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Extra I


"El otro lado." 1986.


Para ser un simple cajero en un supermercado de un pueblo bastante pequeño y algo fantasmal, en donde todos se conocían y compartían las mismas creencias, su vida no iba tan mal. Todas las mañanas se despertaba con el maldito gallo de despertador, y mientras su preciosa abuela preparaba el desayuno, él reproducía su canción favorita.

A veces sentía que ya no era su canción favorita, sino una parte de él. Se la pasaba cantando el mismo verso, la repetía una y otra vez sin duda alguna, y las personas que lo conocían, como su mejor amigo, rogaban a Dios y a todos los santos existentes que aquella tortura acabara.

Tal vez los demás no lo comprendían realmente: aquella canción era con la que Min Yoongi quería bailar hasta el cansancio, la que quería oír en una situación donde él saliese victorioso y otro –probablemente el prestamista del pueblo, al cual le debía bastante dinero– quedara boquiabierto.

Pero lo más importante es que era la única canción la cual podía escuchar y no tendría nada religioso de por medio. Últimamente los adolescentes estaban más rebeldes, pero, al menos en donde él vivía, era uno de los pocos que no le prestaba tanta atención a la religión. Su abuela estaba de acuerdo, ella creía que no había que vivir de la iglesia para amar a Dios.

Yoongi no estaba muy seguro de amar a Dios, y eso lo ponía terriblemente nervioso, incluso a sus veintidós años de edad. La gente podía ser muy persuasiva. Últimamente no le tenía miedo a la supuesta ira de Dios, y todo se debía a que no sólo no estaba seguro de amar a éste, sino que no sentía atracción por personas de su mismo género lo cual, según la gente de la iglesia en su pueblo, no estaba nada bien.

Él no podía evitarlo, le atraían y eso era todo. Se lo había comentado a su abuela, y ésta le había dicho que ya era una persona adulta y que hiciera lo que quisiera. Tal vez fue un castigo para ésta, o para Yoongi –realmente no estaba seguro– pero, meses después, su pequeña abuela enfermó del corazón, y dependía de un medicamento para continuar viviendo en buenas condiciones, y por un tiempo más.

Yoongi nunca quiso tanto tener a alguien más que aquella mujer, a alguien más que lo contuviera, que le prestara dinero de manera paciente. Un milagro, lo que sea. No siempre tenían el dinero suficiente, él era el único trabajando y tenía que hacer muchas cosas más en el supermercado para poder comprar el medicamento y que le alcanzara para otras cosas necesarias.

Pero últimamente todo era realmente agotador. Necesitaba dormir, y no podía conciliar el sueño durante las noches hasta que se hacía la madrugada. Dormía cuatro horas todos los días sabiendo que, tarde o temprano, el cansancio del trabajo y el agotamiento del insomnio harían su efecto.

¿Quién cuidaría a su abuela en ese entonces? No podía dejarla morir. Pero Yoongi cometió un error, y uno muy grande. Aquel día se había despertado tres horas después del horario de entrada en el trabajo. Nunca había corrido tan rápido en su vida, y aunque su abuela intentaba tranquilizarlo, diciéndole que estaría bien, éste no le hizo caso.

Apenas abrió la puerta de su casa, con cansancio en sus preciosos ojos azules y totalmente despeinado, se encontró con el causante de muchas de sus pesadillas. El prestamista.

—¡Yoongi! ¿Cómo va todo? ¿Bien? Te ves extraño sin tus lentes. — comentó, fingiendo un tono amigable.

Yoongi llevó la mano a su rostro, palmeando. Había olvidado sus estúpidos lentes. Eso explicaba el ver nublado, creía que podría quedarse ciego del cansancio. —Todo bien, iba al trabajo ahora. —cerró lentamente la puerta, pero sintió un tirón del otro lado.

Los nervios se instalaron en su estómago cuando su abuela se asomó con su ceño levemente fruncido. —No, no. No salgas, hace frío.

Ignoró totalmente a Yoongi, viendo de arriba a abajo al hombre frente a su casa. —¿Buen día?

—Buen día, señora. —el hombre dió un asentamiento. —Mi nombre es Jung , mucho gusto.

—Igualmente. —alzó su mirada a Yoongi, el cual tenía tensa la mandíbula y veía fijamente al hombre frente a él.

—¿Cómo lo conoces, cielo?

—Del trabajo. Somos cercanos. —responde Jung, sonriendo de lado y metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—No sabía que vivías con tu abuela.

