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09

Recomendación del día

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Jiwoong miraba fijamente la corbata de seda azul que descansaba dentro de la pequeña caja frente a él. La textura suave y el brillo sutil la hacían lucir elegante, definitivamente de su estilo. Dongyeol, sentado al otro lado de la mesa, soltó una risa ligera mientras tomaba un trago.

—¿Te gustó mi regalo? —preguntó con una sonrisa cómplice.

Jiwoong asintió, cerrando la caja con cuidado.

—Sí, es bonita. Gracias.

Dongyeol dejó el vaso en la mesa y lo observó con curiosidad. Jiwoong, sin levantar la vista de la caja, preguntó con tono casual.

—¿Cuándo piensas volver a Tailandia?

Dongyeol fingió una expresión ofendida y protestó entre risas.

—¡Acabo de volver y ya me estás mandando de regreso!

Jiwoong se unió a la risa, moviendo la carne que se asaba frente a ellos en la parrilla.

—Es solo que... necesito que me consigas otro jarrón, como el que me regalaste por mi cumpleaños.

Dongyeol arqueó una ceja, curioso.

—¿Qué pasó con ese jarrón?

Jiwoong suspiró, moviendo la carne con las pinzas. —Matthew es lo que pasó.

Dongyeol estalló en una carcajada, imaginándose la escena. —¿De verdad? ¿Cómo lo rompió?

—Estaba jugando videojuegos con uno de sus amigos. No sé cómo lo hizo, pero lo derribó cuando perdió la partida —explicó Jiwoong, encogiéndose de hombros mientras también soltaba una risa resignada.

Dongyeol sacudió la cabeza, aún riendo.

—Ah Matthew... al menos nunca es aburrido.

Jiwoong sonrió de manera afectuosa. —Eso nunca.

Jiwoong tomó un pedazo de carne recién asada y lo llevó a su boca, saboreándolo mientras sonreía.

—Y no seas tacaño con el jarrón esta vez, ¿eh?

Dongyeol tomó otro trago, riendo entre dientes. —¿Tacaño? Estoy gastando más de lo que debería, especialmente cuando tú eres el que consiguió que lo ascendieran en el trabajo.

Jiwoong soltó una carcajada, masticando lentamente antes de responder. —No te quejes tanto, que al final soy yo el que pagará hoy.

Dongyeol lo miró divertido, apoyando su vaso sobre la mesa. —¿Alguna vez dudaste de que eso iba a pasar?

Ambos se rieron mientras continuaban disfrutando de la comida, el ambiente era relajado y lleno de complicidad, como siempre había sido entre ellos. Dongyeol se recostó en su asiento, observando a Jiwoong mientras tomaba otro trago con tranquilidad.

—Te conseguiré otras artesanías, una para Matthew y... otra para Gunwook —dijo con una ligera pausa, estudiando la reacción de Jiwoong al mencionar a Gunwook.

Tal como lo esperaba, Jiwoong se mordió los labios, y luego dejó escapar un suspiro, empujando su plato a un lado.

—Ya te dije que dejé de perseguir a Gunwook —murmuró, la tensión en su voz era evidente, aunque intentaba ocultarla.

Dongyeol arqueó una ceja, divertido. —¿De verdad? Porque no lo parece. Cada vez que menciono su nombre, haces esa cara.

Jiwoong lo miró de reojo. —No es tan fácil, traté de distanciarme, de enfocarme en otras cosas, pero... no pude. Así que dejé de evitarlo.

Dongyeol lo miró con simpatía. —¿Y qué harás al respecto? ¿Seguirás reprimiendo lo que sientes?

Jiwoong se quedó en silencio, mirando la carne asada en la parrilla como si buscara respuestas entre las brasas.

—No lo sé —respondió finalmente.

Estaban en un pequeño restaurante, era el lugar habitual de ambos cuando estaban en la universidad, y el lugar al que iban luego del trabajo antes de que Dongyeol fuera transferido fuera del país.

Ambos estaban sentados en una esquina apartada, donde apenas se escuchaba la suave música de fondo. No había demasiada gente, y la atmósfera era tranquila, perfecta para relajarse después de una semana agitada. Jiwoong sostenía su vaso, mirando el líquido ámbar en su interior antes de dar un sorbo largo, dejando que el alcohol quemara suavemente su garganta.

Dongyeol lo observó en silencio por un momento, antes de soltar un suspiro y apoyar el codo sobre la mesa.

—¿Por qué no le dices simplemente a Gunwook que estás interesado en él? —preguntó, rompiendo el silencio con una mezcla de curiosidad y frustración en su tono.

Jiwoong levantó una ceja, pero no respondió de inmediato. En lugar de eso, bebió de nuevo, dejando que la pregunta flotara entre ellos. Después de un momento, negó suavemente con la cabeza. No era tan sencillo, y Dongyeol lo sabía.

—Siempre haces esto —continuó Dongyeol, bebiendo de su propio vaso antes de mirarlo con ojos inquisitivos. —Siempre te complicas cuando es más fácil ser directo. Incluso con Matthew, fuiste directo hacia él, lo conquistaste sin dudarlo. ¿Qué te impide hacer lo mismo con Gunwook?

La mención de Matthew hizo que una pequeña sonrisa se formara en los labios de Jiwoong. Era cierto. Con Matthew había sido distinto. Había visto lo que quería y fue tras él sin pensarlo dos veces. Matthew era un huracán de emociones y energía, y Jiwoong había sabido desde el primer momento que quería estar en el centro de todo aquello. No había espacio para dudas, para titubeos. Había sido directo, confiado, y el resultado fue perfecto.

Pero con Gunwook... Jiwoong bajó la mirada a su vaso, la sonrisa desvaneciéndose lentamente.

—No es lo mismo —murmuró finalmente, su voz apenas audible por encima del murmullo del restaurante.

Dongyeol frunció el ceño, inclinándose hacia él.

—¿Por qué no? Eres Jiwoong, siempre tomas la iniciativa. Gunwook no es diferente.

Jiwoong dejó escapar un suspiro pesado, su mirada fija en algún punto lejano. —Es diferente porque... Gunwook no es Matthew. Es más complicado de lo que crees.

Dongyeol lo miró en silencio, esperando que continuara. Jiwoong, sintiendo la presión, finalmente soltó lo que había estado guardando.

—Con Matthew, sabía lo que quería desde el principio. Sabía que si lo perseguía, lo lograría. Pero Gunwook... Él es distinto. Es como si... si lo tocara, todo cambiaría. Y no estoy seguro de si estoy listo para eso.

Dongyeol lo miró, comprendiendo más de lo que Jiwoong decía en palabras. —¿Tienes miedo de arruinar las cosas entre ustedes?

Jiwoong asintió lentamente, sus dedos jugando con el borde de su vaso. —Con Matthew, fue fácil. Con Gunwook, siento que si doy el paso equivocado, lo perderé para siempre.

Dongyeol dejó escapar una risa suave. —Siempre tan calculador. Pero el amor no siempre es lógico. A veces solo tienes que saltar.

Jiwoong lo miró, su expresión aún indecisa, pero las palabras de Dongyeol resonaban en su mente. Saltar. No era algo que Jiwoong soliera hacer. Siempre medía cada paso, cada movimiento.

—Y si saltas —continuó Dongyeol, sonriendo. —Tal vez te des cuenta de que Gunwook está más que dispuesto a atraparte.

Jiwoong dejó escapar una pequeña risa, sacudiendo la cabeza. —Eres un idiota, ¿sabes?

Dongyeol se encogió de hombros. —Lo soy, pero también soy tu amigo. Así que piénsalo.

Jiwoong levantó su vaso y lo chocó suavemente con el de Dongyeol antes de dar un sorbo, mientras el alcohol seguía quemando en su garganta. Jiwoong dejó su vaso sobre la mesa, mirando el fondo del cristal mientras sus pensamientos vagaban. Finalmente, Jiwoong suspiró y rompió el silencio, su voz un poco más suave de lo habitual.

—No puedo hacer lo mismo con Gunwook —comenzó Jiwoong, su mirada aún perdida en el vaso. —Él es diferente a Matthew.

Dongyeol alzó una ceja, intrigado por lo que Jiwoong estaba a punto de decir. —¿Diferente cómo?

Jiwoong se quedó en silencio por un momento, organizando sus pensamientos. Cuando finalmente habló, su tono era casi reverente, como si estuviera describiendo algo sagrado.

—Matthew... él atrae a las personas sin siquiera darse cuenta. Es como el sol. Brillante, cálido, y tan hermoso que todo el mundo quiere estar cerca de él, tocarlo, adorarlo. —Mientras hablaba, Jiwoong se dejó llevar por los recuerdos. —Cuando lo conocí por primera vez estaba desanimado, acababa de reprobar un examen, pero aun así... sonreía. Esa sonrisa suya... era como si toda la tristeza en su interior no pudiera opacar la luz que irradiaba. Había algo en él que hacía que todos en el lugar quisieran acercarse, como si no pudieran evitarlo.

Dongyeol lo miraba con atención, bebiendo cada palabra que Jiwoong pronunciaba. Sabía que Matthew era especial para él, pero nunca había escuchado a Jiwoong hablar de él con tanta devoción.

—Matthew es encantador —continuó Jiwoong, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios al recordar. —Siempre está lleno de sonrisas y abrazos suaves. Te envuelve en su calidez, y antes de que te des cuenta, ya estás atrapado. Con Matthew, no es una cuestión de si lo quieres... es una cuestión de cuándo te darás cuenta de que ya lo haces.

Dongyeol soltó una pequeña risa. —Sí, suena como Matthew.

Jiwoong asintió. —Yo siempre iré tras él, ¿sabes? Siempre estaré ahí para extender mi brazo cuando tropiece, para asegurarme de que nunca caiga. Matthew despierta ese instinto protector en mí. No puedo evitar querer cuidarlo, asegurarme de que tenga todo lo que desee.

Jiwoong hizo una pausa, su mirada volviéndose más seria, más introspectiva.

—Le daré todo mi amor al sol, me acercaré lo suficiente para asegurarme de que lo tenga, aunque eso signifique quemarme en el proceso. Y si tengo que arder para que siga brillando, lo haré sin dudarlo.

Dongyeol lo miró, visiblemente sorprendido por la profundidad de las palabras de Jiwoong. Después de un momento, dejó su vaso sobre la mesa y se inclinó hacia adelante. —Estás enamorado de él. De verdad.

Jiwoong asintió lentamente, sin rastro de duda en su mirada. —Sí. Lo estoy.

Dongyeol sonrió, pero luego frunció el ceño, considerando algo. —Entonces, ¿por qué todo esto es diferente con Gunwook?

Jiwoong se apoyó contra el respaldo de su silla, su vaso ahora vacío entre sus dedos mientras miraba hacia la tenue luz del restaurante.

—Gunwook... —comenzó Jiwoong, su voz más suave, como si el simple hecho de decir su nombre fuera un acto de revelación. —Es diferente a Matthew. Matthew es el sol, pero Gunwook... Gunwook es como una estrella fugaz.

Dongyeol lo miró, esperando que continuara.

