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XV

¿Podría retomar todo nuevamente si alguna vez salía de allí? Estaba siendo carbonizado, mutilado, destripado una y otra, y otra, y otra vez ¿Su piel? Ya no estaba, y podía ver los pedazos de ésta en el aire a pesar de la oscuridad en el lugar, todo gracias a los fuertes relámpagos que partían su cráneo ante la intensidad de la repentina luz.

Se encontraba desnudo, amarrado a una especie de telaraña hecha con fierros oxidados y puntiagudos. Gritaba, y nadie lo oía. Podía oír a más gente gritar, pero ninguno se oía entre sí cuando intentaban decir algo. Todo allí eran lamentos, sollozos fuertes, quejidos y la inevitable soledad. De vez en cuando, todo se apagaba y le daba mucho sueño.

Cuando sus ojos se cerraban, estaba nuevamente en la tierra, pero no en 1967. Siempre eran diferentes tiempos: su infancia, su adolescencia, su boda, situaciones con sus hijos... y todas eran pesadillas. Inevitables pesadillas, las cuales convertían buenos momentos en traumas permanentes. Habían pasado más de setenta años.

¿Todo seguiría igual fuera? ¿Todos estarían viejos? ¿Volvería a su cuerpo, en la tierra? Y lo importante... ¿Volvería completo? Porque su alma... su alma no solo había sido sumergida en aquel mar de fuego llamado La Fosa, calcinada una y otra vez sin arrepentimientos. ¿Sería tan fuerte como para resistirlo?

Habían pasado dos semanas desde lo ocurrido: JiMin y Yoongi eran esposos. Los días habían estado extrañamente bien, y cuando Eunji le preguntó a su hijo sobre el anillo él mintió, diciendo que tan solo era un anillo que compró en una tienda a la cual tuvo que ir a acompañar a JungKook. Por algún motivo, luego de decir aquello Hyunah rió secamente, y el rizado tan solo la miró fijo por unos segundos, intentando analizar a su hermana, saber si ésta sospechaba algo.

¿Cómo podría? Cuando Yoongi le propuso matrimonio estaban en un parque, Hyunah estaba en la escuela y ni siquiera quedaba en la misma zona. Era más posible que su madre los encontrara a que los encontrara su hermana. En el pasar de las semanas JiMin se había vuelto paranoico, creyendo que todo el mundo con el que hablaba sabía algo sobre Yoongi. No temía por él, temía por el diablo.

A pesar de que éste le había confesado que los exorcismos no le afectaban, tan solo lo regresaban al infierno, pero podría volver muy fácilmente, el rizado se abrazaba a él y quedaba en silencio, transmitiéndole su miedo sin decir ni una palabra. Yoongi le confesó cómo funcionaban las cosas luego de que JiMin le hiciese unas simples preguntas. ¿Cómo era el infierno?

"—Claramente no es la típica imagen de fuego, velas rojas, y un trono donde todos se inclinan ante mí. No es una casa, tampoco es un lugar en sí. —comenzó, con su mirada fija en el muslo del menor y en cómo su mano repleta de anillos de oro acariciaba aquella suave y pálida piel, de vez en cuando haciendo una leve presión.

—Hay muchas maneras de pasar la eternidad en el infierno, y todas son obligatorias. —¿Por ejemplo?

Suspira. Por algún motivo no lo hacía sentirse orgulloso con JiMin. —Me he tomado la molestia de observar a los mundanos, y entre aquello noté que lo más les molesta es esperar. Esperar en una fila de un banco, de una tienda, de cualquier cosa. No pueden soportarlo. Cuando un alma va al

infierno va a verse a sí misma en una fila larguísima, y depende de lo malo que haya hecho esa alma, pasará el tiempo que el demonio que se encarga de aquella área decida.

—Vaya... ¿Y qué pasa cuando finalmente terminan la fila?

—Vuelven al principio. Como dije: depende de lo que hayan hecho. JiMin asiente, tan solo eso.

No puede reaccionar diferente, no puede fingir no estar asustado. Inconscientemente se acurruca más en Yoongi, y éste lo recibe envolviendo un brazo en su cintura y otro bajo los muslos, acariciándolo. El rizado refriega su naricita contra el pecho desnudo y tatuado del diablo, y respira profundo un par de veces antes de planear volver a hablar.

—... ¿Tienes un determinado tiempo en el que te lleves mi alma?

Yoongi se queda en silencio, y eso provoca que todo el cuerpo del menor se ponga tenso, alerta. Detestaba aquello: estar tan tranquilo en los brazos del amor de su vida, sentirse tan protegido y de repente... se congelaba del terror. No terror a él, sino a la situación.

