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Caminantes (1/4)

/One-Shot/

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Apocalipsis zombie (un poco muy inspirado en the walking dead)



Mictia caminó cautelosa hacia la mariposa que venía acechando desde hace ya un buen rato, se hincó en sus rodillas gateando silenciosamente hacia donde se había posado el insecto: justo en el suelo a unos pocos centímetros frente a ella; una vez estuvo lo suficientemente cerca abrió sus manos preparándose para atraparla y rápidamente las cerró con un audible clap.

La mariposa escapó antes de que pudiera aplastarla.

Y un seco jadeo se escuchó justo frente a la niña.

-¡Mictia cuidado! -el pelinegro se apresuró a tomar la niña en sus brazos.

Aquino sacó su navaja y atravesó el cráneo del caminante (o lo poco que quedaba de él) que estaba peligrosamente cerca de Mictia- ¿Está bien? -preguntó preocupado limpiando el filo del arma con su sudadera.

Duxo remangó la camisa y pantalón de la pequeña en busca de rasguños o mordidas, luego levantó un poco su camisa revisando su abdomen y espalda- Está limpia- dijo con un jadeo de alivio dejándola nuevamente en el suelo- No nos des esos sustos Mic, tienes que estar cerca de nosotros, ¿recuerdas?

La niña se limitó a agachar la cabeza y asentir- Mariposa... -balbuceó apenada.

Duxo puso una sonrisa amable y negó con la cabeza- Lo sé, a mi también me gustan las mariposas, pero tenemos que tener cuidado y estar alertas- explicó con paciencia y cariño, Mictia asintió y estiró su mano para tomar la del pelinegro, el cual la recibió con un cariñoso apretón- Vamos, seguro donde llegamos hay muchas mariposas con las que jugar.

-Si llegamos a algún lado -Murmuró Aquino fastidiado siguiendo al pelinegro.

Duxo volteó a verlo con una mirada asesina- No empieces.

Que no empiece, ¿que no empiece? Llevaban semanas caminando sin rumbo, sin techo, con un par de latas de sopa de las cuales solo tomaban dos o tres cucharadas diarias y tres tristes balas, eso sin contar que a donde iban estaban rodeados de caminantes por los cuales tenían que travesar con una niña de cinco años a la que proteger, la situación era extremadamente precaria.

Y era extremadamente complicado sobrevivir así.

Así no iban a llegar a ningún lado. Duxo los había estado haciendo caminar sin plan ni objetivo, tal vez pensaba que mágicamente aparecería un local lleno de todos los recursos que necesitaran o  una comunidad super amable y confiable que los acogiera con todo y niña.

Si claro, el mundo no era así de perfecto, y aunque algo similar pasara, Aquino no confiaba en nadie; no recibiría ni media manzana de un extraño aunque se estuviera muriendo de hambre, mucho menos dejaría que Duxo y Mictia se adentraran a cualquier sitio lleno de gente con quién sabe qué intenciones. En un apocalipsis sin leyes ni limites para las personas todos eran vulnerables a cualquier psicópata.

Por eso desde que quedaron a la intemperie Aquino ha sido especialmente pesimista. Claro que tenía que dar de su parte, él era el que se arriesgaba enfrentando a los caminantes cuerpo a cuerpo o adentrándose en sitios desconocidos para buscar comida, agua o lo que sea que fuera útil. Pero Duxo notaba algo raro en el castaño: Aquino tenía en sus ojos una nubla de desánimo, sin brillo, como si se le hubiera acabado la esperanza por completo.

No quería decirlo en voz alta porque esperaba que solo fuera producto de su imaginación, pero a veces encontraba a su amigo viendo a su navaja o a su pistola como Mictia veía la comida luego de mucho tiempo sin comer: con deseo, como si esa arma fuera a aliviarle alguna necesidad, como si fuera a llenarle algún vacío o acabar con algún problema.

O con todos sus problemas directamente.

No quería pensar mal de su amigo, tampoco quería preguntarle directamente para no incomodarlo, pero un instinto le decía que lo mejor era no dejarlo solo en ningún momento, que tenía que protegerlo de algo, algo ajeno a cualquier caminante o bandido, algo que sentía que acechaba constantemente a su amigo y no podía escapar por más lejos que se lo llevara.

-Agua -Balbuceó Mictia estirando su manita hacia la mochila de Aquino, sacando a Duxo de sus pensamientos.

Aquino se arrodilló a la altura de la niña abriendo su maleta-¿Tienes sed nena? -Preguntó sacando de su mochila la botella que les quedaba, no era mucho, apenas para que Mictia bebiera un poco antes de buscar donde conseguir más.

