Llegó el medio día con una bienvenida de disparos en el Guayas.

Cayeron guardias en porterías y transeúntes en las esquinas; se tuvieron como rehenes a funcionarios penitenciarios a quienes muchos la soga y la bala se hizo aplicar.

Coches se encendieron en truculencia narcotráfica.

La dinamita separó carnes de huesos y vida de vida.

Los niños del desastre correista se fundieron en mafias; y en las mafias fueron e hicieron cosas de infantes.

Los mafiositos en sus motitos extorsionaban cuanto podían y el derecho se había acostumbrado en cuánto lo que hacían.

Los memes, las imágenes, las sátiras del desastre ecuatoriano...la resignación del pueblo, la burla misma de ser ecuatoriano sonreía el cinismo, el estado fallido del medio mundo, del medio planeta, de unos medio cerebro.

¿Qué pueblo se tiene cuándo las letras se derriten, las drogas te dominan y la justicia se adormece, con la paz en consecuencia?

Una nación debe reforzarse y recordarse porqué existe y porque puede seguir.

El mundo no puede perderse por el submundo; no debe ser arrastrado al diablo cenizo.

Sangre, sol y océano nos refuerzan, nos reclaman al son de una sola voz...la serenata guerrera de las flautas, de la guitarra de Infante, del amor de Jaramillo.

Que llegue la media noche con el silencio del Guayas.

Oremos por un hoy, por un fue y por un será; amén y amén.