†EL CIRCO DE MEDIANOCHE I†
"Solo se necesita una sonrisa, solo una minúscula para darse cuenta de que estas es serios problemas"
Cada noche, en el pueblo de Goferli, miles de personas presentaban en público, como el circo abría sus puertas. Los malabaristas, los domadores de leones, los equilibristas, cada uno daba un espectáculo que era de admirar por muchos niños y adultos.
Eran tan magníficas sus actuaciones, que llevaban meses en el mismo pueblo, y casi toda la población de él había presenciado embobados su solo actuar y su destreza en unos dones que no todos poseían.
Un voto de confianza, era lo que les habían dado sin ni siquiera pensarlo.
Confianza, porque según ellos nunca les defraudarían.
Pero había una persona que vivía en su mundo, ajena a lo que sea que se hiciera en ese circo.
Carla Donovan una joven-adulta de 20 años, ojos morenos y cabello corto hasta los hombros del mismo tono de sus ojos, era callada, solitaria y analista de películas o series de televisión.
Era tan analista, que su cerebro calculaba todo matemática y científicamente que llegaba a aterrar a algunos, en las websites de comentaristas fanáticos de ciertas series que llegaban a impactar.
Observaba desde la comodidad de su sofá, el espectáculo mientras se comía con deleite sus espaguetis a la boloñesa y de acompañamiento unas patatas fritas con su zumo de multifrutas.
El circo estaba teniendo tal repercusión, que hasta lo daban en la televisión. Había tantas personas que deseaban ir, que se debía tomar un formulario exhausto y mandar una carta de anhelo por querer ser uno de los espectadores, a cambio de ello debían enviarte un correo electrónico aceptando tu solicitud.
A Carla no le gustaban los circos, le parecían peligrosos teniendo en cuenta que los que daban las funciones hacían ejercicios riesgosos, mientras los espectadores se encargaban de observar con un brillo lleno de admiración.
Carla cada medianoche, se la pasaba analizando las expresiones de los espectadores, y vio una cosa extraña, algo que era imperceptible para los demás pero no para sus ojos críticos.
Se percató, de que siempre al principio de la función, el domador de leones, un joven de tez pálida, ojos mieles, cabello azabache, contrastando su mandíbula apretada y sus piercings que llevaba en la oreja, sacaba el collar que tenía entre sus bolsillos delanteros de los pantalones, decía unas palabras ininteligibles a través de la pantalla.
Este vitoreaba y sonreía en respuesta, al acabar hacia lo mismo el joven, pero dando tres palmadas. El caso es que el foco de la cámara que grababa no la enfocaba con nitidez, pero ella lo vio y gritó desde el sillón de su casa.
— ¡Los está hipnotizando! ¡Y los tontos de ellos no se dan cuenta! —su cara estaba roja de la rabia e incomprensión. Sus neuronas no dejaban de analizar el motivo de que hicieran semejante acto.
Pero ella no se paró a pensar: ¿Y si hipnotizarlos solo era un señuelo? ¿Y si eso era una llamada? Pero, ¿llamada a qué o quién?
Esa misma noche, mientras dejaba el resto de comida en el lavaplatos, su teléfono vibró, dándole el aviso de que había recibido un correo que decía:
¡Felicidades, señorita Donovan! Ha ganado dos puestos gratuitos en nuestra función del próximo sábado. Ha sido una de las elegidas entre miles de personas. Esperamos verla y que disfrute de una experiencia inolvidable.
Atentamente:
El circo medianoche.
Fue tal su asombro y desorientación, que por poco de cayó al suelo, sus piernas flaqueaban por el único motivo de que ella nunca pidió —cabe aclarar que no tenía ni el mínimo interés — una invitación o si quiera se molestó en hacerlo.
—Va a ser inolvidable el vacío que os voy a hacer. —habló enfurruñada por la caída magistral que había tenido, impactando su culo contra la madera.
Decidió darle la menor importancia y pasar del tema. Así estaría tranquila, pero no lo estuvo.
