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XIV

No era de esperarse que con el pasar de los días JiMin se la pasara en su cama, acurrucado y llorando. No podía simplemente olvidar que mientras todos se la pasaban de lo mejor con su actual padre, el alma de su verdadero padre estaba en el infierno, siendo torturada una y otra vez por quién sabe qué cosa que estaba allí, ya que Yoongi estaba junto a él.

Últimamente se la pasaba a su lado y todo porque el niño estaba de lo más deprimido. La culpa realmente lo estaba carcomiendo, y la presencia del diablo lo empeoraba todo. Fue cuando éste último se dió cuenta de aquello que decidió ponerle un fin.

—Voy a irme. —el diablo se puso de pie luego de estar un rato sentado en el borde de la cama de su niño favorito, el cual estaba envuelto en las sábanas y sollozaba, lamentándose el haberse puesto al nivel de las personas malas.

Yoongi no solo iba a irse porque JiMin estaba lo bastante deteriorado para hacerle compañía, también estaba el hecho de tener que oír cosas que no eran ciertas. ¿Por qué el rizado cargaba con toda la culpa, cuando fue el ente el cual decidió enviar al imbécil al infierno? ¿Por qué ensuciaba sus propias manos cuando lo único que había en ellas era suavidad y delicadeza?

¿Qué buscaba provocar en el diablo al estar mentalmente castigándose de aquella manera? El rostro del rizado, el cual estaba con la nariz enrojecida, ojos levemente hinchados y llenos de lágrimas, y ricitos pegados en éste se hace visible luego de unos largos minutos en donde lo mantuvo oculto bajo las cobijas.

—¿Q-Qué? —Estás demasiado mal, demasiado deteriorado.

---Voy a irme, al menos por dos días. —y, maldita sea, que no lo estaba preguntando.

Lo iba a hacer y punto. JiMin se puso de pie, torpemente avanzando hacia el bello hombre frente a él, aferrándose al brazo de éste. Ambos se sorprenden por la falta de estabilidad del niño, el temblor comienza a apropiarse de su cuerpo y la manera en que la respiración se le corta.

—No. No, n-no. No te vayas, p-por favor... —inhala entrecortadamente y se le rasga el pecho con cada sollozo.

El diablo puede sentirlo en carne propia, y aunque no siente más que leves pinchazos en el pecho, como si se le hubiera dormido algún músculo, sabe que JiMin lo siente en demasía.

—Y-Yo... lo siento.

—JiMin. —se acerca al niño, notándolo realmente pálido.

Suavemente pasa uno de sus brazos por detrás de la espalda del rizado, y el otro por debajo de sus piernas. Llevó su nariz a los rizos castaños de su ángel y suspiró sobre éstos, acunándolo contra su pecho.

—Pequeño...

Era impresionante lo que el humano podía provocarle con tan solo mencionar el hecho de necesitarlo. —No sé qué haré sin ti, por favor, yo... —aprieta la yema de sus dedos contra la camisa, sobre el hombro del diablo.

—... yo no...

Yoongi comienza a encaminarse al baño, y cuando llega tan solo deja a su niño favorito sobre la tapa del retrete, apoyándolo contra la pared. No le dice que deje de llorar cuando su llanto se incrementa, tan solo se dirige hacia la bañera y comienza a llenarla con agua tibia mientras se quita la camisa y los zapatos, quedando en pantalones.

Una vez la bañera se encuentra llena se acerca a su niño y comienza a desvestirlo básicamente a la fuerza hasta dejarlo en ropa interior, tomándolo en brazos y llevándolo consigo hasta la bañera. Se metió y dejó a JiMin sobre su pecho, llevando su mano repleta de anillos al agua y pasándola por el rostro del niño a pesar de que éste se removía para intentar respirar.

Finalmente harto Yoongi lo tomó del rostro y lo miró fijamente. —Si no te calmas voy a tener que sumergirte.

JiMin aguanta el aire por unos segundos y lo suelta lenta y temblorosamente por la nariz, pero el llanto no abandona su pecho y no puede evitar sollozar un par de veces, pegando su mejilla contra el cálido pecho del rey del inframundo.

—No te vayas, por favor. N-No sé qué hacer... —solloza con más fuerza, a punto de comenzar otro ruidoso llanto. Yoongi rápidamente comienza a dejar suaves besos en su mejilla y luego en su cuello, abrazándolo más contra sí.

—Deja de llorar, no voy a irme.

—Te amo, Yoon. —solloza, y se aferra más fuerte al torso del amor de su vida, el único que hace el mundo menos terrible para él.

