Capítulo 7
Volver a Edimburgo luego de tanto tiempo no era tan molesto como las razones por las que fui obligado. Los rumores de escándalos y relación han llegado a un lugar peligroso. Mi apresurado compromiso levantó de nuevo esos rumores y la poca credibilidad que había en mi compromiso los hizo volver a la luz.
Mi compromiso les dio el alivio de saber que mis días de juerga y promiscuidad habían llegado a su fin. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con los ancianos a quienes les ha sido imposible creer mi próxima boda. Algo completamente normal pues siempre he reiterado que no casarme.
Detengo el auto en la zona de parqueo particular del Castillo y varios miembros de seguridad contemplan la escena intrigados. Me estoy adelantando a los acontecimientos, algo me dice que al salir de aquí ya no seré visto como Doyle.
—Buenos días señor Gadien —saludan a mi paso e ignoro el móvil que suena para saludarlos.
Es Isabella, está enojada porque no fui el día de ayer a la fiesta. Ya me vieron con ella en esta semana, fui cortes y amoroso... ¡Es suficiente!
—Es bueno verte por el Doyle-Turner, lamento las circunstancias. — habla el jefe de seguridad a quien estrecho su mano.
Los demás pasan inclinando la cabeza o viendo el sitio en el que dejé el auto. Podría ser visto ese gesto como rechazo al tío Gino o a mi primo, pero la realidad aquí es que rechazo a quienes pretender decirme como debo vivir mi vida.
—Creí que estar lejos evitaría malos ratos—Confieso.
—Ellos siempre buscaran problemas Gadien, deberías estar acostumbrado —evito responder lo que pienso de esa reunión y solo niego —felicitaciones por su compromiso, se ha llegado usted a la joya Frederick ... Así le dicen ¿Cierto?
—Yo le agregaría otros adjetivos... —diciendo esto avanzo a la zona de reuniones y el hombre solo sonríe. Loca, manipuladora, estresante, bruja, etc.
—Gadien—me llama y detengo mis pasos girando hacia él. —suerte.
La voy a necesitar, porque no saldré de este lugar con el rabo entre las piernas. Estoy lejos de ser los demás a quienes han manipulado a su antojo. Hace años decidí como vivir mi vida y tres viejos obsoletos no me van a decir que hacer.
—Gracias...
Continuo mi avance deteniéndome solo al llegar a la enorme puerta que está abierta. Mi padre y hermanos están allí, papá llegó antes que yo para intentar calmar los ánimos, mis hermanos para cuidarlo. La calma que he tenido no le gusta, me conoce lo suficiente para saber que estoy dispuesto a mandarlo todo al diablo. El ruido de mi móvil por décima vez me obliga a tomarlo. Con la vista fija en la puerta abierta saludo a quien se está detrás de la línea.
—Isabella ¿En qué puedo ayudarte un domingo a las nueve de la madrugada? —pregunto y escucho su suspiro del otro lado.
—No acudiste a la reunión y me dejaste a mi sola con excusas estúpidas —me dice enojada.
Lo hice con toda intención dejarla dando las explicaciones. La próxima vez que acepté una reunión a la que iremos ambos debe preguntarme si quiero. Me sido muy condescendiente con ella, en búsqueda que encuentre algo de sentido común.
Descubrí que ella de eso no tiene nada.
Mi padre me llamó debería estar en casa a primera hora del domingo, el único vuelo disponible del sábado era a las seis. Es decir, una hora antes de nuestra reunión. Lo que sí pude hacer y no hice fue llamarla para decirle que no iría. Ella tiene la culpa, dio mi nombre y el suyo para asistir a ese evento. Luego envía la invitación a mi oficina esperando que yo no me enterara, pero si lo hice.
—Estoy en Edimburgo—aclaro y la siento respirar pesado. —tuve que viajar urgente.
—Y le entiendo, pero usted debió llamarme y evitar así que hiciera el ridículo...
—No estoy acostumbrado a dar explicaciones de mis actos —le interrumpo —tenga en cuenta que mi cerebro sabe que no existe una relación y seguirá actuando tal cual lo hace siempre. Usted dio por hecho que yo iría sin esperar que me enterara o verificar el estado de mi agenda
—No tenía su número para preguntarle...
