08
Recomendación del día
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Gunwook caminaba tranquilamente por los pasillos de la universidad, con su mochila colgada del hombro y el teléfono en mano. Todo parecía normal hasta que, poco a poco, empezó a notar ciertas miradas. Primero fue una o dos personas que lo observaron al pasar, pero después comenzaron los murmullos y las sonrisas extrañas. Sentía que algo andaba mal, algo que lo tenía a él como centro de atención. ¿Había hecho algo que no recordaba?
Frunciendo el ceño, decidió ignorarlo, pero justo antes de entrar a la cafetería, sintió unas manos en sus brazos. Junhyeon y Gyuvin lo habían interceptado, cada uno agarrándolo de un brazo como si estuvieran tratando de evitar que avanzara. Gunwook los miró desconcertado.
—¿Qué están haciendo? —preguntó con la ceja levantada.
—Nada, nada —respondió Junhyeon demasiado rápido, sus palabras saliendo atropelladas, lo que solo lo hacía más sospechoso.
Gunwook miró a Gyuvin, esperando alguna explicación. Pero Gyuvin, siendo peor que Junhyeon a la hora de mentir, simplemente mantuvo la boca cerrada, intentando evitar el contacto visual. Y Gunwook lo conocía lo suficiente como para saber que eso era una señal clara de que algo estaba mal.
—Sé que algo está pasando —dijo Gunwook. —¿Qué es?
La cara de Junhyeon palideció, y Gyuvin tampoco se veía mejor. Parecía como si estuvieran esperando a que algo explotara.
Justo en ese momento, apareció Ricky. Él los miró a todos y luego dejó escapar un largo suspiro, cruzándose de brazos. —Es mejor que le digan a Gunwook lo que está pasando. De todos modos, pronto se va a enterar.
Gunwook parpadeó, confundido pero ahora más curioso que nunca.
—¿Enterarme de qué? —preguntó, mirando de nuevo a Junhyeon y Gyuvin, esperando que hablaran.
Sin decir una palabra más, Junhyeon y Gyuvin comenzaron a caminar, tirando suavemente de Gunwook por los pasillos hasta que llegaron a un salón vacío. Lo empujaron suavemente hacia adentro, cerrando la puerta detrás de ellos para asegurarse de que nadie más los escuchara.
Gyuvin se sentó despreocupadamente sobre el escritorio, pero sus ojos mostraban preocupación. Gunwook, por su parte, se recargó en el pizarrón, cruzando los brazos mientras intentaba mantener la calma. Podía sentir el peso de la tensión en el aire, y la mirada de sus amigos solo lo hacían sentir más inquieto.
Finalmente, Gunwook rompió el silencio. —¿Qué está pasando? —preguntó mirando a cada uno de ellos con una mezcla de impaciencia y confusión.
Junhyeon fue el primero en intentar hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta.
—Es solo que... hay unos rumores raros sobre ti... —tartamudeó, incapaz de sostener la mirada de Gunwook.
Gunwook frunció el ceño, su preocupación creciendo. —¿Rumores? ¿Qué tipo de rumores?
Ricky, al ver que Junhyeon no lograba explicarse, dio un paso al frente. —Están diciendo que... bueno, que estás engañando a tu novio.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Gunwook lo miró con incredulidad, sintiendo que el aire en la habitación se volvía denso.
—¿Engañando a Matthew hyung? —repitió, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. La idea le resultaba absurda, casi surrealista.
Ricky asintió lentamente. —Sí, dicen que te vieron subirte al auto de otro hombre varios días seguidos. Y ahora la gente está inventando que es alguien mayor.
El pecho de Gunwook se contrajo, una mezcla de incredulidad y dolor surgiendo en él. No sabía qué decir, ni cómo reaccionar. Sus amigos lo observaban con cautela, esperando alguna respuesta, pero él solo pudo suspirar pesadamente, dejando que el aire saliera de sus pulmones con frustración. La idea de que alguien lo acusara de algo así, de traicionar a Matthew, lo hería.
—Esto es ridículo —murmuró Gunwook, más para sí mismo que para los demás. Pero el dolor era evidente en sus ojos, y aunque intentaba mantener la compostura, se sentía herido, traicionado por la misma gente que había creído en esos rumores sin siquiera conocer la verdad.
Gyuvin, que hasta entonces había permanecido callado, chasqueó la lengua molesto.
—Esos rumores son estúpidos —dijo lleno de ira. —La gente es imbécil por creer y esparcir cosas sin sentido. ¿Qué les importa lo que haces o con quién estás? ¡No tienen idea de nada!
Gunwook miró a Gyuvin y vio la rabia en sus ojos. Sabía que sus amigos estaban de su lado, pero eso no aliviaba la sensación de impotencia que lo invadía. Estaba cansado, afectado por los susurros, las miradas, y las mentiras que parecían crecer a su alrededor.
—Yo no... —Gunwook comenzó a decir, pero las palabras se le atoraron. No sabía cómo explicar que las acusaciones no solo eran falsas, sino que lo hacían sentir como si toda su privacidad hubiera sido violada.
Y las cosas empeoraron a partir de ahí.
Gunwook sentía como si el mundo estuviera colapsando a su alrededor, una pieza a la vez. Al principio, Gunwook pensó que tal vez estaba exagerando, que la atención de Jiwoong hacia él seguía siendo la misma. Jiwoong siempre lo había tratado con amabilidad, a veces incluso coqueteaba, o al menos eso parecía. Pero últimamente, Jiwoong había empezado a poner una distancia inexplicable entre ellos una vez más. Cada gesto amable parecía más frío, cada sonrisa más forzada.
El desconcierto lo mantenía despierto por las noches. ¿Había hecho algo mal? ¿Había dicho algo que ofendió a Jiwoong? No podía encontrar una respuesta, y eso solo aumentaba la confusión. Esa barrera que sentía entre ellos lo hacía sentir solo, como si estuviera perdiendo algo valioso que ni siquiera sabía cómo conservar.
Luego aparecieron los rumores.
Primero, eran solo miradas. Gunwook entraba a clase y podía notar cómo la gente lo observaba. Susurros que se detenían tan pronto como él se acercaba. Al principio, pensó que era paranoia. No podía ser que todo el mundo lo estuviera mirando, ¿verdad? Sin embargo, las miradas se volvieron más persistentes, los susurros más audibles. Y pronto, algunos estudiantes comenzaron a ser más directos.
—¿Es cierto lo que dicen de ti? —le preguntaban con una burla disfrazada de curiosidad.
—¿Qué se siente ser infiel? —otra persona se atrevió a soltar en el pasillo, juzgándolo con sus amigos.
Pero lo peor fue cuando se enteró de los foros. Alguien había comenzado a difundir los rumores. Las publicaciones se esparcían como un incendio. Cada comentario parecía más cruel que el anterior, llenos de conjeturas y críticas. Nadie sabía de su relación poliamorosa, así que todo lo que veían era un triángulo caótico lleno de engaño y traición.
Gunwook, aunque no lo parecía, era extremadamente sensible. Las críticas y las palabras malintencionadas lo lastimaban profundamente. Cada mirada acusadora, cada susurro a sus espaldas era como una pequeña daga clavándose en su piel.
Trató de ignorarlo, de concentrarse en sus estudios y sus entrenamientos, pero cada vez que entraba a un salón o caminaba por los pasillos, sentía que todas las miradas estaban puestas sobre él. No podía escapar de esa sensación asfixiante de ser observado y juzgado constantemente. Y aunque sus amigos intentaban hacerle ver que los rumores eran solo eso, rumores, Gunwook no podía evitar sentir que su vida estaba desmoronándose.
Se sentía atrapado en una tormenta de emociones. Estaba confundido por Jiwoong, herido por las críticas, y agotado por intentar mantener una fachada fuerte cuando, por dentro, se sentía cada vez más débil. Gunwook no podía evitar sentir que, a pesar de todos sus esfuerzos, todo se estaba saliendo de control, y no sabía cómo detenerlo.
Gunwook había intentado mantener la cabeza fría mientras lidiaba con los rumores y las miradas constantes en la universidad, pero todo parecía ir de mal en peor. Cada día sentía que el peso de las críticas y los susurros lo aplastaba más y más, y no sabía cómo escapar de esa sensación abrumadora. Sin embargo, lo que no esperaba era que su propio entrenador se sumara a la lista de personas que lo cuestionaban.
Una tarde, después de un agotador entrenamiento, el entrenador lo llamó a su oficina. Gunwook pensó que tal vez sería una charla sobre su desempeño, algo relacionado con el equipo. Pero al entrar y ver el rostro del entrenador, supo que algo andaba mal. El hombre estaba molesto, sus cejas fruncidas y el tono de voz cortante.
—Gunwook, si no resuelves ese maldito asunto de los rumores, te voy a poner en el banquillo —dijo el entrenador sin rodeos.
Gunwook parpadeó, sorprendido. No esperaba algo así, y menos en un momento en el que él mismo se sentía perdido y agobiado.
—¿Por qué? —fue todo lo que pudo preguntar, sin saber exactamente a qué se refería el entrenador.
