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Capítulo 23

—No, yo me bebí la última copa y me caí de culo. Nada más. —Pego más la oreja a la puerta y trato de calmar mi respiración agitada.
—¡Yo también me quedé dormida después de la última!
—Becca comienza a dar palmadas y supongo que está celebrando algo.
Frunzo el ceño de forma involuntaria y cavilo.
¿Qué narices ha pasado entre estas dos?

—Niñas, ¿hay alguien en el baño? —Abro los ojos con desmesura y trago saliva.
—No, Jane está... no sé donde está. —Responde Moira.
Intento moverme hacia atrás pero una de las tiras del delantal ha quedado enganchada en la puerta.
Intento quitarla pero es inútil.

Entonces siento un tirón hacia adelante que me hace caer de boca al suelo. Oigo un desgarro antes de estamparme contra las frías baldosas.
—¿¡Jane?! —Mierda.
Siento un calor propagarse por mi cara y comienzo a soltar risitas nerviosas.
—Yo... tenía necesidad de usar el baño. —Casi pregunto en lugar de contestar.

La rubia me fulmina con sus orbes verdes.
—Estabas espiando. —Afirma.
—Yo mejor... si necesitas ayuda, grita. —Tom me da una mirada de comprensión y nos deja solas, entrando en el baño.
—¿Vosotras dos...? ¿que ocultáis? —Entrecierro los ojos para ponerme de pie y encararlas.
—Ahora ya nada. —La morena me sonríe ampliamente y vuelve a la parte exterior del local, a sentarse como cualquier cliente.

Alzo las cejas y me fijo en mi delantal, ahora roto.
—Oh oh... —Susurro.
Tom sale del baño y mira de un lugar a otro, cerciorándose de que estamos solos. Moira ha salido a atender a la gente y eso nos deja automáticamente solos.
—Necesito un delantal nuevo.
—Dibujo una sonrisa inocente y señalo a la prenda.
El moreno resopla y niega. Después, sonríe.

—Tranquila, te traeré uno nuevo mañana. Por cierto... ¿qué pasa con esas dos? —Cabecea en dirección a las chicas y dibuja una mueca picarona.
—Sea lo que sea, ellas son mayores para arreglarlo. No puedes proteger a Moira toda la vida. —Le recuerdo.
—No le pidas a un padre que no cuide a sus hijas. Siempre voy a proteger a Moira y a ti, Jane.

Suelto el aire y muerdo mi labio inferior.
Las campanas suenan y dirijo mi vista a la puerta. Drew está aquí, y sus ojos están buscándome.
—Clientes. —Sonrío hacia Tom y ando hasta alcanzar al castaño.
—Buenos días, Drew.
¿Que te pongo?
—Hola, Jane. Lo de siempre. —Se sienta en el lugar de siempre y me sonríe.

Le devuelvo el gesto y comienzo a preparar el helado.
Antes de Drew, tan sólo había preparado esa mezcla un par de veces desde que trabajo aquí.
Es un helado demasiado convencional para un sitio como el nuestro.
La máquina termina rápido y creo que hasta se ha acostumbrado a preparar este helado, al igual que yo.

Tomo una manga pastelera con fresa y dibujo una cara feliz sobre el helado.
Le entrego el pedido y le guiño un ojo.
—Has tardado...-
—...2 minutos y cuarenta segundos. —Ladeo una sonrisa al terminar su frase y él, alza las cejas.
—¿Qué tal tú y yo, esta tarde y un concierto? —Muerdo el interior de mi mejilla y asiento con energía.

—Hecho. —Sus ojos azules se clavan con firmeza en los míos y suspira.
—Después de correr. —Confirmo con un movimiento de cabeza, me giro sobre mis talones y camino de vuelta a la cocina y me subo a la barra, quedando con las piernas colgadas.
Suspiro una y otra vez.
Mis iris se mueven para asegurarme de que Becca ya no sigue ahí y, efectivamente, así es.

La primera hora se me hace eterna y demasiado aburrida.
—Moira. —Canturreo alargando las vocales.
—Jane, cómprate un burro o un novio pero déjame en paz. 
—Busco algún objeto con mis ojos que pueda lanzarle.
Finalmente, encuentro un cuenco lleno de fresas que imagino alguien habrá olvidado ahí.

Tomo una de ellas y se la lanzo, dando de lleno en su frente.
—¡Jodida puntería! —Refunfuña quejándose.
Soba su frente y comienzo a reírme como una imbécil.
Pero entonces, algo impacta en mi cabello; un trozo de melón.
—¡Que asco! —Quito el pedazo pringoso de mi cabello pero éste queda embadurnado.

