Dieciocho
JunMyeon no trató de buscar a Yixing cuando Luhan desapareció. Bastantes preocupaciones tenía ya, se dijo recordando la cita de aquella tarde. Temía que SeHun pudiera aparecer por casa de Luhan en cualquier momento. Lo cierto era que la noche anterior... bueno, había bebido demasiado. Lo ocurrido no le parecía sino un sueño, no podía creer que se hubiera comportado así. ¿Por qué lo había hecho? ¿No era más fácil volver a Seúl y terminar allí el libro?, se preguntó.
Por supuesto que sí, pero lo cierto es que no tenía ningunas ganas de hacerlo, se confesó. Al menos por el momento. A pesar de todos sus miedos, a pesar de la ansiedad que le causaba el pensar en cuál sería la reacción de Luhan si sabía que se estaba viendo con SeHun, lo cierto era que nunca se había sentido tan excitado o ansioso por algo. Quizá estuviera tentando al destino, recapacitó JunMyeon, pero nunca sabría qué hubiera ocurrido si no lo intentaba.
Luhan volvió tres cuartos de hora más tarde acompañada de Huang Zitao.
—He decidido que esta mañana ustedes dos van a trabajar juntos. —anunció Luhan para desgracia de JunMyeon—. Voy a tratar de reservar una mesa en el Spago. Dile a Lay que no me espere a comer.
—Lo haré. —contestó Zitao.
Debería de haber intuido que aquél iba a ser uno de esos días aciagos en los que Yixing lo esperaba en la limusina y Zitao no paraba de hablar, se dijo JunMyeon.
CUANDO llegó al hotel era casi la una y media. JunMyeon staba cansado y se sentía frustrado Aquella mañana había sido sólo una pérdida de tiempo. Sin embargo, se puso de maravilla en la suite del hotel, pensó. Alguien le había mandado un ramo de rosas, y su delicada fragancia la relajaba. Vio la tarjeta que la acompañaba y leyó: «Para una belleza coreana». La letra no era de Yixing.
Su corazón se aceleró. Sólo había una persona que se las hubiera podido mandar. Miró el reloj. Faltaba un cuarto de hora para las dos. Sintió entonces que el pánico lo embargaba.
Se apresuró al dormitorio y, tras una ducha, se cambió.
Dos minutos después de las dos esperaba junto a los ascensores. Llevaba una camisa de manga corta y unas bermudas. Las sienes le chorreaban, y no era por la ducha. Tenía los nervios de punta.
SeHun no estaba. Bueno, se dijo, Luhan no se había vestido tan sencillo y casual aquella mañana como para ir a comer con su contable. De todos modos, no pudo evitar sentirse decepcionado.
—¿joven JunMyeon?
Una voz masculina, nada familiar, lo desconcertó. Se dio la vuelta y se encontró con un hombre alto que lo miraba. Aquella cara le sonaba, pero no sabía por qué. No conocía a nadie en china. Quizá fuera una estrella de la televisión, pensó JunMyeon.
—¿Sí? —contestó JunMyeon al fin tratando de recordar dónde había visto esa cara.
—Siento llegar tarde. —explicó. Luego, al ver que JunMyeon lo miraba sin comprender, añadió—. Soy Lim Jae-beum, el ayudante personal de Oh SeHun.
Claro, J.B, recapacitó JunMyeon abriendo la boca por la sorpresa. Era el hombre que estaba con SeHun en el aeropuerto. ¿Pero qué estaba haciendo en el hotel?, se preguntó. ¿Acaso lo mandaba SeHun para disculparse por él? No era muy agradable que enviase a una tercera persona para hacerle el trabajo sucio, pensó. ¿Por qué no había llamado por teléfono?
—El señor SeHun ha tenido que marcharse esta mañana a Pekín. —continuó invitándolo con un gesto a que lo acompañará—, pero estará de vuelta para cuando lleguemos a la casa de la playa. Si me acompaña joven Kim, lo llevaré. SeHun ha sentido mucho no poder venir en persona.
—¡Espere! —exclamó JunMyeon de pronto parando después de haberlo seguido por el vestíbulo—. ¿A qué casa se refiere? —preguntó mientras se le aceleraba el pulso—. ¿A la de Luhan? ¿Xiao Luhan?
Los rasgos de J.B se arrugaron expresando tanta confusión como los de JunMyeon.
—¿A la casa del señor Luhan? —repitió J.B confundido—. No, tengo que llevarlo a la casa del señor SeHun en la playa Mao.
—¡Ah! —exclamo JunMyeon más calmado.
—Se suponía que iba usted a pasar la tarde con el señor SeHun, ¿no es así? Me dijeron que ya lo sabía. —explico J.B apenado.
—Ah, sí, es cierto. Ya lo sabía. —respondió JunMyeon sonrojándose un poco por la situación.
A la casa de SeHun en la playa Mao, repitió JunMyeon para sus adentros con el corazón en un puño. Desde luego no esperaba que lo llevara allí, creía que iban sólo a la playa.
—Bien.
J.B pareció aliviado, pero JunMyeon no estaba del todo convencido de lo que estaba haciendo. Sin embargo, ¿qué sentido tenía rechazar la invitación?, ¿qué iba a perder después de lo ocurrido la noche anterior?
El coche que les esperaba fuera no sé parecía a la limusina de Luhan. Era un deportivo verde de neumáticos anchos. Un verdadero coche, pensó JunMyeon. J.B se aseguró de que JunMyeon se sintiera cómodo y luego se sentó al volante.
—Así que... ¿está usted disfrutando de su estancia en Beijín? —pregunto J.B con amabilidad.
—Sí, mucho. —contestó JunMyeon después de una pausa—. Nunca había venido a la Costa Oeste, así que estoy aprovechando para ver todo lo que puedo. Cuando no estoy trabajando, claro.
—Claro. —contestó J.B sonriente girando el volante en una maniobra. JunMyeon se agarró al asiento—. ¿Ha conocido usted a alguien interesante?
—¿Interesante? —JunMyeon se encogió de hombros—. ¿Se refiere usted a algún famoso o...implemente a cualquiera?
—¿No son excluyentes ambas cosas? —inquirió J.B riéndose—. Sólo estaba bromeando.
Igual que SeHun, J.B parecía divertirse burlándose de las estrellas de china. No obstante, para su alivio, el paisaje ocupó por completo su mente. Más allá de los montes, al Este de Beijín, el Pacífico se extendía salvaje y lleno de belleza. En la costa, entre los retorcidos cañones en los que los ricos habían asentado sus casas, magníficas playas casi desiertas lo invitaban a bañarse.
—¿Ha hecho usted surfing alguna vez? —cuestiono J.B con interés mirándolo por el retrovisor.
—No, ni siquiera soy un buen nadador. Pero seguro que usted sí lo es. —JunMyeon hizo una pausa y preguntó nervioso—. El señor SeHun, ¿también hace surfing?
—No, sólo navega por Internet. —respondió J.B —. Normalmente está demasiado ocupado como para pasárselo bien. —lo miró—. Excepto en ocasiones especiales. Tendrá usted que enseñarle a relajarse.
—No creo que pueda enseñarle nada al señor SeHun. —contestó JunMyeon alerta a cualquier insinuación—. No lo conozco demasiado, pero supongo que eso ya lo sabe. Usted estaba presente cuando nos conocimos.
—Sí. —dijo J.B examinándolo con atención y asintiendo—. Es cierto, yo estaba allí. —repitió con una inflexión curiosa de la voz—. Me imagino que no conoce al señor SeHun en absoluto.
************+
ya saben cualquier error, me dicen pls
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro