El vivir
Si al morir pudiese tener toda respuesta que quisiese, ¿qué sentido tendría el morir?
Si el vivir resulta en una encrucijada completa de telas a rasgar, ¿qué sentido tendría el no vivir?
La extensión de la misma no es más que oportunidades de nuevos saberes. El entuerto fatídico del final no es más que una irrupción infructuosa de un mal que, tal vez, nunca encuentre fin.
Pero en el árbol de la vida donde Odin se colgó, en aquel ramo donde Eva arrancó el fruto perdido, o donde la diosa Pachamama erupciono, quedó claro un milagro de defensa no insulsa sino censada por términos nuevos.
Alabados y temidos sean quienes piensan, y más, quienes, aparte de pensar, actúen. Pues donde llega la mano y no solo el cerebro se moldea el universo. Golpear sea el concurso de las risa en el rostro para aquellos que desprecien tal avance.
Guayaquil entra en el desembarco de los timones y desafía a los piratas que buscan más, pero los rufianes cuales pirañas buscan el motín del saber, y perpetraran con todo.
Viajes se han hecho por el Mediterráneo extendiendo las manzanas del Edén. Salvaguardados sean los escritos de Hipatia de Alejandria, y pulcro su cuerpo como el de Sócrates ansioso del sabido pensador.
¿Qué sentido tendría el morir, si no habría más que compartir?¿ni nada más en qué pensar y actuar? ¿Dónde se halla el sentido de morir?
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