Mictia, esa niña era la que le daba todas las razones a Duxo para seguir, ensuciarse con tripas de caminantes o tener dolor de estómago por el hambre de vez en cuando era suficiente si ella seguía con ellos; protegerla y criarla junto a Aquino, enseñarle a hablar, a escribir, a sostener una navaja, tener la esperanza de verla crecer, eso llenaba a Duxo.

Solo esperaba que Aquino pudiera ver la situación de la misma forma... no quería perder a nadie más.

Duxo vio a Aquino abrir la botella y dársela a la pequeña que empezó a tomar pequeños sorbitos, dejando un poco para tenderle la botella al pelinegro- ¿Duxo?

Negó con la cabeza- Estoy bien Mictia, gracias- dijo el mayor en un tono dulce y la niña bebió el último sorbito de agua que quedaba- ¿Tú crees que es normal?

-¿Qué cosa? -respondió Aquino guardando la botella (ahora vacía) nuevamente en la maleta.

-Que siga hablando así... con una sola palabra y balbuceando.

Aquino tomó la mano de Mictia y se levantó para seguir caminando- Ya aprenderá Duxo, es pequeña, no tonta.

-Ya sé, ya sé... es solo que.... ha visto muchas cosas que ningún niño debería ver... ¿Crees que la haya afectado de alguna forma o algo?

El castaño lo meditó un momento, si, Mictia había visto más sangre de la que él había visto cuando tenía su edad, también ha visto caminantes de maneras asquerosas y grotescas; era inevitable, sobre todo en un recorrido, pero nunca la había escuchado gritar o derramar una sola lágrima ante esas escenas, era como si estuviera hecha de hierro.

O como si estuviera tan acostumbrada que pensaba que era normal.

Ese era el punto débil de Aquino, que Mictia pensara que algo en ese mundo de mierda era normal, que la niña tuviera que crecer escondiéndose, desconfiando, matando si era necesario... Le dolía que Mictia no supiera que el mundo en algún momento era mejor que eso, que antes era posible caminar por la calle sin un rifle en una mano y una navaja en la otra, que antes se podía reír a carcajadas sin el miedo de que un caminante te escuche.

A Aquino le dolía que Mictia creciera en medio de tanto dolor, muerte y caos.

Soltó un suspiro apretando suavemente la mano de Mictia- Esta niña ni siquiera le tiene miedo a los caminantes Duxo, estará bien- Mictia alzó la cabeza mirando con curiosidad a Aquino, tratando de entender lo que había dicho, Aquino se bajó su mascarilla para regalarle una sonrisa simple y le revolvió el cabello con cariño- Cuando crezca será más fuerte que tu y yo juntos, estoy seguro.

Duxo respiró hondo y al igual que Aquino le regaló una sonrisa a la niña- Eso espero.

A unos metros detrás de ellos escucharon a un grupo de aves salir volando apresuradamente, algo las había espantado, se acercaba un grupo de caminantes- Mierda -Aquino tomó a Mictia en sus brazos y apresuró el paso- démonos prisa.

Duxo asintió y caminó más rápido, necesitaban buscar un refugio provisional antes de que los alcanzara la pequeña horda.

________________

Mictia descubrió a muy corta edad que los adultos también mienten, le mienten a los niños, a otros adultos, a sí mismos. Duxo y Aquino le habían dicho que siempre iban a amarla, que siempre iban a protegerla y que nunca la iban a dejar sola, que mientras ellos siguieran vivos nunca le iba a faltar nada.

Algo de eso era mentira, o tal vez todo, no estaba segura, pero sabía que si hubiera sido completamente verdad Aquino no hubiera hecho lo que hizo...

Ya habían pasado meses de caminar y caminar sin objetivo y sin resultados, solo durmiendo y comiendo en refugios provisionales de los cuales tenían que limpiar de un par de caminantes antes de asentarse. 

Ahora ese era el caso, estaban en un pequeño refugio, parecía que antes era una especie de tienda o local. Duxo había salido a buscar algo de comer y Aquino se había quedado solo con Mictia mientras que la niña dibujaba con un trozo de carbón en las paredes del lugar.

Mictia había notado a Aquino mucho más decaído y frustrado últimamente, con su mirada perdida y a veces... ¿Preparada? ¿Atontada? No recordaba la palabra que usaba Duxo para describirlo. El caso es que quería hacerle un pequeño regalo para subirle un poco el ánimo, como cuando él le regalaba algún peluche para jugar o cuando Duxo le contaba alguna historia, eso siempre la animaba.

Cuando terminó su obra maestra en la pared sonrió satisfecha y fue corriendo con Aquino para mostrarle, el castaño estaba sentado en una esquina mirando al suelo con los ojos vacíos, perdido en alguna especie de trance, del cual salió cuando Mictia lo sacudió del hombro.

-¿Qué pasa Mic? -preguntó sin muchas ganas y sin voltear a ver a la niña.

-Mira, mira- Repitió Mictia jalando del brazo a Aquino para que viera su dibujo.

