DOS: El culpable es...
—Entiendo su situación. —El profesor suspiró con pesadez—, pero no puedo hacer nada.
—Oí que los profesores tienen la autoridad para aceptar más estudiantes. —JiMin largó una reverencia como última opción—. Por favor ayúdeme. De verdad quiero tomar su curso.
—Cielos. —NamJoon rio ligero, recargando su peso contra el respaldo de su silla—. Por eso dije que no vinieran a rogarme, sobre todo lindos estudiantes.
—No deberías hablar así de los alumnos.
Kim SeokJin entró a la oficina con dos cafés en mano, miró con molestia al hombre que levantó las manos en señal de rendición. Pasó de largo al apenado chico que lo saludó con una reverencia para acomodarse en el sofá de la oficina y desocupar sus manos.
—Buenas tardes. —Correspondió el saludo del estudiante con una bonita sonrisa—. ¿Sabes? Hay lugares en mi clase.
JiMin mordió su labio, no sabiendo qué responder y claramente no iba a ser una negativa. La reputación del profesor le aterraba.
—¿Qué? —SeokJin arqueó la ceja, cruzándose de brazos—. Mi clase sirve para tu especialidad también, ¿no quieres inscribirte? —Nuevamente un incómodo silencio terminó por hacerle entender todo al atractivo castaño—. Ya veo... tienes miedo. Es porque todos me llaman dragón, ¿es así?
—Por supuesto que no. —Negó rotundamente con la cabeza, haciendo una caravana como disculpas.
—Lo que pasa es que ustedes no me conocen bien, soy muy amable y dulce.
NamJoon soltó una risita que trató de hacer pasar por una ligera tos.
—¿Por qué te ríes? —reclamó.
—No, no es así. —Carraspeó NamJoon, poniendo su atención en el estudiante para salvarse de un posible regaño—. De verdad no creo que pueda meterte en mi clase, pero estoy seguro de que aprenderá mejor con el profesor Kim, su clase es más enriquecedora que la mía.
—Tienes razón, profesor Kim. —SeokJin se levantó del sofá, llevando un vaso de café hasta el escritorio del pelinegro—. Estoy seguro de que mis clases te ayudarán mucho, joven...
—Park JiMin —murmuró.
—Qué lindo nombre —halagó con sinceridad—. ¿Sabías que tu nombre significa "sabiduría y estará más alto que el cielo"?
—No lo sabía. Gracias. —Se reverenció.
SeokJin tomó una de sus manos, pidiéndole que no le tenga miedo. JiMin entonces pudo observar un anillo de bodas en su anular y mientras caminaba a la salida de las oficinas, no pudo evitar pensar quién pudo haber sido la valiente mujer en casarse con alguien como él.
No importaba que tan guapo pudiera ser ese profesor, simplemente su actitud no ayudaba.
NamJoon se levantó de su asiento tan pronto su estudiante se fue y en un rápido movimiento acorraló a SeokJin contra el escritorio, sus manos aprisionando la estrecha cintura sobre la ropa.
—Serás bueno con él, ¿cierto? —cuestionó burlón.
—Por supuesto, soy muy amable con mis estudiantes —ironizó. Sus manos dieron a parar en el cuello ajeno, una mirada filosa reparó el rostro del profesor—. No tanto como tú, por supuesto. Ahora sé porque todos te quieren. ¿Qué es eso de llamar "lindos" a los estudiantes? No es profesional.
—Sólo fue un cumplido, el chico parecía desolado. —Presionó una risita contra el cuello de su esposo, dejando nimios besos en el largo de éste—. ¿Te he dicho lo mucho que me gusta tu piel?
—No me cambie la conversación profesor NamJoon —murmuró, hincando los dientes en su belfo al tiempo que suaves mordidas eran dejadas bajo su mandíbula—. No sea cínico, e-estamos en la escuela.
—No lo soy. —Recorrió con sus labios su mejilla, encaminándose hasta los pomposos labios que titubeaban. Sonrió entonces, suspirando su cálido aliento contra ellos como mera invitación a abrirlos—. ¿Quiere que lo sea, profesor Kim?
SeokJin con las mejillas rojas y calientes asintió anhelante.
