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Capítulo 1

Fondu , girar, brazos en allende, chainé, chainé, chainé, chainé, tendu devant, arabesque. Otra vez. Otra vez. Otra vez. 

Hasta que te arrastres, te duelan los dedos del pie y sangres; hasta que la profesora diga basta. Ese era el momento de parar, no antes, no después. 

Y Lily estaba harta. 

Cuando la profesora culminó, todo el grupo empezó el estiramiento y ella se sintió tan bien que la necesidad de salir corriendo la llenó. Tomó sus pertenencias de una vez, ni siquiera entraría a los vestidores. Buscó su morral, la llevó al hombro y caminó a la salida.

«No más, no más, no más».

Buscó irse en un taxi que se detuvo al tiempo; había empezado las clases de bailarina cuando tan solo tenía diez años y desde ese entonces no conocía nada más que no fuera un plié o un tendu. Tenía los dedos desgastados. Nunca usaba zapatos abiertos. No deseaba ver las ampolletas al lado de las uñas de colores, mucho menos cuando otras chicas no tenían que pasar por ello.

Al llegar a casa lanzó el morral a un costado y fue directo a la cama. Necesitaba dormir. Dormir por tanto tiempo como si se estancara. Tenía días sin poder hacerlo y aunque creía que las pastillas le podían dar esa necesidad, la verdad es que la dejaban tan mal que no podía continuar.

Miró el teléfono cuando este empezó a vibrar. Ana la llamaba, pero ella no estaba para nadie. 

Decidió ir directo al baño donde dejaría que cada sentimiento de vacío se fuera por el escusado, si tan solo eso fuera posible. 

Al salir vio su teléfono vibrar una última vez para mostrarle que Ana ya le había dejado diez llamadas perdidas y veinte whatsapp. Había pasado horas en el baño o quizás segundos, pero Ana era insistente. Mucho.

Una última llamada entraba y antes de que continuara, decidió contestar.

—¡Al fin! —exclamó la otra.

—Estaba en el baño ¿Qué pasa, por qué la insistencia?

—¿Irás a casa de Patylan? —preguntó.

—No. 

Fue  directa.

—¡Lily!

—No, lo siento. No tengo ganas de nada. Otro día.

—Estoy fuera del edificio, Lily, o sales o te voy a buscar. 

—¿Por qué estás aquí? Puedes ir sola, ¿sabes?

—No, no, puedo porque necesito que estés ahí.

—¿Qué coño necesitas que yo tenga que estar ahí? —Le reprochó Lily. 

—Ven, baja y te explico ¿Sí? No seas malita, por fis, ven conmigo.

—Coño.

Colgó el teléfono y lo lanzó a la cama. Le molestaba demasiado. No tenía deseos de ir a ningún lado, mucho menos encontrarse con gente del ballet, pero Ana había trastocado todos sus planes y eso la irritaba.

Salió del edificio con la cara lavada, ningún ánimo tenía de pintarse o de arreglarse más allá de lo que cualquier fiesta necesitara.

—Uy, esa cara, amiga —lanzó Ana en tono burlón.

—Es lo que pasa cuando sacas a alguien de su casa —reclamó ella.

—Coño, perdóname ya, ¿Sí? —dijo. 

Puso a andar el auto y dio una vuelta directo a la avenida. 

Era el tercer suspiro de Lily cuando se decidió a preguntar por qué era tan necesario que fuera a la dichosa reunión.

—Me dirás ahora.

—Fer va a estar ahí —respondió Ana en tono bajo.

—¿Fer? ¿Y?

—Bueno, mira, sucede que yo acepté la invitación de Armando y si Fer va a estar ahí no podré lidiar con eso.

—¿Quieres que me deshaga de Fer? —preguntó Lily mofándose.

—No, no, quiero que te deshagas de Armando.

—A ver ¿Por qué aceptaste en un principio?

—Porque no quería estar sola, sabes. Sabía que me ibas a mandar al caño, así que quise ir con alguien que por lo menos me iba a parar bolas —reclamó.

—Y ahora yo soy la lámpara que tiene que hablar con Armando —dijo enojada.

—Bueno, pero Armando no está mal.

—¡Por dios! Lo veo en licras cada vez que puedo, no hay nada ahí —lanzó Lily y el comentario hizo que el par se riera.

Aunque Lily seguía molesta ese momento la divirtió un poco, pero solo lo necesario como para no hacer tan frustrante todos los pensamientos que se cruzaban por su cabeza. 

Ana siguió el camino hasta llegar a una de las zonas más acaudalas de la ciudad. Un edificio estructural de tonos blanco con un balcón con barandas de vidrio y los pilares metálicos vibraba con un sonido estridente. Parecía que toda la cuadra había sido invitada a la popular reunión. 

Tanto Ana como Lily habían dejado el auto atrás para ingresar al edificio, el cual tras una panorámica daba paso a una fiesta de más de veinte personas con sonido y Dj incorporados, cerca de ellos había una piscina al que la luz interna le hacía todo el honor. Ana buscó con la mirada a Fer sin encontrarlo, en cambio encontró que Armando ya había llegado y estaba conversando con un par de chicas del cuerpo de ballet.

