Capítulo 43
Estiro mis brazos tanto como puedo al mismo tiempo que bostezo.
Lo primero que hago, como cada mañana, es tomar el teléfono.
Hago una llamada y me lo llevo al oído.
—Buenos días, Becca, ¿qué hay? —La morena bosteza.
—Buenos días, Jane. Acabo de despertar, ¿qué hay? —Sonrío.
—La verdad no mucho, ¿qué haces hoy?
—Tengo que ir a rellenar papeles. ¿Te apuntas? —Frunzo levemente el ceño.
—¿Pasarme todo el día corriendo de un lado a otro? ni hablar. Gracias. —Digo amable y sonriendo. Ella bufa.
—Moi estará llegando a casa justo ahora y creo que me voy a quedar sola. —Muerdo mi labio inferior.
—Lo siento, Becca. Puedo ir, si quieres. No es problema.
—Realmente no quiero pero no deseo dejarla sola.
—Tranquila, mi prima está en la ciudad y acaba de decirme que podemos ir juntas. Gracias, amorcito. —Río.
—¿Tu prima? ¿esa a la que no aguantas? —Bufa.
—Touche. Pero me he propuesto tener una mejor relación con ella. Te llamaré si necesito ayuda con un cadáver. —Bromea pero me hace fruncir el ceño con fuerza. Carraspeo y no necesito nada más para que me entienda.
No debería hablar de algo así por teléfono, no cuando nosotras planeamos algo parecido.
—Hasta luego, nena. Pásalo bien hagas lo que hagas y usa protección.—Suelto una carcajada y niego.
Cuelgo el teléfono y sigo estirando mis extremidades antes de salir de la cama y dirigirme directa a la ducha.
Dejo que el agua caiga en cascada por mi cuerpo y enjabono mi cabello.
Salgo de la ducha y bajo las escaleras para comer algo rápido, vestirme y sacar a Tobi.
Hago las acciones tal y como las tengo planeadas. Pero recibo un mensaje.
"Chico guapo aburrido, ¿hay una chica guapa libre? Drew xx."
Río.
"No hay chicas guapas disponibles en este momento. Por favor, manténgase a la espera. Jane x."
Envío el mensaje con una pequeña sonrisa.
"La chica guapa me ha respondido. Paso por ella en diez minutos. Drew xx."
Abro los ojos con desmesura y salgo corriendo para llegar a mi habitación.
Respiro hondo cuando llego arriba y cavilo. Hoy hace un día soleado por lo que un estampado de flores no estará mal.
Con el color negro todo encaja así que agarro unos pantalones negros y una camisa con estampado floral.
Moira me regaló unos tacones azules y creo que encajarían bien.
Además, los tacones son parecidos a los ojos de Drew. Seguro que le gustan.
Pongo una camisa parecida a la que pongo sobre mi pecho, mirando que tal me queda.
Un momento... ¿qué estoy haciendo?
Me alejo un paso hacia atrás, entre abriendo la boca antes de lanzar la camisa lejos de mí.
No, Jane, no.
¿Qué estás haciendo?
¿estabas escogiendo tu ropa para salir con Drew?
Siento unas enormes ganas de golpearme una y otra vez a mi misma y me muerdo el labio con mucha fuerza.
Lo sé, me estoy castigando.
Pero me merezco cualquier cosa por lo que estoy haciendo.
Estoy perdiendo todo el control de la situación y eso no me gusta.
El timbre suena y noto mi pulso acelerarse.
Maldita seas, Jane Master.
Bajo las escaleras con sumo pesar, me acerco sin estar apresurada a la puerta y la abro despacio.
—Hola Jane. —Su sonrisa impoluta es lo primero que mis ojos encuentran. Intento disimular lo que estoy sintiendo justo ahora pero me resulta extremadamente complejo.
Sonrío, intentando pasar desapercibida.
—Hola Drew, ¿qué hay? —El muchacho toma mi mano y percibo la electricidad recorriendo cada extremidad de mi cuerpo.
—Nada. Hoy me siento muy feliz y con vitalidad y eso es más que raro en mí. —Ríe. Trago saliva al notar como sus ojos me observan con detenimiento.
—Tienes razón pero está bien.
—Digo con normalidad.
Veo a través de mis pestañas como frunce el ceño.
—¿Qué ocurre? —Cuestiona de repente. Noto como me analiza con sus orbes.
—Nada. ¿Por qué tendría que ocurrir algo? —Trato de que mi timbre suene natural y despreocupado pero me temo que fallo.
—Porque no te has burlado de mí y eso es demasiado extraño así que está claro que ocurre algo. —Me explica, como si fuera la más básica de las teorías.
—Estoy bien, Drew. —Le juro con mis pupilas y sonrío.
—Voy a hacer como que te creo, ¿vale? —Sonrío sin querer, por puro instinto.
