Capítulo 28
Hacía varios minutos que la reunión terminó. Tiempo suficiente para que Amanda y Tomás ayudarán a Ana. Después de su castigo no había despertado y no era para menos. Amanda recordaba con terror los castigos porque los había vivido. Ver que una chica como Ana lo padecía le dolía. Tomó una gasa y curó parte de sus heridas que aún sangraban en los nudillos.
Tomás se mantenía cerca, pero expectante. Tragaba con dolor. No tenía la mejor relación con la chica, pero se había expuesto cuando ambos tenían culpa en ese asunto. Se sentía culpable por no haber intervenido. Aunque ¿Quién le decía que Katherine se lo permitiría? No. Se hacía lo que Katherine decía y no se discutía al respecto.
—¿Tomás? —Lo llamó Amanda.
El hilo de voz de Amanda era tan delgado y él estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no llegó a tocarlo si no hasta que ella se vio cerca de él y tomó su brazo con fraternidad.
—¿Tomás?
—¿Necesita algo? —preguntó él
Amanda se incorporó. Observó a Ana y luego al chico.
— Ana despertará en breve, lo puedo asegurar, tu puedes retirarte. Y en ello puedes darnos aviso sobre Lily.
¿Es lo que crees? —preguntó.
—Es lo mejor. Conoces a Lily solo debes revisar sus teléfonos para entender qué está preocupada.
Tomás enarco una ceja curioso de la aseveración con la que Amanda decía aquello. Sin embargo, haría caso de la sugerencia. Tomó sus pertenencias con miras a la salida donde Katherine y Evangeline se encontraba en puntos equidistantes. Parecía que cada uno tenía que pensar en sí mismos y cómo se moverían.
—Iré a ver a Lily —informó Tomas.
Katherine dejó caer el vaso con agua sobre la mesa y se acercó hasta él.
—Danos noticia de cómo se encuentra. La deje con u guardia pero a estas alturas ya se debe haber retirado.
—Claro. —Respondió él.
...
La casa Sandoval parecía sobria vista desde la lejanía, la imponencia con la que se mostraba sólo generaba desazón en Diego quien ya se veía absorbido por la mirada de su padre. Entró en la casa y fijo su mirada en la lateral donde Pedro mantenía sus ojos sobre una serie de papeles. Él no se acercó, prefirió la confianza y seguridad que sentía al estar cerca de la entrada, pero esa clase de acciones no pasaban desapercibidas para Pedro.
—¿Era importante? —inquirió al cabo de unos segundos.
Diego metió las manos dentro de los bolsillo de su jean, resopló con la mirada gacha y condujo sus pensamientos hacia Lily. Sí, lo era.
—Era necesario.
—Bien. —resopló Pedro.
Dejó los papeles a un lado. Las gafas que se habían corrido hasta la punta de su nariz las dejó sobre la mesa. Se hizo hacia atrás para como darse en el mueble de color crema que su esposa adoro desde el momento en que lo vio en una tienda de la localidad.
—¿Era ella? —inquirió.
Diego abrió los ojos. Respiró profundo y trago. ¿Cómo no lo iba a imaginar?
—Hijo, entiendo tu necesidad de jugar con fuego. Estas en esa edad en la que no piensas más allá de vivir un día a la vez. No creo que haga falta recordarte lo sucedido la última vez, pero no puedo evitar pensar que estás caminando por la misma brasa por la que ya lo hiciste y está vez te quieres llevar a más de una persona.
—Pa'...
—Déjame terminar —dijo Pedro.
Se levantó del mueble y caminó hasta su hijo quien le mantuvo la mirada en todo momento. Diego sabía que para enfrentar a Pedro Sandoval debía ser firme, una persona que agacha la cabeza o que adquiere ciertas posturas era alguien inseguro. Pedro sabía notar esas pequeñas acciones en las personas y buscaba que sus hijos no la hicieran.
—Patricia fue absuelta de su castigo. Lo ha dicho tu abuela antes de retirarse. Ella pagó el precio por tu descuido. No volverá a suceder. —comentó.
Resopló antes de siquiera continuar su camino fuera de la sala común.
—Mientras Erika este fuera y Esteban igual, hay que velar por los nuestros ¿No lo crees, hijo?