No sabe cuánto tiempo va a poder soportarlo. Los días pasaban, JiMin no mejoraba y todo debido a que Yoongi no podía apartarse ni un segundo de él ya que entraba en una especie de crisis donde chillaba por el diablo, incluso con éste allí presente. El trato en donde el ente volvía en las noches se había ido al demonio, y el rizado ni siquiera podía ver a su padre falso porque comenzaba a surgirle tanta ansiedad en el pecho que hacía lo que sea para no tenerla.

Lo único bueno de su nuevo padre era que Dominique no era reproducida cada mañana en el tocadiscos, una y otra vez. En los zapatos del niño de ojos verdes, todo se había vuelto como aquella vez en la que la Muerte lo vió a los ojos y todos los momentos importantes de su vida se hicieron añicos.

Estaba delgado, desanimado, se sentía pesado y ligero a la vez, el día estaba soleado pero para él era como usar gafas de sol y las ganas de llorar lo invadían cada tanto, pero había dejado de poder soltar lágrimas por sus ojos. Despertó en medio de la tarde. El atardecer dejaba una leve luz en su cuarto y las cobijas sobre él lo protegían del frío, el cual últimamente era bastante. Se sentía más extraño que ayer: sentía algo en su pecho que le dejaba... como si estuviese en la nada.

Es decir: no sentía... demasiado.

Yoongi estaba sentado a su lado viéndolo fijamente, y cuando notó que el pequeño ya estaba despierto, tomó su mano y comenzó a dejar suaves besos en sus nudillos. El ceño de JiMin se frunce levemente, parpadeando con lentitud. No sabe ni qué día es.

—¿Q-Qué ha pasado?

—Te dormiste ayer por la tarde. —decidió omitir que había aprovechado el irse y que había regresado hace tan solo unos minutos.

—Oh. —se sienta fijamente con ayuda del diablo.

Se vé más pequeñito ante la delgadez. Mira alrededor unos segundos, parpadeando con algo de pesadez antes de llevar su pequeño puño a su ojo izquierdo, refregándolo. —¿Mi mamá no ha preguntado por mí?

—Si, ha venido un par de veces a ver si estabas bien. —mintió.

No es que Eunji no se haya preocupado por su hijo, pero cada vez que iba a bajar tan solo le comentaba a su marido que iba a hacerlo, y el demonio decía que él se encargaría, aunque realmente no lo hacía. A Yoongi no le molestaba aquello: no quería a nadie más que a él en la habitación de su niño.

Se veía tan chiquito como siempre, recién amanecido, con los rizos despeinados y adormilado. No dejaba de pasar su mano por su ojo izquierdo, intentando despertarse un poco, e inconscientemente hacia trompita con sus labios. Fue inevitable, imposible, no pasar un brazo por la espalda del menor, rodeándolo para sostenerlo como si fuese un bebé.

Ambos se vieron fijamente a los ojos por un rato, perdidos en el otro. JiMin había alzado su mano al rostro del diablo, acariciando con las yemas de sus dedos la preciosa piel del ente. Estaba embobado, anonadado, enamorado.

—Te amo, Yoongi. —susurra, sin poder evitarlo y no esperando recibir nada de vuelta.

Tan solo quería decirlo porque tener tal belleza frente a él, tener tal crueldad y aprender muy lentamente a amarla lo había hecho ver que Yoongi podía sentir. No amarlo, solo sentir. Negó lentamente con la cabeza. Si el diablo no lo amaba y planeaba llevarlo al infierno de la manera más cruel, JiMin estaría gustoso. Al menos moriría sabiendo que tuvo el placer de ser besado por alguien único como lo era Yoongi.

—Haz conmigo lo que quieras.

Luego de la sonrisa ladina que le dedica al niño, el diablo baja su rostro, dirigiéndose al cuello ajeno y, al llegar, comienza a succionar porciones de la pálida piel. Le encantaba las reacciones del menor, el cual suspiraba entrecortadamente y se removía un poco, casi ronroneando. Rozó sus dientes contra la piel y dió una lamida, dejándole el cuello húmedo con su saliva. Subió y lo tomó firmemente del mentón con su mano libre, comiéndole la boca.

El beso tomó más profundidad, con sus lenguas acariciándose y formando chasquidos ante la manera tan húmeda en la que se besaban. JiMin se aparta un poco, abriendo sus ojitos y observando a Yoongi antes de desabotonar su camisa blanca y quitársela. No llevaba sus típicos tirantes negros debido a que se encontraba con el uniforme de la escuela, el cual solo era una camisa, pantalones largos y grises por el frío que se avecinaba, y unos zapatos negros.