—Y no tenía por qué tenerlo... ¡NO SOMOS NADA! —finalizo exasperado —le puse el anillo, hice el ridículo, perdí relaciones por eso ¿Qué más quiere de mí?
He perdido el control, doy algunos pasos hacia atrás y camino con el móvil de un lado a otro. Es demasiado para mí, ella no puede estar tan tranquila cuando mi vida esta vuelta mierda por su culpa.
—Señor Doyle. —advierte y puedo sentir que aprieta sus dientes al hablar. Su enojo me pone de buen humor, necesito esa dosis de eso y controlar lo que viene —¿Me podría decir cuando regresa?
—No tengo idea —respondo con sinceridad, podría ser el miércoles u hoy mismo. Todo depende de cómo me vaya hoy —¿Por qué necesita ese dato? Si se puede saber.
La figura que se asoma en la puerta capta toda mi atención. Mi padre tiene el semblante de alguien que no está pasando por un buen momento.
—Papá ofreció nuestros nombres a un bazar... Yo le envié los detalles, el motivo es recoger fondos para la niñez desamparada. — cierro los ojos e intento controlarme, esta mujer acabará por volverme loco. —No me agrada obligarlo, créame que intenté negarme.
—Gadien, estamos esperando —me llama mi padre y ella escucha.
—Iré yo y daré cualquier excusa, no se preocupe... Que disfrute su estancia en familia señor Doyle. —su voz sale apagada cuando lo dice y vuelvo a suspirar, pero ya ella ha colgado.
No pienso ir, pero su mensaje me da una excusa para irme hoy mismo de Edimburgo y no saludar a nadie. Llamo a las oficinas en Londres y pido que me reserven un vuelo a esa ciudad hoy mismo.
—¿Te piensas ir? —recrimina papá —acabas de llegar Gadien.
—Isabella me necesita —respondo y puedo notar la incredulidad en su rostro. Le muestro el mensaje con el mapa del lugar, hora y motivo del bazar —No puedo dejarla ir sola.
—Tienes razón, en ese caso... Salgamos rápido de esto. —comenta entrando al lugar.
La asistencia es de un 50%, la gran mayoría me observa con rostro molesto, otros con superioridad. El tío Gino es quien preside la reunión y su hijo está a la derecha. La mesa es en forma de U, quedando en la curva padre e hijo. A sus lados va papa y el tío Guido, este último me hace un giño al verme entrar.
Una silla esta frente a la mesa y es el sitio en el que debe sentarse la persona que ha sido llamada a declarar. Nunca en todos estos años este lugar de reunión ha sido usado. Cuando Gino, se usó el salón alterno y se hizo en pie. Imagino que usar este sitio conmigo hace parte de ser hijo de quien soy.
Mis hermanos están en pie a un lado, negándose a ocupar sus puestos, esa nuestra de apoyo me enternece. La indignación se refleja en su rostro, no sólo por ser llamado. Todo esto me obliga a hacer lo posible para aclarar mi situación, no puedo defraudar a mi padre.
—No es necesario que uses esa silla... Tu puesto es aquí —el tío Gino señala silla y nos pide a todos ubicarnos en el sitio que corresponde.
—No es su sitio el día de hoy...
—Lo es —recalca mi primo —Él último que usó esa silla, lo hizo acusado de matar a un primo, hace 150 años. Gadien no ha matado a nadie, nunca le ha faltado el respeto a ninguno de ustedes.
—Eso es lo que nos ha hecho creer...
—Todo esto es perjudicial para él, podría traerle problemas con su prometida —habla el tío Guido —ustedes se están tomando atribuciones que no les compete, hace años y tras la llegada de las pinturas su voto es solo mero formalismo... no necesitamos de ustedes es todo lo contrario —finaliza.
Quién toma la vocería es Marcus, el más anciano de todos. Es un hombre mayor, mi abuelo Gino tendría su edad de estar vivo. Nacieron el mismo día y año, de allí el respeto que se tiene hacia él, sin contar con que es líder del grupo. Los demás se mantienen con rostros impasibles sin hacer ningún comentario.
Son solo títeres, que se venderán al mejor postor una vez su buena vida está en peligro. Ese pensamiento me hace reír avanzo a la silla y me siento, solo cuando mis hermanos lo hacen. Apoyo mi mano en la mesa y espero que empiecen los dardos hacia mí.
