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XII

Hace más de treinta años los padres asustaban a sus hijos con la famosa historia de Reinold Cowell. Según todos, éste solía ser un brujo que vivía en las afueras del pueblo. Comenzó a ser un fiel servidor del diablo cuando unos malvados niños iban frecuentemente a su casa y le arrojaban medianas piedras, rompiendo sus ventanas y destruyendo su hogar.

Hubo ocasiones en las que lo lastimaron físicamente, y aquella casa en la que vivía solía cuidarla bien porque su esposa fallecida la había construido junto a él. Decidido y cegado por el dolor de haber perdido al amor de su vida, Reinold decidió invocar a los demonios superiores, vendiendo su alma al líder de éstos para que lo protegieran de aquellos niños.

La última vez que los niños fueron a arrojar piedras, no solo fueron molestados por todos los demonios de maneras humillantes y dolorosas – quebrarse los dedos de la nada y sentir puntas filosas enterrándose en sus pies– sino que el famoso músico del infierno, Giuseppe Tartini, tan solo subió para tocar la cuerda más aguda del violín de una manera brusca e irritante.

Aquel sonido hizo explotar una por una las cabezas de los niños, y pronto los cuerpos aparecieron en las puertas de las casas de cada padre. Reinold Cowell fue colgado en su propia sala, y lo último que dijo antes de morir fue: "He aquí muriendo injustamente, como casi todo el mundo lo hace. No culpo a esos niños, veo ahora frente a mi a los monstruos en los que se reflejaban."

Toda la infancia de JiMin se basó en bromas respecto a ése tipo, e incluso las pocas veces que había casi alcanzado la salida del pueblo con su familia lloraba y pedía a gritos regresar sano y salvo a su casa. No podía ni siquiera pensar en una muerte, ni en alguien rodeado de demonios. Irónico, porque estaba enamorado del diablo, y ahora una muerte para él era algo normal, y bastante frecuente.

La casa era enorme, y lucía vieja.

Estaba bastante seguro de que las telarañas eran de verdad. Sin embargo, la decoración de halloween ayudaba, y la multitud de personas dentro parecían divertirse mientras bailaban "rock in jail" de Elvis Presley gracias al jukebox de la esquina. Había un bar en la otra punta de la sala, y estaba también lleno. La luz del lugar se encontraba apagada, y las velas del enorme candelabro del techo iluminaba el lugar de manera leve.

En la cocina había gente sentada alrededor de lo que parecía ser una tabla con letras extrañas. JiMin probablemente estaría muerto de miedo si hubiese entrado a la casa antes de conocer a Yoongi, pero no tenía miedo. Era algo completamente normal para él. Namjoon observaba con una ligera sonrisa como JungKook se quitaba la sábana de encima y observaba con indignación los terroríficos disfraces de todos.

¡¿Cómo no pudo notar que JiMin y él se veían ridículos?! De inmediato vió al rizado, el cual continuaba escondido bajo la sábana y parecía estar moviendo la cabeza al sonido de la música.

—Oh, mierda. ¿Me repites lo que dije de nosotros frente al espejo? —JiMin lo ve por unos segundos, completamente perdido ante la neutra manera en la que JungKook le hablaba.

—Oh, dijiste "nos vemos tan aterradores, JiMin."

—¿Por qué no me golpeaste cuando dije eso?

Namjoon rió, negando con la cabeza y llevando sus manos a las espaldas de ambos chicos. —Vamos a beber algo y calmarnos. —dijo, dirigiéndose con éstos hacia la barra, la cual estaba repleta pero atendían con bastante rapidez.

JiMin se quitó la sábana de encima del cuerpo una vez llegaron y la ató alrededor de su cuello, como si fuese un superhéroe. JungKook la había dejado por ahí, tan solo con su cabello hacia atrás, despeinado y ojos pintados de negro.

—¿JungKook? —Namjoon preguntó, siendo claro al estar a punto de ser atendido por el hombre del otro lado de la barra.

