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TRES: ¿Quieres almorzar conmigo?


—¿Por qué siempre se quejan? —regañó el profesor SeokJin por el sonoro quejido de sus estudiantes después de dejar la tarea—. Sólo piensen en su matrícula, ¿cuánto pagaron? Vale diez veces más de lo que yo pagaba, ¿acaso les gusta tirar su dinero? Seguro mi curso vale mil millones de wons.

El silencio de los estudiantes hacía resonar más fuerte la poderosa voz de su profesor. Las reprimendas calaban muy dentro del pensamiento de la mayoría quiénes realmente se ponían a reflexionar tras cada enseñanza, o eso al menos le sucedía a JiMin. Algunos otros rodaban los ojos al cielo, esperando que la cantaleta de todos los días terminase.

—Les estoy ofreciendo mi conocimiento y todo lo que tienen que hacer es sentarse y absorber lo que enseño. Dejen de holgazanear. —Todos asintieron y SeokJin suspiró—. Bien, nos vemos la siguiente clase.

Mientras los demás recogían sus pertenencias, JiMin sólo tuvo que saltar de su asiento para irse tan pronto el profesor abriera la puerta.

—JiMin-ah, ¿quieres...?

Siquiera le dio la oportunidad a YoonGi de que terminara la pregunta que venía repitiendo desde que el curso inició. Las excusas se le acababan y el pelinegro no parecía cansarse de preguntarle una tras otra vez si quería que almorzaran juntos.

¿Cuál era esa obsesión por la comida? Sobre todo, ¿cuál era esa obsesión por invitarlo a comer?

Pensó que todo había quedado olvidado después de disculparse por sospechar de él, sin embargo YoonGi seguía persiguiéndolo. Cada clase se sentaba a su lado, lo saludaba con esa brillante sonrisa y al finalizar si no se iba pronto le preguntaría por el almuerzo.

No le bastaba con hacerlo sentir incómodo con su simple presencia, ahora también comenzaba a comportarse de forma extraña. No había día que no se lo topara, ya sea en el ascensor, en el patio, en la biblioteca o a la salida de la escuela. Siempre le sonreía y actuaba de forma dulce para después preguntarle si quería comer con él.

No importaba cuánto tratara de evitarlo, parecía que incluso lo hacía apropósito.

—JiMin-ah.

JiMin dio un respingo que lo hizo trastabillar. YoonGi hizo el ademán de sostenerlo, sin embargo se estabilizó rápido y se alejó un par de pasos para que no lo tocara. Ya era la cuarta vez en la semana que lo veía llegar de la nada.

¿Qué demonios quería de él?

—¿Estás bien? —preguntó el pelinegro preocupado.

—Sunbae.

Ya no lo aguantaba un segundo más. Suspiró sonoramente y largó una caravana de noventa grados hacia el mayor.

—Lo siento mucho —murmuró con la cabeza gacha—. Lamento lo que ocurrió con mi inscripción. Saqué conclusiones apresuradas y te causé problemas, por favor discúlpame.

—No puedo.

—¿Por qué? —exclamó cansino. Trató de sonreír pero sólo logró hacer una mueca—. Juro que me estoy disculpando con sinceridad.

—Las disculpas... ¿No deberían de satisfacer al afectado? —preguntó tranquilo, con las manos en los bolsillos.

JiMin golpeó su mejilla interna con la punta de la lengua, haciendo su mejor intento por disipar su molestia.

—¿Cómo me disculpo para satisfacerte?

—Vamos a comer juntos. —Sonrió. Miró su reloj, satisfecho con lo que vio—. Son las cinco, creo que deberíamos ir a cenar, hoy no trabajarás, ¿cierto?

¿Sólo eso? No se lo creía y se lo hizo notar al mirarlo con desconfianza. Sin embargo no tenía la suficiente valentía para sostenerle la mirada, así que desvió la mirada al suelo.