—Pon seguro a la puerta.
Tan sólo habían pasado un par de días desde el incidente y aún no podía acomodar su horario para no terminar terriblemente exhausto al final del día. Gracias a que ahora tenía que cursar la clase del profesor Kim SeokJin, después de su turno en la cafetería debía correr; literalmente, para apenas llegar a tiempo. Tuvo que recorrer también varias clases para la tarde y cancelar algunas otras para no empalmar el horario pero de cualquier forma era un completo desastre.
Lo peor es que no podía renunciar a su empleo porque necesitaba el dinero para la renta de su habitación y víveres. Sin embargo no sabía cuánto resistiría durmiendo menos de cinco horas al día y viviendo a base de fideos instantáneos con café.
Jadeó frustrado tras el mostrador. Por culpa de Min YoonGi se encontraba en esa situación, si no hubiera cancelado su registro no estaría al borde de las lágrimas en ese instante.
Porque sí, después de considerarlo y hacer un recuento de las cosas que pasaron aquel día, estaba noventa por ciento seguro de que el infierno personificado en un atractivo estudiante de último año estaba detrás de la cancelación de su registro.
Talló sus ojos al escuchar la campanita de la puerta principal, se dio la vuelta para ensayar una sonrisa convincente y no transmitir malas vibras al cliente. Finalmente inhaló profundo, girando una vez más para hacer su trabajo.
—Bienvenido a-
Su discurso murió al ver al dueño de sus pesadillas del otro lado del mostrador. YoonGi le saludó con una bonita sonrisa, cosa que lo enervó.
Se veía tan bien. Su cabello bien peinado, su piel tersa, su ropa fina planchada y arreglada... tan sólo verlo le restaba energía y le ponía de malas.
JiMin lucía como un muerto en vida mientras que él emulaba una fresca rosa.
—¿Qué desea ordenar?
—Quiero un americano y un batido de fresa.
—¿Con o sin crema batida? —espetó como parte de su rutina, marcando la orden en el monitor.
—¿Cómo lo tomas tú?
La pregunta lo confundió más de lo que debería.
—Sin crema, p-pero-
—Entonces sin crema.
Pasó la tarjeta con las manos temblándole. La presencia de YoonGi lo desestabilizaba y odiaba cuando eso pasaba, sobre todo cuando debía demostrar su profesionalismo. Su cabeza comenzaba a doler.
Preparó ambas bebidas en tiempo récord, aun cuando la mirada de su mayor no dejaba de quemarle la espalda; siguiendo cada uno de sus movimientos. Finalmente pudo dejar la orden sobre la barra de entrega.
—Vuelva pronto —musitó deseando todo lo contrario.
YoonGi tomó el café, señalando el batido con el índice.
—Ese es tuyo.
Sin más salió del local, dejando a un JiMin más confundido que antes. Miró el batido con desconfianza a pesar de que él lo había preparado y se preguntó una vez más si no se estaba volviendo loco.
Lo único que tenía seguro es que algo se traía Min YoonGi entre manos.
—Los evaluaré de la siguiente forma; su asistencia vale el veinte por ciento, el parcial y el final valen cincuenta por ciento, los trabajos grupales el veinte por cierto y los individuales el diez—. El profesor Kim señaló el primer apartado escrito en el pizarrón, pasando el marcador por el siguiente punto a evaluar. —Habrá dos presentaciones grupales; la primera a mitad del semestre y la segunda al final.
Las quejas no se hicieron de esperar, los rostros afligidos y molestos de los estudiantes perturbaron la poca paciencia de SeokJin.
—No es como si no supieran cómo sería. —Inspeccionó el grupo, deteniéndose en el grupito del fondo del salón—. Park ChanYeol, usted reprobó una vez conmigo, ¿recuerda? Debió advertir a sus amigos cuando se inscribieron a mi materia.
—Sí, profesor —murmuró recientemente desanimado, mirando mal a los que se rieron en voz baja.
