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◇ 1. Una nueva ¿amiga? ◇

Algún día de marzo, 2021.

Querido diario:

Hacer nuevos amigos debería ser fácil, ¿no? Cuando era pequeña, bastaba con decir "hola" y ya estaba. No sé cómo, pero a esa edad parecía que todos querían ser tus amigos, no importaba qué tan rara o tímida fueras.

Pero ahora... ahora parece mucho más difícil. Especialmente aquí, en la universidad. Todos parecen estar tan ocupados con sus vidas, sus amigos de siempre, que me siento fuera de lugar. Y, para ser sincera, ni siquiera con mi compañera de cuarto he logrado conectar. Ella es simpática, pero... es raro, ¿sabes? Hay algo en ella que me hace sentir como si no encajara del todo. Quizá es porque, como yo, está aquí por primera vez, y eso lo hace todo más incómodo.

Me cuesta empezar conversaciones, me cuesta mantenerlas, y sobre todo, me cuesta confiar. Siento que no encajo en este nuevo lugar, aunque todo el mundo parece tenerlo tan claro. A veces me pregunto si alguna vez será fácil hacer amigos de nuevo, o si siempre será así, raro y extraño.

Con amor, Ely.

++ VIERNES ++

Me despierto agitada, sintiendo mi corazón latir rápido y fuerte contra mi pecho. Coloco una mano sobre él, como si eso pudiera calmarme de alguna manera.

Inhalo profundo y, al darme cuenta de que todo está bien, mi respiración se va relajando. Zoe, mi compañera de cuarto, está frente al tocador, maquillándose. Me siento un poco tonta por el susto que me acabo de dar, pero la verdad es que no puedo evitarlo.

—Ay, no sabes lo que estaba pensando —le digo, rompiendo el silencio. Zoe me mira por el espejo, pero no responde, así que sigo hablando—. Estaba recordando cuando tuvimos que regresar a casa por la cuarentena. Fue... todo un caos, ¿no?

Zoe sigue con lo suyo, ni se inmuta. Decido seguir hablando, igual.

—Fue algo catastrófico para todos. Yo tuve suerte, no me enfermé, ni perdí a nadie cercano por el virus, pero... mi abuela sí se enfermó, y pasó un tiempo bastante mal con sus pulmones. Todavía está con secuelas, aunque gracias a Dios está bien ahora. Pero fue aterrador, sobre todo porque no podíamos ir a visitarla, solo hablábamos por teléfono.

Zoe finalmente me lanza una mirada rápida, pero su cara no cambia. No parece estar demasiado interesada, lo cual es completamente normal en ella

—Aun así, ese primer año de universidad, que tenía tantas expectativas, fue un sueño roto. —Suspiro con pesadez, recordando aquellos días—. Nos obligaron a regresar, a estudiar desde casa, a vivir encerrados... Y por si fuera poco, el mundo entero cambió de un día para otro. Ni siquiera me acuerdo bien de cómo fue, porque lo bloqueé todo de mi mente.

Zoe no responde, y yo empiezo a reírme de lo absurdo de esa situación. Es difícil hablar de estos recuerdos sin que me suene un poco surreal.

—Lo bueno es que pasó, y estamos aquí ahora. La universidad, las clases presenciales... —digo, como para tranquilizarme. La verdad, a veces siento que todo eso es más un mal sueño que algo real.

Zoe me mira por fin, con cara de fastidio, y da un suspiro.

—¿Sabes qué? Mejor no me hables de eso, me da ansiedad —dice, sin mucha emoción, para luego salir de la habitación.

Me quedo mirando el edredón amarillo que me cubre. Su textura familiar y cálida no logra consolarme. Resoplo. Otra vez, todo salió mal. Intentar socializar parece una misión imposible. Parece que hablar con Zoe es como intentar romper una pared con una cuchara de plástico.

El reloj en la pared marca las nueve de la noche. Perfecto. Dormí casi todo el día, así que seguramente pasaré la noche en vela. Mi estómago protesta, y recuerdo que la cafetería cierra en una hora.

