VI
Oír el desconsolado llanto de una madre desesperada al haber perdido a su hijo en la sala de espera del hospital no era nada reconfortante para Park JiMin, el cual temblaba en los brazos de su hermana mayor, quien acariciaba con una mano sus adorables rizos e intentaba consolarlo, diciéndole que nada de lo que había sucedido fue su culpa.
Definitivamente todo era su culpa. Bien podría haber aguantado un par de quemaduras en su piel, porque no eran nada a comparación de un ataque al corazón. No hubiese pasado de un castigo, porque su padre jamás podría herirlo de gravedad... ¿O si? Ambos hermanos vieron a la puerta de en frente en cuanto ésta se abrió y su madre salió con una pequeña sonrisa. JiMin no sabía si aquello era bueno o malo.
Eunji se acercó a sus hijos, tomando el asiento a un lado de Hyunah y viéndolos. -Niños, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar. -besó la frente de ambos de sus hijos. -Tienen que rezar y Dios va a arreglarlo todo. Estará en observación esta noche, y se va a recuperar poco a poco. No debe llevarse disgustos, y debe comer saludable. Lo cuidaremos, tranquilos.
A pesar de la sonrisita de su madre y el profundo suspiro saliendo de los labios de Hyunah, JiMin temblaba como una hoja, y tenía el color de ésta. Estaba descompuesto, mareado, disgustado...
-Hyunah, cielo. Lleva a JiMin a la cafetería. -dijo su madre a la vez que le entregaba dinero a la mayor de los hermanos.
-Cómprale un chocolate caliente y una dona. Cómprate algo tú también, es una noche muy fría. Me quedaré aquí, asegúrate de que tu hermano esté bien.
Hyunah asintió y ayudó a su hermano a ponerse de pie y a caminar fuera de la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta finalmente llegar a la cafetería. Ésta estaba casi vacía a excepción de unos ancianos en unos asientos de la esquina, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja.
Hyunah dejó a su hermano en un asiento de una mesa de las esquinas y acarició sus rizos.
-No me tardo, quédate aquí. -le dijo antes de ir a pedir la comida.
JiMin se encogió de hombros, sintiéndose más pequeño de lo que era mientras continuaba temblando. Moría de frío, moría de miedo... ... Moría de ganas de continuar en los brazos de Yoongi. No se sentía a salvo, estaba desprotegido, y tan nervioso que apenas lo veía de reojo. Era su culpa. Su padre había tenido un ataque al corazón, ya no podrían verse mutuamente a la cara.
Su familia sospecharía de él, se preguntarían quién es "Yoongi" y lo acusaría, para luego matarlo a golpes. Su alma iba a ser arrebatada de la peor manera posible, e incluso sabiendo que acabaría en el infierno, nunca dejó de sentir las ganas de ser envuelto por los brazos del diablo. Lo quería tanto, necesitaba aquello, y más.
Necesitaba... Las tazas siendo puestas bruscamente sobre la mesa lo sobresaltaron, interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más contra su asiento. Su hermana se sentó frente a él y puso el plato con las cuatro enormes donas de chocolate en el medio.
-Come, JiMin. -básicamente le ordenó. No iba a negarlo, tenía hambre. Pero sentía que podría vomitar en cualquier momento. La culpa no se iba de su sistema, si al menos pudiese irse con el vómito... Intentando dejar de pensar respiró profundamente antes de sentarse derecho y tomar una dona, dando un mordisco y masticando lentamente. Su hermana suspiró y bebió de su café con crema, relamiendo sus labios luego.
-JiMin. -llamó, pero éste continuó con la mirada baja, masticando.
-Sé que crees que es tu culpa p-
-Lo es. -interrumpió el pequeño. Apenas le salía la voz. Tragó la comida de su boca y dejó la dona sobre la mesa, tomando delicadamente su taza y soplando el contenido antes de darle un sorbo, sintiendo el chocolate arder en su pecho.
-Por supuesto que no. -rápidamente contradijo Hyunah.
-Papá es violento. Tú lo sabes, mamá lo sabe, yo lo sé. Joder, él lo sabe. -JiMin alzó la mirada al oír el insulto. No sabía que su hermana decía palabrotas.
-Lo siento. El punto es que... no es un castigo. Él nos hace creer que es un castigo y... Dios bendito, no lo es.
-Hyunah. N-No... -nuevamente respiró profundo, intentando calmar su cuerpo. No podía.
