Capítulo 13
Natalia llevaba ya dos rondas de cóctel cuando notó la mirada traviesa de un joven en la esquina del bar. Estaba aburrida. Volvió la mirada para fijarse en Jenny que no paraba de conversar con el bartender. Observó su cóctel y luego al televisor en el centro de la alacena. Ahí donde pasaban un juego que tenía a medio bar colapsado. No imaginaba que eso pudiera pasar en una ciudad como aquella. Tan típico de los gringos, parecía que querían imitar ciertas costumbres. Esa era una de ellas.
Fijó su mirada en la esquina donde minutos antes se encontraba aquel hombre de cabellos lacios y azabaches. El mismo que se había perdido con un par de piernas en uno de los baños. Rebuznó y se dejó caer sobre la barra. Estaba más que aburrida.
—Me largo —dijo luego de tomar su chaleco y su cartera.
—¿Qué? ¡Hey, espera! —exclamó Jenny. La siguió de cerca hasta alcanzarla en la puerta—. ¿Qué pasa?
—Pasa que estoy un poco harta de esperar —reclamó sin dejar de caminar.
—Lujuria dijo que debíamos hacerlo ¿Por qué no esperamos adentro?
Natalia revoleó los ojos una vez más. ¿Esperar por Ángel? No, ¿cuándo había sido el día en que ella esperara por él? Nunca.
—¿Por qué, Jenny? ¿Por qué debemos hacerlo?
Jenny se encogió de hombros. No tenía una respuesta. Lo único que sabía es lo que él había dicho y lo que no. Lujuria la había dejado entrar en su mente con una facilidad que le molestaba. una parte de ella le decía que lo hizo con total conocimiento de ello, pero otra parte le decía que aun así debía ser capaz de aguardar por él.
—Solo hagamos caso, solo por hoy, Nat —pidió.
Natalia contempló la súplica en la mirada de su amiga. vio el lugar detrás de ella al que volvería a entrar y el estómago se le revolvió. no era precisamente un lugar de segunda, de hecho el local tenía una vibra muy relajada y todo lucía pulcro, pero solo pensar en estar ahí le daba arcadas.
—Vamos a otro lugar —dijo.
Jenny ladeó la cabeza confundida.
—¿Quieres ir a otro sitio? ¿Por qué? La estamos pasando bien ahí.
—No, Jen, tu la estas pasando bien porque tienes rato dándole ojitos al bartender, pero yo me aburro como ostra. No te imaginas y si al caso vamos en una hora debo ir a trabajar —dijo. Vio su móvil para constatar la hora.
Jenny volvió a ver el sitio y no podía negar lo obvio.
—No sabía que trabajaras hoy —comentó Jenny.
—Si, pero tengo muchas ganas de perderme.
—¿Es por tu don? —preguntó su amiga.
Su don. ¿Era eso lo que la tenía tan alterada? Empezó a caminar fuera de las inmediaciones del centro comercial. No, su don había vuelto por el bien de ella, lo único que podía molestarla al respecto era no saber cuanto de él había regresado. No. Su don no la alteraba.
—¿Alguna vez has escuchado de los chequeos que hace Erika? —preguntó Nat en contraparte.
Jenny negó efusiva con la cabeza. Era tan inocente en ese punto como lo era la misma Natalia.
—¿Has hablado con Joshua? —inquirió.
—No. Lo llamé pero no responde. Hice lo mismo con Vanessa, pero solo alcanzó a decirme que ella llamaba. No la escuché bien de todas formas. ¿Sabes de qué se trata la prueba? —preguntó Jenny.
—No tengo idea. Creo que eso es lo que me tiene... preocupada.
Se detuvo a medio camino. entre los edificios y el siguiente paso para cruzar el paso peatonal.
—Nat, el carro está en el estacionamiento —le señaló Jenny.
Pero Natalia no estaba ahí y eso empezaba a preocupar a Jenny. La tomó del brazo y la jaló hacia ella. los ojos de Natalia estaban en blanco, sus labios entre abiertos, su mirada parecía la de alguien que se había ido en cuestión de segundos. Jenny calló un chillido que estaba a punto de salir de ella. Con ambas manos sobre su boca acallaba su deseo de gritar.
«Natalia».
