Capítulo 16
La música está tan alta que mis oídos pitan, pongo ambos dedos a modo de tapones en mis canales auditivos mientras sigo moviéndome en la pista.
Moira, Becca y Katy están justo a mi lado. Las cuatro nos movemos con soltura pero sin pizca de coordinación o profesionalidad.
Llevo mis ojos hasta las chicas y observo como, mientras mi rubia y la morena se mueven sin ningún reparo ni sensualidad, la rubia de ojos negros contonea sus caderas con movimientos sexys.
Yo muevo los brazos como si fuera una marioneta y hago movimientos que estoy segura son muy cómicos mirados desde fuera.
Drew, el único chico que se encuentra con nosotras, observa la divertida y sensual escena que se produce ante sus ojos.
En cierto punto, se acerca hasta donde yo me encuentro y me ofrece una copa. Niego.
—¿Puedes traerme una coca cola? —Grito.
Asiente y se gira para buscar el refresco.
Las chicas habían ofrecido a JJ la oportunidad de acompañarnos pero el muchacho reafirmó su deseo de permanecer sólo por toda la eternidad. Eso y que hoy mismo se ha mudado a Alemania, que también cuenta.
Katy, en cambio, se amolda perfectamente al grupo.
Es mujer de pocas palabras o al menos eso es lo que deja entre ver.
—Jane. —Oigo mi nombre -o creo oírlo- entre el infernal ruido que nos rodea y giro mi tronco para asegurarme de que no es una alucinación.
El castaño está de pie junto a mí, coca cola en mano y sonrisa en boca.
Siento tanta sed que agarro en un brusco movimiento el vaso y derramo todo el contenido en mi garganta, sintiendo la agradable y rara sensación de las burbujas.
Lanzo el vaso de plástico por encima de mi cabeza y mis orbes se centran en el ojiazul.
—¿Bailas? —Vuelvo a gritar. Estoy segura de que mañana estaré afónica y me arrepentiré de haber venido. Pero eso será mañana.
Levanta su dedo y lo mueve de un lado a otro, articula un "no es lo mío" con sus labios y yo respondo con una carcajada.
—No importa si no es lo tuyo. Se trata de diversión. —Guiño un ojo y seguidamente alargo mi brazo para encerrar mis dedos alrededor del suyo y tirar de él hacia mi.
Agarro sus dos manos y las entrelazo con las mías. Comienzo a mover nuestras manos de arriba a abajo y hacia los lados, son seguir ningún tipo de patrón.
Sus pupilas están centradas en nuestras extremidades superiores y las sigue cual niño pequeño sigue un caramelo.
Río.
—Mueve tu trasero, Stype.
—Mira de un lado al otro, casi como si se asegurara de que nadie le está prestando atención. Se inclina hacia abajo y entonces hace algo que no me esperaba; mueve su trasero de un lado a otro.
Observo su pésima imitación de Miley y Rihanna mientras, sin querer, las risas descontroladas abandonan mi garganta.
Imito su gesto y comienzo a hacer twerk justo a su lado.
Por el rabillo del ojo puedo ver como varias personas han detenido sus acciones para ver el lamentable espectáculo que estamos dando.
Las chicas también nos observan sólo que éstas comentan y ríen.
Seguro que están comentando que el idiota de Drew baila mejor que yo.
La noche termina demasiado deprisa, casi sin darnos cuenta es hora de regresar a casa y descansar para un día de trabajo.
—Hasta mañana, chicas. —Cada una de nosotras toma una dirección y la mía se basa en llegar al coche del castaño y subirme en éste.
Con una mirada me recuerda que debo poner el cinturón de seguridad. Ruedo los ojos y hago caso a su petición.
—Ha sido un momento muy triste. Eres una bailarina horrorosa. —Se burla.
—A mí por lo menos me miraban. —Presumo. Me cruzo de brazos y sonrió de lado.
—Si ves a una chica moviendo el culo, miras. Es de cajón. —Suelto un "oh" que le provoca reír.
—¿Envidia, querido? —Muerde su labio inferior antes de echarme un vistazo y volver la vista al frente.
—¿Envidia? ¿De vagina? No, gracias. Me gusta mi sexo. —Alzo una ceja cuando una respuesta perfecta se instala en mi mente.
—Eso ya lo sabía. —Bromeo. Tarda algunos segundos en captar la broma.
—¡O sea no me gusta mi sexo!
—Se defiende. Carcajeo al encontrar otro doble sentido.
—A ver... me gusta el sexo. Pero no el mío.
—Claro, porque no tienes. —Su sonrisa se hace aún más ancha y brillante.
—¿Quieres probar? —No, gracias.
—No, gracias. —Respondo en voz alta lo que pienso.
Hacemos el resto del camino en silencio hasta llegar a mi hogar.
Me bajo del coche y lo rodeo para quedar de su parte.
—Buenas noches, Drew. Te veo mañana.
Sonreímos.
—Buenas noches, Jane.
Me alejo del automóvil y me quedo observando como lo gira y sale de la calle.
Entro en casa y lanzo por los aires los horribles zapatos. Suelto mi cabello y lo dejo caer, moviendo mi cabeza un poco para acomodarlo.
Paso por donde mi mascota se encuentra y lo tomo entre mis brazos para caminar después escaleras arriba.
Cuando llego a mi cuarto, desabrocho los botones del vestido y lo dejo caer al suelo.
Pongo al animal encima de mi cama, cerca del borde y después me acuesto junto a él, enroscándome en las mantas.
Aún puedo escuchar la música de ese antro dentro de mi cabeza y el cansancio me impide pensar por mucho tiempo más antes de que el sueño me lleve a nunca jamás.
Como anoche olvidé cerrar las cortinas, la claridad de un nuevo día irrumpe con fuerza en mi habitación y mis párpados no son suficiente para proteger mis doloridos ojos.
Tapo mi cabeza con las cobijas y me encojo, abrazando mis piernas con los brazos.
Intento dormir de nuevo pero mi sueño es frágil y no puedo volver a caer en los brazos de Morfeo por más que trato.
A duras penas, me desarropo y me levanto como un zombie sin cerebros a la vista, dirigiéndome al baño.
Menuda imaginación mañanera, Jane.
Enjabono cada parte de mi anatomía, creando espuma allá donde el jabón se posa.
Repito la acción con mi cabello y después, aclaro ambas cosas.
No dejo de pensar en lo mal que deben sentirse las chicas ahora mismo y me apremio a mi misma por ser concienzuda y no haber tocado el alcohol anoche.
Preparo café y lo combino con un par de magdalenas y un plátano.
Después de desayunar, me visto y saco a pasear a Tobi como cada día.
El tiempo pasa rápido y cuando soy consciente de ello, es hora de que marche al trabajo.
Abro la puerta de casa e introduzco tanto como puedo mi barbilla dentro de la bufanda.
El desagradable frío hace que mis mejillas y nariz tomen un divertido color tomate.
Camino rápido para revertir los efectos del temporal que afecta la zona pero ni por esas consigo sentirme mejor.
La calefacción inunda todo mi cuerpo y me hace respirar con alivio.
Hoy llevo una mochila y de ella saco un termo con café y una aspirina.
Dejo mis cosas en la taquilla y saludo a los clientes habituales que vienen cada día a primera hora.
—Mira que te he dicho que el alcohol es veneno. —Tom tiene a Moira acorralada y a riñe sin cesar.
Pero mi campo de visión se ve alterado cuando me percato de que Rebecca también está allí.
Como se aburre esta chica.
Su cara es todo un poema; tiene ojeras que la hacen ver agotada pero es el único síntoma de resaca que presenta.
Muy al contrario de la rubia que literalmente luce como si no hubiera dormido ni un minuto en toda la noche.
Pongo el vaso y la aspirina frente a ella y le doy una palmada en el hombro. Recibo una sonrisa cansada y agradecida en respuesta.
—Hola. —La de ojos miel susurra y noto su tono algo diferente.
—¿Qué haces aquí? —Cuestiono, sentándome a su derecha.
—No tengo ni idea. Sólo sé que no quería estar sola en casa y he acabado aquí. —Aclara su garganta y humedece sus resecos labios.
Ruedo los ojos y saco de mi bolsillo delantero una barra de protector labial.
Ella lo toma entre sus dedos, quita la tapa y con el dedo índice traspasa de la barra a sus labios.
—Gracias. Siempre sabes como ayudar. —Comenta con sinceridad.
—Haz un café, anda. Pareces un mapache. —Bromeo.
Las campanas suenan y la voz del jefe diciendo mi nombre, me hacen levantarme y acomodar mi pelo para atender a un cliente. Camino a la mesa donde se encuentra Drew pero en la mesa de al lado también hay un chico que tendrá que esperar.
—Fresa. —No pregunto si no afirmo. Una sonrisa crece en sus labios y asiente.
—Soy hombre de un sólo helado. —Suelta en tono divertido.
Levanto una ceja y largo una risa antes de voltearme y caminar de vuelta.
