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{Chapther One} Come Little Childrens.

Día de la víspera de Halloween.

Las hojas de los árboles caían suavemente al suelo, la brisa otoñal soplaba y el sol se iba escondiendo anunciando que la noche venía.

Las calles estában adornadas con linternas de calabaza y calaveras de plástico, las tiendas de disfraces estában a reventar al igual que las dulcerías. Algunos niños y personas iban disfrazados por la calle.

Halloween nuevamente había llegado y todos a nivel mundial querían celebrar la noche más tenebrosa del año, otros tanto, deseaban rendir tributo a las amadas personas que ya no estaban entre nosotros.

En un camposanto cercano se encontraban dos chicos, el cuál depositaban con respeto un hermoso ramo de flores sobre la lapida de una tumba.

Sus cabellos ondeaban suavemente con el viento, sus ojitos detallaban con tristeza la descripción de aquella fría tumba, tumba que pertenecía a alguien quién en vida fuese su más grande amigo y familiar.

"En memoria de Kim Seungmin, amado amigo, estudiante e hijo. Que brille para tí la luz perpetua; cuídanos desde el cielo."

-Hola, Seungminnie. Hao y yo vinimos a visitarte, ¿nos has extrañado? Porque... nosotros si.-

-Mi coreano ahora es mucho mejor ahora, Seungminnie. Cada día aprendo más y más.-

Ambos tienen nudos en atorados en sus gargantas.

Jeonghan sonríe con tristeza, Minghao deja caer algunas lágrimas. Habían pasado cuatro años desde la muerte de Seungmin y la herida seguía abierta y sangrante como la primera vez. Dicen que el tiempo cura las heridas, pero esa herida seguía estando ahí presente como cortejo fúnebre en los corazones de ambos.

Yoon Jeonghan había sido en vida primo de Seungmin, debido a que su madre se había casado con Kim WooJin, tío del antes mencionado.

Recordaba a Seungmin con mucho cariño, era un niño alegre, amoroso y lleno de vida. Jeonghan solía decirle "cachorrito" debido a su tierna apariencia y Minnie le llamaba "Angel" por que decía que su mayor tenía la belleza eterea de uno.

Xú Mingháo conoció a Seungmin cuando era un niño.

Ambos se habían conocido en la escuela, en ese tiempo él era un estudiante de intercambio, a pesar de que ambos eran de grados diferentes, se tenían mucho cariño y aprecio. Seungmin había ayudado mucho a Minghao con su coreano cuando era nuevo en la escuela, y en agradecimiento Minghao le enseñaba chino.

Ambos habían sido invitados a pedir dulces aquella terrible noche de halloween, pero no lograron asistir por que Minghao se encontraba en China visitando a sus abuelos y Jeonghan estába internado en el hospital debido a una neumonía no tratada.

Muchos decían que Dios los había salvado de correr el mismo destino, cosa que los hacía sentir miserables.

Algunas veces se culpaban de no haber estado ahí para Seungminnie. Pero sus padres muchas veces le habían reafirmado que no debían culparse, pues nadie se hubiese imaginado que Seungmin sufriría tal destino.

Minghao y Jeonghan, ¿Creen que habrían logrado salvar a Seungmin?

-Cómo lo extraño... quisiera que estuviera aquí.-

Jeonghan voltea a ver al menor y con cariño limpia sus lágrimas.

-Yo también lo extraño, Hao. Pero sabemos que ahora está sumamente feliz con sus papás y los chicos.-

Lamentablemente, Seungmin no había sido el único niño fallecido. Después de su secuestro muchos niños empezaron a desaparecer y morir de maneras terribles.

Las primeras víctimas habían sido los amigos de Seungmin. Christopher Bang había fallecido por un dulce envenenado, Lee Felix y Yang Jeongin habían sido encontrados en un terreno baldío con marcas de golpes, Lee Minho y Han Jisung habían sido ahogados en el río y Hwang Hyunjin había muerto desangrado en el altar donde se encontraba expuesto el santísimo sacramento del altar. Todas éstas muertes seguían el mismo patrón: los niños antes de morir habían sido cruelmente violados, desaparecian en la noche de Halloween y tenían botones en lugar de ojos; como si fuesen muñecas de trapo.

Se decía que la desgracia había caído al pueblo debido a una antigua maldición. Los más ancianos contaban la leyenda de una tal Seo Yeji, quién se proclamaba sacerdotisa del rey de los infiernos y fué ella la responsable de que la maldición afectara al pueblo.