—Una cerveza.

—¿JiMin?

—Oh, uhm, agua.

Las cejas de Namjoon se alzan. —¿Agua?

—O jugo. Jugo está bien. —JiMin rápidamente corrige, provocando que JungKook suelte una carcajada.

—¡¿Jugo?! —niega rápidamente mientras JiMin arruga su nariz, avergonzado. ¿Tenía algo de malo beber jugo? ¿Acaso no lo vendían? Que terrible.

— Pide una cerveza para él. —No voy a beber eso. —rápidamente se defendió el rizado, negando en desaprobación.

—No venden jugo, JiMin. —Yo no lo sabía...

—Lo sé, lo siento. Es q—¿Disculpa? Oí que tu amigo quería jugo. Aquí tengo.

JiMin se gira ante la reconocible voz que viene del tipo alto a un lado de JungKook y lo vé fijamente. Parpadea, atónito al notar como Yoongi interactúa con su amigo del instituto. No puede disimular su shock y pasa de ver a JungKook a ver al diablo, y así sucesivamente por unos segundos. Su amigo, en cambio, sonríe y acepta el vaso que Yoongi le tiende.

—Gracias, amigo. —se gira para ver al rizado y le tiende el vaso, alzando ambas cejas. —Mira, JiMin. Éste adulto ha conseguido jugo para ti.

Parpadeando rápidamente, el menor toma el vaso y se sonroja cuando Yoongi le guiña un ojo.

—G-Gracias.

Obviamente va a fingir no conocerlo. —No hay de qué.

JungKook ríe mientras lo vé de arriba a abajo, despertando unos leves celos en el rizado, el cual bebe del jugo de naranja. Sabe a recién exprimido, pero no se sorprende porque Yoongi es el maldito diablo y puede hacer lo que quiera.

—¿De qué vienes vestido? Oh, espera, espera. Déjame adivinar. — entrecierra sus ojos, pensando antes de asentir, confiado.

—¿Eres un... satánico?

—No. Soy el diablo.

JiMin le hace señas para que se detenga, pero Namjoon llega pronto a su lado con tres latas de cerveza en la mano y observa perdido la conversación que están teniendo con aquel tipo. El ceño de JungKook se frunce ante la respuesta de Yoongi.

—El diablo tiene cuernos y cola, genio.

El corazón de JiMin no puede estar latiendo más rápido. Teme que aquella respuesta sea demasiado atrevida para el diablo, y éste último crea que alguien era superior a él, lo cual es bastante malo. El rizado observó tan mal a JungKook que éste cerró la boca y tomó la lata de cerveza que Namjoon le tendía, bebiendo y sin decir nada más.

—Chicos, me iré unos minutos a hablar con unos amigos de allí. —dijo Namjoon, señalando a lo lejos a un grupo de personas reunidos en la esquina de la sala.

—Si alguno quiere irse, busque al otro y nos iremos los tres juntos.

JungKook y JiMin estuvieron de acuerdo mientras observaban por donde iba Namjoon. Yoongi, por otra parte, no le quitaba la mirada de encima a JiMin.

—JiMin. —llamó su amigo, y cuando el rizado lo observó éste lucía completamente embobado, con su mirada perdida en la pista de baile.

—¿Te molesta si me desaparezco unos minutos? El menor descubrió que, entre la multitud de gente, la hija del padre William bailaba sin apartar sus ojos y sonrisa de su amigo.

—Oh, uhm...

—Yo me quedo con él. —Yoongi dijo rápidamente, provocando que JiMin lo observara con alivio. Sería raro estar en una fiesta con Yoongi. JungKook le entregó su lata de cerveza a JiMin y le sonrió con alegría al diablo.

—¡Gracias, Lucifer! —volvió a ver a su amigo y le dió unas palmaditas en el hombro.

