Prólogo
Primera parte: Unos dulces para Abril
Vania inclinó la barbilla, abriendo los labios y desparramando todo su cabello escarlata por el mantel de flores amarillas. Sus mejillas, tan rojas como su nariz y su cabello, hicieron saltar la montura de sus gafas de pasta al son de una risa ahogada. Abril no pudo mantener la mirada fija en su amiga, hundiéndose en su propio asiento con un resoplido divertido.
—¡No pueeeeeede ser! —se carcajeó su amiga, arrastrando las palabras—. ¿De verdad se largó mientras ibas al baño? ¡Ese hijo de puta!
El alcohol había hecho mucho trabajo desde su amiga llegó a casa, casi podía sentir como sus mejillas se retorcían en una mueca estúpida. Por alguna razón, que el cabrón—que había conocido por internet—la dejase plantada parecía tener mucha gracia.
—¡Y me dejó para pagar la cuenta! ¿Sabes qué comió? ¡Entrecot de ternera! ¿Sabes cuánto cuesta eso en un asador? ¡Y se largó!
Vania lanzó un aullido, retorciéndose en su propio asiento. Su cabello se metió en los restos de guacamole que habían estado comiendo, pero no parecía importarle. Abril sonrió y se estiró para tomar de nuevo su vaso para encontrarlo fatídicamente vacío. Con una mueca, lanzó su agarre sobre el cuello de la botella de vodka, disfrutando del suave sonido que hacía al descender.
Sin dejar de reírse, Vania se enderezó tambaleante y la apuntó con un dedo tembloroso. De algún modo, se las arregló para equilibrar una botella con la mano libre y dejar caer el dulce concentrado de manzana junto con el vodka en su propio vaso. Frunciendo el ceño, Abril notó que no sabía qué cantidad de alcohol había mezclado, pero el líquido ya rozaba la mitad del largo.
—¡Tengo la solución!
Llevándose el vaso a los labios, observó el rostro descompuesto de su amiga. No pudo evitar seguir su risa, aunque un peso incómodo presionaba sus pechos. ¿Había puesto demasiado licor? Su lengua se sentía pesada y su mente confusa, juraría que la habitación comenzaba a ladearse.
—¿Solucióóóóón? —repitió, errática.
Su amiga asintió y se llevó su propia copa a los labios.
—Si Dios no nos entrega a un papasito candente y con responsabilidad afectiva, ¡el Demonio lo hará!
Una carcajada surgió de sus labios, de alguna forma; ¡tenía sentido!
—¿Cómo hablamos con el demonio? —preguntó, agarrando un puñado de... algo. No estaba segura de qué tenía la boca, solo que era duro, salado y un poco ácido. Pero, de todos modos, estaba sabroso y comestible—. ¿Facebook? En Facebook hay de todo. ¡Incluso está la zorra de mi profesora de cuarto año! Esa perra me jodió la evaluación final con un puñetero cuatro y medio.
Vania resopló, removiendo sus uñas rojas de un lado a otro. Su sonrisa se volvió brumosa antes de que su mirada se volviera por su habitación. Tambaleándose, se dirigió al mostrador del comedor y agarró un par de velas que había comprado a través de Etsy. Habían sido estúpidamente caras, pero Abril no tenía nada mejor en lo que gastar su dinero. Una larga hilera de consolas que no utilizaba decoraban la parte inferior del mueble, vajillas que nunca había tenido la oportunidad de estrenar permanecían dentro de una vitrina, incluso esculturas deformes decoraban el pequeño espacio.
El vestido verde neón de Vania se deslizó por el extremo del sofá bulboso, luciendo extraño sobre los cojines color vino. Ni siquiera era cómodo, lo odiaba profundamente. Estaría feliz si Vania derramase la copa que oscilaba entre sus dedos.
—¡Haremos un conjuro!
—¿Conjuro?
—¡Los demonios aman los conjuros!
¿Lo hacían? No podía imaginar a un demonio jugando con pócimas humeantes y diciendo tonterías sobre patas de cuervo y ojos de conejo. ¿O era al revés?
Vania encendió las velas con su encendedor y se dejó caer de rodillas ante ella, colocando las velas en el hueco que las separaba. Su expresión seria, demasiado irregular como para que Abril pudiera entenderla, tan solo la hizo querer reír y seguirle el juego.
—¡Vamos a invocar a Satán! —declaró, arrastrando su culo desnudo sobre las frías baldosas—. ¡Entregaremos tu alma a cambio de un amante con un grueso paquete!
Abril se carcajeó, imaginándose la cara pálida del Señor del Inframundo. ¿Los demonios palidecían? Siendo tan rojos como el cabello de Vania... ¿Se volverían rosas como un juguete de Barbie? Por alguna razón, la idea la hizo ahogar una risa en el fondo de su copa, derramando el contenido por todo su escote.
Empapada, se dejó caer sobre Vania, haciendo eco de su risa descontrolada.
—¡Espíritus errantes! ¡Almas olvidadas! —bramó a la noche. Habría jurado que la luz de las velas vibró durante un segundo—. ¡Yo os invoco! ¡Venid a mí y cumplir con todos mis deseos!
Vania tomó sus manos entre las suyas, empujándola sobre las velas de canela y algodón de azúcar. Sus ojos oscuros bailaban por toda la habitación, demasiado brillantes. Casi podía imaginarse su aspecto: su cabello oscuro debía estar hecho un desastre, en lugar de ser suaves ondas, sería un nido de pájaros que odiaría peinar por la mañana. Sus ojos castaños debían brillar tanto como los de su amiga.