Según la policía, los culpables de los crueles crímenes eran un grupo de satanistas, cuyo líder había sido el mismísimo Seo Changbin, hijo de la bruja que había maldecido al pueblo.

Changbin, Changbin ¿acaso entrenaste a tus secuaces?

La noche estaba llegando, ya era tiempo que se fueran de ahí.

Jeonghan le toma la mano a Minghao y le insta a que lo siga, sabía que ya era tiempo de irse, ambos dan profundas reverencias ante la lapida y sin más, comienzan a caminar por el camposanto.

Mientras caminaban, los chicos rezaban, sin saber que los monstruos del averno estaban vigilandolos desde lejos, anhelandolos de manera ardiente.

Jeonghannie y Minghao, pronto vivirán un infierno en la tierra.

{...}

11:00pm.

Dos chicos se encontraban durmiendo plácidamente, la luz de la luna alumbraba de manera tenue la habitación.

Minghao y Jeonghan no habían ido a pedir dulces, no se sentían de ánimos el celebrar la noche en la que el diablo secuestró y torturó a un dulce ángel. Además, el clima frío no le sentaba bien a Jeonghan debido a sus problemas respiratorios. Minghao quería pasar tiempo con su mayor, por eso, decidió quedarse a dormir en casa de éste.

Los padres de Jeonghan no se encontraban en casa, pues estos se había ido a una fiesta de Halloween con sus amigos del trabajo.

La brisa soplaba con calma y la noche estaba en paz.

Pero no por mucho tiempo.

-Minghao...-

Una misteriosa voz le había llamado, Hao al principio creyó que era un sueño, pero al ser llamado tan seguido se levantó de la cama. Se asomó por la ventana y no vió nada, estaba por irse a dormir otra vez, hasta que aquella voz comenzó a cantar logrando que Minghao entrara en trance.

-Come little children, i'll take thee away, into a land of enchantment, come little children the time's come to play, here in my garden of shadows.-

Su mente y cuerpo estaban siendo controlados por una fuerza mayor. Haciendo que sus pensamientos y voluntad huyeran.

Abrió la puerta, bajó las escaleras, caminó por el pasillo y girando la perilla de la puerta salió de la casa.

Minghao, Minghao, ¿te gusta esa macabra voz?

Jeonghan se remueve en su cama, una extraña melodía lo estaba inquietando. Creyó que era una pesadilla.

Abre levemente sus ojos y su corazón dá un vuelco al no ver a Minghao. Se levanta con rápidez y va hasta la ventana en donde ve al menor caminando descalzo por la calle. La misteriosa melodía llegando a sus oídos, más no logra hipnotizarlo.

-¡Minghao! ¿que haces ahí?-

Minghao no le escucha, Jeonghan creía que el menor le estaba jugando una broma de mal gusto, a lo lejos, logra divisar una extraña sombra que le hacía señas al menor para que lo siguiera. Eso hizo que las alarmas en su cabeza se encendieran.

Jeonghan, Jeonghan, la sombra tiene interés en Minghao.

Rápidamente sale de su habitación, baja las escaleras y sale de la casa, la figura de Minghao se estába alejando cada vez más.

Aquella voz había hechizado a Minghao. No importaba cuánto le gritara Jeonghan, el menor no le escuchaba.

Oh Jeonghan, los monstruos del averno desean tomar posesión de sus almas.

No dejaría que nada malo le ocurriese a Minghao. No se perdonaría jamás el perder a alguien más.

Empezó a correr, tratando de alcanzar a Minghao, corrió y corrió hasta que por fin alcanzó al menor.

-¡Hao! ¡Despierta!-

Sus manos sacuden el cuerpo contrario, Minghao no logra despertar de la hipnosis. La voz había parado su cantar.

Un fuerte golpe es dejado en su cabeza, logrando que caiga al suelo. Lo último que logró ver fueron dos sombras obscuras.

Después de eso, la obscuridad de la noche cubrió su cuerpo.

La cruenta historia se vuelve a repetir.

{...}

1:00am

Tik, Tok sonaban las manecillas del reloj.

Poco a poco iba despertando un lindo chico pelinegro. Su cabeza daba vueltas y dolía un poco, su borrosa visión empezaba a esclarecer. Estába confundido, lo último que recordaba era que Minghao había salido de la casa y que había ido a por él.

Cuándo su visión se hubo recuperado vió el lugar, el miedo llenó rápidamente su ser; pues no se encontraba en su casa y lo peor, sus manos estában amarradas a los postes de la cama y no veía a Minghao por ninguna parte.