—JiMin, no me moveré de ésta casa, lo prometo. Si te quieres ir, me buscas y nos vamos.

Finalmente se alejó, entusiasmado en cuanto le ofreció a la linda hija del cura bailar y ésta aceptó sin peros. Ambos enloquecieron mientras hacían unos pasos de rock muy difíciles y, pronto, todos estaban a su alrededor, alentando el baile de los adolescentes.

JiMin no pudo evitar sonreír tímidamente ante aquella imagen frente a él, llevando luego su mirada a Yoongi, el cual no le apartaba la mirada de encima por nada del mundo. —Jeon JungKook es un mal amigo. —Yoongi dijo, provocando que JiMin dejara de sonreír y su corazón comenzara a latir más rápido.

La mirada del diablo fue al frente y su expresión se mantuvo neutra. —Es su deber como amigo cuidarte. No debería de haberte dejado beber del vaso que te dí.

—¿Hay a-algo mal con el jugo? —tartamudeó.

Siempre estaba aquella duda en la cual tenía que, inesperadamente, Yoongi se llevara su alma de la forma más cruel, cuando menos se diera cuenta o cuando más confiara en él.

El arcángel llevó nuevamente su mirada hacia JiMin, lo analizó por unos segundos de arriba a abajo y simplemente dijo: —Hay malas personas aquí, y son personas que te ofrecerían lo que sea para tenerte dormido y en una cama.

La piel del niño se volvió más pálida ante aquel pensamiento. Entonces, ¿estaba bien aceptar una bebida del mismísimo diablo y no estaba bien aceptar de una persona mala? Aunque Yoongi jamás le haría nada... ¿O sí?

—¿No pueden notar el malestar cuando estás cerca?

—No, sólo tú me has vendido tu alma de aquí. Hay mucha buena vibra para notar un vacío. —dice, y suspira antes de tenderle su mano al rizado, el cual la aceptó de inmediato.

—Sígueme.

El niño se limitó a seguir al ente, fijándose de no estar en el radar de JungKook y Namjoon. Algunas personas observaban extrañadas las manos unidas de ambas personas con el mismo sexo, pero ninguno decía nada ni lo comentaba, lo cual resultaba ser bueno para JiMin.

Ambos pasaron por un pasillo oscuro en el cual tuvieron que esquivar a algunas parejas besándose, y finalmente Yoongi abrió una puerta al fondo, adentrándose junto a su niño. Era una vieja habitación con una cama perfectamente ordenada y una mesa de noche desarreglada. Las paredes blancas tenían moho, cosas escritas y todo olía a humedad.

El ambiente era terrible, pero se podía conversar bien, sin ninguna molestia. El rizado se encaminó hasta dejar las dos latas de cerveza y su vaso con jugo en la mesa de noche, observando el lugar detalladamente, analizándolo. Era tétrico y hacía mucho frío. Se giró para ver a Yoongi, el cual lo envolvió en sus brazos de inmediato y lo obligó a alzar la mirada para que sus frentes se unieran.

Sus mejillas se sonrojaron, aún sin poder creer que era el diablo el que sanaba su pobre corazón. —Estás extraño. —dijo, acariciándole la cintura y pegando sus labios con los del menor, sin moverlos y obligando a éste último a cerrar sus ojitos.

— ¿Qué pasa por la mente de mi niño favorito? —Oh, nada. —bueno, sí había algo.

Estaba nervioso de hacer cosas como éstas: ir a fiestas sin permiso, festejar halloween luego de haber repartido volantes en contra de éstos... últimamente estaba haciendo todo mal. — ¿Estoy extraño? —inconscientemente llevó sus pequeñas manos a los brazos del mayor, sosteniéndose de éste.

—Estás... atrevido. —las mejillas de JiMin se sonrojaron aún más, y agradeció internamente a la falta de luz de aquel lugar, exceptuando la que entraba por la ventana. —Mientes, te escapas a una fiesta, te metes con el diablo... Uhh, eres un niñito malo.