Desarregló un poco su cabello mientras pensaba en las posibles jugarretas que su mayor le podía hacer, sin embargo se obligó a calmarse. Se había prometido dejar de desconfiar en YoonGi y la mejor forma de demostrarse que lo pasado era historia era aceptando esa condición.

—De acuerdo.

—Quería invitarte con algo más lindo.

—Esto es genial —espetó JiMin, dejando dos kimbap en su lado de la mesa—. Gracias por comprarlos.

Sin mucho cuidado abrió el empaquetado del platillo, nada difícil para alguien con experiencia en comer comida callejera como él. Pero antes de poder darle una mordida, miró como YoonGi había hecho pedazos el alga de la parte de arriba de su comida mientras trataba de quitarle la envoltura. Cuando el pelinegro se dio cuenta que era observado, una sonrisa tímida acompañó el rubor de sus mejillas.

«Lindo».

Negó repetidamente tan pronto esa palabra llegó a su mente, esfumando esa clase de pensamientos de su cabeza.

—Nunca compré comida en tiendas de abarrotes —se excusó.

—Toma este. —Le ofreció su comida en perfecto estado, canjeándolo por el que YoonGi tenía en la mano—. Puedo abrir el otro si gustas.

—Gracias.

La sonrisa en su rostro lucía sincera. Aun así JiMin se obligó a dejar de mirarlo.

«Espabila JiMin. No te va a engañar esa sonrisa. Es astuto cual serpiente y-»

—Por cierto... lo siento —dijo YoonGi.

«Astuto y... ¿Qué?»

JiMin lo miró sin entender.

—Te molesté demasiado para que comieras conmigo, ¿no? —Rascó su mejilla con una risita nerviosa que precedió una sonrisa avergonzada—. Buscaba una oportunidad para hablar y arreglar las cosas entre nosotros. Entiendo porque sospechabas de mí cuando te cancelaron el curso.

«Astuto cual serpiente» se repitió JiMin, haciendo un máximo esfuerzo por no empatizar por esa bonita sonrisa.

—Lo lamento.

—Está bien. —Agregó JiMin de inmediato, ligeramente avergonzado de haber cortado su discurso tan de repente—. No tienes por qué disculparte sunbae. Sinceramente no debí haber sospechado así de ti y d-debí de haber pagado por todo esto en realidad.

—Si tan mal te sientes invítame tú a la próxima —sugirió. Una sonrisa que dejaba ver sus rosadas encías apareció en su rostro—. Comamos algo más delicioso la siguiente vez.

Y JiMin se rindió.

—Claro —murmuró, dejando entrever una nimia sonrisa sincera; la primera desde que le conoció—. Yo invitaré la próxima.

Era difícil no caer ante la amabilidad de YoonGi. Ahora entendía porque todo el mundo parecía amarlo, incluso a él le resultó simpático a pesar de todo lo que vivió bajo su tormento.

El pasado pisado, ¿no?

Tuvo una charla agradable mientras comían, a pesar de tocar únicamente el tema de los estudios y el miedo que el profesor SeokJin infligía en los alumnos. Después de mucho tiempo lograba sentirse cómodo y jamás pensó que fuese a ser con la persona que menos quería ver en el semestre.

Caminaron juntos a la escuela en un grato silencio, simplemente acompañándose a la entrada de la universidad donde YoonGi había dejado su auto y donde JiMin caminaba rumbo a la parada del autobús.

—JiMin-ah... ¿quieres que te lleve-?

—¡Oppa!

Una chica de complexión delgada y pequeña gritó desde un par de metros tras ellos, ella corrió hacia donde estaban tan pronto vio a su mayor y le abrazó con tanta fuerza que JiMin sentía como el aire dejaba de llegar a sus pulmones.

—NaYeon. —A pesar de que por poco se desmaya, correspondió el abrazo, sonriendo con cariño cuando se separaron—. Qué alegría verte.

—¿Dónde estuviste? —murmuró con un puchero—. Traté de contactarte.

—Lo lamento, estuve muy ocupado. —Se encogió de hombros, riendo por el tierno berrinche de su pequeña amiga—. ¿Cómo te sientes en la escuela? ¿La disfrutas?

