Lágrimas y presión para que las llamadas cesen,
y que el tiempo retroceda a esa luz azul que tanto nos adoró esas noches,
y a la cera rota de las velas
y el vals perdido de ayer,
no quería bailar, pero no pude evitar sentirme atraída por tu grandiosa caballerosidad.

Aquel traje, oscuro y guantes rojos en tus manos, y tus ojos marrones coquetos,
cada una de tus prendas y gestos las quité de mi cabeza, excepto tu sonrisa,
sabías lo que me estaba imaginando,
¿cómo es que eras tan bueno para esto?
pero primero me quité el collar antes de seguirte con la mirada más atentamente.

Las hojas naranjas decorando el salón,
y las paredes sin color y agrietadas me encantaban.
Le daban vida a mi alma,
la alma que ya vivía sin la tuya,
pero ahora que la encontró,
no puede dejarte ir.
Me hice la ilusión de tu mano en mi cadera y llegando hacia arriba,
y tú aliento llegando hacia abajo,
era tan increíble como me lograbas quitar la vida.
«¿Por qué tan callada?» , me preguntaste tocando un cabello rizado.
«No puedo respirar y mi corazón no late»
Tu mano fue a mi pecho,
lamiste tus labios
y me miraste.
«Está perfecto», dijiste.
No me pude contener; me alcé e intenté llegar a tus labios,
sin embargo,
tu no deseabas besarme, a menos no en ese momento
¿Cómo lo supe?
te diste la vuelta e ibas a las escaleras.
«¿Crees que puedes irte así?», te reclamé.
«No me iba, no te dejaré sola, ¿está bien?»

Pero, era una ilusión, lo estaba imaginando.
«Despierta», y así lo hice, estaba soñando despierta, se sintió tan real, tan genuino, pero era una ilusión «¿,te sientes bien?»
«No, nada bien, solo...no me dejes, por favor»
«¿Por qué te dejaría esta vez? ya lo hice una vez y estuvo horrible, no lo haré de nuevo, te lo prometo.»
Asentí y te besé.
«Gracias, ahora ya puedo estar en paz.»

Con amor.

—Cynthia.