—Todos quieren tomar una clase fácil, ¿no? Seguro varios de ustedes rogarían por un lugar en la clase del profesor NamJoon —bufó con una media sonrisa que pronto desapareció tras una expresión de entera seriedad—. Quieren tener éxito en la vida sin esforzarse en lo más mínimo, ¿creen que la difícil economía del país los esperara a que terminen de madurar? ¡Por supuesto que no! —exclamó con un duro golpe al escritorio, sacándole un susto a más de uno—. ¡Despierten todos! La vida no es un profesor que te pone puntos extras hasta por sonreír.
El silencio sepulcral sentenció el tipo de clase que daría el profesor SeokJin.
JiMin sopesó seriamente si debía dar de baja la materia. Perdería la beca seguro, pero prefería perderla por su cuenta a que en su historial aparezca un espantoso "desaprobado". El profesor tenía razón, la vida no era sencilla pero... ¿Le tenía que tocar con él justo ahora? Apreciaría sus lecciones si no necesitara aprobar a como dé lugar.
Suspiró agotado, recargando su cabeza contra una de las estanterías de la biblioteca.
—JiMin-ah...
Miró en dirección a la voz que le llamó. Una pequeña chica de gafas y mejillas rojas le saludó.
—¿Te conozco? —musitó apacible, sin intención de ser descortés.
—Nos sentamos juntos en la clase del profesor Kim.
JiMin no lograba recordar y le sonrió a modo de disculpa.
—Soy Yoo JeongYeon... tengo algo que decirte.
La tímida chica miró a todos lados, asegurándose de que estaban solos en el pasillo.
—C-Creo que sé quién saboteó tu inscripción —susurró.
Nancy se encargó de divulgar a todo el mundo sus sospechas de que alguien había accedido a su cuenta y cambiado su registro. Se acostumbró a recibir burlas por parte de sus compañeros de clase, ya que al no tener ninguna prueba, todos pensaban que simplemente exageraba. No se extrañó cuando esta chica le habló al respecto pero sí que era nuevo que ella tuviera información que pudiera servirle.
Su corazón comenzó a latir con fuerza contra su pecho, escuchó con paciencia y atención lo que con mucho trabajo ella trataba de decirle.
—Te vi ese día en la biblioteca, la persona que utilizó la computadora después de ti fue...
—¿Min YoonGi otra vez? —HyunAh hizo una mueca de escepticismo, dudosa de lo que su amigo le contaba—. Ah... Jiminnie, ya te metiste en problemas una vez por sospechar de él.
—Ella dijo que lo vio usar la computadora justo cuando yo me fui.
—¿De verdad confías en ella? —Abrió la boca para masticar el gajo de mandarina que HyoJong peló para ella. Cuando terminó volvió a hablar—. Si es mentira podrías meterte en graves problemas, y creo que una pelea con la adoradora número uno de YoonGi sunbae es innecesaria a estas alturas.
—La única forma de saberlo es revisando las cámaras de seguridad —sugirió HyoJong, encogiéndose de hombros—. Te acompañamos y así te sacas de dudas.
JiMin asintió a la idea, necesitaba pruebas.
Se levantó de su asiento y comenzó a caminar en lo que sus amigos recogían sus cosas, sin embargo no pudo dar más de tres pasos cuando se topó con la persona que menos quería ver en ese momento.
—¿De verdad crees que yo lo hice?
YoonGi se miraba tranquilo, no había enfado o zozobra en su voz, siquiera esa característica sonrisa burlona que en el pasado le presumía cada que lo veía al borde de los nervios, obviamente por su culpa.
Su calma dejaba descolocado a JiMin, sus pensamientos tambaleaban.
—Supongo que ese silencio es un sí.
—Si no lo hiciste... dime que no es así —musitó, tratando de sostenerle la mirada.
—¡YoonGi-ssi! —El grupito de ChanYeol se acercó a ellos tan pronto divisaron a su adinerado amigo, el ambiente se tornó incómodo cuando el peli plata con esa sonrisa de oreja a oreja se detuvo junto a ellos—. Te estábamos buscando, íbamos a ir a comer, ¿vienes?
—No puedo, me veré con JiMin-ah a las seis. —Sonrió amable, dedicándole una mirada de soslayo al mencionado—. Iremos a ver las cámaras de seguridad para ver quién fue el responsable de cambiar su registro.