—Te voy a matar, rubia de bote. —Siso, bajando de la barra y caminando con aires altaneros hasta ella.
—Cuando quieras, niña mimada. —Alza su cabeza y me mira desafiante.
Nos ponemos la una frente a la otra, esperando que alguna se dé por vencida.
Cuando estamos a punto de comenzar nuestra peculiar guerra, algo se estrella contra mi cara y abro la boca, ofendida.

Observo el trozo de papel y mis ojos buscan a Moira, que parece tan perdida como yo.
Oímos unas cuantas risas y nuestras miradas enfocan a la puerta; un divertido Tom se burla en nuestras caras.
Ruedo los ojos. Maldito sea.
Me hago una coleta para obviar la pringue del melón y sigo con el trabajo.
El resto del día no se hace tan largo, la hora de salida llega cuando menos me lo espero.

—Pásalo bien en el concierto, tía. Ya me informarás. —Me da un pequeño codazo y le sonrío.
—Te llamaré después, Moi.
Troto de vuelta a casa, me he entretenido demasiado y casi no tengo tiempo.
Abro la puerta en un santiamén, abrazo a Tobi y salgo corriendo a la cocina.
Como algo rápido y me quedo en ropa interior para bañar al animal.

—Ven aquí pequeña bola. —Le tomo entre mis brazos y le introduzco en la ducha. Le enjabono y aclaro en alrededor de quince minutos. Paso el secador por su pelo y aspiro el aroma que desprende ahora su piel.
—Ya estás listo. Vas a ligar un montón. —Comento, terminando de peinar su pelaje.

Paso las dos próximas horas telefoneando a mamá y cotilleando con las chicas.
Me pongo ropa deportiva y comienzo a calentar.
La hora del ejercicio casi ha llegado y salgo a la puerta.
Me encajo los auriculares y comienzo a pasear hasta el parque.

—Vámonos, pequeña mía.
—Pongo los ojos en blanco y comenzamos a correr.
Acabamos un par de horas después, cada uno regresa a su casa y quedamos diez minutos más tarde.
Me doy una corta ducha y enjabono mi pelo para quitar los restos de melón.
Ahora que me percato, antes olvidé hacerlo.

Salgo de casa, terminando de ponerme el abrigo y preparándome mentalmente para que Drew juguetee con mi pelo.
Los minutos pasan y nadie aparece por allí.
Comienzo a mirar mi reloj de muñeca y a impacientarme.
¿Dónde está este imbécil?

El frío de la noche se cierne sobre mi cuerpo y me abrazo a mi misma.
Un coche entra con velocidad rápida en la calle y lo reconozco en segundos.
—Perdón, perdón, perdón. ¿Me perdonas? —Junta sus manos delante de su cara y sonríe con inocencia.
Enarco las cejas y suspiro.
No le respondo, si no que camino hasta el coche. Pero algo me detiene en seco; una cabellera de rizos rubios sale del vehículo. Una cabellera que yo conozco.

—Katy. —Digo con tono incrédulo. La chica me sonríe.
—¿No te molesta que me haya acoplado, verdad?
—No. —Sí.
Resoplo cuando me percato de que tendré que ir en la parte trasera del vehículo. Me siento y me cruzo de brazos al instante.
El viaje es llenado por el lúgubre silencio que los tres perpetramos.

El concierto es a las afueras de la ciudad y tardamos casi una hora en llegar allí.
Hay un enorme escenario con dos grandes altavoces y miles de personas alrededor.
Muchas personas ya canturrean canciones y hacen comentarios.
—Se rumorea que hoy sacarán nuevo tema. —Dice un emocionado Drew.

—Llevan dos años sin sacar nada, eso espero. —El castaño ni siquiera me mira. Me sorprende lo mucho que me ignora pero sobre todo me sorprende que ni siquiera haya tocado mi pelo.
Bufo. Me siento totalmente fuera de lugar.
Podría incluirme en la conversación pero no sabría que decir o hacer.
No sé como dejar de sentir que estoy sobrando aquí.

Unos chicos entran en el escenario y un montón de gritos les siguen.
Mis compañeros dejan de hablar y se centran en la música.
Lo contrario a mi, no puedo centrarme en el espectáculo.
La música comienza a sonar y me aburro demasiado.
—¡Otra! ¡otra! —Katy grita y ahora comprendo porqué la ha traído.

No pierdas el control, Jane.
Otra canción comienza a sonar y empiezo a jugar con mi teléfono.
—Alguien que me de una silla, me duelen las piernas. —Me quejo cual niña pequeña.
El concierto se sigue sucediendo mientras la noche cae más y más. Los gritos penetran mis tímpanos con fuerza. Como desearía tener mis tapones ahora mismo.