—¡Venid a ella! —rugió en medio de una carcajada, cayendo sobre su cuerpo—. ¡Tomad este fuego vaginal como ofrenda y cumplid!
Un nuevo coro de carcajadas llenó la habitación mientras las chicas caían en la alfombra como pesos muertos. Abril apenas podía acallar las risas intensas que todavía brotaban de sus labios, pero Vania parecía haber caído en un sueño profundo.
O en coma etílico.
Y pronto, también se arrastró a un sueño feliz.
El frío de la noche la despertó, arrastrándola entre las sensaciones palpitantes de su cráneo. Todo su cuerpo gimió cuando trató de ponerse en pie, dormir en el suelo no había sido su peor experiencia de borrachera, pero necesitaba orinar.
Tambaleándose, se arrastró por el estrecho pasillo. De alguna manera, aquel lugar parecía haber perdido forma y se movía en cualquier dirección mientras se esforzaba en avanzar. ¡Estúpidas paredes móviles!
Con esfuerzo, Abril logró llegar la tapa, bajarse los pantalones y las bragas y descargar todo lo que necesitaba. Revisó la tela negra con cuidado, asegurándose de que su período no hubiera vuelto a adelantarse.
Estaba tirando de la cadena cuando la puerta de su baño se abrió. Su culo desnudo dio la bienvenida a uno de los hombres más hermosos que había visto en toda su vida. Un cabello oscuro y rizado enmarcaba la piel dorada que cubría su cuerpo. Sus ojos negros eran brillantes como los de un depredador a punto de saltar sobre su presa, todo su cuerpo musculoso se movía con tanta gracia que Abril se sintió amenazada de inmediato.
No era como si enseñarle su culo estuviera ayudando.
Tampoco parecía ser un problema, pues el desconocido no se había cubierto. No llevaba ni una sola prenda de ropa. Y maldita sea, Abril no podía apartar la mirada de cada centímetro de piel.
—¿Tienes galletas? —preguntó con voz afilada.
¿Galletas? Maldita sea, el alcohol no parecía estar dispuesto a darle una tregua. Apenas logró articular unas frases coherentes con su pegajosa lengua, sin embargo, el desconocido no parecía estar prestándole atención. Su mirada descendió por el moño desordenado de su cabeza, la camiseta arrugada y sucia de su pijama, y cayó en toda la piel lisa que recorría sus piernas.
Abril recordó tirar de la cadena y bajar la tapa. El desconocido dio un paso en su dirección en absoluto silencio. Torció una sonrisa cuando quedó frente a ella, incapaz de apartarse de los poderosos músculos que recorrían sus brazos. Su aliento quedó atrapado mientras observaba la sensual curva de su mandíbula y las venas que palpitaban en ella.
El hombre agarró su garganta, apretando lo suficiente como para que el flujo de aire no penetrase en sus pulmones. Una punzada de miedo la recorrió, pero sus piernas temblaron de placer. Y él lo sabía.
Sonrío, alzándose con toda su magnitud y logrando que Abril se sintiera pequeña e indefensa. Su pulgar acarició su barbilla mientras se inclinaba para lamer su labio inferior. Un suave gemido escapó de sus labios, su sabor se mezclaba con las fuertes notas del cóctel que había bebido.
—Así que «fuego vaginal», ¿eh?
El hombre se retiró, deslizando la palma de su mano sobre su torso, hasta apretarse en su estómago. La fuerza con la que la empujó logró que su menudo cuerpo impactase contra las frías baldosas marrones del baño. Se estremeció cuando su culo entró en contacto con ellas, deslizando toda una serie de satisfactorios escalofríos por su cuerpo.
El hombre descendió, reduciendo su tamaño hasta que su aliento acarició su ombligo. Sus ojos no abandonaron los suyos en todo el trayecto, temblando con anticipación cuando lamió su estómago.
—No sabes el hambre que tengo—susurró, deslizándose sobre su abundante vello púbico—. Llevo siglos sin alimentarme...
El hombre deslizó el primer lengüetazo entre sus pliegues, arrancándole un grito ahogado. Sin detenerse, se sumergió en su interior con devoción, besando y acariciando mientras Abril se retorcía. Su cabeza daba vueltas, el alcohol la hacía tambalearse y la habitación continuaba oscilando; sin embargo, cuando su mirada entró en contacto con los ojos negros que la observaban, ya no pudo apartar la mirada. Había algo profundo en aquellos ojos que la estaba arrastrando hacia una tortura exquisita.
Sus caderas se movían contra su propia voluntad, acompañadas de unos sonidos que no podían emerger de sus labios. Sentía como la temperatura de la habitación se elevaba, quemándola en ondas de placer que se estrellaban en su interior a medida que la tensión aumentaba.
Explotó bajo la atenta mirada oscura de su compañero, sintiéndose saciada y débil. Resbaló sobre los azulejos hasta que sus ojos quedaron la misma altura, Abril lo observó relamerse con mirada hambrienta.
En algún momento sus ojos se cerraron y se la tragó la oscuridad, lo último que pudo escuchar fue la risa satisfecha del hombre;
—¿Un demonio es demasiado para ti, pequeña humana?
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Palabras totales: 1655 **En la siguiente parte hay una señal en las 2K para los Jueces del Concurso**
Pues esto marca mi regreso a Wattpad y, para qué mentir, ME-ENCANTA.
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