—Creí haberte aclarado que tuve que haberme llevado tu alma hace tiempo. —dice con calma, pero el niño no siente que sea así.

Lo suelta y lo empuja para que quede boca arriba, y el ente se pone sobre su cuerpo. Ambos se observan fijamente, y JiMin una vez más se sumerge en aquel océano azul, sin ignorar tampoco el pedazo bordó. Amaba los ojos de Yoongi.

—Nos casamos. —Si. —No tengo la intención de llevarme tu alma... pero sería inevitable si lo hiciera. A JiMin se le corta la respiración. —¿C-Cómo?

—Si yo me fuese, es decir... definitivamente de tu lado. Decidiese no volver, despegarme de todo lo que tenga que ver contigo... sería inevitable para mí el no llevarme tu alma. —fue escalofriante la manera tan neutra en la que lo dijo.

—Ni por más que pusiese todas mis fuerzas. Es algo inevitable, ya que un trato es un trato, y a pesar de ser el diablo no puedo controlarlo. Es la manera en la que se hacen las cosas.

JiMin tragó saliva con fuerza, asintiendo luego de unos segundos y quedando en silencio, tan solo parpadeando. Yoongi pudo sentir el susto, la desesperación y ansiedad que rasgaba el pecho de su niño. Le dió un suave pero profundo beso en los labios antes de volverlo a mirar a los ojos.

—No es necesario que te asustes. —dijo. —Porque yo jamás me iré.

El labio de JiMin temblaba levemente mientras asentía dudosamente, bajando la mirada unos segundos antes de volverlo a ver. —¿Nunca me dejarás solo?

La mano de Yoongi fue a la mejilla de JiMin, acariciándola antes de volver a besarlo en los labios, comenzando un lento beso. —No, nunca te dejaré solo.

Ambos se taparon con las sábanas debido a la fría noche que podría enfermar al rizado, y se limitaron a dejar de pensar y comenzar una exquisita sesión de besos." Decidió despejarse un poco de todos aquellos temas del infierno, del alma, de su padre, posible culpable de asesinatos, etc.

Hoy se cumplían 66 –que ironía– años de que la iglesia continuaba "brindando sus servicios". En el aniversario de ésta siempre hacían un tipo de kermés: juegos, comida, premios y, por supuesto, una misa. Este año le tocaba a su madre, finalmente, poner su puesto de comida ante la aprobación de las personas de la iglesia.

Sus pasteles eran exquisitos, al igual que sus galletas con chispas de chocolate. Se encontraba muy feliz, y cuando finalmente terminó de preparar todo se fueron hacia el auto.

Su padre –que en realidad no es su padre– lucía, no solo más alegre que su verdadero padre, sino que hasta más amigable. No es que Seung no lo fuese, pero era un poco más cerrado. El demonio lucía hasta feliz de estar dirigiéndose a una junta religiosa. JiMin solo esperaba que no sucediera nada malo.

Finalmente llegaron, y todos ayudaron a su madre a acomodar sus pasteles en la mesa, y su cartel con los respectivos precios. Todo el dinero que las personas recaudaban iría a un orfanato que quedaba en las afueras de la ciudad. Era uno oculto, olvidado dentro de un bosque. Bastante triste, a decir verdad.

Cuando finalizan y los precios de cada cosa están en orden, Hyunah decide ir con su grupo de amigas del colegio así que JiMin, no sin antes preguntarle a su madre, se dirigió en busca de JungKook. De seguro estaba allí y, si lo conocía bien, también estaba seguro de que se encontraba frustradísimo intentando ganar algún premio de los juegos. Entre todas las alegres personas que se encontraban en aquel lugar JiMin pudo admirar la naturaleza.

Estaban en el patio trasero de la iglesia, el cual era grande, espacioso, al aire libre por completo. Había un recorrido de piedras, una preciosa cascada con palabras en latín y un tipo que JiMin no reconocía, y un bosque a lo lejos al cual nadie iba porque dejaba de ser territorio de Dios, pero se veía hermoso también.

Embobado por la belleza de lugar se sorprendió cuando chocó con un cuerpo más alto que él. Rápidamente subió la mirada para disculparse, pero la sonrisa que se avecinaba en los labios del señor Park no le permitió hablar, porque sabía que éste comenzaría la eterna charla.

—¡JiMin! Gusto verte, muchachito. —se oía alegre.

