Día 3
La parte fácil fue pedirle permiso a Quirón para salir del campamento en un día entre semana. Digamos que, dado que eran vacaciones de invierno y no estábamos con nuestras familias sino bajo la custodia del campamento, Quirón prefería que no saliéramos si no era necesario, por los monstruos y las posibilidades de que nos maten, ya saben, la vida usual de un semidiós. Pero después de la Guerra contra Gea, Quirón se volvió un poco más relajado acerca de ese tema, supongo que como una forma de recompensarnos por lo ocurrido en los últimos años. Ahora podíamos salir los días que quisiéramos, aunque no por mucho tiempo ya que entre más tiempo pasábamos en el mundo mortal, teníamos más probabilidades de que un monstruo nos encontrara. Y el Sr. D detestaba tener que dar explicaciones a las familias de los semidioses acerca de cómo su hija/hijo murió de manera inexplicable cuando salió a dar un paseo al Central Park.
La parte difícil, sin embargo, fue conseguir que Percy nos prestará a la Sra. O'Leary.
Con Nico no tenía ningún problema, pero no sé por qué conmigo si. Ya le había rogado mil veces y estaba a punto de ofrecerme a limpiar su cabaña todos los días por un mes. A tiempos desesperados, medidas desesperadas.
—¡Vamos, Percy! Sólo será por un par de horas, ¡lo prometo!
—Mmmm, déjame pensarlo —dejó de rebanar el muñeco de práctica con su espada y se llevó una de sus manos a su barbilla—. Nop.
Jason, quien estaba sentado en una banca acompañando a su amigo mientras este practicaba sus habilidades con la espada (como si necesitara hacerlo), soltó un suspiro exasperado y sacudió su cabeza negativamente.
—Sólo deja que la saquen a pasear y ya, Percy. Dime, ¿en qué te dañaría?
—Hoy tenía planeado pasar el resto de la tarde con Annie y Mrs. O'Leary, después de esto —respondió Percy con un puchero—. Frente al lago, jugando a atrapar la pelota. Además, ¿por qué me lo estás pidiendo tú y no Nico? —preguntó levantando una ceja hacia mí.
—Porque... —traté de escoger mis palabras cuidadosamente; no quería que los amigos de Nico me interrogaran como Kayla— fue mi idea de sacar a pasear a Mrs. O'Leary, y se me ocurrió que a Nico le gustaría acompañarme.
—¿Y desde cuando te llevas muy bien con Mrs. O'Leary? —se hizo a un lado del maniquí y me miró curiosamente. Jason la pasó una botella de agua.
—Eh... Pues... ¿Recuerdas esa vez que se lastimo en un captura la bandera? ¿Cuándo se le enterró una rama en su pata?
—Si.
—Fui yo quien le sacó la rama —explique con una sonrisa, recordando toda la odisea que pasó esa noche—. Y te digo que necesite de mucha paciencia y tiempo para hacer eso porque Mrs. O'Leary no es muy fácil que digamos. Pero le tome cariño. Fue muy tierna conmigo cuando la termine de curar.
Percy pareció sopesar su decisión y al final se dio por vencido.
—Esta bien, puedes llevártela. Pero antes de que te vayas —se acercó a mí con una lentamente, entrecerrando sus ojos— déjame preguntarte algo.
—Percy... —dijo Jason en tono de advertencia. Fruncí mi ceño. ¿Qué pasa con este ambiente tenso de repente?
—Eh, claro, pregunta lo que quieras.
—Dime la verdadera razón por la que invitaste a Nico a salir contigo.
—Y-Yo nunca dije que lo invite a salir co-conmigo —Oh no. Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda, mierda.
—¿Tus intenciones con Nico son buenas?
—¿I-Intenciones?
—¿Eres gay?
—¿¡Qué?!
—¿Te gusta Nico?
—¿Q-Qu–
—Porque tú a él si le gustas. Es obvio. Y déjame decirte algo, señor soy-tan-brillante-como-el-bendito-sol-y-aún-más-caliente. Ese pequeño y amargado hijo de Hades ha sido nuestro amigo por mucho tiempo y apenas he empezado a salir de su caparazón en los últimos meses —en este momento Percy estaba tan cerca de mi que pude llegar a notar las pequeñas motas de color azul que se combinaban con el color verde de sus ojos. También comencé a sentirme más nervioso—, y tiene un escuadrón detrás de él que lo protege de gente que lo quiera lastimar. Ese escuadrón somos Jason, Piper, Hazel, Reyna y yo. Y, si por alguna razón sin sentido se te ocurre lastimarlo, no dudes en saber que te las verás con cada uno de nosotros.