La inocencia del menor no le permitió captar el travieso tono de voz que había usado el arcángel, y estuvo a punto de comenzar a llorar, haciéndolo obvio con el pequeño pucherito que comenzó a formarse en su labio inferior.

—Lo sé, lo sien...

Sus disculpas son interrumpidas por el profundo beso que Yoongi depositó sobre sus labios, acariciando, chupando y mordiendo suavemente. Un pequeño suspirito salió de la nariz del rizado y subió sus brazos alrededor del cuello del más alto en cuanto éste último reafirmó el agarre en su cintura.

Sus lenguas no tardaron en hacer contacto, ambas formando sensaciones en ambos, y leves sonidos de chasquidos por la habitación. Yoongi caminó hacia adelante y dejó a JiMin contra la pared, en un rincón de la habitación. Todo se volvió más cálido, más íntimo. Pronto el diablo se encontraba presionando al chico contra la pared y le acariciaba los muslos y el trasero.

Le acariciaba la lechosa piel por debajo de la camiseta y disfrutaba de los soniditos que salían de la boca de su niño favorito. Minutos después se separaron un poco, con ambos labios rojos y la urgente necesidad de verse fijamente a los ojos.

JiMin descubrió paz, un océano en aquellos ojos azules, el cual usaba para sumergirse unos segundos y relajarse completamente. Incluso el pedazo bordó le gustaba. Todo Yoongi le gustaba. Decidió decirlo. Decidió tragar su timidez, la humillación que recibiría si no era así, la vergüenza en su pecho y su inseguridad.

—Dime la verdad. —susurró justo cuando Yoongi decidió tomarlo de las mejillas, alzar su rostro y besarle los labios suavemente.

—¿Qué quieres saber?

Permanecieron besándose, nuevamente el diablo bajando sus brazos a la cintura del menor, el cual subió los suyos y se sostuvo de su cuello. La necesidad en la manera que movían sus labios era inexplicable y muy evidente.

—D-Dime que no me quieres muerto, que me quieres justo aquí. —ninguno se separó del beso, y Yoongi lamió el labio inferior del menor, sintiendo como éste último temblaba en sus brazos.

—Si no es así, está bien. Pero, por favor, no... no me mientas.

Ambos apartaron sus rostros un poco para poder verse fijamente a los ojos. —¿Por qué no debería de mentirte? —Yoongi preguntó, y su expresión demostraba la lucha en su interior.

—Porque tú no solo eres el diablo para mí. —JiMin susurró, mordiendo su labio inferior luego y sin parpadear, admirando los ojos del ente.

—Lo eres con los demás, pero eres Yoongi conmigo. Y yo... conozco a Yoongi. C-Conozco cuando miente, cuando algo le gusta o disgusta.

—JiMin. —lo sostiene de manera más posesiva y el azul de sus ojos se vuelve más oscuro. Le gusta lo que oye.

—Yoon, juro que si no es como lo digo puedes seguir u... —tragó saliva con fuerza ante el nudo en su garganta y tuvo que parpadear debido a las lágrimas llenando sus ojos verdes. —... usándome el tiempo que quieras. Solo quiero saber la verdad.

El diablo no dice nada mientras intenta averiguar cómo reaccionar ante aquella situación, pero deja escapar un suspiro en cuanto JiMin no evita sollozar en una exhalación, cerrando sus ojos a la par en que la frente de Yoongi nuevamente se unía junto con la del niño.

Permanecen en silencio, y JiMin continúa sollozando e hipando bajito, con las lágrimas cayendo por sus mejillas, sin poder soportar el estar cargando el peso de amar a alguien que, según él, no puede amar.

—... No quiero que mueras.

El cuerpo de JiMin tiembla con más intensidad, y se obliga a sí mismo a detener los sollozos y permanecer tranquilo, sorbiendo su roja nariz y aferrándose más a Yoongi para quedar mucho más cerca. Necesita cariño, mimos. Necesita al diablo.

