UNO: Decidí tomarme un tiempo de la universidad porque...
JiMin preparó un pedido; café americano descafeinado. Lo colocó en una charola y caminó lo más discreto posible hasta la mesa de entrega. Miró a todos lados en busca de la jefa del local, rezando porque no lo pillara distraído con la insistente clienta de la mesa dos que le había pedido hablar un par de minutos. Lo último que necesitaba era que su superiora lo reprimiera y marcara una amonestación en su hoja de trabajo.
Su mejor amiga aleteó la mano con emoción, indicándole que ocupara la silla vacía frente a ella.
—Te tengo una sorpresa —exclamó la ojizarca.
—Debo volver a trabajar —suspiró abatido, dejando el café sobre la superficie.
—Seré rápida, lo prometo. —Le dedicó una sonrisa comprensiva mientras sacaba una carpeta de su bolso—. ¿Recuerdas la convocatoria para obtener una beca completa? Jong-ah y yo inscribimos tus papeles, ¡y antes de que me reclames! —Con latente emoción, abrió dicha carpeta para mostrarle el pulcro documento de papel caro—. ¡Jiminie, ganaste la beca!
JiMin sin poder creerlo observó fijamente el certificado. No lucía como un título falso, las firmas de administración que liberaban la beca estaban frescas y el sello oficial del director pintaba su futuro de color rojo. Su nombre estaba impreso en el papel también.
Estaba soñando.
—Todo lo que tienes que hacer es mantener un promedio de noventa y cinco, y pagar la matrícula. Pero no tienes que preocuparte de lo segundo. —Nuevamente giró hacia su bolso, sacando un sobre blanco que deslizó sobre la mesa hasta la mitad de ésta—. Dicen que compartir es ser cariñoso.
Sintió sus ojos escocer al mirar el interior. Un fajo de billetes yacía listo para lo que sea en lo que pudiera ser utilizado y JiMin decidió que no iba a ser para pagar sus deudas.
Negó efusivo, devolviendo el dinero a su dueña.
—No puedo aceptarlo. Has ahorrado un año entero para irte de viaje, no me lo regales.
—¡Eso es mentira! —espetó en un mohín, colocando los brazos en jarras—. Sólo han sido diez meses.
—Un año, diez meses; no importa. —Chasqueó la lengua—. No puedo.
—Se que te falta dinero, es la razón por la cual querías tomarte un año de la universidad, ¿no es así? —Se cruzó de brazos, refunfuñando—. Déjame ayudarte.
JiMin sintió la culpabilidad golpeando su pecho por el sacrificio que su mejor amiga estaba haciendo para ayudarle a continuar sus estudios. Parecía que no le importaba ofrendarle meses de esfuerzo con tal de que no se rindiera.
Irónicamente eso le daba dolor de estómago.
El dinero escaseaba, sí. Pero esa no era la razón por la cual no quería regresar a clases.
Nunca lo admitiría frente a ella, pero la verdad era que el segundo año de la carrera había sido un completo infierno. Y agradecía que no fue testigo de muchas cosas que ocurrieron durante el tiempo que fue acosado, torturado psicológicamente e intimidado.
Simplemente vivía con el temor de hacer molestar a la única persona culpable tras todo el infortunio que fue su año anterior. Tenía tanto miedo que se convenció para perder un año antes de tener que cruzárselo en alguna materia o siquiera por los pasillos. No deseaba verlo ni en pintura.
Quizá fue su culpa. No debió haberlo enfrentado.
Aún calaba en sus huesos el gélido chocolate de los orbes que le sentenciaron una venganza no dicha. Era aterrador.
—¡JiMin!
El manotazo le hizo reaccionar y dejar de pellizcarse la piel alrededor los dedos. Murmuró un lo siento antes de soltar un suspiro desalentador.
—Sólo mírate, estás agotado y aun así insistes en hacer las cosas por tu cuenta. Déjame ayudarte.
—HyunAh...
—Por favor, Jiminie —insistió—. Déjame hacer esto por ti.
JiMin miró los ojos de cachorro de su mejor amiga. Suspiró internamente y sonrió cansino poco después por la sucia artimaña con la que jugaba su chica favorita.
¿Quién podía decirle que no a esa carita?
«¿Será que la vida me está diciendo que no me rinda?». Pensó.
Fue una pregunta que lo persiguió hasta el fin de su jornada y de camino a casa. Incluso cuando su rostro tocó la almohada continuó con aquella incógnita.