—Por tu culpa, maldita sea —el entrenador parecía más enfadado que nunca, sus manos se aferraban al borde de su escritorio—. ¿Recuerdas lo que pasó con Eunseok?
Gunwook asintió lentamente. Eunseok, el mejor alero del equipo, había sido expulsado después de que Gunwook denunciara ante la dirección que casi agrede a una compañera de clase. Había sido una situación complicada, pero Gunwook no podía quedarse callado al ver lo que estaba ocurriendo. Aunque había hecho lo correcto, las consecuencias habían sido desastrosas para el equipo. Eunseok era una pieza clave, y su salida había dejado un vacío enorme, pero Gunwook confiaba en las habilidades de un chico de primer año que tenía potencial para cubrirlo.
—¿Qué tiene que ver eso conmigo? —preguntó Gunwook, aún confundido.
El entrenador bufó, molesto.
—Ahora la institución está encima de todos nosotros. Nos vigilan como halcones, buscando cualquier excusa para sacar a más jugadores. Y esos rumores sobre ti... —el hombre apretó los dientes—. Es solo cuestión de tiempo antes de que se metan contigo también. Ya estamos bajo un microscopio, y no puedo permitir que esto afecte más al equipo.
Gunwook sintió que su estómago se hundía. Había hecho lo correcto al denunciar a Eunseok, pero ahora parecía que estaba pagando un precio demasiado alto. No solo estaba lidiando con los rumores que manchaban su reputación, sino que también el equipo, su refugio, ahora estaba en riesgo por su culpa.
—Entrenador, los rumores no son ciertos —dijo Gunwook.
—No me importa si son ciertos o no —respondió el entrenador, casi gruñendo—. Lo que me importa es que estás causando problemas, y no puedo permitirme perder a otro jugador. Así que resuelve esto, Gunwook, o te quedarás fuera.
La amenaza colgaba en el aire, pesada e inescapable. Gunwook salió de la oficina sintiéndose abatido. No solo estaba lidiando con los problemas personales que lo envolvían, sino que ahora incluso su posición en el equipo estaba en peligro. El equipo era una de las pocas cosas que le quedaban, y perderlo sería devastador.
Gunwook apenas podía soportar la presión cuando decidió faltar a sus últimas clases del día. Se dirigió al departamento en silencio, arrastrando los pies, buscando algún tipo de refugio en el único lugar donde podía ser él mismo.
Cuando entró, Matthew estaba descansando en el sofá, con los ojos cerrados y los brazos extendidos a los costados. Al escuchar la puerta, abrió los ojos y miró a Gunwook, sonriendo levemente antes de fruncir el ceño.
—¿Por qué llegaste tan temprano? —preguntó Matthew, su tono curioso pero con un toque de preocupación.
Gunwook no respondió de inmediato, simplemente caminó hacia él, el peso de todo lo que había estado guardando hundiéndose en sus hombros, su pecho, su corazón. No podía decirlo con palabras, no podía explicar cómo se sentía, pero necesitaba algo, alguien. Al llegar junto a Matthew, sin decir nada, lo abrazó fuertemente, rodeándolo con ambos brazos como si aferrarse a él fuera la única cosa que lo mantenía entero.
Matthew, que se había sentado al ver su rostro, lo envolvió con sus brazos. Acarició suavemente su espalda, y su voz, suave y tranquila, llenó el silencio.
—Todo va a estar bien, Gunwookie. Estoy aquí. Todo va a estar bien.
Teniendo así de cerca a Matthew, el olor a lavanda, tan familiar, tan reconfortante, lo envolvió completamente. Hace tanto que no se sentía en casa, pero en ese momento, con Matthew acariciándole el cabello y susurrándole palabras hermosas, todo cambió. Sintió que finalmente estaba en un lugar seguro, donde podía permitirse ser vulnerable.
El nudo que había estado apretando su garganta durante días se deshizo. Y por primera vez, desde que todo comenzó, Gunwook dejó caer la máscara de fuerza que había estado usando. Lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, silenciosas al principio, pero pronto sollozos profundos, desgarradores, escaparon de su pecho. Lloró en el hombro de Matthew, sintiendo que cada lágrima arrastraba un poco de todo el dolor, la confusión, y la frustración que había acumulado.
Matthew no dijo nada más, solo lo sostuvo más fuerte, sus manos nunca dejando de acariciar su espalda y su cabello, mientras le daba todo el amor que podía. Lo aceptaba por completo, con cada lágrima, con cada suspiro entrecortado, y no lo soltó.
Gunwook se sintió amado. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba solo. En los brazos de Matthew, su dolor parecía más manejable, su carga menos pesada.
Y así, mientras lloraba en su hombro, sintió que, quizás, todo realmente iba a estar bien.
Gunwook dejó de llorar lentamente, sus sollozos disminuyendo hasta que solo quedaba un débil suspiro. Matthew se levantó un momento para buscar unos pañuelos y se los entregó con una sonrisa suave. Luego, lo arropó con una manta en el sofá, cubriéndolo con cuidado, y desapareció en la cocina por un instante. Cuando regresó, llevaba una pequeña caja de chocolates.
—Toma, estos te ayudarán —dijo Matthew, extendiéndole uno.
Gunwook tomó el chocolate, casi sonriendo al ver lo dulce y considerado que era Matthew. La manera en que lo cuidaba lo hacía sentir protegido, querido, y no pudo evitar soltar una risa suave, entre lágrimas y agradecimiento. Matthew se sentó a su lado, tan cerca que Gunwook podía sentir su calor, y comenzó a acariciarle el cabello con una ternura que hacía que el mundo pareciera menos cruel.
Después de un rato, Matthew finalmente preguntó con voz suave.
—¿Qué pasó?
Gunwook bajó la mirada, apretando los labios antes de hablar. Su expresión era triste, como si todas sus palabras estuvieran llenas de frustración.
—Hay rumores... dicen que te fuí infiel, y ahora todos me miran y me critican. Cada vez que entro a clase, escucho a la gente susurrando sobre mí. Algunos se atreven a preguntarme directamente, como si fuera una broma. —Gunwook apretó las manos en su regazo, la rabia y la impotencia asomando en sus ojos—. Hasta mi entrenador me regañó. Está molesto por otra cosa, pero usó esos rumores como excusa para amenazarme con sacarme del equipo si no los resuelvo. Me siento tan impotente, hyung. No sé cómo arreglarlo... y no sé si puedo hacerlo antes de que todo empeore.
Matthew lo miró en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Luego, su expresión cambió.
—Son idiotas, todos ellos —dijo Matthew—. No tienes que preocuparte por esos rumores. Las personas que realmente importan, las que te conocen, saben que no son verdad. Yo lo sé, tus amigos lo saben. Y eso es lo único que cuenta.
Gunwook se sintió reconfortado por esas palabras, aunque todavía había una sombra de preocupación en sus ojos.
—Pero el equipo... —susurró—. No quiero perderlo.
Matthew lo miró fijamente, su mano nunca dejando de acariciar su cabello.
—Encontraremos una manera de resolverlo. No dejaré que te saquen del equipo por algo tan estúpido como un rumor. Nadie que realmente importe va a creerse esas tonterías. Tienes a la gente adecuada a tu lado, Gunwookie. No estás solo en esto.
Gunwook suspiró, sintiendo cómo parte de su angustia comenzaba a disiparse. Era cierto. A pesar de todo el caos que lo rodeaba, tenía a Matthew, tenía personas que lo querían y que no creían en los rumores.
—Gracias, hyung... de verdad.
Matthew sonrió, dándole un suave apretón en la mano.
—Para eso estoy aquí.
Matthew lo envío a dormir al cuarto de Jiwoong. El estrés finalmente lo golpeó y durmió como nunca. Después de un rato, Gunwook se despertó. Se encontró parpadeando mientras se acostumbraba a la tenue luz que entraba por la ventana, la sensación de calor y seguridad aún lo envolvía, gracias a la manta que Matthew había puesto sobre él antes de quedarse dormido. Sin embargo, algo lo hizo incorporarse. Escuchaba voces fuera de la habitación.
Se levantó con cuidado y salió del cuarto, descalzo y en silencio. Mientras se acercaba al origen de las voces, se detuvo antes de llegar a la cocina, sin querer interrumpir la conversación. Desde donde estaba, podía escuchar a Matthew hablar.
—¿Qué trajiste? —preguntó Matthew con curiosidad.
La voz de Jiwoong respondió, más suave, como si estuviera tratando de no despertar a Gunwook.
—Traje los chocolates favoritos de Gunwook... y leches de chocolate. —Hubo una pausa, como si Jiwoong dudara en continuar.
Gunwook escuchó cómo Matthew se reía suavemente.
—¿Estabas preocupado por él? —preguntó Matthew, con un toque de diversión en la voz.
Hubo un breve silencio antes de que Jiwoong respondiera.
—Sí —admitió finalmente Jiwoong—. Cuando me dijiste que Gunwook había llorado, me sentí muy mal. Alguien como él, tan amable, tan precioso, no merece ser lastimado por nadie.
Las palabras de Jiwoong llegaron directamente al corazón de Gunwook, haciendo que su pecho se llenara de una calidez inesperada. Podía sentir cómo su corazón latía con fuerza, sorprendido por la sinceridad y el afecto en la voz de Jiwoong.
