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Capítulo 11

Aparto un par de pelos molestos de mi cara y dejo el aire salir por la boca. No puedo contener la sonrisa de estúpida que tengo hoy.
Abro mi taquilla y cojo mi delantal.
—He vuelto, princesa. —Susurro, mirando hacia la foto allí pegada.

Lo ato en la parte baja de mi espalda con firmeza y paso las manos de arriba a abajo, alisándolo.
—Te recreas como si estuvieras de camino a una fiesta. —Tom palmea mi hombro y me mira desde su altura.  
—No soy culpable de amar mi trabajo. Bueno, sí. —Sonrío de nuevo y veo como niega levemente.

Abre la puerta de la cocina y se posiciona para dejarme salir primero, susurro un tímido "gracias" y camino a pasos rápidos hasta llegar al primer cliente del día.
—Buenos días y bienvenido a HeladoWorld donde el helado es nuestra religión, ¿cómo puedo refrescar su mañana?

Las horas pasan volando, atendemos todo tipo de encargos y clientes habituales y nuevos.
—Sigo asombrado por la cantidad de gente que toma helado en otoño. —Ruedo los ojos.
—Supéralo, Drew. El helado es adictivo en cualquier época del año, ¿no está suficiente claro?

Chasquea la lengua y vuelvo a rodar los ojos.
Sus gestos son muy irritantes.
—Nunca mezcles bebidas y menos si no recuerdas el número de urgencias. —Moira tiene las dos manos sosteniendo su rostro y se tambalea en la silla.
Arrugo las cejas.
—¿Has ido a una fiesta sin mí y sin Becca? —La acuso, sin importarme nada su evidente resaca.

—No. Fué una fiesta en mi casa y fué muy exclusiva, sólo hubo un invitado; yo. —Específica.
Alzo las cejas y espero durante algunos segundos para mirarla de arriba a abajo.
—Dicen que el tomate ayuda.
—Las dos nos volvemos al castaño y le damos una mirada de "¿qué?" —Con la resaca, digo. Lo vuestro no tiene solución.
—Bromea.

Cojo un trapo blanco que encuentro en mis alrededor y se lo lanzo, tapando con éste su cabeza.
Pleno.
—¿Por qué le tiras cosas a todo el mundo? —Cuestiona la decaída rubia.
—La pregunta correcta es; ¿por qué tienes esa puntería tan buena? —Sonrío de forma arrogante y alzo la cabeza.

Drew toma el trapo entre dos dedos y ahora que lo veo mejor, es una especie de toalla pequeña.
—Esto huele a vinagre. —Lo observa de cerca y revisa cada detalle.
Espera ¿vinagre? 
—¿Cómo va a oler a vinagre? Hacemos helado, no ensaladas.
—Rueda los ojos.
—Igual es el trapo con el que me he limpiado los pies. —Mis retinas se mueven hasta la rubia y de ahí, al chico que lanza el trapo tan lejos como puede y hace una mueca de asco.

Meto la cucharilla en el helado y la saco cuando está cubierta.
Desde que trabajo aquí, he comido tantos que podría cerrar los ojos y adivinar el sabor de una sola probada.
Moira mira desinteresada hacia el exterior del local, de repente una sonrisa crece en sus labios y se levanta de un salto.

La sigo con mis ojos y de fondo, encuentro a una pelinegra que se sienta.
—Ponme tres chupitos del licor más fuerte que tengas. O sea... menta, por favor. —Sonrío y levanto mi mano, llamando su atención.
Nuestros ojos se cruzan y los suyos se achican al devolverme el gesto.
Sólo Becca puede ser tan original.

—Tu esposa quiere uno de menta. —Anuncia mi compañera de trabajo cuando ingresa a la cocina.
—Hazlo tú, anda. —Me lanza una mirada acusatoria a la que respondo con un beso en el aire.
Observo por detrás de la barra como Drew y Becca se saludan, el castaño lleva aquí un buen rato y no tengo ni idea de porqué.

—La pizza ha llegado. —Vocifera Tom. Me levanto de mi sitio y me pongo frente al repartidor. —Hoy pago yo. —Anuncio, dando un vistazo a los demás.
Saco el dinero del bolsillo y se lo doy al chico junto con mi mejor sonrisa.
Siempre he pensado la cantidad de momentos incómodos por los que pasan estos chicos y chicas.

La cantidad de personas desagradables que se encuentran día a día. Y por eso siempre intento ser lo más amable posible con todos ellos.
Al fin y al cabo, una sonrisa no supone nada para mi pero puede alegrar el día de alguien.
—¿Jane? —Cuando vuelvo al mundo real, estoy sentada alrededor de una mesa y hay una pizza frente a mi.