Nunca halló una respuesta.
Estudiantes salieron de aquel salón con caras largas, otros soltaban improperios al aire; maldiciendo el computador que les había tocado o a los infelices que les ganaron los puestos para sus clases. Otros afortunados salieron con una enorme sonrisa satisfecha.
JiMin era uno de esos pocos dichosos que lograron inscribirse con éxito en las materias que querían.
Los días de reinscripciones simulaban una especie de batalla campal que se desataba en una de las salas de cómputo de la institución. Un segundo tarde podía costarte el semestre entero y es que las clases buenas; las que tenían a los mejores profesores o en su defecto, las clases que mejor se ajustaban al agitado ritmo de los estudiantes surcoreanos, eran las que siempre se llenaban primero, dejando como última opción a profesores que disfrutaban de atormentar a los alumnos con montones de trabajos, y la mayor parte del tiempo daban las cátedras en horarios casi imposibles de cumplir.
Literalmente su futuro dependía de la rapidez con la que su dedo índice daba clic.
—La que debería darse un descanso del semestre soy yo. —Puchereó la recién teñida de azul, mirando su horario de nueva cuenta—. Sólo tengo una materia buena.
—Deberías estar contenta. —HyoJong la abrazó por los hombros, mostrándole su horario—. Mínimo entraste a la clase del profesor Kim, yo no tuve tanta suerte.
—Pero al menos no debes despertarte temprano —bufó desanimada—. ¿Por qué tenemos horarios tan distintos si apretamos los mismos botones?
—Es que tú tienes dedos cortos, como Jiminie —se burló.
Los aludidos abrieron la boca indignados, entre los dos comenzaron a perseguir al rubio del grupo, amenazándolo con golpearlo tan pronto lo alcanzaran. Corrieron por los pasillos y para fortuna del asustado HyoJong, se topó con uno de sus superiores en año.
—YoonGi sunbae ayúdeme.
JiMin se congeló en su lugar. HyunAh logró detenerse antes de chocar con su espalda.
Un terrible malestar se acentuó en su estómago y cuando los oscuros orbes de su mayor desviaron su atención hacia él, bajó la mirada de inmediato. No deseaba ver ni cruzar miradas con el pálido chico que escuchaba con una nimia sonrisa los quejidos de HyoJong.
Min YoonGi era respetado por toda la facultad de administración de empresas por la forma dulce y amable con la que trataba a todo el mundo. Era un chico simpático, servicial e increíblemente atractivo, por lo que no era sorpresa de nadie que se ganara la confianza de cualquiera en un par de segundos.
Y JiMin se había ganado el desprecio del único estudiante que no importaba cuantas pruebas pudiera presentar en su contra, nadie jamás se atrevería a cuestionar al querido sunbae de último año. Nadie le creería si les dijera que detrás de esa sonrisa amable existía la más sombría expresión, digna de una película de terror.
—¡Oh! YoonGi-ssi, llegas temprano. —Una tercera voz se unió a la conversación.
Más superiores de último año subían las escaleras al tercer piso, y aunque JiMin rezó por ser ignorado, suspiró resignado cuando la voz de ChanYeol lo nombró.
—JiMin-ah, qué sorpresa. Justo escuché que te habías ganado la beca completa, ¿cuánto te darán mensualmente? Deberías llevarme a cenar —sugirió con una sonrisa.
—No lo habrías conseguido de no ser por YoonGi oppa. —La chica que los acompañaba miró a JiMin de pies a cabeza con desdén, sin ningún afán de disimular su desprecio hacia su junior—. Deberías llevarlo diez veces a comer.
—¿De qué estás hablando, Nancy sunbae? —preguntó HyunAh con la ceja arqueada.
—El señor Han perdió el papel de YoonGi, por eso la beca fue para JiMin —respondió burlona.
—¿Saben? Hoy es un día perfecto para ir a comer barbacoa —ChanYeol; ignorando por completo la conversación, se dirigió al chico de naranjos rizos—. Llévanos, queremos carne asada.
JiMin retrocedió un paso con incomodidad, el mismo que el peli plata avanzó hacia él.
Había vivido en carne propia lo pesado que podía ser ChanYeol cuando se trataba de aprovecharse del más débil o de comida. Sacárselo de encima era como tratar de levantar un auto con una mano, por lo que no tenía una excusa lo suficientemente convincente para que su sunbae lo dejara en paz y ni loco le pagaría una cena al glotón ese. Apenas tenía lo suficiente para subsistir él.