El mayor se dejó llevar posando sus ojos ahora en el dibujo que había hecho la pequeña, primero hizo una pequeña mueca ladeando la cabeza tratando de verle forma al garabato- Es... muy lindo nena... ¿Qué es?

-Caminante -Dijo orgullosa la niña apuntando a la parte superior del dibujo- Diente -dijo ahora señalando lo que parecía ser la boca.

Y ahí Aquino le encontró algo de forma al dibujo, reconoció el cráneo, las cuencas vacías de sus ojos, sus dientes torcidos, el torso despedazado, un intento de brazo y...- ¿Q-qué es esto de aquí? -preguntó apuntando a un montón de garabatos en el abdomen del caminante.

Mictia levantó un poco su camisa y señaló su propio estómago- Relleno -dijo y luego señaló debajo del dibujo donde había una enrome mancha negra sin forma- agua rojo...

Sesos, Sangre, pensó Aquino. 

Mictia volteó a mirarlo con ojitos de ilusión, ¿habría funcionado? ¿Aquino se sentía mejor? ¿Le había gustado? la ilusión de sus ojos se fue apagando poco a poco cuando la mirada de Aquino volvió a tornarse extraña, vacía... ¡perturbada! esa era la palabra, así lo decía Duxo. Aquino estaba... ¿perturbado? pero eso era algo malo, eso no era lo que Mictia quería, ¿Qué hizo mal?

Tomó el brazo de Aquino quién no parecía inmutarse con el llamado de la niña- Aquino... ¿Yo mal?...-preguntó preocupada.

El castaño volteó lentamente a ver a Mictia, su expresión no había cambiado, luego sin decir nada se alejó de la pared para buscar algo en su mochila. No se movía con prisa, todo lo contrario, se tomaba su tiempo en cada paso, en abrir cada bolsillo de la maleta para buscar lo que necesitaba, como si a su cerebro le costara más de lo normal realizar cada acción.

Mictia alcanzó a ver a Aquino sacar una soga del bolsillo exterior, luego dejó la maleta de lado e hizo un nudo extraño en un extremo dejando un espacio en el medio, como para colgar algo, luego tomó una caja y se subió en ella para amarrar el otro extremo a un fierro en el techo.

-¿Aquino? -balbuceó la niña confundida viendo al mayor bajarse de la caja y mirarla por un momento, inexpresivo.

Aquino se acercó a la niña y la tomó en brazos para luego llevarla fuera del local, miró a ambos lados asegurándose de que no hubieran caminantes cerca y sentó a la niña en la pared junto a la puerta, luego tomó su navaja de bolsillo, la miró por un momento reflexivo, y luego miró a Mictia, cuyos ojos estaban más confundidos que antes.

Tomó la mano de la niña y en ella puso su navaja cerrando los dedos de Mictia alrededor del mango- No la pierdas, algún día la necesitarás -balbuceó con una voz extraña y Mictia solo asintió mordiendo su labio. Aquino le dio un fuerte abrazo a la pequeña acariciando su cabello lentamente- Cuida de Duxo... por favor... te amo Mictia -murmuró en su oído, Mictia volvió a asentir y el mayor la soltó.

Mictia apretó la navaja en su mano cuando el castaño tomó una caja de plástico lo suficientemente grande como para que ella entrara, ¿jugarían escondidas? pero Duxo no estaba para contar, ¿no deberían esperarlo?

-Cuenta hasta cien y no vuelvas a entrar aquí -sentenció Aquino señalando la puerta, Mictia asintió por última vez y Aquino la cubrió con la caja.

Entonces ella era la que contaba, eso tenía más sentido, entonces iba a contar lo mejor posible y jugar bien para que Aquino se anime, esta vez lo haría bien. Cerró con fuerza los ojos contando en voz alta lentamente apretando la navaja en su mano para concentrarse, no quería equivocarse y que Aquino se sintiera mal.

Le tomó su tiempo para llegar con éxito al doce, y luego... ¿qué seguía? ¿Diez y cinco? ¿O ya seguía el cien? espera... ¿Cómo se cuenta hasta cien? ¿Cuántos números son? ¿En qué orden van? No, no, tenía que concentrarse, no podía decepcionar a Aquino, ya se sentía mal por su culpa, no podía equivocarse otra vez...

Sin darse cuenta había empezado a llorar repitiendo en voz alta una y otra vez el número doce entre sollozos meciéndose atrás y adelante abrazando la navaja contra su pecho como consuelo. Fue entonces que la caja se levantó sacándola de su escondite.

-¿Mictia? -abrió los ojos al reconocer la voz de Duxo y se lanzó a sus brazos llorando desconsolada- Calma, calma nena, ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Aquino? -Preguntó el pelinegro tratando de calmar a la niña, la cual solo apuntó a la puerta del local.