—Si, siempre he vivido con ella. —respondió. Se giró a observar a su abuela y le sonrió amablemente, algo tenso. —Entra, abuela. Ya me voy al trabajo.

—¿Estás seguro?

—Si, amor. —le dió un beso en la frente.

—Estaré aquí lo más rápido que pueda.

Esperó a que su abuela entrara a la casa para cerrar la puerta y girarse. Le dió un asentamiento al hombre frente a él y comenzó a caminar, esperando que lo siguiera. Éste lo hizo de inmediato.

—¿Tienes algo para mí?

—Uh... No ésta vez. Incluso estoy llegando tarde al trabajo. —se sinceró, caminando más apresuradamente. El hombre chasqueó la lengua.

—Hey, vamos, hombre. No juegues conmigo. No estoy de buen humor. Dame al menos un poco.

Yoongi negó. —Puedo darte un poco cuando salga del trabajo, pero ahora no tengo nada, ni para un Jadeó adolorido cuando fue empujado contra la pared de una casa, lastimando su espalda y la coronilla de su cabeza.

Alzó el rostro cuando la mano de Jung se instaló en su cuello, apretando y clavando las uñas en su piel. —Yoongi, en serio no estoy de humor. Quiero mi dinero. —susurró, acercándose a su rostro.

—He tenido la paciencia suficiente, no puedo esperar para siempre, ¿verdad? —no recibió respuesta.

Apretó el cuello del castaño con más fuerza. —Intentaré esperar un poco más, ser más paciente, pero no te sorprendas si un día llegas a casa y la vieja está colgada a una soga en el techo. —Yoongi miró hacia otro lado, sin poder evitar gruñir. Recibió una bofetada.

—Mírame cuando te hablo, porque te hablo muy en serio, y si tu abuela sorpresivamente comete suicidio, no hará falta sentirme culpable. Tú solo sabrás quién verdaderamente tiene la culpa por meterse en cosas que no sabe.

Sin más, lo soltó, y pareció girarse, dispuesto a irse. A Yoongi se le cortó la respiración cuando recibió un puñetazo en su nariz, arrugando ésta y cerrando sus ojos con fuerza por el dolor. Llevó una mano a su rostro, adolorido y esperando por unos segundos antes de volver a abrir sus ojos. Rogaba por un milagro. Rogaba por algo que aliviara ésta mísera vida.

—Maldita sea. —limpió la sangre debajo de su nariz, aunque ésta continuaba saliendo, y se dirigió a pasos furiosos hacia el supermercado.

—Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta. —susurraba.

Intentó no pensar en nada. Tan sólo se mantuvo susurrando aquello hasta llegar al trabajo, en el cual fue cruelmente regañado y humillado por ir en aquellas condiciones. Tan sólo le permitieron ir a la caja, sentarse y comenzar a atender a las personas, pero como castigo no le permitían limpiarse la cara. Tan sólo... algo.

Algo, quién sea, no me importa, ayúdeme en ésta mierda de vida. Dios, Jesús, Satanás, a quien mierda se le dé la gana. Dejó de meter cosas de una clienta en la bolsa debido a que su mirada fue a las luces del supermercado, las cuales parpadeaban. No hubiese sido extraño, si no fuese porque parpadeaban en un mismo órden.

Una bombilla se apagaba, y se prendían cuando dos volvían a parpadear. Una estúpida idea cruzó por su mente, pero lo hizo. Recordando el código morse que había aprendido gracias a su abuelo fallecido, sus ojos se abrieron de más ante el mensaje repetitivo. "Estoy aquí. Estoy aquí. Estoy aquí. Estoy aquí."

Los focos explotaron, provocando sustos de todas las personas en el lugar. Se oyó una risita dulce, traviesa, y los ojos de Yoongi buscaron a esa persona en la fila. Se encontró con un bonito niño –no tan niño, aproximadamente de dieciocho años, pero lucía algo infantil.– de rizos, con vestimenta oscura, antigua.

Debajo del largo saco negro llevaba una camiseta blanca, abotonada hasta arriba, y una pequeña y adorable corbata del mismo color que el saco, dentro de éste. No podía ver lo demás, pero no parecía llevar más que unos pantalones cortos debajo. Su sonrisa era deslumbrante mientras veía alrededor con emoción.

—Ésto parece una película de terror. —comentó, casi chillando de la emoción.

Yoongi asintió, de acuerdo. Cuando finalizó de atender a la mujer, había llegado el turno del niño.