-... Por favor, no hablemos de esto.
Intento... intento no temblar. -¿Tienes frío? Es porque siempre estás desabrigado. No usas pantalones largos. Es otoño, JiMin. ¿Quieres que vaya a casa a por un abrigo? Puedo ir con el auto.
No necesitaba un abrigo. Necesitaba sus brazos.
-No, no. Yo... necesito ir al baño. ¿Me disculpas? -en cuanto su hermana asintió le dió un último sorbo a la taza y se puso de pie, saliendo de la cafetería. Caminó rápidamente en busca de un baño.
Sabía que no era un horario en el que se encontraría a alguien allí, lo cual era bueno para él. Había comenzado a llorar silenciosamente, de solo saber que sentiría los brazos de Yoongi podía casi sentir la protección. Una vez lo encontró se adentró sin dudarlo y cerró la puerta detrás de si. Miró alrededor y se acercó a los cubículos, notando que ninguno estaba ocupado. De inmediato comenzó a sollozar con fuerza.
-¿Yoongi? -se giró en cuanto sintió una sombra pasar de reojo. De inmediato caminó hacia el diablo al verlo parado frente a él, y lo abrazó por el torso, sin temer a su hermoso pero inexpresivo semblante. Comenzó a sollozar a lo loco en cuanto sintió los brazos del diablo envolverlo, al principio, con dificultad.
-Yoongi, n-no puedo dejar de t-temblar...
-Shh, shh. -intenta calmarlo el arcángel, reafirmando el agarre con más seguridad y llevando su nariz a los ricitos del niño, el cual estaba algo despeinado pero continuaba viéndose adorable.
-Vas a dejar de temblar, sólo necesitabas estar en mis brazos. -le dijo, aún sin expresión. Era imposible descifrar lo que éste ser sentía... si es que sentía algo, claro.
-Sigue vivo, mi padre. -le dijo el niño, como si no se hubiese enterado. Se apartó de su pecho para alzar el rostro y ver sus labios, ya que no podía ver sus ojos o el molesto pitido comenzaría a taladrar su cerebro más de lo que ya lo hacía.
Sintió un cosquilleo en su estómago en cuanto las manos del diablo tomaron sus mejillas y los dedos pulgares limpiaron con calma sus lágrimas. El niño sollozó.
-Va a matarme, Yoongi.
-No va a matarte. -dijo de inmediato.
-Es imbécil, pero no tanto. - sonrió de lado, como si no hubiese sucedido ninguna tragedia.
-No va a querer ni tocarte.
-Bae, Bonhwa y Beongyu... -negó lentamente JiMin. Sus primos, ellos habían planeado todo.
Deseaba darles una lección, una que realmente les quedara clara. Yoongi volvió a silenciarlo y lo apegó a su pecho, aún sonriendo de lado.
-No quiero que mi niño favorito malgaste sus recuerdos pensando en los Castrati. Va a calmarse, respirar y relajarse. ¿Está bien? -JiMin asintió, obediente. Y eso al diablo le encantaba.
-Ahora te quiero comiendo.
-P-Pero... -sorbió su nariz antes de formar un inconsciente puchero con su grueso labio inferior, triste.
-¿No vienes conmigo?
El diablo rió por la inocencia y pureza que cargaba el niño encima. Nadie querría estar cerca de él, incluso temían nombrarlo, y ahora se encontraba con un pequeño religioso y un poco curioso. Sin poder evitarlo, Yoongi acercó su rostro al del niño y dejó un suave beso en la comisura de los labios del más bajo, el cual se congeló en su lugar y adoptó un furioso rubor en sus mejillas.
-Desearía, pero el deber me llama. Vé.
JiMin asintió lentamente, limpió sus lágrimas y se soltó del cuerpo del diablo, saliendo por la puerta. Definitivamente se sentía más relajado. Pero no sentía nada correcto.
Los ojos del hombre en la camilla del hospital se abrieron lentamente. Tragó saliva, sintiendo su garganta seca. Necesitaba agua, urgente. Suspiró mientras se removía, incómodo. La aguja del suero en su brazo le incomodaba y dolía, necesitaba ver a su familia y saber que todos se encontraban bien, que estaban esperando por él fuera, en la sala de espera.
Su mente comenzó a recordar entre la confusa neblina el cómo intentó castigar a su hijo, y de pronto su pecho comenzó a doler demasiado. El aire escapó de sus pulmones, su vista se volvió negra y el golpe en el suelo lo dejó inconsciente.