—Es el tipo de persona que, si no prestas atención, desaparece antes de que te des cuenta. Es como algo tan raro y extraordinario que casi tienes miedo de mirar, por si se desvanece frente a ti. —Jiwoong sonrió levemente, pero había un toque de vulnerabilidad en su voz. —Es hipnotizante. Tengo miedo de tocarlo y que se desvanezca.

Dongyeol dejó de mover la carne frente él y se cruzó de brazos, sin dejar de mirar a Jiwoong. —¿Por qué te sientes así con él?

Jiwoong soltó un suspiro, sus ojos llenos de un reconocimiento profundo. —Gunwook es confiable. Tan independiente, tan fuerte por sí mismo que a veces me pregunto si realmente quiere que yo sea parte de su vida. Es como si no me necesitara para sostenerse. Y es precisamente eso lo que me encanta de él.

Dongyeol alzó una ceja, intrigado. —¿Te gusta que no te necesite?

Jiwoong asintió, su mirada fija en un punto invisible. —Sí. Porque eso lo hace diferente. Matthew necesita que esté ahí para él, para atraparlo cuando caiga. Pero Gunwook... si yo estiro mi brazo hacia Matthew cuando tropieza, y caigo con él, sé que Gunwook sería el primero en estirar sus brazos para sostenernos a ambos. Gunwook es así. Tiene esa fuerza, esa capacidad de cuidar a quienes lo rodean, incluso cuando no se da cuenta.

Dongyeol frunció el ceño ligeramente, procesando lo que Jiwoong acababa de decir.

—Entonces, ¿por qué no te acercas más a él? ¿Por qué no le dices cómo te sientes?

Jiwoong se rió entre dientes. —Porque con Gunwook, no quiero ser yo quien se acerque. No quiero forzarlo a nada. En cambio, quiero que sea él quien me busque. Quiero que él decida si quiere dejarme entrar en su vida. Porque sé que si lo hace, no será por necesidad o dependencia. Será porque él lo elige, porque él quiere que yo esté ahí.

Jiwoong hizo una pausa, sus palabras volviéndose más suaves, casi como un susurro. —Voy a pedirle a esa estrella fugaz todo su amor. Y cuando lo haga, cerraré los ojos... y esperaré que cuando los abra, no haya desaparecido.

Dongyeol sonrió levemente, entendiendo finalmente lo profundo de los sentimientos de Jiwoong. —Así que no quieres apresurarlo. Estás esperando a que él te busque.

Jiwoong asintió. —Exacto. Porque Gunwook es alguien que no puedes atrapar. Es alguien que tiene que querer quedarse. Y si lo hace, entonces sabré que es real. Que todo lo que siento por él... puede ser correspondido.

Dongyeol se quedó en silencio por un momento, observando a Jiwoong con una expresión más suave. —Eres un tipo complicado. Pero parece que lo tienes todo claro en tu cabeza.

Jiwoong sonrió de lado, mirando su vaso vacío antes de volver a mirar a Dongyeol. —No sé si lo tengo todo claro. Pero lo que sé es que, con Gunwook, tengo que tener paciencia. Porque si me apresuro, podría perderlo. Y eso... eso no lo soportaría.

Dongyeol asintió lentamente, levantando su vaso en un gesto de brindis. —Por el sol y las estrellas fugaces, entonces.

Jiwoong sonrió, levantando su vaso también. —Por el sol y las estrellas fugaces.

Dongyeol y Jiwoong continuaron comiendo, la conversación fluyendo con una naturalidad que solo los años de amistad podían ofrecer. Había risas y anécdotas, cada una más divertida que la anterior. Recordaban los días en la universidad, los desafíos, las fiestas, y los planes que alguna vez tuvieron. Entre bocado y bocado, siguieron pidiendo más alcohol, y poco a poco, Jiwoong se sentía más relajado, disfrutando la compañía de su mejor amigo como hacía tanto no lo hacía.

El ambiente era cálido, lleno de nostalgia y felicidad. Jiwoong estaba alegre, su risa resonaba con más fuerza a medida que las botellas se vaciaban. Se sentía libre, sin preocupaciones, envuelto en ese momento donde todo parecía más fácil. Dongyeol también estaba disfrutando, aunque más consciente de lo rápido que Jiwoong estaba perdiendo la batalla contra el alcohol.

Eventualmente, el alcohol hizo su trabajo. Jiwoong, con los ojos medio cerrados, murmuraba cosas sin sentido y su cabeza comenzaba a caer hacia adelante. Dongyeol, al darse cuenta de que su amigo estaba al borde de quedar noqueado, soltó una carcajada incrédula.

—Ah, maldición, sabía que esto pasaría —se dijo a sí mismo mientras intentaba hacer que Jiwoong se levantara de la mesa.

Con un suspiro resignado, rodeó con dificultad la cintura de Jiwoong con una mano y con la otra pasó su brazo por los hombros de su amigo. Jiwoong, completamente a merced del alcohol, se apoyaba en él sin apenas cooperar. Con pasos lentos y tambaleantes, Dongyeol lo llevó fuera del restaurante, riéndose de lo surreal que era la situación.

—Nunca cambias —le dijo a Jiwoong, que apenas podía mantenerse en pie.

Dongyeol resopló mientras intentaba mantener a Jiwoong en pie, cada paso más pesado que el anterior. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron al edificio donde Jiwoong vivía. Apenas lograba sujetarlo cuando notó que un chico estaba llegando al mismo tiempo y se detenía para observarlos. Al principio, Dongyeol pensó que tal vez era extraño para él ver a dos adultos borrachos en medio de la calle, especialmente a esa hora, pero algo en la mirada del chico le llamó la atención.

El chico no los miraba a ellos dos, sino que sus ojos se enfocaban en las manos de Dongyeol, que sostenían firmemente a Jiwoong por la cintura. Esa mirada era intensa, casi como si algo dentro de él se encendiera. Fue entonces que Dongyeol lo comprendió. Sus ojos brillaron con reconocimiento, y con una sonrisa astuta en los labios, preguntó.

—¿Eres Gunwook, verdad?

Gunwook visiblemente sorprendido, lo miró con un dejo cautela, como si estuviera midiendo la situación antes de responder.

—Sí —dijo Gunwook finalmente, su tono algo precavido, sin dejar de mirar a Jiwoong apoyado contra Dongyeol.

Dongyeol sonrió aún más. Esta era la primera vez que veía a Gunwook, pero no necesitaba más que una mirada para entender por qué Jiwoong estaba tan interesado en él. Era un chico increíblemente guapo, con una presencia que destacaba incluso en la penumbra de la calle. Gunwook irradiaba una especie de energía juvenil con un toque de madurez, lo suficiente como para que Dongyeol pudiera ver cómo alguien como Jiwoong quedaría fascinado.

—Ah, con razón —murmuró Dongyeol con una sonrisa socarrona, dándose cuenta de que Jiwoong no estaba mintiendo cuando hablaba de Gunwook. —Ahora entiendo por qué está así —añadió, aunque Gunwook no parecía entender del todo el comentario.

Gunwook, sin saber bien cómo reaccionar, miró a Jiwoong de nuevo, esta vez con una mezcla de preocupación y curiosidad. Dongyeol lo notó y, con una sonrisa más suave, le dijo:

—No te preocupes, solo está un poco borracho. Fue una noche larga. ¿Quieres ayudarme a llevarlo adentro?

Gunwook asintió, se acercó con pasos rápidos, y en un movimiento natural, tomó a Jiwoong por la cintura, reemplazando a Dongyeol en el esfuerzo de mantenerlo de pie. Sentir el peso de Jiwoong contra él, tan cerca, le hizo darse cuenta de cuán vulnerable estaba en ese momento. Jiwoong balbuceaba algo incomprensible, su cabeza tambaleándose ligeramente mientras intentaba decir algo, pero las palabras se perdían en el aire.

Gunwook miró a Dongyeol, la curiosidad pintada en su rostro. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó con calma, aunque en el fondo había una leve inquietud que no podía evitar.

Dongyeol sonrió con un gesto amistoso. —Soy Dongyeol —respondió, cruzando los brazos mientras miraba a Gunwook con cierta diversión. —Un buen amigo de Jiwoong.

La tensión en los hombros de Gunwook desapareció casi al instante al escuchar el nombre. Algo en la forma en que Dongyeol lo dijo, con esa familiaridad, lo hizo sentir que Jiwoong estaba en buenas manos antes de que él llegara. Gunwook le dedicó una sonrisa sincera y agradecida.

—Gracias por traerlo —dijo Gunwook.

Dongyeol se encogió de hombros, restándole importancia.

—No es nada —respondió. Luego, sus ojos se clavaron en los de Gunwook por un segundo más. Con un tono más serio, añadió —Cuida de Jiwoong, ¿de acuerdo? —Sus palabras parecían simples, pero llevaban un peso detrás que Gunwook no pudo evitar notar. Había algo más, una advertencia, un consejo no dicho.

Gunwook asintió, sin responder de inmediato. Dongyeol lo observó por un momento más antes de girarse y marcharse, dejando a Gunwook con una sensación extraña en el pecho. Las palabras de Dongyeol resonaban en su mente mientras ayudaba a Jiwoong a caminar hacia su departamento. Cuida de Jiwoong.

Mientras subían lentamente las escaleras, Gunwook se preguntaba si Dongyeol sabía algo que él aún no comprendía del todo. Aún así, Gunwook no pudo evitar que una sonrisa suave apareciera en su rostro. Le alegraba muchísimo saber que Jiwoong hablaba con sus amigos sobre él. El hecho de que los amigos de Jiwoong supieran quién era Gunwook le daba una extraña sensación de pertenencia, como si de alguna manera, ya formara parte de la vida de Jiwoong en más de un sentido.

Con Jiwoong tambaleándose a su lado, Gunwook lo sostuvo con cuidado, casi como si fuera frágil. Subir las escaleras hacia el departamento fue complicado, pero Gunwook se las arregló, concentrándose en cada paso para evitar pensar en sus propios sentimientos.

El contacto con Jiwoong, la forma en que el cuerpo del mayor se apoyaba en él, hizo que su corazón latiera con fuerza. Cada segundo a su lado solo confirmaba lo que estaba intentando ignorar desesperadamente. Pero no podía permitirse sentir eso, no cuando Jiwoong era el novio de Matthew.

Finalmente, llegaron al departamento. Gunwook empujó la puerta y, apenas entraron, Matthew se acercó rápidamente con una expresión de confusión.

—¿Qué pasó? —preguntó, sus ojos escaneando a Jiwoong, que apenas se mantenía en pie.

Gunwook dejó escapar un suspiro y miró a Matthew con una sonrisa cansada. —Estaba con su amigo. Bebieron bastante, pero está bien. Solo un poco borracho —explicó mientras ayudaba a Jiwoong a sentarse en el sofá.

Matthew frunció el ceño, pero luego soltó una risa ligera.

—Típico de Jiwoong hyung —murmuró, antes de arrodillarse frente a él, tocando suavemente su mejilla para asegurarse de que estaba bien. —Gracias por subirlo, Gunwookie.

