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¡Un Error... Sí!

Erick iba abrazado al mayor con un sonrojo escondido completamente por el casco, no podía entender por qué tantos nervios de pronto por estar cerca del mayor. Desde que se cruzó en su cabeza ese pensamiento describiéndolo como el hombre más hermoso que ha conocido no podía mirarlo sin que sus mejillas ardieran. El alcohol le estaba jugando una mala pasada.

Había conocido hombres guapos y... ¡Hasta músculosos! Pero ninguno tan guapo como su compañero.

Erick sabía que era muy divino, siempre tuvo hombres detrás suyo, en su preparatoria no perdían el tiempo en buscar alguna cita o su número, había salido con varios muchachos sin llegar a nada, hasta que en una fiesta conoció a Damián, un joven de cabello natural dorado que se presentó como un estudiante de universidad, llevándose dos años estuvo con él toda la fiesta y logró conquistarlo con una personalidad amable y coqueta. Teniendo su número lo invitó a verse de vez en cuando y sin tardar demasiado se enamoró de ese universitario. Saltó de felicidad al saber que su materia soñada, el legado de su padre; "Arquitectura" estaba en la misma institución que la de su chico, "Podremos vernos más", estaba tan ilusionado. Al terminar la preparatoria e inscribirse apenas pasaba recesos con él, cuando tenía ganas lo acompañaba a la parada para volver a su hogar. Parecía que cuánto más cerca podían estar, más quería tenerlo lejos.

Como debía ser Erick siempre lo respetó aún sin un título, rechazado cada chico que se acercaba. Hasta que un día fue a buscar a Damián a su ex trabajo de mozo en una cafetería y lo encontró besándose con una mujer.

Él marchó a su casa sin decir nada, destrozado. No quería verlo jamás.

Días después de no hablar Damián decidió buscarlo, cuando Erick le dijo el porqué de su terminar él pidió disculpas de todas las formas e idiomas existentes, pero él no lo perdonó.

Así pasaron dos meses sin verse, con Damián enviándole mensajes sin cesar, una tarde, fue a buscarlo a su casa un sábado, pidió perdón hasta de rodillas y le prometió que nunca más haría las cosas mal. Entonces lo perdonó.

Desde ese día Damián había vuelto a ser el chico dulce y amable que conoció, todo iba perfecto, hasta que volvió a poner sus excusas baratas queriendo alejarlo y todo quedó en como estaban ahora.

Erick estaba destruido, ¿Por qué tanto teatro en busca de un perdón para volver a fallar así?

Sin darse cuenta comenzó a llorar. Intentó limpiarse pero su manos chocaron con el casco que traía, entonces recordó dónde estaba.

—¿Erick, estás bien? —preguntó Christopher lo más alto que pudo.

—Sí.

—Pediremos un kilo para llevarlo a casa, ya llegamos.

Estacionó y bajó, Erick se tomó su tiempo para quitarse el casco de espaldas y limpiar su rostro como pudo, completamente en vano, aunque se volteó con una amplia sonrisa el mayor notó su falsedad.

—¿Qué gustos quiéres?

—Crema del cielo y chocolate.

—Vamos. —emprendió paso al interior de la heladería 24 hs.

Pidieron el helado y Erick estuvo en silencio todo el tiempo, Christopher giraba a verlo y este no apartaba la vista del suelo.

"¿Qué mierda tiene el suelo para que siempre lo admire tanto?" Se preguntó el mayor.

El trayecto a casa fue eterno para el ojiverde, quería llegar e ir a llorar a su habitación pero ya habían quedado para comer juntos el postre. No sabía dónde meterse.

Subieron el departamento el completo silencio, ¡Christopher comenzaba a perder la paciencia!

Entraron y el castaño separó unos vasos para servír, Erick lo miraba de pie contra la pared de la cocina.

—¿Quiéres ir a comer a tu cuarto solo? —el menor se sorprendió por la pregunta —. No tengo problema, comeré solo también.

Las palabras se trabaron en su boca, tomó el envase que le extendió el castaño y este lo miró.

—¿Estás bien?

—Sí, quiero... estar solo un momento. —Christopher asintió y se marchó sin más.

Erick ingresó a su habitación y se tiró en la cama a oscuras, prendió su laptop y con sus audífonos puestos se largó a llorar arduamente, el helado se derretía en su lengua entre lágrimas saladas. Hermosa combinación.

Terminó su helado recién una hora después, ya no tenía ánimos ni para llorar.

Sonó su nariz y con total calma pensó en frío por fin, dejando de pensar en el idiota de Damián.

Miró su laptop y el reloj marcaba las cinco de la madrugada.

Dudoso, se puso de pie y fue al baño a lavar su rostro.

Apreció sus ojos hinchados en el espejo y se insultó por llorar por un bastardo.

Hizo sus necesidades y al salír observó la puerta del castaño, ahora entristecido por haberlo dejado solo.

Dudoso, alzó su mano y golpeó.

Hizo una mueca al no haber respuesta, estaba dispuesto a irse hasta que abrió.

—¿Qué pasa, Erick?

—N- Nada... sólo quería saber cómo estás.

—Bien. ¿Tú?

—Bien.

Se miraron y el castaño estiró sus labios algo incómodo.

—Buenas noches. —finalizó Erick y se giró a su cuarto.

—¿Quiéres pasar?

—¿Eh?

—Ven. —extendió su mano y titubeando la aceptó.

Christopher cerró la puerta detrás de él y le señaló la laptop sobre la cama.

Erick volteó a verlo inseguro, queriendo saber por qué dejarlo entrar después del otro día haberse molestado cuando fue a ayudarlo.

—¿Quiéres mirar una película? —asintió —Puedes sentarte tranquilo, acuéstate si quieres.

—Bueno.