—Buenos días. —murmuró Yoongi educadamente, aunque no tenía muchas ganas de desear buenos días a la gente, pero el niño era adorable... aunque extraño.

Alzó ambas cejas cuando éste último dejó una gran cantidad de dulces que planeaba comprar. —Vaya...

—Me gustan mucho, mucho las golosinas. —se excusó, encogiéndose de hombros mientras observaba las manos de Yoongi registrar en la caja cada dulce.

—Parece hacer todo tan fluido, el incluso sin luz. ¿Hace mucho trabajas aquí?

—Hace casi cuatro años. —respondió de manera seca, asintiendo lentamente.

Se sintió mal por la animada manera en la que el rizado le hablaba, así que decidió devolver la pregunta. —¿Tú? ¿Hace mucho vives aquí? Nunca te he visto.

El niño negó lentamente, viéndolo fijo a los ojos. —Yo acabo de llegar.

Yoongi le devolvió la mirada por unos segundos antes de asentir lentamente, finalizando con las últimas golosinas antes de tomar una bolsa pequeña, metiendo todo allí. Esperó la paga luego de decirla, como habitualmente hacía, pero se sorprendió al notar como el rizado daba la vuelta, saliendo del lado del cliente y quedando del lado del cajero, donde estaba el castaño.

Sus ojos se abrieron de más cuando fue tomado de las mejillas e inclinado hacia abajo, a la altura del menor. Sintió unos fríos y húmedos labios sobre los suyos, acariciando su labio inferior de manera lenta y suavecita. Ni siquiera respiraba, estaba realmente sorprendido, tanto que apenas podía moverse.

Un agradable cosquilleo se instaló en su estómago, pero duró poco debido a que el rizado se alejó, viéndolo a los ojos con una pequeña sonrisita ladina. —Nos vemos, Yoon.

Sin más, tomó la bolsa y se fue. Yoongi parpadeó rápidamente, sin llegar a tiempo a seguirle con la mirada debido a que no se encontraba más en el lugar. Vió alrededor, notando algunas personas verle con cierto espanto oír la escena de minutos atrás.

Respiró profundamente y volvió a acomodarse en su asiento, esperando a más clientes mientras se preguntaba quién era ese niño, porqué lo había besado y cómo sabía su nombre. Cuando llegó el final del día, luego de estar todo el rato limpiando, refregando paredes, suelo, y cambiando los focos de luz, se reunió con su jefe, esperando la paga.

Su ceño se frunció al recibir mucho menos de lo mínimo esperado. —¿Tan sólo ésto por llegar tres horas tarde? —el anciano lo observó algo sorprendido por la queja de Yoongi.

—Son las once de la noche. Mi turno terminaba a las ocho y media.

—Por mí vete a la hora que quieras, luego de todo lo que provocaste hoy hasta te puedes ir buscando un nuevo trabajo.

Ya harto, se mantuvo firme y enojado. No iba a quebrarse. —¿Qué es exactamente lo que hice hoy?

—Además de tu tardanza, llegar golpeado y andar con un humor de perros durante todo el día, te atreviste a... a besar a un hombre frente a todo el supermercado. —comentó asqueado y enojado, bajando la mirada.

No podía ni mirarlo. —No estoy en contra, pero me parece repugnante, y todos te vieron.

—Bueno, eso claramente es estar en contra. Y yo no lo besé, él me besó. El que me haya dado un golpe no es mi culpa, y tampoco el quedarme dormido. He estado trabajando muchísimo éstos días, recibiendo miseria.

—¡¿Miseria?! ¡¿A ésto le llamas miseria?! —apuntó al dinero en la mano de Yoongi, el cual formó un puño, arrugándolo.

—¡Es lo menos que te mereces, maleducado! ¡Voy a dejarte volver mañana, sólo porque soy una buena persona!

—Por mí váyase a la mierda y no vuelva. —eso había sido todo, no iba a dejar que lo tomaran por torpe. Se giró y caminó hacia la puerta.

—Usted no es una buena persona. Tanto que va a la iglesia, cuéntele a Dios y a la virgen María que me hacía arrastrar por el pasillo para limpiar la mugre de sus zapatos, por poco dinero.

—¡Hijo de la reverenda p-!

Cerró la puerta justo a tiempo, guardando el dinero en su bolsillo mientras caminaba a paso rápido, furioso por el supermercado, hacia la salida. El frío lo invadió. Se maldijo al haber olvidado su abrigo dentro. De todas formas, no tenía absolutamente nada en él. Podía vender algunos libros de su estantería, y algunos muebles. Algo, debía pensar en algo.