—Te quiero aquí, conmigo. —continúa el ente.

—No allí.

—¿Allí?

—De donde vengo. —rápidamente dice.

Sus ojos están cerrados y su boca roza con la de su niño favorito. —Y donde deberías estar. No es lugar para ti, tú eres tan... delicado. Y pequeño.

—Yoon.

—No puedo permitirlo. —continúa, y sus manos repletas de anillos están tensas.

—Así que deja de hacer que diga cosas que no puedo.

JiMin parpadeó, perplejo y sin saber cómo reaccionar a aquellas últimas palabras. ¿Debería de estar sorprendido porque el diablo sentía que JiMin lo obligaba? ¿Que JiMin tenía algún tipo de poder sobre él? ¿Lo que dijo confirmó sus dudas? ¿Yoongi lo quería?

Sin dudarlo dejó un tímido, suave y muy corto beso en los labios del diablo, con la cara ardiendo antes de soltar un suspiro. —Gracias...

Y Yoongi nuevamente lo besó con profundidad en la penumbra de aquel cuarto.

Cuando JiMin sale de la habitación Yoongi lo sigue un poco de lejos, y ambos acaban cerca de la barra, donde anteriormente estaban. JungKook se encuentra despidiéndose de la hija del padre William, y Namjoon está abrazado al otro chico, el cual lucha por sostenerlo.

—¡JiMin! —suspira de alivio al ver al pequeño de rizos sano y salvo, aún acompañado por aquel hombre que dice estar disfrazado del diablo.

—Santo Dios, me asustaste. —JiMin se encuentra viendo a Namjoon con el ceño fruncido, preocupado. El de ojos castaños está al borde del desmayo, y pálido.

—Oh, Namjoon está ebrio. No es nada. Se va a morir en el asiento de atrás por un rato, andando.

JiMin se gira hacia Yoongi, sin saber exactamente qué hacer o decir. El diablo sonríe de lado coquetamente y le dedica un asentamiento.

—Fue un placer conocerte.

El rizado asiente frenéticamente. —Oh. S-Si. Igualmente.

—¿Por qué es un experto mintiendo en algunas cosas, y es un asco en otras?

Se gira, pero cuando no quiere dejar atrás al ente nuevamente vuelve a ver en la dirección donde estaba. Sin embargo, ya no se encuentra allí, pero cuando vuelve a girarse para caminar hacia la salida puede sentir los pasos en sus talones.

Llegan al auto y JiMin se adelanta para abrir la puerta de los asientos traseros mientras JungKook hace vomitar a Namjoon en unos arbustos cerca de la casa. Finalmente lo meten dentro, acostándolo de lado y cerrando la puerta. Ambos chicos se suben en la parte delantera y suspiran. El de cabello lacio suspira profundamente antes de voltearse a ver a JiMin, el cual no puede evitar reír tímidamente.

—Estás todo besuqueado. —comenta al notar las marcas de labial en los labios, mentón y mejillas de su amigo.

Éste último continúa observando a JiMin y no puede evitar sonreír de lado, enseñando aquel diente algo chueco que le veía de manera extremadamente adorable. —Ése tipo estaba embobado por ti.

El ceño del niño se frunce. —¿Quién?

—El diablo sin cola ni cuernos. Se veía como quería arremeter contra ti y arruinarte de la forma más preciosa. —finalmente enciende el auto y acelera, dando la vuelta para volver al pueblo.

Y JiMin, con su cuerpo cubierto por la sábana que había usado para ser un fantasma y mirando hacia la ventana, realmente piensa en si está siendo arruinado de la forma más preciosa.





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Gente ya esta, me wua ir al infierno y uds me siguen okay¿?


no te olvides de regalarme tus votos y comentarios, estaria muy feliz de leerlos.


nos seguimos leyendo oki'


minmin :)

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