—Una prometida de la que nadie ha escuchado. Vi la pedida de mano Gadien. —se mofa y Gino lo observa molesto — que ninguno sepa absolutamente nada de su existencia y ese video me hizo dudar.
—Quienes deberían saberlo, lo hicieron a su debido tiempo —recalca Gino sin que su rostro enojado le afecte —es decir, la señorita Frederick y Gadien.
—No la has traído ¿Quién la conoce?
—Yo la conozco, Megan y mis hijos también —responde mi padre y la vista de todos están fija en él —estuvimos en el compromiso y fuimos participe de él ¿Lo has olvidado Marcus?
—Nosotros sabíamos del compromiso a ambos les disgustaba estar en el ojo público—habla Gerald y le escucho mentir a la sala por primera vez y por mí. —Se conocieron cuando estuve enfermo y siguieron hablando.
—Se volvieron a ver en Londres —sigue Gael —allí trabajan ambos, por si no lo saben.
Su rostro es el reflejo de la incredulidad, sostiene mi mirada en todo momento, mientras le dice a los demás que guarden silencio y a mí me exige detalles de esa relación. Siendo el quien pidió esa reunión y yo el acusado a los demás no les queda más que obedecer.
—No pienso ventilar mi vida privada con ustedes —le advierto levantándome, mis hermanos y padre me imitan —ni mis padres o el tío Gino me ha pedido algo así ¿Por qué a debo hacerlo con usted? ¿Quién es usted para torpedear y juzgar cada uno de mis actos?
El golpe en la mesa con el puño cerrado no me asusta, tampoco la manera de verme. No estoy dispuesto a soportar que manejen mi vida e intenten controlarla.
—Recuerda con quienes están hablando. — advierte y mi primo sonríe, yo niego incrédulo. —su comportamiento es vergonzoso, no hemos recibido de usted más que noticias desagradables.
— Quienes lo olvidaron son ustedes. —hablo en calma, los custodios solo se miran entre sí. Es el tío Gino quien asiente y me pide seguir — son los que les dieron la espalda a mi abuelo y el resultado fue su muerte, luego a nuestros padres hace 26 años. —empiezo a detallar y capto la ira en todos ellos contenida —descendientes de quienes acusaron a Gedael y a su madre. A ella de pecadora y prostituta, a él de no ser digno de llamarse Doyle. La misma escoria que los dejaron solos, sin darle una mano. Aquellos que al notar su ascenso se pegaron a él. Cuando muchos de ustedes ni siquiera son Doyle...
Sigo, porque por años he visto como mis sueños y los de mis primos se truncan por temor a ofenderles. Muchos de estos miserables ni siquiera son Doyle o descendientes de uno de ellos y se los hago saber. El rojo en su rostro debería hacerme callar, los gritos o las advertencias del tío Gino. Mi padre dice algo que ignoro, mi primo me invita a calmarme, pero no es así.
He callado mucho, he sido exiliado por el temor a sus señalamientos. Estoy viendo a mi padre sufrir por fantasmas de un pasado que no ha superado.
Así que no me callo, no ahora, nunca más.
Gadiel, tenía la costumbre de dar el apellido a chicos en la misma condición que él, trabajadores u esclavos. Tenía apoyo de la reina y algunos letrados de la época. Fueron cientos los que hizo pasar como primos o sobrinos. Se los recuerdo, ellos al parecer se le ha olvidado ese detalle. Nuestra historia no miente, nunca lo ha hecho, así muchos les parezca difícil de creer.
—¿Negará que ese compromiso es falso lo hace por callar las voces que dicen está enamorado de Rose Doyle Mackay? —La pregunta la hace tan rápido que me hace callar. —dos años lejos de casa, porque no soporta verla de la mano de su esposo.
—Me caso con Isabella, porque es la mujer correcta —detallo —y callé el compromiso por se me dio la maldita gana —recalco cada palabra y los golpes en la mesa pidiéndome guardar silencio no cesan.
—¡Es suficiente! —habla mi padre —no voy a permitir que enlodes a mi hijo, ni manches su compromiso. —se interpone en mi camino y el anciano niega molesto.
