantado ver eso, ya que siempre veía a su niño estar triste, o neutro, o pidiendo perdón. —Debió ser entretenido.

—Pues... le dije a mi hermana que se considere muerta cuando me molestó, y fui maleducado con mis papás. No respondí a sus preguntas, me la pasé callado y gruñéndole a todo el mundo. —dice, y se sonroja.

Yoongi deja un beso en la mejilla del niño. —Ése es mi niño favorito. —dice, y sostiene a JiMin, dejándolo sobre su propio cuerpo mientras bajaba sus manos a las nalgas del menor, presionándolas.

—Te habrás visto tan condenadamente caliente. —dice antes de darle un beso casto en los labios y dejar su nariz pegada contra la ruborizada mejilla del rizado.

—¿Los Castrati? —Ellos no me hablan, están de luto y saben que tengo algo que ver. —el diablo resopla ante aquello y parece querer opinar, pero JiMin decide cambiar el tema rápidamente.

—¿Qué hiciste tú?

Yoongi invierte las posiciones, dejando a su esposo bajo su cuerpo, viéndolo fijamente a los ojos.

—Tuve algunos asuntos de los cuales ocuparme. Más que nada, busqué a la cosa que quiere lastimarte. JiMin se tensó de inmediato. Le ponía nervioso que haya algo tras él, y tener noticias de ello.

—¿Le encontraste? —Estoy cerca. Es un demonio.

JiMin revolotea sus pestañas, completamente sorprendido. ¿Un demonio? ¿Qué quería un demonio con él? ¿Por qué quería dañarlo y matarlo? —Oh... oh, vaya.

—Torturé a muchos, y nadie sabe cuál es su nombre. Al parecer, trabaja solo. No habla con otros, y está en la tierra desde hace mucho tiempo como para reconocerlo. He ido en busca de tu amigo.

—¿JungKook? —su corazón comenzó a latir rapidísimo, temiendo lo peor.

—El otro. —Namjoon. —Lo he estado vigilando. No siento ninguna presencia con él, y si hubo, no ha aparecido en días.

JiMin sabía que Yoongi había vigilado a Namjoon debido a las sospechas del menor, y es que se veía bastante obvio. ¿Era posible que se haya equivocado? Y si no era así, ¿por qué lo haría? ¿Por qué invocaría a un demonio y haría un pacto?

—Tal vez yo estaba equivocado. Es decir... ¿Por qué Nam invocaría a un demonio? —decidió decir lo que pensaba. Tal vez Yoongi podría ayudarlo a resolver sus dudas.

—No encuentro una respuesta. Sin embargo, ¿por qué tú invocarías al rey del inframundo? —JiMin se queda en silencio ante aquello. Era verdad. Nadie era lo que aparentaba.

—Como ves, no somos lo que aparentamos.

No pudo evitar reír silenciosamente al notar que habían pensado lo mismo. ¿Acaso era el alma gemela del diablo? Aquello lo hizo meterse en una laguna inconclusa: decisiones o pensamientos sin respuesta, todos relacionados con su futuro y su esposo.

—Yoon... —Mh. —estaba muy ocupado comenzando a trazar húmedos besos en la piel del cuello de su niño favorito.

—Tú, bueno... —está nervioso. Baja la mirada cuando Yoongi se aleja un poco y lo observa, intrigado. —... Esto es serio. —¿Esto? —Nosotros. —Yoongi se queda callado, queriendo oír más.

—Yo... es decir, tú... ¿has pensado en el futuro? —No pienso en el futuro.

—N-Nuestro futuro. Nosotros dos, juntos.

El diablo nuevamente se acuesta a un lado del niño y lo atrae a su pecho, tomándole la mano la cual llevaba el anillo que le dió, comenzando a besarle los nudillos. —No lo he pensado, pero supongo que te he dicho un poco de él cuando te dí mi anillo. —dice.

El menor alza la mirada, y ambos se observan fijamente. —"Serás mío por siempre. Nadie se atreverá a tocarte, a menospreciarte ante mi presencia, hasta los siglos de los siglos." —no evita sonreír de lado.

—Amén. —se burla. JiMin ríe bajo y dulcemente, con un brillito en sus enormes ojos verdes.

—Lo recuerdas. —Por supuesto. Es el día en que declaré tu trono junto al mío.