Jenny volvió a tomarla de la mano. sus dedos fríos empezaban a tornarse morados. Miró a su alrededor como quien busca ayuda entre los transeúntes, pero en aquel minúsculo pedazo de tierra nadie estaba. Parecía que los vehículos hubieran desaparecido en un chasquido. Jenny jaló consigo y el cuerpo de Natalia no oponía resistencia. Se alegró de que fuera así, aunque el miedo la taladraba como nunca antes. Hizo acopio de su don, quería meterse en la mente de su amiga y lo intentó sin encontrar nada. Solo escuchaba un ruido. Como el del televisor al perder el canal. Tan incesante que solo era cortado por el cantar un colibrí. La garganta de Jenny empezó a cerrarse.
Al estar frente al auto la hizo introducirse en el puesto del copiloto. Buscó entre sus pertenencias un número y sabía que moriría al escuchar su voz pero en ese punto solo le interesaba saber qué sucedía con Natalia. Miró una vez más el rostro de su amiga. Sus labios ya no eran tan rosados.
Su imagen le recordaba a una en particular. Odiaba ver los ojos de su abuela. Lo odió aún más cuando murió a su lado. Con tan solo once años tuvo la cara de la muerte a pocos centímetros de ella y esa imagen volvía cual burlona a verse reflejada en Natalia.
—Contesta, contesta, contesta, contesta...
—Aló...
—¡Erika, por favor te necesito, no sé qué le ocurre a Nat! —lanzó atropellando cada palabra.
—Llévala a la clínica, ¡ahora!.
Colgó.
Su respiración era profusa y su miedo empeoró. Arrancó el auto en cuanto encontró la forma de deshacerse de él.
Jenny tenía sus propios pensamientos revueltos, a cada tanto miraba a su amiga quien no reaccionaba. Corrió por la vía incluso para pasar por encima de una patrulla de oficiales. Llegado al hospital sabría qué decir, en ese momento no. cuando se vio en las instalaciones ya había un enfermero con una camilla dispuesto a ayudarla.
Erika apenas salía cuando notó el cuerpo casi inerte de Natalia. Pasó su mirada de ella a Jenny quien tenía todas las oraciones atascadas en su garganta.
La doctora llevó a Natalia hasta una de las habitaciones de observación donde revisó sus signos. por fortuna su latido seguía ahí fuerte y claro, aunque su aspecto parecía rancio. Como si se estuviera pudriendo por fuera.
Lo supo entonces.
Pidió que se hidratara muy a pesar de la cara de las enfermeras, también que se le colocara algunos fármacos. Sacó de entre sus pertenencias un frasco y lo mezcló en la hidratación. Esperaba porque fuera suficiente. Sacó al resto del personal y se quedó junto a ella por un rato en lo que sus ojos se posicionaron sobre los dedos de Natalia así como sus labios. Le alegró ver que el lecho de sus uñas retornaban de color.
Se relajó en el asiento y suspiró hondo. Cerró los ojos con fuerzas, respiraría por un segundo.
Fue directo hasta la sala de espera solo para ver el rostro compungido de Jenny. Con una clara señal hizo que la chica la siguiera hasta donde ella quisiera. Se adentró en una de las habitaciones y esperó a no ver a nadie cerca para iniciar. Jenny veía al suelo y luego a ella, temerosa, imaginaba lo que Erika tuviera que decir.
—Natalia está bien —Soltó en primera instancia.
El alma le regresó a Jenny. No imaginaba cómo justificar su muerte cuando todo había pasado de repente.
—¿Algo que me debas decir?
Jenny ladeo la cabeza confundida.
—No, nada. Erika, ella estaba bien no sé qué pasó, solo sé que de un momento a otro se puso así —dijo asustada.
—Fue envenenada. Eso no sucede de un momento a otro.
Jenny la observó sorprendida y preocupada.
—No, no hay manera. Estábamos en un local cualquiera —aclaró.
—¿Dónde?
jenny tragó en seco.
—Bulls.
—Buscaré que lo revisen. Sea como fuera, Nat fue envenenada por alguien que sabe del círculo. Reconozco esa clase de síntomas y esa persona sabe lo que representa un círculo. Jenny ¿Sabes si Nat habló con alguien del lugar?
—No, de hecho estábamos esperando por Ángel y ella quiso irse. Solo se tomó dos copas de una be-
Erika la miró curiosa cuando se detuvo.
—¿Dos copas de qué?
—No tenía dinero, eso sí lo recuerdo. Yo tampoco, así que sonsaque al bartender pero solo me brindó una copa, era un tacaño...
—¿Quién le brindó las copas a Natalia? —inquirió.
Jenny negó con la cabeza. Sus ojos se salían de sus órbitas en cualquier instante ante lo que su mente y la de Erika maquinaba.
—No lo sé.
Erika resopló.