Con el corazón agitado y una sonrisa tímida en los labios, Gunwook retrocedió silenciosamente. No quería interrumpir la conversación, ni que supieran que había escuchado todo.
Regresó a la habitación, aliviado y reconfortado. Se dejó caer en la cama de Jiwoong, inhalando el aroma familiar que lo envolvía. La fragancia de Jiwoong, tan calmante, lo hizo sentirse aún más cerca de él. Las palabras de Jiwoong seguían resonando en su mente, haciéndolo sentir apreciado y querido.
Acarició la suave manta que cubría la cama mientras sus pensamientos se entrelazaban con los recuerdos de lo que acababa de escuchar. Su corazón se sentía cálido, como si el peso de los rumores y las críticas se desvanecieran poco a poco. Se quedó ahí, acurrucado en la cama de Jiwoong, dejando que esa sensación de seguridad y cariño lo envolviera.
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Matthew no iba a dejar que las lágrimas de su novio fueran en vano. No iba a dejar que las cosas se quedaran así. Así que convocó una reunión de emergencia.
Hao abrió la puerta del departamento y al instante quedó impresionado. El espacio era amplio, con una decoración moderna y una vista espectacular de la ciudad. El lugar estaba iluminado por la luz natural que entraba por los grandes ventanales, y todo estaba perfectamente organizado, como si fuera un departamento de revista. Hao se quedó unos segundos en la entrada, observando cada detalle.
—Wow... —murmuró, mirando alrededor con admiración—. Es hermoso. ¿En qué trabaja tu novio?
Matthew se rió al escuchar la pregunta.
—Es contador —respondió con un tono juguetón, como si la sorpresa de Hao fuera algo común cuando la gente descubría lo que Jiwoong hacía para vivir.
Hao soltó una pequeña risa mientras se acercaba al sofá y se dejaba caer en uno de los sillones.
—Debería haber estudiado eso en lugar de artes. No me estaría quejando de tener que compartir dormitorio ahora —dijo en broma, aunque había un dejo de verdad en sus palabras.
Taerae se rió también.
—Tal vez aún estás a tiempo de cambiar de carrera —bromeó, mientras se acomodaba en una silla—. O podrías pedirle a Jiwoong hyung que te dé clases privadas de contabilidad.
Hao se rió, aunque parecía considerar la idea por un momento.
—¿Dónde están Jiwoong hyung y Gunwookie? —preguntó Taerae, mirando alrededor como si esperara verlos aparecer en cualquier momento.
—Jiwoong hyung aún no sale del trabajo. Y los amigos de Gunwook se lo llevaron, querían animarlo un poco —explicó Matthew, su tono tranquilo, pero sus ojos revelaban preocupación.
Taerae asintió comprendiendo la situación.
—Sí... escuché los rumores sobre Gunwook —dijo con el ceño fruncido, disgustado por lo que había estado circulando en la universidad.
Hao arqueó una ceja con curiosidad, no parecía estar al tanto.
—¿Rumores? —preguntó, dirigiendo su mirada inquisitiva hacia Matthew—. ¿Qué está pasando?
Matthew dejó escapar un suspiro antes de responder.
—Han estado diciendo muchas tonterías sobre él. Cosas sobre infidelidad, inventando historias de que está saliendo con otras personas, incluso se ha dicho que ha causado problemas en el equipo de baloncesto. Nada de eso es verdad, pero ya sabes cómo son los rumores. Se esparcen rápido y todos están disfrutando de ellos.
Hao frunció el ceño, molesto.
—¿Y quién está detrás de todo eso? —preguntó con frialdad.
—Precisamente, necesito su ayuda para averiguarlo —dijo, inclinándose un poco hacia ellos.
Taerae frunció el ceño, inclinándose un poco hacia adelante también.
—¿Cómo vamos a hacer eso? —preguntó.
Matthew sonrió de manera cómplice, sus ojos brillando con determinación.
—La cosa es que, como muchos ya saben que soy el novio de Gunwook, no me dirán nada directamente. No van a hablar de los rumores frente a mí. Pero ustedes dos... Ustedes no están involucrados en todo esto. Si se mezclan un poco, podrían averiguar quién los empezó.
Hao soltó una carcajada suave, inclinando la cabeza hacia un lado.
—¿Así que quieres que nosotros hagamos de detectives? —preguntó, su tono juguetón—. Esto suena como una misión imposible.
Matthew se encogió de hombros, sonriendo de manera despreocupada.
—¿Misión imposible? Tal vez. Pero sé que podemos hacerlo —respondió con confianza.
Hao, después de un momento de reflexión, finalmente asintió.
—Está bien. Me apunto. Me parece entretenido —dijo, sonriendo de lado.
Taerae miró a Hao con resignación antes de suspirar.
—Supongo que no tengo elección si Hao ya aceptó —dijo, aunque en el fondo estaba decidido a ayudar también—. Pero ¿cómo vamos a empezar?
Matthew se inclinó hacia adelante, su sonrisa volviéndose más seria.
—Escuchen, lo importante es que empiecen por las personas que pertenecen a la facultad de Gunwook. Tal vez alguno de ellos ha escuchado algo o incluso lo haya dicho sin pensarlo. Tienen que escuchar, observar y no dejar que sospechen que están investigando.
Antes de que pudieran seguir planificando, la puerta del departamento se abrió y Jiwoong entró, los miró con curiosidad mientras se ajustaba la corbata.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, levantando una ceja.
Hao se levantó rápidamente con una gran sonrisa en su rostro, extendiéndole la mano a Jiwoong.
—Un gusto, me llamo Hao —dijo con confianza—. Y me gustaría trabajar en tu empresa.
Matthew y Taerae no pudieron evitar soltar una carcajada al ver la confusión en el rostro de Jiwoong. Jiwoong estrechó la mano de Hao lentamente, aún sin entender del todo la situación.
—¿Mi empresa...? —preguntó, desconcertado por la declaración de Hao.
Matthew, tratando de contener la risa, se levantó del sofá y le dio un pequeño beso de bienvenida a Jiwoong.
—Ignoralo, solo está bromeando —dijo entre risas.
Jiwoong sonrió, sacudiendo la cabeza mientras miraba a los tres con una mezcla de diversión y cansancio.
—Debería haberlo imaginado. Siempre que están ustedes dos, pasan cosas extrañas —dijo, refiriéndose a Matthew y Taerae.
—Eh, ¿qué te hace pensar eso? —respondió Matthew con una sonrisa traviesa.
La habitación se llenó de risas, pero en el fondo, todos sabían que tenían una misión importante. Resolver el misterio detrás de los rumores que tanto daño le habían causando a Gunwook era su prioridad, y estaban decididos a lograrlo.
Hao y Taerae se tomaron la misión en serio desde el principio. Durante los días siguientes, fueron discretamente preguntando a los compañeros y amigos de Gunwook, siempre con una sonrisa y una actitud relajada, tratando de no levantar sospechas. Finalmente, después de seguir varias pistas y de algunas conversaciones sospechosas, lograron obtener el nombre del culpable.
Ansiosos por compartir su descubrimiento, fueron directamente al departamento donde Matthew los estaba esperando. Apenas cruzaron la puerta, Hao soltó la noticia.
—Lo encontramos. El que está detrás de los rumores es un chico de la carrera de Gunwook —anunció con seguridad, mirando a Matthew—. Se llama Dongwon.
La reacción de Matthew fue inmediata. Se levantó del sofá con furia reflejada en sus ojos, apretando los puños.
—¡Pequeño renacuajo! —exclamó con indignación, su voz llena de frustración.
Hao lo miró, sorprendido por la intensidad de la reacción.
—¿Lo conoces? —preguntó con curiosidad.
Matthew asintió rápidamente, su rostro aún tenso.
—Sí, lo conozco. Es un chico que ha estado enamorado de Gunwook desde hace tiempo —respondió con un toque de desdén en su voz—. Aunque parece que no está tan enamorado ahora.
Jiwoong, que estaba en el comedor trabajando, levantó la mirada al escuchar la conversación. Sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras intervenía.
—Dongwon... —murmuró pensativo—. Siempre que iba a recoger a Gunwook, él estaba cerca. Creo que me vio más de una vez cuando Gunwook subía a mi auto.
Taerae, que había estado escuchando atentamente, se cruzó de brazos y frunció el ceño, considerando la información.
—Parece que esto es una especie de venganza —comentó—. Tal vez fue porque Gunwook lo rechazó indirectamente, y ahora está tratando de arruinar su reputación por despecho.
Matthew parecía a punto de estallar de rabia. Los rumores habían afectado muchísimo a Gunwook, y ahora saber que todo había comenzado por un rechazo lo hacía aún más injusto. Dio un paso hacia la ventana, respirando hondo para calmarse.
—No puedo creer que alguien sea tan cruel solo por no conseguir lo que quiere —dijo Matthew, con la voz temblando de enojo.
Jiwoong, que había estado observando la reacción de Matthew, se levantó y caminó hacia él. Con un gesto firme, le puso una mano en el hombro.
—Lo resolveremos —dijo en voz baja—. Dongwon no va salirse con la suya.