Aquello lo hizo cohibirse un poco, y tal vez se asustó. Era extraño, y tal vez se asustó. Era extraño, extraño y muy en serio el tener un trono en el mismísimo infierno. No podía arrepentirse, no había vuelta atrás.

—¿Asustado, niño favorito? —No. Yo... ¿tendré que ir al infierno para estar contigo?

—No. Solo irás al infierno cuando tú quieras. De hecho, ya puedes.

JiMin asiente lentamente, pero segundos después se da cuenta de lo que su esposo dijo y se lo queda observando, quieto. —... ¿Qué?

—Como oíste.

¿Acaso... podía ir al infierno y regresar? ¿Sin morir? ¿Al verdadero infierno? Los nervios comenzaron a instalarse en su estómago, y la curiosidad crecía en su pecho.

—Si voy... —hablaba con cuidado debido a que estaba pensando en consecuencias. —... ¿Podría regresar? —Por supuesto, no estás muerto.

—Oh. —se queda callado mientras observa como Yoongi le besa la palma de la mano. —¿Lo permitirías? Quiero decir... ¿Permitirías que vaya?

El diablo deja de hacer lo suyo y vé fijamente a JiMin. Luce intimidante y hasta da un poco de miedo. Tal vez porque la respuesta que dará no es lo que realmente quiere decir. —Jamás lo prohibiría, pero no me parece buena idea. Hay mucha pureza e inocencia en ti, ver eso podría afectarte, aún más sabiendo que gente que conociste está allí,o que tu inservible progenitor lo estuvo por un tiempo. Siento que la culpa te carcomería. La culpa ya me está carcomiendo.

—Quiero ir. —responde, decidido.

En parte lo merezco. Merezco más culpa. Ambos se observan fijamente a los ojos por unos largos segundos. JiMin sabe que no es lo que Yoongi quiere realmente, pero también sabe que una parte de él no se lo negaría. —Vístete.

Ambos se levantan de la cama. JiMin básicamente corre a vestirse mientras Yoongi le da la espalda, observando por el ventanal que había en aquella habitación y daba a aquel patio trasero en donde había visto a su niño hace mucho tiempo.

—Toma otra prenda de ropa. —le dice a su esposo, el cual ya ha terminado de vestirse con la ropa que anteriormente llevaba puesta. JiMin acomoda sus rizos antes de observar alrededor. —¿Cualquiera? —Yoongi, aún de espaldas, asiente.

El rizado se gira y busca en su bolso con ropa cualquier cosa. Encuentra un calcetín. —Uhm, ¿literalmente cualquier cosa? —se gira nuevamente, y su respiración se detiene cuando nota que su esposo no estaba allí.

Frunce un poco el ceño y dar unos pasos al frente, aún con el calcetín en su mano. —¿Yoongi? Yoon... —el malestar sigue en su estómago. El diablo estaba allí.

Se giró nuevamente y se sobresaltó al chocar con el cuerpo de éste, llevando su mano libre a su propio pecho ante el susto. —Me asustaste.

—El calcetín servirá. —Yoongi responde, como si nada.

—¿Por qué te fuiste? —JiMin baja la mirada por instinto, y nota que el diablo trae un cuchillo en su mano izquierda.

JiMin se tensó de inmediato. No creía que Yoongi le hiciese daño pero, ¿le haría daño a alguien más? —¿P-Por qué traes eso?

—No es tan fácil como crees, tienes que mezclar tu sangre con la mía. — JiMin se le queda viendo fijo, algo dudoso.

—Me parece una gran idea si nos quedamos.

Segundos después, una vez más, el rizado vuelve a negarse a aquella propuesta. —No, quiero ir.

Nuevamente intercambian miradas en silencio antes de que Yoongi le tienda su mano. JiMin tuvo un pequeño recuerdo en el cual tomaba la mano del diablo y danzaban a la luz de la luna roja.

—Sígueme. —dice luego de que JiMin toma su mano, y ambos comienzan a caminar.

El ente se dirige por la casa como si la conociera, y JiMin supuso que es debido a que había inspeccionado si alguien se encontraba despierto. Fue entonces que llegaron al final de las escaleras, pero se detuvieron allí. Yoongi se puso frente a JiMin y desabotonó una de las mangas de su camisa, levantándola y dejando visible parte de su brazo con tatuajes.