A JiMin le agradaba muchísimo el padre de su mejor amigo, solo era un problema cuando éste no paraba de hablar... nunca. —Es un lindo día, ¿verdad? —JiMin asintió tímidamente y vió alrededor. —De seguro estás buscando a mi hijo. —De hecho, si.

—Está con otro muchacho intentando ganar premios. Pasé hace un rato por su lado: estaba muy frustrado. Yo le dije y no paré de decírselo en el camino: "JungKook, hijo. Vamos a pasarla bien, no te pongas como niño de cinco años a jugar e intentar ganar peluches", pero él no puede controlarlo. Es como una adicción. —JiMin rió. Lo que supuso era verdad.

—Oh, por cierto. ¿Son verdad los rumores?

—¿Mh? —por algún motivo, se puso tenso de inmediato.

—¿Qué rumores?

—Oí que tu madre puso su puesto de comida, por primera vez. Me agradaría mucho comer algo.

—Oh. —suspiró, soltando una risa nerviosa y baja en la exhalación.

—Sí, está por allí. Tiene muchas cosas. —apuntó en la dirección en que se encontraba su madre. —¿Dónde está JungKook?

—Sigue como venías, en algún puesto a la derecha. Ahora, si me disculpas, voy a gastar mi dinero en pasteles y budín de pan. —la emoción del hombre hizo reír a JiMin antes de que se despidieran y continuaran su camino.

Finalmente reconoció a JungKook unos puestos más adelante, concentradísimo en un juego donde había que lanzar una bola blanca hacia unas latas rojas, tirando tan solo tres. Ni una más, ni una menos. A medida que se acercaba pudo reconocer a Namjoon de pie junto a éste, con sus brazos cruzados y suspirando. Una bonita chica de cabello rubio y ojos oscuros estaba a un lado, y observaba atenta los movimientos de su mejor amigo.

—JiMin. —Namjoon saludó, formando una sonrisa y dejando de cruzar sus brazos.

—Me alegra que hayas venido.

—Gracias, Nam. ¿Cómo estás? —preguntó de manera educada, recibiendo una respuesta positiva antes de ver a JungKook y volver a ver a Namjoon nuevamente.

—¿Cuánto tiempo lleva igual? —He estado de pie a su lado desde que llegué. —respondió, y ambos rieron.

La chica rubia pareció despertarse un poco, dejando de observar a JungKook y llevando su mirada oscura hacia JiMin. Una bonita sonrisa se formó en sus labios e, inevitablemente, sus mejillas se sonrojaron.

—Tú... Tú eres JiMin, ¿verdad?

—Si. —respondió tímidamente, y estrechó la mano de la chica luego de que se la tendiera.

—Soy Somin. —se presentó. Ambos alejaron sus manos y JiMin sonrió de lado.

—Es un placer.

Somin suspiró, embobada. Lucía dulce, y lo parecía. Llevaba una falda larga rosa pálido, y una camiseta blanca metida dentro de ésta con unos zapatos haciendo juego. Su cabello era realmente lacio y lucía muy suave. —El placer es mío. —respondió. Su voz también era dulce.

—¿Cómo es que jamás te había visto por aquí?

JiMin negó y vió de reojo a su amigo, el cual parecía más concentrado en la conversación que en el juego. —Uhm, tal vez me viste pero no me notaste. Me sucede seguido. —rió tímidamente, bajando la mirada con un poco de vergüenza antes de volver a verla.

—Te aseguro que si te hubiese visto antes lo hubiese notado. —la chica dice.

Un furioso sonrojo se hace presente en las mejillas del rizado mientras las cejas de Namjoon se alzan ante aquella situación. Nunca había visto a JiMin tan sonrojado. JiMin agradece tan bajo que no sabe realmente si Somin lo oyó y se acerca más a JungKook cuando éste pierde nuevamente, se queja y saca nuevamente dinero, prácticamente arrojándoselo al hombre del puesto, el cual no paraba de reír disimuladamente.

—Kook. —llamó a su amigo bajo, dulce.

—JiMinie.

—Tu padre me dijo que estás aquí desde que llegamos.

—No, no lo estoy.

La mirada del rizado va hacia Namjoon y Somin, los cuales asienten con la cabeza y mueven sus labios, diciendo silenciosamente "si, lo está". Nuevamente la mirada verdosa del niño con rizos va a su amigo, el cual luce más serio de lo normal.

—Yo creo que sí. Deberíamos ir a dar una vuelta.

Su mejor amigo suspira, intentando eliminar toda la frustración que se encuentra en su ser por haber desperdiciado tanto dinero y, con ira, arroja la pelota, derribando exactamente tres latas. Todos quedan inmóviles, y el hombre del puesto rueda los ojos antes de decirle de mala gana al adolescente que escoja un premio.

