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Qué Aguafiestas...

Subió la maleta en el equipaje del auto y se ubicó en los asientos traseros junto a Joel.

—¿No te olvidas nada, verdad?

Llevó un dedo a sus labios arrugados, con sus ojos entrecerrados pensando arduamente...

—¡No - o! —canturreó sonriente.

—Perfecto entonces.

—¿Listos? —interrumpió el conductor.

—Sí, gracias.

Partieron para los departamentos universitarios.

—Te dije que tenían una habitación para darte.

—No quería hacerme ilusiones en vano...

—Ya, ya —lo abrazó por el hombro —, ahora estaremos cerca, podremos salír juntos a las fiestas —rascó el cabello del más bajo.

—No veo la hora, ya parecía un mueble con mí rutina, no salía de casa para más que ir a la universidad. —se apartó y Joel río fuerte.

—¿Y qué pasó con tu compañero de piso? No me dijiste nada.

—Es que no hay nada que decír. —sonrió apenado, su compañero abrió los párpados exageradamente.

—¿Cómo se llama?

—No lo sé, lo saludé y se fue sin decír nada a su cuarto...

—Será ese muchacho amigo de Zabdiel... —miró al techo rememorando entre sus recuerdos.

—¿Zabdiel? Ese alto rubio con el que te vi ayer.

Una mirada de odio puro cayó sobre el ojiverde, Joel lo tomó por los hombros y lo sacudió levemente.

—¡No digas eso!

—Pero si es verdad...

—Ash —llevó una mano a su frente dramáticamente —. Es muy lindo ese poste de luz...

Erick alzó una ceja y rodó los ojos.

—Bueno, ¿Qué fue lo que dijo?

—Ah, claro —rió —. Me comentó sobre sus amigos y destacó a Christopher que al parecer es su amistad más larga... dijo que él no es muy... ¿Normal? Básicamente, es muy errático, serio, distante, rudo, un fuckboy —hizo una garra de gato con su mano y musito un insonoro "Grrr".

—Qué dices. —carcajeó y quitó el brazo de su rostro —. Ahora que lo dices, el director dijo algo de un Cristian, Chris.

—Debe ser él —asintió reiteradas veces —, suerte con eso.

—Ni me lo digas... —suspiró agotado.

—¿Y qué tal las cosas con el patoso ese?

—¿Damián? Ah, no sé —se encongió de hombros —, aún no responde mis mensajes de ayer pero es lo mismo de siempre.

—Sigue sin querer formalizar... —apretó sus dientes.

—Dice que es muy pronto.

—Ya van seis meses... se conocen hace un año...

—Y qué puedo hacer. —determinó rendido.

—Te lo dije y lo repito, ese chico está jugando.

—Lo sé, lo sé, pero ya vamos seis meses... si a los ocho no formalizamos ya juro que lo dejo. —arqueó sus labios entre mentiras piadosas.

—See, claro... haremos como que te creo porque estoy muy cansado para pelear.

—Es una buena justificación.

Se miraron y rieron.

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