El diablo no pudo evitar volver a sonreír, y todo porque era la primera vez que veía confianza en JiMin, el cual se estaba quitando la ropa lentamente, de una manera tan sensual con su carita inocente, pero caliente. Supo que no iba a poder detenerse luego de aquello. JiMin tan solo quedó en ropa interior, haciendo sus ricitos a un lado, permitiendo que Yoongi lo acercara hacia sí y le besara suavemente los labios.

Se sentía tan delicado y protegido, porque el diablo lo sostenía como su fuese una pieza de arte que no puede ser ni un poco maltratada. Y suya, siempre. Lo recostó en la cama con suavidad y se arrodilló, comenzando a quitar su propia ropa, revelando su torso repleto de tatuajes, símbolos y palabras inentendibles. Se quitó los pantalones, los zapatos e hizo aquel leve flequillo que siempre estaba intacto hacia atrás. Todas las prendas de ambos estaban en el suelo, desordenadas y esparcidas. El diablo le quitó lentamente los calcetines y pasó su dedo índice por la planta del pie del menor, el cual se removió un poco y no pudo evitar reír adorablemente.

Yoongi se inclinó, dejando un beso profundo en sus labios, sin tocarlo para nada, tan solo sosteniéndose con sus brazos a los lados de JiMin. Éste último se retorcía al no sentir el toque del diablo en su piel, llevando tímidamente sus manitos a la espalda del mayor y tirando con suavidad para que sus torsos desnudos se chocaran, pero Yoongi ni siquiera se movía.

Abandonó los labios del menor y comenzó a besarle el mentón, nuevamente jugando con su cuello y bajando por sus clavículas hasta su torso. Le lamió uno de los pezones y lo succionó, también haciéndolo con el otro al notar que al niño le había gustado debido a que arqueaba levemente su espalda. Continuó con el camino de besos, entreteniéndose un rato en el vientre del niño.

No le quitó su ropa interior, le dejó suaves besos por encima, los cuales lo hicieron inhalar bruscamente. Llegó al interior de sus muslos y exhaló aire calentito allí, sintiendo a su niño removerse un poco, ansioso. Lamió la suave piel y comenzó a dejar suaves besos, oyendo suspiros provenir de los labios de JiMin. Le bajó la ropa interior hasta quitársela y le abrió las piernas, las cuales quedaron en sus hombros. Bajó el rostro y sacó la lengua, comenzando a penetrar con ésta la entrada del menor.

El rizado de inmediato soltó aquel jadeo que estuvo conteniendo mientras Yoongi le besaba lentamente todo el cuerpo, respiró hondo antes de continuar jadeando por todo lo que se encontraba sintiendo. El placer fluía por su cuerpo irremediablemente, nublando un poco sus sentidos mientras no dejaba de mover sus caderas en círculos, y se quejó cuando luego de un par de minutos Yoongi se alejó.

Se arrodilló nuevamente en la cama, quitando las piernas de JiMin de sus hombros con suavidad y bajándose la ropa interior hasta quedar completamente desnudo, con su prominente erección visible. Se hizo más hacia adelante, con ambas rodillas a los lados del torso de su niño y su miembro quedando a centímetros de su boca. Los ojos del diablo se tornaron de un bordó oscuro mientras observaba fijamente los inocentes ojos verdes ajenos.

—He tenido esta imagen en mi cabeza por días, niño. —rozó su glande sobre los labios entreabiertos del rizado, el cual se encontraba sumamente sonrojado y con sus ojos brillosos. Hace tiempo que no los veía así.

— Quiero que lo tomes con tus preciosos labios. —JiMin cerró un poco sus piernas, retorciéndose ante aquellas sucias palabras. Asintió.

—Voy a follar tu boquita. —Si... —Abre.

El rizado suelta un suspiro antes de abrir un poco más su boca, cerrando sus ojos cuando Yoongi adentró su miembro en la boca ajena lentamente, sintiendo la húmeda sensación nublar sus sentidos, provocando que jadeara antes de comenzar un vaivén en la boca del niño, oyendo los suaves gemiditos que soltaba cada vez que su erección entraba aún más en su boca y sintiendo cómo se retorcía, cerrando sus piernas con más fuerza y moviendo sus caderas.

—Eso es, mírame a los ojos. —JiMin abrió éstos, parpadeando rápidamente y viendo fijamente al diablo, el cual tomó sus ricitos en su puño, acercándolo más e introduciendo todo su miembro en la boca del rizado.