—Sí, me encanta. —Un rubor tenue se apoderó de sus rostro al igual que una sonrisa apenada—. Me gusta que vayamos a la misma escuela, oppa.

—Mírate, eres una dulzura. —La tomó de las mejillas con delicadeza, achuchándola con cariño—. Comamos juntos algún día, ¿qué dices?

NaYeon asintió ilusionada.

Sin querer desvió la mirada tras JiMin, un chico pelinegro miraba fijamente la espalda de su amigo con tanta intensidad que logró ponerla incómoda a pesar aunque no fuera ella el centro de su atención.

—Oppa, tu amigo de allá... —balbuceó en un susurro, agachando la cabeza.

—Oh. —JiMin sonrió avergonzado, le indicó con un gesto a su mayor que se acercara—. Es mi sunbae; Min YoonGi, va en último año.

—Ah, hola. Soy Im NaYeon de primer año de artes plásticas. —Se presentó con una reverencia.

—Mucho gusto. —Escueto y serio, YoonGi devolvió su atención a JiMin—. Me iré ya, ve con cuidado.

NaYeon se abrazó al cuerpo del pelirrojo tan pronto aquel chico de oscura mirada se fue. No le había dado buena espina.

—Oppa, ¿es un buen amigo tuyo? —Puchereó.

—Para nada.

Respondió, mirando en la dirección a la que su mayor se fue. Se encogió de hombros, dejándole de dar vueltas a lo absurdo de su pensamiento y es que Min YoonGi jamás se perdería la oportunidad de intentar caerle bien a alguien, por lo que le extrañó la ligera hostilidad con la que trató a NaYeon. Seguramente sólo quería irse a casa y él sacando conclusiones de la nada como se había vuelto su costumbre.

Inhaló hondo, no era su problema de cualquier forma.

—¿Te gustó? —bromeó con su pequeña amiga que no dejaba de mirar hacia atrás.

—N-No, qué cosas dices —balbuceó con las mejillas rojas.

NaYeon miró a JiMin sin poner mucha atención a lo que éste hablaba. Ella no quería que él le aconsejara acerca de chicos y cuánto cuidado debía tener al momento de salir con un hombre. No necesitaba nada de eso si su corazón no dejaba de latir como un loco por una sola persona desde la secundaria. Sin embargo JiMin nunca sabría de sus verdaderos sentimientos. NaYeon estaba muy consciente que él la veía como su tierna hermanita menor y por supuesto, que a JiMin le gustaban los chicos.

Por eso cuando JiMin le volvió a preguntar si ese tal Min YoonGi le había gustado tuvo que mentir y decir que sí, sólo para no levantar sospechas sobre lo mucho que amaba a su amigo.

—Acordaré una cita para que se conozcan mejor —espetó JiMin decisivo—. Es muy caballeroso... el más amable y agradable de mi clase, lo prometo.

—S-Sí, de acuerdo.

Levantarse temprano era su fuerte excepto cuando debía desvelarse haciendo trabajos imposibles de profesores insufribles.

Con un poco de suerte lograría imprimir el trabajo de la clase y no recibiría una mirada asesina por parte del profesor SeokJin. Sólo debía darle formato a su ensayo pero eso lo podía hacer en la sala de impresiones y-

—Hey, tú.

Se regañó a sí mismo por siempre hacer caso cuando lo llamaban.

Miró con desconfianza al par de vagabundos que dormían en las áreas verdes. Reconoció al señor Park JinYoung; era conocido en la universidad porque tenía tiempo viviendo dentro de las instalaciones; eso sí la seguridad de la escuela no lo sacaba, además de que éste se la pasaba pidiendo dinero a los alumnos para comprar alcohol y siempre que estaba ebrio alucinaba con una supuesta carrera exitosa, balbuceaba que su nombre artístico era J.Y Park y que cantaba como los dioses, por lo que fue muy popular en la década pasada.

