¿Con qué carácter saliste de la casa?
Vamos, vamos a bailar a la sala con la presente oscuridad.
Pero primero mírame,
escúchame lo que tengo que decirte.
Pero entonces te será imposible oírme,
porque apagaste la luz de la vela.

¿Que sentiste con este silencio?
que tus lágrimas corran por tus mejillas me hace tan feliz.
Pero las palabras son inútiles cuando estamos con estas multitudes espirituales.

¿Y qué pasó con mi vida?
Qué creía que solo era mía
pero se interpuso el agobio mental
que poseía por tu partida,
pensar que estarías todos los días y resulta que la que se manchó con sangre fría fui yo.
¿Y qué pasó con aquel brazalete que me prometiste?
Pensaba que aquello iba a sellar nuestra vida
que por los bosques estaría,
recogiendo las peonias del campo con tu vicio,
el vicio de estar siempre encima mío, pero esperé algún día en que tú habilidad de mantenerme conmigo cambiara y así fue que con los meses ya me exploté mi vida de soledad y te quería de nuevo conmigo.

Así que, volviste a casa,
te envolví en mis brazos,
y ya la ida y la vuelta se hizo ligera,
la furia que tenía se fue desquitando con las ventanas y paredes y es por eso que se veía maltratada,
Así que, volviste a casa.
¿Entonces cómo te sentiste al llegar y verme al fin?
Así que, ven y reunete conmigo en las escaleras con rosas esparcidas,
y esperaré el nunca para desaparecer de nuevo y la creencia de que contigo lo había perdido todo.

«Despierta», me ordenaste y desperté de mi trance.
En cuanto te ví te sostuve las mejillas
y creí que mi respiración ya no estaría,
pero logré que llegara a mis pulmones.
«Oh, mi amor.»
te di un abrazo, más no te besé.
«Que bueno tenerte en casa, aunque... está descuidada y sombría»
«Me gusta el aspecto.» confesaste «Lamento haber hecho lo que hice, y lamento irme por tanto tiempo sin avisar.»
Quedaron centímetros entre nuestros cuerpos.
«Todos cometemos errores, no te culpo por no dejarme una carta, así que, disculpa aceptada.»
Sacaste una sonrisa y dijiste:
«Eres increíble, gracias mi amor.»

Pero incluso con esa disculpa,
tuvimos nuestra disputa.
Pero de igual forma, dormimos juntos
en la misma cama
ya que la mañana siguiente sabía que,
te irías por trabajo de nuevo y sí, despertaría,
pero despertaría sola en la misma cama.

Sin embargo,
aunque parte de aquello era real,
también parte de ello era sacado de mi imaginación.

«¿Me escuchas? ey ¿estás bien? despierta, despierta.»
Sacudí mi cabeza y me dolió.
«¿Eres tú?», pregunté de nuevo.
«Sí, soy yo. Volví a casa.»,  me besaste la frente «Me asustaste, pero, ¿tú estás bien?»
«Estoy...bien, gracias.»
«Cariño ¿te sientes bien, de verdad? te noto débil, espero que hayas estado comiendo bien y tomando sol de vez en cuando»
«Claro, cielo. Descuida, estoy bien. Ahora, ¿quieres irte a descansar? fue un largo viaje.»

Caminamos por el centro del hogar,
por las rosas esparcidas en las escaleras,
por los vidrios en el piso que próximamente tendría que limpiar,
sin embargo,
nada de eso me importaba tanto,
cómo que llegaras a casa esa tarde,
me llenaba de alegría.
Esperaba con ansias el beso que soñé días pasados,
y lo obtuve al estar en la ducha empapados de jabón y con risas de por medio,
y con besos con lengua
besos que me hicieron gemir.
y mis manos en tu pecho descansarían,
y caricias por mi cabello, y por el tuyo,
y caricias de tus labios a mi cuello y en tu oído la melodía se escucharía,
y la excitación me obligaba a pedir más,
pero debía... ¿controlarme? ¡claro que no!
Más
Más
Más
Eso era lo que deseaba.
y estaba mordiendome la lengua,
y caricias en mi cintura y la presión aplicarías en la cercanía de nuestros cuerpos,
cerca de ti estaría,
y con un beso tuyo me podría a deleitar las estrellas,
a perder la cabeza... por un tiempo.

Con amor,

—Cynthia.