Capítulo 27
Cuando Diego salió del estacionamiento, lo primero que Lily notó fue a Felipe cerca del vehículo con el teléfono en mano. Parecía alterado, pero pasó tan rápido que no pudo inferir nada de los gestos de aquel hombre. Se imaginaba lo peor, sin duda. Después de todo sabía que su madre había estipulado una ruta simple.
Se relajó en el asiento. No podía hacer nada por Felipe, mucho menos lo intentaría. Si había llegado tan lejos había sido por Katherine Jiménez y su afán de tener secretos aun con su única hija. Aunque la presencia de Ana en esa ecuación le parecía demoledora. No lo imaginaba. Tampoco lo entendía. Ana era un volcán y su madre era el agujero negro capaz de tragarse el mundo de ser necesario.
resopló. Seguía sin entenderlo. Más si notaba a Diego a su lado.
—¿Me llevarás a casa? —preguntó ella luego trazar una línea por su perfil con sus ojos.
Diego. Todo parecía más complicado si él se metía en esa ecuación.
—¿Quieres ir a casa?
Ella suspiró.
—no tengo idea de nada —dijo al fin.
—¿Quieres ir a la playa a caminar? —preguntó él.
A veces olvidaba lo pequeña que podía ser esa porción de tierra. Arena y mar. Muchos locales ninguno capaz de hacerla sentir mejor porque lo que buscaba no lo encontraría en ninguno de ellos.
—Quiero respuesta —musitó.
—Sí, eso imagine —resopló Diego.
Dio un giro y se adentró en un estacionamiento. Frente a ellos podían escuchar las olas romper contra la tierra. La marea estaba fuerte. La brisa hacía que el cabello de Lily volara, que la arena se metiera en los ojos y su camisa se aferrara a su cuerpo. No era una imagen hermosa. Era una sensación que le hacía querer volar si tan solo tuviera alas.
—Pregunta.
Diego se quedó sentado sobre el capó del auto. Vio a Lily abstraída. Quizás como un hámster pequeño visualizando el mundo a su alrededor o quizás como una persona que tiene un mundo entero no sabe cómo abrir la puerta.
—¿Qué pasará con Ana? —preguntó sin verlo.
—Estará bien.
—¿Cómo lo sabes? —contrapunteo.
—Porque al final todos lo harán.
—¿Por qué lo hacen?
—Es su castigo
—¿Por qué?
—Por ponernos en peligro...
—¿A quiénes?
Lily giró a verlo.
—¿Quiénes corren peligro? —Volvió a preguntar.
—Ella, tu madre, mi familia, tu, yo. Todos. —dijo.
No lo pensó ni un segundo.
—¿En peligro? ¿De qué la acusan?
—Evidenciarlos —contestó.
Lily ladeó la cabeza. lo miró sin entender pero deseando había más, lo sabía, ni siquiera había tocado la punta del iceberg.
—¿A ella, a mi madre, a tu familia?
Diego se dedicó a asentir con la cabeza.
—¿Qué tiene que ver tu familia?
él resopló.
—Somos un círculo, Lily. Los círculos tienen reglas, esas reglas son las que nos mantienen ocultos.
—¿Un círculo?
Diego tragó. Negó con la cabeza y se rió de sí mismo porque si esa chica no sabía nada de lo que le rodeaba, era por ser tan singular como en realidad es. Una inhibidora. Los inhibidores no nacen dentro de un círculo.
—¿Crees en la brujería? —Se obligó a preguntar.
Ella se mofo. Claro, después de todo Diego no podía decir nada de una forma coherente. Lo pensó. Se cruzó de brazos y lo vio como si le estuviera tomando el pelo.
—Y en las hadas... —Se burló.
Diego mostró una sonrisa tan amplia y llena de ironía que Lily vio la maldad tras ese rostro.
—Sí, y las hadas —Repitió él.
Se acercó hasta verse cara a cara con ella.
—¿Si quieres saber qué ocurrió ahí? Porque de querer, debes ser capaz de expandir tu mente cerrada —dijo. Tocaba la frente de Lily con dureza, y con toda la intención.
—¿Mente cerrada? Tu eres el que me habla de brujería, mi mamá no es santera, si acaso toca una iglesia.
—¿Y tú has ido a una alguna vez? —preguntó.
Se alejó un poco para ver el rostro de Lily. Ella lo meditaba. Pensaba muy bien lo que tendría para decir, pero la respuesta era igual. Desde su niñez hasta su adultez no había nada como una iglesia.
—No. —Respondió.
Diego resoplo.