Hao asintió lentamente.
—Hay que pensar bien cómo confrontarlo. No podemos darle la oportunidad de victimizarse o empeorar las cosas para Gunwook.
Matthew apretó los labios, su furia aún evidente, pero asintió ante las palabras de Jiwoong y Hao. Sabía que actuar con impulso podría causar más problemas, y lo último que quería era empeorar la situación para Gunwook.
—Está bien... —dijo, más calmado ahora, aunque aún con la mandíbula tensa—. Pero no voy a permitir que siga haciendo esto.
Taerae asintió. —¿Qué planeas hacer?
Matthew miró a todos con una renovada determinación. Sabía que contaba con el apoyo de sus amigos y que juntos encontrarían la forma de proteger a Gunwook de la injusticia que estaba enfrentando. No permitiría que alguien como Dongwon arruinara la vida de una persona tan importante para él.
Matthew, con una sonrisa confiada y un brillo en los ojos, respondió.
—Parece que es hora de que regrese a la universidad —dijo con una determinación que sorprendió a todos en la habitación.
Taerae parpadeó, perplejo.
—¿Qué? ¿Tú? ¿Volver a la universidad? —preguntó, incrédulo.
Hao se cruzó de brazos, una sonrisa divertida asomándose en su rostro.
—Tu tobillo se recupero en el mejor momento —comentó, ya anticipando la situación que se avecinaba.
Matthew no perdió tiempo. En los días siguientes, fue a la facultad de Gunwook con un solo objetivo en mente: confrontar a Dongwon. Sabía que el chico debía ser enfrentado, y esta vez lo haría con una estrategia que, aunque simple, sería efectiva.
El día señalado llegó, y Matthew caminaba por los pasillos de la facultad con paso firme. La gente lo miraba mientras pasaba, susurrando, pero Matthew estaba enfocado. Sabía dónde encontrar a Dongwon.
Finalmente, lo vio. Dongwon estaba sentado en una de las bancas cerca de los jardines, con una expresión despreocupada, como si nada de lo que había hecho importara. Matthew se acercó sin rodeos, deteniéndose frente a él.
—Sé que tú iniciaste los rumores sobre Gunwook —dijo Matthew con una voz firme y controlada.
Dongwon levantó la mirada, fingiendo sorpresa y confusión.
—No sé de qué estas hablando —respondió con una sonrisa cínica, intentando evadir la confrontación.
Matthew no se dejó engañar. Se cruzó de brazos y lo miró con una expresión fría.
—No te hagas el desentendido. Sé que tú eres quien empezó los rumores sobre Gunwook. Lo haces porque nunca te ha correspondido, ¿verdad? Porque te rechazó. —Matthew presionó, sus palabras teñidas de verdad y desafío.
Esa última frase fue suficiente para romper la fachada de indiferencia de Dongwon. Su rostro se tensó, y antes de poder controlarse, explotó.
—¿Y qué? —dijo, su rostro enrojecido por la rabia—. ¡Gunwook nunca me quiso! ¡Siempre me rechazó, y ahora nadie le cree a él!
Las palabras de Dongwon resonaron en el aire, y la furia en su voz dejaba claro lo profundo de su resentimiento. Dongwon se dio cuenta tarde de su error, y con una mirada de pánico miró a su alrededor para asegurarse de que nadie lo había escuchado, se levantó y se fue rápidamente, dejando a Matthew solo.
Justo en ese momento, Jiwoong salió de su escondite detrás de una columna cercana, con su teléfono en la mano y una sonrisa de satisfacción en su rostro.
—Lo tengo —dijo, mostrándole la pantalla a Matthew—. La grabación.
Matthew lo miró, y sin poder contenerse, lo abrazó con fuerza, riendo con alivio.
—¡No puedo creer que tu plan cliché haya funcionado! —exclamó Matthew, besando a Jiwoong en los labios.
Jiwoong sonrió, devolviéndole el beso, y luego añadió.
—Siempre funciona en las películas. ¿Por qué no aquí también?
Matthew rió mientras le daba una palmadita en la espalda.
—Gracias por ser parte de esto, hyung. Esto le dará a Gunwook lo que necesita para limpiar su nombre.
Con la confesión grabada, sabían que el fin de los rumores estaba cerca, y que Gunwook finalmente podría sentirse en paz nuevamente.
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Gunwook sintió cómo su corazón se llenaba de alivio y felicidad cuando su entrenador le informó que los rumores habían terminado. No pudo contener la sonrisa que se extendía por su rostro, sus pasos ligeros mientras corría hacia el departamento.
Ricky le había dicho que Matthew y Jiwoong habían conseguido una grabación en la que Dongwon confesaba todo, y que se la habían entregado para que Gyuvin y Junhyeon se encargaran de difundirla. Gracias a ellos, todo el malentendido había llegado a su fin.
Cuando llegó al departamento, Gunwook apenas pudo contener su emoción. Abrió la puerta rápidamente, y lo primero que vio fue a Matthew y Jiwoong en la cocina, riendo juntos mientras preparaban algo. La calidez de la escena lo hizo detenerse por un momento, pero no pudo resistirse mucho más.
Sin pensarlo, corrió hacia ellos, lanzándose a sus brazos. Rodeó a ambos con un abrazo apretado, riendo de pura felicidad.
—¡Gracias! —exclamó, su voz llena de gratitud—. ¡De verdad, gracias!
Matthew, con una risa suave, le devolvió el abrazo.
—Parece que ya te enteraste —dijo, su tono lleno de satisfacción.
Gunwook asintió con entusiasmo, aún abrazándolos, sintiendo el calor de ambos y la seguridad de tenerlos allí. Miró a Jiwoong, quien le sonrió con ternura antes de acariciar suavemente su mejilla, un gesto lleno de afecto.
—Me alegra de que estés bien —dijo Jiwoong, su voz llena de sinceridad.
Gunwook sintió cómo se sonrojaba, sus mejillas ardiendo mientras se inclinaba instintivamente hacia Matthew, dándole un beso agradecido en los labios. Sin embargo, justo después, su mirada se desvió hacia Jiwoong, y por un momento, un impulso extraño pasó por su mente: quería hacer lo mismo con él.
Pero no lo hizo. En lugar de eso, simplemente sonrió, su corazón rebosante de alegría. En ese momento, no importaba lo demás. Lo que importaba era que estaba rodeado de personas que lo amaban, que lo apoyaban, y que habían estado allí para él cuando más lo necesitaba.
Matthew lo miró con una sonrisa.
—No te preocupes, lo hicimos por ti. No tenías que agradecernos con besos... aunque no me quejo.
Gunwook rió, aliviado, y se sintió increíblemente afortunado de tener a Matthew y Jiwoong a su lado, como dos pilares que lo sostenían en sus momentos más difíciles.
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Gunwook estaba sentado en una de las bancas del gimnasio, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en algún punto del suelo. Su mente era un caos, llena de pensamientos entrelazados que lo agotaban sin cesar. La presión en su cabeza aumentaba, como si los pensamientos se acumularan uno tras otro sin dejar espacio para el silencio. Era un ruido interno que no podía apagar.
—¿Vas a quedarte ahí pensando todo el día? —La voz de Ricky lo sacó de su trance. Estaba parado frente a él, secándose el sudor con una toalla, sus músculos tensos después de una serie de ejercicios. Ricky levantó una ceja, su expresión burlona. —Puedo escucharte pensar desde aquí.
Gunwook lo miró, intentando forzar una sonrisa.
—No estoy pensando en nada —respondió, su voz más débil de lo que esperaba.
—Tu cara dice todo lo contrario.
Desde que Matthew se había lesionado, Ricky había sido su compañero de gimnasio. Aunque al principio había odiado la idea de levantarse temprano, hacer ejercicio y sudar, había terminado por encontrarle el gusto, algo que ni él mismo esperaba.
Gunwook suspiró. A pesar de que Matthew ya estaba mejor, preferían que no hiciera esfuerzo innecesario. Eso significaba que Gunwook y Ricky pasaban más tiempo juntos en el gimnasio, y aunque Ricky era un compañero confiable, no era lo mismo sin Matthew.
Ricky se acercó a Gunwook con una sonrisa traviesa en el rostro, y antes de que Gunwook pudiera reaccionar, le lanzó la toalla que había usado para secarse el sudor de la frente. La toalla cayó sobre la cabeza de Gunwook, quien rápidamente la apartó de su cara, haciendo una mueca de disgusto.
—¡Ricky, en serio! —Gunwook se quejó, lanzando la toalla de vuelta. Ricky solo se rió, divertidísimo con la reacción de su amigo.
—Vamos, hombre, deja de arrugar la cara. ¿Qué pasa contigo hoy? —preguntó Ricky mientras se sentaba a su lado en el banco. —Has estado raro toda la mañana.
Gunwook suspiró, sabiendo que no podría evitar la conversación por más tiempo. Abrió la boca para responder, pero las palabras parecían quedarse atascadas en su garganta. Miró al suelo, inseguro de cómo empezar.
Ricky lo observó con una mezcla de paciencia y curiosidad.
—Vaya, parece que es serio —comentó, apoyando los codos sobre sus rodillas y esperando que Gunwook hablara. —¿Qué está pasando?