Jiwoong balbuceó algo que nadie entendió. Estaba completamente derribado. Matthew y Gunwook compartieron una mirada de complicidad mientras Matthew le daba una sonrisa divertida.

—Yo lo llevo a la habitación, ¿puedes preparar algo para él? —Gunwook asintió, dirigiéndose a la cocina mientras Matthew ayudaba a Jiwoong a caminar tambaleante hacia la cama.

Con movimientos cuidadosos y pacientes, Matthew lo acostó en la cama, quitándole la chaqueta y la camisa mientras Jiwoong murmuraba frases sin sentido que hicieron reír a Matthew en silencio. Le puso una camiseta cómoda y se aseguró de que estuviera arropado, acercándose a él para darle un suave beso en la mejilla. Antes de salir, se quedó un momento observándolo con cariño.

Al llegar a la cocina, encontró a Gunwook concentrado en preparar una bebida casera para aliviarlo. Había puesto un poco de limón, sal y agua mineral en un vaso con agua. Matthew se acercó por detrás, rodeándolo con los brazos en un abrazo que hizo que Gunwook se detuviera un momento. Gunwook se giró hacia él, sonriendo, y no pudo resistir el impulso de inclinarse para darle un beso.

Con la bebida en mano, ambos volvieron a la habitación donde Jiwoong estaba recostado, con los ojos entreabiertos.

—Toma, esto te ayudará hyung —dijo con una sonrisa suave y le ofreció el vaso.

Jiwoong hizo una mueca, pero aceptó el vaso, tomándolo a sorbos mientras Matthew le revolvía el cabello con afecto.

Jiwoong soltó un suspiro de alivio, apoyándose en la cama con una leve sonrisa agradecida. Con Matthew a un lado y Gunwook al otro, ambos compartieron una mirada divertida, felices de poder cuidar de Jiwoong juntos.

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Gunwook cerró la puerta del departamento, sintiéndose relajado después de un largo día. Con una pequeña sonrisa, se dirigió a la cocina, y allí encontró a Jiwoong acomodando cuidadosamente la alacena, colocando cada cosa en su lugar. Jiwoong lo notó y le dedicó una sonrisa ligera, pero antes de que pudiera decir algo, Gunwook levantó la bolsa que llevaba.

—Compré helado —anunció con un tono alegre.

Jiwoong arqueó una ceja, curioso, y Gunwook sacó un bote de helado de frambuesa. Era el sabor favorito de Jiwoong, aunque Gunwook no recordaba cuándo había memorizado ese detalle. Era como si siempre hubiera sabido ese pequeño secreto de Jiwoong sin darse cuenta de cuándo se había convertido en algo tan natural para él. Jiwoong lo miró, parpadeando con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¿Otra vez? ¿Cuántos helados de frambuesa van ya esta semana? —bromeó, con una sonrisa divertida y un brillo especial en los ojos.

Gunwook sintió cómo se le subían los colores al rostro. Sabía que había estado comprando helado casi todos los días, y cada vez que veía el de frambuesa en la tienda, no podía evitar tomar uno para Jiwoong. Le gustaba la idea de que él pudiera abrir el congelador y encontrar su helado favorito esperándolo, como un pequeño detalle que le recordara cuánto significaba para él.

—También traje de pistacho —dijo con una sonrisa avergonzada mientras sacaba el segundo bote de la bolsa.

Antes de que pudieran decir algo más, la voz de Matthew resonó desde el sofá de la sala.

—¡Escuché la palabra pistacho! —La emoción en su tono fue tan genuina que ambos rieron de inmediato. Gunwook le lanzó una mirada a Jiwoong, y sin decir una palabra, Jiwoong abrió un cajón y sacó un par de cucharas.

El día terminó así, con los tres juntos en el sofá, disfrutando de sus respectivos helados entre risas y bromas. Mientras Jiwoong tomaba su helado de frambuesa, Gunwook no podía evitar observarlo de reojo. Ver a Jiwoong disfrutando, a Matthew sonriendo a su lado, y sentir esa cálida sensación que de estar entre ellos, lo hacía increíblemente feliz. Era un momento simple, cotidiano, pero lleno de pequeños significados que le recordaban cuánto los apreciaba y cómo, sin darse cuenta, había hecho de esos momentos con ellos su parte favorita del día.

Gunwook no podía evitarlo. Sus sentimientos, a veces tan intensos y difíciles de poner en palabras, parecían tener su propio idioma, y ese idioma se manifestaba a través de pequeños gestos, detalles que surgían de él sin pensarlo demasiado. Era su forma de cuidar, su lenguaje del amor, algo que surgía tan natural como respirar, aunque no siempre se diera cuenta de lo que hacía hasta después de hacerlo.

Como cuando alimentaba a Matthew. Al ver a su novio concentrado, Gunwook simplemente tomaba el tenedor y le acercaba un bocado, esperando pacientemente a que Matthew lo mirara con esa sonrisa dulce antes de abrir la boca. Era un gesto pequeño, casi imperceptible, pero para Gunwook se sentía como un acto de devoción, una forma de demostrar que él estaba allí para cuidarlo. Y cada vez que Matthew se reía suavemente después de masticar, con esa mirada de gratitud y cariño, Gunwook sentía que su pecho se llenaba de amor.

O cuando Matthew iba al estudio de baile a practicar hasta tarde. Gunwook lo seguía, asegurándose de no mencionar sus razones ni de pedirle nada a cambio. Solo estaba ahí, sentado en un rincón con una botella de agua o un bocadillo listo, y cuando Matthew se tomaba un descanso, lo recibía con una sonrisa. Él se quedaba hasta la madrugada, observando los movimientos elegantes de Matthew, admirando su dedicación. Incluso cuando se sentía agotado, Gunwook se negaba a irse antes que él, convencido de que si Matthew podía poner tanto esfuerzo en sus sueños, entonces él podía poner el suyo en acompañarlo.

Y a veces, mientras Matthew hablaba, Gunwook se perdía observando sus labios. Las palabras de Matthew parecían convertirse en un murmullo suave mientras él solo podía centrarse en la forma en que sus labios se movían, en el suave tono que empleaba al hablar de algo que le apasionaba. Gunwook no lo hacía de manera intencionada, pero cada vez que sus ojos bajaban a sus labios, algo en su interior le decía que esos labios guardaban la esencia de todo lo que amaba en Matthew. Eran la prueba tangible de su calidez, y en más de una ocasión se había descubierto deseando sentirlos, sin decir nada.

Había otras cosas, también, cosas que probablemente Matthew no notaba del todo. Como cuando Gunwook pasaba frente a una tienda y, si veía una taza bonita, simplemente la compraba porque sabía que Matthew amaba coleccionarlas. Sabía que para Matthew, cada taza tenía un propósito, una historia, y a veces pasaban horas conversando sobre cuál había sido la inspiración detrás de cada diseño. Era un detalle minúsculo, pero para Gunwook, era una forma de decirle "te conozco, conozco cada pequeño fragmento de ti, y quiero que tengas lo que amas".

Y luego estaban sus abrazos. Abrazar a Matthew se sentía como volver a casa después de un día largo. No era solo un contacto físico, era una declaración, una confesión silenciosa de su necesidad de sentirlo cerca. Gunwook solía pasar sus manos por los brazos de Matthew, deslizando sus dedos suavemente para grabar en su memoria cada detalle, cada pequeño rastro de calidez. A veces lo hacía de forma espontánea, casi como un reflejo, y siempre le sorprendía lo natural que se sentía, como si Matthew estuviera destinado a estar allí, en sus brazos, encajando perfectamente.

Y quizás lo más especial de todo era que estos gestos no requerían esfuerzo para Gunwook. Eran actos tan automáticos como respirar. Porque Gunwook amaba profundamente, y aunque a veces le costaba decirlo, sabía que sus acciones hablaban por él. Su amor era un río desbordado, una corriente que encontraba su camino hacia Matthew en cada pequeño detalle, en cada gesto discreto y significativo.

Era su forma de decirle, sin palabras, lo que su corazón gritaba en silencio. En cada bocado que le ofrecía, en cada taza que colocaba en su colección, en cada abrazo y en cada mirada, Gunwook expresaba la intensidad de sus sentimientos. Su amor se notaba, se sentía, y aunque él nunca dijera "te amo" en voz alta, sabía que cada uno de esos gestos eran, en esencia, una confesión, una promesa de que siempre estaría allí para él, siempre dispuesto a demostrarle, una y otra vez, cuánto significaba Matthew en su vida.

Y tal vez, porque Gunwook amaba tan intensamente, lo había llevado a explorar cosas que casi nunca hacia, como ahora. Gunwook no es realmente el mejor en la cocina, pero en esta noche, eso le resulta irrelevante. Lo importante es el gesto, el deseo de hacer algo especial. Así que cuando entra a la cocina y ve a Matthew y Jiwoong ya ocupados revisando los ingredientes y organizando las cosas, no duda en interrumpir.

—Esta noche, la cena corre por mi cuenta —les dice, tratando de sonar serio mientras empuja suavemente a ambos hacia la puerta. Matthew hace una mueca, mirándolo con incredulidad.

—¿Tú? ¿Cocinando? —pregunta Matthew, con esa sonrisa traviesa que tanto le gusta a Gunwook.

Jiwoong se ríe y cruza los brazos, dándole una mirada escéptica. —¿Estás seguro?

Gunwook rueda los ojos, decidido a demostrarles que puede hacerlo.

—Sí, estoy seguro. Así que fuera, los dos —les dice con firmeza, empujándolos suavemente hasta que salen de la cocina, entre risas y protestas.

Mientras los escucha irse, Gunwook se arremanga las mangas y toma una respiración profunda. Sabía que Jiwoong era el maestro en la cocina, siempre sabía exactamente qué hacer, qué sabores combinar y cómo transformar ingredientes simples en algo extraordinario. Matthew, por otro lado, estaba lejos de ser un experto, pero tenía un entusiasmo contagioso, probando y aprendiendo cada día, disfrutando el proceso de manera tan genuina. Gunwook no tenía ni la experiencia de Jiwoong ni la pasión de Matthew, él solo sabía lo básico, lo suficiente para sobrevivir lejos de casa. Pero esta noche, quiere intentarlo.

Escoge un plato sencillo, pasta. Saca todos los ingredientes y observa la receta que encontró en su teléfono. Con manos decididas, empieza a hervir agua para la pasta, se enfoca en picar el ajo, cortar un poco de cebolla, y después se da cuenta de que quizás debió haber comenzado con algo menos complicado. Pero ya está aquí, y no va a echarse para atrás.

Mientras corta los ingredientes, sus pensamientos vuelven a Matthew y Jiwoong. Los dos significan tanto para él, y aunque suele expresarlo con pequeños gestos, esta vez quiere hacer algo que realmente les muestre cuánto aprecia todo lo que hacen por él. No puede evitar sonreír mientras imagina la sorpresa en sus rostros cuando les sirva la cena. Quiere que se sientan queridos, cuidados, y no puede evitar sentir ese deseo de darles algo especial.

La cebolla pica un poco en sus ojos y se los frota rápidamente, tratando de ignorar la pequeña molestia. Escucha sus voces en la sala, riendo y hablando entre ellos, y algo dentro de él se siente cálido. Con ellos, Gunwook siempre se siente en casa, siempre se siente completo.

