Estábamos en la mesa almorzando,
y aunque la comida estaba deliciosa y me encantaba,
esto iba a ponerse agridulce,
y todo esto era por ti.

¿Por qué nunca hablabamos al comer?
¿Por qué dejabamos el espacio entre nosotros sin palabras?
deberíamos dejarlas fluir,
pero yo no quería, amor mío.
Cambiaste mi diamante por un pétalo rojo
¡cámbialo ahora, te dije!
así por lo menos me hará dormir tranquila en la noche.
Cortaste mi dedo con la espina,
e hiciste sangrar hasta que mis labios estaban blancos,
para que así los pintes con mi sangre y te haga más apetecible besarlos, mi amor.
Cambiaste mi corona por ramas entrelazadas
¡cámbiala ahora, porque no lo volveré a repetir!
Cambiaste mi joyería
y mi vestido negro obtuvo tu atención, al igual que mis labios pintados de rojo.
Quería que hubieran millones de velas encendidas,
para así verte los ojos con claridad porque las estrellas no te iluminaban.
Me acerque a ti y te acorralé en brazos,
no podías escapar.
Quería que pasáramos a las palabras, pero eso no ocurriría si yo no hablaba primero:

«¿Qué es lo que ves?», pregunté.
«Hermosura y pureza», me quedé congelada y me entregaste la rosa,
la rosa que había destruido.
Lo bueno es que me trajiste una rosa,
lo malo, es que me destruyó de por vida.

«Es lo más valioso que pude traerte desde el viaje, sé que no es mucho y que las cosas han estado tensas, pero...sé que es tu favorita. Una vida, un baile por una rosa ¿trato hecho?», eso dijiste.
Y la verdad, yo sólo quería tu vida, el contacto piel con piel, y cálidas palabras.
«Una vida por una rosa.», repetí y sonreí coqueta y tomé la rosa «Adorable, quisiera ver tu trato en acción, cariño.»
«Con mucho gusto», respondiste sonriente.

Con amor,

—Cynthia.