—Pe-pero, y-yo so-sólo–
—¿Entendido? —me interrumpió el hijo de Poseidón, su mirada tan seria como cuando se había enfrentado al titán Cronos.
Solamente alcance a asentir con mi cabeza.
Jason soltó un suspiro y se levantó de la banca, caminó hacia nosotros y me tomó suavemente de los hombros, alejándome de Percy.
Antes de salir del salón de entrenamiento guiado por el rubio, logré ver al peli-negro hacer una seña con sus dedos índice y medio, apuntando a sus ojos y luego hacia mí. El mensaje quedo bastante claro.
—Lamento todo ese teatro que el idiota de Jackson armó ahí dentro, Will —dijo Jason, apenado, deteniéndose frente a mi—. Solo ignóralo. Y por favor, no le digas a Nico lo que dijo Percy. Si lo haces, estoy seguro de que para mañana no habrá ningún hijo de Poseidón en el campamento.
—Um... Si, no te preocupes —guardé silencio por unos segundos, dudando si debía o no preguntar lo que tenía en mente—. Pero, ¿es cierto lo que dijo, acerca de Nico?
Jason me miró nerviosamente y luego apartó la mirada. Pero una pequeña sonrisa surgió de sus labios, haciendo que la cicatriz en su labio sobresaltara un poco, al momento que se subía sus lentes dorados por el puente de su nariz.
—Eso es algo que tendrás que descubrirlo por ti mismo. Pero déjame darte un consejo. Si tienes otras intenciones con Nico a parte de una amistad, deberías de decírselo directamente. Él puede ser un poco... distraído con ese tipo de cosas.
El hijo de Júpiter se dio medio vuelta y volvió a la sala de entrenamiento.
Vaya, que mañana tan intensa.
Una vez que hube recogido a Mrs. O'Leary (que no se había dejado llevar fácilmente, pero después de que le canté por unos minutos, aceptó gustosa), me dirigí a la cabaña de Hades.
A pesar del inconveniente que se presentó con Percy, mi humor esa tarde no podría ser mejor. Sin poder borrar la enorme sonrisa que tenía en el rostro, todo el camino me la pase pensando acerca de lo que el hijo de Poseidón había dicho.
«Si Nico siente lo mismo que yo...»
Algo me decía que ese día mejoraría.
Salimos del campamento a algo así de las cuatro de la tarde. Era difícil de descifrar qué hora era ya que el cielo estaba completamente nublado.
El aire que golpeaba mi cara llegaba a arder y a hacer mis ojos escocer, pero trataba de no prestarle atención a eso. Estaba muy ocupado manteniendo mis manos firmemente agarradas de la cintura de Nico.
Estábamos montados sobre Mrs. O'Leary, corriendo por la carretera hacia la ciudad.
—¿Todo bien allá atrás, Solace? —gritó Nico por encima de su hombro.
—P-Perfect-to —tartamudee en respuesta. El frío de la tarde era helado, y más afuera del campamento. Mis dientes castañeteaban y mis manos estaban entumidas dentro de mis guantes azules. Pero el leve calor que, inexplicablemente, irradiaba el cuerpo de Nico al estar tan cerca de él, y el mero hecho de estar así de juntos, hacía que se le olvidara a mi cerebro la inminente amenaza de contraer hipotermia.
Okay, tal vez no para tanto, pero siempre tenemos que sopesar todas las probabilidades.
Sentí como la caja torácica de Nico vibraba y sabía que estaba riéndose.
—Dijiste que nada de viajes sombra, así que ahora aguántate el frío.
Sacudí mi cabeza para quitarme unos rizos de la cara que me impedían ver y rodé mis ojos, aunque sabía que Nico no me podía ver.
—¿A dónde vamos, Solace? —gritó Nico. A lo lejos, los edificios de la isla de Manhattan comenzaban a aparecer a través de la niebla.
—Conozco un parque no muy lejos de la afueras de la ciudad, para evitar todo el ruido de carros y personas y todo eso. Mmm, dile a Mrs. O'Leary que doble a la derecha en la siguiente salida.
.
.
.
—No está mal —dijo Nico observando el paisaje nevado.