Afortunadamente la beca ofrecía un plan completo, donde no sólo le darían clases gratuitas sino también una pequeña comisión para víveres. El dinero apenas sobrepasaba los sesenta mil wons semanales, pero para él era un alivio recibir dinero extra. No estaba en sus planes gastarse la beca en ChanYeol, ni siquiera le caía lo suficiente bien.
—Y-Yo...
—Yo te invitaré —interfirió YoonGi.
—Quiero que JiMin me invite —insistió ChanYeol.
—Seguro tiene cosas que hacer, yo te invitaré.
Lo empujó levemente para hacerlo caminar, Nancy aprovechó para sujetarse al brazo de YoonGi y andar a la par. El pelinegro con una bonita sonrisa se despidió del trío de amigos, específicamente de JiMin.
—Fue un gusto verte, hoobae —musitó como despedida.
«¿Un gusto? Sí, claro». Pensó.
Chasqueó la lengua, molesto.
Si no lo conociera diría que esa sonrisa era verdadera y estaba cargada de buenas intenciones, pero Min YoonGi no era así.
Los recuerdos de cómo empezó todo llegaron a su mente con acidez.
«—¡Park JiMin! —ChanYeol avanzó como un toro embravecido hacia donde estaba el chico pelirrojo. Con furia arrojó un manojo de papeles a los pies de su menor—. No puedo creer que le hayas contado a la administración que me robaba el dinero de las comisiones.
—Sunbae y-yo no dije nada —se sinceró con voz trémula.
—No intentes mentirme. Fuiste el único que estaba ahí cuando saqué los sesenta mil wons de la tesorería. —Enfurecido lo sujetó de la campera, obligándolo a mirar el acta redactada por la administradora de la facultad—. ¡Me sacaron del consejo estudiantil por tu culpa!
—No fui el único que estaba ahí —se defendió.
Pero antes de que pudiera decir algo más, apareció él.
—ChanYeol-ssi.
La voz de la razón; Min YoonGi, se acercó con tranquilidad hasta el agresivo peli plata y palmeó su hombro para hacer que soltara al chico.
—Independientemente de quién haya publicado eso, no lo culpes. No hay pruebas suficientes, ¿cierto?
ChanYeol le dedicó una última mirada enfurecida a su junior. Asintió a duras penas a las palabras de su compañero y pateó con rencor sus papeles devueltos del consejo antes de retirarse de ahí, espetando en voz alta palabras de odio contra JiMin.
—Hiciste lo correcto, Park. —YoonGi continuó con su discurso—. Hablaré con ChanYeol sobre esto.
La semana pasada, todos los de la facultad de administración de empresas salieron a cenar y celebrar. JiMin tuvo la mala suerte de cruzarse con su superior contando el dinero recaudado en las escaleras. ChanYeol al darse cuenta comenzó a excusarse con tonterías sobre porque apartaba dinero de la caja y sin embargo, JiMin no quería escuchar ni involucrarse con los juegos sucios del abusivo chico.
Justo cuando estaba por bajar los últimos escalones se encontró con un sereno Min YoonGi recargado contra el muro mientras checaba su celular en la siguiente planta. Lucía poco afectado a pesar de estar a pocos metros de donde platicó con ChanYeol, por lo que supuso que quizá había llegado ahí después de que ellos terminaran de hablar.
Ahora que lo miraba, la sonrisa que YoonGi le dedicaba no era similar a la que parecía tener tatuada en el rostro. Ésta tenía la comisura ligeramente alzada y venía acompañada de una mirada burlesca que lo observaba con soberbia.
—¿Hablas en serio? —Empuñó las manos, dándose valor para reclamarle—. Tú también estabas bajo las escaleras.
—¿Qué intentas decir?
—Sé que viste todo.
Alzó un poco la voz y aquellos felinos orbes lo escudriñaron con seriedad más no se dejó intimidar. Levantó el mentón con suficiencia.
—Yo no fui. Así que, ¿quién será?
Intentó mostrarse firme a pesar de los escalofríos que recorrieron cada vello de su cuerpo cuando esa sonrisita irónica volvió a aparecer en el rostro de YoonGi. La gélida mirada sopló frío en su corazón y cuando llegó a casa tuvo que beber café caliente para disipar la inquietud que le dejó aquel confrontamiento.
