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Capítulo 26

Abro los ojos y me encuentro con unos azules en un rostro peludo con muchos bigotes observándome detenidamente. Si mi memoria no me falla y Gadien no me mintió, es su mascota, esta acostada en mi pecho donde me mira con curiosidad y un poco de indiferencia.

Lo segundo que capto es que no es mi habitación. El decorado gris y blanco de la cama, no sería ni de lejos los colores que usaría. Las mías con más llamativas, en ese lugar suelo relajarme y esos colores sobrios tienden a deprimirme.

Y ya que pienso en depresión ¿Cómo llegué a este lugar?

Recuerdo haber preparado desayuno a papá, Gregory y Jason, este último había llegado de sorpresa en la madrugada. Según sus propias palabras, había llegado a ajustar cuentas con Ethan. Se encontró con que su trabajo en Londres había culminado y regresó a América.

Un dolor de cabeza no me permitió hacer nada y papá me dio a tomar una pastilla. Cancelé las citas y volví a dormir una vez los tres habían salido con rumbo desconocido, el resto no lo recuerdo.

En qué momento fui pasada a otro lugar y con tan hermosa compañía. Amo a los gatos son ellos lo que, a lo largo de mi niñez y vida adulta, no gustan de mí. Son criaturas indiferentes y poco cariñosas siendo ese aire libre y sofisticado que suelen tener al caminar lo que más amo en ellos.

Se incorpora en sus patas traseras y las inclina en mis pechos lugar dónde empieza a dar lo que podría describir cómo masajes. Mueve una pata e inclina la otra en un acto rítmico. No puedo disimular mi dicha al verla hacer aquello, posa su cabeza en mi barbilla y haciendo cosquillas con sus bigotes.

—Es el mejor recibiendo que he recibido —murmuro pasando las manos por su cuello y se sienta de nuevo para recibir mis mimos.

Se siente al tacto como un peluche, el acto es satisfactorio para ambas. Su pelaje fino y ronroneo es casi terapéutico. Aprovecho su quietud y la tomó en brazos sentándome en la cama. Cuatro cojines bastante cómodos dos grises y dos blancos. Hago a un lado las cobijas en el mismo color y apoyo los pies en el frío suelo en color marfil.

Sigo llevando el mismo camisón rojo, en dos piezas, no hay rastros de mis pantuflas o el resto de mi pijama. Quien me trajo a la casa de Gadien (donde imagino estoy), no previó que la necesitaría. Mi escrutinio empieza detallando la mesa de noche del lado en que me levanto. Una fotografía familiar que imagino es en la época en que Gerald salió de la crisis pues se ve bastante delgado.

Tomo el retrato y observo a ambos hermanos uno al lado del otro. Viéndolos así, sonreír al tiempo puedo distinguir a Gadien, aunque su ropa me ayude un poco. Dejo la foto en su sitio y me levanto con Galilea en mis brazos y la curiosidad a mil.

Hay quienes dicen que una habitación masculina tiene detalles de la personalidad de quien la habita. Dado que mi deseo es conocer un poco más de él, decido inspeccionar un poco su habitación y verificar que el mensaje que envía a los demás es el correcto.

Un cuadro en acuarela de una bicicleta roja y gris, apoyada en el tronco de un roble. Detrás de ambos se extiende una hermosa pradera con flores silvestres. Giro mi cuerpo en el mismo sitio y sigo detallando lo que hay a mi alrededor.

Un par de espejos de 40 por 80cm justo enfrente a la cama, avanzo hacia ellos al notar mi reflejo extraño. En el de la izquierda es un espejo normal, es el otro que esta truqueado la imagen que proyecta es deforme. Mi cabeza se ve enorme en comparación con mi cuerpo y sonrió ante espejo, haciendo que mi boca se vea aún más enorme.

—Parecemos un cuadro abstracto Galilea o a piolín —comento a mi única compañía que para mi sorpresa permanece en silencio dejándose acariciar.

