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Héroe

Giró la perilla con su respiración acelerada, sentía cómo su corazón golpeaba contra su pecho por lo impredecible de su situación.

Dió un paso y notó la oscuridad que devoraba el departamento, arqueó una ceja ahora preocupado, ¿Christopher siquiera salió de su habitación para comer algo?

Encendió la luz a su costado y su respuesta fue el orden del lugar tal cual como cuando marchó a ver a su amigo.

Dejó su teléfono en la mesa y se adentró al pasillo observando por debajo de la puerta del mayor que también se encontraba a oscuras.

No sabía exactamente qué quería hacer, si entrar a su habitación y terminar el día en su soledad o intentar hablar con el castaño que, honestamente, le preocupaba.

Las palabras de Joel llegaron a su cabeza "No se conocen" y recapacitó sobre sus deseos. Por supuesto, era sencillo querer pasar el día con Christopher, era fácil anhelar conocerlo pero apenas hacía casi dos meses sabía de su existencia.

—Debería tomarlo con calma... así como hace él. —susurró para sí.

Sin más, volteó y se adentró a su habitación.

Mientras dejaba caer la chaqueta sobre sus hombros comprendía mejor al castaño, podía abrir los ojos.

Aún era muy pronto para tanto charlar, ni siquiera sabía qué era la vida del mayor fuera de que era amigo de Zabdiel, que estudiaba diseño de interiores y Christopher tampoco sabía nada de él más que estudia arquitectura y es amigo de Joel, además de... claro, Damián.

Suspiró sintiéndose un tonto por tanta presión al mayor.

Luego de ver un par de videos en las redes el sueño le ganó.

El domingo transcurrió con tranquilidad, Erick se pasó todo el día completando el trabajo de mil y un páginas que su profesor envió, mientras que el castaño también hizo sus demás tareas en su habitación. Únicamente se vieron para cenar pero su charla no fue nada relevante, no dijeron nada respecto al sábado y Christopher agradeció aquello.

Lunes por la mañana, Christopher fue el primero en despertar.

Se preparó un tazón de cereales y cayó al cómodo sofá, mientras desayunaba disfrutaba un compilado de películas de comedia.

Una vez lleno se puso de pie para lavar aquel tazón en sus manos y posteriormente fue al baño a darse una ducha.

Mientras el agua caía en la regadera un ojiverde estiraba sus brazos al aire para despabilarse.

El reloj acabó con su mágico sueño en un mundo de casas y calles de chocolate. ¡Mierda, ¿Para qué existen las clases!?

Salió en pijama puesto que aún era temprano, tomó el paquete de cereales y al verlo más vacío que ayer supuso que el mayor ya tenía su estómago contento.

Sirvió el yogur de frutilla en el tazón recién lavado y se ubicó en el sofá, fijó su mirada en la televisión cuando un raro movimiento captó su atención, entonces estiró su cuello a la mesa frente a él y en el celular de Christopher saltaba una notificación.

Ignoró por completo aquel mensaje; en su lugar, sonrió divertido al ver en su fondo de pantalla una fotografía que parecía ser él con 13 años junto a un golder retriever.

Oyó la puerta del baño e instantáneamente volvió a su lugar fingiendo demencia, ahogándose con sus cereales.

—H- Hola, Chr- is —hizo pausa por la tos. El castaño alzó una ceja y se acercó a Erick para palmear su espalda —. No ha- hace fal-

—Alza tus brazos. —el ojiverde obedeció con un leve sonrojo, si algo odiaba era toser frente a otras personas, no podría contar cuántas eran las veces que evitó toser en clase y sus nervios lo comieron por dentro.

—Gracias.

Se apartó y siguió comiendo para hundir su rostro en lo que se tranquilizaba.

—Buen día. Casi lo olvido.

Christopher movió su maqueta asegurándose que estuviera en perfecto estado. Erick lo miraba de reojo, quiso reír pero la verdad es que el mayor había hecho un buen trabajo. Se sentía un buen maestro.

—Ten un buen día. —se despidió el castaño y tomó la perilla de la puerta principal.

—¿Ya te vas?¿No es muy temprano?

—Voy a ir a hacer algunas cosas antes de clase.

—Oh —se recordó para sí "Calma, calma" —. ¡Suerte, ten un buen día!

Christopher le sonrió y se marchó dejándolo solo.

A las siete y media Erick ya estaba de camino a la universidad, para su mala suerte un reconocido rubio estaba en la gran entrada al campus.

Maldijo al cielo y agachó su cabeza, tapándose ligeramente con su palma y rezando para que nadie se percate.

Oyó unas risas burlonas e instantáneamente sintió temblar.

—¡Erick!

—Mátame ya, Dios. —pidió pasando de largo e ignorado la voz de su ex "Algo".

Una mano en su hombro lo hizo girarse y ahí estaba Damián viéndolo con una sonrisa de lado, los labios del menor titubearon.

—Er-

—Bueno, ya. —empujó al rubio.

—¿Y tú quién te crees que eres? —observó furioso al mayor.

—No juegues a ser malo Damián, déjalo en paz.

—No te metas donde no te incumbe, Erick y yo nos conocemos de hace años.

—Dile eso a quién le importe —tomó al menor del brazo y comenzó a caminar. Erick permaneció en silencio todo el camino hasta llegar a universidad —. ¿Por qué dejas que te trate así?