—¿No tienes frío? —dió un salto al oír la voz a su lado.

Sorprendido de ver al mismo niño que lo había besado en el supermercado, detuvo su paso. Éste se giró, también deteniéndose. Yoongi pudo notar que más abajo de los pantalones cortos llevaba calcetines largos hasta las rodillas, negros, y unos zapatos algo elegantes, con abrojo. Su ceño se frunció al notar su propio abrigo en una de las manos del rizado.

—¿Qué...? ¿Cómo tomaste eso? —le quitó el abrigo con brusquedad, poniéndoselo.

El ceño del menor se frunció, demostrando confusión mientras ladeaba levemente su cabeza. —Yo te esperé hasta que salieras. —... ¿Por qué? No te conozco. Ni siquiera sé tu nombre.

—No tengo un nombre. —respondió, más seco.

La dulzura se estaba desvaneciendo, cada vez estaba más serio, hablaba un poco más bajo y el color verde en sus ojos se oscureció. —Estoy aquí porque tú me llamaste.

El corazón de Yoongi latió con más fuerza, sin comprender exactamente qué sucedía, suponiendo algo pero... no. No podía ser. Simplemente no podía. —... No entiendo nada.

—No es muy difícil de comprender. —respondió con algo de arrogancia, dando media vuelta y continuando caminando por el camino, lentamente. Se giró a una distancia considerable, viendo fijamente al castaño, como aguardando.

Éste lo observó por unos segundos antes de, nuevamente, comenzar a caminar. Una vez llegó a la medida del niño, caminaron en silencio. El castaño se encontraba realmente tenso, ¿acaso era un sueño? ¿Una pesadilla?

—Creí oír que estabas dispuesto a recibir un milagro de quién sea. ¿Por qué ahora estás tan asustado? —suspiró, negando lentamente mientras soltaba pequeños "mm, mm".

—Ustedes no saben realmente lo que piden hasta que lo obtienen, ¿verdad? —lo observó de reojo.

—Bueno, déjame decirte algo. —se detuvo, y junto a él Yoongi. —Lamentablemente para ti, soy todo lo que jamás deseaste, pero puedo ayudarte más que un ángel.

—... ¿No eres un ángel?

El rizado alzó las cejas, inclinando un poco su cabeza. —¿Luzco como uno? Si.

—No. —carraspeó, y continuó caminando a la par del niño.

Se mantuvo en silencio, pensando exactamente qué podría decir. —Entonces... ¿Quién eres tú?

Una risita provino de los gruesos y rojizos labios del menor. —Si te lo dijo, puede que te asustes. —canturreó bajito.

Metió una mano en su bolsillo y sacó una paleta que había comprado en el supermercado de Yoongi, metiéndolo en su boca luego de quitar la envoltura. Saboreó ruidosamente, quitándolo de su boca al finalizar y sosteniéndolo en su pequeña mano.

—Uhm, bueno. Soy... algo así como un servidor del rey del inframundo. ¿Eso está bien? ¿Es una buena manera delicada de decirlo?

Yoongi metió las manos en su bolsillo. No podía permitir que el... el demonio notara los temblores en éstas. Intentaba estar tranquilo, pero sentía que la cordura se le estaba escapando de las manos, que nada era real. Simplemente se mantuvo en silencio, pensativo y con los nervios de punta.

Adelantó el paso, oyendo las quejas caprichosas del rizado. Subió los cortos escalones de la entrada de su hogar y dió un par de golpes, provocando insultos de su abuela del otro lado hasta que abrió la puerta.

—¿Yoon? ¿Qué te pasó en la cara? —preguntó, preocupada.

Yoongi de inmediato la abrazó, soltando una risita forzada, intentando volver su preocupación un poco más ligera. —¿Por qué te ríes? ¿Qué pasa?

—Shh, shh. Abuela, no pasa nada. —se apartó un poco, y la anciana lo tomó del rostro. —Estoy bien. Yendo al trabajo me dí un golpe, estaba algo dormido.

—¿Desayunaste? Yoongi, ¿comiste algo? —hablaba realmente rápido.

El castaño le tomó las manos, negando lentamente. —Sí, comí. —mintió. —Por favor, no te preocupes. Todo está bien. No tienes que preocuparte, abuela.

—Necesitas descansar, ¿de acuerdo? Voy a prepararte algo rico para comer. —apuntó con su dedo índice a su nieto cuando éste iba a hablar.

—Y me importa una mierda si comiste ya. —Yoongi rodó sus ojos, intentando no reír por el vocabulario de su abuela.