Nadie nunca le hizo caso sin embargo el hombre era muy insistente con el tema. A todos les daba lástima y había algunos alumnos que le ayudaban a ocultarse de las guardias de seguridad o le daban comida. Él afortunadamente no había platicado con él en ningún momento y no quería que hoy fuese el día.

Sin embargo su atención se posó en el joven que lo acompañaba. Lucía un poco sucio y desorientado, pero admitió que era demasiado apuesto como para ser un indigente. Ese chico aleteó la mano para llamarle.

—Ven acá —le exigió.

Guapo o no era un mendigo y no le agradaba para nada. Con temor trató de retomar su camino, repitiéndose mentalmente "si no lo veo no me ve", pero escuchó las pesadas pisadas del chico y aunque intentó echarse a correr a la primera puerta que apareciera, el indigente se colocó frente a él para impedir su huida.

—Qué grosero, ¿por qué me ignoras? —La molestia en su voz pasaba desapercibida por la ronquez producto de haber recién despertado—. ¿Dónde está el edificio de economía?

—No lo sé —mintió.

«¿Por qué quiere ir a mi facultad?». Pensó.

—Vienes a esta escuela, ¿no? Debes conocer.

—No conozco todas las áreas y especialidades de aquí. —Le contestó en el mismo tono condescendiente, frunciendo el ceño—. Además tú y ese hombre no deberían de estar aquí.

—¿Disculpa? —Indignado le tomó del brazo, dispuesto a decirle que no era ningún andrajoso como él creía, pero a sus oídos llegó el estruendoso sonido de un silbato de policía—. ¿Qué fue eso? —murmuró asustado.

—¡Corre! —le gritó el señor Park.

Sin pensarlo mucho aventó al chico de peculiar cabello rojizo y echó a correr junto con el sucio hombre que le prestó su cobija para dormir por la noche. Ambos corrieron lejos de los policías del campus que poco a poco fueron dejando atrás.

—Maldita sea. —Jadeó terriblemente exhausto—. Ese idiota peli bobo pensó que era un vagabundo —farfulló con molestia al recordar el miedo en las facciones de ese chico.

—Hey, ¿tienes dinero? —preguntó el barbón mientras inspeccionaba fuera del escondite.

—¿Perdón? —Tenía sólo unos cuantos wons a la mano para subsistir, ni de coña iba a decir la verdad—. Claro que no, es ridículo.

—Dame uno de mil wons —exigió el vagabundo—. Si no lo haces llamaré a los de seguridad.

Chasqueó la lengua, molesto. Sacó un pequeño fajo de billetes y le extendió el monto que quería el señor Park.

—¿Qué es eso? —señaló curioso el vago, mirando su mano con fascinación—. Prefiero el billete de diez mil.

—¿Está loco? No pienso dárselo.

—¡Señor policía! —Comenzó a gritar.

—¡Cállate! —Sacó el billete sin poder creer que estaba siendo extorsionado por el hombre que le dio cobijo. Tonto de él que pensó que un mendigo podía ser benevolente—. Eres increíble, viejo.

—Dame también el de mil —pidió de forma amable.

— ¡Ugh! —Se lo tendió con coraje, cruzándose de brazos—. No molestes más, ¡Largo!

—Gracias. —Sonrió el vagabundo, tomando su carrito de basura mientras agitaba la mano como despedida—. Espero volver a verte.

—Maldición, vete ya.

Ahora sí que era un indigente. Le quedaba muy poco dinero y aún no encontraba a ese bastardo. Pateó una roca con molestia antes de salir de su escondite con cuidado de no ser visto. Si tenía suerte se toparía con el rizado niño de nuevo, le iba a obligar a ayudarlo quisiera o no.

Entró al salón maldiciendo al vagabundo ese por haberlo empujado. Gracias a él se había lastimado la rodilla y cojeando no iba a tener tiempo para imprimir su trabajo y llegar a clases a tiempo.