Pero ni cien cafés pudieron ayudarle a afrontar lo que aconteció después.
YoonGi comenzó a usar a la gente con astucia para molestarle cada día; moviendo sus hilos para controlar las marionetas que tenía por amigos. Cada que algo malo le sucedía él estaba ahí para observarlo con esa fría inspección y esa media sonrisa que no hacía otra cosa que no fuera burlarse de su desgracia; una que él provocaba y que cínicamente se paraba a disfrutar del espectáculo a sabiendas de que nadie iba a creerle si desenmascaraba la terrible persona que verdaderamente era».
Alborotó un poco su cabello buscando olvidarse de aquello y concentrarse en lo que importaba. Necesitaba dejar de pensar en Min YoonGi de una vez por todas. Era un año nuevo, tenía una beca que cuidar y necesitaba enfocarse en su plan de estudios. Ya no podía perder el tiempo con cualquier cosa, eso incluía chicos falsos que pretenden ayudarte para después apuñalarte por la espalda.
Irónicamente, mientras metía los datos de su cuenta estudiantil, no pudo evitar recordar lo que Nancy Jewel había dicho. Según ella, él estaba en la escuela gracias a YoonGi.
Bufó. Él era la razón por la cual quería tomarse un tiempo pero los amigos de su sunbae pensaban que era el salvador de su vida académica.
«Ni de chiste», gruñó.
—JiMin-ah.
Dio un respingo al escuchar una voz ajena a sus pensamientos. Giró de inmediato para mirar con sorpresa al sonriente chico tras él.
—¿Qué haces? —preguntó YoonGi de manera inocente.
—E-Estaba leyendo el programa del curso, pero ya terminé. —Apresurado comenzó a cerrar las páginas, temiendo incluso de darle la espalda.
—Me alegra verte de nuevo.
JiMin lo miró nuevamente con el ceño fruncido y una expresión de confusión, sin entender el punto de la conversación. YoonGi manteniendo su típica sonrisa relajada preguntó.
—¿Quieres almorzar conmigo?
Quizá no se limpió bien los oídos esa mañana y escuchó por error una invitación a comer del pelinegro. Lo miró extrañado y en silencio, procesando.
—¿Perdón? —Buscó rectificar.
—Aún no almuerzas, ¿cierto? Ven conmigo.
—No —espetó escueto.
Preso del nerviosismo, mordió su labio, buscando cómo excusarse. Su mayor arqueó una ceja en su dirección y JiMin bajó la mirada avergonzado.
—E-Es que no suelo almorzar.
Tomó su mochila y sin más, huyó lejos de la biblioteca.
«¿Qué hice mal?», se preguntó, cruzando las puertas de cristal. Miró tras él como un paranoico, asegurándose de que nadie lo seguía y trotó a la salida del edificio mientras repasaba su día, pensando qué pudo haber hecho para conseguir la atención de Min YoonGi.
Por su cabeza pasaron miles de incógnitas; todas demasiado estúpidas, pero tratando de darle una explicación al comportamiento del pálido chico. Esa extraña amabilidad hacia él era un mal presagio.
Quizá quería vengarse por haberlo salvado del pesado de ChanYeol, al final lo más probable era que YoonGi se gaste miles de wons en alimentar a su sunbae peli plata. Esa era la razón más lógica que encontraba por el momento.
Despeinó su cabello sintiéndose consumido por la preocupación y la paranoia.
Se detuvo en lasalida de la universidad para respirar profundamente. Debía relajarse y dejarde pensar que todo lo que YoonGi hacía era en su contra. Esa invitación no eranormal pero tampoco podía comerse la cabeza tratando de darle una explicación.Todo lo que debía hacer era evitarlo y así no acarrearía problemas, ¿cierto?
—Llegamos a tiempo —murmuró HyunAh.
El salón del profesor Kim estaba a punto de vomitar estudiantes. Los asientos estaban ocupados al igual que el fondo del salón y las escaleras laterales. JiMin juraría que la mitad de los que se encontraban ahí siquiera pertenecían al curso pero esperaban verse lo suficientemente comprometidos con la clase para que el profesor quisiera tenerlos en el salón. Se relajó sobre su sitio y respiró tranquilo, sabiéndose inscrito en la mejor clase de la carrera.
La puerta se abrió de repente y todos recibieron con respeto al sorprendido profesor favorito de la facultad.