Diego volvió la mirada a su padre quien lo observaba con dureza, pero también como un padre que teme por su hijo. Diego asintió con la cabeza, tan leve que era apenas perceptible. Pedro notó ese minúsculo movimiento y siguió su camino.
—Descansa, mañana iremos al trabajo. —Lanzó.
Por un momento creyó olvidarlo, habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que le parecía hubiera sido hace años que había regresado a la ciudad. Se burló de sí y lanzó la vista al aire. Quizás si necesitaba de un vaso con licor o una calada o sentir sus dedos crujir sobre la mandíbula de otra persona. Lo que fuese primero.
Camino hasta la terraza donde una Patricia divertida se encontraba en bañador. Fumaba cuando vio a Diego llegar. Hizo el mago de ofrecerlo y él aceptó. Se sentó a su lado mientras él humo penetraba en sus pulmones.
Vape sabor a cereza. La ridiculez en su máxima expresión.
—Felicidades —Se burló él.
Ella hizo una mueca.
—Está vez no te pienso seguir —dijo.
—No te lo pedí.
—Liliana es buena chica, muy mojigata para mí gusto, pero buena chica.
—¿A dónde quieres llegar?
—No creo que valga la pena.
Diego le devolvió el Vape.
—Sí me quiero condenar lo haré solo, Pat.
—Espero que eso sea verdad —Respondió ella—. ¿Papá te comento algo sobre Erika?
—Debo ocuparme en su ausencia —dijo robótico.
Patricia resopló.
—Dejaran que Nat se queme.
El sólo comentario hizo que Diego girarse a verla.
—¿Por qué? —inquirió.
—Deberías estar más pendiente de los tuyos —Respondió ella sarcástica.
Patricia volvió a dar una calada en lo que Diego resoplaba.
—¿Qué propones? —preguntó.
—Ah, me harás caso ¿ahora? —lanzó divertida.
Diego no se inmutó.
—No, por supuesto que no. —dijo en tono burlón.
—No sé qué pasa con Nat, pero por lo que entendí no habrá forma de que siga con nosotros.
—¿Erika dijo algo más de su envenenamiento? Durante la audiencia no señaló más nada. —rememoró Diego.
Trataba de buscar en su mente las palabras exactas usadas por Erika, más no la recordaba. A él solo llegaba el rostro incrédulo de Lily. sí. Estaba tan de acuerdo como el resto de su mundo que no debía seguir sus pasos, pero no entendía en qué momento se metió tan dentro de él.
—No que yo recuerde. Creo conveniente que hables con Erika. Nat me cae bien con todo y sus momentos de locura psicótica. Me encantaría que siguiera jodiéndote también —lanzó ella burlona.
—Gracias por la info, y tus buenos deseos hermanita —Se mofó.
Se levanto y acercó a ella. Le quitó el vape para una ultima calada como si aquello pudiera darle alguna idea de qué hacer.
—Descansa —dijo sin más.
Patricia volvió la mirada hacia él sin poder decir más. En el fondo le dolía ver a su hermano tan atraído por alguien que podría ponerlo en peligro. Lo quería a pesar de todo y por esa misma razón ella fue castigada durante la audiencia de Nina, pero no lo volvería a hacer. De eso estaba segura. Esperaba poder ayudarlo de otra forma que no sea hundiéndose en el lodo.
...
Lily despertó entre el sudor, la agitación, el terror conglomerado en su garganta y su deseo de correr fuera de las sabanas. Eventualmente se enredó entre las sabanas y cayó al suelo. Solo en ese entonces se dio cuenta que había tenido una pesadilla. Que estaba entre la seguridad de las paredes de su casa y en su habitación abrigada. se relajó un poco en el suelo antes de siquiera pensar en volver a la cama. recostada de la barandilla de madera de la cama se refregó los ojos y observó la pantalla sobre su mesa de noche con la hora. Tres de la mañana. Rezongó.
—Hora de las brujas —Se mofó.
Buscó su teléfono y revisó si había algún mensaje.
notó que Tomás había dejado un par y Ana también. Habían aparecido de repente.
Ana Loquilla
En lo que despiertes, avísame
Diego le había dicho que después del castigo lo más probable es que quisiera estar un tiempo encerrada, pero Ana no era de las que se ocultaba y ese mensaje lo demostraba. Sonrió. Su amiga era valiente.