—¡Gané, maldita sea! —exclama, recibiendo miradas de reproche ante el insulto en un lugar sagrado. JiMin ríe con alegría mientras JungKook se gira a ver a Somin.

—Escoge uno.

A la chica comienzan a brillarle los ojos, más que sonrojada y observando los premios. Tímidamente señala una muñeca mediana, algo escalofriante pero parecida a ella misma. El hombre le da su premio, murmurando un "que Dios les bendiga" antes de darles la espalda, hablando con otra persona. Comienzan a caminar, observando el lugar, recorriéndolo.

JiMin, por primera vez en mucho tiempo, se encuentra teniendo un día bastante normal. Finalmente, luego de comprarse cada uno un pastel de chocolate –excepto JiMin, que prefirió una bolsa de galletas– y refrescos, se sentaron en la fuente. Namjoon, Somin, JungKook y JiMin.

Los dos primeros adolescentes se encontraban en una charla entretenida, hablando sobre que querían comenzar una campaña para detener el racismo, justificando cada cosa que opinaban, y lo que podrían opinar los demás de manera errónea.

—Mierda, no quiero estar aquí. —JungKook le susurró a JiMin.

Ambos se observaron por unos segundos fijamente a los ojos. —¿Por qué? —JiMin le tendió su bolsa y el adolescente tomó una galleta a la par en que le daba una cucharada de su pastel de chocolate al rizado. Luego de masticar y tragar, JungKook se encogió de hombros.

—Bueno, para empezar: la he pasado tan bien en la fiesta de halloween que, no lo sé, esto me resulta... deprimente. Tal vez alegre a muchos pero es que... a mí no.

—Entiendo. —asintió.

Desde que Yoongi estaba en su vida JiMin sentía que nada más lo hacía tan feliz, incluso estando mal. —Y me he pasado el día intentando... —carraspeó su garganta, bajando su voz.

—... intentando tirar una cantidad exacta de latas para ganarme esa fea muñeca y dársela a Somin. —bajó su voz, inclinándose hacia su amigo.

— Pero además de que no he encontrado una forma de invitarla a una malteada, llegaste tú y pareció embobarse así que... —suspiró y nuevamente se encogió de hombros.

—... toda tuya.

Las cejas de JiMin se alzaron y observó de inmediato a JungKook con indignación y reproche. ¿Qué? Intentó pensar en algún momento en donde Somin se viese interesada en él de una manera más sentimental, pero no encontraba. ¿Era tan iluso para no darse cuenta o su amigo estaba exagerando?

—Uhm... no, gracias. No me gusta.

Ahora JungKook se vé indignado, devolviéndole la mirada a su mejor amigo. —¿La has visto? —se lamenta cuando alza un poco la voz, y ambos adolescentes se fijan en Somin y Namjoon, pero éstos parecen bastante entretenidos.

—Si. Es adorable. —dijo JiMin, asintiendo antes de volver a ver a JungKook.

— Pero no me gusta. Podía ayudarte con ella.

Los ojos de JungKook brillaron un poco. —¿En serio harías eso por mí? —Haría más que eso. Eres mi mejor amigo.

El castaño sonríe. —Si, yo también estoy enamorado de ti. —bromea, y ambos comienzan a reír.

JiMin se detiene cuando el malestar se hace presente en su estómago y siente una brisa que le estremece todo el cuerpo. Parpadea, viendo alrededor con ilusión, y observa a Yoongi a unos metros, entre medio de la gente y con su semblante serio, viéndolo fijamente. Intenta no sonreír por la felicidad y se pone de pie.

—Kookie, voy al baño. —dice, sin apartar la vista del diablo a lo lejos.

Su amigo confirma haber escuchado aquello con un murmullo y JiMin comienza a caminar lentamente, intentando disimular mientras aprieta la bolsa de galletas contra su pecho. Pasa lentamente por un lado del diablo, el cual camina a la par luego de aquello. JiMin mira a la gente a su alrededor, notando que nadie le pone atención y preparado para hablar.

—¿Yoon? ¿Qué sucede? —habla bajo, apenitas audible.

—¿Todo... todo está bien? —Si, solo quería verte. Te estás divirtiendo. —JiMin asintió.

No se estaba muriendo de diversión, pero estaba teniendo un día bonito. —Te echo de menos.

Yoongi parecía estar a punto de responder, pero vió algo no tan lejos de ambos y negó lentamente.

—Qué clase de repulsivos humanos organizan cosas como éstas.