Éste último se apartó un poquito tan solo para tomar la erección de Yoongi con su pequeña y delicada mano, comenzando un vaivén dudoso al principio, pero acelerando al ver que al amor de su vida le resultaba fascinante. Dejando la vergüenza de lado y atreviéndose a un poco más alzó su rostro y lamió lentamente el glande ajeno, sintiendo el presemen en la boca y lamiéndose los labios ante aquello.

—Joder.

Sintió un cosquilleo en el vientre ante aquel ronco insulto y nuevamente lamió, solo que ésta vez la base, y luego volvió a adentrar el miembro a su boca, cerrando sus ojos y recibiendo más halagos y tirones en sus ricitos. Yoongi creía que, fuera o dentro de lo sexual, JiMin era el mejor. Siempre. Apartó al rizado cuando sintió que ya era tiempo, y que no soportaba un segundo más fuera de su interior. Le abrió las piernas y permitió que éste se aferrara a sus bíceps con sus pequeñas y delicadas manos.

Yoongi se inclinó, besándole los labios de una manera sucia, húmeda, antes de apartarse. Ambos se vieron fijamente a los ojos, y todo porque JiMin ya se había acostumbrado a que el diablo se lo dijese. Todo para no lastimarlo. Sintió una oleada de calor y placer viajar por todo su cuerpo cuando el miembro de Yoongi estuvo en su interior. Arqueó levemente su espalda y dobló los deditos de sus pies, realmente invadido por las exquisitas e inexplicables correntadas que viajaban por todo su cuerpo.

—U-Uhm... —mordió su labio inferior con fuerza, intentando no ser ruidoso. Su familia estaba arriba y debían ser muy cuidadosos, aunque Yoongi disfrutaba el ver a su pequeño callarse y, si fuese por él, lo haría gemir tan alto que hasta Seung lo oiría desde el infierno.

El vaivén comenzó lento, delirante, mientras se besaban profundamente y exploraban con sus manos el cuerpo del otro. JiMin acariciaba con la yema de sus dedos los fuertes brazos del diablo, el cual pasaba sus manos de arriba a abajo por los suaves y tiernos muslos de su pequeño. Sus bocas no se alejaban en ningún momento, sus lenguas se acariciaban y sus corazones latían a la par, más que conectados.

JiMin gemía entrecortadamente sobre los labios del diablo, subiendo sus pies hasta pegar sus talones en la espalda baja de éste, con sus piernas rodeando las caderas del ente. A pesar de que el vaivén era lento, poco a poco se hacía más fuerte, más duro.

—M-Más... —JiMin pidió entre jadeos y suspiros debido a que el glande de Yoongi golpeaba una y otra vez su punto dulce, provocando que casi delirara del placer.

—Mhm.

El diablo aumentó el vaivén de inmediato, sosteniendo un poco más fuerte los muslos del menor y separándolos para poder adentrarse con más facilidad. Llevó sus labios detrás de la oreja de su niño y succionó, sintiéndolo retorcerse mientras gemía ruidosamente, aunque no debería.

—Has sido tan bueno, JiMin. Mi JiMin. —lamió donde besaba y se adentró con más fuerza en su interior, oyendo un gemido bajo, agudo y entrecortado.

— Mi niño favorito...

Minutos después detuvo el vaivén y JiMin abrió los ojos con confusión, preguntándose si había hecho algo más antes de ser tomado por la cintura y volteado hasta quedar sobre el cuerpo del diablo.

—¿Y-Yoon? —... Eso es. —susurró cuando JiMin se sentó, apoyando sus manos sobre el pecho del ente. Las manos de éste último fueron a la cintura del rizado, el cual tenía sus rojizos labios entreabiertos, mejillas sonrojadas y ricitos despeinados. Un tesoro, eso era.

—Sé un buen niño y salta sobre mí.

JiMin relamió sus labios antes de moverse un poco, robándose un suspiro a sí mismo. Hizo sus ricitos hacia atrás antes de acomodarse mejor y comenzar a mover sus caderas en círculos, con las yemas de los largos dedos del diablo presionando en su piel. Ambos se ven fijamente, pero el rizado tuvo que cerrar sus ojos cuando comenzó a dar lentos saltos sobre la erección del ente debido a que el placer era lo suficientemente agobiante, pero, demonios, que todo se sentía demasiado bien. Sus cuerpos estaban cálidos, con una leve capa de sudor.

JiMin había aumentado su ritmo y rodeado con sus brazos el cuello del diablo, el cual se había sentado y ayudaba a su niño a impulsarse hacia arriba, apretando sus nalgas y besándole los labios. JiMin no podía dejar de gemir rápidamente, con el cosquilleo haciéndose presente en su vientre, temblando del placer que le nublaba los sentidos, tanto que inconscientemente clavaba sus uñas en la espalda del diablo, el cual gruñía y hacía temblar los cuadros.