—Mira, ahí está tu objetivo —dijo Ana dándole un codazo a la otra.

—Parece que se entretiene. No debiste traerme —dijo Lily

—¡¿Cómo qué no?! Ni Tamara ni Cris podrán detenerlo de no seguirme. En cambio, tú sí, amiga —suplicó.

—Bueno, será que te vayas ya porque Fer está por allá —comentó Lily. Señalaba su lateral izquierda.

El tal Fer estaba de espalda a ellas, pero la imagen había quedado pegada a los recuerdos de Lily, además de que era un hombre alto que podía pisar con su pie a cualquier otro que estuviera en esa fiesta. Lily incluso creía que el resto de los hombres eran más como gnomos. Volvió la vista hacia Armando quien llevaba rato mirándola. Justo tomaba un trago cuando se fijó en esa forma que intentaba ser sexy, pero se volvía asquerosa para ella. Respiró hondo y solo porque Ana le había suplicado con tanta insistencia, decidió ir hacia él.

—Hola, chicos —saludó.

—Hola, Lily, pensé que no vendrías —comentó Tamara.

—No, bueno, al final decidí venir —dijo.

—Qué bien —respondió Tamara.

La conversación fue simple, pero ridícula. No tenía nada que hablar con aquellas dos hasta que Cris dio el primer paso.

—Iré al baño, ¿me acompañas Tamy?

—Claro, ya venimos —exclamó la otra.

Ella sabía que no volverían. No sabía si les había hecho un favor al sacarse a Armando o, si al contrario, ella les parecía tan nula como para seguir una conversación ahí.

—Entonces, viniste —empezó Armando

—Sí.

—Tampoco pensé que lo harías.

Lily miró hacia otro lado ¿Cómo reaccionaría si decía por qué estaba ahí? Recordaba que Ana siempre le decía que debía ser más prudente. Así que prudencia estaba tratando de ser elocuente en su cabeza.

—Sí, pero no. Aquí estoy.

—Vi que llegaste con Ana ¿Dónde está? La perdí de vista.

—Si, dijo que saludaría a Patylan—lanzó. Y luego se calló. 

—¿Patylan? —Se mofó Armando

—Sí ¡Alto!No digas nada —lanzó Lily.

—No, tranquila. Pero es gracioso —Se burló.

Quería lanzarse en la piscina. ¿Cuán difícil sería morir ahogado? Bufó y fijó la mirada en otra cosa que no fuera la cara de idiota de Armando. Fijó su mirada más allá para darse cuenta que su amiga se perdía en la oscuridad con su ex novio y no entendía cómo es que esos dos habían decidido romper.

—Oye, Lily. ¿Te presentarás al casting? —empezó Armando.

Casting.

Odiaba hacerlos.

Todavía no sabía cómo es que seguía bailando cuando no tenía intención alguna de presentarse en ninguna de las actuaciones que la escuela hacía.

—Eso supongo.

—Sé que lo harás bien. Ojalá te den el protagónico.

Y es por esa razón que a ella le desagradaba Armando.

—Eres buena, te lo mereces.

Odiaba que fuera tan halagador.

—No sé, aquí todas son muy buenas.

—Sí, pero no es igual.

Y cuando Armando empezaba con los halagos, empezaba con los roces. Se acercó un poco más para acariciar su mano.

—Iré por una cerveza.

Lo cortó sin esperar una respuesta. Si Ana ya estaba trabajando en cualquier habitación de esa casa, ella ya no necesitaba estar ahí. Es lo que pensaba. Se asomó hasta las mesas donde las botellas estaban a medias y varios vasos se disponían en torre. Cervezas no había, pero ron sí.

Tomó un vaso y se sirvió, nada fuerte. Solo algo ligero para pasar el trago amargo que Ana le hizo tener con Armando, volvió la mirada al resto de las personas y aunque a muchos los conocía, caía en cuenta que también había varias personas que no reconocía. Decidió optar por servir un poco más y esta vez era un trago seco. Ya quería salir corriendo de ahí.

—Oye, no te lo acabes —reclamó un chico al lado de ella.

—No lo hago, ahí hay más—dijo.

Señaló una despensa que estaba cerrada. Dejó la botella en la mesa no sin antes servir un poco más.

Él la observó con una sonrisa ladeada.

—No es bueno tomar en exceso.

Lily rodó los ojos.

—¿Para qué son las fiestas con alcohol si no es para eso? —lanzó audaz.

Él hizo una mueca. Estaba muy de acuerdo.

—Nada que decir. Diego —dijo dándole la mano.

—Liliana —respondió ella.

—Un placer, Liliana. ¿Conoces a Patricia?

—Soy de la escuela de ballet, ¿de dónde la conoces tú? 