Se sentó, dándose un par de segundos para hacer ejercicios de respiración con la intención de tranquilizarse. El dolor de su rodilla pasaría, además podía guardar su trabajo en una memoria, pedir permiso para ir al baño y ahí aprovecharía para imprimir el trabajo. Sólo debía calmarse y-

Empalideció cuando sacó su laptop del bolso. La pantalla estaba cuarteada, un pedazo del marco de plástico se le desprendía.

No, eso no le podía estar pasado.

La desesperación empezó a apretar su estómago, su cabeza punzaba con más dolor ahora. No sólo su laptop estaba rota, había perdido todo su trabajo también, pues no tuvo tiempo de guardarlo y no había ningún respaldo de su documento más que en la computadora.

«¿Por qué Dios?». Maldijo al aire.

No tenía tiempo para lamentarse.

—JeongYeon-ah, hola —saludó fugaz, como su sonrisa—. ¿Trajiste tu laptop?

—No, lo siento —murmuró la chica.

Miró a la chica sentada a su lado; ella había escuchado que pedía prestada una laptop y negó con la cabeza. JiMin bajó los hombros y miró del otro lado del salón, cruzó miradas con Yoo KiHyun; quién era voluntariamente obligado a ser el amigo que le pasaba las tareas y hacía todo lo que ChanYeol pedía. Éste al sentir la mirada sobre él, subió sus gafas y con un puchero negó con la cabeza, abrazando su laptop.

Suspiró, agarrándose la cabeza de la desesperación.

—JiMin-ah.

Levantó la mirada tan pronto lo llamaron, YoonGi dejó su laptop sobre su butaca, indicándole con una sonrisa que podía usarla. Sus ojos brillaron y aliviado le dio las gracias, pronto la prendió para comenzar a transcribir su trabajo, prometiéndose que le agradecería a su mayor recién terminaran las clases.

—¡Qué hermoso día de primavera! —SeokJin entró sin una pisca de ánimo, cerró la puerta tras de sí y se incorporó en su podio—. Hoy es un día muy importante, esta clase les será útil para toda su carrera. Pero antes de iniciar, díganme, ¿alguien sabe que es una estrategia?

El salón enmudeció, miradas incómodas detallaban cualquier punto del salón menos a los ojos del profesor que comenzaba a perder la paciencia. SeokJin golpeó su mejilla interna con su lengua, esperando una respuesta que nunca llegó.

—¿Nadie? —resopló—. Me parece increíble. Cuando enseño algo, ¿creen que basta con escribirlo y memorizarlo como si fueran una máquina sin pensamiento o consciencia?, ¿les ha servido de algo hasta ahora? Tan sólo mírense, no dicen ni una palabra. —Su vista recorrió el salón desde el grupito de atrás que tenían la mirada fija en sus cuadernos hasta cierto chico que estaba demasiado concentrado en la laptop—. Mientras yo hablo, algunos siquiera prestan atención, ¿no es así, JiMin?

El mencionado levantó la cabeza, sintiéndose intimidado por la dura mirada de su profesor.

—Disculpe, SeokJin-nim, ¿puedo hacerle una pregunta? —YoonGi interrumpió en el momento justo.

—Claro. Dime.

—Hay cinco pasos de planificación estratégica; "las cinco cajas". Ese concepto no está en nuestro libro, pero creo que se relaciona con nuestra clase, ¿es así? —Cuestionó bajo la mirada de confusión de todos.

—Estoy impresionado —SeokJin sonrió ampliamente—. Esto demuestra que YoonGi-ssi ya le echó un vistazo a todo el libro. Tienes razón. —Apuntó con su bolígrafo al estudiante estrella—. El libro no es perfecto, gracias por darte cuenta. Por eso traje material suplementario.

JiMin suspiró agradecido. YoonGi con su brillante cerebro logró distraer el posible reclamo del profesor a su persona y hacerlo retomar la clase. A este paso le debería mil favores al pelinegro, pero valdría la pena si lograba entregar el trabajo.