Intentó liberarse, pero era imposible, aquellas ataduras eran demasiado fuertes.

Jeonghan, Jeonghan, has caído en las garras del monstruo.

-Vaya, vaya, mi dulce muñequita ha despertado.-

Muñequita, ese apodo le había helado la sangre.

Entre las sombras, la alta figura de un hombre se hace presente. Sus ojos escudriñan de pies a cabeza el cuerpo de Jeonghan, mordiéndose el labio ante sus delicadas curvas. Jeonghan no conocía a ese hombre, jamás en su vida lo había visto, mucho menos reconocía su voz.

-¿Q-quien diablos eres? ¿Dónde estoy?¿Dónde está mi Hao?-

Aquél hombre comienza a reír, Jeonghan se sintió aterrado, pues su risa era la de un psicópata.

-Estás en casa, linda muñequita. Soy alguien que te amará y cuidará mucho. Y en cuanto a tu amiguito, debe estarla pasando muy bien con su dueño.-

El mayor poco a poco camina hacia Jeonghan, sus dedos desabotonando su camisa. Al quitársela sus manos pasean libremente por las piernas de Jeonghan. Su piel era tan suave y tersa como la de un niño.

-¡N-no me toque! ¡Aléjese de mí!-

Jeonghan trata de alejarlo, pero en eso una fuerte bofetada es dejada en su mejilla, haciendo que sus ojitos se humedezcan.

-Con que mi muñequita quiere que sea rudo con ella ¿eh? Si eso es lo que quiere eso haré.-

Sus labios besando el cuello del menor, su piel era deliciosa.

-¡N-no me haga nada! ¡Se lo suplico!-

Lágrimas salían de sus bellos ojitos.

-Eres mía, mi dulce muñequita. Grita todo lo que quieras, nadie vendrá a ayudarte.-

Jeonghan, Jeonghan, tienes un dueño ahora.

En otra habitación, el pequeño Minghao estaba despertando, su cabeza daba vueltas y se preguntaba por qué estaba vestido como una muñeca de porcelana y sus manos amarradas a los postes de la casa.

Dulce Minghao, mejor te sería dormir para siempre.

-Mejillas sonrojadas, piel de porcelana e inocencia evidente, eres sumamente perfecta muñequita. Y lo más importante... eres mía.-

Un hombre sale de entre las sombras, su parte superior estaba desnuda, sus ojos despedían un brillo extraño, Minghao sentía vibras extrañas de él.

-¿U-usted quien es? ¿D-donde está Jeonghannie hyung?-

El mayor sonríe y deja ver un filoso puñal, Minghao traga saliva. ¿Ese hombre le haría daño? ¿Alguien más estába con Jeonghan?

-Tú amigo está jugando con su dueño, muñequita y tú también jugarás conmigo.-

La filosa punta se pasea por su blanquecina piel, esta llega hasta el cuello del menor.

-Sí no quieres que este filoso puñal rasgue tu hermoso cuello, obedeceme muñequita.-

El mayor se posiciona en medio de sus piernas, sus labios besando con lujuria el cuello de Minghao.

Minghao se siente asqueado, pero por miedo a ser apuñalado no se defiende.

Dulces e indefensos chicos, en la noche de Halloween vuestra libertad se ha acabado.

Gritos de horror se escuchaban en aquella casa, súplicas temblorosas salían de sus belfos, lágrimas corriendo por sus ojitos.

Los monstruos están jugando con sus muñequitas.

Seungcheol y Jun estando arribas de ellos los observaban deseando tener más de sus dulces cuerpos. Deseando tener más y más contacto con esas suaves y virginales pieles. Poco les importaba el hecho de que las sábanas estuvieran manchadas de sangre y semen.

Ambos chicos gritaban con todas sus fuerzas, tanto, que creyeron que sus cuerdas vocales se reventarían. Pero era imposible, nadie vendría en su ayuda.

Las embestidas eran crueles y sin piedad, la sangre fluía como un río de sus piernas, golpes eran dejados en sus mejillas, sus cuellos siendo apretados, sus cuerpo siendo usados como meros objetos de placer.

Minghao había recibido múltiples cortes en su cuerpo, Jeonghan tenía la piel llena de purpuras por los golpes qué había recibido. Ambos estában viviendo un infierno.

Los monstruos le habían robado la inocencia a sus tiernas muñequitas.

Lamentablemente, Yoon Jeonghan y Xu Minghao se habían convertido en las dulces muñequitas de Seungcheol y Junhui.

De ahora en adelante sus almas y cuerpos les pertenecían a sus dueños.

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