Con desgana, me arrastro hacia la computadora para cerrarla, pero justo comienza a sonar. Al ver el nombre "Isis" en la pantalla, mis ojos se iluminan. Contesto de inmediato.

—¡Hola! —digo, sonriendo al ver a mi mejor amiga después de tanto tiempo.

—¡Ely! ¡Qué gusto verte! —responde con su típica alegría.

—¡Hola, Ely! —se suma Cristel, su inseparable amiga, cuya presencia siempre es un recordatorio de lo lejos que estoy de Isis últimamente.

—Hola, Cristel —contesto, esforzándome por sonar amigable.

Aunque me cae bien, no puedo evitar sentir un pequeño pinchazo de celos al ver lo bien que se llevan.

—¿Cómo estás? —me pregunta Isis, acomodándose el cabello.

—Bien, saqué una buena calificación en ese examen que me tenía preocupada —le digo, esperando impresionar.

—¡Eso es increíble! —dice Cristel, entusiasta.

Isis asiente, orgullosa.

—Sabía que lo lograrías. Me alegra mucho. Estoy muy orgullosa de ti, Ely. Has mejorado muchísimo —dice, y mi sonrisa se ensancha. Por unos segundos, me siento especial.

—¿Y tú? ¿Cómo va todo? —pregunto, viendo cómo se arregla la ropa.

—Estamos esperando a Zara y Michie para salir —responde casualmente—. Todo normal por aquí, pero déjame contarte, la otra vez Zara hizo que... —Se calla cuando se escucha un golpe de fondo, para luego escucharse voces—. Oh bueno, te cuento en otro momento porque ya llegaron las chicas.

—Ah, sí, sí, todo bien —digo, intentando que no se note mi desilusión.

—¿Tú harás algo con tus amigas hoy? —pregunta Isis, acomodándose el cabello.

—Sí, claro. Voy a cambiarme antes de que me regañen por quedarme en pijama todo el día —miento con una sonrisa nerviosa—. Me muero por tener un viernes alocado después de tanto estudio.

—Ely, si quieres...

Golpeo la pata de la cama con el pie, interrumpiéndola como si alguien hubiera tocado la puerta.

—Te dejo, deben ser ellas —digo, levantando un dedo para enfatizar mi excusa—. ¡Nos vemos, Isis!

Cuelgo rápidamente y suelto un suspiro. Dejo la computadora sobre la cama y miro mi celular. 5 de abril de 2021.

Hace más de un año que llegué a la universidad. Es una locura pensar cómo empezó todo, llena de esperanzas y con la expectativa de que mi vida cambiaría por completo. Pero ahora veo que debí ser más específica con mi deseo. Quería nuevos amigos, quería una vida universitaria como de película, pero la realidad resultó ser muy distinta.

Me levanto de la cama con la decisión de ir a la cafetería. Mientras camino por el pasillo, intento saludar a un par de chicas con una sonrisa, pero solo recibo miradas frías. Me esfuerzo por no desanimarme y me dirijo al ascensor. Allí están dos chicas esperando. Apenas me ven, se miran entre sí, incómodas.

—Vamos por la escalera —propone una de ellas, la morena, en un susurro para que yo no las escuche, pero claro que lo hago, aunque finjo no hacerlo.

—No, son muchos pisos y ya vamos tarde —responde la castaña en el mismo tono de voz que su amiga, firme de su decisión que casi hace que sonría feliz—. Además, nada malo va a pasar, son solos tontos rumores, tranquila.

De reojo puedo notar como la morena me mira por encima de su amiga, para después volver a verla.

—Toma tú si quieres el ascensor, yo no me quiero arriesgar —asegura la morena, comenzando a caminar hacia las escaleras.

Tanto la castaña como yo la vemos bajar los escalones, hasta que ya no podemos verla. La chica gira a verme algo apenada y me sonríe a modo de disculpas.

—Veo que tu amiga es muy atlética, ¿eh? —intento bromear, para calmar el ambiente tenso, pero no lo consigo—. Digo, por lo que decidió bajar las escaleras y eso, ¿entiendes? Atlética, escaleras si, ascensor no... —Decido callarme soltando una pequeña risa nerviosa.

