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✧ Almuerzo y muérdago ✧

Como todos los años, una semana antes de diciembre, Krul Tepes llevaba a cabo un almuerzo "familiar". Era una costumbre.

Claramente, Guren y Shinya estaban invitados. Mika era el hijo de la organizadora, por lo que obviamente estaría ahí. Así como también Yuu, Shinoa y los amigos de siempre.

El hecho de tener que ver al grupo de revoltosos juntos en un mismo lugar, era como una especie de tortura medieval para Guren. Él prefería las reuniones tranquilas, en las que se puede platicar en paz con las otras personas...

Pero la palabra tranquilidad no existía para las personas presentes en la mesa.

Ya bastante suplicio era para el azabache tener que soportar las miradas enamoradas del par de tortolitos, ¡y tenía que soportar a todos los demás!

Los hermanos Hīragi, ya estaban haciendo de las suyas: robándole puré de papas a Kimizuki sin que este se diera cuenta, haciendo que se sirva más de tres veces y luego hacerle comentarios como "No sabía que en tu casa no te alimentan"; mezclando el jugo de Krul con un poco de vino blanco, siendo que esta no resiste el alcohol; atando pequeños nudos en el cabello largo de Ferid, mientras estaba embobado, tratando de lograr algo con la mujer de cabello rosado que estaba medio ebria.

Yoichi trataba de detenerlos, agitando sus manos y susurrando con su típico tono nervioso que pararan. El rubio y su amigo estaban demasiado distraídos como para hacer algo al respecto, Mitsuba discutía con Kimizuki porque la culpaba de estar robándose su comida... Y la vena en la frente de Guren parecía estar a punto de estallar.

—¡Ya cállense, bola de idiotas! —La voz del chico de ojos amatistas retumbó en el comedor, exaltando a todos los presentes.

Por los siguientes segundos, el único sonido que se escuchó fue el de los cubiertos caer de las manos de Mitsuba y crear un ruido metálico al golpear contra la mesa. Luego, un silencio sepulcral se instaló en el lugar; el cual fue interrumpido por las risitas divertidas que los dos hermanos —o demonios, Guren ya no veía la diferencia— trataban de contener. Pero eso era mejor que nada.

Alrededor de diez minutos después, cuando sirvieron el postre, la falsa armonía se fue a la mierda. Bastó una simple pregunta estúpida por parte de Yuichiro para que eso pasara.

—¿Por qué tienes restos de comida en el pelo, Ferid? —preguntó desconcertado, señalando la coleta que traía el aludido. Grave error.

Inmediatamente las manos del hombre fueron a parar a su propio cabello, confirmando lo que dijo Yuu. Sus hebras estaban pegadas de una manera sumamente asquerosa, gracias al puré que había en él; sin mencionar que además estaba enredado.

La mirada de odio que le dirigió a Shinoa, hizo que esta riera y se desatara el caos en la mesa. La comida voló por todas partes, Guren comenzó a gritarle a Ferid —quien estaba aventándole pollo a la pelimorada— que no se comportara como una niña, Shinya aprovechó para comerse todos los dulces de la mesa, Mitsuba rompió las gafas de Kimizuki, Krul terminó en el suelo, los restantes trataban de calmar el alboroto.

Y sí, en resumidas cuentas, el almuerzo fue un total desastre. Como todos los años.

Después de que todos se calmaran, Shinya se ofreció a ordenar el desorden que él ayudó a provocar; puesto que la anfitriona se durmió gracias a los efectos del alcohol. Guren, a duras penas, aceptó ayudar al ojizarco.

Recogieron los platos, vasos y cubiertos sucios, guardaron la comida que quedó sana y llevaron el estropeado mantel al lavadora. Minutos más tardes se encontraban uno al lado del otro, frente a la pileta de la cocina, lavando los trastes. Shinya enjabonaba, limpiaba y enjuagaba; Guren secaba y acomodaba en su respectivo lugar las cosas.