—Es mi hermana —dijo 

El trago le supo más amargo que nunca. Se ahogó al escucharlo.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Si, lo siento. No puedes salir, así como así y decir eso, prácticamente le dije alcohólica a tu...

—Ni te inmutes. Estoy de acuerdo y tienes razón, en la despensa hay más. —Se mofó.

La incomodidad le vino como anillo al guante. Una razón más para salir corriendo de ahí. Lo bueno es que sus pies trabajaron tan rápido como para llevarla hasta la salida, lo malo es que Diego iba detrás de ella. Había metido la pata y quería correr, pero él no parecía entenderlo.

—Oye, lo siento. Es mejor que me vaya, no quise ser grosera y ahorita mismo me siento patética. Deberías seguir en tu fiesta —exclamó ella.

—No es mi fiesta y no tienes porqué sentirte así. Me caíste bien y no creo que sea buena idea dejarte ir así. No te ves bien. —Su voz sonó preocupada.

—Estoy bien. Solo fueron tres tragos, esto no lastima ni a un perro —reclamó.

Diego sonrió. Le divertía y eso se notaba. Su sonrisa era amplia, se le hacían hoyos en las mejillas que Lily notó. 

—Es verdad, está bien. No diré más nada.

Ella lo miró indecisa y él estaba igual. Su vista fue atrás de él y notó que Armando la estaba buscando así que no le agradaba la idea de volver, Diego siguió el camino de su mirada. Veía lo mismo que ella, entendió por qué necesitaba salir corriendo de ahí.

—Vamos, te llevaré —lanzó.

—¿Qué? —preguntó.

—Sí, te quieres ir y si tuvieras carro te hubieras marchado ya, pero no es así y no quieres estar allá. Así que soy tu mejor opción, y viendo a ese sujeto, soy tu única opción.

Lily respiró hondo, entre el lagarto de Armando y el hermano de Patricia, sí, Diego tenía razón. Era su única opción.

Empezó a caminar detrás de él. Le siguió al estacionamiento donde un Corolla de la fecha les esperaba. Diego abrió la puerta para ella quien enseguida se vio impregnada por el aroma de la colonia de hombre. Era fuerte, pero atractivo a su olfato y aunque no quería admitir nada Diego también era atractivo. Paty nunca hablaba de su familia, saber que tenía un hermano era un golpe. 

Diego salió del lugar tan rápido que en cuestión de segundos ya no veían el edificio.

—¿A dónde vas? —preguntó Lily.

—A donde me digas. ¿Dónde vives?

—Pascal.

Okay—dijo.

Volvía a sentirse incómoda. Quizás porque el trago no hizo todo el efecto que ella hubiera querido, o porque pensaba demasiado en las pastillas que había dejado sobre la mesa en su casa.

—¿Cuántos hermanos tienen? —preguntó para pensar en otra cosa.

—Solo nosotros dos.

—¿Qué edad tienes?

—Veintisiete ¿tu? —preguntó de vuelta.

—Veintitrés —respondió.

—No te había visto antes y Paty nunca habla de ti. —confesó.

—Acabo de volver.

El silencio se hacía presente cada vez que Lily no tenía más preguntas. Golpeaba su muslo y miraba por la ventanilla, esperaba que fuera tan rápido como para llegar a su casa y no volver a verlo ningún otro día. Pero eso es lo único que sentía «esperar». Lily siempre esperaba.

—Dobla aquí —demandó.

Diego hizo caso, notó uno de los edificios de ladrillos, cuando Lily le pidió que se detuviera.

—Es aquí.

—Lindo.

Ella no dijo nada, asintió con la cabeza y tragó fuerte.

—Bueno, fue un placer, supongo. Gracias por traerme.

—Está bien, no fue nada. —respondió.

Lily salió del auto. Iba encaminada hacia la puerta de la residencia cuando decidió girar. Diego estaba ahí esperando que ella ingresara y la bendita puerta que se trababa cuando deseaba no quería abrir. Escuchó el pitido de la puerta del auto abrirse. No había peor sensación que querer ser tragada por el universo el mismo día y en dos ocasiones distintas.

—¿Qué pasa?

—Se trabó. Siempre pasa.

—Déjame ayudarte —exclamó acercándose.

—¿Eres cerrajero también? —inquirió sarcástica.

—A veces.

Diego tomó la llave y lo intentó. Al primer intento no logró nada, al segundo haló de la puerta y tras dos golpes consecutivos a la reja esta se abrió.

—De nada —exclamó.

Lily bufó. 

—Gracias.

Diego corrió hacia el auto mientras que Lily veía al único sujeto que hasta ese momento no le parecía un patán tomar su carro para regresar a la gran fiesta de su hermana. Vaya que había sido toda una incompetente. 

...

¡Es hoy, es hoy!

Primer capítulo de Dust y quiero saber impresiones ¿Qué les pareció Lily o Diego? 

Cada capítulo será subido por semana a partir de hoy, si no lo llego a olvidar xD

Gracias por estar aquí <3

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