—Buenos días. —Caminó tranquilo hasta su escritorio, acostumbrado a esa clase de bienvenidas cada semestre—. Parece que necesitaremos un aula más grande —bromeó, escuchando un par de risitas del alumnado.
El hombre anotó su nombre con tiza en el pizarrón, girándose hacia sus alumnos una vez terminó.
—Creo que todos ustedes saben quién soy yo, es la razón por la cual están aquí. Aun así me presento, soy el profesor Kim NamJoon y seré quien les apoye este semestre.
Los aplausos no se hicieron de esperar, sin embargo el profesor Kim hizo un gesto para que dejaran de hacerlo.
—Antes de comenzar es necesario mencionar que sé que varios de ustedes no pudieron inscribirse al curso. De verdad me encantaría tenerlos a todos pero no podemos exceder la capacidad. —Se encogió de hombros con una sonrisa apenada—. Pasaré lista y quienes no estén en ella deberán retirarse, por favor. —Antes de leer las hojas suspiró, rascando su nuca sin saber si era adecuado tratar de ayudar a su colega—. La clase del profesor Kim SeokJin también es bastante buena.
Los bufidos de los chicos llenaron la sala de negatividad.
—Créanme, es de los mejores profesores que hay aquí, es muy organizado y les prometo que aprenderán mucho. —Una bonita sonrisa enmarcada por un par de hoyuelos apareció en su rostro—. Es más competente que yo, deberían tomar su clase.
JiMin negó mentalmente más de cien veces. La fama que perseguía al «"Dragón Kim"»; como era su apodo, no era la más favorable y si se sinceraba consigo mismo le daba miedo siquiera escuchar su nombre. Se sabía que era un hombre temperamental, que dejaba los trabajos más difíciles y con las evaluaciones más estrictas de todos los cursos.
Los que habían logrado aprobar con él decían que incluso en la actualidad seguían teniendo pesadillas con su mal carácter. Los que reprobaron rezaban al cielo por no volverlo a tener de profesor.
—Les pido también que no vayan a mi oficina a pedirme favores. Sobre todo ustedes, damas.
Las risitas de varias chicas se escucharon tímidas en el salón.
Ah, cierto. El profesor Kim no sólo era el favorito por hacer sencillas las clases de la materia más complicada de toda la carrera, sino también por su increíble atractivo. Kim NamJoon era de los pocos docentes jóvenes de la universidad y tanto su imagen como aura positiva dejaba encantado a más de uno.
En lo que llevaba de la carrera, había escuchado cientos de rumores sobre las chicas que intentaban colarse en la oficina del profesor a pedir favores a cambio de quién sabe qué. Las que no se animaban a tales atrevimientos cuchicheaban entre sí sobre su atractivo; que si sus hoyuelos eran para morirse, que si sus brazos cada que se quitaba el saco lucían fuertes y tiraban de la camisa de vestir, que si la forma en como acomodaba sus gafas era sexy, entre muchas otras habladurías de las que en más de una ocasión fue partícipe oyente pues no era secreto para sus más allegados que JiMin era homosexual y sin querer también admiraba lo guapo que era su maestro.
—No doy ni daré nunca tratos especiales, ¿queda claro? —Todos asintieron. Satisfecho prosiguió—. Comenzaré con la lista.
Poco a poco el salón empezó a vaciarse. Alrededor de cuarenta nombres fueron mencionados; entre ellos HyunAh y Nancy. JiMin esperó pacientemente a que le pasaran lista también pero sus esperanzas fueron decayendo cuando la última página fue volteada y jamás lo nombraron.
—Bien, parece que son todos.
—¿Por qué no dijo tu nombre? —murmuró HyunAh con el ceño fruncido—. Dile, no te vaya a poner ausente.
—P-Profesor Kim. —Levantó la mano, llamando la atención del amable hombre que sonrió en su dirección—. Disculpe, no dijo mi nombre.
—¿Cómo te llamas?
—Park JiMin.
Rogó al cielo que sólo haya sido una equivocación. Sudó frío cuando miró la negativa en el rostro de Kim.
—No te veo en la lista. —El profesor revisó nuevamente las hojas una por una, negando con la cabeza—. ¿Seguro que estás inscrito aquí?
—Nos inscribimos juntos —defendió HyunAh.
—Quédate esta clase entonces y después ve a hablar con administración, seguramente hubo un error en el sistema —sugirió con una sonrisa—. Si es todo, vamos a comenzar.
