Matemos al poeta
Las máquinas edifican,
las máquinas pintan,
las máquinas diseñan,
pero las máquinas no riman.
Pueden robar cada cual algo de nuestra
especie,
actuar como criaturas que andan y están
de pie,
podrán robar nuestras lápices y
adueñarse de la música,
pero nunca de la melodía y la acaricia de
la letra en nuestra piel.
Maten al poeta, mátenlo si se atreven,
Pero aún haciéndolo nunca dejarán de
tener al poeta, sino solo algo nuevo del
poeta.
Nunca borrarán sus estrofas, sus torres
de tinta, porque para eso deberán
destruir la melodía en sí.
¡Fabriquen cuánto quieran con sus
anticuados métodos! Con su mecánica
reiterada, su estropicio vil de placas...
pues yo prefiero los trastornos de mi
psique y los intensos bailes de mi lengua.
Cantaré solo porque se nos olvida cantar.
Cantaré porque puedo y ya está. Intenten
qué la máquina cante y como mucho solo
ruido saldrá, agónicas vibraciones que se
retuercen en el aire, que mueren antes salir.
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