Gunwook se revolvió el cabello, frustrado.
—Es... Jiwoong hyung —dijo finalmente. —Creo que me está evitando.
Ricky frunció el ceño, sorprendido.
—¿Jiwoong? ¿Por qué dices eso? Hace poco me dijiste que estaba coqueteando contigo.
—Lo sé —Gunwook asintió con una pequeña risa amarga. —Eso pensé al principio. No lo sé, no le presté tanta atención, pero de repente, todo cambió. Ahora se está alejando de mí.
Ricky lo miró con incredulidad, procesando la información. —Espera, ¿quieres decir que de un día para otro dejó de coquetear? ¿Así de la nada?
Gunwook asintió, aún confundido. —Sí, no... no lo sé, pensé que había sido un malentendido, se alejó durante unos días pero volvió a la normalidad, aunque recientemente siento que se está alejando de nuevo —Gunwook negó con la cabeza. —Al principio pensé que tal vez estaba ocupado o algo, pero ha pasado suficiente tiempo como para que me dé cuenta de que no es solo eso. No sé qué pasó. Ni siquiera estoy seguro de si hice algo mal.
Ricky se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Gunwook había dicho. Luego, soltó un suspiro y se acercó un poco más a Gunwook con la expresión seria.
—Entonces, ¿cómo te hace sentir esa distancia que está poniendo Jiwoong entre ustedes? —preguntó, sin rodeos, intentando sacar la verdad de su amigo.
Gunwook abrió la boca, pero al principio solo salió un suspiro. Luego comenzó a hablar, pero sus palabras parecían atropellarse unas con otras.
—Bueno, no sé, es... raro. Me siento un poco... herido, creo. Como si no me tuviera tanta confianza o como si no... sé, como si ya no le interesara estar cerca de mí. Y luego, claro, empecé a pensar que tal vez es mi culpa. No le he preguntado mucho sobre su vida, ¿sabes? Tal vez por eso dejó de acercarse a mí. No somos tan cercanos como antes porque no le presté suficiente atención...
Antes de que pudiera continuar con su divagación, Ricky suspiró profundamente, frustrado. En un movimiento rápido, le puso la mano en la boca a Gunwook, deteniéndolo.
—Cállate un segundo —le dijo, con una mezcla de irritación y paciencia. Gunwook, sorprendido, solo asintió con los ojos abiertos.
Ricky retiró la mano lentamente y lo miró a los ojos.
—¿Has pensado en por qué te sientes tan confundido? Primero pensaste que Jiwoong te estaba coqueteando, y luego te dolió cuando pensaste que te estaba evitando. ¿Por qué crees que eso te afecta tanto?
Gunwook parpadeó, desconcertado por la pregunta. —No lo sé... supongo que pensé que éramos amigos, y no quiero perder eso.
Ricky arqueó una ceja. —¿Solo amigos? Porque, honestamente, no pareces simplemente molesto como si fuera un amigo que te está evitando. Parece que hay algo más que no estás diciendo.
Gunwook abrió la boca para protestar, pero las palabras no salieron. Ricky había tocado un punto sensible, y aunque no quería admitirlo, había algo más profundo en sus emociones que iba más allá de la amistad. El hecho de que Jiwoong hubiera estado tan cercano y luego distante lo había afectado más de lo que quería aceptar.
Ricky se cruzó de brazos, esperando que Gunwook procesara lo que había dicho. —Solo digo que tal vez deberías pensar más en cómo te sientes realmente, y no solo en lo que crees que deberías sentir.
Gunwook se quedó en silencio por un momento, intentando descifrar sus propios pensamientos.
Gunwook negó con fuerza, apretando los labios. No quería pensar en eso. No quería profundizar, porque sabía que cuando lo hacía, el caos emocional que siempre intentaba mantener a raya empezaría a desbordarse. Gunwook era un desastre cuando se trataba de emociones. Sentía todo con una intensidad abrumadora, desde la tristeza más pequeña hasta la felicidad más simple. Era sensible, y lo sabía. Las lágrimas siempre estaban a flor de piel, y aunque muchos no lo sabían, Gunwook era un llorón en privado. Se emocionaba con facilidad, amaba con todo su ser y se alegraba por las cosas más pequeñas.
Pensar en Jiwoong le asustaba más de lo que podía soportar.
Ricky lo miraba, esperando que Gunwook finalmente dejara salir lo que estaba conteniendo, pero el silencio se alargaba. Gunwook apretó los puños, mirando al suelo, intentando contenerse.
—No quiero pensar en eso —dijo en voz baja, casi en un susurro. —Si pienso demasiado, voy a darme cuenta de cosas que no sé cómo manejar.
Ricky suspiró, sabiendo lo terco que podía ser su amigo cuando se trataba de sus propios sentimientos. —Gunwook, sé que estás tratando de protegerte, pero no puedes evitarlo para siempre.
Gunwook negó con la cabeza, apretando los dientes. No iba a ceder. No quería. Pensar en Jiwoong, en lo que podría estar sintiendo, lo asustaba. ¿Qué pasaría si descubría algo que no podía controlar? Algo que cambiara todo entre ellos. Y peor aún, algo que pudiera herir a Matthew en el proceso.
Ricky, al ver que Gunwook no iba a ceder, sacudió la cabeza.
—Mira —dijo mientras ponía una mano sobre su hombro —Jiwoong no es del tipo que haría algo si no le importara. ¿Te acuerdas de cómo te ayudó con esos rumores? Nadie lo obligó, lo hizo porque te aprecia. Si no le importaras, ni siquiera se habría molestado en aclararlos.
Gunwook levantó la mirada, sorprendido por las palabras de Ricky. Era cierto, Jiwoong había dado la cara por él en momentos complicados, había estado ahí, ayudándolo sin dudar. Pero aún así... el miedo a lo que significaba ese aprecio seguía ahí.
—Solo piénsalo —dijo Ricky, dándole una palmada final en el hombro. —A veces, no todo es tan complicado como lo hacemos en nuestra cabeza.
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Gunwook decidió posponer sus pensamientos a pesar de lo que dijo Ricky. Estuvo tan ocupado con sus exámenes y sus entrenamientos que en realidad no tuvo que fingir que no tenía tiempo para pensar. Los entrenamientos sobre todo estaban consumiendo toda su atención y energía, la temporada estaba por iniciar y Gunwook no podía dejar de emocionarse.
Gunwook estaba lleno de entusiasmo mientras les contaba a Matthew y Jiwoong la noticia.
—Tendré mi primer partido de la temporada la próxima semana —dijo con una sonrisa—. Me encantaría que estuvieran ahí.
Matthew, que estaba sentado en el sofá, parpadeó sorprendido. Antes, Gunwook siempre lo invitaba solo a él, y si Jiwoong iba, solía ser porque Matthew se lo pedía. Pero esta vez, Gunwook los había invitado a ambos, como si los tres fueran parte de algo más grande, como si Jiwoong ahora fuera tan importante como Matthew en su vida.
Matthew no pudo evitar sonreír con ternura y se levantó rápidamente para abrazarlo con fuerza.
—¡Por supuesto que estaré ahí! —exclamó, su energía contagiando a Gunwook—. Gritaré tu nombre a todo pulmón y apostaré por tu equipo. ¡Voy a hacer que todos sepan que eres el mejor en la cancha!
Gunwook se rió ante la imagen de Matthew alentándolo con tanta energía. Se inclinó y lo tomó por la cintura, acercándolo lo más que podía, y le dio una lluvia de besos en los labios y las mejillas.
—Sabía que podría contar contigo, hyung —susurró Gunwook.
Pero luego, Gunwook volteó su atención hacia Jiwoong, que estaba observándolos desde la cocina con una suave sonrisa. La esperanza brillaba en los ojos de Gunwook cuando preguntó.
—¿Vendrás también, Jiwoong hyung?
Por un instante, Gunwook pudo ver la duda en los ojos de Jiwoong. Y cuando finalmente respondió, lo hizo con una sonrisa triste.
—Lo siento, pero no podré. Tengo trabajo ese día, y no creo que pueda salir a tiempo.
Gunwook sintió cómo su propia sonrisa vacilaba, el golpe inesperado de la decepción golpeándolo en el pecho. Pero, con el control que había aprendido a tener, fingió que no lo afectaba. No quería que Jiwoong se sintiera mal por eso.
—Oh, claro... lo entiendo —dijo Gunwook, tratando de mantener la voz ligera—. El trabajo es importante.
Matthew, que aún estaba abrazado a Gunwook, notó el cambio sutil en su tono y la ligera tensión en su cuerpo. Jiwoong suspiró y dio un paso hacia ellos, colocando una mano en el hombro de Gunwook.
—Voy a hacer lo posible por estar ahí, pero no quiero prometer algo que no pueda cumplir —dijo suavemente—. Pero sé que vas a hacerlo increíble, con o sin mí en las gradas.
Gunwook asintió, forzando una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Gracias, hyung... de verdad lo aprecio.
Pero por dentro, Gunwook no podía evitar sentir ese pequeño vacío, el deseo de ver a ambos en su partido, animándolo juntos. Aunque intentaba no darle importancia, el hecho de que Jiwoong no pudiera asistir lo afectaba más de lo que quería admitir.