—¿Sigues con eso? —interrumpió Nancy, mirando a JiMin con enfado—. No me digas que culparás a YoonGi-ssi por ello también.
—Y-Yo-
—En realidad sólo lo estoy ayudando —respondió YoonGi en su lugar, tranquilizando en un segundo la agresividad de la chica—. Lo que sí puedo hacer es invitarles un café, ¿están de acuerdo?
—Yo te acompaño, oppa. —Con una enorme sonrisa, Nancy se colgó del brazo del mayor.
Con disimulo, YoonGi se soltó del agarre para sacar del bolsillo de su abrigo una lata de café expreso, extendiéndoselo al más joven.
—Tómalo, sé que te gusta —murmuró con una bonita sonrisa.
JiMin sintió la pesada mirada de Nancy sobre él pero trató de ignorarla. Quiso hacer lo mismo con la bebida que su mayor le ofrecía, sin embargo no le convenía portarse descortés frente a todos, así que la tomó antes de largar una reverencia en agradecimiento.
El grupo de último año se fue de ahí en cuestión de minutos, dejando a JiMin temblando en una mezcla de emociones que sólo hacían su cabeza doler.
—No creo que sea él —comentó HyunAh, encogiéndose de hombros—. Si quieres revisar las cámaras está bien, pero creo que te estás equivocando con YoonGi-ssi.
A duras penas le dio la razón a su mejor amiga. Por primera vez desde que conoció el lado malévolo del mayor, sus sospechas sobre él flaquearon.
Quizá... si se estaba equivocando con YoonGi.
Ese pensamiento lo persiguió por el resto del día, siquiera pudo atender sus clases con normalidad porque su mente divagaba y le obligaba a sacar conclusiones sobre el extraño comportamiento de Min.
Todo el tiempo que tenía de conocerle le indicaba con gigantescas flechas rojas que él era el culpable. Pero debía admitir que la razón bofeteaba su cara, mostrándole la verdad; YoonGi era inocente.
—Ya pasaron veinte minutos —se quejó HyoJong, rascando su nuca—. ¿Será que no vendrá?
O era posible que su sexto sentido tuviera la razón y su mayor realmente no era la blanca paloma que fingió durante este inicio de clases.
Suspiró harto de esta situación.
—No lo esperemos, vamos —decretó.
—Ahora que lo pienso, ¿crees que nos mostrarán los vídeos? —HyoJong siseó con nerviosismo—. Nuestro sunbae es presidente del consejo estudiantil, a él nadie le dirá que no pero nosotros somos simples mortales.
—Eso déjamelo a mí. —HyunAh sonrió traviesa.
—Mi papá quemó todas las fotos de mamá cuando ella murió, todo lo que me queda de ella es la foto que está en esa cartera. —Una lágrima desolada rodó por su mejilla—. Por favor, tengo que encontrarla...
—Agh, qué dolor de cabeza. —Jadeó el oficial. Se levantó de su asiento con molestia—. Iré al baño y cuando vuelva no los quiero ver aquí, ¿de acuerdo? Rápido.
El hombre salió y JiMin pronto ocupó la silla, buscando rápidamente los archivos de aquel día.
—¿Estás bien? —susurró HyoJong.
HyunAh asintió, dedicándole una pequeña sonrisa.
La verdad es que sí tenía una única foto que su padre no logró tirar cuando su adorada madre falleció. El recuerdo de ella permanecía en su lugar secreto dentro de su habitación, jamás pondría algo tan preciado en algo tan fácil de extraviar como una cartera, pero había sido la perfecta excusa para revisar las grabaciones de las cámaras.
—Me lleva —exclamó el rizado, mirando la grabación de ese día.
—¿Qué pasa? —preguntó HyunAh extrañada.
—Me senté en uno de los puntos ciegos —bufó—. No puedo ver nada.
—Pero si podemos ver quién sale y quién entra, ¿no? —sugirió HyoJong, palmeando el hombro del menor como consuelo.
JiMin asintió y los tres miraron fijamente la pantalla.
YoonGi entró a la biblioteca justo a las once cuarenta para hablar con JiMin, sus mejores amigos aprovecharon la oportunidad para burlarse de su huida en escena, pues les contó cómo corrió después de que el pelinegro le invitara a comer.