-¿Quieres agua? -soltó un gemido de susto al haber oído una voz susurrar en su oreja izquierda. Llevó una mano a su pecho e intentó calmar su corazón.
No quería tener otro infarto, definitivamente. Nuevamente giró su cabeza y notó entre la nubosidad de su vista algo vestido de negro en la punta de su cama. Su garganta se secó aún más, parpadeó más veces para saber si aquello que veía era real. Finalmente reconoció a un hombre, era un poco más joven que él y tenía unos ojos tan celestes como el mismísimo cielo en un bello día de verano. Sonreía con calma y vestía una camiseta negra abotonada hasta el cuello y unos pantalones del mismo color.
-¿Q-Quién eres? -pudo decir, aunque casi no tenía voz.
El hombre de inmediato se acercó a Seung y tomó de una bandeja que estaba sobre la mesa de un lado de la camilla un pequeño vaso de plástico, el cual estaba lleno de agua. Lo acercó a la boca del paciente y permitió que se lo bebiera todo. Incluso éste sin merecer ni una gota. Al finalizar, dejó con calma el vaso nuevamente en la bandeja, y volvió a la punta de la cama, viéndolo.
-¿Quién eres? -nuevamente Seung preguntó, perdido.
-¿Dónde está mi familia?
-Park Seung, yo... -el hombre llevó su mano repleta de anillos de oro a su pecho.
-... soy Jesús.
Si Seung no estuviese algo sedado, definitivamente hubiese tenido otro ataque al corazón. Se quedó observando fijamente al hombre que estaba frente a su camilla, el cual continuaba sonriendo con la misma calma de antes. Definitivamente no esperaba que Jesucristo fuese de aquella manera. Pero... ¿Quién era él para juzgar a su Dios?
-¿C-Cómo sé que no mientes?
-Seung, tú creíste en mí cuando salvé a tu hermana de cáncer terminal. - de inmediato el hombre comenzó a llorar, sin poder creerlo. Nadie pudo haber sabido que comenzó a creer en Dios en aquel momento. La vida de su hermana estaba en riesgo, y Dios fue su única oportunidad.
-¿Me crees ahora?
-Oh, Dios. Mi señor. Alabado sea s... -se interrumpió en cuanto el hombre de negro alzó una de sus manos y negó lentamente con la cabeza, indicándole que se detuviera.
-Mi querido Seung. Verás, yo no estoy aquí para charlar. Quiero decir... - alzó ambas cejas.
-... soy Jesucristo, no tu terapeuta. -Seung tragó con fuerza, sintiendo dolor en su interior. ¿Éste era el hijo de su señor?
-Estoy aquí porque intentaste hacer algo muy, muy malo con uno de mis querubines.
-¿Q-Quer-
-Tu hijo, para ser exacto. -caminó alrededor de la cama hasta llegar a un lado de Seung nuevamente, viéndolo fijamente.
-Casi quemas su piel de porcelana. ¿Te das una idea de lo mucho que planeo acariciar esa piel? Por mí. Lo espero con ansias.
-¿Qué? -miró alrededor, pero le asustaba llamar a alguna enfermera. Le asustaba intentar defenderse. Éste no podía ser Jesucristo, no.
-Es una pena. ¿Recuerdas lo que sentías cuando eras un pobre niño y te escondías en el armario para que tu asqueroso padre no te encontrara? Miedo, desesperación de... de ser como él. ¿Verdad? -a pesar de las terribles cosas que decía, todo era calmado, tranquilo. Suave.
-Decías, "yo no voy a ser como mi padre" y, joder, eres más que tu padre. Eres peor que tu padre.
-Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El señor esté contigo... -a éste punto el hombre ya se había dado cuente de con quién trataba. Lo había sentido, pero tuvo la esperanza de que no fuese nada malo. Nada peor de lo que le sucedió. El hombre de negro ríe antes de negar.
-No seas imbécil. ¡Creí que nos estábamos llevando bien! -exclamó en un triste y sarcástico tono de voz.
-Es una pena. Creí que podrías obedecerme.
-¿Obedecerte? Sólo obedezco a mi Dios. A mi único Dios, vuelve a las tinieblas de donde viniste. Te lo ordeno en el nombre del señor...