De repente, escucha una risa ahogada detrás de él. Voltea y encuentra a Matthew asomado por la puerta, observándolo con una mezcla de diversión y ternura.

—¿Seguro de que no necesitas ayuda, chef?

—No, tú espera en la sala —Gunwook responde, tratando de sonar firme, pero le resulta imposible ocultar su sonrisa. —Déjame ser el dueño de la cocina ésta vez.

Matthew levanta las manos en señal de rendición y se retira, aunque no sin antes hacer un comentario sobre lo bien que huele todo. Eso le da a Gunwook un poco de ánimo, al menos está logrando hacer algo bien.

Se concentra en la salsa, vertiendo el tomate y mezclándolo con el ajo y las especias que le parecieron adecuadas. Prueba un poco y se esfuerza por recordar cómo suele saber la comida de Jiwoong, buscando ese balance entre dulce y ácido. Es un proceso lento, y aunque sus manos se mueven torpes y la cocina empieza a desordenarse más de lo que pensaba, Gunwook sigue adelante. Lo que importa no es la perfección, sino el esfuerzo, el cariño que está poniendo en cada paso.

Gunwook termina de cocinar la pasta con una sonrisa, su mente ocupada en cada detalle mientras emplataba, asegurándose de que todo estuviera perfecto. Quiere que esta cena sea especial, no por ningún motivo en particular, sino solo para ver las sonrisas de Matthew y Jiwoong, para sentir ese calor en su pecho al verlos disfrutar.

A veces, con Matthew, le basta con hacer pequeños gestos, como comprarle una buena cena o darle su helado favorito. Pero con Jiwoong... Gunwook se encuentra haciendo cosas que lo hacen detenerse y cuestionarse, como ahora, mientras coloca las últimas hojas de albahaca sobre la pasta.

Su sonrisa se desvanece un poco. Un peso extraño se asienta en su pecho, deteniéndolo a mitad del emplatado. La imagen de Jiwoong, sonriéndole agradecido por los botes de helado, cruza su mente. No es correcto, se dice. Jiwoong no es su novio. Jiwoong es el novio de Matthew, y en teoría, todo debería ser más sencillo. Pero cada vez que piensa en él, una parte de sí mismo se ilumina de una forma que no puede ignorar. Y eso lo inquieta, lo hace sentir que está cruzando una línea, una línea que no debería ni siquiera estar explorando.

Gunwook suelta el plato, su mirada perdida en el reflejo de la encimera. Un suspiro se le escapa. ¿Qué está haciendo? No debería estar haciendo esto, no debería estar pensando en Jiwoong de esa manera. Regalarle helado, cocinarle pasta, son cosas que hace porque quiere hacerlos felices, y aunque Matthew es su novio, se encuentra dedicándole el mismo tipo de atención a Jiwoong.

—No está bien —murmura para sí mismo, sintiéndose un poco culpable.

De repente, un sonido lo hace saltar, y voltea para encontrarse con Matthew en la puerta de la cocina. La expresión cálida y la sonrisa despreocupada de Matthew lo observan con cariño.

—Huele muy bien, Gunwookie —tararea Matthew.

Gunwook se recompone rápidamente, tratando de devolver la sonrisa y ocultar sus pensamientos.

—Sí, espero que les guste —responde, tratando de sonar animado.

Matthew se acerca un poco más, cruzando los brazos con una sonrisa radiante.

—Jiwoong hyung y yo estamos emocionados, apostamos quien adivina correctamente lo que estás preparando —comenta.

La felicidad en su tono es suficiente para que Gunwook se sienta reconfortado, como si esa preocupación se desvaneciera, aunque sea por un momento.

Matthew siempre logra eso con una sonrisa, una palabra, lo trae de vuelta al presente. Y en este instante, esa sonrisa es todo lo que Gunwook necesita. Vuelve a sus tareas en la cocina con una determinación renovada. Porque al final, todo lo que hace es por amor, y aunque ese amor pueda ser complicado o difícil de entender, su corazón lo guía de manera natural hacia lo que cree correcto.

Se enfoca en terminar la cena, añadiendo los toques finales a los platos y ajustando cada detalle para que luzcan perfectos. Cuando finalmente termina, toma una respiración profunda, sintiéndose extrañamente satisfecho. Deja los platos listos y lleva tres a la mesa. Jiwoong ya está sentado, su expresión de curiosidad cambia a una sonrisa suave cuando ve el plato de pasta frente a él. Gunwook no puede evitar sentir ese revoloteo en su pecho al ver esa sonrisa, pero rápidamente lo oculta, enfocándose en Matthew.

Matthew lo miran con asombro cuando le coloca el plato él. Gunwook nota cómo su rostros se ilumina, sorprendido y tal vez, un poco conmovido.

—¿Y bien? —pregunta, un poco nervioso, mientras los observa probar el primer bocado.

Matthew sonríe ampliamente después de morder un trozo de pasta, y Jiwoong asiente con aprobación, dándole una mirada cálida.

—No está nada mal —dice Jiwoong, con ese tono suave que Gunwook ha aprendido a amar. —Mejor de lo que esperaba, en realidad.

Matthew, siendo quien es, exagera un poco su reacción, suspirando y lanzándole un beso.

—¡Gunwookie, esto está increíble! —dice antes de darle un suave golpe en el hombro. Gunwook ríe, y la tensión que sentía desaparece. Solo se siente lleno de alegría y satisfacción.

A lo largo de la cena, ambos se turnan para hacer comentarios y bromas, agradeciéndole por la comida y haciéndolo sentir especial, tal como él había querido hacerlos sentir a ellos. Los tres se quedan ahí, y por un momento, todo parece tranquilo, como si nada pudiera interrumpir la paz de esta noche.

Gunwook observa a Matthew y Jiwoong mientras comen, notando cada pequeña reacción, cada sonrisa, cada comentario de aprobación que le hacen. La calidez en sus rostros es suficiente para hacer que cualquier duda desaparezca, aunque solo sea por esta noche.

Gunwook se da cuenta de algo mientras los mira. A pesar de sus sentimientos complejos, a pesar de sus pensamientos confusos, lo que más quiere es verlos felices.

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Gunwook recordaba con claridad el día en que Matthew le pidió que conociera a Jiwoong. Era un momento importante para ambos, un paso significativo en su relación.

Matthew le había dicho que era el momento de que conociera a su novio. Aunque Gunwook ya sabía desde el principio que lo que Matthew le estaba proponiendo era una relación poliamorosa, conocer a Jiwoong hacía que la situación pareciera más real.

En ese momento apenas estaban saliendo, pero habían avanzado lo suficiente para pensar en formalizar su relación, y Matthew quería asegurarse de que todo estuviera en armonía.

Esa mañana, Gunwook no pudo evitar sentir un nerviosismo extraño, casi como si fuera una primera cita. Y aunque había aprendido a confiar en Matthew, el pensamiento de conocer a su novio, de ver esa parte de la vida de Matthew que aún le era ajena, le generaba una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar.

Caminaron juntos hacia el lugar que Matthew había escogido para almorzar. A lo largo del trayecto, Matthew le iba contando sobre el restaurante, asegurándole que la comida era excelente, pero Gunwook apenas podía concentrarse en las palabras que salían de sus bonitos labios. En cambio, intentaba prepararse mentalmente, cuestionándose cómo sería Jiwoong, el hombre que había conquistado el corazón de Matthew de una forma tan distinta a la suya.

Finalmente, cuando estaban a unos pasos del restaurante, Gunwook vio a alguien a lo lejos. Era un hombre alto, de apariencia casi perfecta, como si estuviera posando para una revista de moda. Sus rasgos eran tan refinados que por un momento Gunwook pensó que debía ser un actor o un modelo famoso. Iba a hacer una broma sobre ello con Matthew cuando de repente, Matthew agitó la mano y llamó a esa figura inalcanzable con una familiaridad que lo dejó helado.

—¡Hyung! —gritó Matthew con una sonrisa que destellaba de alegría.

Gunwook abrió los ojos sorprendido. El hombre giró la cabeza hacia ellos, y al reconocer la voz de Matthew, una sonrisa cálida y serena apareció en su rostro. Aquella imagen casi irreal se suavizó al instante, y lo que antes parecía ser alguien distante y perfecto ahora se transformaba en alguien humano y acogedor. Sin pensarlo, Gunwook se detuvo un segundo para observar a Jiwoong mientras Matthew se adelantaba hacia él.

—Amor —dijo Jiwoong con voz suave y afectuosa, mirándolo con una ternura que hizo que el corazón de Gunwook latiera más rápido.

En ese momento, algo dentro de él hizo clic. Casi como si estuviera ante una pieza esencial de un rompecabezas que hasta entonces había faltado en su comprensión de Matthew. Esa sonrisa, esa mirada y ese pequeño "amor" revelaban más de lo que Matthew le había contado en palabras.

Cuando Matthew se volvió hacia él y lo tomó de la mano, Gunwook sintió un cosquilleo de emoción y un leve nerviosismo. Lo llevó hasta donde estaba Jiwoong y con el mismo entusiasmo de siempre, hizo las presentaciones.

—Gunwook, él es Jiwoong, mi novio —dijo con orgullo. Luego miró a Jiwoong con una sonrisa. —Hyung, él es Gunwookie.

Gunwook se encontró cara a cara con Jiwoong, quien le extendió la mano de inmediato. Su sonrisa era sincera, y sus ojos, aunque atentos, mostraban una amabilidad que Gunwook no había esperado.

—Es un gusto finalmente conocerte, Gunwook. Matthew ha hablado mucho de ti —dijo Jiwoong, su voz cálida, pero con un tono de confianza que de alguna manera logró calmar las inseguridades de Gunwook.

Gunwook sonrió, algo cohibido, pero recuperando poco a poco su confianza.

—El gusto es mío —respondió, apretando la mano que Jiwoong le ofrecía.

Al mirarlo de cerca, notó que había algo en la expresión de Jiwoong, una mezcla de tranquilidad y bondad, que le hacía entender por qué Matthew había encontrado en él a alguien especial.

En ese momento todo era tan nuevo para él. Había pensado en como funcionarían las cosas en el futuro, su mente había trabajado tantas noches pensando en eso. Entonces Gunwook no sabía en qué momento su relación con Jiwoong había comenzado a profundizarse.

Ahora, se encontraba cada vez más inmerso en esos pequeños gestos y detalles que Jiwoong tenía. El cálido tono de su voz, esa risa suave que lo hacía sentir cómodo, y la manera en que miraba a Matthew con una devoción tan natural, todo eso hacía que Gunwook se sintiera inevitablemente atraído.

Aún así, Gunwook quería negarlo. No podía creer que él, sin darse cuenta, estuviera empezando a anhelar una cercanía mayor con Jiwoong, deseando que Jiwoong también le diera un apodo especial, algo solo para ellos. Quería que Jiwoong lo mirara con el mismo cariño que le mostraba a Matthew, que le hablara con esa ternura y dulzura que lo hacía parecer tan... perfecto. Pero en cuanto ese deseo cruzaba su mente, Gunwook lo rechazaba de inmediato.