Sin embargo, Matthew estaba a su lado, y eso le daba consuelo. Sabía que al menos uno de ellos estaría allí gritando su nombre, apoyándolo con todo el corazón. Y por ahora, eso sería suficiente.
El día del partido finalmente llegó, y las gradas estaban llenas de estudiantes emocionados, amigos, y familiares que habían venido a apoyar a sus respectivos equipos. Los gritos y aplausos resonaban en toda la cancha, creando una energía electrizante que vibraba en el aire.
Gunwook, con su uniforme puesto y una mirada decidida, estaba concentrado en su equipo, dando las últimas indicaciones sobre las jugadas. Al otro lado de la cancha, el capitán del equipo contrario, alguien con quien Gunwook había competido varias veces antes, lo saludó con una sonrisa.
Decidido a acercarse, Gunwook comenzó a caminar hacia el centro de la cancha. Pero justo cuando estaba a mitad de camino, algo, o mejor dicho, alguien, se interpuso en su trayectoria.
Matthew.
Gunwook se detuvo en seco. Allí estaba Matthew, de pie en medio de la cancha, luciendo más increíble que nunca. Su cabello rubio brillaba bajo las luces del gimnasio, su rostro ligeramente maquillado y sus mejillas rosadas por la emoción. Pero lo que más capturó la atención de Gunwook fue la camisa que llevaba puesta. Era la del equipo de baloncesto de Gunwook, con el número 1 estampado en la espalda y el nombre de Gunwook debajo.
Por un segundo, Gunwook se quedó inmóvil, simplemente admirándolo, sintiendo cómo su corazón se llenaba de amor. Matthew siempre lo sorprendía de alguna manera, pero esta vez... era perfecto.
Sin poder evitarlo, Gunwook dio unos pasos más, cerrando la distancia entre ellos, y en un impulso, lo levantó en brazos, como si Matthew pesara menos que una pluma. Matthew soltó una risa encantada, sus ojos brillando con felicidad mientras se aferraba al cuello de Gunwook.
—¡Sabía que te gustaría la sorpresa! —dijo Matthew entre risas, sus labios curvándose en una sonrisa juguetona.
Gunwook no pudo resistir más. En ese momento, todo lo demás desapareció. Todo lo que importaba era Matthew. Con cuidado, lo inclinó hacia él y lo besó. El beso fue suave y lento, pero lleno de una ternura tan intensa que hizo que Matthew cerrara los ojos y se entregara al momento.
La multitud en las gradas estalló en aplausos y silbidos, pero Gunwook apenas los escuchó. Estaba completamente inmerso en la sensación de tener a Matthew en sus brazos, de compartir ese momento con él, allí, en el centro de todo.
Cuando finalmente se separaron, Gunwook sonrió, todavía sosteniéndolo firmemente entre sus brazos.
—Eres increíble, ¿lo sabes? —susurró Gunwook, sus ojos reflejando todo el amor que sentía.
Matthew sonrió, sus ojos llenos de brillo.
—Lo soy, porque tengo a alguien como tú —respondió suavemente, acariciando la nuca de Gunwook con sus dedos.
Era una escena perfecta, romántica y preciosa, como sacada de un sueño. Gunwook no pudo evitar escuchar los chiflidos y las risas cómplices de sus compañeros de equipo cuando bajó a Matthew con cuidado, sus manos aún firmemente sujetas a su cintura. A pesar del escándalo a su alrededor, Gunwook mantenía una sonrisa tranquila mientras miraba a Matthew.
—Buena suerte —le deseó Matthew con una sonrisa traviesa, inclinándose hacia él para susurrarle algo al oído—. Y si ganas, te dejaré follarme.
El rubor en el rostro de Gunwook fue inmediato, subiendo por su cuello y tiñendo sus mejillas de un rojo brillante. Apretó suavemente la cintura de Matthew, inclinándose un poco más hacia él mientras susurraba.
—No te preocupes. Ganaré.
Matthew soltó una pequeña risa, encantado con la reacción de Gunwook, antes de apartarse y darle un último beso rápido en los labios. Luego, se alejó hacia las gradas, mientras Gunwook se preparaba para el partido con una determinación renovada.
El árbitro dio el silbatazo inicial, y el partido comenzó. Desde el primer minuto, Gunwook jugó con toda su energía y habilidad. Hacía pases precisos, lideraba al equipo con confianza, y se mantenía concentrado en la estrategia que habían planeado. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el partido no iba a ser fácil. El equipo contrario estaba bien preparado y era rápido en sus movimientos, interceptando varios pases y presionando a Gunwook constantemente.
La dificultad del partido solo aumentaba a medida que avanzaban los minutos. Gunwook sentía la presión en cada pase, en cada drible, pero eso no lo detenía. Con cada bloqueo, con cada caída, volvía a levantarse más determinado. Su mente volvía constantemente a la promesa de Matthew, y eso lo mantenía enfocado. No solo quería ganar por su equipo, sino también por esa dulce recompensa que lo esperaba al final.
La tensión en la cancha era palpable, los puntos estaban muy igualados y cada jugada contaba. Gunwook gritaba órdenes a sus compañeros, los dirigía con precisión, pero el sudor corría por su frente mientras el tiempo seguía corriendo. A pesar de todo, no cedía. Siguió peleando, sus ojos siempre buscando una apertura, una oportunidad.
Cuando finalmente llegó esa oportunidad, con los segundos contados, Gunwook tomó el balón y esquivó a dos jugadores contrarios. Con una mirada decidida y el eco de las palabras de Matthew aún resonando en su mente, lanzó el balón con todas sus fuerzas hacia la canasta.
El gimnasio entero contuvo la respiración.
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Jiwoong miraba ansiosamente el reloj, sintiendo cómo cada segundo se alargaba más de lo normal. Sabía que el partido de Gunwook ya había comenzado, pero todavía estaba en su departamento, luchando contra sus propios pensamientos. Había decidido dar un paso atrás con Gunwook, poner una distancia entre ellos, pero su corazón seguía anhelando tenerlo cerca. No podía ignorar cómo se aceleraba su pulso cada vez que pensaba en él, y ahora, mientras el reloj avanzaba, ese mismo pulso lo empujaba a tomar una decisión.
Se mordió los labios, su mirada perdida en el suelo. No sabía si era lo correcto ir al partido. ¿Y si su presencia solo lo confundía más? Jiwoong había intentado mantenerse al margen, pero por más que lo intentara, no podía borrar los sentimientos que había empezado a desarrollar por Gunwook. Y no eran solo las sonrisas compartidas o las miradas casuales, sino ese calor que sentía cada vez que Gunwook estaba cerca.
Matthew le había dicho que fuera, que no tenía que significar nada a menos que él lo quisiera. Había algo en la ligereza de las palabras de Matthew, en esa tranquilidad que le transmitía, que lo hizo sentir como si todo fuera mucho más simple de lo que su mente había estado creando. No tenía por qué ser tan complicado. Podía ir y disfrutar del partido, apoyar a Gunwook sin sobrepensar las cosas.
Antes de que se diera cuenta, su cuerpo se movió por sí solo. Se levantó, agarró sus llaves y salió del departamento. Condujo lo más rápido que pudo hacia la universidad, su corazón latiendo con fuerza. A medida que se acercaba al gimnasio, sentía su respiración acelerarse, pero no solo por la carrera, sino por los nervios que lo invadían.
Corrió hasta la entrada del gimnasio, el aliento desordenado y el cabello revuelto por el viento. Se detuvo por un segundo, mirando la multitud, intentando encontrar una figura familiar. Y ahí, al frente, estaba Matthew. Sus ojos lo vieron de inmediato, y una sonrisa radiante apareció en su rostro. Los ojos de Matthew brillaban con alegría al verlo, como si hubiera estado esperando exactamente ese momento.
Jiwoong se acercó, sintiendo el alivio de haber tomado la decisión correcta. Matthew lo recibió con un abrazo fuerte, cálido, como si no hubiera nada más en el mundo que importara en ese instante. Jiwoong cerró los ojos, permitiéndose disfrutar del abrazo, sintiendo cómo su ansiedad disminuía lentamente.
—Sabía que vendrías —susurró Matthew, su tono lleno de satisfacción—. Te estaba esperando.
Jiwoong sonrió, todavía con los brazos rodeando a Matthew. Tal vez estar aquí no era tan complicado después de todo.
El sonido de los vítores resonaba en todo el gimnasio mientras el equipo de Gunwook celebraba la victoria. El marcador final indicaba un partido cerrado, pero ellos habían salido triunfantes. Gunwook no podía contener la sonrisa que se dibujaba en su rostro. Había jugado con todo lo que tenía, impulsado por el deseo de ganar, no solo por su equipo, sino también por quienes estaban allí apoyándolo.
Felicitó a cada uno de sus compañeros, chocando los cinco y abrazándolos mientras el ambiente se llenaba de euforia. Pero, en medio del alboroto, su mirada comenzó a buscar entre la multitud. Su primer impulso fue encontrar a Matthew, a quien había prometido la victoria, pero cuando finalmente lo vio, se llevó una sorpresa.