JiMin observó y sintió como le daba un vuelco el corazón. Habían cuadros de los dos bravucones de la escuela con muchas flores rodeándolos. JiMin no pudo evitar carraspear un poco su garganta ante el nudo que se formaba en ella, y Yoongi estaba molesto. Sabía que aquello aún le afectaba a su niño favorito.

—Malditas pestes. —murmuró, y con un suspiro provocó que un fuerte viento apagara las velas y provocó que los cuadros cayeran de las mesas al igual que algunas flores. JiMin negó antes de girarse para caminar. No quería verlo.

Se detuvo de golpe cuando el padre William le dió un susto tremendo, posicionado frente a él y viéndolo fijamente con semblante serio. —Park JiMin. —dijo.

Miró detrás del niño un segundo antes de volver a verlo. —Deberíamos de hablar. Se giró y comenzó a caminar hacia la entrada trasera de la iglesia. JiMin miró a Yoongi antes de que ambos lo siguieran, subiendo los escalones y deteniéndose cuando estuvieron frente al padre, el cual miraba a JiMin con reproche, indignación.

—... ¿Qué hace él aquí? —los ojos de JiMin se abren más de la cuenta mientras comienzan a sudarle las manos y los latidos de su corazón se aceleran.

—¿Q-Quién?

El reproche en su mirada aumenta, y JiMin lucha para no ver hacia otro lado. —Puedo verlo, y me sonríe. ¿Qué está planeando? Nadie está molestando a nadie.

—No está planeando nada. —rápidamente el rizado defiende a su esposo.

—Solamente quería verificar que yo me encontraba bien, si nadie me molesta o sucede algo.

El padre William niega con la cabeza. —¿Qué puede molestarte aquí? ¿Cómo siquiera puede estar aquí? Esto es territorio sagrado.

La risa baja, ronca y escalofriante de Yoongi se hace presente. JiMin niega, acercándose un poco más al diablo y tomándolo de la manga de su camisa negra con cuidado. —P-Por favor, hable con cuidado o esto no va a acabar bien. —JiMin dice en un tono dulce, bajo.

—No le tengo miedo, estoy protegido y él lo sabe. —dice, observando fijamente al diablo y como éste continúa sonriéndole.

—Si, pero no estoy seguro de que todos aquí estén igual de protegidos que usted, así que por favor deje de hablar así. No va a tolerar que le falte el respeto. —es la primera vez que Yoongi oye a su niño favorito hablar con molestia, si llorar ni estar dolido.

Le gusta y no evita alzar y bajar las cejas, observándolo antes de volver a observar al cura. —¿Sabe cómo se llama eso, padre? No ser egoísta y pensar en los demás. —dice Yoongi tranquilamente, guiñandole un ojo antes de que el padre nerviosamente vuelva a ver a JiMin.

—Bien. No hablaré de más, pero no quiero que tú estés aquí. —dice.

La firmeza que JiMin usó anteriormente para hablar se evapora, y ahora Yoongi puede sentir la tristeza del niño, el como su día feliz se escurría de sus manos. Le molestó. —La gente va a sentir su presencia y se va a espantar. Tú no puedes sentirla porque estás acostumbrado.

Se equivocaba. JiMin podía, pero no la sentía tan intensamente. Asintió lentamente, bajando la mirada. Se iría a su casa y estaría con Yoongi. A pesar de que eso lo hacía feliz, ésto no. Se sentía repudiado en su entorno. Yoongi rueda los ojos.

—Está bien, me iré. —dice.

JiMin alza la mirada y le agradece con una sonrisita apenitas visible. Da un paso para estar a centímetros del padre William y lo vé fijamente a los ojos. —Pon muchas velas de santos en tu casa, tal vez te ayuden a no encontrarte con tu esposa muerta de su lado de la cama.

Con tan solo parpadear, el diablo desapareció, y JiMin dejó de sentir aquel malestar en su estómago. Observó al padre William con algo de vergüenza, pena. —Yo... lo siento. —se disculpó sin mucha gracia.

—Eres un buen niño, JiMin. Él no lo vale, y sabes cómo ésto va a terminar. — dijo antes de darse la vuelta y adentrarse a la iglesia. ¿Lo sabía?

Mientras iba en busca de sus amigos no dejaba de pensar en que Yoongi no le pudo dar ni un besito, ni tampoco tocarlo. La única vez que se tocaron fue cuando JiMin le sostuvo de la manga de su camiseta, pero ni siquiera hubo un mínimo contacto con sus pieles.