No debería querer eso, se decía a sí mismo una y otra vez, con la voz de la lógica resonando con fuerza. Jiwoong es el novio de Matthew.

Aquellos pensamientos lo hacían sentir egoísta, como si estuviera pidiendo algo que no le correspondía. Jiwoong y Matthew compartían un vínculo profundo, y él se sentía fuera de lugar al querer algo similar. Si sus sentimientos por Jiwoong crecían, ¿qué le haría eso a Matthew? La idea de herirlo de alguna manera era intolerable para Gunwook. Amaba y apreciaba tanto a Matthew que no podía concebir la idea de causarle dolor.

Debía hacer algo, debía encontrar la forma de detener sus sentimientos por Jiwoong. Lo que sentía estaba mal, iba en contra de lo que ambos habían construido con Matthew, y Gunwook sabía que la única manera de proteger esa relación era controlando sus propios sentimientos. Respiró profundamente, intentando convencerse de que podía hacer esto, de que era lo mejor para todos.

De repente, una cálida presión en su cintura lo devolvió a la realidad. Parpadeó, un tanto desorientado, y cuando alzó la vista, encontró a Matthew mirándolo con una sonrisa divertida.

—Pareces perdido en tus pensamientos —dijo Matthew, apretando suavemente su cintura, con ese brillo en los ojos que siempre lograba hacerlo sentir seguro.

Gunwook sintió el calor de la mano de Matthew sobre su cuerpo, un ancla que lo mantenía en el presente. Luego sonrió, intentando disimular sus pensamientos.

—Ah... sí, lo siento. Solo estaba... distraído —respondió, tratando de sonar despreocupado, aunque sentía que Matthew podía ver más allá de sus palabras.

Matthew lo miró unos segundos.

—No tienes que disculparte, sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? —dijo suavemente, y Gunwook sintió un nudo en la garganta al escuchar la sinceridad en su voz.

Asintió, pero en ese momento no podía poner en palabras lo que sentía. Aún no.

Gunwook respiró hondo, dejándose envolver en la calidez del toque de Matthew. Se sentía completamente en paz allí, mientras sus propias manos descansaban en los hombros de Matthew, conectados en un abrazo tranquilo. Observó la cocina, que tenía un aspecto diferente al habitual, y sonrió al ver los pequeños detalles del esfuerzo y dedicación que Matthew había puesto en la cena.

La mesa estaba ligeramente desordenada, como siempre cuando Matthew se aventuraba a cocinar, pero esta vez había algo diferente. No había utensilios esparcidos por todas partes ni restos de ingredientes olvidados en el mostrador. Tampoco había un aroma a quemado flotando en el aire, lo cual era un logro en sí mismo. En cambio, la cocina olía a una mezcla cálida y deliciosa de especias y hierbas que hacían que el espacio se sintiera acogedor y... perfecto. Matthew realmente lo había logrado, y Gunwook podía ver el resultado de su esfuerzo en cada pequeño detalle de esa escena.

Gunwook recorrió la mesa con la mirada y sintió una ola de orgullo. Sabía cuánto tiempo Matthew había dedicado a aprender y mejorar en la cocina, a pesar de que cocinar no era lo suyo al principio. Verlo así, tan comprometido y decidido a crear algo especial, lo conmovió. Sonriendo, bajó la vista hacia Matthew, quien lo miraba expectante, con un ligero nerviosismo en los ojos.

—Lo hiciste increíble —le dijo Gunwook, su voz suave y sincera.

No necesitaba adornar sus palabras, cada sílaba estaba llena de la admiración genuina que sentía en ese momento. Acercándose un poco más, dejó un beso suave en los labios de Matthew, breve pero lleno de cariño.

Matthew se quedó inmóvil por un segundo, como si el reconocimiento de Gunwook lo hubiera tomado por sorpresa. Luego, el rubor subió rápidamente a sus mejillas, dándole ese toque adorable que hacía que Gunwook quisiera abrazarlo aún más fuerte. Matthew bajó la mirada por un momento, avergonzado pero increíblemente feliz. Sus labios se curvaron en una sonrisa que apenas podía contener, y sus ojos brillaron con una emoción preciosa que hacía que Gunwook se sintiera completamente afortunado de estar ahí.

—Gracias, Gunwookie —murmuró Matthew, su voz un poco temblorosa pero llena de gratitud y alegría.

Gunwook le dio un apretón en los hombros, manteniéndose cerca, disfrutando de ese momento de conexión sin necesidad de decir más. Matthew había creado algo hermoso y especial esa noche, no solo con la cena, sino con cada esfuerzo que había puesto en aprender y en mejorar, solo para verlo feliz.

Matthew se alejó de Gunwook con una sonrisa tranquila, se giró hacia la mesa tomando con cuidado una taza humeante de té.

—¿Podrías llevarle esto a Jiwoong hyung? —le pidió en voz baja. —Voy a preparar la bañera para él.

Gunwook asintió y tomó la taza cuidadosamente entre sus manos. El calor del té se sintió agradable en sus palmas, y el aroma relajante a hierbas llenó el aire. Con pasos ligeros, Gunwook salió de la cocina y se dirigió hacia el balcón, donde Jiwoong solía refugiarse en momentos de tranquilidad.

Al abrir la puerta del balcón, lo vió. Jiwoong estaba de pie, recargado contra la barandilla, con la vista fija en la ciudad iluminada. Un cigarro encendido descansaba entre sus dedos, y el viento le despeinaba el cabello, haciéndolo verse, bajo la luz de la luna, como una pintura de serena melancolía. Gunwook se detuvo en seco, sorprendido. Nunca había visto a Jiwoong fumar, de hecho, ni siquiera sabía que lo hacía. Era una imagen inesperada, y algo en su pecho se apretó al observarlo tan solitario, envuelto en un aura de pensamientos que parecían inalcanzables.

Al notar su presencia, Jiwoong giró lentamente la cabeza hacia él, sorprendido pero sin perder su calma habitual. Sin decir una palabra, apagó el cigarro contra la barandilla, tirando la colilla con un movimiento rápido.

—Matthew hyung preparó este té para ti —le dijo Gunwook, acercándose. La voz le salió suave, casi como si temiera interrumpir el silencio de la noche.

Jiwoong extendió una mano para recibir la taza, y Gunwook le pasó el té, sus dedos apenas rozándose en el intercambio. Jiwoong miró el té por un momento antes de volver su mirada a Gunwook, con una sonrisa cansada, como si agradeciera más que solo el té. Era como si agradeciera que él estuviera allí.

Jiwoong llevó la taza de té a sus labios y tomó un sorbo, dejando que el calor y el sabor calmante se esparcieran en su boca. Una sonrisa suave se dibujó en su rostro, y en su mente apareció la imagen de Matthew. Aunque Matthew no lo había visto fumar en los últimos días, parecía haber notado el rastro de olor a cigarro en sus manos o en su ropa, lo suficiente para prepararle un té relajante para que Jiwoong dejará de fumar.

Sentía el corazón cálido por este cuidado tan específico. Era uno de esos detalles que le recordaban cuánto lo amaba, cómo esos pequeños gestos eran una manera silenciosa de decir me importas. Matthew siempre parecía encontrar el modo de hacerlo sentir comprendido y querido.

Gunwook, que se había quedado a su lado en el balcón, se acomodó en una silla cercana y lo miró con curiosidad.

—No sabía que fumabas —comentó.

Jiwoong soltó un suspiro leve y se recargó en la barandilla, mirando el horizonte mientras sostenía la taza de té entre las manos.

—Es un hábito que aprendí de Seobin —explicó en voz baja. —Cuando estoy estresado, a veces recurro a un cigarro. No es algo que hago a menudo... pero hoy lo necesitaba.

Gunwook decidió ignorar la mención de Seobin, aunque una parte de él sintió una leve incomodidad al oír ese nombre. No quería indagar sobre ese ex novio del pasado de Jiwoong, no quería saber más de él. Prefería centrarse en el momento presente, en la conversación que compartían, así que desvió la charla hacia otro tema.

—¿Por qué estás estresado? —preguntó, tratando de mantener la curiosidad en su voz sin dejar entrever la preocupación que sentía por Jiwoong.

Jiwoong tomó otro sorbo de té, mirando hacia la ciudad iluminada que se extendía frente a ellos desde el balcón. Sus ojos tenían una expresión pensativa, como si cargaran con pensamientos que prefería mantener para sí mismo.

—Cosas sobre el futuro —respondió con un suspiro. —Proyectos, planes... ya sabes, todas esas preguntas que te hacen preguntarte si estás haciendo las cosas bien. ¿Tú no las tienes?

Gunwook asintió, dejando escapar una leve risa sin alegría. —Claro que sí, muchas —admitió.

Jiwoong giró la cabeza para mirarlo, con una expresión que parecía invitarlo a continuar.

—¿Cuáles son tus preocupaciones? —le preguntó, curioso.

Gunwook tomó aire, mirando sus propias manos antes de hablar.

—Siento que todos están avanzando, menos yo —confesó, con una sinceridad que pocas veces se permitía mostrar. —Mírate a ti, hyung. Tienes un departamento grande, un auto que parece sacado de una revista... Y Matthew hyung también. Él ya tiene un camino claro, un futuro prometedor.

Jiwoong lo escuchaba en silencio, sin interrumpirlo, dejándole espacio para expresar sus pensamientos. Gunwook continuó, sintiéndose extrañamente reconfortado por la atención de Jiwoong. —Yo, en cambio... siento que no tengo nada de eso. Estoy... estancado, supongo. En comparación con ustedes dos, parece que apenas empiezo.

Jiwoong miró a Gunwook con ternura. En ese momento, con su mirada ansiosa y esa pizca de inocencia en sus ojos, le recordó lo joven que era Gunwook en realidad. Era alguien que aún estaba descubriendo el mundo adulto y todos los pequeños secretos que lo componían. La sinceridad con la que Gunwook había compartido sus inseguridades tocó algo en Jiwoong.

—Gunwook, ¿sabes que un contador no gana tanto como podrías pensar? —preguntó Jiwoong, queriendo poner en perspectiva algunos de los conceptos que parecían preocuparlo.

Gunwook parpadeó, con una confusión evidente en su rostro.

—¿No? —respondió, un tanto desconcertado.

Para él, Jiwoong siempre había parecido la imagen de alguien exitoso, alguien que había logrado muchas cosas en poco tiempo. Nunca se había planteado que ese éxito podría tener otras razones detrás.

Jiwoong dejó escapar una risa suave, casi como si le divirtiera la inocencia de Gunwook.

—En realidad, no —dijo, sacudiendo ligeramente la cabeza. —Al menos no siempre.

Se inclinó hacia adelante y, con un gesto casual, acomodó el cabello de Gunwook, apartando unos mechones desordenados de su frente. Era un gesto simple, pero había algo tan cercano en el contacto que Gunwook no pudo evitar sentir una pequeña punzada en su pecho.

—Te voy a contar algo —continuó Jiwoong, con una mirada que invitaba a Gunwook a prestarle atención.