Continuó con su ensayo, escuchando un poco de la clase mientras escribía lo más rápido que podía. Después vería a quién le podía pedir las notas o simplemente estudiaría el material complementario en la biblioteca saliendo de clases.

—Espero no hayan olvidado su trabajo. —Finalizó SeokJin, cerrando su cuaderno y los suspiros de alivio llegaron a sus oídos. Rodó los ojos internamente—. ¿Alguien puede recogerlos y traerlos?

—Yo lo haré. —Se ofreció YoonGi.

—Muchas gracias YoonGi. —Sonrió complacido. Miró su reloj un segundo antes de regresar la atención—. Déjalos en administración a las cinco, ¿está bien?

—Bien.

—Perfecto, nos vemos la próxima clase.

JiMin se apuró a terminar el trabajo, faltaba sólo una hoja pero le ponía bastante nervioso como todos se retiraban y él seguía ahí, tratando de no faltar con su estricto profesor. Cielos, casi podía escuchar la musiquita rápida de Mario Bross en su cabeza.

—Ya terminas, ¿no?

Miró a YoonGi recargado en el asiento del otro lado del pasillo con los trabajos de los demás ahí. Asintió nervioso, escribiendo como un loco.

—Sí, sólo dame unos minutos.

Continuó escribiendo tan rápido como sus dedos podían, sin embargo sentía la profundidad de un par de orbes oscuros clavados en su persona. Le estaba poniendo los nervios de punta.

—¿Tienes que mirarme así? —preguntó.

—¿Por qué?, ¿te molesto? —replicó con una nimia sonrisa.

—Sí.

—Eso es bueno —susurró.

¿Acaso se estaba burlando de él?

Volteó a verlo con confusión.

—A mí también me molesta —se excusó.

No iba a darle vueltas al asunto, joder que no. Tenía que terminar ese trabajo ya.

—Listo. —Sonrió victorioso.

—Vamos a imprimirlo —sugirió.

Tomó todas sus cosas y cargó la laptop de su mayor con mucho cuidado. Caminaron a la par hasta la sala de impresiones, ninguno dijo nada y JiMin lo agradeció, estaba bastante nervioso como para hablar sobre cualquier cosa.

Pasó su documento a una memoria extraíble y ésta la metió a una computadora del salón.

—Ay no. —Miró el anuncio en la pantalla y jadeó exasperado—. Sunbae, ¿puedes ayudarme?

—¿Qué pasa?

—No me deja imprimir.

Tenía la teoría de que las impresoras se quedaban sin tinta o se descomponían si te veían nervioso. O eso al menos pensaba ahora, necesitaba entregar el trabajo, tenía el tiempo contado y la máquina le notificaba que no imprimiría su archivo. Suspiró, agarrándose la cabeza en su desesperación.

En segundos se sintió enjaulado, los brazos de su mayor se aferraron a cada lado de la mesa y su pecho por poco toca su cabeza. Con las mejillas rojas y la desesperación convirtiéndose en timidez, trató de sacar la cabeza o mínimo moverse, pero cuando lo intentó, el brazo del pelinegro se tensó, prohibiéndole el paso.

Largos minutos pasaron en esa incómoda posición. JiMin se inclinaba o trataba de hacer el menor contacto con cualquier parte del pelinegro que se movía libre por el escritorio, tecleando y haciendo extrañas cosas en la computadora que no lograba entender al igual que su comportamiento. YoonGi bien pudo pedirle que se moviera y lo hubiese hecho, no había razón para enjaularlo contra el escritorio.

—Listo. —Sonrió el mayor, quitándose de encima antes de recibir las impresiones—. Mira, están perfectas.

—Muchas gracias —murmuró tímido.

—Hola, oppa. —Nancy entró a la sala con una memoria USB en las manos, se inclinó con respeto hacia el mayor, dedicándole una mirada de desdén al rizado—. Buenas tardes.

—Hola, Nancy-ssi. —Saludó cortés el pelinegro. Regresó su atención al chico, mostrándole una bonita sonrisa—. Lo llevaré a administración con los demás.