Ahora, de su cabeza no salía aquella necesidad de tenerlo, sentirlo. Quería ser besado, sostenido y acariciado por el diablo con urgencia. No sabía cuánto iba a durar coherente. Llegó a la fuente y todos se encontraban allí, solo que Namjoon anotaba algo en su pequeña libreta mientras que JungKook y Somin conversaban más cerca de lo normal.

JiMin no pudo evitar sonreír un poco mientras se acercaba y se sentaba a un lado de Namjoon, el cual rápidamente dejó de anotar y cerró su libreta, guardándola para observar al rizado con una sonrisa.

—JiMin. ¿Dónde estabas?

—Fui al baño. —respondió, tendiéndole su bolsa de galletas a su amigo, el cual negó.

—No, gracias. Probé los pasteles de tu madre, están deliciosos. Es muy buena cocinera. ¿Dónde aprendió a cocinar así?

Pero JiMin no respondió, su ceño estaba fruncido mientras miraba fijamente el rostro de Namjoon. Éste último estaba más delgado, ojeroso, pálido... ¿Podría ser...? —Uh, ¿JiMin? ¿Todo en orden? —preguntó, sintiéndose un poco incómodo por la manera en que el menor lo observaba, como si estuviese analizándolo por completo.

—¿Nam? Tú... ¿Te encuentras bien? —preguntó, temiendo la respuesta que seguramente obtendría.

El de ojos castaños parpadeó lentamente, procesando las palabras de su amigo antes de reír bajo, nerviosamente y bajando la mirada. —Oh, si. Si, estoy bien. Si lo dices por mi rostro, es porque no he dormido bien en éstos días.

Oh, no... Mentía. JiMin decidió terminar el tema allí. Las horas pasaban, la noche llegó y todos brindaron excepto el niño de rizos, que se encontraba un poco más alejado. Sin que nadie lo viese decidió adentrarse al bosque, intentando no caer debido a que estaba bastante oscuro.

Cuando se alejó un poco más finalmente suspiró, apoyándose contra un tronco de uno de los miles de árboles allí y sintiendo el malestar volver a su estómago. De reojo veía al diablo parado allí. —¿Por qué mi niño favorito está aquí, tan solo? —dijo.

JiMin alzó un poco la mirada, viéndolo fijamente a los ojos mientras el mayor se acercaba a su esposo hasta acorralarlo contra el tronco y su propio cuerpo. Llevó una mano a la fría mejilla del rizado, el cual se inclinó ante el toque y cerró sus ojos, alzando más el rostro. —¿Qué es lo que te preocupa?

—No quiero hablar de eso, Yoon. —susurra, casi pidiendo disculpas y vuelve a abrir sus ojos, perdiéndose en los del diablo.

Se pone de puntitas de pie mientras sus brazos rodean el cuello del más alto y roza sus labios contra los del ente. —Hoy...

—¿Si? —No me has dado ni un beso pequeñito. —dice con vergüenza y algo de tristeza.

Yoongi sonríe de lado sin besar a su niño favorito, torturándolo con caricias en sus labios con los propios. —¿Y tú querías un beso? —dice, fingiendo no darse cuenta de aquello. JiMin asiente, embobado y cerrando sus ojos.

—¿Solo uno? —No.... más.

El diablo alza las cejas, llevando sus brazos para rodear la cintura del menor. —¿Más? ¿Solamente míos? ¿De nadie más?

—Tuyos, siempre... —estaba realmente sonrojado, pero agradecía la oscuridad del lugar. Yoongi da una lamida sobre los labios del menor, el cual suspira temblorosamente.

—Buen niño. —dice, y finalmente acorta la distancia y le come la boca al rizado.

El compás era lento y profundo, con JiMin ladeando su cabeza y moviendo sus deditos detrás de la nuca del ente, el cual apretaba las yemas de sus dedos repletos de anillos sobre la piel del menor. El beso fue prolongado, algo ruidoso, todo lo que JiMin necesitaba. La lengua del diablo se adentró a la boca del niño, el cual no pudo evitar soltar soniditos cuando ambas lenguas se tocaron, acariciándose.

Se apartaron unos minutos después debido a que todo estaba más subido de tono y Yoongi necesitaba saber qué era lo que le preocupaba a su niño favorito. Podía oler mezclado en su aroma la preocupación, la tristeza, la necesidad. —Dime qué ocurre.

—N-No es... no es nada. —abrió sus ojos, revoloteando las pestañas con rapidez por unos segundos, mirando hacia otro lado.

—JiMin. —le llamó, y observó fijamente los ojos del diablo. —Puedo notar que me ocultas algo. Dime qué ocurre, o comenzaré a pensar que alguien te puso sus manos encima y voy a quemar todo éste lugar.