Gunwook asintió, centrado en cada palabra que Jiwoong estaba por decir.

—La verdad es que mi familia tiene... un buen estatus, por decirlo de una forma —comenzó Jiwoong, con un tono que intentaba suavizar lo que para él era una confesión importante. —El departamento... ellos lo compraron para mí. No es algo que yo haya logrado solo. Y el trabajo que tengo ahora, aunque me esfuerzo y hago mi parte para demostrar que valgo en mi puesto... bueno, mi padre tiene bastantes contactos en esa empresa. Esa vacante me la consiguió él.

Gunwook abrió los ojos un poco más, sorprendido. Jamás se habría imaginado que detrás de la apariencia perfecta y segura de Jiwoong había factores como esos. En sus ojos, Jiwoong siempre había sido alguien que había conseguido todo con su propio esfuerzo, un ideal de lo que pensaba que era alcanzar el éxito.

—Eso no quiere decir que no trabaje para mantenerme ahí —continuó Jiwoong, notando la expresión de Gunwook. —Claro que hay días en los que quisiera estar en otro lugar, o simplemente tirar todo y empezar de nuevo por mi cuenta. Pero tengo que admitir que el hecho de haber llegado ahí... bueno, no todo fue por mérito propio.

Gunwook asimiló la información en silencio, sorprendido por la honestidad de Jiwoong. Siempre lo había visto como un modelo a seguir, alguien que parecía tener todo bajo control, pero darse cuenta de que él también tenía inseguridades, que no todo era tan perfecto como aparentaba, lo hizo sentir menos solo en sus propias dudas.

—Así que... —continuó Jiwoong, con una sonrisa cálida—. Cuando me dices que todos avanzan menos tú, quiero que sepas que el camino de cada persona es distinto. A veces parece que otros están más adelante solo porque tuvieron un poco más de ayuda. Pero eso no significa que valgan más, ni que tú valgas menos.

Gunwook asintió lentamente, procesando cada palabra. Era como si una carga se aligerara dentro de él, como si toda esa comparación que constantemente hacía comenzara a desvanecerse un poco.

Jiwoong suspiró y se cruzó de brazos, mirándolo con una mezcla de diversión y ternura.

—Eres joven, Gunwook. Tienes tanto tiempo por delante. El hecho de que no tengas todo resuelto a tu edad es normal. Y honestamente, creo que eres alguien que va a lograr mucho más de lo que imaginas.

Gunwook lo miró, sin saber exactamente qué decir. Las palabras de Jiwoong, su tono paciente y la manera en que lo estaba mirando lo hicieron sentir... importante. Como si él también tuviera valor, incluso sin un auto o un departamento envidiable. Como si él también pudiera ser alguien, sin necesidad de tenerlo todo resuelto ya.

Finalmente, dejó escapar una pequeña risa, sintiéndose un poco menos abrumado.

—No puedo creer que te preocupes por alguien como yo, con todas las cosas que tienes en la vida —dijo, intentando hacer una broma, aunque sus palabras traían consigo una verdad escondida.

Jiwoong sonrió y le dio una palmada en el hombro.

—No digas eso. Cualquiera que te conozca vería lo especial que eres. —Luego lo miró de reojo, con una sonrisa en los labios, y dijo —Tienes la edad para comerte el mundo entero si quieres. Y créeme, Gunwook, para alguien como tú, lo es.

Las palabras de Jiwoong parecieron envolver a Gunwook en una calidez inesperada. Era como si el miedo y la incertidumbre que había estado cargando estos días desaparecieran por un momento. Sentía su pecho liviano, como si lo hubieran llenado de aire fresco. Miró a Jiwoong, viendo en él a alguien que realmente lo comprendía, y algo se encendió en sus ojos. No era solo una chispa de esperanza, era más profundo, una seguridad que nacía en su interior. Estaba conmovido.

—Gracias, hyung —susurró Gunwook, un poco avergonzado por lo afectado que se sentía en ese momento.

No solía ser tan emotivo, pero con Jiwoong las cosas parecían cambiar. Le gustaba esta conversación, sentirse escuchado y saber que tenía alguien con quien podía hablar sin que lo juzgaran. Sentía que podía contarle cualquier cosa.

Jiwoong sonrió, una sonrisa suave y sincera, de esas que hacían que sus ojos se vieran aún más cálidos bajo la luz tenue de la noche. Gunwook lo observó, fijando la mirada en la forma en que la luz caía sobre el cabello claro de Jiwoong, reflejando un brillo sutil. Era una imagen hermosa, casi hipnotizante. En ese momento, con la luna iluminando el balcón, Jiwoong parecía más real y más increíble que nunca.

Hubo un silencio que llenó el espacio entre ellos, pero era un silencio cómodo, uno de esos momentos en los que no se necesita decir nada porque todo se entiende sin palabras. Gunwook podía oír el suave susurro del viento y, más que nada, el latido de su propio corazón.

Por un momento, deseó que esa sensación nunca desapareciera. Pero, al mismo tiempo, sentía miedo. Sabía que este sentimiento era más que una simple admiración, era algo que poco a poco había ido creciendo sin que él lo notara, algo que se fortalecía cada vez que hablaban, cada vez que veía esa sonrisa de Jiwoong dirigida a él. La idea de que sus sentimientos por Jiwoong pudieran seguir creciendo lo asustaba.

Gunwook sabía lo importante que era Matthew para él. Matthew le había confiado su amor por Jiwoong, le había permitido ser parte de esa relación que habían construido con tanto cuidado y dedicación. Pero ahora, Gunwook se daba cuenta de que no podía controlar lo que sentía, que su corazón, de alguna forma, había comenzado a latir con fuerza cada vez que veía a Jiwoong.

Pero, ¿cómo podía detenerlo? Se preguntaba mientras observaba a Jiwoong en silencio, notando cada detalle de su rostro, la serenidad que irradiaba y la madurez que tanto lo atraía. Sin darse cuenta, Gunwook empezó a sonreír, como si al mirarlo solo existiera un motivo para hacerlo.

Jiwoong lo notó y levantó una ceja, divertido.

—¿Qué pasa? ¿Te perdiste en tus pensamientos otra vez? —bromeó, empujándolo suavemente con el hombro.

Gunwook sacudió la cabeza, un poco avergonzado. —No, nada. Solo... estaba pensando en lo que dijiste...

Jiwoong asintió, sosteniendo su mirada con calidez. —Tienes mucho por delante. Y si en algún momento necesitas un consejo, aquí estaré.

Ese gesto hizo que Gunwook sintiera otra oleada de calidez en el pecho, pero también una punzada de tristeza, una que venía del miedo de estar yendo demasiado lejos. No debería querer tanto, no debería desear tanto. Pero ahí estaba, haciendo exactamente eso.

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Gunwook siempre se enorgullecía de su madurez. Sus amigos le decían que tenía la cabeza sobre sus hombros, que podía ser responsable y serio cuando la situación lo ameritaba, y él mismo lo sabía. Había algo en él que transmitía esa mezcla de juventud y estabilidad, un equilibrio que pocos a su edad lograban, o al menos eso pensaba. Ser maduro le daba una especie de satisfacción. Sin embargo, y aunque le costara admitirlo, había una parte de él que no era para nada así. Después de todo, tenía poco más de veinte años, estaba en la universidad, y había una verdad irrefutable en su vida: estaba cachondo.

Sería imposible negarlo, Gunwook era un universitario lleno de hormonas, y aunque intentara mantener su madurez, de vez en cuando caía en el inevitable deseo. A veces, le parecía un tema trivial, al fin y al cabo, era algo natural, algo que todos experimentaban. Pero nunca imaginó que esa parte de él se vería puesta a prueba en el gimnasio, en un espacio en el que solía desconectarse de todo y centrarse en sus metas físicas.

Cuando Matthew le propuso la idea de que Jiwoong se uniera a sus entrenamientos, Gunwook no pensó demasiado en ello. Después de todo, pasar tiempo juntos en el gimnasio era algo que él y Matthew disfrutaban.

Al llegar, Gunwook se sorprendió al ver a Jiwoong en un atuendo completamente diferente al que solía llevar. Vestía una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto sus brazos y una parte del torso que era difícil no notar. Además, unos pantalones de entrenamiento ajustados que delineaban su figura de una manera que Gunwook no esperaba. Estaba acostumbrado a ver a Jiwoong en atuendos más formales o casuales, pero esa versión de él, tan natural y deportiva, lo golpeó de una manera que no pudo controlar.

Gunwook intentó concentrarse, enfocarse en los ejercicios. Era algo que hacía a diario, no debería ser complicado, pero Jiwoong se movía con una soltura y confianza que lo distraía. Al principio intentó disimular, apartando la vista cada vez que sentía sus pensamientos desviarse. Pero con cada repetición, con cada estiramiento que Jiwoong hacía, era como si estuviera llevándolo a un límite que Gunwook no sabía que tenía.

Matthew por su parte, parecía completamente ajeno a la lucha interna de Gunwook. Estaba enfocado en su propio entrenamiento, a veces incluso corrigiendo la postura de Gunwook.

Gunwook no podía evitar sentirse culpable por lo que estaba pensando, pero a la vez, había algo de emoción en ello, una atracción que surgía desde un lugar que no podía controlar.

—¿Todo bien, Gunwook? —preguntó Jiwoong de repente, mientras se acercaba a él.

Gunwook apenas pudo asentir, sintiendo que su voz lo traicionaría si intentaba decir algo. Jiwoong sonrió y le dio una palmadita en la espalda, un gesto casual que no debería haber significado nada, pero que hizo que Gunwook sintiera un pequeño cosquilleo.

En la siguiente serie de ejercicios, Jiwoong decidió hacer sentadillas justo frente a él. Era un ejercicio normal, algo rutinario en el gimnasio, pero Gunwook sintió cómo se le secaba la garganta cuando Jiwoong comenzó a bajar y subir, concentrado en su propio esfuerzo, mientras él intentaba no notar la forma en que los músculos de sus piernas y espalda se tensaban y relajaban.

—¿Vas a hacer tu serie, Gunwookie? —preguntó Matthew, sin notar nada extraño.

—Ah, sí... claro —respondió, tratando de sacudirse los pensamientos.

Se puso en posición, comenzando su propia serie de pesas, concentrándose en su respiración, en el movimiento... pero era imposible ignorar la presencia de Jiwoong.

Cuando Matthew se distrajo, Jiwoong se acercó un poco más y le ofreció ayuda con la postura. Le colocó una mano en el hombro y otra en la espalda baja, ajustando suavemente su posición.

—Si te mueves así, será más fácil controlar el peso —le dijo, su voz calmada y seria, como si realmente estuviera enfocado en ayudarlo. Pero para Gunwook, cada contacto era como un pequeño choque eléctrico.

Gunwook contuvo el aliento, concentrándose con todas sus fuerzas en el ejercicio, sintiendo el calor de la mano de Jiwoong en su espalda y el ligero aroma a su colonia, que llenaba el pequeño espacio entre ellos. Finalmente, cuando Jiwoong se apartó, Gunwook exhaló, soltando una risa nerviosa.