—Mira. —Señaló HyunAh, su dedo se dirigió al horario en la grabación—. Se fue a las once cuarenta y cinco... ¡Jiminnie! —exclamó con un mohín, golpeando sin fuerza el brazo del aludido—. No pudo ser YoonGi, tu registro se canceló a las doce.
—Es cierto —murmuró avergonzado.
—¿Por qué estás tan paranoico con Min?, ¿cómo lo mirarás a la cara ahora?
Escondió su rostro tras sus manos. HyunAh tenía razón.
Estaba desesperado, exhausto y se empecinó en seguir el camino más fácil que le dictaba su cabeza; es decir, culpar a YoonGi.
¿Qué le estaba pasando?, ¿cuándo dejó de pensar con claridad?
—Muy bien, váyanse. —El oficial entró de repente, tironeando sin fuerza del brazo de cada uno para sacarlos de la oficina.
—Espere señor, un poco más-
Pidió su mejor amiga pero ni sus mejores pucheros lograron convencer al hombre de darles unos minutos más.
Caminaron cabizbajos a la salida del edificio. No pudieron averiguar quién fue el culpable.
—Excelente, ahora la estúpida de Nancy tiene razones para burlarse de nosotros —exclamó en un mohín, siendo consolada por su rubio amigo que la abrazó.
A pesar de ello, JiMin se sentía como si un gran peso se le cayera de los hombros. Pensó entonces que lo único que necesitaba saber era si YoonGi lo había hecho o no, esto para comprobar si su vida seguiría siendo un infierno en tierra o si podía dejar de pensar en cuántas cosas malas lo perseguirían por el resto de su carrera gracias a YoonGi.
El aire inclusoacariciaba su rostro con suavidad. Finalmente podía estar en paz
—¿Por qué lo hiciste?
—¿De qué hablas, YoonGi-ssi?
El farfantón frente a él no se atrevía a levantar la mirada para enfrentarlo, sus manos incluso se encontraban en el interior de sus bolsillos. Su postura encorvada y su habla trémula no iban a hacerle sentir compasión por él.
—Si no lo hiciste, ¿por qué apareciste ahí a esa hora?
YoonGi había llegado al cuarto de las cámaras se seguridad media hora antes de lo acordado. El oficial en turno le tenía tanta confianza que no dudó en dejarlo ahí mientras bajaba por un café, sin saber que era participe del engaño que el pelinegro había planeado.
Después de eso sólo tuvo que esperar a la rata que tratara de escabullirse antes de las seis de la tarde. No le sorprendió que su plan funcionara, pero de todos los culpables que tenía en mente, jamás imaginó sentirse tan satisfecho con la persona que se presentó en ese momento.
—Revisé el IP en la computadora del señor Han, fue cuestión de inspeccionar las cámaras para averiguar quién le hizo eso a JiMin. —Se encogió de hombros.
ChanYeol suspiró, rendido.
—YoonGi-ah... sabes que mis padres son del campo, trabajaron mucho para que yo pudiera estudiar aquí y mis calificaciones no son las mejores. —Tomó una de las manos del pálido, mirándolo dilacerante—. S-Sé que cometí un error pero necesitaba estar en la clase del profesor NamJoon para poder graduarme y conseguir un buen empleo, estaba desesperado.
—Debiste decirle a JiMin.
—No ganaría nada con eso. —Chasqueó la lengua con molestia—. Cuando cancelé su registro, me metí a mi cuenta rápido pero otro idiota robó ese lugar —exclamó asendereado, en su rostro se reflejaba la molestia y el cansancio—. Pasé toda esa angustia por alguien más.
Un silencio incómodo inundó el ambiente, haciendo más frío el viento que corría en la azotea del edificio.
—¿Sabes? Creo que deben reubicar las cámaras. —Una sonrisa ladina se pintó en su rostro.
—¿Qué?
—La computadora estaba en un punto ciego, el vídeo muestra que entras y sales pero no pude ver lo que hacías.
ChanYeol miró estafermo al sonriente Min. Su cabeza poco podía procesar hasta que por fin pudo entender lo que el pelinegro dijo y una mezcla de sentimientos se agolparon en su pecho, dejándolo imposibilitado para reaccionar de la forma correcta.