Con el cuchillo, sin siquiera dudar ni un segundo, cortó un poco de su brazo. —Yoongi... —Tienes que cortarte. —dice al terminar, y toma el brazo de JiMin con cuidado, viéndolo fijamente.

—No dejes de verme fijo. —JiMin asiente y obedece.

Puede sentir el filo cortando parte de la piel de su brazo, y puede sentir la sangre saliendo, pero no siente dolor. —Va a arderte cuando dejes de verme. JiMin lo hace de inmediato, sin siquiera asimilarlo. El ardor comienza a picar dolorosamente en su brazo y hace una leve mueca, pero lo aguanta. Debe hacerlo.

Yoongi, aún sin soltar el brazo de su niño, pega el corte que éste lleva en su brazo con el corte que él mismo tiene en el suyo, combinando la sangre de ambos. El diablo dice unas palabras en un idioma inentendible, suenan suaves pero perturbadoras, y sus ojos lentamente se van volviendo más oscuros, bordós.

Finalmente se calla y aleja su brazo, quitándole el calcetín a su niño y poniéndose detrás de éste, cubriéndole los ojos con la prenda. —Vas a comenzar a bajar la escalera lentamente. Son tan solo doce, y a partir del seis voy a tomar tu mano, así que extiéndela. —dice, tomando una de las manos del niño para acomodarla en la baranda de la escalera, y estirando el otro brazo para poder tomarlo. Se aleja y baja las escaleras, posicionándose en el sexto escalón.

—No te asustes por lo que sea que sientas, y una vez estemos allí, no te separes de mi. ¿Entendido? —Entendido. —repite.

—Ése es mi niño. —el diablo halaga mientras se baja la manga de la camisa, abotonándola nuevamente. —Comienza.

JiMin toma una profunda y temblorosa respiración antes de comenzar a bajar lentamente. Cada vez que baja un escalón, Yoongi dice algo en aquel inentendible idioma, se oye como si estuviese contando de la manera más terrorífica que oyó en su vida. Sus manos comienzan a temblar y pierde la cuenta, pero sabe que ha llegado al último escalón debido a que el diablo lo sostiene de la mano.

Ambos continúan bajando, y JiMin retoma la cuenta, ignorando lo que Yoongi continúa murmurando. Comienza a sentir cosquilleos en su pancita cuando nota que ya han pasado los doce escalones, y siguen bajando, y bajando. Fue extraño. Al principio se sentía como si una pared de fuego estuviese a centímetros de él y el calor apenas lo dejara respirar, luego comenzó a oír silbidos y voces que cada vez se volvían más fuertes, insoportables.

El pitido iba aumentando lentamente en ambos oídos hasta solo oír aquello, y finalmente el silencio llegó. Comenzó a sentir frío, y seis escalones después finalmente se detuvo. Tan solo se oía su entrecortada respiración.

Un fuerte "¡Piiii!" hizo que diera un salto en su lugar, seguido de algo que sonaba a puertas pesadas de hierro puro abriéndose. Siente al diablo soltar su mano y traga saliva con fuerza mientras la venda es retirada. Parpadea unos segundos y observa algo de lo que ya anteriormente había oído, pero verlo era completamente diferente.

La habitación era algo angosta y bastante larga, completamente blanca y con luces que parpadeaban un poco. Lucía como un hospital. Una larga fila de costado hasta el final de la habitación, gente de cualquier edad, incluso niños de no más de ocho años, pálidos, podridos y neutros, con la vista fija al frente y avanzando tan solo un paso. Se oía una risa macabra a lo lejos.

—Hemos llegado justo para ver cómo avanza la fila. —dice Yoongi entretenido, ya a un lado de JiMin.

Ambos se ven, el diablo continúa con sus ojos rojos y pupilas muy dilatadas. Da miedo, pero, sin embargo, le dirige una encantadora sonrisa a su esposo.

—Bienvenido al infierno.

Su... ¿segundo hogar?




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Cuenta cuenta, como es¿?


no te olvides de votar y comentar oki?


gracias por el apoyo a esta historia. 


me alegro de saber que os gusta esta adaptación~


nos seguiremos leyendo en mis demas historias, besitos!!


TQM!!


MinMin.


...


feliz cumpleaños @LeslyLopezsolis <3 que tengas un feliz cumpleaños jejeje!!

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