Ésta siempre hablaba de aquella forma, pero emanaba ternura ante su dulce voz. —Te vas a acostar, y dejas que tu abuela te prepare cosas ricas.

—¿Tomaste la pastilla, abue?

—... Es la última. —comentó, intentando sonar desinteresada mientras se giraba y caminaba hacia la cocina.

—Pero ya la tomé. Puedo intentar conseguir mañana.

Yoongi la siguió hasta la pequeña cocina, observándola poner la tetera mientras la oía comentar que le prepararía una sopa. —Abue, encontraremos algo, no te preocupes.

—Cielo, tú no te tienes que preocupar. Es mi salud. De ésto me encargo yo, ¿vale? Ahora vete a la cama, no me hagas repetirlo.

Suspiró profundamente antes de voltearse y caminar hacia la habitación, tragando saliva con fuerza mientras cerraba la puerta de su cuarto. Encendió la luz y se volteó, dando un salto e insultando en un gruñido al encontrarse con el niño de rizos sobre una silla mecedora en la esquina del cuarto, hamacándose.

Aquella era de su abuela, pero él la usaba en las noches de insomnio donde, extrañamente, hamacarse funcionaba. —¿Esa es tu abuelita? Que linda. —empujó con uno de sus pies una caja pesada.

Yoongi bajó la mirada, abriendo sus ojos de par en par al notar que la mediana caja blanca estaba llena de pequeñas cajas de farmacia reconocibles ante sus ojos. Aquellos eran los comprimidos de la medicación que necesitaba su abuela.

—¿Eso...? ¿Eso es...?

—¡Si! ¡Lo sé! —exclamó, sonriente mientras se ponía de pie. Derecho y formal, realizó una reverencia hacia Yoongi.

—De ahora en más, seré tu fiel sirviente.

—¿Mi sirviente? —el demonio asintió, enderezándose y viendo fijamente al castaño el cual, poco a poco, fruncía su ceño.

—... ¿A cambio de qué?

La sonrisa del rizado se volvió más ligera, con menos emoción. —¿No es obvio? —alzó un poquito una de sus cejas, y ambos se observaron fijamente. —Quiero tu alma.

Yoongi empalideció de manera inmediata, parpadeando rápidamente. —¿Mi alma? ¿Cuándo? ¿Cómo?

—Cuando mueras, por supuesto. —respondió el niño, dando un paso al frente.

—Te seré totalmente leal, te protegeré y daré lo que quieras. Sin embargo, cuando llegue el día de tu muerte, yo me llevaré tu alma, el incluso estaré contigo en la infinita oscuridad.

—¿Y qué si me niego?

El demonio ladeó un poco su cabeza, aún con una fría sonrisita en sus labios. Tan sólo cuando hacía aquello, o se mantenía de forma sería, no lucía nada dulce. Era como si todo rastro angelical se esfumara a la velocidad de la luz.

—Me voy, y conmigo se va todo lo que he traído.

Allí fue cuando Yoongi comprendió que debía de aceptar. Por su abuela, por su trabajo, por sus vidas... ... por él. —Está bien. Acepto. —admiró la sonrisa en los labios del demonio expandirse.

—¿Me dirías tu nombre?

—No tengo uno. —se sentó en la cama de Yoongi en un salto y, al haber rebotado, no pudo evitar dar otro saltito.

—¿Me puedes poner uno? Después de todo, eres mi amo.

Sintió un tirón en su miembro por lo último, y dirigió su mirada a la habitación. ¿En serio aquello lo estaba poniendo duro? Dirigió sus pensamientos a lo mencionado por el demonio.

—JiMin. —mencionó en un susurro, llevando su mirada al niño de rizos, el cual dejó de dar saltitos y lo miró seriamente, parpadeando con lentitud.

—Te vas a llamar JiMin.

El demonio sonrió de lado. —Está bien.

Desapareció en un parpadeo cuando la abuela de Yoongi se adentró al cuarto. Le dejó la sopa de calabaza en la mesa de noche, y el castaño aprovechó para darle la sorpresa de los medicamentos. Le mintió, diciéndole que lo habían ascendido por su buena conducta, y la hizo realmente feliz hasta que salió del cuarto debido a que había llegado la hora de dormir.

Y, entre tantos pensamientos, logró dormirse. Jamás se había dormido tan temprano, pero se habían deshecho muchas preocupaciones que anteriormente invadían su mente. Ahora la única preocupación que tenía era la de una presencia demoníaca acechando su alma, dando diez pasos cuando él daba uno.

