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Seis

—¿JunMyeon? —le susurro una voz a JunMyeon.

Y seguidamente una mano le tocó el hombro. JunMyeon no se había dado cuenta de que alguien se había acercado, y el acento muy marcado al chino mandarín lo extrañó. JunMyeon se dio la vuelta y, olvidando por completo que debía de ocultar sus sentimientos, se quedó mirando al hombre que tenía delante con el corazón en un puño.

—¡Yixing! —susurro JunMyeon con dificultad, mientras las emociones lo embargaban.

—Hola, JunMyeon. —respondió Yixing con cariño y emoción.

La respuesta de Yixing fue tan emocional como el de JunMyeon. Sin darle tiempo Yixing se inclinó y lo besó en los labios. Su boca era cálida y húmeda, como si se la hubiera estado lamiendo con la lengua. JunMyeon pensó que debería de sentirse gratificado ante semejante bienvenida, pero en lugar de ello se dio cuenta de que no había sentido nada.

—Te he echado mucho de menos, JunMyeon. —dijo Yixing haciéndole casi desfallecer ante las lágrimas que se agolpaban en sus ojos.

Yixing tenía los ojos enrojecidos, y bajo ellos se dibujaban elocuentes ojeras. En realidad, cuanto más detenidamente lo miraba, más se daba cuenta de que no sólo sus ojos habían cambiado. Había ganado peso, sus miembros eran más gruesos y la barriga se le veía muy plana y en forma por encima del cinturón. Se había aclarado el pelo, y aunque acentuaba el moreno de su piel, resultaba demasiado artificial. No se parecía al hombre tímido, tierno y algo distraído que JunMyeon recordaba.

—Estás... fantástico. —continuó Yixing observándolo de arriba abajo—. Vamos, el coche está esperando. —añadió señalando la puerta—. ¡Luhan se va a llevar una sorpresa cuando te vea!

—Lo dudo. —respondió JunMyeon con frialdad regresando a la dura realidad en la que se encontraban.

JunMyeon se dejó escoltar hacia la puerta. Aunque hubiera perdido peso desde el divorcio, en todo lo demás estaba exactamente igual, pensó. JunMyeon tenía el pelo un poco más largo, pero comparado con Luhan, JunMyeon era un chico normal y corriente. Y nadie lo sabía mejor que Yixing.

La limousine esperaba fuera. Era la misma en el que JunMyeon había viajado junto a victoria la tarde anterior. Feliz iba al volante, y JunMyeon se sintió aliviado al verlo. Por un momento había pensado que quizá Yixing hubiera acudido solo a buscarlo. Fueran ciertos o no los rumores sobre su matrimonio, Luhan parecía pensar que necesitaban una carabina. O quizá se tratará de que, a pesar de lo temprano de la hora, Yixing había haber bebido algo. Su aliento era inconfundible. JunMyeon se sentó en el coche y puso especial cuidado en guardar las distancias con Yixing.

—¿Es que no confías en mí, JunMyeon? por los cielos, antes no me mirabas así. —continuó Yixing tratando de tomarlo de la mano—. ¡He destrozado la vida de los dos! —se lamentó.

JunMyeon contuvo el aliento ante semejante afirmación. Esperaba que Félix no estuviera escuchando. Yixing no sólo se lamentaba de sí mismo haciéndose la víctima, sino que además se comportaba como si JunMyeon compartiera sus aflicciones. Y no era así.

Bueno, al menos no del todo, se confesó JunMyeon tratando de ser honesto consigo mismo. No podía negar que había deseado que no todo les fuera bien a Yixing y Luhan luego del divorcio. Al fin y al cabo, era humano, se dijo. Cuando Jin le anunció que el matrimonio de Yixing y Luhan se tambaleaba no había podido evitar sentir cierta emoción y alegría, pero nunca había esperado seriamente que Yixing quisiera volver a verlo. Y menos aún que se lamentara de haberlo perdido.

—Así que.... ¿qué tal estás? —preguntó Yixing pensando, obviamente, que por el momento había hablado demasiado.

—Muy bien. —contestó JunMyeon alegre del cambio de tema—. El cambio horario es terrible así sean solo unas horas. —explico—. Me desperté a las cuatro de la madrugada, ¿puedes creerlo? Gracias a Dios conseguí volver a dormir.

—Sí, afecta mucho a la gente. —explicó Yixing relajándose en el asiento y extendiendo un brazo en su dirección—. Para mí sin embargo no es problema, estoy acostumbrado a viajar.

—¿Con Luhan? —cuestiono JunMyeon con ironía.

—Bueno, eso era antes. Al principio Luhan quería que lo acompañara, pero ahora me quedo en casa. —le explico Yixing.

—Beijín es un lugar muy bonito para vivir. —murmuró JunMyeon mirando por la ventana. No sabía qué decir ni qué pensar, era más fácil hablar sobre temas impersonales—. Esto es Wangfujin, ¿verdad? —preguntó al ver que el coche subía por calles silenciosas con murallas de piedra tras las que apenas se veía nada.

—Estás en Wangfujin desde que abandonamos el hotel JunMyeon. —respondió Yixing indiferente—. Toda esta zona se conoce con el nombre de Wangfujin of city. Es gracioso. En realidad, no es sino el lado oeste de Beijín, pero a la gente como mi esposo le gusta pensar que es el paraíso en la tierra.