--- Voy a... —dejó sus labios entreabiertos, cerrando sus ojitos con fuerza mientras sentía a Yoongi besarle el cuello y bajarlo con más dureza en uno de los saltos. Tres veces más bastaron para que el clímax lo invadiera de una manera exquisita, viajando por todo su cuerpo, doblando los deditos de sus pies y jadeando contra el hombro del ente, el cual segundos después lo llenó con su esencia.

Ambos respiraban agitadamente, intentando recuperarse del orgasmo. Yoongi respiró profundo antes de rodear con un brazo la cintura de su niño y tirarse hacia atrás, cayendo acostado en la cama y con el menor sobre él, descansando en su pecho y con la mejilla en su hombro.

Los minutos pasaban, y en la oscuridad del cuarto continuaban abrazados, viendo a la nada. El diablo mimaba a su niño, acariciándole los ricitos, pero a pesar de ése acto de dulzura y protección, JiMin podía notar el enojo de Yoongi en su pecho.

—Quiero matar a tu padre. Quiero matar a cualquiera que te toque. — finalmente dijo el motivo de sus malas emociones, dejando un beso en la frente del menor, el cual cerró sus ojos luego de un largo tiempo.

¿Qué se supone que debería de hacer? Su padre. Park Seung. Tuvo una infancia terrible donde su padre lo buscaba para llenarlo de golpes, donde no hubo una madre presente. Aprendió cosas que no debería, que todos dicen que está bien. Llenaron su cabeza y ahora que es padre cree que está bien hacer lo mismo con sus hijos.

A pesar de los golpes, de sus ataques de locura y casos extremos de violencia, siempre se había preocupado por él. Siempre se había fijado en si comió, si necesitaba algo. Lo dejaba oír Frank Sinatra y Marilyn Monroe en el tocadiscos cuando Dominique no estaba siendo reproducida una y otra vez, pero, ¿era aquello una excusa? ¿Excusaba todas las veces que le intentó meter en la cabeza a JiMin y Hyunah luego de golpearlos con un cinturón que estaba bien? ¿Todas las veces que su madre llevaba moretones en su precioso rostro?

¿O qué tal cuando no le creyó ni una palabra a su hijo menor y quiso quemarlo con el cigarrillo? ¿Qué hubiese pasado si él no hubiese acudido a Yoongi y a Seung no le hubiese dado un ataque al corazón? ¿Por qué intento arruinar la única oportunidad de tenerlo cerca al quemarlo por dentro cuando lo quiso prácticamente exorcizar a la fuerza? JiMin había sido criado de la misma manera que su padre, y él jamás podría golpear a sus hijos. Jamás. ¿Seung querría?

Los pensamientos eran tantos que ni siquiera podía pensar en orden, pero no estaba listo para tomar una decisión. No podía. A pesar de que todos se veían más felices ahora –a excepción de él–, era realmente injusto. Porque era como... como una farsa. Sin más, se acurruca aún más en el cuerpo del diablo y gime bajito, miedoso.

—No quiero que me intenten alejar de ti, Yoon.

Un gruñido surge del pecho de Yoongi y las cosas de la pared nuevamente tiemblan. Aferra a JiMin más contra sí antes de pegar sus labios contra los ricitos ajenos. —Nadie te va a alejar de mí, nadie se atreverá.

03/03/56.

—¿Papi? —preguntó dudosamente el pequeño retoño, el cual se asomaba por el marco de la puerta de la cocina, refregando uno de sus ojitos con su pequeño puño para espabilar el sueño.

No. No tenía permitido subir las escaleras que llevaban a primer piso, su madre siempre le repetía que llamara para que ella pudiese subirlo porque él era muy pequeño y podía resbalarse o pisar mal, pero había gateado y éste caso era algo así como urgente.

Había alguien en el piso de arriba que lloraba desconsoladamente: su padre, para ser exactos. Las luces de la casa estaban apagadas, pero la cocina hacía una excepción en la iluminación debido a que los faroles de afuera alumbraban el cuarto gracias a la ventana que éste tenía.

Habían dos botellas oscuras, una con algo dentro y un vaso de vidrio a medio llenar a un lado de éstas, con un poco del contenido sobre la mesa. El hombre descansaba incómodamente en una silla, claramente ebrio, despeinado y angustiado. Lloraba silenciosamente contra sus manos, las cuales estaban presionadas en su rostro.

—... ¿Papá? —nuevamente preguntó el niño de cinco años sobresaltándose cuando su padre también lo hizo y pasaba sus manos por su rostro para dispersar, de una forma inútil, la ebriedad. No servía, pero necesitaba buscar una forma de no estar torpe para poder tranquilizar al pequeño.

El hombre vió a su hijo con medio cuerpo asomado por el marco de la puerta de la cocina, en pijama, descalzo y con sus ricitos despeinados. Sus ojitos verdes, los cuales incluso resaltaban en medio de aquella oscuridad, demostraban confusión y pánico. Su pecho se oprimió al verlo así. Extendió su mano y el niño corrió de inmediato hacia su padre, tomándole la mano y abrazándole el brazo, cerrando sus ojitos.

—Papá... ¿Qué pasa? ¿Está... tú...? —abrió sus ojos, aún preocupado y con una expresión que el hombre conocía muy bien: iba a llorar.

—¿Tú... mal? ¿Mal?

A pesar de su estado no pudo evitar sonreír de lado. Su hijo era muy adorable, y muy buena persona. De inmediato lo subió a sus piernas y lo abrazó contra su pecho, intentando evitar sollozar, pero, maldita sea, las lágrimas caían por su rostro aún. Sorbió su nariz y alejó apenas a su hijo del pecho, viéndolo. Éste último subía sus pequeñas manos, limpiando torpemente las lágrimas de su padre.

—Mimi, escúchame. —su voz salía lenta, ronca.

Tragó saliva con fuerza, bajando la mirada unos segundos antes de volver a subirla y ver a su hijo, el cual lo observaba fijamente, serio y atento. Eso es lo que le asustaba a veces: que sea tan neutro. ¿Sabría qué le pasaría cuando no estuviese bien?

—Quiero que sepas que te amo.

—Yo te amo a ti más. —Y que siento ser malo a veces. —negó lentamente, nuevamente bajando la mirada, avergonzado.

—Papá no suele darse cuenta de cuánto daño hace, pero he amo a ti. La amo a Hyunah. Los amos.

—Yo entiendo. —asintió el niño, parpadeando lentamente y ladeando un poco su cabeza luego.

—¿Triste? —el hombre asintió y el ceño del niño se frunció.

—¿Por qué? —Porque soy... —negó nuevamente luego de unos segundos. No, no iba a contarle sus problemas a su hijo de cinco años.

—... humano. Y todos nos ponemos tristes a veces.

Una trompita surgió de los labios del niño con rizos, aún con su ceño fruncido y viendo hacia otro lado, pensativo antes de volver a ver a su padre. —¿Sabes que... yo hago para estar feliz? Su padre no pudo evitar sonreír, enderezándose mejor.

—¿Qué haces? —Hago abrazo. —dijo, envolviendo sus pequeños bracitos alrededor del torso de su padre, apoyando su mejilla contra su pecho.

—Y hago beso. — alzó el rostro y, con ayuda de su padre, el cual se inclinó, le dió un beso en la mejilla.

—Y mamá dice "te amo, Chim." Su padre alzó las cejas, entretenido con lo que su hijo le decía, retomando su postura a pesar de la ebriedad.

—¿En serio? —Si. —llevó sus pequeñas manitos a los lados de las comisuras de los labios de su padre y las elevó, intentando de manera torpe formarle una sonrisa.

Ambos fueron bajo y nuevamente se abrazaron. —Te amo, JiMinnie. Nunca cambies, ¿vale?

—Nunca cambio, entiendo. —asintió, recibiendo un beso en su mejilla.

—Yo te amo a ti más. Su padre nuevamente lo dejó en el suelo antes de ponerse de pie. Al notar que se encontraba normal, si marearse ni nada por el estilo, se inclinó y tomó en sus brazos a su hijo, caminando fuera de la cocina.

—¿Y qué más haces para estar feliz? —le dió charla mientras bajaba las escaleras con su mano libre en la baranda y adentrándose al cuarto del pequeño, no sin antes prender la luz. Sorprendentemente, todo estaba bastante ordenado. El pequeño no era de dejar cosas que estorbaran de por medio.

—Juego. —¿Ah, si? —lo vió asentir mientras lo dejaba en su cama y lo tapaba con las mantas. Hacía frío aquella noche.

—¿A qué juegas? —A escondidas.

—¿Solo? —ésta vez el niño niega mientras su padre deja un beso en su frente, acomodándole los ricitos.

—Con Hyunah. —No. Juego con alguien, pero no sé quién es. —dice, comenzando a cerrar sus ojitos. La verdad es que tenía mucho sueño, y las caricias de su padre en sus rizos lo hacen estar más torpe. Suspira.

—El hombre con anillos... —... ¿Qué? Pero ya está dormido, y nunca pudo confirmar que había balbuceado aquello.