El diablo alzó ambas cejas. -¿Dios te dice que seas un abusivo? Vaya, yo creí que era bondadoso, pero veo que es peor que yo. -bromeó, riendo bajo, de manera ronca.
Se puso serio de repente, y el color marino en sus ojos cambió a uno bordó, oscuro. Sus pupilas se dilataron y se inclinó sobre el rostro del creyente. -Vamos a ser claros, ¿quieres?
-En el nombre de Jesús, yo te devuelvo a-
-En el nombre de tu puta madre muerta, cierra la boca. -su voz cambió a una grave, distorsionada, y Seung comenzó a llorar ante aquello. El diablo aclaró su garganta, fingiendo estar afligido.
-Lo siento por eso. -su voz volvía a la normalidad.
-Perdí el control, supongo.
Todo quedó en silencio por unos segundos, Yoongi sonrió de lado nuevamente. -Por favor, no me mates. -rogó Seung, hipando e intentando hacerse hacia atrás lo más que podía, espantado con lo que estaba frente a sus ojos.
-Vas a dejar a tu hijo en paz. -dijo el diablo, nuevamente serio y con sus ojos bien abiertos, fijos en los del padre de su niño favorito.
-No vas a mirarlo, no vas a hablarle, mucho menos vas a tocarlo. -Seung asentía, obediente.
-Si tú alma sigue en tu cuerpo es gracias a él, ahora agradece.
-Y-Yo, yo...
-¡Agradece!
-Gracias, g-g-gracias. Gracias. -sollozó temblando y llevando una mano a su pecho.
-Gracias, gracias.
Los pitidos comenzaron a hacerse audibles en la habitación, indicando que su pulso estaba muy acelerado. El diablo vió la máquina por unos segundos antes de ver al hombre en la camilla.
-Soy alguien muy ocupado, pero sigo siendo real. Estaré vigilándote en tu estadía en la tierra, Park Seung. -nuevamente caminó a la punta de la cama, sin quitarle los ojos de encima. -Y recuerda: la próxima tu Dios no va a salvarte.
Dos enfermeros entraron en la habitación, llegando a un lado de la cama e intentando calmarlo. Otra enfermera llegó con una bandeja con comida saludable, todos bloquearon la vista del paciente, y cuando éste pudo ver nuevamente la orilla de la cama, ya no había nadie allí.
Hyunah y JiMin entraron por la puerta principal de la casa, exhaustos. Su madre iba a quedarse en el hospital esperando, y tuvieron que dejarle el auto, regresando en autobús y a pie en un horario no tan bonito. La casa estaba silenciosa, las cosas estaban como las habían dejado. Había una gran tormenta avecinándose y ambos sólo querían dormir.
-Descansa, JiMin. Llámame si quieres algo, dormiré en el sofá para oírte. - JiMin asintió, recibiendo un beso en su frente de parte de su hermana.
-Te amo.
-Y yo a ti. -finalmente se giró hacia la puerta del sótano, bajó los escalones y volvió a abrir la siguiente puerta, entrando a su habitación.
Una vez allí suspiró con cansancio y se encaminó hacia el velador de su mesa de noche, estuvo a punto de encender la luz pero decidió dejar todo a oscuras ya que pronto iba a acostarse. Quería dormir, dejar de pensar por un segundo, dejar de llorar porque, a pesar de no estar sollozando, las lágrimas caían por sus mejillas.
Sintió aire frío detrás, y luego calidez. Unos brazos se envolvieron alrededor de su cintura y un cálido aliento rozaba su oreja izquierda. Las lágrimas se detuvieron de inmediato, la protección que necesitaba volvió.
-Yoongi, creo que me estoy volviendo malo.
La nariz del diablo rozó sus rizos y olfateó leve y disimuladamente. -Imposible. Sigo oliendo pureza en ti. -dijo. JiMin no podía entender cómo siquiera podía haber una gota de pureza en su cuerpo luego de haber invocado al ser más vil de la existencia.
-¿Incluso habiendo invocado al diablo? -se atrevió a decir, cerrando sus ojos en cuanto sintió las manos del diablo acariciar su delgado torso.
-Eso no fue un acto de maldad. Fue un acto de desesperación ante la maldad de los demás. -contestó Yoongi, girando al niño en sus brazos y pegándole a su cuerpo, inclinando su rostro para rozar la nariz con la del contrario, el cual se puso de puntitas de pie, amando esas leves caricias y la cercanía.
-Muchos no lo entenderían. -Nadie lo entendería. -confirmó JiMin.