-Aquino... triste...- Farfulló entre sollozos.

El rostro de Duxo se volvió pálido y entró como rayo por la puerta, seguido de eso Mictia escuchó un fuerte grito que la hizo saltar en su lugar.

Solo atinó a abrazar sus rodillas y llorar hecha un ovillo. Esto era su culpa, intentó ayudar a Aquino y solo lo empeoró, ahora se volvió a equivocar y Duxo también estaba mal, no podía hacer nada bien. No, no, no, no podía quedarse lamentándose, tenía que pedir perdón por haberse portado mal, como pudo se levantó del suelo y entró al local en busca de Aquino y...

Presenció una escena que solo entendería cuando creciera.

Duxo intentaba cortar desesperado la cuerda que estaba colgada en el techo, de ella colgaba el cuerpo de Aquino, la soga rodeaba su cuello haciendo al castaño patalear y respirar de una manera muy parecida a la de un caminante.

Cuando la soga por fin se cortó Aquino cayó al suelo, aún tenía esa cuerda de collar y Mictia pudo notar una marca roja rodear el cuello del castaño; Duxo se le abalanzó encima en un fuerte abrazo, importándole poco la respiración desesperada de su amigo en busca de aire.

Los ruidos taladraban en los oídos de Mictia, los sollozos guturales de Duxo, la tos y la respiración exagerada de Aquino, incluso su propio llanto era abrumador, solo quería que parara, quería un abrazo, quería escuchar un cuento y quedarse dormida en los brazos de Duxo y Aquino, no quería verlos llorar, no quería verlos así.

Maldito el momento en que dibujó ese caminante.

Cuando la respiración de Aquino volvió a la normalidad la realidad se hizo un poco más clara para él, lo primero que sintió fue el peso de Duxo abrazándolo con fuerza, luego el ensordecedor ruido de su llanto y los balbuceos repitiendo una y otra vez las palabras "¿Por qué?", finalmente sus ojos se enfocaron divisando al pelinegro y al alzar la vista se encontró a Mictia llorando igual de desconsolada junto a la entrada.

No, esto no tenía que pasar, Duxo no debió volver tan pronto, Mictia no debía verlo así, se suponía que debía ser rápido, esto... no era lo que tenía planeado... Se dejó atormentar por sus propios pensamientos, se dejó ganar del miedo, del pánico, actuó sin pensarlo bien.

Ver ese dibujo le cavó un hueco en el corazón, le hizo pensar en lo horrible que era su situación, lo hambriento que estaba, lo cansado que se sentía, lo fuerte que tenía que ser y no era, ni para Duxo ni para Mictia. Pensó en lo aterrado que estaba de verlos morir por su culpa a manos de un caminante, o algún demente, o de hambre y sed.

El peso de todo estaba en sus hombros, solo quería deshacerse de eso, quería escapar de ese mundo lleno de dolor y miedo, quería descansar de una vez por todas... Pero luego ve a Duxo suplicar y rogar que no lo deje mientras llora contra su pecho, y ve a Mictia secar sus lágrimas con sus mangas mientras aún sostiene en su mano la navaja que le dio y solo piensa en lo mal que se deben sentir por su culpa, por no pensar bien, por seguir un impulso que solo causó más dolor en las personas que él más amaba.

Vio a Mictia acercarse a ellos con pasos cautelosos aún limpiando sus ojitos y mejillas, se arrodilló a su lado y estiró sus manos para retirar la cuerda que colgaba del cuello de Aquino para luego tirarla lejos y abrazar a Aquino por el cuello, escondiendo entre sus brazos la marca roja que había quedado.

-Perdón- dijo la niña en un hilo de voz- Yo amo Aquino, yo amo Aquino...

Y eso le encogió el corazón al castaño, finalmente reunió fuerzas suficientes para rodear con sus brazos a Duxo y a Mictia, dejando un par de lágrimas rodar por sus mejillas- Lo siento... l-lo siento mucho -balbuceó para luego dejar un beso en la cabeza de ambos- l-los amo... los amo m-mucho...

Y los tres se quedaron así por el resto de la noche, abrazados llorando en lo que se sintió como una pequeña eternidad en la que nadie se atrevía a soltarse, como si el pegamento más débil del mundo los estuviera uniendo y ellos temieran despegarse en cualquier momento.

Porque ellos eran una familia, y ninguna familia debería separarse nunca.




*revive de las cenizas para hacerlos llorar*

No sé por qué hace tiempo tengo esta idea de Aquino y Duxo cuidando a Mictia de una situación peligrosa, entonces Aquino dijo que en un apocalipsis zombie el "acabaría con su sufrimiento" y salió esta idea jsjs

Todavía no sé cuantas partes tenga esto pero ya estoy segura de lo que quiero que pase :)

Besitos en la cola gente, los quiero mucho


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