Ella no dice nada y yo, por el contrario, deseo morir al darme cuenta que la primera persona en este lugar que no me hace el feo y lo arruino de esta forma.

El ascensor llega, y las dos subimos. Apenas presiono el botón, el ascensor hace un movimiento raro en el segundo piso. De pronto, todo queda en oscuridad. Las luces de emergencia se encienden, haciendo que giremos a vernos asustadas.

No pasa mucho tiempo cuando la chica a mi lado se inclina, apoyándose sobre sus rodillas, logrando confundirme.

—Me voy a morir, no respiro —empieza a decir la castaña, comenzando a hiperventilar, logrando asustarme más de lo que ya estoy.

—A ver jamás me quedé encerrada en un elevador, pero tampoco es como que vayamos a morir por esto —respondo, tratando de calmarla, pero es obvio que eso no funciona—. Tranquila. Esto pasa todo el tiempo —miento para calmarla, aunque siento un nudo en el estómago.

—¡Soy claustrofóbica! —grita, temblando.

Antes pensaba que un claustrofóbico era alguien que le temía a Santa Claus, pero por suerte Ax me explicó el significado de dicha palabra en mi adolescencia, sino ahora estaríamos en graves problemas.

—Carajo —murmuro, sin saber muy bien qué hacer.

Busco desesperadamente en mis bolsillos algo que pueda servir, y recuerdo que dejé mi celular en el cuarto, puesto que como no tengo amigos, casi no lo uso.

Para la buena suerte de la chica, encuentro un caramelo y se lo doy, haciendo que me mire entre confundida y asustada. Muy asustada.

—Toma. Concéntrate en su sabor, en el proceso de comerlo. Respira despacio —explico, aun tendiéndole el caramelo.

La chica asiente con la cabeza, para después aceptarlo. No dejo de indicarle cómo respirar con un movimiento de mi mano, a la vez que aprieto el botón de auxilio, perfecto para momentos así.

La alarma suena, logrando calmarme, puesto que sé que pronto vendrán a nuestro rescate antes de que pase algo malo, como que la chica se desmaye o algo parecido.

Debo aprender a no hablar antes de tiempo.

Noto como la castaña comienza hacer movimientos raros con sus manos, señalando su garganta, para después verme aún más asustada que antes.

—¿Qué te pasa? —cuestiono, acercándome rápidamente hasta ella—. No entiendo si haces tantas señas, habla —pido, notando como mueve sus manos de manera desesperada—. ¿No respiras? —inquiero, tratando de adivinar y asiente con su cabeza como puede—. Mierda, te estás ahogando con mi caramelo.

¿Por qué le di ese méndigo caramelo?

Actúo rápido, aplicando la maniobra de Heimlich como aprendí en clases de primeros auxilios. Lo hago cuatro veces más y, justo en el momento que la puerta del elevador es abierta, ella escupe el dichoso caramelo, haciendo que ahora pueda alejarme de ella mientras palmeo su espalda.

La castaña se aleja de mí como si fuera un bicho raro, para correr hacia la morena quien está afuera de esta caja metálica, viendo todo asustada y ambas se abrazan fuertemente. Pero el espectáculo no pasa desapercibido: estudiantes y bomberos nos miran con expresiones de asombro, mientras escuchamos a la castaña gritar entre lágrimas que nunca más quiere quedarse sola conmigo.

Con las mejillas ardiendo, salgo del ascensor y decido bajar por las escaleras para llegar a la cafetería. Definitivamente, esta noche hubiera sido mejor quedarse en la cama.

++ SÁBADO ++

Por suerte, las clases de hoy terminaron hace una hora. Ahora tengo todo el día libre, y puedo comer en la cafetería sin la presión de andar corriendo por el tiempo.

Lo malo de los sábados es que algunas carreras, como la mía, todavía tienen clases. Lo bueno es que no es todos los sábados, y los profesores nos avisan con anticipación. Al menos en Ciencias de la Comunicación, que es lo que estudio, funciona así.