Matthew estaba allí, por supuesto, con su cabello rubio brillando bajo las luces y esa sonrisa encantadora que siempre lo iluminaba. Pero a su lado, como una presencia inesperada, estaba Jiwoong. Gunwook sintió su corazón latir con fuerza. Verlos a ambos ahí, juntos, esperándolo, hizo que todo lo que había sucedido en la cancha pareciera insignificante en comparación con la emoción que ahora lo envolvía.
Con pasos rápidos, se acercó a ellos, sintiendo la adrenalina aún recorriendo su cuerpo. Cuando llegó a su lado, Matthew y Jiwoong lo miraron con sonrisas que lo hicieron sentirse como el ganador más afortunado del mundo.
—¡Felicidades por ganar! —dijeron al unísono, y Gunwook no pudo evitar reír ante la sincronización.
Impulsado por la emoción del momento, Gunwook se inclinó hacia Matthew, tomando su rostro entre las manos y besándolo con una mezcla de alegría y alivio. Matthew respondió con una sonrisa contra sus labios, feliz de compartir ese momento con él.
Cuando Gunwook se separó, se volvió hacia Jiwoong, su corazón latiendo de nuevo con fuerza, pero esta vez por razones distintas. No sabía cómo proceder. Había besado a Matthew de manera natural, pero con Jiwoong, las cosas siempre parecían más complicadas, más inciertas. Jiwoong lo miraba con esa expresión tranquila, pero había algo más en sus ojos, algo que Gunwook no podía descifrar del todo.
Jiwoong se lamió los labios, como si también estuviera buscando las palabras correctas, y luego, en lugar de decir algo, levantó una mano y acarició suavemente los cabellos de Gunwook. El toque fue sencillo, pero cálido, y Gunwook sintió un nudo formarse en su garganta por la intensidad del gesto.
—Gracias por venir —le dijo Gunwook, su voz más suave de lo que había pretendido.
Jiwoong le sonrió, esa sonrisa que siempre parecía guardar más de lo que mostraba, y simplemente asintió.
Gunwook luego miró a Matthew, cuya sonrisa permanecía intacta.
—Escuché tus gritos en todo momento. Gracias por apoyarme.
Matthew soltó una pequeña carcajada y lo abrazó por la cintura.
—Te lo prometí, ¿no? —respondió Matthew, apoyando su cabeza contra el pecho de Gunwook.
Gunwook se sintió increíblemente afortunado. Había ganado el partido, pero más importante aún, tenía a las dos personas que más le importaban allí con él, compartiendo su victoria y apoyándolo en todo momento. En ese instante, supo que, sin importar las dificultades que vinieran, con Matthew y Jiwoong a su lado, podría enfrentarlo todo.
Gunwook miró a Jiwoong, con su cabello rubio se veía completamente distinto a lo que Gunwook estaba acostumbrado. El cabello negro siempre le había dado una apariencia seria, elegante, casi imponente. Pero ahora, el rubio le otorgaba una chispa juvenil, algo más liviano, y cuando sonreía, parecía un ángel. Increíblemente guapo. Demasiado guapo, pensaba Gunwook mientras sus ojos seguían clavados en él.
Miró de reojo a Matthew, que estaba a su lado, también con su cabello rubio, y no pudo evitar sonreír. Ambos eran como dos luces que resaltaban entre la multitud. Donde quiera que Gunwook mirara, siempre los encontraría.
Es gracioso, pensó, que ahora los dos sean rubios. Una sonrisa suave se dibujó en sus labios. Era como si estuvieran hechos para ser vistos de esa manera, resaltando en cualquier lugar al que fueran, destacando entre la multitud. Gunwook no se cansaba de mirarlos, y en el fondo, no podía estar más agradecido de tener a esos dos en su vida.
Mientras los observaba, notó que Matthew lo había atrapado mirándolos. Sonrió de manera traviesa y, en un susurro le dijo.
—Te gusta cómo se ve, ¿verdad?
Gunwook, sin perder la compostura, se encogió de hombros, aunque una pequeña sonrisa traicionera jugaba en sus labios.
—Ambos se ven demasiado bien para ser reales —respondió.
Matthew soltó una risita y miró a Jiwoong, quien simplemente se cruzó de brazos con una sonrisa tímida.
—No puedo creer que lograste convencerlo de hacer esto —dijo Gunwook, sus ojos aún fijos en el cabello de Jiwoong.
Matthew sonrió ampliamente, claramente satisfecho de su logro.
—¿No es el rubio lo mejor? —dijo Matthew, guiñándole un ojo a Gunwook.
Gunwook asintió, mirando a ambos. Sí, era lo mejor.
El bullicio del equipo aún resonaba en el aire cuando uno de los jugadores llamó a Gunwook desde el otro lado del campo.
—¡Gunwook, ven un segundo! —gritó con entusiasmo.
—Voy y vuelvo rápido, espérenme aquí —les dijo con un guiño.
Matthew asintió con una sonrisa traviesa en el rostro.
—No te preocupes, te esperamos —respondió mientras Jiwoong, más tranquilo, asentía con una suave sonrisa. Ambos lo observaron alejarse hacia el equipo.
Gunwook llegó hasta su compañero, intercambiando algunas palabras con él y luego charlando con los demás jugadores y entrenadores. Gunwook terminó de hablar con su equipo, intercambiando felicitaciones y risas tras la victoria. Los ánimos estaban altos, y los entrenadores le hicieron algunos comentarios positivos sobre su liderazgo en el campo. El capitán del equipo rival también lo felicitó por el buen partido, dándole un apretón de manos firme y una sonrisa sincera. Sin embargo, a pesar de la alegría compartida, Gunwook sentía en el fondo una impaciencia latente. No podía esperar para regresar junto a Matthew y Jiwoong, para compartir ese momento de triunfo con ellos.
Después de una rápida ducha en los vestidores, donde todo era risas y planes para celebrar, Gunwook se vistió apresuradamente y salió del gimnasio. Pero al llegar a las gradas, notó que la multitud ya comenzaba a disiparse. Algunos todavía celebraban en pequeños grupos, pero Matthew y Jiwoong no estaban a la vista.
Frunció el ceño ligeramente, mirando alrededor, buscando sus cabellos rubios entre los asistentes restantes. El gimnasio, que había estado lleno de vida y energía hace solo un rato, ahora se vaciaba lentamente, dejando una atmósfera tranquila.
Gunwook caminó hacia la salida del gimnasio, con la esperanza de encontrarlos afuera. Mientras se acercaba a las puertas, la brisa fresca de la noche lo recibió. El aire frío hizo que su piel se estremeciera, pero la sensación de no ver a Matthew ni a Jiwoong le produjo una punzada de inquietud. Ellos le habían dicho que lo esperarían, pero ahora no había rastro de ellos.
Decidió caminar más allá de la entrada principal, sus ojos escaneando el estacionamiento y los alrededores. Quizás habían decidido esperar en algún rincón tranquilo o tal vez estaban cerca de los autos. Gunwook no podía evitar sentir un ligero nudo en el estómago. Quería compartir este momento de victoria con ellos, más que con nadie.
Aceleró el paso, y entonces escuchó voces elevadas. Frunció el ceño, su corazón se aceleró, y comenzó a caminar más rápido hacia las voces.
Al llegar, se dio cuenta de que dos tipos al azar estaban gritandoles con gestos agresivos a Matthew y a Jiwoong. Uno de ellos, con una expresión despectiva en el rostro, apuntaba hacia Matthew.
—Un gay como Gunwook no debería ser el capitán del equipo —gritaba uno, mientras su amigo se burlaba—. Además Gunwook te es infiel, ¿no? No puedes confiar en nadie, ¿verdad?
Gunwook sintió su cuerpo tensarse al escuchar esas palabras. Un calor incómodo se arremolinó en su pecho, pero antes de que pudiera intervenir, vio cómo Matthew y Jiwoong mantenían una calma absoluta. No había rastro de miedo ni duda en sus rostros.
—¿Por qué no se preocupan por sus propios asuntos? —dijo Jiwoong con una sonrisa sarcástica, sus ojos brillando con una confianza fría.
Matthew, por su parte, simplemente se cruzó de brazos y miró a los dos tipos con una expresión de lástima.
—Si lo único que tienen para hacer es gritar tonterías, tal vez deberían buscar algo más productivo en sus vidas —añadió Matthew, manteniendo su voz firme, pero sin elevarla.
Los dos tipos parecieron quedarse sin palabras por un momento, incómodos por la falta de reacción emocional que habían buscado provocar. Se miraron entre sí, resoplando, pero sin argumentos reales para continuar.
—No valen la pena —dijo uno de ellos finalmente, antes de dar media vuelta junto a su amigo y alejarse, frustrados por no haber obtenido la reacción que esperaban.
Cuando desaparecieron de la vista, Gunwook dejó escapar un suspiro de alivio y se acercó rápidamente a Matthew y Jiwoong. Sin decir una palabra, tomó la mano de ambos, entrelazando sus dedos con los suyos. Matthew lo miró sorprendido, pero sonrió de inmediato, mientras Jiwoong le dedicaba una mirada cálida y tranquila.