Había sucedido algo muy extraño. Falta una hora para irse del instituto. Está con Park JungKook sobre un banco del patio de aquel enorme lugar. A pesar de que hace frío lo están disfrutando, y también la soledad debido a que no hay nadie allí.

Terminaron de comer unos sándwiches de queso y estaban conversando acerca de la navidad, cómo iban a pasarla y si planeaban hacer algo. Fue entonces cuando el timbre sonó y JungKook se puso de pie, suspirando. —Bien, vamos. Es la última clase y somos libres.

Fue a tirar la envoltura del sandwich y las dos cajas de jugo de manzana vacías al cesto de basura, y cuando volvió se encontró con el rizado aún sentado, con su ceño levemente fruncido. Muchas veces había asistido a clases sin ganas, pero últimamente se le hacía insoportable estar allí.

Tenía sueño, estaba triste y no toleraba nada. Decidió darle fin a su tortura, y comenzar a hacer lo que a él le parecía bien. —... No voy a entrar.

Su amigo lo observó de manera extraña, viendo alrededor, creyendo que JiMin vió a alguien que le molestaba, pero no. Aquellos bravucones ya estaban bien enterrados. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

JiMin se puso de pie lentamente, colgando su mochila en sus hombros antes de parpadear rápidamente, subiendo la mirada para ver a su amigo. —Nada, es solo... no quiero. Me iré. —y, sin más, salió del patio, comenzando a caminar por los pasillos.

Jeon JungKook quedó shockeado y congelado en su lugar, intentando reaccionar. —¿Qué? Pero... ¡JiMin! —rápidamente lo siguió, y cuando lo alcanzó no pudo evitar carcajearse.

—¿Cómo es que...? Yo... ¡¿Qué te ocurre, ¡¿Dios santo?!

—No me gusta estar aquí, nunca me gustó. —miró a los pasillos de los lados y, al no ver a nadie, continuó con el paso, apresurándolo un poco.

— He decidido hacer lo que quiero.

—Vale, espera. —nuevamente le tomó del brazo y lo detuvo. Ambos se veían.

—Mira, bien. Estoy de acuerdo con éste acto de rebeldía. La escuela es... bueno, es mierda. —JiMin frunció un poco su ceño ante la mala palabra.

—Pero no por eso debes meterte en problemas. Eres menor de edad y nadie va a permitir que te vayas. Yo creo que t

—JungKook. —interrumpió, negando rápidamente.

—No necesito que me aprueben, me iré ahora. Eso es lo que haré. —afirmó, dejando un beso en la mejilla de su amigo. —Te quiero.

Se giró y caminó con rapidez hacia la salida, notando que nadie lo veía antes de abrir la enorme puerta principal de aquel lugar y salir. JungKook abrió sus brazos, con su boca entreabierta, sin creerlo. Se carcajeó al ver que, segundos después, el niño no volvía. —¡Park JiMin!

No fue tan lejos. Se encontraba en aquel parque donde JungKook y él habían repartido los folletos anti-sectas, sentado en un banco y acurrucado en el hombro de Yoongi, el cual había aparecido hace tan solo unos segundos y tenía envuelto el brazo alrededor de JiMin. Su cuerpo estaba cálido, no había un rastro frío en éste.

—Estás rebelde. —comentó el diablo con una sonrisa ladina en sus labios.

JiMin rápidamente niega, sonrojado. —Si, eres sexy.

El rizado no pudo evitar echarse a reír, alzando el rostro hacia el ente al finalizar, observándose fijamente con éste, el cual bajó su cabeza y dejó un suave y corto beso en sus labios. JiMin observó alrededor, paranoico, pero no había nadie que pudiese verlos.

—Quiero preguntarte algo. —Adelante.

—¿Por qué a ti no te afecta tocar objetos benditos pero a mí sí? Cuando mi padre rezó y puso el rosario en mi cabello... —bajó la mirada, negando. —... juro haber sentido que mi cuerpo se incendiaba por dentro. —los brazos del arcángel se tensaron al oír aquello, y decidió no entrar en más detalles. —Pero tú tuviste la suficiente fuerza para arrojarlo lejos.

Yoongi relamió sus labios lentamente antes de hablar. —Las personas creen que me pueden matar con tan solo un "Padre nuestro" o arrojar agua bendita. Se equivocan. —niega.

—Pueden lastimarte a ti porque eres humano y no está en tu naturaleza tener maldad pura, del infierno. Es como cuando apenas te quitaste la mierdecilla del cuello: fui visible, pasé días contigo y te deteriorabas. No estabas acostumbrado a la maldad, pero ahora sí.