—El registro fue cancelado. —Señaló el monitor con una expresión de fastidio.
—P-Pero, eso no es posible —exclamó JiMin afligido sin saber porque es que su inscripción salía de esa forma—. Debe haber un error.
—El sistema no se equivoca niño, seguro diste un clic por error y cancelaste tu inscripción o lo que sea. —Se encogió de hombros, no pudiéndole importar menos. El sonido del teléfono lo hizo rodar los ojos—. Si me disculpas, debo atender una llamada. —Empujó levemente al pelirrojo para que se fuera y levantó el teléfono—. ¿Sí?
JiMin necesitaba ver su registro, estaba seguro de que se había inscrito con el profesor Kim NamJoon, no pudo ser un error de su parte, incluso imprimió el horario y ahí se encontraba esa clase.
Insistió otro poco, prometiéndole al temperamental hombre que sólo echaría un pequeño vistazo y se iría, pero el señor Han se rehusaba a dejarlo ver el monitor, empujándolo del hombro sin mucha fuerza para no lastimarle y sin permitirle acercarse.
—Ya no hay más cambios, eso debes de hablarlo con tu profesor —espetó el hombre, dedicándole una mirada molesta al estudiante que no le dejaba trabajar. Pronto una expresión de escepticismo marcó su rostro—. ¿Dijiste maldición?, ¿cuál es tu nombre muchachito? Deberías venir aquí si tienes tanta urgencia.
—Por favor —suplicó JiMin—. ¿Podría...?
—¡ENTONCES NO LLAMES SI NO VAS A VENIR! —exclamó iracundo antes de colgar.
JiMin saltó hacia atrás asustado y cuando la mirada de Han JiSung se clavó en su persona sólo atinó a sonreír con nerviosismo, largando una reverencia como disculpa antes de retirarse lo más pronto posible de las oficinas.
«Qué desastre».
Despeinó su enredado cabello con preocupación.
Sus amigos le esperaban afuera y el abrazo de HyunAh no tardó en llegar al ver su rostro desanimado.
—¿Qué ocurrió?
—Se canceló mi registro —murmuró con un pronunciado puchero—. JiSung-nim dijo que no había manera de que el sistema se hubiese equivocado.
—¡Alguien robó tu usuario y contraseña! —concluyó sin premeditarlo más. Colocó los brazos en jarras, pensante—. Pero... ¿Cómo sería eso posible?
—Quizá alguien lo vio cuando inicio sesión —espetó HyoJong quien pelaba una naranja, despreocupado. Con cuidado metió un gajo en la boca de su exaltada amiga y repitió la acción con JiMin, dejando una caricia en su cabello como consuelo—. Puede que te haya cancelado para tomar tu lugar en la clase.
—Jong-ah tiene razón, ¿a qué hora te metiste a tu cuenta?
—Pues... al mediodía, creo —comentó dubitativo.
—¡Debemos encontrar al culpable! —sentenció la peli azul, golpeando su puño contra su palma cual mazo de juez—. Y hagamos que pague por lo que hizo.
—Inscríbete a otra clase y deja de hacer escándalo. —Una tercera voz interrumpió la conversación del trío. Nancy apareció tras ellos, portando un elegante jumpsuit de color negro, mirando con claro desdén al pelirrojo—. Estás tan obsesionado con tus notas que sospechas de gente inocente por tus errores.
—Eh, Nancy-ssi, ¿con qué derecho apuntas a JiMin? ¿Eh? Eres parte del consejo estudiantil por tus calificaciones, ¿no es así? —defendió HyunAh con los brazos cruzados.
—Lo hice por mis méritos, no por causarle lástima a los profesores. —La miró de arriba abajo con altivez.
HyunAh empuñó las manos con furor.
El año pasado los profesores se enteraron de que su madre había muerto un poco antes de empezar las clases, por ende fueron considerados con ella y le permitían plazos extras para entregar trabajos o hacer los exámenes fuera del horario de clases. Sin embargo, se corrió el rumor que sus buenas calificaciones habían sido manipuladas, pues cada profesor por tenerle lástima le regaló puntos o décimas para subir su prometido.
Por supuesto que era mentira y aquel rumor quedó en el olvido. O al menos eso pensaba.
—¡Eso es mentira y lo sabes! —gritoneó.
Nancy se rio de ella antes de irse, pavoneándose con gracia por el pasillo. HyunAh hizo el amago de perseguirla, pero fue detenida por el más alto del grupo, sosteniéndola por los hombros.
—¡Engreída! No la soporto —escupió con desprecio—. Se cree mucho porque viene del extranjero, pero no es más que una-
—Basta —susurró HyoJong—. Todos te están mirando.
—¡Qué me importa! —Chasqueó la lengua, iracunda—. Sólo hay que atrapar a la persona que cambió el registro de JiMin y cerrarle la boca a esa estúpida.
—No te exaltes. —Fingió una sonrisa para tratar de tranquilizarla. JiMin rascó su nuca e inhaló profundamente—. Iré con el profesor Kim para hablar sobre esto, ¿de acuerdo?
—¿Quieres que te acompañemos? —le preguntó la ojizarca.
—No, estaré bien. Nos vemos mañana.
Caminó a la sala de maestros, practicando un buen discurso dramático. Si le daba suficiente pena a su profesor quizá quisiera aceptarlo en la clase, porque si entraba a la clase de Kim SeokJin lo más seguro es que perdería la beca y sería definitiva su baja de la universidad.
De cualquier forma no veía otra forma para resolver el asunto. Nunca atraparían a la persona que canceló su registro, sólo se meterían en problemas si trataran de señalar a alguien como culpable. Además tampoco sabía cómo es que alguien podría obtener su contraseña y usuario, la única forma es que él abriera su cuenta y olvidara cerrarla en algún computador de la...
Detuvo el paso gradualmente, pensando en aquel día de la semana anterior, cuando fue a la biblioteca.
¿Cerró la sesión después de hablar con Min YoonGi? ¿Sería posible qué...?
No, no podía ser. Él siquiera estaba en la clase del profesor Kim, ¿por qué cancelaría su registro?
Pero... era demasiada coincidencia; estuvieron juntos en la biblioteca al mediodía y su registro se canceló justo a esa hora.
—¿JiMin-ah?
Fue sacado de sus pensamientos súbitamente. Una expresión de sorpresa marcó su rostro; YoonGi estaba frente a él con su típica sonrisa amable.
—¿Ya terminaste por hoy?
—Ah, s-sí.
—¿Quieres ir a cenar-?
—No —respondió de inmediato. Un ligero rubor se apoderó de sus mejillas—. Es que-
—¿Te hago sentir incómodo?
Parecía real la aflicción en sus facciones pero JiMin no podía creer que YoonGi se preocupara por cómo se sentía.
—No es eso, voy a ver al profesor Kim y rogarle —murmuró.
—Nancy-ssi me contó que crees que alguien canceló tu registro, ¿es por eso?
JiMin enderezó la postura, mirando con escepticismo a su mayor, tratando de vislumbrar cualquier mueca o indicio de burla. Por inercia sus puños arrugaron la tela de su gabardina.
Sabía que YoonGi era capaz de hacer esa clase de cosas e incluso peores. Su sonrisa perfecta sólo ocultaba cálculos exactos para llevar acabo planes macabros y estaba más que claro que no confiaba ni en la sombra del pelinegro.
—Creo que lo hicieron a propósito —mintió. Sin embargo esa era la única forma de descubrir las verdaderas intenciones de YoonGi, verse como un cordero a punto de morir era la imagen idónea para sacar esa sonrisa ladina; delatora, a la luz—. Aún no estoy seguro pero averiguaré quién fue.
Hizo una pequeña reverencia antes de retirarse, una ligera acidez golpeaba su estómago.
—Hay más de ochenta estudiantes, no puedo revisar cada número de estudiante en el sistema por esto —se quejó JiSung con cansancio, sosteniendo en cada mano un bonche de hojas de inscripciones para la facultad de economía. Bastó con que YoonGi lo mirara una vez para que reconsiderara las opciones y apacible pronunció—. Bueno... sí, sí puedo. Es algo factible. —Sin embargo sugirió—. Debes ir a seguridad, lo único que puedo ver aquí es si su registro fue cancelado o no.
—¿Se puede hacer algo más?
—La dirección IP de la máquina es de la universidad —murmuró fijando la vista en la pantalla—. Sólo sé que se realizó la acción desde la biblioteca.
YoonGi sopesó su decisión final.
—Bien, necesito que me haga un favor.
◦•≫ ──── ≪ ✿ ≫ ──── ≪•◦
60, 000 wons son alrededor de 50 dólares.
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