Una semana antes, esto ocurrió:
No fue al amanecer sino al atardecer cuando los pájaros cantaron.
Aquel cantado majestuoso me acompañó hasta la capilla en dónde, por supuesto, te encontraría.
«¿Qué haces aquí?», te pregunté con dureza mientras mi vestido se arrastraba por el piso de mármol,
el hermoso mármol que tus manos unieron.

«¿Ya firmaste los documentos qué estaban en la mesa, querida mía?», susurraste en mi oído.
«¿Te refieres a los papeles de divorcio?», le pregunté chistosa y riendo.
«Al contrario. Te haré tragar tus palabras»
«Eso lo sé, mi amor.»

Miré cómo brillaron las joyas de tus ojos.
Con tus movimientos de oro por la pista haces ver inútil a la plata
y al metal de las ventanas igual.
Y firme así,
me mantuve contigo hasta en la tempestad
¿qué pensaste tú?

¿Lo hice bien?
¿Lo hice mal?
Todo estaba bien hasta que ese tramo de tiempo caducó.

¿Resolví el conflicto?
¿Lo hicimos juntos?

No lo sé, mañana lo veré,
aunque si es más temprano que eso mejor.

Con amor,

—Cynthia.