—La historia de los círculos se remonta a la época de la colonización. Es tan antiguo que uno creería que es un juego, pero no. Los antiguos indígenas, perversos y malvados, le mostraron a un puñado de blancos el poder que podía adquirir si tan sólo se dejarán llevar por los rituales.
»Evidentemente esa creencia, ese ritual y esos círculos se expandieron y sobrepasaron generaciones. Los círculos están formados en grupos de diez personas. Diez individuos que han sacrificado algo de sí, por algo mayor a ellos. En la antigüedad eran riquezas, terrenos. Poder.
—¿Ahora? —indagó Lily.
—Vida eterna. Poder. Riquezas. Sigue siendo lo mismo. Pero de unas décadas hasta ahora, nuestros antepasados han deseado más. Tener alguna clase de poder, ejercer sobre otros como si fueran dios. Por lo general hay un círculo, pero el tuyo es extraño. No debiera ser y aún así, aquí están.
—Un poder, como si fueses los x—men —Se burló. Y en ese instante se rio.
Diego la vio reírse tanto como ella podía, pero la seriedad no varió un ápice en su rostro. ¿Brujería y poderes? No estaban grabando una película mala, no. Era una soberana idiotez si lo veía desde afuera, tal como lo hacía Lily, pero existía. Él era una prueba. Y así como él, el resto de las personas que la conocen.
Él esperó con paciencia a que ella volviera a preguntar, admitía en su fuero interno que la risa le provocó cierto disgusto, pero si él estuviera en esa situación quizás actuaría de la misma forma ¿Brujería en pleno siglo XXI? No, eso era imposible. Sin embargo escuchaba a los ancianos y personas de avanzada edad hablar de oscuridad, sensaciones negativas, maldad; la gente de la ciudad era de creencias y esas no se borran aunque pasen muchos años. Si tan solo supieran que existía y ellos estaban dentro.
—Sabes, siempre he creído que mamá puede llegar a ser una bruja. No llegué a pensar que fuera tan... literal —se mofó.
Giró a verlo sin variar su expresión, pero caía en cuenta en su familia, en sus amigos... ¿Quiénes eran ellos?
—¿Lo es?
Diego no asintió, no lo negó; no movió un ápice de su cuerpo, mucho menos de su rostros.
—¿Y qué se supone que es Ana? —preguntó más para sí.
—Una bruja, como todos. Como tu... Una persona que entregó su alma por algo más —susurró.
—No soy un bruja, no he dado mi alma a nadie —recalcó Lily
—No tienes que hacerlo. Por herencia, sigues los caminos de tus antecesores. —musitó.
No le agradó esa respuesta. Respiró profundo y volvió a preguntar.
—¿Qué pasará con Ana? —preguntó
—Será castigada, como lo fueron dos de mi círculo. seguro se perderá un tiempo. No querrá que veas su cara. Dale tiempo, escríbele. Sé su amiga, y no quieras saber más de lo que ella te quiera decir —murmuró confidente—. En tal caso, tú no deberías saber nada de esto.
—Debería saber qué es esto y qué soy...
—Pero no lo sabías y debe seguir así hasta que tu círculo decida hablar porque lo que he hecho podría meterme en graves problemas y ya tengo suficientes —dijo Diego.
se hizo a un lado y volvió la mirada al suelo. llevaba las manos dentro de los bolsillos, pero se mantenía cercano a ella como si alejarse fuese una mala idea. Volvió su mirada a Lily quien aunque lo veía, parecía ausente.
—Puedes llevarme a casa, por favor —pidió ella.
él hizo una mueca y asintió con la cabeza.
...
El rostro de Natalia no era mejor que del resto de los presentes. Luego de haber presenciado una reunión con los ancianos, habían acabado a la orilla de la piscina de la residencia. Natalia se tomaba de las manos con aprehensión, si su fuerza fuera mayor sus dedos ya se habrían fracturado. Jenny notaba el gesto preocupada. Tomó de su mano derecha, la oprimía, como quien envía una señal de cariño en un simple gesto que aunque Nat devolvía con una media sonrisa no llegaba a alegrarla de todo. Era más una mueca cordial.
Ángel notó el simple gesto. No pudo evitar ver a Jenny por un instante en que el humo salía de sus labios. La tensión en el grupo hacía que Vanessa dudara de hacer la pregunta que todos tenían en la cabeza. Se mordía el labio en lo que fijaba la mirada en Joshua. El chico había decidido sacarse los zapatos y meter los pies en el agua, echar la cabeza hacia atrás y aguardar porque la noche llegase tan rápido como fuera.