—No, no. Tranquilo. No me tocaron. Hoy fue un día bonito. —rápidamente dijo para calmar al diablo, el cual se puso tenso pero, de todas maneras, se aferró al niño aún más.

—Yo solo me preguntaba... ¿Tú haces tratos con más personas?

Yoongi asintió tan solo una vez. —Por supuesto.

El nudo en la garganta de JiMin comenzó a formarse lento, dolorosamente. —Oh. —tragó saliva con fuerza. —¿Qué tipos de tratos?

—Los que ellos quieran. —¿Alguna vez han pedido... estar contigo? —Si.

El dolor en el pecho del niño se intensificó un poco, temiendo oír lo peor. —¿Y qué... qué hiciste?

—Lo cumplí.

—¿Sigues... haciendo ése tipo de tratos con personas? —En efecto, si. —respondió, como si nada.

La mirada de JiMin comenzó a apagarse un poco, y el ceño de Yoongi apenas se frunció al sentir la oleada de tristeza, decepción, casi como si le rompiesen su propio corazón el cual, hace tan solo un par de meses, creyó que no existía.

Yoongi continuaba acostándose con personas, repitiendo una y otra vez que era el diablo, que podía hacer lo que quisiese pero, por algún motivo, no podía no cumplir aquello. Se soltó de inmediato del diablo, sin creerlo.

¿Necesitaba hacer más preguntas? ¿Decirle directamente "Yoongi, te acuestas con miles de personas que requieren de tus servicios mientras te casaste conmigo"?

—Estás entendiendo mal. —rápidamente dijo Yoongi al ver el dolor en los ojos verdes de su esposo, y lágrimas que no tardarían en salir.

—Las personas que solicitan de mí solamente me ven una vez. Sea lo que sea que pidan, solo una vez, en sus sueños.

—¿Así que te acuestas con ellos en sus sueños? —no pudo evitar decir el rizado, con la voz rota.

—No. —responde de inmediato el ente. —Lo he hecho, por supuesto. Pero cuando te conocí a ti... no pude.

JiMin parpadea y deja fluir las lágrimas contenidas, observando al diablo. Luce perdido. —¿No? —intenta no sollozar mientras el diablo niega.

—No. —repite. Se acerca más y roza la punta de su nariz con la de su niño. —Los manipulo. Les envío un demonio cualquiera que los haga creer que están negociando conmigo. —aclara.

La respiración de JiMin se vuelve calmada nuevamente, y se muere por llorar. —Niño... te di mi maldito anillo.

JiMin baja la mirada intentando no sollozar. Se había llevado el susto de su vida, hasta podía sentir su corazón roto incluso luego de que el diablo le confirmara que no estuvo con nadie. —Una persona cercana a mí está siendo poseída. No se lo merece.

Yoongi lo observa por unos segundos. —Si está siendo poseída y aún no ha matado a nadie significa que él hizo un trato. —dijo con calma.

¿Namjoon haciendo un trato? ¿Por qué lo haría? JiMin negó. No. Estaba mal. —No importa si él lo hizo o no, es una persona excelente y no se merece terminar muerto e ir al infierno. —el niño justificó.

Ahora Yoongi se veía un poco molesto. —¿Y tú si lo merecías? —reprochó mientras ambos, nuevamente, se observaban fijamente.

—... Es diferente. —susurró JiMin luego de unos segundos, bajando la mirada. Tal vez no lo merecía al principio, pero ahora... ahora se merecía lo peor.

—Te aseguro que eres uno de los humanos más inseguros de sí mismo que alguna vez conocí. Nunca creerías que podrías llamar mi atención, incluso sigues sin creerlo ahora así que no hay manera de que me llamaras creyendo que esto sucedería. ¿Qué es diferente entre esa persona y tú? —preguntó.

Era la verdad. JiMin era demasiado inseguro de sí mismo, y le gustaba, claro. Pero detestaba cuando éste se echaba toda la culpa de las acciones malas que el ente hacía.

—Es una buena persona, y yo no lo soy. —respondió el rizado con firmeza, completamente convencido y alzando la mirada para ver nuevamente al amor de su vida, el cual parecía tranquilo, pero no sonaba igual.

—¿Cómo puedes referirte a ti de esa manera? —dijo, ofendido.

Era increíble cómo se encontraba defendiendo a su esposo... de su propio esposo. —JiMin, tú eres puro. —el niño negó. —Una persona pura no mata a tres personas, ni envía a su propio padre al infierno.