—¿Ahora tengo maldad? —Si, pero no es tuya. Sigues puro. —respondió rápidamente.

JiMin suspiró y cerró sus ojitos, apoyando su mejilla en el pecho del ente. Ambos permanecieron de aquella forma, en silencio por algunos segundos. —¿Yoon? ¿Cuánto tiempo planeas quedarte conmigo? —la curiosidad lo carcomía por dentro. Hacía ya un tiempo que el diablo se encontraba junto a él. ¿Qué planeaba? Yoongi baja la mirada cuando JiMin se aparta un poco, y ambos se ven fijamente a los ojos.

—Uno largo. —¿Largo? Uhm. —arrugó su naricita, sin poder evitar sonreír un poco.

— ¿Diez años? ¿Veinte? —Más. —¿Cincuenta?

—No. Más. JiMin no pudo evitar soltar una risita, sonrojado. —¿Miles? —claramente sonrió.

—Más.

La sonrisa embobada que el niño le dirige al diablo lo hace lucir demasiado adorable, y éste último no puede evitar robarle un beso. El rizado, más que sonrojado hace trompita con sus labios, bajando la mirada y entrecerrando sus ojitos. Eso significaba que estaba pensando qué decir.

—¿Deberíamos de...? —no terminó aquella pregunta, la cual fue bastante audible. Yoongi pudo oler vergüenza en él. —¿Qué?

JiMin parecía haber entrado en una crisis nerviosa, tartamudeando y removiéndose en su lugar. —B-Bueno... si vamos a, uhm, a estar juntos por mucho tiempo, tú y yo... es decir. Uhm. —tragó saliva con fuerza.

—Deberíamos de... no lo sé. —se encogió apenitas de hombros, con la mirada baja.

—Ser novios.

El silencio reinó en el lugar por unos largos segundos, tan solo siendo audible el viento y los autos pasar de vez en cuando. —... ¿Novios?

—S-Si... —afirmó su niño favorito. —Sería lindo. Sería como... oficialmente tuyo.

Yoongi siente un leve sentimiento de molestia ante aquel pensamiento. ¿Qué no ha hecho suficiente para hacer notar que JiMin era suyo? Lo observó fijamente, serio. —¿Crees que no has sido oficialmente mío desde el momento en que te sumergiste en tu bañera mientras me invocabas? —su pregunta sonó seca, fría.

JiMin tenía frío, de repente. Rápidamente alzó la mirada, encontrándose con los ojos azules y un cuarto rojo del diablo, el cual también lo veía fijamente. Eso definitivamente no era a lo que quiso referirse.

—Oh. Yo... eso no era lo que yo quería decir. —dice bajito, y se siente mal porque el ente no entendió su referencia.

Detestaba no poder mostrarle al mundo que amaba a alguien, porque éste alguien era el claro y literal ejemplo de la maldad. Tan solo quería sentir las cosas un poco más normales, y llamar a Yoongi su "algo". —Lo siento, Yoon. Olvídalo, soy tuyo de todas for...

—¿Por qué no te casas conmigo?

Abrió sus ojos ante lo que creyó oír. Ya no había pitido en su oído izquierdo, y había sonado bastante claro. Alzó la mirada con rapidez, realmente sonrojado y shockeado mientras se tomaba unos largos segundos para, simplemente, parpadear y respirar hondo, atónito.

—... ¿Qué?

Yoongi lo envuelve mejor con su brazo, poniéndolo de lado para que quedaran frente a frente. —Park JiMin. Hoy, trece de noviembre de 1967... —se quitó uno de sus anillos, el del dedo meñique. Era de oro, y lucía como la corona de un rey. —... te declaró a ti en presencia de cualquier humano, ángel y demonio, el príncipe del inframundo. —desenvolvió el cuerpo de JiMin y tomó su pequeña mano, metiendo el anillo en el dedo anular delicadamente. Éste encajaba a la perfección, y se sentía cálido.

—Serás mío por siempre. Nadie se atreverá a tocarte, a menospreciarte ante mi presencia, hasta los siglos de los siglos.

Ambos quedaron en silencio. JiMin simplemente... él simplemente no podía creerlo. Nuevamente se vieron fijamente a los ojos, y el menor fue tomado de las mejillas. —¿E-En serio?

Yoongi asintió, acariciando con sus pulgares la suave piel del rostro de su niño favorito. —En serio. —repitió, y no se molestó en ver alrededor para besar profunda y lentamente los labios de su niño.

Nadie los veía. Y jamás nadie los separaría.



....



Yaaa, estoy comiendo comidas para perros ay~

Se viene se viene ay, no queloooo

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