—Convocaré a una reunión. Entre la presencia de la inhibidora y ahora un envenenamiento parece que a alguien le desagrada Natalia más de lo imaginado y no quiero más sorpresa. Ustedes deberán dejar de actuar como niños una vez que el círculo se reúna...
—El círculo tiene años sin hacerlo.
Erika bufó.
—Prepárate para conocer a los viejos más arrogantes sobre la faz de la tierra —dijo irónica.
Jenny se dejó caer sobre una silla. Sentía el peso del mundo sobre sus hombros y no era para menos. Su amiga estuvo a punto de morir frente a ella y no pudo hacer mucho al respecto. Si lo veía de esa forma no sabía qué clase de valor podía entregarle a su círculo.
—Oye, no te sientas mal. Haz hecho cuanto pudiste y valió la pena. No pasará mucho para que Natalia se recupere —dijo Erika.
Palmeó su hombro.
—Aprovecharé que estás aquí para hacerte el chequeo, luego de ello podrás ir a casa. Yo cuidaré de Natalia las siguientes horas —recalcó.
—¿Chequeo? —inquirió.
—Solo será una toma de muestra, no te preocupes.
Jenny tragó hondo. Si bien no había alcanzado a saber de qué trataba el dichoso chequeo, sí sabía cuán mal se había puesto Vanessa. Erika no daría marcha atrás, aprovecharía ese instante, así que Jenny tan solo cerró los ojos con fuerza y dejó que la aguja entrara.
...
Tomás se movió del asiento solo en el instante en que notó que Lily lo había dejado solo. La vio dormir como una niña acurrucada en su cama e hizo una mueca. Por un lado le agradaba un poco haber sido ese hombro que necesitaba. No imaginaba que perla le hubiera soltado Ana, por otro lado le parecía fuera de lugar enterarse de situaciones tan personales como aquella. Caminó hacia la cocina para sacar su teléfono móvil. Tenía varias llamadas perdidas y un mensaje imperante que necesitaba resolver.
Cerró el teléfono y salió del apartamento una vez que constató que todo estaba bien.
Tomás recorrió la ciudad hasta llegar al edificio. Uno de color tan blanco como la moto aparcada a las afueras del recinto. Caminó hasta la puerta principal donde luego de pasar el seguro ingresó. Su mente estaba tan acostumbrada a ese pasadizo que sabía por dónde caminar aun sin la luz artificial de los pasillos. Un elevador lo llevaría hasta el quinto piso donde se detuvo frente a una puerta de madera.
El sonido del timbre lo escuchó incluso desde su lugar.
Ana se asomaba con un rostro sereno pero serio. Imaginaba que aquella reunión los tendría a todos ahí.
Al ingresar vio a Katherine tomar de una copa con la vista fija en el horizonte. Era una panorámica tan amplia que podría generar miedo a las alturas. Evangeline se encontraba sentada en su lateral con sus ojos observándola cuan inquisidora.
—Me pones al tanto —pidió Tomas a Ana.
—Se está complicando —dijo simple.
Ana tomó asiento en la silla con la incomodidad que eso le representaba.
—Bienvenido, Tomás —lanzó Katherine—. Aun falta mi hermana, pero podemos empezar y ponerla al tanto después.
El trío de personas reunidas no hizo ningún tipo de ademán. Después de todo esperaban que Katherine diera pie a lo que sea que tuviera por decir.
—Sé que Liliana ha sido contactada por un cazador. Si no es porque Evangeline lo comenta no lo hubiera sabido antes. Un cazador cerca de alguien como Liliana es algo que no esperaba, pero mucho menos esperé que quienes están tan cerca de Lily fueran incapaces de preverlo.
—No es así —contradijo Ana.
—¡No empecemos, Ana! Eres su protectora, bien sabes lo que debes hacer en este tipo de situación y no hablemos de ti, Tomás. Estoy decepcionada con toda franqueza —Esgrimió Katherine—. ¿Cómo pretenden disolver esta situación sin que haya algún tipo de contratiempo?
—Lily solo lo ha visto un par de días. no es que como si fuese a dar para más... Además, él es un lector...
Katherine enarcó una ceja y escrutó las facciones de anna con la dureza que le caracterizaba. Anna trataba de defenderse, pero en esa pelea todos veían cuán infructífero era continuar.
—Conoces a mi hija mejor que nadie. ¿Cuán probable es eso que acabas de decir? Lector, cazador, no me importa lo que sea ese bastardo.
Ana cerró los labios con fuerza.
Cuando la puerta se abrió por segunda vez dejó entrar a Amanda con un rostro compungido y lleno de nerviosismo.