-Yo lo entiendo. -contradijo Yoongi, continuando con los roces de narices.
-Tu alma es mía, puedo sentir todo lo que sientes de maneras mucho peores.
El ceño de JiMin se frunció de inmediato a la par que la preocupación brotaba de su pecho.
-¿No te duele? -el diablo sonríe de lado, negando lentamente ante la inocente pregunta de su niño favorito a la par en la que acariciaba la espalda baja de éste.
-¿Recuerdas todas esas historias donde soy un ser egoísta, que me gustan los malos sentimientos y soy muy, muy mentiroso? -JiMin asiente lentamente, esperando una respuesta negativa acerca de ello.
-No son mentiras.
El rizado tragó saliva para intentar apaciguar el nudo en su garganta. Claro que el diablo era vil y mentiroso, y probablemente todos los supuestos sentimientos y muestras de cariño que lograba tener hacia JiMin eran falsos, porque era un ser mentiroso y probablemente no tenía sentimientos. No debería de estar así de cerca, no debería de querer que el arcángel lo bese y tampoco debería sentir las maripositas en su estómago. Ésto estaba mal. Debía ser listo.
-Entonces, ¿también es verdad que tienes cuernos y cola? -preguntó, intentando olvidar el asunto de ser mentiroso, aunque sus ojos llorosos delataban que había estado pensando negativamente, pero los tenía cerrados. El diablo frunció el ceño.
-¿Quién dijo eso? Lo mato. -a pesar de estar bromeando no pudo evitar sonar indignado, cosa que hizo reír bajo al niño sonrojado. El diablo de inmediato corrió un poco su rostro y comenzó a dejar suaves besos en la mejilla de JiMin.
-... Es extraño.
A éste punto JiMin no podía ni moverse, su cuerpo estaba relajado contra el cálido torso del diablo y se encontraba embobado por los suaves besos en su mejilla. Finalmente logró decir: -¿Qué cosa? -No sabía que tenía dos lados. Aquel comentario de parte de Yoongi provocó que abriera sus ojos con el ceño levemente fruncido, esperando que no sea nada malo, incluso sabiendo que el hombre que lo sostenía y besaba su mejilla era malo.
-... ¿Cómo?
-Sí. Una parte de mí adora verte perder la vida poco a poco. -los músculos de JiMin se tensaron, y el miedo se hizo presente en su pecho. Sin embargo, no quería salir de la protección que sentía al ser rodeado por los brazos del diablo.
-Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas sonriendo. Jamás me había sucedido.
A pesar de que sonaba realmente sincero, JiMin intentó no convencerse. El diablo era mentiroso, tenía que ser listo, más listo que él. Se apartó un poco de la oscura figura con la mirada baja, se giró nuevamente para tomar su pijama celeste con aviones y se dirigió hacia su cama ordenada, sentándose en la punta.
Se quitó los zapatos y estuvo a punto de comenzar a desvestirse, pero los ojos celestes y un cuarto rojo de Yoongi estaban clavados en él, en su cuerpo. -¿Podrías...? -sonrojado pidió, esperando que comprendiera lo que debía de hacer. El arcángel bufó, parecía casi un chiste oírlo bufar.
Se giró y rodó los ojos, sin poder creer que estaba haciendo aquella ridiculez de girarse para complacer a un simple niño, a una simple alma como todas. Aunque... tal vez no era tan simple. -Ya. -dice JiMin, vestido con su pijama.
Cuando Yoongi vuelve a girarse el niño está en su cama, cobijado y dejando un espacio para él. El diablo se acerca y no duda en acostarse a su lado, rodeando nuevamente su cuerpo con sus brazos. Comienza a acariciar los rizos del niño, esperando a que éste se duerma, pero sabe que no lo hará debido a que él está allí, y probablemente debería de irse nuevamente para que JiMin pudiese descansar.
-¿Qué significa la palabra en la que llamas a mis primos? -pregunta inesperadamente el rizado. Siempre había sido curioso con aquella palabra, y ahora que sentía que podía tener más confianza con el diablo -lo cual sonaba loco- no iba a desaprovechar.
-¿Los Castrati? -JiMin asintió y el diablo relamió sus labios antes de comenzar a explicar: -Hace muchos años la iglesia compraba niños que tuvieran buena voz y los llevaban a una especie de reformatorio. Les cortaban el pene porque creían que eso conservaría sus voces agudas. -una mueca de dolor se hizo presente en su rostro. ¿Cómo pudo la gente ser así de cruel con unos simples niños? Era injusto y aún más terrible que sean creyentes.