—¿Acabas de engañarme?
—Claro que no quise. No tenía idea... —Sus facciones se deformaron en una expresión de sobria soberbia, sus oscuras lagunas miraron al culpable con gelidez—. De que me dirías todo así.
A pesar de estar casi de la misma estatura, ChanYeol se sintió pequeño a su lado. Se sintió feble por primera vez en su vida.
—YoonGi...
JiMin llegó a la conclusión de que no importaba quién había robado su registro. El periodo de corrección de horarios había llegado a su fin y ya no podía hacer más. Supuso que quién sea que haya sido estaba más desesperado por entrar a esa clase que él.
Era la mejor forma que tenía de ver las cosas y dejar de tomarle importancia. Se propuso entonces concluir de la mejor forma el semestre. Pondría todo su esfuerzo para que las cosas marchen bien, eso incluía soltar su pasado y dejar de culpar a YoonGi por todo lo malo que pasaba en su vida.
—¿Averiguaste quién lo hizo?
«Hablando del Rey de Roma», pensó.
—¿Por qué no viniste? —preguntó por mera curiosidad, no ganaba nada seguir inculpándolo a estas alturas.
—¿Aún crees que lo hice?
—No... ¿Por qué no dijiste que no lo hiciste?
—Si te lo decía, ¿me hubieras creído? —respondió, soltando una ligera risita.
JiMin sonrió apenas levantando las comisuras de su boca, dándole la razón. No hubiera confiado plenamente en su palabra, aún con las pruebas en mano.
Suspiró y supo de inmediato lo que debía hacer. Inclinó su torso a noventa grados, regresando hasta después de un par de segundos y optando por mantener la cabeza gacha.
—Me disculpo. Me equivoqué y te juzgué sin razones —musitó de forma cordial.
—¿Eso es todo?
—¿Qué? —preguntó extrañado.
¿Qué más quería de él?
Negó internamente, sus pensamientos se desviaban a pensar mal de él y tenía que parar con esa paranoia de una vez.
—¿Quieres cenar conmigo? —Una sonrisa que en cualquier otro contexto hubiese sido tierna apareció en su rostro.
—No. —Pero para JiMin no valía nada en ese momento. No hasta que la sonrisa desapareció y por un momento se sintió culpable de haberlo hecho sentir mal si es que fue así—. Es que, y-yo no ceno. —Se reverenció de nuevo, esta vez de manera rápida y nerviosa—. Lo siento.
Y huyó como se había vuelto su costumbre.
Para la siguiente semana, el asunto de su registro había quedado olvidado y no tenía más remedio que tomar clase con Kim SeokJin. Parecía que las cosas empezarían a mejorar; logró ajustar su horario para asistir al trabajo y al colegio sin morir en el intento, su profesor aún no entraba en lo más complicado de la materia y lo mejor es que no se había topado con YoonGi en esos días.
Con un poco de suerte sólo lo vería de lejos en los pasillos y no más. Su pesadilla por fin terminaba.
—Min YoonGi, ¿qué lo trae por aquí?
Era una jodida broma.
No podía ser su sunbae quien acababa de cruzar la puerta del salón y entregar esa carta de justificación para cambio de clase. No, no era real.
—Lo siento por interrumpir. —Inspeccionó por todo el salón en busca de una banca vacía y a pesar de todas las que había, sólo deseaba sentarse en un lugar. Así terminó a lado de un JiMin que trataba de hacerse chiquito en su asiento—. Cambié porque pensé que su clase sería más divertida.
—Me alegra verte aquí. —SeokJin sonrió orgulloso, inflando el pecho—. Los estudiantes inteligentes adoran mis clases, eso es lo que siempre digo.
JiMin sintió toquecitos en su brazo que intentó ignorar pero al final no pudo, sin ocultar su cara de aflicción volteó a ver a su compañero de asiento. Y nuevamente ahí estaba esa sonrisa de encías rosas.
—Hola, JiMin-ah —saludó en un susurro.
Sólo pudo hacer un intento por sonreír y clavar la vista en sus apuntes.
«¡¿Qué quiere de mí?!»
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