Llegamos a un bar y entramos dentro. Caminamos hasta la barra y nos sentamos en los taburetes.
El castaño recibe una llamada nada más sentarse y se pone de pie.
—¿Si? —Contesta. Me mira y sonríe.
—Sí, soy yo... ¿en serio? nien, vale... no, está bien. Lo entiendo, no se preocupe... —Según va hablando, su rostro va cambiando y comienza a parecer algo más decaído y triste.
Cuelga el teléfono y se deja caer en el taburete que está junto al mío.
—¿Qué ha pasado? ¿estás bien? —Pongo una mano sobre su hombro y le miro. Algunos mechones de mi pelo caen y soplo para apartarlos.
—El coche me estaba dando algunos fallos y lo he llevado al taller. Al parecer es algo grave y necesitarán como un mes.
—Arqueo ambas cejas y resoplo.
—Míralo por el lado bueno; así podrás comprarte uno nuevo. —Trato de hacerle reír y al menos logro una sonrisa.
—No estaría mal, es algo antiguo y no quiero que me dé más problemas. —Sonrío.
—Un deportivo no estaría mal. ¿No te parece? —Se incorpora y arquea ambas cejas antes de sonreír.
—¿Sabes de coches? —Ladeo una sonrisa.
—Tan sólo un poco, no te emociones. —Bromeo y larga una risa.
—Oh, nena. Como me pones.
—Ahora soy yo quien ríe a carcajada fuerte.
—¿Entonces un deportivo? Descapotable. —Le sugiero y guiño un ojo.
—Soy más de todoterrenos, si te digo la verdad. El color negro encaja bien con ellos. —Asiento.
—Yo soy más de rojo. Ir con el viento despeinándote el pelo. —Sonríe pícaro.
—¿Así que deportivo, eh? Eso demuestra ser pretenciosa.
—Chasqueo la lengua.
—No me jodas, Drew. Tú quieres comprarte un todoterreno porque eres un obseso del cuidado y el control.
—Contraataco. Sus ojos se abren como platos y ríe.
—Pero en un accidente, yo me salvaría y tú no.
No sé en que momento nos hemos acercado tanto pero estamos casi rozandonos.
—¿Me dejarías morir? —Interrogo y mi voz sale diferente, más sexual.
Me da un corto beso y se separa.
—Me bajaría del coche y te llevaría en brazos... —Susurra y deja la frase en el aire. Le doy otro pequeño beso y me alejo de nuevo.
—¿A casa? —Sonríe de lado. Otro.
—A la cama. —Especifica y escucho como alguien carraspea a nuestro lado.
Nos alejamos y me doy cuenta que estoy mordisqueando mi labio con fuerza y que mi respiración se ha agitado.
Respira, Jane. Respira.
—¿Qué quieren tomar? —Nos pregunta la camarera. Me siento distraída, sigo atascada en unos segundos antes.
—Algo muy frío... —Oigo susurrar al muchacho y ni siquiera me giro para observarlo.
—Coca cola. —Suelto rápido y trago saliva.
El joven y yo seguimos juntos gran parte de la mañana y las chicas y yo quedamos en un restaurante.
Moira cree que hemos olvidado su veintiún cumpleaños y precisamente por eso es que voy a llevarla a comer a la zona cara de la ciudad.
Tomo un vestido verde agua que mi cómplice me ayudó a escoger y me calzo unos tacones.
Salgo de la casa y me dirijo al restaurante, ellas dos esperan en la puerta y las saludo con un abrazo.
—¿Que tal ha estado tu noche?
—Pregunto a la rubia. Ella me observa y noto la decepción en sus ojos.
—Ha estado muy bien, gracias.
—Responde sin más.
Mis ojos encuentran las pupilas mieles de Rebecca y sonreímos al mismo tiempo.
—Hoy hace un día precioso, ¿no os parece?
Trato de aguantar la risa al escuchar a la morena y sólo sonrío de lado.
—Tengo la sensación de que hoy se me olvida algo... —Comento en voz alta, jugando. Recibo una mirada verdosa y venenosa.
—¿Qué hacemos aquí? parecemos niñas ricas y mimadas. —Dice, observando a la gente. Ruedo los ojos.
"ahora" es el mensaje procedente de mi aliada que llega a mi móvil.
De mi bandolera, saco un sobre blanco y lo pongo en la mesa, lo hago deslizarse hasta que se pone frente a ella y la ojiverde frunce el ceño.
—¿Qué es? —Me pregunta.
—Es de Becca y mío. —La veo poner los ojos en blanco.
—Ya pero ¿qué es? —Río.
—Tu regalo de cumpleaños, atontada. —No la dejo respirar, tomo su cara entre mis manos y beso su mejilla al mismo tiempo que Becca lo hace.