Respiro hondo y me encojo de hombros antes de engullir un trozo de pizza.
—Esto es lo menos sano que he comido en toda mi vida.
—Comenta el hombre, mirando con cautela la comida.
—Tengo que ir al gimnasio... de alguna forma habrá que bajar esto. —La rubia mira con un puchero de asco su barriga.
Eso es, cada loco con su tema.

Pero eso me da una buena idea; Sonrío antes de coger mi teléfono y teclear un mensaje para Drew: "¿Dónde andas? ¿te vienes a correr conmigo?"
Voy a suponer que hablas de hacer ejercicio y no de lo que yo creo. —Doy un golpe seco a la cabeza de mi amiga.
Efectivamente, está hueca.

—Hasta mañana, te llamo luego Moi. —Troto por las calles de la ciudad de camino a casa. Subo la cremallera de mi abrigo hasta que roza mi barbilla y siento como mis dientes castañean.
Parece que el frío ha llegado para quedarse y no puedo estar más de acuerdo.
Saco a duras penas la llave de mi bolsillo y entro a la casa de una zancada.

No termino de subir las escaleras cuando suena el timbre, bajo de nuevo y ando hasta la puerta.
—Si no pones la calefacción al máximo, te juro que haré un fuego con tu ropa. —Me amenaza la morena.
—Si si si. —Muevo las manos en el aire y camino escaleras arriba.

Cambio toda mi ropa, saco mis pantalones marrones y me enfundo en unos leggings negros. Me quito con la mayor fuerza de voluntad el abrigo y la chaqueta. En su lugar me pongo un sujetador deportivo, una camiseta de tirantes y una chaqueta.
Flexiono mi cuello y doy un par de saltos en mi sitio.
Vuelvo al salón.

—¿Quién ha muerto? ¿tu glamour? —Comenta con burla, mirando mi atuendo.
—Tobi es el más maduro así que él manda. —Agarro al animal y le doy un beso en la cabeza.
—¿A mí no me das un beso?
—Pone morritos y espera, cerrando un ojo.
Pongo los ojos en blanco y me acerco a ella, cuando estoy lo suficiente cerca sonrío y le susurro un "ni en tus mejores sueños".

Camino con grandeza hasta la puerta y de un portazo, sello mi supremacía.
En otras palabras; soy un jodido genio.
Caliento los músculos de mi cuerpo, realizando todos los ejercicios que recuerdo.
Ato mi móvil a mi brazo y respiro varias veces.
—¡Jane! —Oigo la voz de Drew y me giro hacia él. Está usando unos pantalones cortos muy ajustados -claramente deportivos- y una chaqueta.

Su atuendo, al contrario que el mío, es rojo y blanco.
—¿Has calentado? —Interrogo, comenzando a caminar en dirección a un parque cercano.
Nuestras casas no están lejos y ese parque es el punto intermedio.
—Sí, hace demasiado que no hago deporte. —Miro su cuerpo de arriba a abajo ¿No me digas?

No sirve de mucho si no comes lo suficiente. —Comento.
Asiente y veo como muerde el interior de su mejilla.
—Suelo comer sano y no demasiado. —Lo contrario que yo.
Flexiono el cuello y trueno mis dedos.
—Empecemos. —Mordisqueo mi labio inferior mientras coloco mis piernas y comienzo a trotar.

Cruzamos el parque entero, es ese tipo de tarde donde los parques se llenan de gente paseando niños y perros. Donde los ancianos dan de comer a las palomas y pasan el rato.
El instituto me hace buscar a Drew con los ojos, éste está respirando entrecortado y puedo observar que el pelo comienza a pegarse en su frente.

Que poco aguante.
—¿Estás bien? —Hablo, por encima de la música.
Él asiente y vuelvo mi vista al frente.
Cruzamos varias calles más, vamos a un ritmo medio.
Muevo mi mano contraria a la que tiene mi teléfono atado y quito la música.
En cuanto lo hago, oigo silbidos detrás de mi.

Hago mi mayor intento por no girarme y golpear a alguien.
—¿Creen que ese truco funciona? está muy anticuado. —Comenta el castaño. Giro mi cuello y me fijo en como me mira con una pequeña sonrisa.
—Ya sabes, algunos hombres y sus ridículos intentos por llamar la atención de las mujeres.
—Bufa.

—Sirve más acercarse, sonreír y decir simplemente "hola" que todos esos trucos baratos. —Me guiña un ojo y sonríe de lado.
Seguimos trotando y noto como el sudor cae por mi frente. Por suerte recordé a tiempo ponerme una cinta alrededor de mi cabeza para detener el avance de las gotas.

Pasamos por el refugio de animales y observo como una pareja camina decidida dentro del refugio.
Espero que adopten algún animal, esos pequeños necesitan ayuda.