Podría ser algo muy sencillo y normal para muchos, pero el peliblanco fantaseaba con lo bonito que sería hacer tareas cotidianas como esas, cuando pudiera tener una familia con Guren. Pero eso no pasaría si seguía sin hacer siquiera un movimiento.

—Nee, Guren. ¿Puedes enjuagar lo que queda? Debo ir al baño —habló el menor de los dos, con una sonrisita adornando su rostro. Algo tenía en mente.

—Ya que —bufó el pelinegro, reemplazando el lugar de Shinya frente a la canilla para terminar con la labor que comenzaron juntos.

Más rápido que un relámpago, Shinya desapareció por la puerta de la cocina, dejándolo solo; limpiando la comida de los platos. Bueno, realmente ganaría el premio al mejor amigo de todos los tiempos.

En cuanto todo estuvo ordenado, Guren fue en busca del albino. Quería irse de ahí lo más pronto posible, no pretendía tener que estar en medio de un nuevo lío otra vez. Ya estaba hastiado de todos.

Atravesó la cocina y el comedor, hasta la sala de estar. Ahí divisó a quien buscaba, apoyado contra el marco del gran ventanal que daba al patio, observando con genuino interés el pasto cubierto de nieve y las blancas copas de los árboles. Nada fuera de lo normal.

—¿Qué es tan interesante allá afuera? —quiso saber, acercándose a la ventana, colocándose junto a él; para observar el paisaje también.

—Nada en especial —contestó, girando la cabeza para poder mirar a Guren. La sonrisa de su rostro pareció ensancharse, pero el azabache no se percató de aquello.

—Bien, entonces vamos a largarnos de aquí. —Estuvo a punto de darse la vuelta para irse, pero una mano en su hombro lo detuvo.

Antes de que se diera cuenta, el rostro de Shinya estaba increíblemente cerca del suyo, tanto que pudo ser capaz de percibir el sabor a menta de su aliento y la calidez de su respiración. Involuntariamente dio un respingo, quedándose inmóvil en su lugar. Si se movía, su reacción podía ser malinterpretada... O tal vez sólo era una escusa que su mente creó para no sentirse tan mal por no querer apartarse.

—Tendrás que besarme primero —murmuró el de cabellos claros, procurando que los nervios no se adueñaran de sus sentidos en ese momento y no hicieran que sus palabras se escucharan temblorosas.

Guren pudo jurar que el tono de voz empleado por Shinya fue más coqueto de lo normal, como para dejar en claro que aquello no iba en broma, que en verdad estaba esperando a que lo besara. Sin embargo, él no podía hacer algo tan simple como eso. Por más tentador que sonara.

Se separó bruscamente, sacándose de encima a Shinya con un ligero empujón. El vidrio tembló debido al golpe que le propinó la espalda del menor al chocar contra este y, además de eso, fue atacado por la fija mirada y el ceño fruncido de su amigo. Sonrió, puesto que no esperaba una reacción diferente.

—¿A qué estás jugando, Shinya? —cuestionó con fastidio, masajeándose las cienes en un gesto de molestia—. ¿Por qué rayos te besaría?

—Estamos bajo el muérdago —dijo, como si la situación actual fuera lo más normal del mundo. A su vez, señaló con uno de sus dedos la dicha planta que colgaba sobre sus cabezas—. Según la costumbre, si estás debajo del muérdago junto a una persona, debes besarla.

—Eso ya lo sé, idiota —resopló Guren—. Pero eso no es una respuesta satisfactoria a mi pregunta. ¿Por qué debería besarte? —repitió, esperando una respuesta clara.

—¿Por qué no lo harías? —le desafió, sabiendo que probablemente esa era la única forma de lograr algo.

—Porque somos amigos —puntualizó con obviedad.

—Ohh, ya entiendo. —Hizo una breve pausa, deliberando entre si provocar a Guren era correcto o no. Cuando llegó a una conclusión, volvió a hablar—: ¿Es que te da miedo?

—Claro que no me...