-¿Quieres saber la peor parte? ¿La que nadie sabe? -su voz suena como si estuviese a punto de contar algo entretenido, hasta chistoso. -... No lo sé. -Se los comían. -el ceño de JiMin se frunció, confundido.
-¿Qué? ¿A quién? -preguntó. -Sus penes, se los comían.
La bilis subió por la garganta del rizado, pero rápidamente pudo tragar. Angustia se instaló en su pecho, por todos esos niños y porque no podía dejar de pensar en el porqué Yoongi llamaba así a sus primos. ¿Era porque cantaban en el coro de la iglesia o porque planeaba hacerles algo? Intentó continuar con las preguntas para no echarse a llorar.
-Oh... Oh, bueno. Eso es... enfermizo. -su voz tembló y Yoongi lo acurrucó más contra sí. -Quiero preguntarte algo, pero temo ofenderte.
-Adelante. -lo animó.
-¿Tú eras... un ángel? ¿Eras un ángel de Dios?
-... Mh. -afirmó.
Oh, vaya. -¿Este es tu cuerpo verdadero? Quiero decir... ¿Siempre has tenido esta forma? -le asustaba creer que el hermoso hombre que lo sostenía en sus brazos era un cuerpo que el diablo había tomado. Realmente esperaba que no.
-Puedo ser lo que quiera, pero éste es mi cuerpo verdadero. -se alivió de inmediato a la respuesta. Pero ya era tarde. El miedo que había estado en su pecho cuando Yoongi le confesó amar ver cómo moría poco a poco lo consumía, sumando la angustia que sintió por los niños que fueron castrados y usados como coro de ángeles, gobernados por demonios que se hacían pasar por creyentes. Temía el mismo destino para su familia, incluso si éstos eran malos, él no era tan malo. Y lo que más temía...
Se estaba enamorando de Yoongi. Irremediablemente. Y el diablo es mentiroso. Los sollozos escaparon de sus labios, las lágrimas no se detenían por nada del mundo, cayendo por sus pálidas mejillas. Era un alivio llorar, pero el malestar no se iba y sabía que era debido al diablo. Sin embargo, no lo quería en otro lugar.
-Yoongi. -sollozó con fuerza, acurrucándose en el pecho del diablo.
- Tengo miedo. -¿A qué le tienes miedo? -la voz del diablo era neutra. Pareciera que no le afectara en lo mínimo el niño llorando desconsoladamente. Si tan solo pudiese recordar una muestra de afecto que demuestre que le importaba... pero no había nada que recordar, porque jamás había tenido sentimientos.
-... A ti, pero no de la manera en la que todos te temen. -suspiró el niño, finalizando con el llanto y cerrando sus ojos, concentrándose en dormir. Lo logró y el diablo se fue apenas éste lo hizo, sólo para que no tuviese pesadillas ni nada que pudiese dañar su mente. Además, tenía cosas que hacer.
-JiMin. JiMin, hey. Despierta. -sus párpados se alzan en cuanto su hermana agita su hombro. La vé de mala manera al principio hasta que finalmente nota que ésta se encuentra bastante pálida.
-¿Hyunah? -se sienta bruscamente, un poco mareado al hacerlo. Lleva su pequeña mano en forma de puño a su ojo izquierdo, intentando quitar el sueño. -¿Qué sucede?
-Tenemos que ir al hospital ahora, levántate. -dijo, y salió rápidamente del cuarto sin dar ninguna explicación. De inmediato el pánico brotó por su cuerpo. ¿Le había sucedido algo a su padre? ¡Era su culpa! Comenzó a llorar bajito mientras se destapaba y se vestía.
Se puso sus pantalones cortos, sus zapatos, su camisa blanca abotonada y sus tiradores negros. Limpió las lágrimas de su rostro y miró alrededor, notando que no veía nada de reojo.
-¿Yoongi? -llamó. Nada pasó.
Salió de su cuarto apresuradamente, cerrando la puerta detrás suyo y subiendo los escalones para abrir la siguiente puerta. Una vez en la cocina, su hermana le entregó un vaso con jugo de naranja exprimido y dos tostadas con mermelada de durazno encima. Era extraño no oír Dominique sonar por la casa a todo volumen.