Completan el decorado, una pared en ladrillo, las demás en un tono azul celeste, un trio de lámparas colgadas una encima de la cama, y las otras dos a lado y lado de terraza. El único mueble que acompaña a la cama y mesas de noche es un sillón en cuero negro, en donde reposa un libro en tapa negra con letras blancas y rojas, "vigilar y castigar" por Michel Foucault.

Tres puertas y basándome en mi apartamento, una da al baño, otra al cuarto closet y la tercera a la sala de estar. Siendo el cuarto closet el sitio al que me dirijo, he sentido en más de una ocasión impulsos incontrolables de decirle que me encanta verlo en tonos oscuros. Mi sorpresa es mayúscula al ver que tiene diversidad de trajes, la mitad de ellos en tonos claros.

Su estilo de ropa es bastante elegante, pero su orden es obsesivo y causa en mi mareaos. Salgo a toda prisa del sitio, al no soportar su bien elaborado closet. Mi ropa debería estar allí y así el lugar tenga un poco de color, desorden y normalidad.

Sobrio, distinguido y elegante, así resumiría a su dueño el que viera esa habitación. Pienso al salir con Galilea en brazos que sigue sorprendiéndome con su quietud.

—No hablo de mí, sino de ti... —escucho solo su voz, pero no hay rastros de él. —Ha demostrado no ser una persona normal. Se que debo dejar esta farsa de compromiso.

Con el dolor que es comentario causa sigo el tono de voz lo busco hasta encontrarlo en la mesa de comedor. No nota mi presencia, por lo que tengo algunos minutos para disfrutar su vista. No trae saco, ni corbata, su camisa es azul celeste que ha subido hasta sus antebrazos. Está sentando frente a la laptop con varios documentos a su alrededor bien organizados.

Nada que ver con la imagen de Isabella cuando lleva trabajo a casa. Se queda en silencio e imagino le da tiempo a su interlocutor de hablar y sonríe por algo que escucha. Es el ronroneo de Galilea quien quita la magia y le hace mirar a la entrada.

—Acaba de despertar —dice sonriendo y levantándose de la silla —se lo diré... —sigue sin dejar de verme fijamente —eso también. Guido te envía saludos —dice colgando la llamada.

—Le agradezco —respondo cortes.

—¿Dormiste bien? —pregunta recogiendo las cosas de la mesa —te deje en buena compañía.

—Si, gracias —la hora en el reloj digital de la pared indica que son las tres de la tarde. —¿Cómo llegué hasta aquí? Espero que no hayas detenido la agenda por mí. —Niega sonriendo.

Galilea salta de mis brazos dejándome desprotegida, justo en el momento que más la necesitaba. Mi boca se seca al verle acercarse e instalarse justo frente a mí. Ha invadido mi espacio personal y eso hace que empiece a fallar la respiración. "Recuerda esto no es real, no lo es" me repito una y otra vez.

—No trabajo solo en la destilería, tengo mis propios asuntos —comenta acariciando mi mejilla y cierro los ojos intentando controlar las emociones que esa caricia causa en mi —no pude negarme cuando tu padre me pidió cuidar de ti esta mañana, igual trabajaría en casa...

—Pensé que nadie entraba a tu apartamento. —digo y me alegra escuchar mi tono de voz firme pese al revoltijo que es mi estómago y pecho.

—Tú no eres nadie Bella... —susurra pegándome a él me inspiro su aroma al apoyar mi rostro en su pecho. —tu padre y hermanos me encargaron cuidarte, Gregory me advirtió no querías vivir conmigo en casa del abuelo.

—No es necesario... —respondo cerrando los ojos al sentir sus dedos entre mis cabellos y esa caricia causa en mi piel un leve temblor.

—¿Puedo saber por qué? Pero antes debo cubrirte, esta helada.

Se aleja perdiéndose por la sala de estar, dejándome en medio del comedor. No quiero fingir más, si no es posible tener una relación con él, lo mejor es dar por terminado todo esto. Vivir con él sería una locura y estaría lejos de mis planes.