—¡Os odio! —Casi vocifera con una sonrisa gigante. —casi me muero del susto. —Reímos.
Mi amiga coge el sobre y mira dentro, sus párpados se abren más y su boca también.
—No puedo aceptarlo. —Me dice negando y trata de devolverme el sobre.
—No puedes devolverlo, es tu regalo de cumpleaños. Es sagrado. —Le recuerdo.
—Ha sido la broma más cruel de toda mi vida. Realmente pensé que lo habíais olvidado. —Nos confiesa con una sonrisa aliviada.
—No seas idiota, rubia. —Le pido, envolviendo sus hombros con mi brazo.
—Por cierto, hermana. Estás vieja. —Comenta Becca y una carcajada sale desde mi garganta.
—Sólo soy nueve meses mayor que tú, Bebecca. No seas tan exagerada. —La aludida bufa y yo las observo en el más absoluto silencio.
—No es cierto, estás mayor. Incluso tienes una arruga. —Oh, dios.
La ojiverde abre los ojos como platos al escuchar eso y luego frunce el ceño antes de empezar a tocarse la cara con desesperación.
Ruedo los ojos y enfoco a la chica que se encuentra en el sitio frente a mí.
Por debajo de la mesa, piso el pie que me cae más cerca y Moira salta en su sitio. Ups.
—¡Jane! —Me riñe, subiendo su pie a la silla para sobarlo.
—Perdón, persona equivocada. —Fulmino con mis pupilas a Becca y entre cierro los ojos.
—Moira, no tienes ninguna arruga. —Le digo, mirándola directa.
—Sí que la tiene. —Me contradice la idiota.
—¡No es cierto, Becca! ¿quieres verla correr calle abajo como la otra vez? —La muchacha suelta una carcajada y se limpia una lágrima imaginaria.
—Fué un día épico salvo porque ella nos estaba gastando la broma a nosotras. —Ruedo los ojos.
Seguimos así hasta terminar la comida y dirigirnos cada una a nuestro hogar.
Me pregunto que cara pondrá la rubia al ver la tarta gigante que hemos comprado únicamente para ella. Sonrío.
Me acomodo un poco mejor el pelo antes de salir de nuevo a la calle y respirar profundamente.
El camino se me hace largo a pesar de que ni siquiera lo es. Tengo la sensación de que mis extremidades se niegan a llegar hasta allí pero las obligo lo mejor que puedo.
Me postro frente a la puerta y respiro varias veces.
Intento tocar el timbre pero algo me frena y retiro la mano.
Hay algo dentro de mi que me dice que algo sucederá ahí dentro.
Intento tocar el timbre varias veces más y al final lo consigo. Me castigo mentalmente a mi misma por haberlo hecho pero no me da tiempo a nada más pues un castaño sonriente me abre la puerta.
—Bienvenida, una vez más, a mi hogar. —Se hace a un lado y me deja pasar. Sonrío.
—¿Que estabas haciendo? —Pregunto al ver el bolígrafo que hay en su oreja y las marcas de tinta en sus manos.
—Me recomendaron hacer ciertos ejercicios para no perder la costumbre durante el descanso. Tenía un rato libre y eso es todo. —Me explica, alzando ambas manos y sonriendo.
Nos sentamos en su cocina y comenzamos a hablar de cualquier estupidez que se nos ocurre.
Y así termina la noche, ambos en el sofá mientras "vemos" una película.
Noto como su respiración se ha relajado y le miro. Sonrío, no puede evitar dormirse cuando se apoya en mi. Soy su almohada humana.
No sé porqué pero me dedico a observarle durante algunos minutos.
Sus ojos están cerrados y parece más que cómodo en esa posición.
Su pelo está hecho un desastre, como suele ser costumbre en él. He empezado a pensar que ni siquiera se peina. Me río internamente.
Hay cosas en las que nunca me había fijado cuando se trata de él.
Como la pequeña cicatriz en la entrada se su cuero cabelludo o el lunar casi imperceptible que tiene en la ceja.
O como esa forma extraña que tiene de conseguir siempre lo que quiere con tan sólo sonreír de una forma que sólo el sabe.
Rozo su mejilla y me acuerdo del día de la pelea y el miedo que sentí.
Sonrío otra vez. Me he acostumbrado a su presencia a mi lado, a verle cada día y soportar sus tonterías.
A que juegue con mi pelo y se me insinúe como todo un prostituto.
Me he acostumbrado a Drew y la forma en la que me hace sonreír.
Noto como mis ojos comienzan a picar y, en este momento, donde me encuentro sumida en un mar de confesiones nocturno, la realidad me golpea con todas sus fuerzas.
Ya no hay camino de regreso pues me he perdido a mi misma.
Pues ya no tengo ni idea de como seguir avanzando cuando se trata de él.
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