—Gracias, Chris. —quitó el agarre.

Hizo una mueca al ver cómo ignoró su pregunta.

—Ya me voy. —saludó con su mano dispuesto a marchar por ahí en lo que esperaba el horario para su primer clase.

—Quédate conmigo, vamos a molestar a Zabdiel —lo rodeó con su brazo sobre sus hombros sin dejarlo huír —. Te contaré algo, pero no le digas a nadie. Zabdiel quiere preguntarle a Joel si quiere ser su novio, ¡Hoy!

—¡EH! —miró al mayor eufórico —. ¡Joel se pondrá loco!

Christopher carcajeó y Erick sonrió. Esa risa del castaño era poco conocida para él y era tan escandalosa que le gustaría ser más gracioso y así oírla más seguido.

—¡Mí amigo está comiendo sus uñas! No sabe qué hacer para que sea una propuesta especial.

—Dile que...

—Díle tú. ¡ZABDIEEEELLL! —el nombrado pegó un salto asustadizo y corrió hasta llegar a Christopher, quien reía tanto que sujetaba su estómago con fuerza —. Ay, caray.

Soltó a Erick y cayó al suelo de un derribo a cuerpo completo.

—¡Imbécil! —gritó ahora el alto, tomando a su amigo por el cuello de su camisa —. ¡Cómo vas a gritar así!

—Te estaba llamando, auch —se hizo el inocente y sobó su trasero —. Está Erick, ten más respeto con tu cuñado.

—Hola, Erick —dió un apretujon de manos—. Tú jodete, Christopher de frente infinita.

—Ya entendí, ya entendí —se puso de pie —. Erick tiene un consejo para ti.

—Zab... Escríbele una carta a mano, regálale un ramo y el lugar no importa, sólo dale muchos mimos y él lo adorará.

—¿Eh? Ah, alguien tiene la lengua larga... —echó un rápido ojo fulminador al pálido a su lado —. Gracias, Erick. ¿Crees que me aceptará?

El nombrado no sabía si meter sospecha o no, era más claro que el agua que si por Joel fuera le gritaría que sí desde un megáfono aunque en la propuesta Zabdiel esté bañado en excremento.

—Mmmh. —respondió y se encogió de hombros.

—Bien, Zabdieluchi. Ya sabes qué hacer.

—Sí, gracias. Ya me voy que acordamos vernos antes de las clases. —saludó y marchó.

Christopher y Erick volvieron a dar una vuelta por el campus.

Un chico de piel negra y más bajo que ambos pasó caminando frente a ellos y al cruzar miradas con el castaño ambos chistearon y apartaron.

—Ese negro sucio... —susurró y apenas se marchó de su círculo cercano le sacó la lengua por la espalda.

Erick no sabía qué acababa de pasar.

—¿Quién es?

—Un maldito hijo de su madre, ¡Un desperdicio de esperma! —empuñó su mano en alto.

—¿Te hizo algo?

—Agh, ¿Qué no me hizo? Nos tocó hacer un trabajo juntos hace un año y todo estaba bien hasta que tiró nuestras maquetas, ¡Una semana haciéndolas en conjunto!

Erick frunció el ceño, ¿Era acaso una pelea de niños?

—¿Sólo eso?

—Claro —afirmó obvio —. ¿Qué más necesito? Es un idiota.

El menor prefirió no opinar más al respecto, porque era una pelea innecesario bajo su ojo.

—¿Y a dónde fuiste hoy? —preguntó para evitar un silencio. Nunca habían estado juntos en la universidad.

—Oh —se tomó un momento para meditar si contarle o no —. Fuí... a ver a mí madre una escapadita porque por estudios médicos estuvo cerca de los departamentos. —comentó decidido de que no era algo para esconder si quería ser más cercano a su compañero.

—Qué bien. ¿Cómo se llama?

—Yenny.

—Bonito nombre. —Christopher sonrió, amaba hablar de su madre aunque no lo hiciera a menudo, era la mujer de su vida

—Pues sí. —miró al menor y este le devolvió el gesto, achinando sus ojos en una muestra de comodidad.

—¿Vivías lejos de aquí?

—Sí, bastante. Por suerte apenas me anoté a la universidad tuvieron una habitación para darme, no sé qué hubiera hecho de lo contrario. ¿Tú?

—También. Toda la mitad del año viajando seis horas diarias, tres de ida y tres de vuelta.

—Vaya, Erick. El que se haya ido Isaías te salvó de una quiebra monetaria por tanto viaje. —el nombrado rió.

—Sí, todos los días gastando miles en pasaje. ¿Isaías abandonó, verdad?

—Eso parece —se encogió de hombros —. Nunca cruzamos palabra en el piso, era compañero de clases y la poca comunicación era por algún trabajo en conjunto o orden de la casa. Después, él en su cuarto y yo en el mío.

Erick asintió entendiendo que la lejanía de Christopher también era por no estar acostumbrado.

—Pero me alegro de que haya abandonado —carcajeó por su comentario malévolo —. Tú me caes mejor.

—Porque hablo.

—Sí —se miraron y rieron —. Yo no soy sociable, pero me agrada hablar contigo de vez en cuando.

—Gracias.

El reloj sonó indicando el inicio del estudio.

—Te acompaño a tu salón. —habló primero el castaño.

Una vez dejó a Erick, se despidieron con la mano al aire y posteriormente fue a su clase.

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