—Oye, perdona. —Me paro en seco cuando una voz desconocida suena a mi espalda.
Vuelvo a girarme y le encaro.
Es un chico joven, su cabello es claro hasta casi llegar al rubio. Sus ojos son una extraña mezcla que no sé descifrar y tiene una sonrisa pícara.
—Buemos días y bienvenido a HeladoWorld donde el helado es nuestra religión.
¿Podría esperar un segundo?
—Señalo con el bolígrafo al castaño y su sonrisa crece.
¿No le duele la mandíbula de sonreír tanto?
—Por ti esperaría una eternidad. —Arrugo la nariz y le muestro una sonrisa amable.
No seas estúpida y sonríe, Jane.
—No estoy en la lista pero gracias. Le atenderé en un momento. —Finjo estar escribiendo algo en la libreta para poner fin a la conversación pero el chico insiste.
—Matt. Pero puedes llamarme; amor de tu vida. —¿Estaría mal si me río en su cara?
—Matt. —Puntualizo. —Deje de actuar así o tendré que pedirle que abandone el local.
Alzo la cabeza y cambio mi expresión por una seria.
—¿Sabes que el mal humor se quita con sexo? —Oh no, te has pasado.
Voy a decir algo pero lis oídos captan otra voz.
—Jane. —Enfoco a Drew y sus pupilas azules se muestran serias. —Mira la hora. —¿Qué?
Hago lo que me pide y miro hacia el reloj que está colgado frente a nosotros. Han pasado más de tres minutos. Mierda.
—Oh, joder. Lo siento, sólo será un segundo. —Prometo, juntando mis manos frente a mi cara.
Pero se levanta del lugar y resopla.
—Déjalo, hoy estás muy ocupada. —Lanza una mirada al rubio impertinente y sale del local.
A mi nadie me deja con las palabras en la boca, Drew.
Tecleo un "cubreme" a Moira y salgo corriendo tras él.
Le intercepto sólo unos metros más allá.
—¡Eh, tú! —Vocifero, señalándolo con mi dedo. —Un capullo me acosa y ¿te enfadas y sales corriendo? ¿qué clase de mejor amigo eres? —Bufa.
—¡Pero tú...-
—Ni pero ni pera. No vas a enfadarte por esto.
¿Me oyes? yo podría hacerlo, no tú. —Moja sus labios y los muerde.
—Yo... lo siento. Tienes razón. Sólo ha sido... —Rasca su nuca en busca de una excusa creíble.
Está claro que está celoso.
Un momento... ¿qué?
Esto va sobre ruedas, Jane.
Sonrío interiormente y me giro para volver a mi trabajo, sabiendo que me seguirá.
Cruzo la puerta y la sostengo para que el de ojos azules pase.
Sin mediar palabra y sin mirar si el pesado sigue ahí o no, vamos juntos a la cocina.
Las chicas están a punto de dormirse sobre sus asientos cuando se levantan de golpe al ver que hay alguien más del género opuesto que no es Tom.
Las dos vuelven a relajarse al ver de quien se trata y siguen hibernando y llenando sus estómagos de café.
—Este lugar es deprimente.
—Comenta la morena. Me siento junto a ella y la miro por un par de segundos.
—¿Preferirías estar en una fiesta? —Propongo bromeando. Sus ojos se abren de par en par y niega con efusividad. Río.
—¿Es qué aquí no atiende nadie? —La voz del pesado vuelve a reproducirse en mis canales auditivos y ruedo los ojos por instinto.
—Si es a ti, no. —Respondo simple.
—Las más duras son las que se enamoran antes. —Hago mi mayor control mental y físico por no estamparle una silla en la cabeza y lo ignoro.
Me pongo de pie para instarle a que se marche pero Drew se pone delante de mi y estira el brazo para detenerme.
—¿Sabes lo que es el "rechazo"? la señorita te lo está dejando bastante claro. —Cruza sus brazos sobre su pecho y Matt ríe.
—No sé lo que es, ¿y tú? —El castaño da un paso hacia adelante pero Tom sale del baño y entra en escena.
—¡Matt, tío! —Los hombres se saludan y frunzo el ceño.
¿Son amigos? ¿Cómo puede semejante personaje como Matt ser amigo de Tom?
—¿Todo bien? —Mi jefe detalla con sus ojos la escena por unos instantes y luego se gira hacia su amigo. —Matt, con ellas no. ¿Entendido? —El muchacho parece tenerle gran respeto pues asiente y palmea su hombro.
Respiro hondo.
Pasamos el resto del día con normalidad y al final, cada uno vuelve a su hogar.
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