Volvió a la cama cuando creyó sentirse mejor. Levantó en el aire la sabana para sacar las arrugas y abrigarse por completo, pero lo que vio la hizo gritar desde su fuero interno. la imagen de un hombre de negro con una sonrisa que mostraba todos sus dientes y sus ojos ido a cada lado de su cabeza hizo que corriera fuera de la habitación tan rápido como le era posible. Se detuvo. Asustada. Horrorizada. El corazón galopaba tanto que podía salirse en ese instante.
buscó salir del apartamento y corrió hacia su tía. La iba a matar de un susto o quizás no, quizás contaría con la suerte de que apenas llegaba del restaurante y le abriría la puerta. No pasó. No se encontraba. gimoteó y volvió a golpear la puerta, pero nadie salió. Debía volver adentro.
Brujas. Negó con la cabeza varias veces. Tres de la madrugada. Resopló. Buscó en sus bolsillos solo para tantear la posibilidad de que hubiera metido su teléfono móvil en su pijama. Se alegró al ver que sí y que justo lo había dejado en el mensaje de Ana. Le respondería. ¿Sería prudente? ¿Estaría despierta?
O estaba siendo ridículamente asustadiza por una cosa que quizás estaba en su mente. Si se burló de Diego en su cara por no creer en lo que le decía con tanta seriedad ¿Por qué debía creer en lo que su imaginación le quiso enseñar?
Respiró profundo y observó la puerta del apartamento. Caminó con seguridad hacia ella y encendió la luz con solo entrar. No había nada. Los muebles estaban ahí. Sus pertenencias igual. La mesa que solía usar para estudiar se encontraba con todos los libros apilados y unas cuantas hojas sobresalían. Caminó hasta su habitación. Volvió a encender la luz. Nada.
ero el miedo seguía ahí. Miró a un lado donde se encontraba la otra habitación. Su madre solía tomarla para descansar cuando iba a visitarla. Entró solo para tomar su almohada y sabanas e irse al de su madre. Conseguiría dormir las escasas dos horas que restaban para que saliera el sol.
Despertó cuando el sol le dio en la cara. Se sentía adormilada aún. el susto que pasó no se iba. Se quedaba en ella. respiró profundo solo para tomar fuerzas. Durante el día el apartamento se llenaba de la luz y daba claridad. Quería pensar que solo había sido un mal sueño.
Tomó el teléfono y buscó el mensaje de Ana. Aunque fuera uno muy malo, prefería salir de ahí.
Lily
Ya despierta, vas a clases?
Tecleó antes de tomarse un baño para alistarse e ir a la cocina por algo de comida.
Ana
No, tengo cosas que hacer. Tomás irá por ti .Si?
Lily suspiró. Sí lo entendía. Diego lo había dicho. Buscaría estar sola, pero ella no quería estarlo.
...
Vanessa dejó el vaso con agua sobre la mesa de la cocina. las ojeras se acrecentaba en su rostro. mismas que intentaba cubrir con la base correctora. Debía ser un día más, pero luego de una reunión no sabía qué esperar del mundo fuera de su hogar. Vio a Joshua frente a ella tan abstraído que dudaba si al hablar la escucharía.
—¿Has vuelto a soñar? —preguntó Joshua.
Vanessa negó instintivamente. No mentía, no había soñado con ellos. Solo con ella.
—¿Crees conveniente ir a ver a las chicas? —inquirió ella.
—¿Viste el estado de Nat? —resopló él.
—Creo que debemos volver a ser los mismos. Salir, divertirnos. solo ser nosotros una vez más. —musitó—. Solo dejar de usar esto —dijo.
Dejó caer sus manos sobre la mesa y las observó con terror. Joshua lo notó. Las tomó con aprehensión y le dedicó una sonrisa jovial como esas que parecía haber perdido.
—Bien, está bien. Luego que salga del trabajo. ¿Irás a clase? —preguntó él.
—Sí.
Joshua buscó su morral y la ancló a su hombro.
—¿Si sabes que te amo de verdad? —lanzó la pregunta al aire. A ella la tomó desprevenida, pero le arrancó una sonrisa.
—Si —musitó, rio.
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