—Gracias por mantener la calma —dijo Gunwook—. No puedo creer que aún haya gente así, pero... ustedes no dejaron que les afectara.
Jiwoong soltó una leve risa, sacudiendo la cabeza.
—Siempre habrá personas que intenten derribar a los demás con sus prejuicios. Pero no tenemos por qué permitirlo.
Matthew, con su habitual actitud despreocupada, añadió. —No te preocupes, Gunwookie. No importa lo que digan, sabemos lo que realmente importa. Nosotros.
Gunwook sonrió, apretando las manos de ambos. Se sentía afortunado de tenerlos a su lado. Mientras los alejaba de la escena, decidió que no permitiría que ese momento arruinara la felicidad que sentía tras el partido.
—El equipo va a celebrar en un restaurante —dijo Gunwook con una sonrisa mientras caminaban juntos—. Quiero que vayan conmigo. Será nuestra forma de terminar bien esta noche.
Matthew y Jiwoong asintieron, y mientras caminaban juntos, Gunwook sintió que todo volvía a su lugar.
Mientras Gunwook camina, siente la mano suave y pequeña de Matthew, y no puede evitar sonreír. Se siente increíblemente afortunado de tener a alguien como él a su lado. Su corazón revolotea al recordar todas las veces que Matthew ha salido en su defensa, la forma en que siempre lo apoya, sin dudarlo ni un segundo. Matthew es perfecto, con esa intensidad tan suya, con esa lealtad y valentía que lo hacen único. Es hermoso. Tan brillante y tan lleno de vida, siempre dispuesto a compartir esa luz que posee, y Gunwook siente un orgullo inmenso al saber que es suyo, que Matthew es su novio.
La calidez que siente crece cuando recuerda cómo Matthew lo ha defendido de los rumores, cómo ha enfrentado las críticas en su lugar, sin permitir que nadie lo lastime. A su lado, Gunwook siempre se siente cuidado, valorado y respetado. El mundo se vuelve un lugar mucho menos intimidante cuando Matthew está con él, con esa sonrisa que parece capaz de alejar cualquier oscuridad, con esas palabras que siempre lo reconfortan.
Pero entonces, su mirada se deslizó hacia su otra mano, la que sostenía la de Jiwoong. Era una mano completamente distinta: grande, con dedos largos y ligeramente callosos. A diferencia de la delicadeza de Matthew, la mano de Jiwoong le transmitía seguridad de una manera diferente, como si esas manos estuvieran hechas para sostener el mundo, y de alguna forma, también sostenerlo a él.
Gunwook alzó la mirada y se encontró con el rostro sereno de Jiwoong. Su corazón empezó a latir aún más rápido, pero no por la emoción del momento, sino por algo mucho más profundo. En ese instante, todo empezó a tener sentido.
Todo parecía encajar finalmente, como si las piezas de un rompecabezas se alinearan en un momento de absoluta claridad. Gunwook lo entendía ahora, con cada sonrisa que Jiwoong le dedicaba, con cada gesto y cada mirada. La felicidad que Jiwoong le daba era algo profundo y sólido, algo que no podía negar. Esa felicidad nacía de cada risa compartida, de cada momento en el que, sin razón aparente, sentía el impulso de inclinarse y besarlo, como si su corazón le suplicara por el contacto, por la cercanía.
Recordó la tristeza inexplicable que lo invadía cada vez que Jiwoong no estaba cerca, esa sensación de vacío que solo desaparecía cuando lo tenía de regreso. Y también, cómo tenía ese sentimiento mucho más exitante cuando imaginaba a Jiwoong descubriéndolos, en aquellos momentos dónde Gunwook tomaba a Matthew. Era un pensamiento que lo avergonzaba, pero que no podía evitar, como si en el fondo siempre hubiera querido que Jiwoong formara parte de todo eso, de cada parte de su vida, de cada rincón de su corazón.
Y cómo olvidarlo, ese nuevo cabello rubio de Jiwoong. Cada vez que lo veía, su mente se nublaba por completo, atrapado entre la sorpresa y la fascinación, como si un magnetismo inexplicable lo empujara a acercarse, a admirar los mechones dorados que caían con suavidad sobre el rostro de Jiwoong, dándole un encanto que lo hacía más irresistible aún.
Finalmente, la verdad flotó a la superficie, abrumadora en su simpleza y en su poder. Era como si siempre hubiera estado allí, era el enorme elefante en la habitación que él había decidido ignorar por miedo a las consecuencias, por miedo a lo que significaría aceptar ese sentimiento. Pero ahora, con la mano de Jiwoong entrelazada con suya y la calidez de su sonrisa iluminándolo, Gunwook no podía seguir ocultándolo.
Oh no... pensó Gunwook, sintiendo una repentina mezcla de asombro y miedo en su pecho. Lo había entendido ahora.
Estaba enamorado de él. Abierta, completa e irrevocablemente. Estaba enamorado de Jiwoong, de todo lo que era, de cada parte de su ser.
Sin saber cuándo ni cómo, había comenzado a sentir algo por Jiwoong. Y aunque la realización era hermosa a su manera, también lo llenaba de confusión y temor. Jiwoong era el novio de su novio, ¿cómo podría permitirse tener esos sentimientos? Era un enredo emocional que no había previsto y, de alguna manera, Gunwook temía que si se hacía evidente, podría perder a ambos.
Gunwook no era tan ajeno como la gente pensaba. Sí, era ingenuo a veces y se le escapaban detalles pequeños que los demás captaban con facilidad, especialmente cuando se trataba de emociones. Pero eso no significaba que no sintiera, ni mucho menos. Sentía profundamente, a veces más de lo que estaba dispuesto a aceptar.
Sabía bien lo que sentía por Jiwoong. Lo sabía desde hacía algún tiempo. Al principio, trató de ignorarlo, de empujarlo hacia un rincón oscuro de su mente donde no tuviera que enfrentarse a esa realidad. Había algo tan abrumador en la forma en que Jiwoong lo miraba, en cómo parecía captar cada mínimo detalle de su vida, y en cómo le ofrecía su apoyo y cariño sin dudarlo. Y aunque Gunwook intentaba evitarlo, Jiwoong seguía apareciendo en su mente, constantemente, llenando sus pensamientos incluso cuando él intentaba distraerse.
Gunwook lo supo, desde el principio. Supo que la intensidad con la que pensaba en Jiwoong era algo más que simple admiración. Sin embargo, la idea de reconocerlo, de darle un nombre a ese sentimiento, le daba vértigo. Sabía que una vez que lo aceptara, que se permitiera sentirlo conscientemente, ya no habría vuelta atrás. Temía que, al reconocer lo que sentía, todo se volviera mucho más complicado. Porque estaba Matthew. Matthew, con su sonrisa brillante y su forma de verlo como si fuera lo más preciado del mundo. Matthew, con su manera de aferrarse a su mano, de buscarlo sin miedo y sin reservas.
Por eso, mientras sostenía la mano de Matthew y sentía el suave contacto de Jiwoong junto a ellos, una ola de emoción lo inundó. Miró las manos entrelazadas y luego levantó la vista, viendo a Jiwoong y a Matthew en esa escena que parecía de un sueño. Era una mezcla de sensaciones contradictorias, porque por un lado se sentía increíblemente feliz, como si tuviera el mundo entero en sus manos. Pero, al mismo tiempo, estaba asustado. Porque saber que estaba enamorado de ambos, de dos personas que ocupaban un espacio tan grande en su corazón, lo hacía sentir vulnerable, como si estuviera al borde de algo muy profundo y arriesgado.
Matthew entrelazó sus dedos con los suyos, dándole un suave apretón que hizo que Gunwook sonriera, aunque en su pecho la emoción palpitara como una tormenta. Jiwoong, por otro lado, le dedicó una sonrisa tranquila, una que parecía decirle que todo estaba bien, que no había prisa, que podía tomarse el tiempo que necesitara. Jiwoong siempre parecía entender, incluso cuando Gunwook no encontraba las palabras para explicar sus sentimientos.
Gunwook bajó la mirada, sintiéndose abrumado por la intensidad de lo que sentía. ¿Era posible amar a dos personas de esta manera? ¿Era posible sentir una felicidad tan enorme y, al mismo tiempo, un temor tan profundo? Cada vez que veía a Matthew reír o cada vez que sentía el toque cálido de Jiwoong, ese temor se desvanecía un poco, solo para regresar después con más fuerza.
Siguió caminando, intentando que su sonrisa no delatara la tormenta interna que acababa de desatarse en su corazón. Pero por dentro, Gunwook sabía que, a partir de ese momento, nada volvería a ser igual.
Recomendación del día
I Think They Call This Love - Elliot James Reay
𓆟 𓆞 𓆟 𓆞 𓆟
okay les seré sincera
aunque la historia está casi escrita por completo, hay cosas que aún no me terminan de gustar, por eso tardé mucho en subir este capitulo
y además estoy en un bloqueo de escritor
comenten aquí que les gustaría ver en la historia o que les gustaría que pasara entre los personajes
es para ver si puedo conseguir algo de inspiración ಥ_ಥ
por cierto, el especial de Halloween mattparkz ya está publicado en mi perfil<3
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