—Sunbae, sin tu ayuda no habría podido entregar el trabajo. —Hizo una pequeña reverencia como agradecimiento—. Muchas gracias.

—¡Oh! Casi lo olvido. —Abrió su mochila, sacando de ésta una carpeta—. Estos son los apuntes de hoy. No pudiste tomar notas, así que devuélvemelo cuando termines.

—Muchas gracias.

—Me iré ahora. Nos vemos. —Sonrió. Levantó la mano, agitándola unos segundos para despedirse de la chica que miraba la escena desde atrás—. Adiós, Nancy-ssi.

JiMin por su parte también salió de la sala, negándose a cruzar una palabra con la chica que tanto lo detestaba.

Mirando el cuaderno de YoonGi, se preguntó, ¿cuántas veces más iba a recibir su ayuda?

Soltó un suspiró, encogiéndose de hombros. Esperaba no terminar debiéndole tantos favores como se sentían. Por el momento tenía una gran deuda por la enorme ayuda que le brindó.

Camino a la biblioteca y comenzó a rebuscar en su bolso la hoja donde tenía escritos los libros que debía estudiar, sin embargo se dio cuenta de algo importante; había olvidado su USB en la sala de impresiones. Jadeó cansado del horrible día y dio marcha atrás para regresar por ella, esperaba que aún estuviera ahí.

Cuando iba llegando al edificio principal, miró a cierta castaña de elegantes prendas leyendo un engrapado. La hubiera pasado de largo si las hojas no tuvieran la marca de agua que siempre colocaba a sus trabajos.

«Por favor, qué esté equivocado». Rogó.

Se acercó a paso firme y confirmó sus sospechas cuando la chica escondió las hojas tan pronto lo miró.

—Eso era mío, ¿verdad? —señaló JiMin con molestia.

—B-Bueno, tú tampoco lo escribiste —murmuró.

La tomó con fuerza brazo para girarla lo suficiente y arrebatarle el trabajo.

—¿Por qué lo tomaste? —exigió saber con voz cansada. Estaba harto—. ¿Qué demonios te pasa conmigo?, ¿tanto te gusta Min YoonGi?

—¡Pues sí! Me gusta —se sinceró, golpeando el suelo con uno de sus tacones—. Me he esforzado porque me diera un trato especial y todo lo que YoonGi ha hecho desde que inició el curso es estar más pendiente de ti que de mí —escupió molesta. Se acercó intimidante haciendo que JiMin retrocediera un paso—. Aléjate de él o haré algo mucho peor que robar tu estúpido trabajo.

—¡Ah~, estoy celoso! —Una tercera voz interrumpió la riña entre ambos estudiantes.

Pronto la chica palideció tres colores cuando miró que YoonGi se encontraba en la entrada del edificio junto con uno de sus burlones amigos, ambos habían escuchado toda la conversación.

—Es la primera vez que veo a una chica peleando tan intenso por un chico. Eres parte de esta telenovela —bromeó con el pelinegro, empujándole levemente del hombro.

—O-Oppa, no piensas mal de mí —balbuceó Nancy.

—JiMin-ah, ve y entrega tu trabajo ahora. —Ignoró por completo a su compañera, instruyendo a su menor—. Ya pasó el plazo de entrega.

JiMin asintió titubeante, miró una última vez a la nerviosa chica y corrió al interior del edificio. Mientras tanto YoonGi se dirigía a su compañera de año, ironizando como ésta se hacía chiquita a su lado cuando minutos antes miraba hacia abajo a JiMin.

—Jewel, no sabía que seguíamos en secundaria. Olvidaré todo lo que escuché y espero que te disculpes con JiMin más tarde. —Suspiró aburrido, mirando a la joven de arriba abajo con desdén—. ¿Quién te dijo que dejarte decirme oppa era darte un trato especial?

Finalizó, haciendo una seña a su compañero para que continuaran su camino.

—Ya finalizó el plazo.

—Sí... lo sé —murmuró con la cabeza gacha.