Todos los árboles habían perdido sus hojas y las reemplazaban montañas de nieve sobre sus copas. Había una pequeña pista de patinaje en hielo no muy lejos de nosotros y algunos niños, junto con sus padres y madres, reían y jugaban en ésta. Había bancas negras de Madera esparcidas por el parque y, para nuestra suerte, se encontraban limpias de nieve. Cuando toque una, la madera estaba tibia. Le hice una seña a Nico para que se sentará junto a mí y Mrs. O'Leary corrió detrás de él, ladrando y moviendo su colita.
—Es una vista linda, ¿no es cierto? —le pregunté al hijo de Hades con una sonrisa. Él se limitó a responder devolviéndome el gesto y asintiendo con su cabeza.
Mientras Mrs. O'Leary se acostaba sobre su espalda y dejaba que Nico le acariciara la panza, me tomé unos segundos para apreciar mi vista, como técnicamente hacía todos los días.
Al parecer ni siquiera Nico di Angelo, Rey de los Fantasmas y de la Oscuridad podía resistir tanto frío como el de hoy, ya que se había cambiado los guantes negros que traía la otra vez por unos de lana que le cubrían las manos completamente. Recuerdo que se los había regalado Hazel la ultima vez que visitó el Campamento Mestizo. También vestía su chaqueta usual de aviador, la cual, siendo sincero, lo hacía ver adorable. ¿Y creen que Nico di Angelo no podía ser más adorable que ahora? ¡JA! Pónganle un gorrito de lana gris y verán. Su cara pálida resaltaba contra su nariz y mejillas sonrojadas por el frío.
Sus ojos oscuros voltearon a verme y por un momento fueron todo lo que existía para mí.
—Nico...
—Will.
Ambos hablamos al mismo tiempo y solté una risita, mientras que Nico levantaba una comisura de su labio.
—Tú primero —cedió el hijo de Hades.
Ni siquiera sabía para qué había dicho su nombre. Sólo salió de la nada. Avergonzado por mi idiotez, bajé la mira y murmuré un "No, está bien, tú primero".
—Sólo quería decirte que parece que Mrs. O'Leary quiere jugar contigo.
Voltee a la izquierda y vi al sabueso del Inframundo a mis pies, con sus ojos brillando y expectantes mirándome directamente. Hizo un sonido como de queja y posó su cabeza en mi regazo.
—¿Quieres jugar, linda? —rasqué su cabeza cariñosamente y recibí un ladrido emocionado en respuesta.
Me levante de la banca y comencé a correr de un lado a otro, con Mrs. O'Leary persiguiéndome sobre mis talones, ladrando. Cuando me hube cansado, porque ella no se cansaba, me detuve y agarre una rama del suelo. Se la aventé y ella corrió a traérmela. Así nos la pasamos por un buen tiempo, con Nico riendo desde la banca cada vez que Mrs. O'Leary me regresaba la rama y me tiraba al piso en el proceso. Al final, acabe mojado, tiritando y cansado. Me senté en la banca junto a Nico y, éste, al ver mi cara, de hecho a reír más fuerte.
—Ja ja ja, espero que te parezca muy gracioso, di Angelo —murmuré malhumorado. Me crucé de brazos y me pegué más al respaldo.
—La verdad, si —contestó sin dejar de reír. Lo mire de reojo y debía admitir que se veía un poco tierno.
Pero aún así. El muy desgraciado no dejaba de burlarse.
Me levanté y me alejé silenciosamente mientras que Nico se doblaba sobre su estómago, sin parar de reír.
Sentí una satisfacción divertida cuando su sonrisa se borró de su cara al golpearlo una bola de nieve. Se limpió con sus manos y sus ojos oscuros me lanzaron una mirada asesina.
—William, no sabes lo que has hecho.
—¿Ah, no? ¿En serio? —respondí provocándolo.
Con la velocidad en la que pudo haberle cortado la cabeza a un monstruo, Nico agarró una bola de nieve del piso y me la aventó.
Solo diré una cosa. No se siente bonito una bola de nieve en tu cara.
Al final, se desató una guerra de bolas de nieve entre Nico y yo, y Mrs. O'Leary se alió con el hijo de Hades, tirándome al piso de vez en cuando para que Nico me atacará con toneladas de nieve helada.
El Sol cayó y el frío se hizo demasiado pesado, así que decidí que sería mejor regresar al campamento.
En nuestro viaje de regreso, le preste mi bufanda amarilla a Nico para cubrirse la boca ya que a él le pegaba el aire más que mi.
—Pero, ¿qué hay de ti?
—No te preocupes —respondí con una sonrisa—. Puedo usar tu hombro cortar el viento.