—Si era así, lo hubieses dicho desde un principio. Podrías haberme dicho que eres un gallina y yo lo enten...

Quien fue interrumpido ahora fue Shinya. Le fue imposible pronunciar otra palabra más, ya que la presión de la boca de Guren sobre la suya se lo impidió. Decir que estaba sorprendido, era poco para expresar todas las emociones que recorrían su cuerpo.

Fueron tres segundos.

Tres segundos en los que permaneció en shock, tratando de procesar todo lo que estaba pasando; de aplacar el huracán de sensaciones que erizaron su piel y todos sus rubios cabellos. Hasta que los labios del contrario se movieron contra los suyos, incitándolo a corresponder.

Fue entonces cuando se dio inicio a aquel dulce y suave contacto, en el que apenas se rozaron los labios; en que ambos se dejaron caer poco a poco. Los alientos se reconocieron, y las bocas se fundieron en un tierno beso.

Al separarse, el amatista de la mirada de Guren se hundió en lo más profundo de los ojos de Shinya; que le resultaban tan hechizantes. Sus corazones latían con fuerza en sus pechos, desbocados, sus ritmos acelerados parecían sincronizar.

Una simple mirada fue suficiente para que el deseo los delatara, las ganas de besarse que inconsientemente -al menos para Guren- acumularon todo ese tiempo, se vieron implícitas en la ligera brusquedad de la nueva unión de sus bocas.

El segundo beso fue aún más mágico y apasionado que el primero, mucho más explorador y provocativo. Los labios de Guren quisieron adueñarse de los de Shinya, tomando el control, saboreándolos, acariciándolos. Sus lenguas comenzaron un excitante jugueteo, que terminó por convertirse en una pequeña guerra en la que ambos buscaban obtener la victoria.

A pesar de que Guren lo intentara, no podía dominar del todo a Shinya; él no era tan sumiso como le hubiese gustado. Una mordida en su labio inferior, ocasionó un leve gruñido por parte del azabache, quien, en consecuencia, dirigió sus manos directamente a la cadera del menor.

Cuando Shinya fue atraído hacia el cuerpo de Guren, el primero se separó apenas unos centímetros, para dedicarle una pícara sonrisa al chico que lo miraba con una expresión que no sabría describir. Su semblante rebosaba algo, un sentimiento que no podría saber con exactitud qué era.

No hubo tiempo para prestarle atención a ese tipo de detalles, porque no pudo poner resistencia a sus propios impulsos y se dejó llevar por ellos. Besó una vez más a Guren sus dedos se perdieron entre las hebras oscuras de su cabello, enredándose en ellas mientras su lenguas empezaban con la incesante caricia entre ellas, que lograba estremecer levemente a ambos.

El ambiente cálido que se creó entre ellos, se volvió más bien como una especie de burbuja. Una que los alejó de la realidad, y los hizo encerrarse únicamente en esa pequeña intimidad que estaban compartiendo. Tanto que tampoco pudieron percatarse del par de ojos que miraban la escena, los esmeraldas con sorpresa y cierto deje de desilución; mientras que los otros con evidente diversión.

—Parece que alguien más utilizó el muérdago que colgaste, Yuu-san —comentó Shinoa, con esa picardía que la caracterizaba.

El muchacho decidió no decir nada en su defensa. Cruzó los brazos sobre su pecho, dejando salir un ávido suspiro. Ya encontraría otra ocasión —o más bien excusa— para besar a Mikaela.

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Todo el mundo anda publicando sus especiales navideños y yo como: bitch please, tengo una obra entera que es un especial de Navidad 😎😎 (?)

Trataré de actualizar más rápido para terminar esta obra antes de que acabe el año, puesto que ya tengo un mapa de los capítulos (sólo quedan cuatro y quizás un +año nuevo). Igual, no prometo nada, no soy una persona muy responsable. xd

En fin, ¡Feliz Navidad atrasada a todas ustedes! Ojalá se la hayan pasado bonito. 💕

Espero que les esté gustando esta obra y muchísimas gracias por leer.

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