No estaba seguro de por qué había aceptado entrenar junto a Jiwoong y Matthew en primer lugar. Bueno, si era honesto consigo mismo, sí lo sabía. No podía negarse a Matthew, y cuando él se lo propuso, fue difícil decir que no. Pero lo que Gunwook no se esperaba era encontrarse en esta situación, luchando por no mirar al novio de Matthew de una manera que no debería.

Cuando Matthew mencionó que Jiwoong también iría al gimnasio, Gunwook apenas lo procesó. Jamás había visto a Jiwoong en este contexto, y mucho menos imaginó que estuviera en tan buena forma.

A diferencia de Matthew, cuyos abdominales estaban apenas marcados y sutiles, los de Jiwoong eran una obra maestra. Cada músculo estaba bien definido, una línea clara y firme entre cada cuadro. Los bíceps de Jiwoong, grandes y potentes, casi igualaban el tamaño de los de Matthew, y eso ya era decir bastante, pero lo que realmente capturaba la atención de Gunwook era el trasero de Jiwoong. No importaba cuánto intentara evitarlo, sus ojos siempre volvían a ahí. Era como si su vista tuviera vida propia.

Era... impresionante. Redondo, firme, perfectamente moldeado, parecía un castigo y una bendición al mismo tiempo. Gunwook no sabía si todo era producto de una genética increíble o si Jiwoong tenía una rutina de glúteos excelente que debía empezar a copiar, pero en cualquier caso, era difícil de ignorar. De vez en cuando, se encontraba preguntándose, casi sin querer, cuántas sentadillas o estocadas hacía Jiwoong en sus rutinas para mantener algo así.

—¿Estás bien, Gunwookie? —preguntó Matthew de repente, sacándolo de sus pensamientos. Gunwook parpadeó, demasiado consciente de lo cerca que estaban, e hizo un esfuerzo para que su sonrisa no pareciera nerviosa.

—Sí, claro —dijo rápidamente, volviendo a mirar hacia adelante y retomando su ejercicio.

Intentó concentrarse en sus propios movimientos, en las pesas, en su respiración, pero la presencia de Jiwoong cerca de él lo hacía perder el ritmo. Intentó repetirse que era solo ejercicio, que todos estaban aquí para entrenar, no para fijarse en los cuerpos de los demás. Pero en cada repetición, su mente volvía a traicionarlo, especialmente cada vez que Jiwoong caminaba cerca de él para buscar alguna mancuerna o hacer un ejercicio en la máquina de pesas. Gunwook no podía evitar preguntarse cómo era posible que alguien pudiera mantener una figura tan impecable sin parecer que lo hacía con esfuerzo. Incluso la forma en que Jiwoong caminaba parecía exudar una confianza relajada que lo hacía aún más atractivo.

Finalmente, cuando Jiwoong se inclinó para ajustar una de las pesas en el suelo, Gunwook se dio cuenta de que ya era demasiado.

Gunwook se mordió el labio, girándose hacía otro lado para tratar de concentrarse en lo suyo, en sus ejercicios. Pero ahora, justo frente a él, está Matthew levantando pesas, su camiseta sin mangas pegada al cuerpo, delineando cada curva de su torso y cintura. El sudor brilla sobre su piel, resbalando lentamente por sus brazos y bajando hacia su abdomen, marcando cada músculo con una nitidez que hace a Gunwook tragar saliva. Esas gotas de sudor, la intensidad en los ojos de Matthew al concentrarse en cada repetición... todo en él resulta imposible de ignorar.

—Concéntrate, Gunwook —se murmura a sí mismo en voz baja, pero sus esfuerzos por contener sus pensamientos solo logran hacer el día más complicado.

Intentando distraerse, Gunwook vuelve la vista hacia otro lado, y sus ojos encuentran a Jiwoong, quien está en medio de un estiramiento. Gunwook nota la tensión de sus brazos y el contorno de sus hombros. Imagina, casi sin darse cuenta, lo fácil que sería para Jiwoong levantarlo con esa fuerza, sostenerlo sin esfuerzo. Gunwook no puede evitar pensar en la diferencia entre Jiwoong y él, y algo en su pecho se aprieta al darse cuenta de que, probablemente, Jiwoong podría superarlo en fuerza. Es una idea que lo asombra y que despierta algo en él que no quiere analizar demasiado.

Esa imagen despierta una serie de pensamientos difíciles de ignorar. La idea de ser arrinconado contra la pared, de ser sostenido por Jiwoong con esa fuerza segura, con ese mismo control con el que entrena... Es inevitable que su mente vaya aún más lejos, recordando cómo Matthew lo ha sujetado tantas veces, presionándolo contra la pared mientras lo besa desordenadamente, con hambre y lengua, sus cuerpos fundidos y respirando el uno contra el otro. Es un recuerdo que hace su piel arder, y el mero pensamiento de experimentar algo similar con Jiwoong hace que su corazón lata con una intensidad que le resulta difícil de controlar.

Siente un calor subirle al rostro, una mezcla de nervios y emociones que no sabe cómo procesar. Matthew, justo en ese instante, deja las pesas y le sonríe.

—¿Todo bien, Gunwook? —pregunta, con una expresión divertida, y Gunwook se obliga a asentir, devolviéndole la sonrisa, aunque siente que está al borde de traicionarse a sí mismo.

Al final del entrenamiento, Matthew propuso que fueran a tomar algo para relajarse. Gunwook intentó excusarse, alegando que tenía cosas que hacer, pero Matthew insistió, sin darse cuenta del conflicto interno que Gunwook estaba experimentando. Con un suspiro de resignación, Gunwook aceptó y siguió a ambos, intentando mantener sus pensamientos bajo control.

Mientras caminaban hacia la salida, Gunwook no pudo evitar darle un último vistazo a Jiwoong, y algo en su interior le dijo que esta no iba a ser la última vez que enfrentara ese tipo de sentimientos. Era joven, lleno de energía, y aunque su mente le decía que debía ser prudente, su corazón y sus instintos parecían tener otros planes.

Está en problemas.

Había estado ignorando las señales, creyendo que solo estaba pasando por una fase, una etapa pasajera de confusión. Pero hoy todo se había vuelto demasiado claro. Ya no era solo que le gustara Jiwoong, ya no era solo un afecto platónico o un aleteo en su corazón. Ahora lo deseaba, y eso era mucho más complicado.

Gunwook había comenzado a notar todo de Jiwoong, desde su sonrisa hasta su manera de moverse. Pero lo que lo había puesto realmente en aprietos hoy fue la forma en que Jiwoong se movía mientras levantaba pesas, la forma en que su cuerpo se tensaba, cómo sus músculos se marcaban con cada movimiento. Había algo en su abdomen, algo que Gunwook no podía dejar de observar, algo que le quemaba dentro. Sus brazos, tan firmes, tan poderosos, sus muslos, las piernas que lo sostenían con tanta fuerza. Y luego, cuando Jiwoong hizo algunas sentadillas, algo en él cambió. Fue el modo en que su trasero se tensaba, la forma en que se movía con cada repetición... Era demasiado.

Gunwook sentía la presión subiendo desde su pecho, como si todo lo que había estado reprimiendo ahora saliera a la superficie. Él lo deseaba.

Pero no solo eso. No era solo la apariencia física de Jiwoong. No, eso era solo una parte. Gunwook también adoraba la inteligencia de Jiwoong, su manera de ver el mundo, cómo siempre encontraba la respuesta adecuada en cualquier situación. La manera en que cuidaba a Matthew, cómo se preocupaba por él, cómo lo amaba con tanto amor y devoción. Gunwook sentía una paz inmensa cada vez que Jiwoong lo miraba con esos ojos llenos de comprensión.

Pero ahora, no podía dejar de imaginar cómo sería estar cerca de él de una manera diferente. Estaba atrapado en un espiral de pensamientos, en un torbellino de deseos y emociones que no había buscado, pero que ahora no podía controlar. Se encontró deseando esos labios, fantaseando sobre su sabor, sobre cómo sería sentir la presión de esos labios en su cuello o en su boca. Sentía cómo su cuerpo reaccionaba ante la idea, cómo el calor se apoderaba de él.

¿Qué me está pasando?, pensó mientras se pasaba una mano por el rostro, sintiendo el sudor en sus palmas. ¿Cómo había llegado hasta este punto?

Gunwook había estado callado durante el camino de vuelta, demasiado inmerso en sus pensamientos para decir una palabra. Matthew, feliz y relajado como siempre después de un entrenamiento, conversaba con Jiwoong sobre lo que pediría para comer. Gunwook no podía dejar de escuchar sus voces, no podía dejar de sentirse atrapado entre la realidad y su deseo incontrolable.

Gunwook se sentó cuando llegaron, con las manos entrelazadas sobre sus piernas, sintiendo el peso de la confusión sobre sus hombros. No puede ser. Sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía, pero al mismo tiempo, no sabía cómo enfrentarlo. No podía. No podía decirle a Matthew, no podía decirle a Jiwoong, no podía... ¿qué debería hacer con esto?

La idea de estar atrapado entre dos personas a las que amaba y deseaba con igual intensidad lo consumía. ¿Qué iba a hacer? Su corazón latía desbocado, su mente se encontraba en una guerra interna que no sabía cómo resolver.

Gunwook miró hacia abajo, tratando de calmarse. No puedo seguir así, pensó, pero al mismo tiempo, una parte de él no quería dejar ir esos sentimientos. ¿Era egoísta? ¿Era injusto? Sí, lo era. Sabía que Matthew merecía más, pero Jiwoong también era importante para él. De alguna manera, los dos habían encajado en su vida, y ahora estaba viendo cómo se desmoronaba todo lo que había tratado de construir.

—Gunwook —la voz de Matthew lo sacó de sus pensamientos. Lo miró, y Gunwook sintió que el mundo entero se detuvo por un segundo. La complicidad entre ellos siempre había sido tan clara, tan fuerte. Pero ahora, con el corazón pesado y la mente llena de caos, no sabía si podría seguir con esa mentira.

—¿Ya sabes qué vas a ordenar? —Matthew preguntó, sin saber realmente lo que estaba pasando por la cabeza de Gunwook.

Gunwook forzó una sonrisa que no le llegó a los ojos.

—Sí —murmuró.

Matthew sonrió mientras miraba el menú y le contaba a Jiwoong sobre su elección. Gunwook se quedó en silencio nuevamente. Debía actuar como si todo estuviera bien, aunque en el fondo sabía que no lo estaba. Estaba en problemas. Y ahora, no sabía cómo salir.

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Gunwook se quedó quieto en la entrada de su dormitorio, observando la escena ante él. Parpadeó cuando vió a Ricky y a Gyuvin en una de las camas, sus cuerpos entrelazados bajo las mantas desordenadas, con el cabello despeinado y el silencio cómodo que solo el sueño profundo puede traer. Gyuvin, con su rostro relajado, dormía plácidamente, ajeno a la mirada de Gunwook.

La escena era, en muchos sentidos, lo que Gunwook había intuido durante los últimos meses. Había notado las miradas furtivas entre ellos, los gestos complicados que a veces hacían cuando pensaban que nadie los estaba observando.