El concierto acaba un par de horas después y respiro aliviada de poder dejar de oír los gritos de la gente.
Camino con la misma expresión seria que llevo desde hace horas y me subo en el asiento trasero del coche. Me siento relegada a un segundo plano y eso nunca fué lo mío.
—Menudo concierto. —Comienza ha hablar Katy. Sin darse cuenta, está gritando.

—He estado a punto de quitarme la ropa interior y lanzársela.
—En un momento normal, me habría reído del imbécil de Drew pero le ignoro. No le daré la satisfacción de reírme de sus bromas.
—A mi se me ha desabrochado sólo el sujetador. —Sostengo una arcada. Menuda imagen mental.

Parecen un par de fans charlando sobre sus ídolos.
Prosigo con mi ensimismamiento mientras envío mensajes a diestro y siniestro para tratar de alejar mi mente del par que tengo enfrente.
Moira me da la idea de lanzarle una zapatilla a Katy y me tapo la boca para no reír.

"Creí que era tu amiga" tecleo y envío.
"Conocida, no es lo mismo. Si le quieres arrancar las greñas, te apoyo" recibo el mensaje y sonrío sin querer.
Carraspeo. Los minutos dentro del coche se hacen insoportables, no importa cuanto intente dejar de pensar.
Entramos en una urbanización que conozco muy bien y decido que el trayecto termina aquí para mi.

Además, me cercioro de que Drew iba a dejarme en mi casa primero. Pero la de Katy está más cerca.
Por esa razón tardó más en venir a buscarme.
—Para aquí. —Digo seca.
El castaño frunce el ceño a través del retrovisor.
—Pero aún no hemos llegado...
—Sí. Mi trayecto acaba aquí. —El coche comienza a reducir su velocidad hasta detenerse del todo.

Me agarro a mi bandolera, abro la puerta y salgo del coche.
Sin mediar palabra, sin siquiera despedirme, comienzo a caminar.
—¿Jane? —Oigo la voz del ojiazul a mis espaldas y aguanto las ganas de gritarle.  —¡Jane!
Me adentro en el camino que lleva a la casa de mi amiga y presiono el timbre.

La puerta se abre y no me molesto en saludar, me adentro en la casa y llego a la cocina.
Abro la nevera y cojo una tarrina de helado.
—El muy imbécil me ha cambiado por esa chica —Becca frunce el ceño y se sienta frente a mí, quitándome el helado.
—¿Qué ha pasado? explícate en tres palabras.

—Drew. Katy. Concierto. —No quedo feliz con el resultado y vuelvo a probar. —Ha pasado de mí. —Sigo sin quedar contenta.
—Drew ha-
Becca pone un dedo sobre mis labios y me detiene.
—Lo he pillado, Jane. Cierra el pico. —Respiro hondo y asiento.

—Odio ser un segundo plato. Que me releguen a un segundo puesto. —Confieso.
—En una situación diferente, te diría; tranquila, nena. Él es tuyo y te quiere a ti. Pero... rú tienes el cuchillo y las tijeras. Puedes cortar el hilo cuando quieras.
—Muerdo el interior de mi mejilla y vuelvo a quitarle el helado.
—Tienes razón. Pero no funcionará si alguien se mete en medio, ¿qué tal si ella descubre algo? —Un millón de preguntas aparecen en mi mente.

—¿Crees que Katy es tan inteligente como tú? sólo piénsalo. No hay manera posible de que sepa algo si tú no quieres que lo sepa. —Lo dubito por momentos y ladeo una sonrisa.
El control es tuyo, Jane. 
—Igualmente tengo un amigo que podría hacer desaparecer a Katy... —Largo una risa. Becca nunca falla en hacerme sonreír.

—Hasta mañana, Rebecca.
—Levanto una mano y dibujo una mueca amable antes de abandonar su residencia.
Son más de las doce de la noche y la luna se ve más grande que nunca.
Introduzco la llave en la cerradura y abro la madera, retiro los zapatos y me dejo caer sobre el sofá.

Oigo un par de ladridos a los que respondo con un cansado "Soy mamá, tranquilo".
El teléfono me vibra dentro de los pantalones y refunfuño con la voz amortiguada.
"Pasa por casa en cuanto puedas. Tenemos que hablar, Mamá x"
Frunzo el ceño con fuerza. Parece que mi día va de mal en peor.
Paso la última hora antes de quedarme dormida pensando en el extraño mensaje que he recibido.

Seguramente mamá quiere salir de viaje o tiene un puesto nuevo en el trabajo.
No es nada, Jane. Respira hondo.
Termino subiendo a tropezones las escaleras y cayendo de cabeza a la cama.

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