Mis retinas se mueven de nuevo hacia mi compañero, éste mira al suelo y puedo jurar que le cuesta respirar.
No puede darle un infarto ahora.
Intento distraerlo con comentarios estúpidos pero mis esfuerzos son estúpidos pues yo estoy igual.
—¿Deportista? —Pregunto
—Sólo por obligación. —Largo una risa y suelto un "igual"

—¿Noche o día?
—Día. —Contesta, miro hacia él y alzo una ceja.
—Noche. ¿Café o chocolate caliente?
—Café. —Atravesamos otra calle sin darnos cuenta, distraídos por las preguntas.
—Chocolate. ¿Invierno o verano?
—Verano. —Aguanto las ganas de gritar que es idiota y río.
—Invierno. ¿Lluvia o sol?

—Sol.
—Lluvia. ¿Altas o bajas? —Esa pregunta parece hacerle dudar durante unos instantes.
—Bajas. —Normal, tu altura no da para mucho más. —¿Y tú?
Tardo unos instantes en responder.
—Ni que sea una farola ni que sea un hobbit. Medios, pero ambos polos tienen sus ventajas. —Respondo, con total sinceridad.

—¿Rubios o morenos? —Ahora es él quien hace las preguntas.
—Morenos. —Respondo al instante.
—Rubias. —Susurra despacio. ¿Ojos claros u oscuros?
—Me valen los dos pero según.
—En ese instante me doy cuenta de las pocas cosas que tenemos en común.

Llegamos a un parque, paramos durante un par de segundos pero decidimos que ya ha sido suficiente, así que corremos de vuelta.
—¿Mamá o papá? —Lanzo la pregunta, como una granada de mano.
No obtengo respuesta y miro hacia él. Tiene los ojos clavados en el suelo y puedo jurar que por su mente están pasando los recuerdos.

—Mamá. —Susurra casi tan despacio que apenas puedo oírlo.
Mierda, Jane. La has liado.
—Lo siento... —Me da una sonrisa dolida y niega.
Llegamos al parque unos treinta minutos después.
Hacemos varios ejercicios, bajando el ritmo de nuestras pulsaciones hasta que se estabilizan.

—Me voy, Jane. Te veo mañana. —Acaricia mi mejilla con su dedo índice y me mantengo inerte ante el contacto.
Recuerda lo que Becca te dijo, estúpida.
—Hasta mañana Drew. —Sonrío y me despido con la mano mientras me giro sobre mis talones.
Camino de vuelta a casa, Rebecca está cuidando de Tobi y me da una mirada que grita "quiero saber todo y más"

—Ahora no, tengo algo que hacer. Gracias por cuidar a mi bebé. —Tiro de las comisuras de mis labios en un gesto de agradecimiento y ella pone los ojos en blanco.
—Calla y vete a la ducha. Que cantas. —Doy una carcajada y corro escaleras arriba.

Acabo una hora después, tomo algo de ropa y salgo de nuevo de casa.
En el camino, entro en una floristería.
—Media docena de rosas blancas. —El hombre que atiende, me las da y sonríe.
Pago las flores y sigo mi camino.
Ando por las calles, algo más desiertas que antes pues la boche está cayendo y el frío se hace insoportable por momentos.

Traspaso la enorme verja que me separa de mi objetivo, ficho mi nombre y sigo hacia adelante.

"Shelby Master, 7 años. Fallecida en Noviembre del 2007."
Suspiro.
Observo con delicadeza la foto. Era muy rubia a pesar de que mis padres nunca lo han sido, sus ojos eran oscuros y parecidos a los de papá.
Quito las flores ya algo marchitadas que reposan sobre su tumba y pongo las nuevas.

Me agacho para depositar un beso donde su foto yace.
Mis labios chocan contra el frío de la tumba y apreto inconsciente mi mandíbula.
—Te quiero, princesa. —Susurro, acariciando su rostro y sintiendo el frío de la recién nacida noche con el calor de la rabia infernal que me consume.

Mis pasos se vuelves lentos y quejumbrosos hasta salir del cementerio. La noche parece cernirse con mucha rapidez y la luna está tapada por la inmensidad de nubes.
Oigo una gota chocar contra el suelo y mi primer instinto es coger la capucha de mi abrigo y tapar mi cabeza.

Una débil llovizna sigue a esa primera gota mientras me voy acercando más y más a casa.
Maldito sean los coches, maldito el día en que no la abracé lo suficiente, maldito cada instante cuando no le dije que la quería.

Maldito sea aquel accidente y Drew.
Abro la puerta y me deshago del gorro en un movimiento furioso.
Mis ojos se estancan en Becca, que espera de pie que me acerque.
Quiero gritar con todas mis fuerzas. Pero no lo hago, tan sólo me quito el abrigo con rapidez y camino hasta encontrarme con sus brazos.

Un millón de pensamientos me carcomen durante gran parte de la madrugada, cuando la ira se ha desvanecido momentáneamente.
Pero uno de ellos se filtra entre el resto, algo de lo que me he percatado hoy mismo; Drew también echa de menos a su madre.

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