Las semanas pasaron, y con ello por desgracia suya siguió recibiendo mensajes en su correo, hasta que llegó el punto en el que explotó.
— ¡¿A qué viene su insistencia?!—gritaba histérica, ya que los exámenes la embargaban y sus insistencias en que ella acudiera a un lugar lleno de gente, algo a lo que ella rehusaba no le parecía buena idea.
Pero la joven analizando las probabilidades de que no se le explotara la cabeza, decidió que sería bueno ir y averiguar a qué venía la intromisión de aquellas personas que deseaban de su presencia.
«Será una gran oportunidad investigar » pensó ella.
Ya que en esas funciones algo acechaba entre las sombras.
Invito a una de sus amigas de la universidad a tener acto de presencia con ella.
Teresa Darren la invitada, se emocionó tanto que salto de regocijo provocando que sus gafas de pasta gris se resbalaran y cayeran del puente de su nariz, tocando el frío suelo.
Era una joven ojerosa, que se quedaba noches en vela estudiando, pero no le servía de mucho ya que acababa suspendiendo, cosa que desagradaba a Carla ya que la joven era responsable de ayudarla.
Solo por cortesía.
El rostro de la segunda mencionada, estaba lleno de pecas, su miopía era de alto grado, era de baja estatura y contextura un poco rechoncha, con el cabello rizado corto moreno y sus ojos morenos oscuros.
— ¡Muchas gracias, eres la mejor! —no dejaba de agradecerla, con los ojos brillosos de la emoción.
Carla suspiró, y le dio poca importancia sacudiendo su mano con vagueza.
El día de la función llegó, y con ello la función comenzó.
— ¡Damas y caballeros, niños/as! ¡Bienvenidos al Circo de Medianoche! —los gritos eufóricos, no tardaron en escucharse hasta en los cielos que lloraban intentando dormir.
Carla se tapó los oídos, temiendo que se le rompieran los tímpanos.
« Odio las multitudes, ahora mismo desearía que se ahogaran con su propia saliva » no dejaba de decirse una y otra vez.
El joven domador no tardó en aparecer, con su colgante en mano. Sus ojos mieles eran atrayentes, pero con toda la voluntad que se impuso a si misma intento concentrarse.
« Carla Donovan, debes centrarte. Deja de lado que ese chico esta sin camiseta enseñando sus abdominales en buena proporción. Solo fíjate en que no es de fiar e imagina que es una mala persona, es más tengo la certeza de que lo es»
Eso la ayudo, y se relajó.
Teresa miraba hipnotizada al chico, la sacudió pero no hizo efecto, hasta probó propinándola una bofetada pero tampoco surtió efecto.
El chico comenzó a hablar y decir unas palabras tan extrañas que la hizo fruncir el entrecejo.
— 1° Norma: Solo escucha, deja tus sentimientos de lado, y solo dale la bienvenida a la oscuridad, déjate ensuciar por sus caricias. 2° Norma: No hables, no suspires o respires si no deseas morir. 3° Norma: Si oyes algo ajeno, inapropiado, o ves algo devastador, pon tu mente en blanco y olvida. Sino deseas que te visite de noche Él—sus ojos se clavaron en los míos, con una oscuridad tan absoluta que le estremeció los pelos del antebrazo y saltó del asiento que se encontraba, sonrió el joven y dijo esto último —. Mírame a los ojos y olvida que una vez pronuncié estas palabras.
Chasqueo los dedos, pero ella solo se le quedó mirando con cara de:
¿Me estás jodiendo? Por favor, no somos unos niños.
Pero pareció que todo volvió a cámara rápida de un momento a otro, los demás como si de un mecanismo se tratase, comenzaron a gritar de nuevo como si nada hubiese pasado.
Pero algo no está yendo según lo planeado.
Los espectáculos comenzaron y con ello el aburrimiento la carcomía.
Ella no dejaba de darle vueltas al asunto.
Aprovechando que Teresa se encontraba distraída, bajo los escalones intentando no hincar su zapatilla en la costilla de algún espectador entusiasmado.
Volvió a ver el cabello del domador, y no supo si era imaginaciones suyas pero era como si la estuviera llamando.