Yoongi le dió un lento y suave beso en los labios. Quería curar toda culpa, todo mal sentimiento pero, maldita sea, era el diablo. —Podríamos conversar sobre ellos cientos de veces y, créeme, mi respuesta sería la misma: la responsabilidad es mía. —siempre que podía se lo repetía, porque era la verdad.

Por supuesto que Yoongi sabía por qué JiMin sentía culpa: éste último había traído al diablo a la tierra –cosa que estaba mal porque el ente subía de vez en cuando antes de estar con el niño– sabiendo que el rey del inframundo ni iba a dar solo un par de sustos. JiMin lo sabía, y sentía que era su responsabilidad debido a que él llamó a Yoongi.

—No lo es... es mía. E-Es mi culpa, yo lo siento. —su voz se entrecortó y más lágrimas cayeron por su rostro mientras bajaba aún más la cabeza. Era la primera vez que lo decía en voz alta.

—Lo sientes mal. —dijo Yoongi, abrazando más contra su pecho a su niño favorito.

—¿Me has mentido? —... ¿Q-Qué? —¿Eras tú el que me rogó por no enviar a tu padre al infierno?

—Si. —respondió apenitas audible, limpiando sus lágrimas y refregando su rostro contra el pecho de Yoongi, como un gatito necesitado de minutos.

La boca del diablo fue a su cuello, besando delicadamente porciones de piel antes de que su boca quedara cerca de la oreja del niño. —¿No eras tú el que enloqueció cuando vió a las personas que iban a dejar que te ahogaras en un lago muertas? —susurró.

—Fui yo quien dijo tu nombre para que a mi padre le diera un ataque al corazón. —contraatacó JiMin. —No. Ése fuiste tú llamándome para que te salvara a ti, no para que lo matara. Iba a quemarte, a torturarte. —justificó, respirando profundo unos segundos debido a que la ira del recuerdo regresó.

—Yoon... —sorbió su nariz y fue alejado del pecho del diablo y tomado por las mejillas. Nuevamente se observaron fijo mientras los pulgares del ente limpiaban las lágrimas del rizado.

—Debes dejar de hacerte responsable de todo lo que yo haga. —comenzó, y muy seriamente. —He hecho cosas peores, y si con cada situación de la que yo me ocupo creerás que es tu responsabilidad, entonces vé y cásate con Dios, porque lo único que vas a observar a mi lado es a mí arruinando vidas de personas que pidieron por ello.

JiMin se quedó en silencio, luchando para no hipar y respirando profundo por la nariz. —N-No. Yo quiero estar contigo. —Bien, eso esperaba. —responde Yoongi, sonriendo de lado antes de besarle suavemente los labios, apartando su rostro un poco.

—Mírame. — JiMin hizo lo que el ente dijo. —Te necesito pensando, te necesito cuerdo. —el niño asintió, intentando ocultar el pucherito en su labio. Yoongi lo lamió.

—Yoon, te amo. —susurró con vergüenza.

—Lo sé. —dijo antes de iniciar otro exquisito y prolongado beso. Se apartaron cuando, nuevamente, las cosas subían de tono.

—Vuelve, o comenzarán a buscarte. —dice, apartándose del todo y besándole los nudillos al niño antes de guiñarle un ojo.

—Está bien... —Estaré aquí mañana, en la tarde. Tengo asuntos pendientes hoy. —Te voy a extrañar.

¿Qué era esa sensación en su cuerpo cuando JiMin decía algo como eso? ¿Alguna vez en su eternidad alguien lo había extrañado? Lo observó unos largos segundos, neutro.

—Y yo... —dijo, admirando el rubor en las mejillas de su niño favorito y la tímida sonrisita.

—Ahora vé. Vé.

JiMin se dió la vuelta, caminando fuera de aquel bosque y limpiando bien su rostro en el camino. Tenía frío, y el diablo no estaría para abrazarlo en la noche. La kermés acabó. Todos se fueron en sus respectivos coches y cuando la familia Kim llegó a su casa, luego de ayudar a bajar las sobras de su madre, el niño de ricitos se fue a su cuarto.

Se quitó la ropa al llegar al sótano y tomó aquella vieja mantita que usaba para poder dormir cuando era pequeño. La envolvió a su lado, en la cama, y se abrazó a ésta, lentamente sumergiéndose en un profundo sueño donde Yoongi lo sostenía y le acariciaba el cabello. Se sentía real.

Lo que JiMin no sabía es que alguien se encontraba en su cuarto ésa noche, acariciándole el cabello y... no era Yoongi.



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