—Sabes que no miento Gael, no defiendas lo indefendible.... —sentencia dando un puño en la mesa.
Miro a todos lados, alguien debe tener un poco de sentido común. No es posible que este viejo con un pie en el infierno venga a jodernos cada que necesita dinero ¿Por qué no se muere?
—El único pecado que tienen mis hijos y tengo yo es pertenecer a los Walsh —defiende mi padre y los señala a todos —nunca me han perdonado ser quien soy, hijo de Gino y su amante. Haber heredado una fortuna que tú y lessie Stweart daban como suyas, levantar de las ruinas el Doyle-Turner, demostrarte que soy Doyle y tú no...
Cruzo miradas con Gino y veo sorpresa en sus ojos. Están usando mi compromiso apresurado para acusarme. Isabella Frederick ha logrado aquello que por dos años evité.
He oído el término que podría escucharse el ruido de un alfiler caer. En ese instante supe a que se refería, el silencio que siguió me dijo que la acusación estaba siendo procesada.
—Salgamos de aquí —me dice Gael con Gerald a su lado.
—Este lugar ya no es nuestro...
—Sólo se comprometió para callar los rumores —insiste apoyando su dedo índice en la mesa una y otra vez — Le mintió al Custodio sobre sus sentimientos y le miente a esta sala.
—¿Cree que Jason Frederick o su hija se prestarían para algo así? —le pregunto —¿Cuándo me ha importado a mí la opinión de ustedes? —sigo preguntando y mi tío Guido sonríe, mientras los Gino siguen en silencio.
Mis pies están pesados, nunca creí que llegaría tan lejos o que alguien pudiera creer en esa historia. Por mucho tiempo he intentado ser todo lo contrario a un hombre enamorado de un imposible. Quizás lo que más me afectaba era ver a mis hermanos y primos casarse con quienes aman, yo nunca tendría esa oportunidad.
—Gadien nunca ha faltado el respeto a esta casa, a mi esposa o a cualquiera —habla mi primo —sus acusaciones son carentes de sentido, absurdas y ofensivas.
—¿Por qué no lo ha negado si es así? —sólo entonces decido empezar a avanzar a la salida escuchando a mi padre decir.
—Por que defenderme es un insulto... he vivido dos años en Londres porque no deseaba respirar el mismo aire toxico de ustedes —les aclaro —son carroñeros y por siglos han estado allí a la espera de vernos caer para ocupar el castillo. Lo hicieron hacer diez siglos y lo siguieron haciendo hasta el día de hoy...
—No debes llevar nuestro apellido, —dice uno de ellos y es el momento que interviene el tío Gino.
—Te recuerdo soy el heredero en propiedad de todo cuanto tienes Marcus. Si me da la mal-di-ta gana te dejo en la calle —amenaza —ese documento que te acredita como Doyle y el que tanto te enorgulleces de tener, pese a que tú y yo sabemos no lo eres... solo te servirá para limpiarte el trasero.
Salgo de la reunión con el convencimiento que mi familia no se merece que yo les mienta de esta manera. Debo hacer algo para que esa mujer diga la verdad, es la única manera de salir airoso de esto. Mi móvil vibra una vez mas y al ver el número desisto de recibir la llamada, hasta que escucho la voz de Gino llamarme.
—Gadien espera.
—Hola Bella —le digo levantando el móvil y le pido a Gino esperar.
—¿Qué te fumaste Doyle?
—Yo también te extraño mi vida, pero entiende que eso es importante —escucho su risa del otro lado y de alguna manera alivia mi destrozada alma.
—¿Te dejaron caer de pequeño? El bazar quedo para el sábado...
—Mañana sin falta —le interrumpo —el babydoll negro, si ese...
—Pervertido...
—Yo también te quiero cielo...
—Imbécil. —cuelga la llamada molesta. El tono de su voz me dice que la he afectado y mirando el móvil sonrió divertido.
—Disculpa —me excuso cuando noto está en pie viéndome casi con la boca abierta —¿Decías?
—Quiero conocer a esa Isabella —dice alzando una ceja —el resto de preguntas les acabo de dar respuesta.
Asiento sin prestarle atención y voy directo al auto.
Yo no se ustedes, pero amo a esta pareja...
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