Dejándose llevar, lo siguió.
Qué pena que ese fuera uno de sus mayores errores.
Entró detrás de los telones, y la oscuridad comenzó a acompañarla.
« ¡Corre y sal de aquí! » le decía su voz interior, pero caso omiso prestó.
Siguió a la silueta del joven hasta donde pudo, sus ojos solo podían avistar objetos como cajas, alguna que otra, ¿cuerda?
La luz dejó de estar presente.
De su bolso, buscó con desesperación su teléfono.
Pero una ráfaga de viento helado la revolvió, los escalofríos no tardaron en hacerse presentes.
Eso no fue todo.
Notaba el olor de algo fuerte, colándose por sus fosas nasales, haciendo que sus sentidos funcionaran con mayor lentitud.
—Te encontramos —el susurro de unas voces en su nuca, la hicieron gritar de terror.
Se volteó, intentando ver quien había osado darle un paro cardíaco a su joven corazón.
No vio a nadie. Solo oscuridad.
Con sus piernas temblando, retrocedió con rapidez.
Pero una mano se aferró a su muñeca con fuerza.
—Demasiado tarde, para abrazar a la luz —era áspera esa voz, la melodía triste y escalofriante que evocaba de ella solo recordaba a sus peores pesadillas.
— ¿Q-Quién e-eres?—su voz se atascaba en su garganta.
—Soy Él. Te he estado buscando —se zafó de su agarre, y corrió todo lo que pudo, pero cuanto más corría, la negrura más la envolvía.
Estaba atrapada en un laberinto, el único inconveniente era que no veía el principio ni fin.
Sus pisadas crujían en el suelo. Pisó algo que la hizo caerse al suelo. Se levantó.
No le importaba el dolor que sentía en sus articulaciones.
El sudor surcaba su frente.
La sangre bombeaba con fuerza entre sus venas.
Su respiración solo era una maldición en esos instantes, ya que ellos la podían escuchar.
Escuchaban sus latidos.
Percibían su miedo, que era el que les alimentaba.
Avisto la luz, la esperanza la allego.
«Un poco más » se impulsaba a sí misma.
Estaba a punto de llegar.
Pero una fuerza sobrenatural, superior a ella la empujó contra la pared. Sintió su cabeza impactar contra la pared, y sintió algunos de sus huesos crujir.
« Una chica inteligente como tú. No debería estar aquí. Qué pena que la muerte no tenga compasión contigo » esa gélida voz, traspaso su mente.
El terror en sus ojos castaños lo demostraba todo. Pero Carla no se encontraba atemorizada por la figura que la agarraba del cuello sin compasión alguna.
Sino que, en el suelo vislumbró a cuerpos humanos descuartizados, con la sangre esparcida en suelo, ordenados por el tamaño de lo que una vez fue un cuerpo.
También había maniquíes sin oídos en ellos.
Y sombras en las paredes trepaban estas, haciendo de sus cuerpos etéreos una escena no tan grata de ver.
—Si voy morir, prefiero luchar y saber el motivo de ello. ¡Así que da la cara!—gritó con todas sus fuerzas.
Se desvaneció y entró en el limbo de la oscuridad y la luz, de los vivos y muertos.
Hay muchas maneras de invocar a uno de tus mayores miedos. Solo se necesita cerrar los ojos, para que las sombras se apeguen a ti.
La curiosidad puede salvarte, tanto como matarte.
Hay una luz, que siemprerefulgirá entre las demás, tú eres el que decide si deseas atravesarla
Nota de autora:
Habrá segunda parte de esto.
Sólo quería aclarar que son relatos cortos. Elijo de internet palabras al azar y intentó hacer relatos de terror, que me ayudan a escribir día a día si no tengo ideas en mente.
Y me ayudan a no vaguear o quedar en bloqueos.
Espero que os haya gustado.
Por cierto, si hay un relato que os guste demasiado podéis decirme y me pensaré si hacer una versión extendida de el, como una novela con un trozo de ello.
Espero que os haya gustado, Blessing.
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