— Ponte esto.

Sostiene en sus manos un saco tejido en lana negro bastante grande. Sin ponérmelo puedo deducir que me llegará hasta media pierna. Me ayuda a vestirme con él y tras asegurarse estoy bien cubierta. Me toma de las manos y me lleva a la mesa de comedor. En silencio lo veo ir y venir hasta dejar frente a mi lo que imagino es el almuerzo.

—Hablaremos después que comas —dice recogiendo sus cosas.

—No tengo hambre... —le digo alejando los platos de la —es mejor dejar todo esto Gadien. —empiezo a decir sin verle a los ojos —no ha dado resultado, tu primo no gusta de mí y lejos de contribuir a mitigar tus problemas los he aumentado.

—¡Come! —ordena. —hablaremos luego que comas, no has desayuno y te dormiste sin cenar.

—¿Por qué no quieres decirlo de una vez? —Suelto enojada —¿Qué más da si con el estomago vacío o lleno Gadien? Hicimos un trato y cuando uno de los dos quisiera declinar el otro aceptaría.

¡Ya está! Lo he dicho e hiperventilo luego que he acabado. Tendré al entrar a mi apartamento mi corazón destrozado, pero mi dignidad estará en una pieza. No pienso esperar a que sea él que me mande al diablo.

—He llevado esta mentira demasiado lejos —sigo diciendo en voz baja y mirando mis manos.

—¿Es lo que quieres en verdad?

No, pero es lo justo. Me levanto de la silla y camino hacia la salida sin responder. He dilatado esto por mucho tiempo y enredado con mis mentiras, ha sido victima por parte de su familia y descubrí no quiero ser yo quien le siga causando daño.

—¡Isabella! —lo escucho decir al tomarme de la cintura y obligándome a verle.

Allí estaba temblando en sus brazos y no de frío como él lo creía. Su rostro enojado a centímetros del mío, pupilas dilatadas, mandíbula tensa y ese gesto de arrogancia que odio ver en otros y que, en él, es causal de un fuego interno.

—Quieres dejar la farsa de compromiso, yo no soy la persona adecuada, no estoy a la altura —le refresco la memoria.

—¿De qué hablas?

Camina conmigo en brazos, como si mi peso no le molestara e ignorando mis ruegos que me deje ir. Se sienta en el sillón y me obliga a quedarme en sus piernas, pero me niego a verlo a los ojos.

—¿De dónde sacaste eso? —insiste en saber y le miro.

No puedo creer que su memoria sea selectiva, si hasta me mira con rostro inocente.

—Tú lo dijiste —recalco apoyando el dedo índice en su pecho y viéndolo a los ojos —No soy la mujer correcta, no se comportarme, no estoy a la altura, ya lo he demostrado y presentarme a la familia o que lleve el apellido es una vergüenza. —finalizó y en su rostro veo solo sorpresa.

—¿Te has vuelto loca mujer? —pregunta incrédulo —nunca he dicho algo así de ti.

—¡Por supuesto que sí! En el compromiso de Emma —recalco intentado librarme de sus brazos, pero me aprieta aun mas fuerte. —hablabas con alguien en el balcón... ¿Qué es tan gracioso Gadien? —me quejo al verlo reír sin control.

Sigue riendo mientras intenta controlar mi rabia, sonríe cada que me retuerzo en sus brazos y al final me detengo agotada.

—Hablaba con Guido, al igual que hace unos minutos —se excusa y pasa una mano por mi trasero impidiendo que me levante pues lo he vuelto a intentar —describía a su exnovia Bella. ¿Por eso estabas enojada? —sonríe y mi ceja se juntan observándolo.

—No te creo...

—Tendrías que conocer a Ainice O'Connor para hacerlo... —me interrumpe tomando mi rostro entre sus manos y obligándome a verlo.