-¿Hyunah? ¿Algo le ocurrió a papá? -no puede evitar sollozar. De inmediato su hermana lo abraza.
-No, no. Tranquilo, nada le pasó a papá. -dice, dejando un beso en la frente de su hermano antes de dedicarle una débil sonrisa.
-Te voy a explicar en el camino, ¿vale? Desayuna rápido, por favor.
Y eso hizo. Media hora después ambos hermanos estaban en el auto, con sus cinturones abrochados debido a lo rápido que Hyunah conducía. JiMin intentaba no llorar, creer en las palabras de su hermana, pero sabía que algo malo había sucedido.
-Mira, JiMin. No sé cómo decir esto. -su hermana niega lentamente con la cabeza a la vez que dobla en una esquina. El corazón del niño comienza a latir con demasiada rapidez mientras vé al frente. -Algo le pasó a nuestro primo, Bonhwa. -rápidamente el rizado la observó, comenzando a temblar.
No, no. -No sé cómo decirlo delicadamente, Dios mío. Uhm... algo le pasó a sus partes íntimas, y tuvo que ser... amputado.
El mareo que el rizado tiene es terrible, pero es disimulado debido al rápido movimiento del auto y a que tiene el cinturón de seguridad puesto, el cual lo sostiene contra el respaldo del asiento. Siente náuseas, siente ganas de morirse allí mismo. Su culpa. Solamente su culpa. Ni siquiera se da cuenta cuando llegan al hospital.
Su hermana lo llama pero su voz se oye lejana, siente como se deshacen del cinturón de seguridad y, luego de unos segundos, lo bajan del auto. El aire frío contra su rostro lo despierta un poco, pero la culpa es tanta que siente que va a tener un ataque al corazón. ¿El karma de su padre, acaso?
Rápidamente ambos hermanos se dirigen dentro del hospital, caminando por los pasillos a la sala de espera. Todos los familiares están allí, y cuando JiMin llega junto a su hermana sus dos primos lo ven con terror. Sus tíos están hablando con un médico que acababa de salir de un cuarto.
-Quédate aquí. -Hyunah le dice a su hermano, dejándolo más alejado del resto de la familia, dirigiéndose a su madre, la cual había comenzado a llorar. La luz del hospital se apaga y se prende por unos segundos, sin embargo, nadie parece notarlo. El frío invade al rizado como si estuviese en el polo norte y cuando vé a su lado, algo grande, alto y cubierto por una capa oscura pasa como si nada.
El aliento escapa del pecho del niño mientras vé a ésta figura, que anteriormente vió en la carretera, adentrarse seguido de un doctor al cuarto donde -JiMin supuso- Bonhwa estaba. Su tío comienza a llorar mientras cubre su rostro ante la noticia del doctor, y su tía Jacky se deja caer al suelo con un grito desgarrador. Sus primos comienzan a llorar en el asiento ruidosamente, y su hermana y madre intentan calmar a su tía Jacky, la cual no deja de gritar el nombre de su hijo.
Son el centro de atención, y por la cara que tiene el médico cuando se gira y continúa su camino por el pasillo, JiMin sabe que no es una simple amputación. Algo salió mal, y ahora Bonhwa está muerto. El diablo se hace presente a un lado del niño, JiMin puede verlo de reojo. Y sentirlo. Aunque, al punto que llegó, ya no sabe si puede volver a sentir algo más que culpa.
-¿Qué es eso? -pregunta, refiriéndose a la figura que ahora sale del cuarto de su primo y sigue por el pasillo hasta el final, doblando en una esquina, en busca de otro cuarto al que entrar.
-La Muerte.
-¿A dónde se lo lleva? -retrocede un poco.
Su boca se mueve por sí sola, haciendo preguntas. Todavía no sabe cómo sigue de pie. La profunda inhalación del diablo es tan audible y fuerte que incluso se mueven un poco los cuadros de la pared. En aquel momento JiMin sabe que Yoongi estaba absorbiendo las almas oscuras. Como la de su primo.
-No importa a dónde, lo importante es que ya no será una molestia. - miente. Porque el diablo es mentiroso. Engaña, finge, envenena, mata. Y nunca se olvida de tu alma.
-Yoongi... -logra decir en una exhalación pero, sin más remedio, cae al suelo. Nadie lo sostiene, nadie responde a su llamado de ayuda.
Y todo se vuelve negro.
...
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Besos♥️
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