Ricky, al sentir la presencia de Gunwook, levantó la vista. Su expresión pasó de la calma a una rápida alarma cuando vio el rostro de Gunwook. Y al instante, su propio rostro mostró una preocupación que Gunwook nunca había visto antes. Ricky se levantó rápidamente, apartando las sábanas de su cuerpo con algo de torpeza, y se acercó a él, tocándole los hombros con una suavidad tan ligera.

—¿Gunwook? —dijo, su voz llena de una preocupación que hizo que Gunwook frunciera el ceño. —¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?

Ah, Gunwook no sabía que expresión tenía, pero probablemente era lo suficientemente mala para hacer que Ricky saltará de la cama en calzoncillos directo hacia él.

Gunwook no respondió de inmediato. En su cabeza, las palabras se amontonaban, y sus emociones se mezclaban.

El silencio en la habitación se sentía pesado, cargado de palabras no dichas y pensamientos que se enredaban. Gunwook se quedó allí, parado, mirando a Ricky. Sus labios temblaron antes de que las palabras salieran de su boca, casi sin querer, pero era algo que ya no podía ignorar.

—Ricky... —Su voz sonó baja, vacilante, como si no pudiera creer lo que estaba a punto de decir. —Estoy... estoy enamorado de Jiwoong hyung.

Las palabras flotaron en el aire. Gunwook sintió cómo su corazón se encogía con el peso de la revelación. Por fin lo había dicho en voz alta, y aunque había una sensación de alivio, también sentía como si hubiera abierto una herida profunda. Un dolor surcó su pecho y, por un momento, se sintió vulnerable. Expuesto.

Ricky no pareció sorprenderse. En su lugar, su expresión se suavizó, una mirada comprensiva tomando forma en su rostro. Como si ya hubiera sabido lo que Gunwook no había podido admitir antes. Sin decir una palabra más, Ricky lo abrazó con fuerza, como si quisiera transmitirle algo más allá de las palabras.

—Lo sé —murmuró Ricky en su oído con suavidad.

Gunwook sintió cómo una oleada de emociones lo invadía. Finalmente, había dicho lo que tanto había temido reconocer, y por un momento, su pecho se sintió más ligero. Pero ese alivio se mezclaba con el dolor, con el miedo, y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, desbordándose por sus mejillas.

Se aferró a Ricky, enterrando su rostro en su hombro, y dejó que las lágrimas cayeran sin vergüenza.

—Tengo miedo —susurró, su voz quebrada por la emoción. —Tengo miedo de lo que esto significa.

Ricky lo sostuvo con firmeza, acariciando su cabello y su espalda lentamente, tratando de calmarlo.

—Es normal —le dijo en voz baja, su tono reconociendo el dolor de Gunwook sin juzgarlo. —Es normal tener miedo cuando las cosas cambian, cuando te das cuenta de lo que sientes realmente.

Gunwook asintió en silencio, aferrándose a Ricky con más fuerza, como si su presencia fuera lo único que podía darle algo de paz. No quería que sus sentimientos lo definieran, no quería que la situación se volviera aún más complicada. Pero aquí estaba, admitiendo lo que llevaba dentro, y aunque sentía miedo, también sabía que no podía seguir evadiéndolo.

Entre sollozos suaves, Gunwook levantó la cabeza para mirar a Ricky.

—Pero... yo... yo amo a Matthew. No quiero hacerle daño. No quiero... no quiero ser yo quien le cause dolor.

Ricky lo miró con comprensión en los ojos, sus dedos acariciando el cabello de Gunwook con suavidad.

—Lo sé —le dijo de nuevo, esta vez más firme, más seguro. —Sé que amas a Matthew. Nadie duda de eso. Lo que sientes por Jiwoong... eso es algo diferente. Pero también es real. Y está bien sentir lo que sientes, Gunwook. No estás solo.

Gunwook sintió el temblor en su cuerpo, una mezcla de emociones que lo invadían y lo dejaban sin rumbo. La confusión seguía presente, pero en los brazos de Ricky se sentía algo de consuelo. Como si pudiera respirar un poco mejor, aunque la tormenta en su interior no hubiera desaparecido.

—Gracias —dijo Gunwook en voz baja, entre susurros y sollozos. —Gracias por estar aquí.

Ricky asintió, apretando su abrazo.

—Siempre estaré aquí.

Gunwook cerró los ojos, sintiendo que el abrazo de Ricky le daba la calma que necesitaba. Pero aún así, la sensación de estar perdido no desapareció por completo. ¿Qué iba a hacer con todo esto? ¿Con sus sentimientos por Jiwoong, con su amor por Matthew, con todo lo que le estaba pasando en la cabeza?

No sabía qué hacer. No sabía cómo seguir adelante. Pero lo que sí sabía era que tenía que pensar. Necesitaba encontrar claridad, dejar de huir de lo que sentía y enfrentarlo de una vez por todas.

—Voy a ir a pensar un poco —dijo finalmente, separándose de Ricky, pero sin soltarlo por completo. —Necesito... necesito estar solo un momento.

Ricky asintió, entendiendo perfectamente. —Haz lo que necesites, Gunwook. Pero recuerda que no tienes que hacerlo solo.

Con esas palabras, Gunwook salió de la habitación, con la mente aún nublada, pero con la determinación de encontrar algo de paz. Decidió que la mejor opción era ir al dormitorio de Junhyeon. Había algo en la idea de alejarse un poco de la situación con Ricky y Gyuvin, de no sentirse como el tercero en discordia entre ellos. La cama de Junhyeon, aunque no era su lugar favorito, parecía un refugio momentáneo para alejarse de la confusión que rondaba en su mente.

Al llegar al dormitorio de Junhyeon, Gunwook se tumbó en la cama, mirando al techo, sintiendo cómo las emociones se asentaban lentamente en su interior. No tenía respuestas, no aún, pero al menos había dado el primer paso. Había admitido lo que sentía, y eso, de alguna manera, lo hizo sentir más cerca de lo que necesitaba. Solo tenía que dejar que las piezas encajaran por sí solas.

Cada vez que cerraba los ojos, veía a Jiwoong, veía la manera en que se reía, cómo se veía cuando hablaba con él, cuando se acercaba más de lo necesario. Y lo peor de todo: lo sentía. Lo sentía en su pecho, en cada latido, en cada gesto. Su corazón latía más rápido cuando Jiwoong lo miraba, cuando sus manos se rozaban por accidente.

Había estado siendo más atento con Jiwoong, lo sabía. Había empezado a tratarlo igual que a Matthew, como si fuera una extensión de esa misma burbuja de afecto que compartía con su novio. Pero ahora, al mirarlo desde fuera, no podía evitar pensar que todo aquello había sido un error. No había control sobre su amor, su afecto. Era como un río que se desbordaba, sin previo aviso y sin poder detenerse. No había forma de apagarlo una vez que empezaba, y Gunwook temía que algún día esa corriente lo arrastrara.

—No quiero hacerle daño a Matthew —murmuró para sí, llevándose las manos al cabello en un gesto de frustración.

¿Cómo había llegado tan lejos? ¿Cómo había permitido que sus sentimientos por Jiwoong se colaran en su vida, sin ser capaz de frenarlos? Y lo peor de todo era que él no podía ignorarlos, no podía hacer como si no pasara nada.

Sabía que tarde o temprano, alguno de ellos lo notaría. Matthew o Jiwoong. No podía ser que Gunwook siguiera con su fachada de calma por mucho tiempo más. Su amor, su amor por ambos, era como una bomba de tiempo. Y él lo sabía, lo sentía. En algún momento, las piezas se unirían, y él ya no podría seguir negándolo.

Se tapó la cara con las manos, sus dedos apretándose contra sus ojos cerrados. ¿Cómo reaccionará Matthew cuando se entere? Gunwook pensó en la idea de enfrentarse a él, de mirarlo a los ojos y contarle lo que sentía por Jiwoong. La sola idea le revolvía el estómago. ¿Se enojará? ¿Lo odiará? ¿Le gritará? O peor aún, ¿lo decepcionará? El pensamiento de hacerle daño a Matthew lo carcomía por dentro.

Matthew había sido tan bueno con él. Le había abierto las puertas a su corazón y lo había aceptado sin reservas. Le había ofrecido una relación abierta, llena de amor y confianza. Lo había tomado de la mano, le había enseñado a disfrutar de las pequeñas cosas, y le había mostrado el significado de estar verdaderamente en una relación. Y Gunwook había tomado demasiado. Ahora, al mirarlo, no sabía cómo se sentiría Matthew si descubría que su afecto por Jiwoong iba más allá de una simple amistad.

Un suspiro escapó de sus labios mientras se giraba sobre la cama. No puedo seguir así, pensó. Necesito calmarme.

Recientemente había reconocido sus sentimientos por Jiwoong, pero no había hecho nada al respecto. No quería seguir alimentando esa pasión clandestina, no quería más complicaciones de las que ya tenía. Su relación con Matthew era lo que más le importaba, pero también sabía que no podía mentirse a sí mismo por mucho tiempo. Necesitaba hablar con Matthew. Necesitaba ser honesto.

Se quedó mirando al techo, pensando en qué decirle, cómo decírselo. ¿Cómo empezaría? ¿Cómo le explicaría que ama a otra persona, sin que lo odie? No tenía respuestas, y ese vacío en su pecho lo llenaba de más incertidumbre. Pero una cosa estaba clara: no podía seguir escondiéndolo.

—Voy a hablar con él —dijo en voz baja, como si esas palabras fueran lo que le daba la fuerza para enfrentarse a la realidad.

No quería ser cobarde, no quería vivir con esta mentira. Matthew tenía derecho a saber la verdad. Sabía que tendría que enfrentar las consecuencias de sus actos, pero también sabía que el amor que compartían merecía honestidad.

Lo haría. Y esperaría lo peor, lo que sea que tenga que venir. Pero tenía que decirlo.

Gunwook suspiró de nuevo, cerrando los ojos. De alguna manera, estaba aliviado. A pesar de todo el caos que sentía dentro de él, estaba tomando la decisión correcta, aunque le doliera. Al menos, sería honesto consigo mismo y con Matthew.

El tiempo diría qué pasaría después. Pero por ahora, sabía que tenía que encontrar la fuerza para hacer lo que ya sabía que era inevitable. Y cuando llegara ese momento, rezaría para que Matthew entendiera, para que pudiera perdonarlo.

Recomendación del día

Can't Take My Eyes Off You - Morten Harket

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¡Volví después de una larga pausa!

Gracias por leer y votar en esta historia<3

Los comentarios siempre son bienvenidos, tomé en consideración las recomendaciones que me dejaron en los comentarios del capítulo pasado, así que espero que les guste , ¿que opinan del capitulo de hoy?

Por cierto, publiqué una historia de Jiwoong x Gunwook con temática de halloween, vayan a leerlo y denle una oportunidad porfi c:

Como saben mi cuenta es para historias de shipps con Gunwook, esta vez estoy escribiendo un fanfic Gunhao, ¿que piensan? ¿les gustaría que lo subiera?

También se aceptan recomendaciones de shipps de Gunwook que les gustaría que empezara a subir ;)

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