—Sabes que no puedo aceptarlo, ¿cierto? —El estudiante asintió y SeokJin agudizó la vista, incrédulo—. Esto podría afectar tus calificaciones, lo sabes.

—S-Sí —espetó con voz trémula—. Por eso le ruego que me lo acepte.

—Siéntate JiMin. —SeokJin observó a su estudiante acatar su instrucción. Dejó sus trabajos de lado, acomodándose en su escritorio—. Me enteré de que el loquito del señor Park y su nuevo amigo indigente te atacaron esta mañana, ¿es así?

—No me atacaron, fue un accidente —balbuceó.

—¿Te lastimaste?

JiMin miró al hombre confundido, se había quedado sin habla. Era tan extraño ver al profesor SeokJin preocupándose por un alumno.

—Y-Yo, sólo me raspé la rodilla —mencionó aturdido.

—Y aun así asististe puntual a mi clase. —Abrió el cajón de su escritorio, sacando una caja de venditas del interior antes de ofrecerle una a su estudiante—. Supongo que imprimiste tu trabajo después de clase y se lo entregaste a tu compañero, YoonGi.

—Gracias —murmuró, sujetando con ambas manos el obsequio mientras inclinaba la cabeza con respeto—. Así es, profesor.

—Yo vi como una chica tomaba uno de los trabajos cuando pasé por ellos a administración, sé que no era de mi clase o si no la hubiera reconocido —relató con seriedad, entrelazando sus dedos sobre el escritorio. —Ahora puedo concluir que tomó tu trabajo y tú en lugar de excusarte y decirme lo que pasó, preferiste callar y afrontar las consecuencias de los actos de otros.

JiMin no supo qué contestar. Bajó la mirada a sus manos, un sentimiento similar a la vergüenza comenzaba a adueñarse de su cuerpo.

—JiMin-ah, habla bien de ti que afrontes tus problemas —explicó con voz suave, antojándosele comprensivo—. Pero puede causarte serias consecuencias no hablar cuando alguien está molestándote o tratan de perjudicarte. No dejes que los demás intenten pasarte por encima, ¿comprendes?

—Sí, profesor.

—Bien. Sólo por esta vez aceptaré un trabajo extemporáneo, pero que no se repita, ¿escuchaste?

—¡Sí, profesor! ¡Muchas gracias! —expresó emocionado, agradeciéndole con una enorme sonrisa.

Salió de esa oficina con el ánimo renovado, eso era lo mejor que le había pasado en el día además de la ayuda de YoonGi. Definitivamente había sido toda una sorpresa el trato comprensivo de alguien tan estricto como Kim, sin embargo se sentía halagador. Posiblemente había sido el único de su clase en ver ese lado... ¿Amable?

No importaba, estaba feliz.

—JiMin-ah. —YoonGi lo interceptó en la salida del edificio principal—. ¿Te aceptaron el trabajo?

JiMin asintió con una sonrisa.

—Sí. Gracias de nuevo por ayudarme, no habría podido solo —confesó con las mejillas teñidas en rosa.

—No tienes por qué agradecer. Igual, si necesitas ayuda con el proyecto grupal y el examen, sólo pídemela —sugirió, dejando una caricia leve sobre su hombro.

«¿Lo dice en serio?»

Suspiró, a estas alturas no tenía idea de nada. No tuvo el valor de responder, por lo que sólo asintió. Ambos se acompañaron al estacionamiento, donde su mayor tenía su auto y él salía por una de las puertas cerca de ahí para tomar la parada de bus.

—Por cierto, ¿quieres co-? —YoonGi calló. Segundos después rio ligero; cabizbajo. Rascó su nuca ligeramente incómodo—. Creo que no.

—B-Bueno, yo-

—Nos vemos.

Le interrumpió, encaminándose a su auto.

Mordió su labio,sintiéndose demasiado cobarde para gritarle que se detuviera. Sólo lo miróirse, la afirmación a aquella pregunta quemándole la garganta.

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