Pero dijo que daría fin a la farsa de compromiso y su primo tiene un comportamiento extraño conmigo. Por un momento ninguno de los dos habla y él se queda viendo mi rostro antes de empezar a hablar.

—Farsa es pensar que finjo amarte en público, cuando no lo es —empieza a decir —Nunca hemos pasado de un beso, pero jamás me he sentido tan pleno y feliz como contigo —su rostro luce risueño, no obstante, cada palabra dicha tiene un aire solemne. —no quiero seguir ignorando lo que ambos sentimos, mi temor era que salieras lastimada y hoy tengo la certeza que no podría dañarte...

Mi corazón se detiene al ser consciente de lo que está por suceder. Hay dos cosas muy seguras, yo no podría vivir en Escocia con sus leyes y jamás me llevaría bien con su primo.

—Tus costumbres, mi estilo de vida y odio a tu primo...

—Déjame terminar. —me reprende apoyando una mano en mi boca. Cierra los ojos un instante e inspira antes de seguir hablando. —me enseñaste que el sexo es algo que cualquier mujer puede darme. Pero la lealtad, amor, apoyo; son cosas que no todo el mundo está dispuesto a brindar y en ti salen tan fáciles como respirar. Quiero ser en tu vida algo más que amigos o compañeros de travesuras. Olvídate de Gino y los demás, en estas cuatro paredes solo hay cabida para Galilea —sonrío al escuchar esto último y el miedo se apodera de mí.

Aleja su mano de mis labios y toma mis manos entre las suyas. Hay heridas que sanan solo físicamente, aquellas del alma se quedan arraigadas en ti. Solo quien ha pasado por un proceso de ruptura amorosa como la mía, sabe el miedo que representa confiar en alguien más.

Ya confiaste y amaste a quien te dijo alguna vez te amo, el que pensaste nunca te dañaría lo hizo. Es una lucha interna la que se produce, tu cerebro te dice "espera, no caigas en esto, te lastimaran otra vez" "Aquel también era bello y hacía sentir especial". Tu corazón te alienta a intentarlo y a lanzarte sin miedos.

—Soñé con esto muchas veces —le confieso observando su dedo pulgar acariciar mi mano —no creí que el miedo fuera mi enemigo.

—Se todo lo que esconde esa sonrisa en tu rostro Bella —me dice alzando el mentón y viéndome a los ojos —muchos podrán verte sonreír, pero yo sé cuánto dolor encierras en ella. —sigue diciendo mientras acerca su rostro al mío.

Coloca ambas ambos en mis mejillas como si no quisiera que huyera una vez más y cierro los ojos. Ese lado hipnótico que siento cada que contempla mi rostro de esa manera me impide alejarme, siento el aliento en mis labios que me dicen está cerca.

Suspiro ante el primer roce de nuestros labios y de mi garganta sale un suspiro satisfactorio al volver a probarle. Las emociones empiezan a fluir de mi cabeza, sus labios son suaves, dulces y el beso inicia con un simple roce. Volviéndose más primitivo al succionar mi labio inferior, lanzando un jadeo cuando tomo su camisa eliminando la poca distancia que nos separa.

Pasa su lengua por mis labios incentivando a abrirlos, me dejo llevar y le permito que su lengua se enrede con la mía pasando una mano por su cuello y la otra se enreda en su cabellera rubia. Me tenido beso de besos, tengo que confesar que el de Gadien les supera y no por ser el que mejor lo hace (aunque en el fondo es así), es también por el conjunto de emociones que sus labios causan.

Disminuye el beso antes de separarse por completo terminando con un suave roce de ellos hasta quedar nuestras frentes pegadas. Sin poder formular palabra alguna o mover un solo musculo, turbada y con las emociones a flor de piel le veo alejar su rostro y verme antes de decir.


—¡Mia! —pronuncia en tono posesivo y soy llevada al mismo cielo con ella —nadie va a hacerte daño... no tienes nada que temer. ¿Quieres ser mi novia? —me preguntay sonrío asintiendo.  

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