Siempre por delante, siempre sigiloso y obediente. Pero no le importaba ir al infierno. JiMin ahora se había vuelto una parte de él, ¿y lo mejor? No le desagradaba ni un poco.



2004. // Mundo original. //



Muerte cerró el libro de manera brusca, boquiabierto y soltando un jadeo silencioso. —Esto... —negó lentamente, y volvió a abrir el libro, buscando entre otras páginas.

¿No había continuación? ¿Realmente se iba a quedar con la intriga para toda la vida? —¿Qué estabas haciendo?

Soltó un jadeo del susto, dejando caer el libro al suelo y girándose en prisa. Se encontró con el mismísimo diablo, el cual también era su esposo y la criatura sobrenatural que más amaba en el universo. Y en otros, seguramente.

Luego de un largo día de trabajo como Muerte, se había ido al infierno a buscar a su esposo. Estaba cansado, necesitaba contención y mimitos. El rey del inframundo estaba ocupado, y JiMin decidió esperar. Se había distraído husmeando algunos contratos en el escritorio a un lado de la fogata, pero finalmente decidió hojear todos aquellos libros que había en la enorme e infinita pared.

Se había subido a la larga escalera, y había tomado aproximadamente seis libros de la sección en la que, una vez, Yoongi le había indicado que se basaban en mundos alternativos, universos paralelos, etc. Podría haber cualquier cosa, pero jamás creyó que encontraría aproximadamente dos libros en donde hubiesen vidas paralelas del mismísimo diablo.

Era algo confuso, porque éste era el rey del inframundo en todos los mundos. Sin embargo, tenía historias. —Y-Yo... Yo estaba... ¿Dónde estabas tú?

El ceño del diablo se frunció un poco. —Trabajando por supuesto.

—Es que yo... te extrañé. —en la mirada de su esposo notó aquella señal que le hizo acercarse y refugiarse en su pecho, siendo envuelto por brazos cálidos y fuertes.

—Tuve un día agotador.

—Siempre los tienes. —sintió un beso sobre su cabello y caricias de los dedos repletos de anillos de su esposo acariciando su espalda.

—¿Qué estabas leyendo? —JiMin apartó su rostro del pecho de Yoongi, alzándolo y cerrando sus ojitos cuando recibió un suave y lento beso en sus labios.

—¿Mh? ¿Estabas husmeando mis libros, niño?

—La sección de los universos alternativos. Aparentemente, tú fuiste un simple mundano, y tenías un demonio. Adivina cómo se llam-

—JiMin. Sí, eras tú. —interrumpió, asintiendo lentamente y reafirmando el agarre en el cuerpo de su esposo para que éste no se alejara.

—¿Te sorprende?

—Si, y no lo entiendo. ¿No que tú eras el único diablo? ¿Cómo puedes tener una vida si eres como ésta en todas?

—Mi historia no es como la de los demás. El libro donde dice eso, más bien, es algo que podría haber sucedido. —lo aferró más cerca, haciéndolo ponerse de puntitas de pies.

—Niño travieso, husmeando el despacho del diablo.

Aquel último comentario provocó que las mejillas de Muerte comenzaran a arder, provocando que bajara la mirada, ladeando un poquito su rostro mientras sus deditos acariciaban la nuca del rey del inframundo.

—Lo siento, estaba aburrido. —respondió, y alzó nuevamente la mirada, cerrando sus ojos cuando recibió otro lento, profundo pero pausado beso.

—¿Fuiste a ver a los niños?

—Si, estaban durmiendo. Jungkook se iba ir apenas llegáramos, pero quise venir por ti.

—Mh-hm. —tomó el labio inferior de su niño favorito, chupando antes de lamer, finalizando con un beso el cual al más bajo le quitó el aliento.

— Bueno, entonces vamos.

Tan sólo eso bastó para que JiMin acomodara el libro, se girara y tomara la mano de su esposo. En un parpadeo, ambos habían salido de aquel despacho, retomando la vida que diariamente sobrellevaban sin problema alguno, y con mucho gusto.




....




Hi, a donde sin dejarme tus votos y comentarios?!!



Este es el primer extra!! Solo quedan 2 mas, de la versión vieja de DWTD!!



Gracias por leer esta adap, si gustas seguirme, adelante!! ES GRATIS!! Y recibes buenas historias del YM!!



Cuídate y hasta la proxima~



AMO AMYGDALA!!



TQM.



MinMin.

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