Mientras el cielo cambiaba de un azul claro a un tono más oscuro, disfruté de los últimos minutos que pasaría tan cerca de Nico. Puse mi barbilla por debajo de su hombro de modo que sólo mis ojos sufrían del frío invernal, aunque sea, y me aferré más a su cintura. Una suave colonia llego a mis fosas nasales.
«No me había dado cuenta de que olía tan bien...»
—¿Todo bien, Solace? —preguntó Nico, volteando su cara hacia dónde estaba la mía. No sé si fue producto de mi imaginación pero parecía como si hubiera tartamudeado. Pero de seguro fue sólo por el viento.
—Si, todo bien. Sólo tengo un poco de frío.
Nico devolvió sus ojos al camino, pero podría jurar que estaba sonriendo.
Cuando llegamos al Campamento Mestizo, la noche ya había caído. Devolvimos a Mrs. O'Leary al lugar donde se quedaba a dormir y nos despedimos de ella.
—Buenas noches, pequeña —Nico la abrazó y se ganó una lamida cariñosa.
Me acerqué al gran sabueso y la acaricie el lomo.
—Que descanses.
Mrs. O'Leary ladró en respuesta y lamió mi mano. Podía intimidarte pero ser tierna al mismo tiempo.
Esa vez, Nico se ofreció a acompañarme a mi cabaña, ya que estaba más cerca de donde estábamos.
Cuando llegamos a mi porche, pude ver las luces de la cabaña prendidas en el interior. Algo me decía que si Kayla me veía aquí afuera con Nico, no me la acabaría.
—¿Sabes de qué me acorde? —me pregunto Nico, recargándose en baranda al pie de las escaleras.
—¿De qué? —estaba subiendo el primer escalón y me di media vuelta.
—No hemos cenado nada.
—Oh, tienes razón —no me había dado cuenta hasta que lo mencionó. Mi estómago rugió al ser recordado de que debía ser alimentado—. Pero no creo que nos dejen comer a esta hora —replique desanimado.
—Maldición, si es cierto —Nico hizo un puchero y guardó silencio por unos segundos—. Creo que tengo una barritas energéticas en mi cabaña, y unos jugos de caja también, ¿Quisieras venir?
«¡No puedo desperdiciar era oportunidad!»
—¡Me encan–
El sonido de la puerta abriéndose interrumpió lo que estaba por decir.
—Kayla, ¿podrías quitar tu oreja de la puerta? Hay gente tratando de pasar —escuché a mi hermano Austin quejándose a mis espaldas—. Oh, hola, Will, Nico —Austin bajó las escaleras a nuestro lado y Nico lo saludó con un asentimiento de cabeza.
Voltee a ver a Kayla, la cual estaba arrodillada en el piso y con cara de haber sido descubierta haciendo algo que no debía. Tal vez porque nos estaba ¡espiando!
—Uh... ¡H-Hola, chicos! Este, yo solo estaba, pues... Este...
—Espiándolos —dijo mi hermano pequeño Alex, levantando sus ojos del libro que estaba leyendo. Su cama se encontraba frente a la puerta, así que podía vernos a nosotros y a Kayla. Mi hermana adquirió un tono rojo como un tomate y se disculpó mientras se levantaba y se alejaba de ahí.
Voltee a ver a Nico y era obvio que se sentía un poco incómodo así que decidí acabar con su tortura.
—No, está bien, tú vete a tu cabaña. Estoy seguro de que tengo algunas sobras del desayuno en mi cómoda.
Nico se aclaró la garganta y se despidió con un gesto de mano.
—Entonces, buenas noches, Solace.
—Igualmente... ¡Oh, no te olvides de lo de mañana!
—¡Ni lo pienses, rayo de Sol! —respondió mientras se alejaba.
Me adentré a mi cabaña y cerré la puerta detrás de mí. Busqué con la mirada a Kayla y Alex señaló con su dedo al bulto que estaba envuelto en una sabana sobre la cama de Cole.
Me acerqué a la cama y mi hermano, sabiendo lo que le conviene, se alejó con las manos levantadas.
—Ahora sí, Kayla Knowles, no te salvarás esta vez.
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Holaaaaaaaaa
mañana (: vuelvo (: a (: la (: escuela (: me (: lleva (: la (: putisima (: madre (:
Espero que les guste éste capítulo porque no sé cuándo actualizaré la próxima vez ;-; maldita escuela...
¡Adiós, mundo cruel!
All the love,
Y.
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