El castaño le dió vuelta a la cama y se ubicó del otro extremo, se sentó sobre las sábanas y Erick lo imitó.

Optaron por una película de terror para variar un poco.

Comentaban y criticaban incongruencias de la trama y la ficción contra lo que se haría en la vida real.

Poco a poco Erick fue ganando más confianza en la situación y comenzó a soltarse mejor, siguiendo las bromas que el mayor hacía, muy raro, pero estaba conociendo un lado muy agradable y divertido de él, le agradaba.

Christopher tenía la laptop sobre sus piernas, debajo de ella un cuaderno por si se sobrecalentaba. Estaba feliz por el momento que estaban pasando, honestamente, se había molestado con la pasada actitud de Erick, pero quería entenderlo, estaba en una etapa de superación.

Volteó a su costado y el menor alzó la mirada, el cuerpo de Christopher vibró por completo al quedar tan cerca de su rostro, pudiendo ver todos sus detalles y lunares.

Se apartó rojito del cuello a las orejas, maldiciendo internamente.

Los dientes de Erick chocaron entre sí y tuvo que volver a verlo, notando su temblar del frío.

—Tápate, Erick.

—Estoy bien. —sonrió lentamente.

—Por favor...

Pensó unos segundos hasta que decidió que mejor estar cómodo ahora con Christopher, así podría disfrutar mejor el tiempo juntos sin preocuparse por nada.

Rió alegre y en un rápido movimiento se recostó debajo de las sábanas, tapándose hasta el cuello y se acurrucó al sentír la tan cómoda cama del mayor, sus sábanas frescas y su tapado grueso y suave, peludito.

Christopher sonrió al ver sólo su cabellera al aire.

Continuaron viendo la película, el castaño reposando su espalda en la cabecera y el ojiverde recostado como un burrito envuelto.

Erick bostezaba y bostezaba pero rechazó las palabras de su compañero diciéndole que duerma tranquilo. No quería quedarse dormido en la cama del mayor y menos mientras veían una película juntos.

Sin embargo, pasada media hora más el mayor estaba hablando solo creyendo que lo escuchaba, pero no. Se agachó un poco para ver a su acompañante y este estaba en el quinto sueño, plácidamente dormido.

Rió enternecido y apreció el dulce rostro de Erick, era tan lindo que hasta durmiendo se veía angelicalmente divino, admiraba sus pestañas largas y curvadas, la forma en que sus labios se moldeaban por su posición.

"¿Será consciente de lo hermoso que es?"

El sueño le entró de golpe de tanto ver al bello durmiente, bostezó a largo y se preguntó si sería mejor ir a dormír al sillón para no incomodar al menor.

Se puso de pie y tomó una almohada y una manta, apagó la laptop y caminó a la puerta.

Erick se removió cuando bajó de la cama y al despavilarse un poco miró a su alrededor encontrándose solo.

Confundido abandonó la cómoda cama.

—¿Chris?

Salió de la habitación y chequeó el baño, fallando. Estiró su cuello al living y ahí lo vió, tirado sobre el sofá con sus brazos y piernas estirados fueras del pequeño sofá. Tenía tanto sueño que apenas lo tocó, cayó.

—Chris, Chris. —movió ligeramente. El nombrado se sentó de un sobresalto, miró al ojiverde perdido.

—¿Te desperté roncando? —talló sus ojos. Erick rió un poco por su preocupación.

—Ve a dormír a tu cama. Dormiré en mí cuarto.

—Es que estabas tan feliz durmiendo en mí cama. —comentó molesto consigo mismo por no escabullirse correctamente para no perturbar su sueño.

—No quiero que duermas en el sofá. Vamos.

Tomó la manta y la almohada y las devolvió a su debido lugar con un adormilado ojos de avellana siguiéndolo como un niño perdido.

—Duerme tranquilo. —le sonrió desde la puerta antes de disponerse a cerrar.

—Erick, ¿No quiéres dormír conmigo? —el nombrado se enrojeció de sólo oírlo, pero lo peor es que no quería dormír en su habitación. Christopher se arrepintió de sus palabras al ver su rostro, ¡El alcohol no se había marchado por completo, seguía siendo imprudente!

—Solo dormirás mejor...

—¿Seguro? —consultó al ver cómo miraba alrededor pensativo.

—Bueno...

—Ven. —tomó su mano y lo recostó en su cama, cerró la puerta y en cuestión de un segundo se acomodó a su lado.

Erick no podía reaccionar a lo que estaba pasando, ¡Christopher estaba loco, cómo podrían dormír juntos!

—¿Quiéres que ponga algo de fondo? —asintió, entonces prendió su laptop nuevamente y colocó un sonido de lluvia de miles de horas...

Se volteó quedando cara a cara de nuevo, el tono rojo en las mejillas de Erick no podían esconderse ni tapándose hasta los ojos, que brillaban fuertemente al tener a Christopher tan cerca, podía verlo todo...

—Mañana tengo que hacer una maqueta, ¿Quiéres ayudarme? —quebró el silencio.

—Claro. —destapó su rostro.

Nuevamente quedaron callados, ambos estaban replanteándose si era correcto la situación, a decír verdad, Christopher no había pensado nada extraño al invitarlo, sinceramente... quería descansar con Erick a su lado.

Estaba más arrepentido que nunca, "DEJA DE SER IMPRUDENTE MALDITO HIJO DE TU MAMÁ" se dijo.

Erick bostezó y se acomodó al costado del mayor, cerró sus ojos para conciliar mejor el sueño.

Christopher se quedó mirándolo y pensando un momento, hasta que decidió hacer lo mismo. Recostó su perfil en la almohada chocando su frente con la del menor, cerró sus ojos.

En cuestión de cinco minutos ambos cayeron profundamente dormidos.

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