Vanessa se acercó a él y lo siguió en el gesto. Joshua la vio acercarse y dejar caer su cabeza sobre su hombro.
—¿Nadie hablará? —murmuró Vanessa.
Joshua no la observó y tampoco respondió. El silencio les parecía una mejor consejera.
—Debemos esperar —respondió Ángel en un hilo.
—¿Qué? —inquirió Jenny—. Ya estamos fuera, ya no necesitamos estar aquí...
—Y Diego no aparece —musitó Nat.
escuchar su voz ronca hizo que todos la observaran. Ángel tragó en seco. Se había fijado que no estaba cerca, que su presencia ya no estaba ahí. Sin embargo, prefirió callar.
—El debe estar con su familia. Es lo normal después de sesiones como estas —musitó Ángel
—¿Qué esperamos? —preguntó Vanessa esta vez.
Lo observó expectante. quería salir de ahí de la misma forma en que Joshua lo necesitaba aunque no lo dijera.
—La despedida de los ancianos —resopló Ángel—. En cualquier instante llegará Pedro Sandoval y nos dirá que es hora de largarnos no sin antes dejarnos cargo de Erika y esteban.
Natalia bufó.
—No voy a esperar la llegada de nadie.
—No nos conviene retirarnos antes, Nat. Así que vuelve a sentarte.
La chica no hizo más que enojarse, sin embargo Ángel no tenía deseos de un enfrentamiento. Se levantó de la silla y se quedó quieto frente a ella. La severidad en su rostro era algo que pocas veces se veía, y es que al igual que todos estaba abrumado por ese día. Nunca le había gustado ir a esa clase de reuniones y hacía mucho que no se hacían. Los ancianos habían decidido tomar presencia solo Cúa do fuera necesario dado las circunstancias de la última reunión.
—Vamos, Nat. Deja de joder y espera como todos vamos a hacerlo. —exclamó Ángel.
La chica respiro hondo y volvió a tomar asiento.
—Ángel, tu eres de los más viejos en el circulo ¿Tienes idea de qué pasará ahora? —preguntó Jenny.
Él respiró profundo. Mantuvo el pensamiento lejos de Jenny aunque no le sirvió de mucho. La chica lo leía aún sin entrar en su mente. Miró al grupo y luego a Nat quien había decidido cerrar los ojos y tumbarse.
—¿Tanto así?
Ángel la observó.
—¿Qué querías que dijera? —inquirió cansado.
Pudo haber dicho más, sin embargo la presencia de Erika hizo que la tensión se cortase. Vanessa observó a la mujer en una pieza, pero distinta. Había algo que cambió en ella. Erika tomó asiento justo al lado de Ángel. Buscó entre sus pertenencias un cigarro, el encendedor y fumó una calada que lanzó al aire. El grupo la veía expectante.
—Creo que quedó claro que no podemos andar metiendo las narices donde no nos quieren —comentó Erika luego de una segunda calada.
—Ninguno de nosotros quiso hacerlo —murmuró Jenny.
—Eso no es tan cierto —Se mofo Nat.
—El caso es que si existe un segundo círculo. Nosotros no... no debemos estar cerca de ellos.
—¿Nosotros? —preguntó Natalia.
—Opino qué en el segundo consejo que haya se le dé el castigo merecido a Natalia —lanzó Ángel.
El grupo lo observó como si fuera un extraterrestre quien estuviera entre ellos.
—No pueden decir que ninguno no lo ha pensado —dijo.
Se levantó de la silla y observó a Erika.
—¿Tu que harás? —preguntó.
—Todos deben bajar sus ánimos. Inclúyete en ese paquete, Ángel. El consejo fue tajante con la orden. Sin embargo, me han permitido observarte, Natalia. Temen por ti. —comunicó. Se sentó en el borde de la silla y observó a la chica como si deseara ver a través de ella.
Natalia bufó. ¿Temer? Si sabia que una parte de ella parecía romperse en mil fragmentos al punto en que no sabía cómo manejarlos, pero creía que todo lo que necesitaba estaba en Diego. Le parecía irónico. Al punto de desmoralizarla, pero si había algo mal en ella, quizás, sólo él podía arreglarlo. Claro que ninguno en ese grupo lo entendería. Decirlo a viva voz sólo molestaría a los presentes y aunque odiaba no poder contar con ellos, prefería que no intervinieran. Mucho menos Erika con sus experimentos extraños.
¿Mirar su sangre?