—Amanda... —La llamó Katherine.
—¿Alguno conoce a Esteban Velázquez? —preguntó.
El grupo se miró entre ellos.
—He escuchado que es un hombre con algunas propiedades —lanzó Evangeline restándole importancia.
—¿Es importante para el tema? —preguntó Katherine
—Oh, claro que sí. Esteban Velázquez ha estado preguntando acerca de Liliana. —Tomó asiento al lado de Katherine—. Parece muy interesado en ella.
—¿Diálogo contigo? —Katherine la miró furibunda.
Amanda contemplaba la ira, el temor y los nervios en los ojos de su hermana. Que su hija esté siendo indagada por un hombre ajeno a ellos no era algo bueno.
—No, pero estuvo en mi restaurante. Preguntó por mí, no me encontraba ahí. Estaba haciendo las compras del día —lanzó Amanda.
—¿Por qué esa persona pregunta por Liliana? —inquirió Evangeline.
Ana miró al grupo de mujeres dudosas y luego volteó a ver a Tomás. El cazador debería saber, pero no soltaría palabra alguna o eso esperaba en súplicas que él pasó por alto aun cuando las veía en su mirada. Si algo tenía claro era que Lily tenía demasiado espacio libre y que ese espacio debía ser cortado.
—Es un hombre de conexiones. Los rumores dicen que él tiene la zona del desfiladero —recalcó Tomás.
observó a Ana quien lo miraba con tanto odio como podía mostrar. Ella volteó su rostro con tanta agresividad para no tener que verlo. Estaba dolida. Claro que sabía quién era aquel hombre y lo que representaba. Si quería hacer conexiones podría imaginar por qué estaba interesado en Liliana, tan solo no quería tener que enfrentar la mirada inquisitiva de Katherine Jiménez.
—¿Es un peligro para Liliana?
—¿Quién puede ser un peligro para una inhibidora? —preguntó Ana de forma sarcástica
—Cualquiera que forme un círculo, lo es. En cuanto sepa que está en presencia de una inhibidora podrían hacer cualquier cosa, incluso asesinarla. He cuidado de esa niña durante veintitrés años como para dejar que algo le suceda ahora por su inexperiencia e ineficacia —lanzó Katherine como dardos venenosos.
Tomás bajó la cabeza. Se mordía la lengua para no sacar desde su fuero interno cada palabra mal sonante que le hubiera gustado soltar. No, debía callar. Después de todo Katherine era quien velaba por ese círculo en ausencia de los ancianos. Cómo ansiaba poder librarse de la carga de estar ahí. Le hubiera encantado estar bajo la orden de cualquiera de los otros y aunque sentía un especial aprecio por Lily, no lo sentía por aquellos que se reunían frente a él en ese instante.
—No es como si no hiciéramos nada por ella. Creo que está siendo un poco prejuiciosa con nosotros. Y hablo por todos —reclamó Ana.
—Basta, Ana —comentó Evangeline—. Lo cierto es que el círculo ha debido enterarse y ninguno de los dos había hecho comentario alguno. Ese chico es un cazador de larga data, tu información es errónea respecto a él, Ana. Lo pude notar con solo verlo. ¿Hay algo que debamos saber sobre él?
Ana miró a Tomás. esperaba que soltara la lengua pues ya lo había hecho antes, pero este no la miró en ningún momento.
—Apenas llegó a la ciudad. Tal parece que estuvo viviendo en otro país por ciertos problemas que Esteban Velázquez tuvo que borrar. Aún no concluyo qué problema ni como los borró, pero podemos hacernos una idea. —comentó Ana.
—Estos son los momentos en los que me encantaría saber qué cantidad de círculos hay en esta ciudad —Se mofó Amanda.
—Es imposible. Los ancianos son muy cuidadosos con esos detalles.
—Nos podría ahorrar dolores de cabeza —recalcó Anna.
—Nuestro círculo es un gran dolor de cabeza porque tiene una inhibidora en él. Sería rechazado a penas lo supieran. —dijo Evangeline.
—Nos ahorcarán cual brujas en Salem —musitó Katherine—. Ya estamos muy mayores para esas tonterías. Nadie quiere volver a esa época.
—Pero tampoco permiten la presencia de inhibidores —Se mofó Anna.
—Sabes bien por qué —zanjó Katherine.
—Y aun así protegemos a una —musitó Tomas. Apenas había dicho algo durante toda la discusión y esa simple frase las había hecho girar a mirarlo.
La verdad dolía en los labios de quien fuera dicho.
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