Me acerco a la fila para elegir mi comida y dejo escapar un suspiro de alivio al ver que no hay tanta gente.

Sin poder evitarlo, capto la conversación de los dos chicos delante de mí. Mi papá siempre dice que soy curiosa, pero seamos honestos, soy chismosa y lo sé.

—¿Supiste lo que pasó anoche? —pregunta una pelirroja, mirando a su amigo moreno.

—Sí, claro que sí —responde él, asintiendo con una sonrisa—. De hecho, me recordó mucho a lo que te pasó a ti hace un tiempo.

Ella frunce el ceño, igual que yo.

—¿Hablas de cuando ella me tiró un envoltorio de chicle y terminé resbalándome? —inquiere, molesta.

—Exactamente, esa misma vez. ¡Fue épico! —ríe él, sin disimular su diversión.

Mi estómago se revuelve. Sé que están hablando de mí.

—Antes de eso no creía en la mala suerte, pero desde que me pasó eso... ¡ni pensarlo! Nunca había tenido un accidente así hasta que ella apareció.

Decido dar media vuelta antes de escuchar algo más. No tengo hambre. O bueno, sí, pero no lo suficiente como para quedarme y seguir siendo el tema de conversación.

Camino hacia las máquinas expendedoras. Puedo sobrevivir con unas frituras y una lata de Coca-Cola, y volver más tarde cuando la cafetería esté casi vacía.

En el trayecto, escucho a más personas mencionando mi nombre, acompañándolo de sus propias anécdotas. Historias como la fiesta de iniciación en el primer año, donde sin querer provoqué un incendio, o la vez que en otra fiesta casi me caigo, pero en lugar de eso empujé accidentalmente a alguien que terminó en la piscina.

Suspiro, recordando cómo pasé de ser "la chica mala suerte" a "la chica que da mala suerte". Aunque, para ser honesta, ni siquiera me llaman así. Mi apodo aquí es "Iugh".

Zoe me explicó que viene de la reacción de asco y rechazo que provoco en los demás.

Con la bolsa de frituras y mi lata de refresco en mano, busco una mesa vacía. Encuentro una, pero antes de que pueda sentarme, noto que dos chicos también se dirigen hacia ella.

Cuando el rubio me ve, abre los ojos de par en par, toma a su amigo del brazo, y literalmente huyen de la mesa.

—¡¿Por qué corremos?! —grita el castaño mientras desaparecen.

Me quedo sola otra vez, mirando la mesa vacía. Dudo si sentarme o no.

Antes de decidir, Zoe y su grupo de amigos aparecen y ocupan la mesa sin notar mi presencia. Una sonrisa se asoma en mi rostro al verla, pero cuando nuestros ojos se encuentran, su expresión cambia. Alza una ceja de forma despectiva.

—¿Pensabas sentarte? —pregunta, señalando la mesa mientras los demás también fijan sus ojos en mí.

—Iugh, no —murmura uno de ellos, como si mi mera intención hubiera contaminado el lugar.

Ignoro el comentario y finjo que no lo escuché.

—No, no, tranquilos. Disfruten su comida —respondo con una sonrisa falsa, retrocediendo un paso.

Me doy la vuelta justo cuando escucho cómo algunos se quejan y apartan sus bandejas, como si las hubiera envenenado.

Camino sin rumbo, con la bolsa de frituras crujiente en una mano y la lata de Coca-Cola fría en la otra.

Jamás pensé que sería tan difícil hacer amigos. En la preparatoria, todo parecía sencillo. Siempre tuve a Isis, o a alguien más, con quien sentarme, alguien que no me hacía sentir como si estuviera fuera de lugar. Pero ahora...

Suspiro otra vez, mirando al suelo. Quizá hacer amigos nunca fue tan fácil como creía, y lo que pasa ahora es que por fin estoy viendo la verdad.

¡Hola, hola, hola! ¿Cómo están?

Qué tal les pareció el capítulo?

La compañera de Ely?

QUÉ ONDA CON ESTA NUEVA ELY? SE LO ESPERABAN?

Con amor, Cele🦋❤
XOXO, bitches💋

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