—Bueno, estoy seguro de que...

—Es cierto, lo piensa. Luhan está muy integrada en el estilo de vida de la Costa Oeste de china. —lo interrumpió Yixing quejándose de su triste vida—. ¡Dios, creo que no ha probado la carne en los últimos cuatro años! Sólo toma fruta y cereales, y le dan masajes en el gimnasio. No sabes lo harto que estoy de todo esto, JunMyeon. Por eso es por lo que me alegro tanto de verte.

—Yixing... —advirtió JunMyeon en un tono peligroso.

—Es cierto, JunMyeon. La gente de aquí no vive en la realidad. Hay estándares mucho más horribles que en corea, la extravagancia y elegancia es casi una ley —critico Yixing—. ¿Qué crees tú que tiene de particular?

JunMyeon torció los labios. Según parecía, dijera lo que dijera Yixing iba a tomarlo a mal. ¿Desde cuándo era tan cínico?, se preguntó. No sabía qué decir, de modo que optó por cerrar la boca.

—Supongo que debo de darte la enhorabuena por tu éxito. —recalcó Yixing con amargura tras una pausa—. ¡Mi JunMyeon, escritor! ¿Quién lo hubiera dicho? Siempre te dije que estabas desaprovechando tu talento con ese empleo en la revista.

Eso no era cierto, pensó JunMyeon, más bien había sido al revés. Sin embargo, no quiso llevarle la contraria. No quería llegar a casa de Luhan con Yixing en semejante estado de ánimo. Hubiera deseado que se controlase y que dejara de tratarlo como si fuera su cómplice, como si la única razón por el que hubiera viajado hasta china fuera para estar con él, pensó suspirando. Comenzaba a preguntarse qué habría visto nunca en Yixing que lo atrajera. ¿Acaso había culpado siempre a los demás cuando las cosas no le salían bien?, se preguntó consternado y dándose cuenta de que al parecer jamás lo conoció tan bien. 

El recuerdo de las palabras que Yixing había pronunciado cuando trataron inútilmente de concebir un hijo acudió entonces a su memoria. Aunque ambos se hicieron pruebas médicas y no parecía haber nada anómalo en ellas, Yixing lo hacía responsable de la infertilidad. Y quizá en realidad fuera Yixing el efecto de la culpa, recapacitó JunMyeon. Pero seguramente ya nunca lo sabrían. Por aquel entonces no dudó en admitir que el problema estaba en JunMyeon.

—Estoy hablando en serio, JunMyeon. —musitó Yixing atrayendo de nuevo su atención—. Te he echado de menos mucho más de lo que nunca puedas imaginar. Abandonarte fue el error más grande de mi vida. Quería que lo supieras desde el principio.

—¡Pues no deberías de habérmelo dicho antes! —exclamó JunMyeon acalorado y convencido de que Félix estaba escuchando.

Yixing no tenía derecho a involucrarlo en sus problemas matrimoniales, pensó JunMyeon, por mucho que Yixing pensara que tenía una buena excusa para hacerlo. Sospechaba que su declaración no era más que un intento por ganarse su simpatía, por ponerlo de su parte quisiera o no.

—¡No puedo evitarlo! —contestó Yixing dejando caer el brazo sobre sus hombros y tratando de acariciarlo—. Sé que te hice daño, JunMyeon, pero espero que me hayas perdonado. El amor que compartimos... ¡no puedo creer que lo echáramos a perder de ese modo!

—Tú lo echaste a perder, Yixing. —replicó JunMyeon indignado de que lo uniera a algo que él solito había hecho. Así que, lo aparto y se volteo al otro lado—. ¿Estamos muy lejos aún? —pregunto con frialdad.

—No. —suspiró Yixing malhumorado.

JunMyeon se sintió aliviado. Prefería el mal humor que las lágrimas, pensó mientras sacudía la cabeza incapaz de creer lo que estaba ocurriendo.

La limosina comenzó a reducir la velocidad. Félix giró y atravesó unas puertas de hierro que se habían abierto a su paso. Un largo camino curvo se extendía adornado de laureles y acacias. Ante ellos se irguió entonces una fachada de piedra color crema recorrida a todo lo ancho por un balcón que quedaba en la sombra. Era una casa grande, impresionante, rodeada de césped y adornada en abundancia por árboles y flores.

—Bueno, ésta es. —comentó Yixing sarcástico mientras Félix salía del coche para abrirles la puerta—. Villa Wang-Qi. ¿Estás preparado para ver a tu jefe JunMyeon?

—Luhan no es mi jefe. —contestó JunMyeon con vehemencia.

—No, es cierto. —lo aplaudió Yixing con una sonrisa cómplice—. Y no dejes que Luhan lo crea. Adelante, JunMyeon. —añadió tomándolo del brazo—. Sabía que no podías ser tan indiferente a mí como pretendías.

JunMyeon se soltó en cuanto pudo. Era consciente de que Félix los observaba. ¿Y quién iba a culparlo?, se preguntó mirando a Yixing con cierta frustración. La situación era lo suficientemente difícil sin necesidad de que Yixing complicara más las cosas. 

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Yixing se hace la vistimaaaaaaaaa 7n7

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