¿Qué encontró? Lanzó una serie de estupideces al aire que no entendió. Parecía que se estaba muriendo si lo ponía en palabras de la médico, pero ella no sentía que se fuera a morir. No tan pronto. Solo necesitaba un segundo.
—¿Nat?
Jenny la observó dudosa. El rostro de preocupación en su amiga le hizo entender que sus pensamientos habían llegado un poco lejos. ¿Cómo podías evitar a alguien con el don de Jen?
—Yo estaré bien —Le dijo en un susurro. Volvió la mirada a Erika, desafiante—. No necesito experimentos o lo que sea que propongas. Hazte un favor y no quieras terminar como Nina. ——mascullo.
Las palabras salían con saña. Erika lo sintió. Sus labios se hicieron una mueca y respiró profundo. Se levantó de la silla para volver a la residencia.
—Sea como sea, a partir de ahora tengan cuidado. El consejo estará muy pendiente de cada cosa que suceda. Mientras dure mi castigo no podré hacer nada, igual Esteban. Y aunque no quieras que me entrometa en Lo que sea que tu cabeza se piensa, de no ser por nosotros, tu también hubieras recibido tu castigo —dijo Erika, señalaba a Natalia con toda intención.
Erika terminó el cigarrillo y observó al chico a su lado que no se había movido en ningún momento de su lugar. Resoplo. Necesitaba un respiro y aunque detestaba la idea de ser puesta en la banca, vaya que aprovecharía la situación.
—¿Eso es todo? —inquirió Vanesa.
Erika hizo una mueca para luego asentir con la cabeza.
—No se metan en problemas. Es lo único que pido. Y antes de que lo olvide, patricia fue a suelta. Parece que tres personas castigadas en un círculo es demasiado para ellos.
Erika se retiró en ese preciso instante. Tenía suficiente. No imaginaba que aquella reunión sería tan dolorosa mucho menos desgastante. Debía ir a casa, meterse en una bañera con agua fría y hielo para desinflamar su cuerpo. No podía ni quería imaginar en qué situación se encontraría Esteban. Sin embargo se obligó a caminar hasta la habitación del hombre.
Creyó que lo encontraría postrado en una cama quejándose del dolor. No fue lo que vio. Pedro yacía estando sobre un taburete con un vaso lleno de licor en su mano, mientras que Esteban se extendía sobre el mueble. Era claro que dolía, pero no sé inmutó cuando se acomodó en el sillón y la invitó a sentarse.
—¡mi compañera de crímenes! —Se mofo.
—Deberías estar acostado.
Esteban se rio.
—Debería.
Pedro removió el vaso entre sus dedos.
—¿Cómo están los chicos? —preguntó.
—Perturbados. —dijo luego de meditarlo—. Me sigue preocupando Nat aunque su actitud se ha vuelto una Mierda. Siento que Vanessa se oculta cosas que, solo puedo inferir, Josh sabe. Ángel parece distante y estoy segura que Jenny trata de recoger los pedazo de su amiga. Esto es una Mierda.
Pedro notó la frustración en la voz de Erika. La entendía. Llevar un círculo con jóvenes se volvía complicado y aunque él fuera guía, dejaba que la médico tomará sus responsabilidades de vez en cuando. En ese instante se dio cuenta de cuanta tensión había generado en ella. Más por la forma en que Esteban lo veía. Abrazaba a la chica y la resguardaba como un pequeño animalito que requería protección.
—Mientras el castigo perdure no tomes parte en nada de lo que suceda —dijo Pedro.
El rostro de Erika se tornó sería.
—¿Qué significa eso?
—Las cosas se complicarán. La intervención sólo ha puesto en el radar a otras personas, ha demostrado vulnerabilidades y una de ellas está en este círculo. —murmuró Esteban.
—No puedes resguardar lo que ya está consumido.
—Hablan de Natalia.
—Quién sabe cuándo suceda. —musitó Esteban.
—Esperemos que no sea tan desastroso como Nina.
Erika se mofó.
—Todos temen de una segunda Nina.
—Tu también temerías de saber todo lo que sucedió. —comentó Pedro—. Como sea, Esteban ya tiene sus órdenes, al igual que tu, Erika. Es hora de irme, aun hay cosas que hacer.
—¿Paty y a Diego? —Se burló Esteban
Pedro no respondió, pero eso había sido suficiente para Esteban. Vio al hombre salir de la habitación sin decir más. Llevaba razón. Todas las órdenes fueron dadas ya. No había necesidad de seguir ahí, sin embargo por quedarse un momento más con Erika en esa posición, no sé movería un ápice. Haría caso del consejo: descansar.
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