† DESAPARECIDA †
"El deseo de desaparecer, puede ser uno de los más terroríficos anhelos del ser humano"
El repiqueteo que formaba la lluvia golpeando el cristal, era uno de los únicos sonidos que se oían en la cabaña, los truenos que provocaban temblores como si el cielo se fuera a partir en dos.
El viento bamboleando con fuerza las ramas de los árboles, daban un toque más tenebroso al bosque que se cernía alrededor de la cabaña.
Ella miraba el exterior ensimismada, escapando por segundos de la realidad que la abordaba.
Los ladridos de perros furiosos hacían del escenario una obra maestra gratificante de observar—o eso fue lo que pensó ella.
De pies, ignorando el dolor de sus piernas, observo el reflejo que retransmitía el cristal. Su cabello azabache lacio, caía hacia su cintura, sus ojos negros ponzoñosos no reflejaban sentimiento alguno, el vestido negro que llevaba enfundado en su cuerpo le daba un toque más demacrado a su aspecto, su rostro pálido como la hoja de un papel la hacían ver siniestra y enferma. Lo único que la asqueaba eran nos moretones en la piel de sus brazos, su contextura delgada y casi esquelética por la falta de digestión de alimentos no ayudaban a la mejoría de su aspecto.
De repente, un rayo iluminó el cielo por fracciones de segundo, el oscuro anochecer la provocaba escalofríos, de solo pensar que habría fuera esperándola. Las farolas proyectaban luz.
Pasos tambaleantes se escucharon en el recibidor, su cuerpo se tensó, con las pocas fuerzas que le quedaban comenzó a apresurarse a que él no la avistara.
— ¿Dónde estás, Chloe? —Preguntó, su voz arrastrada, que se acompasaba con los cristales que se escuchaban resquebrajarse a su paso, provocando un sonido ensordecedor contra la madera del suelo—. ¡Ven aquí, ahora! —volvió a gritar la voz de su progenitor enfurecido.
A pesar de su debilidad, se obligó a moverse, las costillas rotas la hicieron proferir muecas de dolor. Se topó con su cuerpo robusto, sus ojos achicados analizándola con lujuria y su cabello canoso grasiento.
Una sonrisa se asomó a sus labios, haciendo que notara escalofríos de lo que vendría.
Con el miedo palpitando desorbitado por cada una de las fibras de su cuerpo, corrió hasta la puerta trasera de la cocina, esquivando su cuerpo con dificultad.
La lluvia arreciaba, pero no le importó que sus lágrimas de sal expresando dolor, se entremezclaran con la lluvia limpia del cielo. Los gritos y pasos torpes de su progenitor se escuchaban amortiguados por la lluvia, pero aunque su cuerpo le pidiera un descanso, no se detuvo.
Se enredó contra las malezas del bosque, se cayó, y la piel de su rodilla sobresalió de sus rodillas, la sangre salió a borbotones deslizándose como de una corriente proveniente de un caudal infinito. Pero no detuvo su caminata, sin percatarse se adentró en el frío bosque.
Deseo con todas sus fuerzas no haber nacido, ya que su madre murió dándola a luz. Así no soportaría los golpes, las palabras hirientes que la llenaban de desazón, rencor, odio y burla. Con todas sus fuerzas deseo desaparecer de la faz de la tierra, como si de un objeto insignificante estuviera compuesta.
Una neblina grisácea comenzó a rodearla, con ojos aterrados balbuceó incoherencias intentando escapar de ello.
Un ser sin rostro, la miraba desde la lejanía, ladeó la cabeza, la túnica negra que arrastraba en el suelo le daba un turbio aspecto a su forma incorpórea, acechando, marcando territorio. Ella trató de pronunciar palabra, pero su garganta estaba seca.
La sombra del ser sin rostro se posicionó enfrente de ella.
Has pedido un deseo —su voz infrahumana, la puso los pelos de punta, paralizándola, preguntándose si todo era un sueño. Pero observó por ella misma el temblor de sus piernas, flaqueando como si de extremidades no tuviera. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, con los dedos temblando, las aproximó a sus mejillas intentando limpiarse, pero con asombro sintió el líquido de la sangre surcar su rostro, manchando sus pómulos, desgarrándole, quitándole una fracción de su ser.
La sombra se acercó a ella, y su aura la acarició, sintió el helado frío colarse por su vestimenta, y un leve alivio pero se debía al dolor que se expandía por su sistema.
Era punzante, doloroso, implacable.
Congelada hasta tal punto, que lo último que distinguieron sus ojos fue la luz de la luna.
Ella no pudo evitar pensar con pesar que era hermosa, y que una persona como ella no se merecía verla en su gran resplandor.
Su dolor se mitigó, sus párpados se cerraron.
Ya no quedó nada de ella.
Su cuerpo ya no estaba compuesto de huesos o piel, sino de cenizas que se llevó el viento.
Su dolor se mitigó, y con ello el sufrimiento cesó.
Nadie supo se de ella, unos piensan que fue asesinada, otros que escapó de las desgracias de la vida. Otros que su padre se desquitó matándola.
Pero unos días después de su desaparición se encontró su cuerpo descuartizado.
Nadie pudo probar si eran ciertas las teorías de su asesinato, ya que no se encontró cuerpo alguno.
Desear no siempre es lo correcto, ni la resolución a las desgracias.
La sombra de la muerte sigue acechando y sonriendo dándote la mano extendida con gentileza, a los que una vez se rindieron entregándose a ella.
Sin saber que la vida seguía dándoles una oportunidad de vivir.
Y de soñar sin que las pesadillas les atormentaran.
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